AL TRABAJO COMO A LA GUERRA
¡Proletarios! ¿Cuántas muertes más en el trabajo necesitamos para rebelarnos contra un sistema que produce sólo beneficios para los capitalistas y muertes para el proletariado?
Línea ferroviaria Turín-Milán. Estación de Brandizzo. Noche del 30 de agosto. Un tren técnico, evidentemente sin pasajeros, en tránsito por la misma vía en la que trabajan los obreros, choca contra ellos a 160 km/h. Un grupo de obreros, empleados de Sigifer, contratista de mantenimiento de la infraestructura ferroviaria, trabaja en la línea para sustituir siete metros de vía. Cinco trabajadores murieron en el acto, dos resultaron ilesos pero fueron hospitalizados en estado de shock y un empleado ferroviario, encargado de dar el visto bueno a los trabajos de mantenimiento tras recibir la autorización oficial de Rete Ferroviaria Italiana, se salvó porque se encontraba en el andén en ese momento.
Michael Zanera, de 34 años, Kevin Laganà, de 22, Giuseppe Sorvillo, de 43, Giuseppe Saverio Lombardo, de 52, y Giuseppe Aversa, de 49, ya no están: el tren los arrastró durante un kilómetro por las vías antes de detenerse. Los dos conductores del tren técnico, en estado de shock, completamente ignorantes de que había obreros trabajando en las vías, también fueron hospitalizados.
A las 23.49 horas del 30 de agosto pasó el que parecía ser el último tren, tras el cual podrían comenzar los trabajos en las vías; en cambio, inmediatamente después llegó el tren técnico, instrumento de la masacre. No se sabe por qué los obreros fueron enviados a las vías sin haber recibido autorización escrita de RFI; ¡lo que es seguro es que los obreros estaban trabajando en las vías cuando la situación no era segura! Y no se trata de una situación excepcional, ya que las muertes por catástrofes ferroviarias son noticia desde hace décadas.
Una masacre más en el trabajo, una demostración más de que el trabajo en esta sociedad es un campo de guerra continúo en el que mueren regularmente los soldados del ejército del trabajo asalariado.
Sólo en los últimos 20 años han muerto 91 personas y más de 230 han resultado heridas. Crevalcore, 7 de enero de 2005, colisión de dos trenes a pocos metros de la estación de Bolognina, en Crevalcore (17 muertos, 15 heridos); Viareggio, 29 de junio de 2009, descarrilamiento de un tren que transportaba GLP debido a la rotura de un eje, que cayó sobre las casas cercanas a las vías y provocó un incendio devastador (32 muertos, algunos heridos); Laces-Castelbello, en Val Venosta, 12 de abril de 2010, un corrimiento de tierras cayó sobre la vía férrea cerca de un desfiladero (9 muertos, 28 heridos); Andria-Corato, 12 de julio de 2016, colisión de dos trenes de Ferrotramviaria entre las estaciones de Andria y Corato (23 muertos, 50 heridos); 25 de enero de 2018, en Pioltello, a las afueras de Milán, descarrilamiento de un tren regional (3 muertos, un centenar de heridos); Ospitaletto, cerca de Lodi, 6 de febrero de 2020, debido a un cambio de agujas mal reparado, el Frecciarossa descarrila y se estrella contra un edificio (2 muertos, los maquinistas, y 31 heridos). Y, desgraciadamente, habrá más masacres en las vías, ya que RFI ha abierto, sólo en 2023, hasta 1.800 obras para el mantenimiento de vías y otras infraestructuras: todas realizadas por contratistas externos que, a su vez, subcontratan a otras empresas. Este sistema ahorra mucho dinero a la empresa que contrata las obras y a los contratistas que, a su vez, subcontratan. Cuanto más se desciende en la escala de contratación, más inseguro se vuelve el trabajo. Pensemos, además, que casi todas las empresas externas que consiguen contratos en las vías férreas contratan a trabajadores que normalmente trabajan en el sector de la construcción; por tanto, pasamos de obras de renovación de fachadas a obras en las vías férreas, que además corren un riesgo muy alto por la presencia de líneas eléctricas, sin la formación necesaria (1).
Como después de cada desastre que causa muertos y heridos, las autoridades encargadas investigarán, buscarán culpables, aplicarán multas y sentencias, mientras alcaldes, parlamentarios, presidentes de concejo y presidentes de la república entonan el acostumbrado canto de dolor, de condolencia a las familias de las víctimas y a la comunidad afectada, exigiendo que las investigaciones encuentren las causas de estas tragedias y difiriendo a la buena voluntad de la humanidad y de Dios para que tales tragedias no vuelvan a ocurrir.
Pero las muertes relacionadas con el trabajo no se detienen.
En una sociedad que dedica todas sus energías vivas al capital, a su "salud" a costa de una matanza continua de trabajo vivo, la "buena voluntad" de los hombres no soluciona, porque la "falta de atención a los trabajadores", como dice el Papa Francisco, es en realidad parte integrante del modo de producción capitalista que es el verdadero culpable de todas las tragedias de esta sociedad.
Los trabajadores son sagrados", dijo el Papa; "morir en el trabajo es un ultraje a los valores de la convivencia", dijo Mattarella tras depositar un ramo de flores en la estación de Brandizzo. Pero, ¿de qué "convivencia" está hablando, una convivencia con la muerte llamando a la puerta de los trabajadores sin previo aviso? Es una representación, sin duda 'autorizada', del desconcierto y la angustia que ha golpeado a todos: pero es sólo una representación que intenta calmar el fortísimo dolor que emerge de los corazones proletarios ante cada tragedia, en el trágico espectáculo de horror de una masacre de trabajadores que no termina nunca y que se suma a las masacres de guerra cuyas causas hay que buscar precisamente en el modo de producción capitalista y en la dominación burguesa de la sociedad. Una representación que no araña ni un milímetro de la coraza de acero que la clase dominante burguesa lleva en defensa de la sociedad del capital. Mientras se escenifica el teatro de la "proximidad" a las familias de los obreros muertos ofreciendo a la prensa y a la TV material para difundir los minutos de duelo que las autoridades se han concedido, las mismas autoridades tamizan y decretan una lluvia de medidas lacrimógenas que golpearán cínicamente a todos los trabajadores y especialmente a los más precarios, los más débiles, los del llamado "trabajo pobre" del que Giuseppe Sorvillo, uno de los trabajadores fallecidos en Brandizzo, había salido hace unos meses para ir a trabajar a Sigifer y luego acabó aplastado en las vías del nuevo trabajo, el mejor trabajo...
Según el Observatorio de la Seguridad en el Trabajo y el Medio Ambiente de Vega Ingeniería, hasta la fecha se han producido 559 muertes en el trabajo (más de 2 al día de media), de las cuales 430 en el lugar de trabajo y 129 en el trayecto de ida y vuelta al trabajo, frente a más de 300 mil accidentes laborales. Y el mismo día en que murieron cinco trabajadores en las vías de Brandizzo, un obrero de 46 años murió en Castel di Sangro, en la zona de Aquila, electrocutado por un cable de alta tensión, y un marinero bengalí de 35 años murió en Senigallia tras sufrir quemaduras graves por una explosión a bordo de un pesquero (2).
¡Proletarios!, ¿cuántas muertes más hay que añadir a la lista para que os rebeléis contra estas mortíferas condiciones de vida y de trabajo? La "agitación", pero sólo de los trabajadores de mantenimiento de infraestructuras durante las últimas 4 horas del turno de noche entre el 31 de agosto y el 1 de septiembre y el turno diario del 1 de septiembre que GIL-CISL-UIL junto con Orsa Ferrovie y Confsal declararon es la "respuesta" inmediata que los sindicalistas de la colaboración de clases no pudieron evitar dar dada la rabia que semejante tragedia despertó entre los trabajadores; y mientras tanto dicen estar preparando una huelga de 8 horas para el lunes 4 de septiembre a nivel nacional. El mismo 4 de septiembre, los trabajadores de la construcción de GIL-CISL-UIL también irán a la huelga, pero sólo en la región de Piamonte, "contra esta cadena de masacres en el trabajo" que ve al sector de la construcción entre los sectores con mayor número de víctimas en el trabajo.
Por su parte, la USB, en cuanto fue informada de la tragedia, convocó inmediatamente una huelga de 24 horas. Y aunque los trenes de alta velocidad siguieron circulando con regularidad en todas las rutas, los trenes de la línea convencional Turín-Milán reanudaron su funcionamiento regular a partir de las 18.00 horas del 31 de agosto.
¿Qué piden los sindicatos oficiales? Por supuesto más formación para los trabajadores, más medidas de seguridad, comisiones de control, menos subcontratación, mientras la USB pide que se instaure el delito de homicidio ferroviario, como se hizo con el de carretera.... En definitiva, en medio de leyes que cualquier democracia -si funcionara como promete sobre el papel- debería haber instituido y aplicado hace décadas. Y es que la democracia burguesa, sobre todo en los países imperialistas, que por ello se dedican a exprimir hasta la última gota el trabajo vivo de los trabajadores para magnificar su propia dominación y su poder competitivo sobre los países imperialistas competidores, siempre está dispuesta a prometer y poner por escrito medidas para proteger la vida humana, pero en realidad, al ser la voz del capital monopolista y del Estado burgués, no tiene otra función que la de engañar al proletariado sobre la posibilidad de doblegar al capital y a los capitalistas al son de protestas pacíficas, manifestaciones no violentas, peticiones, recogida de firmas, referendos y leyes que el parlamento debería promulgar... detener las masacres, para cuidar de los trabajadores, para prevenir accidentes y masacres amenazando con duras penas a los "culpables", a los que el poder judicial está llamado a procesar ...
Nunca ha ocurrido que estos medios de práctica pacifista y colaboracionista hayan aportado ningún beneficio real a los asalariados; si acaso, los han doblegado cada vez más a los intereses burgueses, acostumbrándolos a verse como parte de los intereses "proletarios".
La fuerza que el capital, su Estado y sus autoridades económicas, políticas y sociales adoptan para hacer funcionar el sistema económico según la ley del valor y del beneficio sólo puede ser combatida con igual fuerza. A la fuerza de clase de la burguesía debe oponerse una fuerza de clase proletaria. Y esta fuerza no surge de organizaciones dedicadas a la colaboración de clases, en la práctica vendidas al capital. Esta fuerza surge a través de la lucha de clases, independiente de los intereses económicos y políticos de la burguesía, una lucha que combate en defensa exclusiva de los intereses, y por tanto de la vida, del proletariado, sea cual sea el sector en el que trabaje, la edad o el sexo que tenga y la nacionalidad a la que pertenezca. Los proletarios, para sobrevivir, se ven obligados a trabajar bajo las órdenes de los capitalistas y en las condiciones que éstos y sus portavoces políticos, sindicales, culturales, religiosos, dictan en función de los periodos de expansión o crisis económica. Los proletarios, en la práctica, están a merced del capital y, por tanto, de las relaciones burguesas de producción y propiedad.
Pero la verdadera supervivencia proletaria reside en la supervivencia de la clase proletaria, en la lucha que une a los proletarios contra el mismo enemigo de clase, que puede presentarse bajo los muy diferentes disfraces que el sistema democrático le permite llevar en nombre de una "libertad" que es fundamentalmente la libertad de explotar, de hundir en la miseria y de matar a los proletarios en el trabajo o en la guerra; proletarios que tienen la única "culpa" de haber nacido proletarios, sin reservas, dueños sólo de su propia fuerza de trabajo pero obligados a venderla por una barra de pan o a mendigar ¡porque nunca hay trabajo para todos!
El verdadero y gran progreso humano reside en vivir en una sociedad en la que ya no exista la opresión, la explotación del hombre sobre el hombre, la miseria que afecta a la mayoría de los seres humanos frente a la riqueza y los privilegios que hacen la vida fácil a una minoría. Una sociedad en la que el trabajo vivo y productivo afecte a todos los seres humanos de la misma manera que el disfrute, la alegría de vivir, el estudio y el conocimiento, gracias a una nueva organización social en la que será necesario trabajar una o dos horas al día para la sociedad, produciendo y distribuyendo sólo los bienes realmente necesarios para la vida social y, por tanto, no inútiles y mucho menos nocivos. Una sociedad que no surgirá milagrosamente gracias a una especie de desarrollo automático y mágico, sino a la que se llegará gracias a una lucha muy dura y prolongada contra todos los obstáculos que se oponen a la verdadera vida social de la humanidad. Una lucha que los proletarios, en realidad, ya iniciaron hace muchos años, desde el siglo XIX, y de la que han dado ciertas pruebas que la historia ha fijado de manera incontrovertible: de 1848 en Europa a 1871 en la Comuna de París, de 1917 en Rusia y el Octubre Rojo a 1927 en China. Que esta lucha, definida por Marx y Engels como la lucha por el comunismo, la lucha por la sociedad de especies, haya fracasado hasta ahora en todo el mundo es explicable en términos materialistas. Para salir de la sociedad dividida en clases que es la sociedad capitalista, para salir del desarrollo desigual en los distintos países del mundo y de la profundización de las desigualdades sociales, se necesita una fuerza social, una fuerza de clase que hasta ahora, históricamente, no se ha expresado plenamente. Pero las mismas contradicciones, los mismos y cada vez mayores contrastes entre el capital y entre los Estados burgueses que defienden su preservación, proyectan inevitablemente los antagonismos de clase entre la burguesía y el proletariado a niveles cada vez más agudos, cada vez más internacionales.
Serán las condiciones de vida y de trabajo que se han vuelto insoportables -como les está ocurriendo a las masas de inmigrantes que invaden la civilizada, opulenta y criminal Europa- las que también pondrán objetivamente en movimiento a las masas proletarias de Europa, llamándolas a volver a sus lejanas y gloriosas tradiciones revolucionarias y de clase.
Es en este camino en el que las masas proletarias, en su mayoría sin una conciencia precisa pero con una fuerza potencial inigualable, se moverán, se organizarán, lucharán; es en este camino, en el camino de la emancipación real de una existencia precaria y sufriente, donde las masas proletarias recobrarán el valor de enfrentarse a la clase dominante burguesa como su verdadero enemigo, y volverán a conectar con un puente en el tiempo con los proletarios de 1848, de 1871, de 1917, de 1927, cuando aquellas luchas lejanas cavaron el surco que hay que redescubrir y sacar a la luz.
Para que los millones de víctimas en el trabajo y en los campos de guerra que el capitalismo y las clases burguesas dominantes han seguido acumulando a lo largo de los doscientos años de historia capitalista no hayan muerto en vano, los proletarios de hoy y de mañana deben redescubrir su impulso de clase, su voluntad de no plegarse más a los dictados del capital y de las burguesías que defienden su supervivencia.
La lucha clasista, llevada a cabo con medios y métodos de clase, es decir, sin depender de la burguesía y sus matones políticos y sindicales, es el camino a seguir. Al trabajo como a la guerra, lo hemos gritado muchas veces, debe entenderse como un grito de guerra, no como una triste constatación de la realidad capitalista. Hay que luchar contra la tristeza por los muertos y la resignación por no tener hoy la fuerza de reaccionar de forma contundente, tan contundente como la muerte en el trabajo o bajo las bombas en una guerra que sólo beneficia a los capitalistas, ¡para que esos muertos no se queden simplemente en cruces plantadas en la tierra y en los corazones!
1 de septiembre de 2023
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
https://www.pcint.org/
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(1) Véase La Repubblica, 1.9.2023
(2) Cfr. il fatto quotidiano, 1.9.2023
La lucha contra la violencia policial
sólo puede llevarse a cabo sobre una base anticapitalista
El asesinato de Nahel provocó la revuelta de los jóvenes de los barrios proletarios de toda Francia, incluso de las ciudades más pequeñas, después de que un vídeo mostrara las mentiras de la policía. Este crimen no es más que el último de una lista interminable (1); forma parte de una práctica generalizada de acoso, represión y opresión por parte de las "fuerzas del orden" burguesas, en particular contra la juventud proletaria, y especialmente la de origen extranjero: el racismo policial ya no se puede negar. La burguesía imperialista francesa, que saquea las riquezas de los países bajo su dominación, siempre ha utilizado el racismo de Estado para dividir a la clase obrera, alimentado por campañas de opinión y repetidas leyes anti inmigración. El objetivo es designar un chivo expiatorio de los problemas sociales del proletariado aumentando la presión sobre la clase obrera para debilitar su capacidad de resistencia. De hecho, todos los proletarios están sujetos a la intimidación del Estado burgués, y todos son el objetivo potencial de la represión en cuanto se oponen a las iniciativas del gobierno y a los intereses capitalistas, como demuestran los diversos movimientos de lucha recientes: los chalecos amarillos, la lucha contra la reforma de las pensiones, Sainte-Soline, los piquetes atacados por la policía o, recientemente, la represión de los disturbios. Si la represión se ha intensificado bajo el gobierno actual, se ha practicado bajo todos los gobiernos anteriores, de derechas o de izquierdas; la ley que facilita el uso de armas durante los controles de carretera fue promulgada por el gobierno socialista de Hollande Valls (¡con el pretexto de luchar contra el terrorismo!). Sin ir muy lejos, desde hace décadas los crímenes policiales aparecen regularmente en las noticias y sus autores han sido, la mayoría de las veces, absueltos por los tribunales.
La violencia policial y la represión son características del régimen capitalista. ¡Desaparecerán con él!
La violencia policial no es una "torpeza", una "lamentable excepción", sino una consecuencia necesaria y prevista del papel de la policía en esta sociedad, sea cual sea el color político del gobierno: defender el orden burgués y el sistema capitalista, ante todo contra el proletariado y todos los oprimidos. Por lo tanto, la lucha contra la violencia policial sólo puede librarse desde una perspectiva anticapitalista y proletaria. Hacerlo en nombre de la democracia y pedir educadamente al gobierno burgués que "escuche" las reivindicaciones y tome "medidas concretas" para reformar la policía es un completo disparate. Peor aún, es desarmar a los proletarios, jóvenes o viejos, haciéndoles creer que sería posible obtener concesiones en lugar de arrancarlas mediante la lucha abierta. ¡El miedo a desatar la cólera proletaria será siempre un freno mucho más poderoso a las exacciones de los esbirros de la burguesía que los llamamientos pacíficos al gobierno!
Para poner fin a la violencia policial y a todos los crímenes burgueses, el único camino no ilusorio es la reanudación de la lucha de clases revolucionaria organizada contra el capitalismo. Los primeros pasos inmediatos son el apoyo a las víctimas de la represión y la solidaridad con todos los proletarios amenazados, que son esenciales para cerrar las filas del proletariado contra la burguesía y su Estado. Los siguientes pasos serán la reorganización clasista del proletariado y la reconstitución de su partido revolucionario para dirigir la lucha hasta el derrocamiento del capitalismo asesino.
Partido Comunista Internacional,
15/07/23
www.pcint.org
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(1) Nahel es el joven de 17 años asesinado a sangre fría por un policía el 27 de junio en Nanterre, un suburbio de París. Una web especializada ha identificado más de 5.000 casos más o menos graves de violencia policial en Francia en menos de cuatro años, una cifra por debajo de la realidad. Ver violentepolicieres.fr
República Checa: Frente a una "semana de protesta" impotente, a los llamamientos al "diálogo social" y a los retrasos de los dirigentes sindicales, ¡los proletarios deben tomar la lucha en sus manos!
¡Por la lucha de clases contra todos los ataques de los capitalistas y su Estado!
La mayor confederación sindical de la República Checa, la ČMKOS, tras el anuncio de una amenaza de huelga el 15 de mayo de 2023, presagio de protestas laborales, lanza una protesta de una semana a finales de junio contra las medidas de austeridad del Gobierno, que incluyen la llamada reforma de las pensiones. Se trata de un paso más para "llevar al Gobierno a la mesa de negociación sobre las medidas propuestas para reconducir las finanzas públicas del país".... y el ČMKOS ya ha elaborado su 'propio conjunto de medidas' para la recuperación de la economía nacional con el fin de 'mitigar' el impacto del paquete de austeridad del Gobierno sobre los trabajadores y sus familias. Sin embargo, los sindicatos "en lugar de un diálogo abierto, que es la única manera de encontrar soluciones racionales", se enfrentan, según sus propias palabras, a un Gobierno que culpa a todos los demás de sus propias malas decisiones.
Aunque el líder de ČMKOS, Středula, declaró que "el propósito de las próximas protestas es evitar que el gobierno apruebe estos cambios legislativos", en realidad está dejando claro que esto es sólo un medio de presionar al gobierno para restablecer el "diálogo social", para hacer que el gobierno "escuche a los trabajadores" (es decir, a sus representantes - las principales organizaciones sindicales) para que el impacto de las medidas de austeridad no sea soportado sólo por los trabajadores. Los dirigentes sindicales no hacen más que poner la miel en la boca: ¡como si el gobierno no fuera plenamente consciente de lo que hace, como si no sirviera sólo a los intereses de los capitalistas y como si el diálogo social, es decir, la colaboración de clases, no fuera siempre a costa de la clase obrera! ČMKOS sólo quiere ser un socio y mediar entre los ataques de la clase dominante y las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores. ¡Este es el verdadero contenido de la colaboración de clases, de ese diálogo social en el que se enzarzan los sindicatos y con el que engañan al proletariado!
Středula ha indicado claramente a qué recurrirán los sindicatos si el Gobierno no les escucha - ¡pero no esperen la preparación de huelgas masivas e ilimitadas que perjudicarían los beneficios de las empresas capitalistas y el buen funcionamiento del Estado! "Espero que los votantes se acuerden cuando lleguen las próximas elecciones -incluidas las europeas, las del Senado y las regionales- de cómo les va y hagan un recuento justo de estas entidades políticas", nos dice este candidato presidencial fracasado. ¿Es posible que con esta frase quiera decir que la próxima vez lo intentará para el Senado o el Parlamento Europeo? No sería una excepción: muchos de sus antiguos colegas sindicalistas (Falbr, Štěch, Zavadil...) han encontrado un lugar en estas instituciones.
Es nuestro deber mostrar que sólo la lucha de clase proletaria independiente es el camino a seguir. En Francia, las formidables luchas de más de dos millones de personas en 1995, con las duras huelgas de los ferrocarriles y de los transportes de París, que duraron tres semanas con la ocupación de las principales estaciones y el bloqueo de los transportes ferroviarios, y que implicaron también a otras empresas como Correos, etc., para obligar al gobierno a suprimir el llamado Plan Juppé de entonces (es decir, la supresión de los "regímenes especiales de jubilación" concedidos anteriormente a ciertas categorías estratégicas de trabajadores...) - no consiguieron hacer retroceder a la burguesía en su intención de prolongar la vida laboral de los proletarios aumentando su edad de jubilación. ¿Por qué? Porque los proletarios dejaron la dirección y la organización de sus luchas en manos de los sindicatos oficiales que demostraron, entonces como ahora, ser los garantes de la paz social y los saboteadores de las luchas obreras.
Pero también es nuestro deber subrayar el mito de la huelga general, fuertemente presente en la clase obrera. El éxito de la huelga general, como de cualquier otra huelga, depende sobre todo de la orientación y los objetivos de quienes la dirigen: ¿son los intereses reales y de clase del proletariado, o son intereses y objetivos interclasistas y nacionales, es decir, democráticos? El ejemplo de mayo y junio de 1968 en Francia: fue la huelga general más importante del movimiento obrero en ese país (y en Europa) - 8-10 millones de huelguistas, decenas de miles de empresas ocupadas, incluso las más pequeñas, un movimiento que duró dos meses... sin embargo, sus resultados fueron mínimos, muy inferiores al movimiento huelguístico de mayo-junio de 1936, cuando hubo muchas menos huelgas; la semana laboral de 40 horas obtenida en 1936, abolida en la preguerra, no se restableció en 1968; las reformas sanitarias y de bienestar -¡a costa de los trabajadores, por supuesto! - por las que los sindicatos llevaron a cabo dos huelgas generales en 1967- no encontraron oposición; la reducción de la edad de jubilación a 60 años no se consiguió; los aumentos salariales logrados fueron engullidos por la inflación unos meses después. En aquel momento, la enorme fuerza que se formó en los centros de trabajo contra la patronal no se tradujo en una fuerza para conseguir las reivindicaciones, porque los autoproclamados "representantes de los trabajadores" -los dirigentes sindicales- en realidad, como buenos reformistas, son sobre todo defensores de los intereses del capitalismo francés, más que defensores de los trabajadores. Por lo tanto, una futura huelga general dejada en manos de los aparatos que sabotean las luchas sólo puede ser un mortinato.
También en la República Checa tenemos un ejemplo de cómo la lucha -la huelga ilimitada- es la palanca para hacer avanzar los intereses de los trabajadores. Como escribimos en nuestro artículo Lecciones de la huelga de Nexen Tire, "En cualquier caso, lo que el mayor sindicato del sector, OS KOVO, no consiguió en cuatro años de supuesta negociación, los trabajadores consiguieron compensarlo (...) yendo finalmente a la huelga indefinida". Así que sólo fue una huelga indefinida, una fuerza, para ser escuchados por la patronal; la patronal, y por extensión su Estado capitalista, sólo entienden de fuerza, no de palabrería.
Sin embargo, sindicatos como OS KOVO quieren que la huelga sea considerada "siempre como el último instrumento para hacer valer los derechos de los trabajadores", porque, como ellos mismos repiten sin cesar, ¡son los defensores de la paz social! Esperar que estos sindicatos preparen huelgas masivas e ilimitadas y que sean una palanca de poder para los trabajadores ¡es una gran ilusión! Estos sindicatos - que llamamos colaboracionistas de clase por las razones que ellos mismos profesan, y cuyo objetivo es inculcar al proletariado que ellos y las empresas, la economía nacional, tienen el mismo objetivo, clavar a los trabajadores al éxito de "su" empresa en la lucha con la competencia en el mercado -, ejercen su poder imponiendo en cada acuerdo la máxima subordinación de los trabajadores a las exigencias de la empresa, racionalizando las tareas laborales, desviando incluso la más mínima actividad de protesta y reacción de los trabajadores a negociaciones y compromisos a través de los laberintos de los órganos estatales, de los abogados, dejando así a los trabajadores completamente indefensos y derrotados desde el principio. Por lo tanto, no es sorprendente que OS KOVO restara importancia a la huelga de Nexen Tire como si se tratara de un mero "malentendido entre las partes" y, además, se comprometiera en una declaración conjunta con la dirección de Nexen Tire a "cooperar mutuamente para que la empresa, el lugar de trabajo de todos los trabajadores, se convierta en una empresa estable y respetada (....), con el fin de restablecer el honor y el nombre de la empresa, y que "el sindicato y la empresa participarán activamente en la segunda fase de la expansión en curso y harán todo lo posible para estabilizarla", así como que OS KOVO "animará a los empleados a respetar las normas y a trabajar a conciencia sin absentismo" porque "la empresa y sus empleados no son diferentes y comparten el mismo objetivo".
Hubo un tiempo en que los trabajadores, en sus organizaciones de defensa inmediata, tuvieron que enfrentarse a una dirección traidora en sus luchas por defender las condiciones de trabajo y de vida; pero desde hace décadas los sindicatos actuales han asumido plenamente su papel de gestores de la mano de obra, garantes de la paz social y defensores de la colaboración interclasista. De hecho, el ČKMOS es el heredero del régimen sindical anterior a noviembre de 1989, un régimen que, aunque pretendía ser "socialista", no se diferenciaba en nada de los regímenes capitalistas de Occidente. Hoy en día, en la República Checa no existe ni una sola organización sindical que pueda llamarse ni remotamente luchadora, que utilice los métodos y medios de la lucha de clases, es decir, una lucha que promueva exclusivamente los intereses económicos e inmediatos de los trabajadores.
El movimiento obrero checo, que carece de una tradición histórica, de la experiencia directa de una verdadera lucha de clases, debe empezar de cero; y debe superar un cierto tipo de derrotismo, que también tiene sus raíces en la larga serie de derrotas y protestas infructuosas por las que han pasado los trabajadores bajo la dirección de los sindicatos colaboracionistas. La huelga debe ser un arma de la lucha obrera, no sólo su última herramienta a utilizar, ¡además según reglas impuestas desde arriba!
La defensa eficaz y duradera de los intereses proletarios, incluso en el terreno inmediato, consiste en reconocer la incompatibilidad entre los intereses del proletariado, clase de los sin reserva, y los de los capitalistas, y en movilizar las fuerzas proletarias para objetivos exclusivamente proletarios, lo que significa luchar con medios y métodos clasistas (huelgas indefinidas en apoyo de reivindicaciones económicas e inmediatas, negociación en condiciones de lucha activa y continua, piquetes contra los esquiroles, manifestaciones de solidaridad de obreros de otras fábricas, huelgas salvajes sin preaviso y sin fecha de caducidad, etc.). ); medios y métodos que sólo pueden ser puestos en práctica por organizaciones de clase, es decir, no colaboracionistas, en la preparación de la lucha, su conducción y su conclusión. La defensa de esta lucha, la constitución de un polo de clase y el intento de influir en los trabajadores de esta manera, al menos en parte, si es posible incluso dentro de los sindicatos actuales, ha sido siempre nuestra posición; con la perspectiva de unir a todos los trabajadores en una lucha económica defensiva clasista unida - no fragmentando a la clase obrera y separando a los trabajadores más combativos de los que están inseguros y todavía bajo la influencia del colaboracionismo interclasista.
Un movimiento de clase fuerte no podrá surgir sólo sobre la base de la espontaneidad obrera, sino que necesita y necesitará el trabajo constante e incansable de los auténticos comunistas revolucionarios, como portadores de la conciencia de clase organizada en el partido y como defensores del futuro del movimiento de clase y revolucionario. También necesitará del trabajo constante e incesante de los proletarios más combativos, decididos y sensibles a sus objetivos de clase, que deberán asumir la tarea de vertebrar una nueva red organizativa proletaria independiente, capaz de unificar en la lucha contra la patronal, su Estado y el capital, de la forma más homogénea, a los proletarios de los distintos sectores, de las distintas categorías, de las distintas edades y nacionalidades .
- Contra la "reforma" de las pensiones y contra todos los ataques burgueses, ¡por una orientación de clase en la lucha que rompa con la orientación derrotista de las organizaciones colaboracionistas!
- ¡Unidad en la lucha de todos los proletarios, del sector público y privado, empleados y desempleados, activos y jubilados, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ciegos e "inmigrantes"!
- Reducción drástica de la jornada laboral y de la edad de jubilación.
- Un aumento general de los salarios, las prestaciones de desempleo, las pensiones y todos los mínimos sociales.
- Contra toda discriminación, ¡igual salario por igual trabajo!
- Por una lucha revolucionaria contra el capitalismo, contra sus preparativos de guerra y la dominación imperialista, ¡por la unión con los proletarios de todo el mundo!
24 de junio de 2023
Francia
¡Basta ya de manifestaciones procesionales!
¡Sólo la lucha de clases proletaria puede salir victoriosa!
La Intersindical convocó una nueva jornada de acción contra la reforma de las pensiones;
según el nuevo dirigente de la CGT, S. Binet, "la lucha no está perdida" (Le JDD, 4/6).
En realidad, la lucha se perdió en cuanto se confió su destino a quienes no quieren luchar.
Desde el principio, la Intersindical, que concibió la movilización únicamente como un medio
de presión para abrir el diálogo con el gobierno y apoyar el carnaval parlamentario afirma
con orgullo que "intentó mantener una movilización pacífica, festiva y popular" (comunicado
de prensa de la Intersindical, 23/2/22) y no dio a la jornada del 6 otro objetivo que "permitir
a todos los asalariados hacerse oír por los parlamentarios" (!); anunció que iría "a reunirse
con los diputados de todas partes para invitarles a votar sobre [un] proyecto de ley"
(comunicado de prensa, ibid.), cuyo autor admitió que aunque se aprobara no conduciría
a nada... El cretinismo parlamentario (como decía Marx) ¡a la enésima potencia!
Binet se queja: si se elude este proyecto de ley, "los ciudadanos pueden preguntarse:
¿serían entonces inútiles nuestros diputados?". (El JDD, ibid.). De hecho, los diputados,
el parlamento y todo el sistema democrático no sirven para nada a los proletarios y a sus
reivindicaciones; al contrario, sirven para desviarles de la única vía para obtener satisfacción:
la lucha abierta, mediante huelgas que ataquen los beneficios capitalistas y el buen
funcionamiento del Estado. ¡Una lucha real no es una feria alegre y festiva! Ayudando a
difundir la creencia en la virtud de la acción parlamentaria de la manera más absurda,
gritando sobre la "crisis democrática" (después del 29.3); ocultando así el hecho de que
la democracia burguesa tiene una función esencialmente antiproletaria, la Intersindical
demuestra una vez más su oposición a una defensa real de los intereses proletarios.
La democracia se basa en la mentira de que todos los ciudadanos son iguales y que todos pueden
expresar y realizar por igual sus aspiraciones a través de las instituciones democráticas. Pero
la realidad es bien distinta: hay poderosos capitalistas que conforman la opinión pública y
una masa impotente; los ciudadanos están divididos en clases sociales con intereses
contrapuestos y la clase capitalista propietaria de toda la riqueza ha conformado las
instituciones, desde el parlamento hasta el Estado, para defender sus intereses y su dominio
sobre la sociedad. En este marco, la institución burguesa decisiva, la que concentra todo el poder
de la clase dominante, es la del Estado, teniendo el parlamento sólo un papel accesorio: el circo
parlamentario sirve sobre todo para engañar a la población.
LA LUCHA DE CLASES PROLETARIA ES LA CLAVE DE LA VICTORIA Recurrir a las instituciones burguesas es por tanto un callejón sin salida peligroso para
los proletarios, una verdadera pista falsa. La única manera de resistir a los ataques burgueses,
de obtener resultados, es la lucha abierta y decidida, como acaban de demostrar los
trabajadores de Vert Baudet (Nord) tras más de 2 meses de huelga y de resistencia a
las intimidaciones y ataques policiales.
Muy diferente al camino indicado por la Intersindical: inflexibles en cuanto a la colaboración de
clases y el diálogo social, los dirigentes sindicales se apresuraron a reunirse con el presidente del
Consejo y se preparan, no para la lucha, sino para "propuestas comunes" a negociar para que
"se tengan en cuenta las preocupaciones de los asalariados". Si los proletarios no quieren que se atiendan educadamente sus preocupaciones, sino que
se consigan sus reivindicaciones fundamentales, sobre las pensiones y los salarios, sólo
pueden hacerlo mediante una lucha real, no a través de las instituciones democráticas o
de manifestaciones-procesiones repetidas. Y esta lucha debe llevarse a cabo sobre una
base de clase, independientemente de los partidarios del interclasismo, con métodos y
medios clasistas, uniendo a todos los proletarios, jóvenes y viejos, franceses e inmigrantes,
hombres y mujeres, activos y jubilados, empleados y desempleados, contra la patronal
y el Estado burgués. Esta es la clave de la victoria en las próximas luchas que nos esperan
con las "reformas" y leyes antiobreras prometidas por el gobierno, mientras la inflación
que sigue erosionando el nivel de vida impone la lucha por los salarios.
¡Por la lucha de clases contra todos los ataques burgueses! ¡Por la reanudación de la lucha revolucionaria contra el capitalismo en unión
con los proletarios de todos los países!
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
¿Qué hay de nuevo en el “anarquismo”? ¡Autodeterminación nacional y convergencia de intereses con el capital!
Lo que sigue es una breve respuesta a un artículo de Wayne Price publicado en el sitio web de la Federación Anarquista Checa (AFed). El retraso en nuestra breve respuesta sólo puede explicarse por el hecho de que nos ha llevado mucho tiempo recuperarnos del artículo “¿Are Anarchists Giving in to War Fever?” [¿Están los anarquistas cediendo a la fiebre de la guerra? – publicado originalmente en inglés en la web Anarkismo.net]. Asumimos que incluso una organización tan dispar y programáticamente confusa como AFed no podía desviarse de los principios básicos del anarquismo, puesto que ya los llevaba en su nombre. Pero estábamos equivocados.
En el contexto de la guerra en Ucrania, bajo la apariencia de condiciones específicas y apoyo crítico, Wayne Price (y su editorial, AFed) están tratando de introducir en el anarquismo (que consideramos un movimiento revolucionario y parte de la lucha general del proletariado contra la dictadura del capital) elementos fundamentales de la ideología burguesa que están en contradicción directa con el programa anarquista para la emancipación de la humanidad. Hay que señalar que este programa no deriva del texto de tal o cual teórico anarquista, sino que se constituyó en oposición al capitalismo, en la lucha contra él y como su negación.
¿Anarquistas por la nación?
¿A quién apoyan exactamente los “anarquistas” de AFed en Ucrania? Wayne Price intenta convencernos de que se trata de la “nación oprimida”. Sostiene que “los anarquistas rechazan el nacionalismo pero no el objetivo de la autodeterminación nacional (…) incluida la libertad de un pueblo para elegir el sistema político que desee (por ejemplo, un Estado democrático, un Estado centralizado o ningún Estado [anarquía]) – y su libertad para decidir qué sistema económico quieren (socialismo de Estado, capitalismo, socialismo libertario)”.
Que los “anarquistas” actúen según el concepto de nación ¡es nuevo para nosotros! Hasta ahora, suponíamos que los anarquistas se oponían a la nación y a sus consecuencias materiales, como el Estado-nación, la autodeterminación nacional, la unidad nacional y, en consecuencia, la propia guerra entre naciones.
Los anarquistas revolucionarios siempre han adoptado posiciones anti-nacionales, y por buenas razones. Si admitimos que las relaciones sociales corresponden al nivel de desarrollo de la producción material y también producen principios, ideas y categorías de acuerdo con estas relaciones sociales, está claro que estas ideas y categorías también son sólo productos históricos y transitorios que aparecen y desaparecen. Lo mismo ocurre con la idea de nación, entidad creada artificialmente, producto histórico del desarrollo de las fuerzas productivas, que ha servido a la burguesía para llevar a cabo su revolución, para establecer su dominación. Y también para atar al proletariado a su proyecto, para dividirlo en Estados-nación, para convencerlo de que sus intereses son idénticos a los de los capitalistas de su misma nacionalidad, para controlarlo mejor física e ideológicamente.
La nación es la alianza artificial de explotados y explotadores. La “independencia de los pueblos, la cultura y la libertad nacional” de la que habla Wayne Price no es más que el terreno sobre el que la burguesía puede explotarnos a su antojo y hacernos creer que si nos acosa en el trabajo un negrero que hable nuestra lengua, nuestro trabajo será más soportable.
La constitución del proletariado como clase se ve constantemente socavada por la competencia entre proletarios como vendedores libres e iguales de mercancías, de su fuerza de trabajo. Todas las fuerzas ideológicas, políticas y militares consolidan esta atomización sobre la que descansan la paz social y el orden burgués. El proletariado se desintegra en el pueblo, la negación burguesa de los explotados como seres universales, como clase antagónica al capital. Y esta negación culmina finalmente en la masacre de la guerra capitalista.
La creación y la existencia de los Estados-nación no han eliminado la esencia misma de la burguesía -la competencia-, que obliga a los burgueses a oponerse entre sí y a enfrentarse brutalmente en todos los niveles de la distribución de los medios de producción y de los mercados. La unidad dentro de la burguesía (por ejemplo, dentro del Estado-nación, los acuerdos internacionales, etc.) se establece para obtener las mejores condiciones posibles en la guerra comercial (y también en la guerra de clases). Esta unidad puede romperse en cualquier momento en varias fracciones específicas que harán valer sus intereses en conflictos mutuos.
En consecuencia, toda paz no es más que una fase de un proceso que conduce a una nueva guerra. Por otra parte, cualquier acción del proletariado -por parcial que sea- en la que actúe por sí mismo y por sus propios intereses contiene la afirmación del proletariado y de su lucha por la revolución social general.
Por eso, como movimiento revolucionario, el anarquismo se opone desde el principio a la patria, a la nación y a la lucha nacional, y busca la abolición de todas las fronteras y de todas las naciones. Los anarquistas revolucionarios no apoyan a una nación contra otra, ni “al más débil», ni «al agredido”, ni “al oprimido”. Los anarquistas revolucionarios están del lado del proletariado a ambos lados del frente.
¿Los intereses de quién convergen?
Price explica el hecho de que algunos “anarquistas” luchen por los intereses del Estado ucraniano por una especie de “convergencia temporal de intereses entre el imperialismo occidental y el pueblo ucraniano”.
Si los “anarquistas” consideran que sus intereses y los de la burguesía coinciden “temporalmente”, deberían plantearse seriamente qué intereses están realmente en juego. En el caso de Rusia y de las potencias occidentales que se le oponen, se trata de ampliar su esfera de influencia y de mantener el estatus de Ucrania como zona tampón.
Por lo que sabemos, los anarquistas, como parte de nuestro movimiento de clase, estamos y siempre hemos estado preocupados por lograr la revolución social. Se trata de hacer realidad los intereses de la clase oprimida, de liberarla del yugo del capitalismo, de lograr una verdadera comunidad humana.
Entonces, ¿en qué consiste esta convergencia de intereses?
Del mismo modo que al proletariado no le interesa construir nuevas fábricas (en las que gastará su energía vital en suciedad y sudor a cambio de un salario miserable), contribuyendo no sólo al enriquecimiento de un determinado propietario capitalista, Tampoco le interesa defender las fronteras nacionales, la integridad territorial, la democracia o los derechos humanos, que no son más que el marco de su explotación y un instrumento de control.
Wayne Price cita el ejemplo de los Amigos de Durruti. Pero no entiende absolutamente nada de sus críticas al frente único. De hecho, el frente único que critican los Amigos de Durruti no es sólo una organización formal unificada, la participación de los anarquistas en el gobierno o la colaboración con tal o cual partido, sino también una alianza informal, una línea de conducta unida en la lucha por y en nombre del programa burgués, la renuncia al programa proletario y su aplazamiento hasta “después de la guerra”, en otras palabras, precisamente la unidad de intereses mencionada anteriormente.
Es cierto que los Amigos de Durruti no exigieron la retirada de los anarquistas del frente, pero esto resultó ser un error decisivo desde el punto de vista histórico. Mientras los proletarios del Frente de Aragón pensaban que su lucha defendería la revolución social en curso contra los fascistas, los partidos democráticos antifascistas dirigían la contrarrevolución en la retaguardia. En otras palabras, en lugar de congelarse la cabeza en las trincheras y sufrir la falta de suministros y municiones, los anarquistas de España deberían haber ido a Barcelona y Madrid para frenar a las fuerzas que, bajo la apariencia de un frente unido antifascista, estaban restableciendo gradualmente la dominación del capital. La revolución española fue derrotada tanto por los fascistas como, sobre todo, por los “partidos democráticos” que les habían preparado el terreno.
Hoy no hay revolución proletaria en Ucrania, y los proletarios del frente mueren sin rechistar, únicamente por el Estado burgués y sus intereses. En consecuencia, sólo podemos repetir lo que muchos han subrayado antes que nosotros. El proletariado no tiene ningún interés en defender su Estado ni en luchar por la democracia. Ni la democracia ni “nuestro propio Estado” son terreno fértil para la lucha de clases, sino todo lo contrario.
La consigna del proletariado ucraniano no es “Gloria a Ucrania” (una Ucrania mejor, más democrática, socialmente más justa, que no puede existir en la realidad de las relaciones capitalistas) sino “¡Ni un trabajador para el frente, ni un céntimo quitado de nuestros salarios!”.
¿Qué tipo de solidaridad?
Sólo podemos comprender el mundo capitalista y sus profundas contradicciones sociales a través del prisma de la lucha proletaria, que es y debe ser necesariamente internacionalista. El proletariado, sea cual sea el país en el que se encuentre, sean cuales sean las condiciones a las que se enfrente, constituye una misma clase internacional y, por la lógica de las cosas, se enfrenta a un mismo enemigo.
La burguesía y sus ideólogos (aunque se llamen “anarquistas”) niegan el carácter universal de las condiciones de lucha del proletariado, subrayando las especificidades de tal o cual situación.
La burguesía trata de imponernos el terreno en el que mejor puede derrotarnos. En otras palabras, la burguesía hace “olvidar” al proletariado que es la única clase universal y le impone el terreno de confrontación que más le conviene. Puede así imponer el marco de la guerra a la que nos envía: la fuerza internacional unida de la burguesía contra la actividad aislada de nuestra clase, confinada en tal o cual región. La política burguesa para el proletariado, la política socialdemócrata, mantiene al proletariado de cada país dentro de sus fronteras, transformando el “internacionalismo” de nuestra clase en colectas, peticiones, interpelaciones parlamentarias y “solidaridad” a través de transferencias bancarias y campañas de apoyo por correo electrónico. Esta forma de actividad no sólo es completamente inofensiva para la burguesía, sino que transforma la necesidad de acción directa contra el capital en colaboración con la burguesía.
Los anarquistas no estamos interesados en este tipo de “solidaridad” con los proletarios (no con el pueblo) de Ucrania, sino en trabajar junto a ellos para promover la misma lucha, los mismos intereses, la misma comunidad de lucha, en todo el mundo. A esta falsa “solidaridad” oponemos la solidaridad real, que es el resultado de una lucha común.
¿Qué podemos decir a modo de conclusión?
Debemos decirle a Wayne Price que las posiciones que está adoptando (no sólo en relación con la guerra en Ucrania) no son las de los anarquistas, sino las de los liberales.
Y la Federación Anarquista debería decidir si no sería preferible eliminar la palabra “anarquista” de su nombre, ya que es totalmente incoherente con las posiciones que defiende. Hoy en día, la AFed tiene más de un pie en el campo de los belicistas que apoyan la masacre mutua de proletarios en Ucrania en nombre de la defensa de una democracia imaginaria, la autodeterminación nacional y otros conceptos completamente ajenos al proletariado (y más aún a los anarquistas).
Y si el actual conflicto militar se extiende al resto de Europa, ¿enviará la AFed a nuestros hermanos y hermanas al matadero en nombre de la misma ideología falaz y esencialmente burguesa?
Guerra de Clases [ GdC ] & Iniciativa Anti-Militarista [ AMI-IAM ] – Mayo 2023
Traducción en español: https://
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Fragmentando el imperialismo: el derrotismo revolucionario y sus enemigos
1 de mayo de 2023
La lucha del proletariado sólo tiene un sentido:
¡defender los intereses inmediatos y futuros exclusivamente de la clase proletaria!
Durante décadas, todos los sindicatos y todos los partidos "obreros" se han dedicado a la colaboración de clases.
Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial Imperialista, a los sindicatos reorganizados los llamaron tricolores, como los sindicatos fascistas, porque su característica fundamental era, y es, ser los portavoces de las demandas del capitalismo en las filas de la clase obrera y su función específica era, y es, mediar entre las demandas capitalistas (a nivel empresarial y nacional) y las demandas proletarias inmediatas. Su política era, y es, adaptar las demandas obreras tanto a las necesidades de las empresas individuales como a las demandas nacionales del poder burgués. Para ser eficaz en la aplicación de esta política en un régimen democrático no hay otro sistema -aparte del utilizado por el fascismo, es decir, la destrucción violenta de los sindicatos obreros y su sustitución por el sindicato único fascista- que la colaboración de clases, que consiste en engañar al proletariado -una vez debilitado por la derrota histórica de su lucha revolucionaria y la sustitución de su clasismo por el democratismo- de que la forma de mejorar sus condiciones de existencia y de trabajo es someterse a las exigencias del capital, a nivel empresarial y nacional, tanto en lo económico como en lo político, dialogando con la patronal y su Estado.
Las principales necesidades del capital son conseguir que los trabajadores trabajen de la forma más productiva posible y pagarles lo menos posible por su trabajo. Cada capitalista actúa necesariamente en el mercado, donde encuentra la competencia de otros capitalistas; por lo tanto, persigue esos objetivos para obtener su beneficio y vencer a la competencia, pero para alcanzarlos necesita disponer de la cantidad necesaria de trabajadores a los que explotar y de su adhesión (convencida o forzada) para satisfacer las necesidades de su empresa. Como sabemos, en la sociedad capitalista el asalariado es proletario porque sólo posee su fuerza de trabajo individual, que está obligado a vender a los capitalistas para recibir un salario con el que mantenerse a sí mismo y a su familia; ser proletario no sólo significa carecer de reservas, también significa hacer que la propia vida dependa completamente del trabajo que el capitalista te da o no te da.
Los capitalistas poseen todos los medios de producción en los que emplear la fuerza de trabajo de los obreros, naturalmente según la organización del trabajo más productiva posible, y en virtud de su poder económico y político se apropian de toda la producción de cada ciclo productivo; en la práctica, tienen en sus manos la vida de todos los proletarios de la ciudad y del campo. El poder real de los capitalistas reside precisamente en esta dominación; poder que se ve reforzado por ese órgano político particular que es el Estado y que tiene como función primordial defender los intereses, generales e individuales, de los capitalistas tanto frente a la competencia exterior como frente a la lucha de la clase proletaria.
Todo capitalista tiene que hacer frente tanto a la competencia de otros capitalistas como a la de sus propios proletarios en la medida en que éstos emprenden la lucha para exigir salarios más altos y condiciones de trabajo menos onerosas. La lucha de los trabajadores contra los capitalistas es paralela a la lucha competitiva que cada capitalista, y cada Estado, libra contra las burguesías extranjeras. Pero para que la lucha obrera sea una lucha de clase, debe llevarse a cabo con métodos y medios de clase y por objetivos exclusivamente en defensa de los intereses de la clase proletaria, por tanto métodos, medios y objetivos incompatibles con la paz social, con el diálogo social, con la colaboración entre clases.
En el curso histórico del desarrollo capitalista, la clase proletaria también se ha desarrollado no sólo como masa trabajadora, sino también como clase organizada para defender sus intereses. Por eso los capitalistas, aparte de contar con la evidente protección del Estado, han intentado por todos los medios contrarrestar la fuerza del proletariado organizado, tanto en el plano inmediato, los sindicatos, como en el plano político con sus partidos.
En la sociedad capitalista, la lucha entre clases nunca desaparece; puede alcanzar su máxima expresión en determinadas coyunturas históricas, como en situaciones revolucionarias en las que el proletariado une sus fuerzas al ser dirigido por su partido de clase, o puede permanecer, incluso durante décadas -como es el caso del siglo pasado-, dentro de un contraste social sustancialmente controlado por la burguesía. La burguesía ejerce este control a través de diversas formas: aumentando la competencia entre proletarios, utilizando la represión directa en la fábrica, recurriendo a la represión estatal tanto a través de la justicia como de la policía, sobornando a sindicalistas y políticos, despidiendo a los trabajadores más combativos, deslocalizando, cerrando empresas que ya no son suficientemente "productivas" en relación con el mercado o simplemente porque han quebrado.
Es un hecho constatado que, a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, la política de colaboración de clases de los sindicatos reconstituidos tras la fase fascista del sindicato único, y de los partidos autodenominados socialistas y comunistas, ya no fue un hecho episódico o relativo a un sector particular de la producción, sino que se institucionalizó, válida por tanto para todo el sistema económico, previendo así la regulación de todas las relaciones sociales entre la burguesía y el proletariado. Y este buen resultado de la democracia postfascista se lo debe precisamente al fascismo, que fue el primero en introducir la colaboración de clases entre capitalistas y proletarios a través de las sociedades anónimas como única base reconocida para la negociación entre proletarios y capitalistas, tanto en el sector económico del capital privado como en el del capital público.
Por otra parte, el desarrollo del capitalismo en su forma imperialista, con la creación de enormes monopolios, trust y corporaciones multinacionales, con intereses que trascienden las esferas nacionales en las que se ha desarrollado cualquier capitalismo nacional, impuso la necesidad de universalizar el método de negociación entre las empresas y la fuerza de trabajo y de institucionalizarlo mediante leyes estatales que facilitaran y regularan de antemano la administración de la fuerza de trabajo. Y, en efecto, la colaboración de clases institucionalizada ya no es un caso "italiano" o "alemán", sino que concierne a todos los países capitalistas.
La derrota de la causa proletaria -una causa histórica que sólo puede ser revolucionaria y mundial- se debe principalmente a la degeneración de los partidos proletarios y de los sindicatos obreros en los años ´20, que de la defensa exclusiva de los intereses de la clase proletaria, tanto en el terreno político inmediato como en el general, pasaron a la defensa de los intereses de la clase burguesa.
Mientras el capitalismo, en su forma imperialista, ha avanzado centralizando el poder en unos pocos monstruos estatales que representan a las centrales imperialistas mundiales, el proletariado -desde el punto de vista de sus intereses de clase tanto a nivel nacional como mundial- ha retrocedido: ha perdido su poder de clase porque ha abrazado la ilusión pequeñoburguesa de que podría conseguir un sistema social en el que cada clase social, cada estrato social pudiera satisfacer sus necesidades sin pasar por la lucha de clases, es decir, sin emprender el camino de la revolución antiburguesa y, por tanto, anticapitalista. Esta ilusión no cae del cielo, sino que surge de las relaciones sociales que caracterizan a esta sociedad y que están impregnadas de la ideología democrático-burguesa por la que todo individuo nace con los mismos derechos y las mismas oportunidades para crecer y mejorar su situación personal, por la que todos somos ciudadanos responsables ante un Estado que reconoce y representa la soberanía del pueblo, soberanía amparada por unas leyes "iguales para todos". Que todo esto es un castillo de falsedades se demuestra cada día; si no fuera así, no existiría en el mundo un grupo de multimillonarios que acaparan sistemáticamente la mayor parte de la riqueza mundial y miles de millones de proletarios hambrientos, y no existirían las guerras entre facciones burguesas y entre estados burgueses para avasallarse mutuamente con el fin de asegurarse más poder y mejores oportunidades de acaparar territorio económico, negocios y masas proletarias para explotar.
La economía capitalista se basa en una ley fundamental según la cual el capital debe explotar el trabajo asalariado: cuanto más lo explota, más plusvalía obtiene de él y más aumenta el valor del capital invertido. El capital sin trabajo asalariado moriría, sin doblegar a los trabajadores asalariados a las exigencias de su propia valorización (es decir, de su propio aumento) no tendría razón de vivir. Así como la burguesía no puede escapar a esta ley, tampoco puede hacerlo el proletariado. El interés de la burguesía es mantener vivo este sistema, el interés del proletariado es emanciparse de este sistema; los dos intereses chocan permanentemente, no por la voluntad de una u otra clase, sino porque son antagónicos, y lo han sido desde que el modo de producción capitalista se impuso históricamente.
Este antagonismo de clase está siempre presente, incluso cuando el proletariado no lucha: en realidad es la burguesía la que está en lucha permanente tanto contra los restos de los modos de producción anteriores, como contra las burguesías extranjeras y contra el proletariado. En el primer caso representa el progreso económico y social, en el segundo caso representa la lucha de la competencia para aumentar el poder frente a los competidores y, así, fortalecer la conservación del sistema económico capitalista, en el tercer caso representa la reacción social porque la riqueza social producida bajo el capitalismo es el resultado de la explotación del trabajo asalariado que históricamente tiende a emanciparse del capitalismo: "La condición más importante para la existencia y dominación de la clase burguesa es la acumulación de riqueza en manos de particulares, la formación y multiplicación del capital; la condición del capital es el trabajo asalariado". Esto lo sabemos desde 1848, desde el Manifiesto Comunista de Marx-Engels; y la burguesía también lo sabe, como sabe -porque es la historia de las luchas de clases y de las revoluciones proletarias la que también se lo enseña- que con el desarrollo de la gran industria, de la que es vehículo involuntario y pasivo, también se desarrollan las masas proletarias más allá de todas las fronteras "nacionales" y, con ellas, la base de la lucha de clases a escala mundial.
Por lo tanto, la burguesía tiene todo el interés en bloquear, fragmentar, desviar la lucha obrera del terreno de la confrontación antagónica de clases al terreno de la colaboración de clases. La lucha de la burguesía contra el proletariado tiene como objetivo no sólo mantenerlo en la condición de proletariado, cuya vida depende exclusivamente del trabajo asalariado y, por tanto, del capital, sino impedir que se organice independientemente, por sus propios intereses de clase y por objetivos históricos totalmente opuestos a los de la burguesía. Y en esta operación, la burguesía se sirve de la contribución de todas las fuerzas que ha logrado corromper y transformar en fuerzas de conservación: los oportunistas, los colaboracionistas que proceden de las filas del propio proletariado.
La lucha del proletariado contra la burguesía tiene como objetivo no sólo mejorar sus condiciones de existencia y de trabajo en el terreno inmediato, sino emanciparse en general del yugo del trabajo asalariado: de ser una clase para el capital, el proletariado lucha históricamente por convertirse en una clase para sí mismo, para su propia emancipación.
¿De qué debe emanciparse? Del capitalismo, de la burguesía que lo aplasta en condiciones de dependencia absoluta del trabajo asalariado, que ha hecho de él el esclavo moderno. Este es el gran objetivo histórico que el proletariado anunció con sus luchas revolucionarias en Europa en 1848, en 1871 con la Comuna de París, a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XX con la lucha contra la guerra, durante y después de la guerra, y, en 1917, con la revolución victoriosa en Rusia y con los intentos revolucionarios de 1919-1920 en Hungría, Alemania y en 1927 en China.
Pero esas luchas han sido derrotadas, la burguesía, a pesar de estar continuamente en guerra entre sus naciones, a pesar de acumular crisis económicas cada vez más agudas y devastadoras en la historia de su dominio, ha vencido, sigue en el poder en todas partes, en todos los países del mundo, industrializados y no industrializados. Parece invencible.
Pero la historia no deja que el calendario de las revoluciones y contrarrevoluciones sea dictado por la voluntad de las burguesías más fuertes: la lucha de clases no fue inventada ni por la burguesía ni por el proletariado. Surge del desarrollo de las fuerzas productivas que chocan con las formas de producción que, en un determinado momento de su desarrollo, ya no pueden contenerlas y limitan su empuje objetivo. Por supuesto, la burguesía ha intentado, intenta e intentará limitar ese desarrollo porque no puede hacer nada para resolver las crisis que periódicamente y cada vez con más fuerza afectan a su sistema económico y social, salvo destruir parcialmente las fuerzas productivas que ella misma ha creado y desarrollado. Pero las destruye para poder renovarlas de nuevo porque su objetivo es siempre valorizar el capital, mecanismo que -si no se detiene- reintroducirá las condiciones generales para nuevas crisis y nuevas destrucciones. Las fuerzas productivas modernas son el capital y el proletariado, el uno trata de limitar su desarrollo, el otro, representando el trabajo humano que es la base de la producción social, se ve impulsado a desarrollarlas cada vez más: su enfrentamiento es inevitable. La solución no la puede aportar la clase burguesa, sólo la puede aportar la clase productora, la clase del proletariado, a través del medio que la historia ha expresado desde la antigüedad: la revolución. Por otra parte, la propia burguesía fue empujada a la revolución para poder dar libre desarrollo a las fuerzas productivas modernas que representaba, derrocando con toda la violencia necesaria las formas de producción feudales y asiáticas. Y desde hace más de ciento cincuenta años lucha contra la revolución que, bajo su dominio, ha tomado la forma del proletariado.
La revolución es un proceso histórico, no un acto, por violento que sea, de un día o de unos años. Y en este proceso histórico, para que desemboque en la revolución, es la lucha obrera la que debe desarrollarse en el terreno de la confrontación de clases, un terreno que al principio es el de la lucha en defensa de los intereses económicos inmediatos, pero que la propia confrontación con la burguesía dominante y su Estado eleva a lucha política general.
Con la degeneración de los partidos comunistas y de la Internacional Comunista en los años ´20, se abrió el camino a la derrota general del movimiento proletario revolucionario. Desde entonces, el proletariado mundial ha retrocedido un siglo entero. Por eso la burguesía parece invencible. Pero la lucha obrera no ha dejado de dar sus señales, aunque esté impregnada de ilusiones democráticas y pacifistas.
Sin remontarnos a la extenuante lucha en el gueto de Varsovia de 1944, a los levantamientos de Berlín de 1953 o de Budapest de 1956, basta con echar un vistazo a la larguísima serie de luchas obreras que han surgido en diversas partes del mundo para darnos cuenta de que el capitalismo no es fuente de prosperidad y paz, sino de desigualdades, explotación, miseria, crisis y guerras, contra las que la clase proletaria no tiene más remedio que luchar, en una lucha que, sin embargo, encuentra en su camino a las fuerzas sindicales y políticas del colaboracionismo interclasista. Y es este colaboracionismo la causa de su impotencia.
En aquellos lejanos años ´50, y en los ´60 y ´70, que sacudieron la paz social en Francia, Italia, y de nuevo en Alemania, y en los ´80 en Gran Bretaña, Polonia y Rusia, las burguesías dominantes utilizaron todos los medios del colaboracionismo tradicional y del nuevo reformismo extraparlamentario y de "extrema izquierda", incluso hasta la lucha amada, para contener la presión de las masas trabajadoras y sabotear sus acciones de protesta y de huelga con el fin de reconducirlas al terreno del diálogo social. Así, hoy, ante un posible futuro estallido de guerra a escala mundial, cuyos primeros signos se vieron a principios de los años ´90 con las guerras de Yugoslavia y hoy, mucho más peligrosamente, con la guerra de Ucrania, toda burguesía dominante ha intensificado su propaganda nacionalista llamando a su proletariado a la cohesión nacional, a la unión sagrada, a la defensa de los valores de la civilización occidental. Nada nuevo bajo el sol: se trata exactamente de la misma propaganda que fue utilizada por la burguesía para regimentar, cada uno, a su proletariado con el fin de enviarlo a ser masacrado en la guerra, a uno y otro lado de los frentes. Un nacionalismo aderezado de vez en cuando con las más diversas "reivindicaciones", pero cuyo objetivo ha sido siempre servir de aglutinante entre los intereses burgueses y proletarios, intereses que en realidad son siempre antagónicos, porque mientras la burguesía gana con las guerras, el proletariado pierde la vida en ellas.
No podemos ocultar que, por mucho que se haya agriado con el paso del tiempo, el nacionalismo sigue teniendo una influencia decisiva sobre las masas proletarias incluso hoy en día. Todos los países se arman para los conflictos próximos y futuros, todos los parlamentos dan luz verde a toda una serie de medidas y leyes para restringir al máximo la tan cacareada libertad de organización, de expresión y de huelga. Y toda fuerza de colaboracionismo de clase, sindicato o partido, se encarga de distraer a las masas proletarias llevándolas al terreno del diálogo social impotente, pidiendo a los poderes burgueses que se apiaden de los trabajadores cada vez más reducidos a una vida de precariedad y miseria.
Y cuando las masas proletarias, como en los últimos meses en Francia, Gran Bretaña, EEUU, Alemania, República Checa, Turquía, Venezuela, China, España, Cuba o Sri Lanka, y en Italia o Irán, salen a la calle para luchar contra el alto coste de la vida, contra las intolerables condiciones sociales, contra el empeoramiento de las condiciones de trabajo, contra el empeoramiento de las reformas de las pensiones, contra los despidos y el paro y por aumentos salariales, entonces hablan los llamados 'sindicatos obreros', exigen que no se invierta más capital en la industria armamentística sino en mano de obra, amenazan con huelgas y manifestaciones que ahora ninguna burguesía teme; mientras que los llamados "partidos obreros" se preocupan de sus tejemanejes de políticos experimentados dispuestos a aprovechar cualquier oportunidad para reforzar o ampliar sus privilegios. Este genio es el primer gran obstáculo que la clase proletaria encuentra en su camino; es la fuerza social que toda burguesía lanza contra ella para debilitarla, distraerla, engañarla, desviar cualquier acción que el proletariado emprenda autónomamente. Este hecho por sí solo deja claro que la burguesía, en realidad, teme que las masas proletarias se vean empujadas a la vía de la lucha de clases, y las teme porque sabe, por experiencia histórica, que la fuerza social del proletariado puede convertirse en una formidable fuerza de choque a condición de que se haga completamente independiente de toda institución y aparato burgueses, a condición de que dé a su lucha el contenido de la defensa exclusiva de los intereses proletarios y de los métodos y medios de la lucha anticapitalista, por tanto de clase.
Los proletarios no tienen que defender una patria que no es la suya y por la que la burguesía los manda a masacrar en las guerras; no tienen que defender la empresa en la que trabajan como esclavos ni la economía nacional que alimenta exclusivamente los intereses capitalistas, como tampoco tienen que luchar contra proletarios de otras nacionalidades ni como inmigrantes ni, mucho menos, como "enemigos de la patria". Los principales enemigos son la burguesía nacional y las burguesías de todos los demás países. Y el único aliado es el proletariado de otros países.
El 1º de mayo, que los burgueses y colaboracionistas de todos los colores han convertido en un "día del trabajo", fue un día de lucha, de lucha anticapitalista, de lucha antiburguesa, y así debe volver a ser si los proletarios quieren quitarse el manto intoxicado de nacionalismo y colaboracionismo y ponerse las armas de su verdadera lucha de clases, la única que abrirá el camino a la revolución contra la sociedad de opresiones, de crisis económicas y sociales devastadoras, de guerras.
¡Lucha en defensa exclusiva de los intereses proletarios y por su organización independiente!
¡Los proletarios no tienen patria! ¡Los proletarios tienen un mundo que ganar!
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
25 de abril de 2023