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[Los Angeles CA.] Emerge la furia del proletariado contra el orden del Capital

 

 

El espíritu de las revueltas de Los Ángeles en 1965 y 1992, así como Ferguson en 2014 y Baltimore en 2015, se hizo nuevamente presente en la ciudad de los Angeles California. Fuego en las calles, enfrentamientos con la guardia nacional, saqueos, vehículos [tesla] incendiados, patrullas policiales destrozadas, agitación masiva y la extensión de protestas hacia otras ciudades de EEUU; son la evidencia de que la guerra de clases vuelve a aparecer en las entrañas de la bestia; no es un hecho menor, pues el Estado ha aumentado el envío de tropas de contención, recurriendo también al uso de la ley marcial, implementando el toque de queda e intensificando la cacería de brujas contra los manifestantes.

 

 

Una bestia moribunda

Las numerosas redadas anti-inmigración del ICE que desde hace meses vienen acompañadas de vejaciones, torturas y la deportación masiva de inmigrantes latinoamericanos, son algo más que la realización de las promesas de campaña orquestadas por parte del pederasta amigo de los sionistas que actualmente comanda desde Washington. Son los intentos desesperados de paliar la bancarrota económica [crisis de valorización] del estado yanki. La búsqueda por “tener nuevamente una fuerte economía nacional” para ilusoriamente “devolver a los verdaderos americanos la prosperidad que se gozó antaño en el país” es un sin sentido que no tiene cabida en un mundo donde otras facciones  del capitalismo se han fortalecido [China-Rusia BRICS].

Estados unidos como potencia hegemónica que alguna vez dominó los mercados con su divisa y leyes, no volverá más. Su decadencia no tiene retorno. No obstante, la reciente campaña anti-inmigración donde han desplegado su arsenal represivo, solo confirma que siguen siendo uno de los principales brazos militares del capitalismo mundial (no por nada su negocio principal es la guerra), lo cual les permite ser vanguardia en fungir como centinelas, gendarmes y torturadores profesionales a la hora de aplastar cualquier conato de insurgencia.

 

Izquierda y derecha: enemigos del proletariado

Hoy nuevamente, la delirante ideología nacionalista exacerbada por la burguesía, persuade a que la clase trabajadora [como siempre] se haga de falsos enemigos, canalizando su odio contra todo aquel “agente externo invasor” sin importar que este comparta la misma condición social marginada y precaria. Pero el Estado Capitalista en su la lucha contra la inmigración no actúa solo, otros gobiernos en contubernio con la Casa Blanca contribuyen a la realización de esa tarea, por ejemplo el derechista Nayib Bukele en el Salvador, construyendo Cárceles al estilo de Guantánamo para los inmigrantes deportados, e incluso su “contra parte” en México, los gobiernos de la izquierda progresista de AMLO y Sheinbaum han recrudecido la represión y deportación contra inmigrantes de Centroamérica, Haití, Colombia y Venezuela. Por si fuera poco, al mismo tiempo se impulsan campañas alentando a la delación policial contra todo sospechoso de ser residente ilegal (equiparándolo como criminal y terrorista que atenta contra los “buenos valores cristianos de occidente”).

La izquierda oficialista del gobierno de México, como buena izquierda domesticada que es, llama a  no hacer disturbios contra la paz social, a llevar la protesta e indignación dentro de los márgenes del ciudadanismo y la sumisión al poder del Estado yanki. Por eso no es extraño que sus partidarios más ortodoxos vean inverosímil que un proletariado salvaje haga uso de la autodefensa y el combate callejero contra las fuerzas de seguridad (perros bastardos del capital). La tibieza y el llamado al repliegue es un elemento que solo nos condena a deambular en los carriles de las instituciones democráticas burguesas, anulando así nuestra lucha para que retornemos a la misma normalidad miserable.

La necesidad de “agentes infiltrados y provocadores” por parte del Estado, como supuesto pretexto para reprimir y desprestigiar las luchas sociales, es solo un mito inventado por la izquierda reformista e institucional, que beneficia al orden y funcionamiento de las estructuras del Capital. La policía y el ejército nunca vacilan en encarcelar, masacrar y reprimir con total impunidad a todo sospechoso de sedición, así mismo, variopintos ideólogos e influencers a través de los medios de comunicación, como buitres carroñeros, buscarán desprestigiar y condenar las luchas exigiendo al gobierno más mano dura, o en su defecto, apoyarán las protestas y manifestaciones bajo la condición de que estas transcurran de manera pasiva y pusilánime.

Históricamente las explosiones de rabia de la clase ocurren bajo contexto de desorden, caos y espontaneidad. Por consiguiente, resulta absurdo determinar una manera correcta en la que la clase deba luchar. La clase se lanza a la lucha por su misma necesidad y condición de clase explotada y asalariada [sin esperar el llamado de un caudillo o líder mequetrefe], es su reacción natural de plantar cara a los ataques que la burguesía orquesta en su contra mediante represión, recortes, despidos y encarecimiento de sus medios de vida.

 

La única alternativa, la lucha autónoma por la destrucción del Capital.

Si aludimos a la necesidad de que los explotados y oprimidos luchen en la calle y no bajo los estándares pasivos del hashtag, el apoyo a los partidos políticos oficialistas, sumado al respeto por las leyes y el orden; no es por un simplón y burdo fetichismo hacia la violencia y la revuelta social, sino porque reconocernos que la lucha callejera sirve para que la clase se percate de su propia fuerza y potencial subversivo, pues es ante estas situaciones donde brota su reconocimiento en comunidad de lucha, en el ejercicio del apoyo mutuo y la solidaridad de clase por encima de todos las falsas categorías de nacionalidad y raza con las que el capital busca mantenernos divididos.

Los recientes disturbios y protestas han hecho tambalear los paradigmas ideológicos y materiales de esta sociedad mercantil generalizada. Que las revueltas tengan su vórtice en la ciudad de Los Angeles no es una casualidad, pues esa urbe se caracteriza por albergar una abismal brecha entre las clases sociales, la cual se percibe en el marcado contraste entre los barrios residenciales de los millonarios que derrochan opulencia, y por otro lado, los suburbios y ghetos proletarios infestados de miseria. La ideología burguesa y parcializadora vertida en los medios de comunicación burgueses buscará ocultarnos esta realidad, tergiversando la situación y buscando convencernos de que los disturbios son protagonizados no por proletarios, sino por “latinos”, “inmigrantes”, “mexicanos” o “las clases medias”.

Pero lo cierto es que más allá de las banderas mostradas en las manifestaciones y la revuelta, la clase trabajadora, sin necesidad de discursos rimbombantes, está poniendo en práctica la crítica material a los fundamentos políticos y morales del mundo del capital. El proletariado que se ha lanzado a luchar en las calles, se reconoce a sí mismo como el motor que impulsa la producción y el funcionamiento de la sociedad mediante su trabajo explotado… pero, es durante este proceso de lucha, que ha dejado en evidencia que esa misma sociedad dependiente de su mano de obra, es al mismo tiempo la base material de su perpetua esclavitud y miseria oprobiosa, por consiguiente no hay nada positivo a salvar de ella.

El declive que tarde o temprano pudiera tener la actual revuelta, ya sea por desgaste o por recuperación burguesa en determinado momento, es un hecho ineludible que forma parte de las derrotas que tendrá que experimentar el proletariado en su camino. La misma clase, en los múltiples momentos de revuelta se dará de bruces con la realidad, porque las revueltas proletarias se componen de golpes y contra golpes, pues la clase en lucha solo puede abrirse brecha y adquirir experiencia a través de numerosas derrotas y fracasos.

Tras décadas de contrarrevolucion con un proletariado disperso y desarmado teórica y prácticamente, es evidente que cuando vuelva a entrar en escena bajo la lucha de clases, lo hará de manera difusa y cuestionable, ya sea bajo banderas nacionales o consignas reformistas, pero es necesario también ver más allá de eso. Pues la lucha concreta del proletariado inmigrante en EEUU en estos momentos tiene una base material que es la lucha contra la deportación y la defensa de sus medios de vida, y eso es lo que realmente le impulsa a confrontar a la clase dominante y su sistema. Por eso mismo las luchas son productoras de realidades y no realizadoras de ideales.

 

Acerca del Fascismo y el Antifascismo

Trump no es un fascista, es tan demócrata como sus “adversarios” Hillary Clinton, Barack Obama o Joe Biden. Llamar a Trump fascista es reforzar a la democracia y tragarse las heces positivistas de los valores pluralistas y tolerantes de la civilización capitalista. Si Trump es abiertamente racista, misógino, xenófobo y su partido posee el respaldo de grupos neonazis. ¿Qué diferencia habría si no lo fuera? ¡Ninguna en lo absoluto! Los demócratas y su partido de arcoíris pregonan un discurso aparentemente  opuesto a quienes todavía enarbolan  la bandera de los Confederados (aquellos  Estados del Sur que defendían la esclavitud  de los negros); sin embargo, no vacilan en financiar al Estado Islámico en Siria y a los grupos neonazis de Ucrania, a su vez que financian masacres auspiciando a Israel, armándolo hasta los dientes y apoyando su política de limpieza étnica y apartheid en Palestina; también respaldan al cerdo de Erdogan en Turquía para ocupar con tropas y tanques para masacrar a los proletarios del Kurdistán turco. Y no está de más recordar, que bajo sus gobiernos, las campañas de deportación contra inmigrantes nunca cesaron.

Y aunque queda claro que la lucha del proletariado atraviesa ineludiblemente por plantar cara y confrontar [principalmente de manera violenta] a los individuos, grupos y partidos de derechas apologistas del fascis­mo. Es un error pensar que bajo la cobertura de la ideología antifascista estemos combatiendo la raíz del problema. De hecho luchar bajo la cobertura del antifascismo resulta más contraproducente porque el antifascismo solamente refuerza al capital, fomentando en la clase trabajadora la ilusión de que “ante la amenaza derechista, es mejor una democracia que una dictadura”,  conduciéndola así al estercolero de las instituciones burguesas, donde se le persuade a votar en los comicios a presidentes y diputados progresistas, de izquierda o socialdemócratas para posicionarlos en el gobierno o el parlamento. Una vez realizado el circo de la conquista del poder político, estos socialdemócratas antifascistas se darán la mano con los mismos fascistas que antes consideraban enemigos, para así terminar decretando leyes a favor de la burguesía en contra del proletariado.

En síntesis, el antifascismo es una fórmula de confusión que sirve para anular la perspectiva revolucionaria en el proletariado. El antifascismo deja intacta la propiedad privada y el Estado nacional, componentes fundamentales del sistema capitalista. Reducir el problema a los fascistas, es claudicar a nuestro programa e intereses históricos. Insistimos y rematamos entonces, que la única alternativa viable para frenar la barbarie y catástrofe a la que asistimos hoy es: la lucha proletaria autónoma, radical e internacionalista contra el capitalismo y sus estados, contra sus defensores y contra sus falsos críticos; contra todas sus facciones burguesas de izquierda y derecha, sus patrias, sus guerras, su democracia y sus reformas; por la abolición del trabajo asalariado y la mercancía, por la guerra de clases, la insurrección y la revolución comunista y anárquica mundial. A estas alturas de la historia, será eso o perecer para siempre.

Contra la Contra.

 [recibimos y publicamos]

 [GCI-ICG] Al margen de un aniversario (8 de mayo de 1945/2025)

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/ GUERRA de CLASES / 

El 8 de mayo de 2025, amplios sectores de la clase burguesa celebran el octogésimo “aniversario” del final de la Segunda Guerra Mundial, el gigantesco baño de sangre que dejó más de sesenta millones de seres humanos, proletarios, muertos en el altar del lucro y del nacionalismo. Ayer, hoy y mañana, estas masacres se perpetúan en nombre del antifascismo (para unos) o del fascismo (para otros), en nombre de la democracia, de la libertad, de “la patria en peligro”, de la religión y de la paz.

El capitalismo parece haber llegado al final de un ciclo: demasiada desvalorización, demasiadas mercancías acumuladas, demasiadas máquinas, demasiados proletarios, insuficientes mercados solventes y beneficios… Las contradicciones entre los diferentes sectores nacionales de un mismo ser global sanguinario, que se alimenta de la explotación de nuestros cuerpos, de nuestra carne, de nuestra energía, de nuestras vidas y de nuestras aspiraciones, estas contradicciones toman la forma de la guerra, y los bloques belicistas comienzan a formarse de nuevo para llevar a cabo la empresa de destrucción de los vivos, tan necesaria para la revitalización del imperio de la muerte que es el modo de producción capitalista.

Hoy, el rearme está a la orden del día, y miles de millones de dólares y euros se invierten en las tecnologías más avanzadas para esta morbosa tarea de acabar con los proletarios y los medios de producción sobrantes. El ejército está en el candelero, las banderas patrióticas (sean las que sean) ondean al viento de la furia destructora de nuestros enemigos de clase, los programas de radio y televisión, la prensa de las potencias (y las que vendrán), toda la propaganda de estos títeres del orden capitalista ruge con una sola voz: ¡a toda máquina a la guerra!

El capitalismo vive de la guerra, el capitalismo es guerra: guerra comercial, guerra militar, guerra permanente entre los distintos valores en su búsqueda de beneficios, etc. La guerra está inscrita en el tejido mismo del capitalismo. La guerra está inscrita en el ADN del capitalismo. Se suele decir que “el dinero es el sostén de la guerra”, pero lo contrario es igualmente cierto, e incluso más dialéctico: ¡la guerra es el sostén del dinero! Y ante esta realidad, nuestra única respuesta como proletarios, tanto en tiempos trágicos de guerra como en tiempos de paz (social), es la huelga y la guerra de clases, el sabotaje de la economía, el derrotismo revolucionario, la insurrección, la revolución…

Con este motivo, volvemos a publicar aquí un texto del Grupo Comunista Internacionalista (GCI) que data de hace treinta años y que en su momento aprovechó el mismo aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial para recordarnos que el capitalismo necesita la guerra y que en sus altares de muerte son siempre nuestros hermanos y hermanas de clase los sacrificados.

Fascista o antifascista, ¡la dictadura del Capital es la democracia, su paz y su guerra!

GdC – 8 de mayo de 2025.

 

LEER ENTRADA COMPLETA (1): https://materialesxlaemancipacion.espivblogs.net/2025/05/16/al-margen-de-un-aniversario-el-capitalismo-en-plena-accion-el-bombardeo-de-dresde-8-de-mayo-de-1945-2025/

LEER ENTRADA COMPLETA (2): https://www.autistici.org/tridnivalka/gci-icg-al-margen-de-un-aniversario-8-de-mayo-de-1945-2025/ 

El éxito electoral del Nuevo Frente Popular
no es una victoria del proletariado


Más que el éxito electoral del Nouveau Front Populaire (NFP), el inesperado fracaso del Rassemblement national (RN) de Marine Le Pen, al no obtener la mayoría que le habría permitido formar gobierno, supuso un alivio para muchos proletarios, en particular entre los trabajadores inmigrantes que constituyen una parte importante del proletariado industrial y no industrial: la lucha contra la inmigración, que es el tema principal de la propaganda del RN, y las medidas xenófobas que preveía anuncian un endurecimiento de la presión y la represión contra esta fracción del proletariado y, al mismo tiempo, un estímulo al acoso racista de todo tipo y la acentuación de las divisiones entre proletarios franceses y extranjeros.

Pero de hecho, ya antes de la posible llegada al poder del RN, los sucesivos gobiernos no han dejado de multiplicar y aprobar leyes anti-inmigración como parte de sus continuos ataques a las condiciones de vida y de trabajo del proletariado. Contra todas estas medidas y contra todos estos ataques la única vía eficaz es la lucha proletaria, no votar y otorgar confianza a los partidos de izquierda y las direcciones sindicales, que en innumerables ocasiones han dado al gobierno y a la oposición pruebas de devoción al orden burgués.

La alianza electoral de estos partidos y organizaciones anti proletarios ha desembocado, como era inevitable, en un "frente republicano" en nombre del cual se ha exigido el apoyo a los candidatos burgueses, incluidos  responsables directos de los ataques anti obreros: así, por ejemplo, la supuesta 'extrema izquierda' del partido La France Insoumise votó por el ex primer ministro Borne, que dirigió el ataque contra las pensiones, o por Darmanin, responsable, entre otras cosas, de la última ley antiinmigración y de la represión colonial en Nueva Caledonia, y que ¡en febrero de 2021 encontró a Marine Le Pen 'un poco blanda' con el 'separatismo' y el 'islamismo' (palabra clave para designar a los proletarios árabes)!

Una vez más, el espantajo de la extrema derecha ha servido para movilizar a los electores a favor de la supuestamente amenazada "República", es decir, a favor de la forma "democrática" del dominio de la clase capitalista, que RN no pretende en absoluto cambiar; esta movilización electoral es la concreción en las urnas del sometimiento político más general del proletariado al dominio burgués, bajo la acción de los partidos y de las organizaciones sindicales que sabotean todas sus luchas. El auge electoral de la extrema derecha en Francia y en otros países europeos es signo de una tendencia de fondo, dentro de las condiciones actuales de crisis económica y de guerra crecientes, hacia un mayor autoritarismo en el dominio burgués, tendencia que se viene dando desde hace varios años bajo gobiernos "republicanos" de derechas o de izquierdas. La incapacidad de RN para llegar al poder puede explicarse por el hecho de que importantes fuerzas burguesas de la Francia actual no estén dispuestas a permitirlo (según el periódico patronal Les Echos, los "círculos económicos" (sic) se han "paralizado" ante la perspectiva de un gobierno del RN, y los contactos con Le Pen "han ido mal"), lo cual no contradice esta tendencia que seguirá creciendo de una forma u otra, sea cual sea el gobierno que surja de las laboriosas negociaciones internas del NFP y/o de las combinaciones parlamentarias.

Los ferroviarios de la CGT convocan manifestaciones el 18 de julio ante las prefecturas y la Asamblea Nacional para exigir la formación de un gobierno por parte del CCN... ¡A estos bonzos no se les ocurre llamar a los proletarios a luchar para defender sus intereses de clase! Sin embargo en la época del primer Frente Popular, en mayo-junio de 1936, fueron las huelgas obreras las que permitieron arrancar a los capitalistas las reivindicaciones fundamentales no previstas por los partidos de la coalición. La mayoría de ellas (la semana de 40 horas, las pensiones, etc.) fueron suprimidas en 1937 por el propio gobierno del Frente Popular, que también permitió que la inflación se comiera los aumentos salariales conseguidos, al tiempo que preparaba al país para la matanza imperialista.

La lección trágicamente pagada entonces por el proletariado es la siguiente: los proletarios solo pueden contar con sus propias fuerzas, con sus propias luchas y con su propia organización de clase independiente, y no con partidos y organizaciones reformistas que pretenden defenderlos sin tocar el capitalismo.

¡Esta lección grabada a fuego es tan válida hoy como lo fue ayer y lo será mañana!


 

Partido Comunista Internacional
11 de julio de 2024

www.pcint.org -  the communist - le prolétaire - el proletario - proletarian - programme communiste - el programa comunista - Communist Programme
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[Francia] ¡Dejémosles las urnas, tomemos las calles!


Rechacemos esta farsa democrática, que pretende hacernos creer que el Estado es la solución a nuestros problemas, ¡cuando en realidad es el problema lo que hay que destruir!
Rechacemos el nacionalismo de extrema derecha y el nacionalismo de izquierda.
Rechacemos estas elecciones. Ataquémoslas.
Reunión el martes 18 de junio a las 18.30 en el impasse

Miles de personas salimos a las calles de Toulouse el lunes 10 de junio, gritando nuestro odio “al Estado, a la policía y a los fascistas”, parándonos en el gas y enfrentándonos a la policía, algunos de nosotros atacando símbolos del poder.
Mientras tanto, otros nos quieren hacer creer que votar es luchar, y llevan más de 20 años contándonos la misma vieja historia: vota al bloque de centro (izquierda o derecha) o la extrema derecha estará en el poder. Al igual que sus predecesores, Macron también utiliza en esta estrategia.

Una vez en el poder, estos bloques nunca dejaron de adoptar las medidas e ideas de la extrema derecha. Tanto es así que, en muchas cuestiones, Macron ha adoptado claramente el estilo de Le Pen. Se trata, por supuesto, de una estrategia electoral con una idea descabellada: Ganaremos a sus votantes aplicando el programa de la extrema derecha. Por supuesto, se produce el efecto contrario: aplicar el programa de la extrema derecha legitima sus propuestas, banaliza su retórica y allana el camino para su llegada al poder.

Pero no olvidemos que no se trata de una situación nacional, sino mundial.
La situación se está endureciendo en todo el mundo: las potencias se atrincheran detrás de políticas autoritarias que aumentan drásticamente el nivel de explotación (recortes salariales, desempleo, pensiones, prestaciones sanitarias, subidas de precios, etc.), desgarran el planeta, al tiempo que aumentan el nivel de represión de los movimientos sociales y las luchas locales. Todo ello mientras renegocian las condiciones de su competencia mundial a través de las guerras.

En este contexto, el nacionalismo, el patriotismo, la represión de las luchas sociales y de la crítica radical son una necesidad para los Estados, y el auge de la extrema derecha es una consecuencia obvia. La dirigen y alientan cada vez más burguesías nacionales en todo el mundo (EEUU, Brasil, India, Italia, Hungría…).

Pero la propuesta del Frente Popular es también una propuesta nacionalista. Las soluciones que propone la izquierda son siempre soluciones que implican al Estado, es decir, a la Nación. Por eso siempre nos lleva a quedarnos dentro de nuestras fronteras, como todas las boutiques políticas. Por eso el PS va claramente a la guerra, mientras que LFI se jacta de la posición excepcional de Francia en la escena internacional por ser una potencia nuclear. Por no mencionar el hecho de que estas diferentes tendencias participan, en todo el mundo, siempre que están en el poder, en la realización de las políticas exigidas por el capital. Los griegos han pagado el precio con Syriza. Pero no olvidemos que fue el PS quien impulsó la Ley del Trabajo y la creación de cárceles para extranjeros (CRA). Y con sus llamamientos a la calma en las manifestaciones, los perjudicados somos nosotros.

La misma izquierda que ahora intenta vendernos un futuro mejor y antifascista es la misma que mañana impondrá la austeridad necesaria para el esfuerzo de guerra y defenderá los intereses del Estado francés, al que representará.

En cambio, existe otra perspectiva: ¡la de la autonomía y la revolución! Porque es atacando al Estado y a sus estructuras, y a las condiciones de mierda que nos reserva el capitalismo, como podremos oponernos concretamente a él, ¡haciendo estallar las fronteras y el nacionalismo que las acompaña!

Así que juntos, ¡rechacemos esta farsa democrática que intenta hacernos creer que el Estado es la solución a nuestros problemas, cuando en realidad es el problema que hay que destruir! Rechacemos esta feria política que es una farsa frente a la situación. Rechacemos este mandato de sentirnos culpables por no votar. Ahora mismo: rechacemos el nacionalismo de extrema derecha y el nacionalismo de izquierda. Rechacemos estas elecciones. Ataquémoslas. Organicémonos contra el Estado, en todas sus formas y en todos sus disfraces.

Por ello, proponemos reunirnos el martes 18 de junio a las 18:30 en l’impasse (1 impasse lapujade, barrio de bonnefoy) para ver cómo podemos organizarnos contra este contexto electoral.

Contra las elecciones y las naciones: ¡revolución!

 

Asamblea de Acción Autónoma
https://t.me/tsunamitoulouse/

Fuente en francese: https://toulouse.demosphere.net/rv/30043

 

Francia

Éxito electoral de RN y nuevas elecciones

No es un frente electoral popular el que puede oponerse a los ataques burgueses, ¡sino la lucha de clases anticapitalista! 

 

 

Tras el éxito electoral de la RN (Agrupación Nacional) y el mal resultado de la lista gubernamental en las elecciones europeas, Macron decidió disolver el Parlamento para proceder a elecciones legislativas anticipadas; por su parte, la campaña se desarrollará en nombre del rechazo a los "extremos" y la defensa de los "valores de la República". En la izquierda, los partidos que la víspera se insultaban se han vuelto a reunir en un abrir y cerrar de ojos, no sólo para defender sus escaños de diputados, sino también para contrarrestar la amenaza de la extrema derecha y defender la "democracia".  Eligieron el nombre de "Frente Popular" para bautizar esta alianza, no sólo porque el nombre de "Unión de la Izquierda" habría recordado demasiado su acción al servicio del orden burgués, sino sobre todo porque evocaba vagos recuerdos de la lucha antifascista de los años 30, cuando el Frente Popular había servido esencialmente para contener la gigantesca oleada huelguística de 1936.

A este nuevo Frente Popular se unieron implícita o explícitamente la mayoría de los sindicatos (CGT, CFDT, Solidaires, FSU, UNSA) y los llamados grupos de "extrema izquierda".

Una vez más, como viene ocurriendo desde hace décadas, se esgrime un supuesto peligro fascista representado por el FN o su actual heredero, el RN, para movilizar a la población en general, y al proletariado en particular, en apoyo del orden establecido y de las instituciones de la república burguesa supuestamente amenazadas.

RN es sin duda una fuerza política fundamentalmente reaccionaria y antiproletaria a pesar de su propaganda demagógica, y su llegada al poder sólo podía ser sinónimo de intensificación de los ataques capitalistas. Pero todo el mundo sabe que estos ataques no esperaron a la victoria de RN: en la línea del gobierno de Hollande, el gobierno de Macron ha continuado a lo largo de los años multiplicando las medidas antiobreras (incluso recientemente, con la ley que endurece las medidas contra los desempleados) y agravando la represión contra todas las luchas y protestas sociales. Su ley de inmigración, además, ¡fue votada a finales del año pasado por RN! Esta política corresponde a las necesidades del capitalismo en un periodo muy difícil para él, en el cual los gobiernos de turno no son más que sus agentes más o menos eficaces; el ascenso de la extrema derecha en Francia, como en el resto de Europa, refleja la necesidad del capitalismo de aumentar la explotación, la opresión y la represión, incluso alterando los equilibrios políticos existentes. Esto no anuncia la llegada de una forma de fascismo, ya que la democracia permite este deterioro de las condiciones económicas y sociales del proletariado desviando el inevitable descontento hacia el inofensivo terreno electoral.

Una victoria electoral de los partidos reformistas de izquierda, que siempre han sido celosos servidores del capitalismo con el apoyo de los sindicatos que han saboteado todas las grandes luchas de los últimos años, no se traduciría en absoluto en una oposición a los ataques capitalistas.

Sea cual sea el resultado de las próximas elecciones, los proletarios sólo pueden contar con sus propias fuerzas, con sus propias luchas para defenderse: para ello deben prepararse sin dejarse engañar por los ilusionistas de un nuevo Frente Popular tan condenable como el anterior.

 


 

¡Abajo la República burguesa y todas sus instituciones!

¡Por la unión de los proletarios de todas las nacionalidades, de todas las edades y de todos los sexos, parados o en activo!

¡Por la reanudación de la lucha de clases independiente contra el capitalismo y el imperialismo!

¡Por la revolución comunista internacional!

 

13 de junio de 2024

 

 

Partido Comunista Internacional

Il comunista - le prolétaire - el proletario - proletarian - programme communiste - el programa comunista - Communist Program

www.pcint.org

 

El Antifascismo como arma de contrainsurgencia

A continuación difundimos texto publicado por compañero comunista antiestatal  que visitó la region $hilena hace unas semanas participando de distintos foros e instancias de debate en torno a la lucha antifascista y la critica anticapitalista. 


 


 

 

EL ANTIFASCISMO COMO ARMA DE CONTRAINSURGENCIA

Argumentos contra la colaboración con el enemigo

En el anuncio que se hizo para esta presentación, aparece que soy un comunista antiestatal de la región llamada Suiza. Suiza es una imagen perfecta de un Estado montañoso en el centro de Europa. También es un importante centro imperialista. Suiza es una bestia demoniaca que funciona como un importante centro para el comercio internacional de materias primas. También está explotando una población migrante considerable en su territorio. Muchos chilenos viven en Suiza. La principal exportación de Suiza es el oro refinado y la sangre refinada. Se nota en su bandera una vez que la miras.

Es fácil explicar por qué la ideología del antifascismo sirve a los objetivos de la contrainsurgencia en Suiza. El antifascismo en Suiza es una doctrina de Estado en este país, desde la segunda guerra mundial. Ante la amenaza de invasión por parte de la Alemania nazi, los partidos de derecha y liberales de Suiza formaron un gobierno de unidad con los socialdemócratas. Esta unidad en el gobierno adoptó una doctrina para −lo que ellos llamaron− la defensa espiritual de la nación. Y aunque esta unidad de partidos de derecha e izquierda está en constante cambio de composición −aun así−, continua hasta hoy gobernando el país sin ninguna oposición. Suiza es un Estado imperialista, corporativista y proteccionista, postfascista. Es un país en el que la población nativa ha sido promovida para ser trabajadores del capital al mando de mano de obra migrante. Estos capataces, predominantemente suizos, viven en condiciones relativamente seguras y bien remuneradas. Mientras que la base material de este estilo de vida está siendo pagada por las masas oprimidas del mundo.

Soy miembro de la Industrial Workers of the World-IWW (Trabajadores Industriales del Mundo). Nuestros compañeros trabajadores¹ sufrieron graves accidentes laborales en el taller de una planta bioquímica prácticamente nueva, construida por la multinacional estadounidense Biogen en Suiza. Los compañeros sufrieron quemaduras a causa de los productos químicos y la maquinaria que debían limpiar durante su funcionamiento. Vi fotos de compañeros que salían del turno sangrando por los oídos y la nariz. No se les permitía ver al médico presente en las instalaciones. No se les permitía beber agua de las fuentes de la empresa. Tenían que trabajar sin un fin de semana libre garantizado, en turnos creo que, de 13 horas, con equipos pesados. Cuando los compañeros ven a un suizo en el trabajo, se trata de un jefe. Tales son las condiciones de trabajo en el país de los sueños de la derecha liberal del mundo.

Sobre esta situación, la izquierda suiza está derramando su mala conciencia mientras se compadece de nosotros, los inmigrantes. Argumentando que nosotros como clase debemos votar a tal o cual partido de lamebotas, para que evitemos lo que ellos llaman fascismo o extrema derecha. Todo esto mientras nuestros compañeros están ahora mismo en una lucha ante los tribunales en la antigua ciudad suiza de Basilea. La ciudad donde se encuentran las sedes centrales de empresas como Nestlé y Novartis. Debido a que un compañero de trabajo contó a la prensa las condiciones de trabajo en la planta mientras estaba en las instalaciones de la empresa, fue despedido. En Suiza está prohibido por ley hablar al público en el lugar de trabajo. Una federación de sindicatos de base, entre los que se encuentra la IWW, ha interpuesto una demanda contra este despido. Los abogados contratados por la multinacional Biogen y sus subcontratistas (con oficinas aquí en Chile −a la vuelta de la esquina−) contra la IWW, son descendientes de una vieja, blanca y patriota familia de la clase dominante (los Burckhardt) de Basilea. Esta fina familia burguesa remonta su dominio desde la época del Renacimiento europeo, en 1490. Y esto les quiero señalar: las campañas xenófobas y clasistas de la derecha son una herramienta, no contra la inmigración en sí, sino para mantenernos desfavorecidos, no solo ante la ley, sino en la vida cotidiana. Después de todo, nos quieren a los inmigrantes aquí, disciplinados y trabajando.

Este comportamiento antisocial en las filas de nuestra clase, esta autocomplacencia narcisista, mientras, como especie humana, en este momento nos enfrentamos cada vez más a la catástrofe de toda la sociedad, no es sólo una prerrogativa de la derecha. Se oye el mismo discurso en las filas de la izquierda política y parlamentaria, cuando sus funcionarios nos instan a votar, levantando el dedo como los pedagogos y buenos policías que son, advirtiéndonos a los trabajadores de la amenaza del fascismo y la dictadura, si preferimos no hacerlo. Quieren que votemos a un sistema que nos esclaviza y que es, en definitiva, una pura forma sin contenido. Así que, por favor, discúlpenme, pero antes de responder a la pregunta sobre el antifascismo, tengo que arrojar una luz y desarrollar algunos conceptos sobre nuestras democracias postfascistas para que nos quede claro, qué se entiende por el concepto de antifascismo hoy en día. Por favor, quédense conmigo. Y disculpen que lo diga, pero dada la intensificación del trabajo en las metrópolis desde los años 70, la gente debería tener mejores cosas que hacer que desperdiciar su pensamiento en el funcionamiento de la democracia. Pero aquí estamos. Lo hacen. Ahora, ¿qué debemos, según nuestros amos, estar apoyando?

A primera vista, la democracia tiene mucho sentido. Parece ser buena para nosotros y para nuestros intereses. Dentro de la democracia existe una obligación ideal de atribuir el poder al pueblo. Sin embargo, al mismo tiempo existe una pretensión real de la oligarquía de gobernar sobre el pueblo. Esto lleva a una contradicción general. La contradicción existe entre la pretensión individual de gobernar y el contenido de las sociedades modernas, que son sociedades de masas basadas en la división del trabajo. Por lo tanto, en las sociedades modernas todo Estado debe dar cuenta de las masas en su territorio. Darles una expresión. Una Constitución hace precisamente eso. Para una Constitución democrática burguesa, Karl Marx, a quien cito aquí, está criticando una contradicción que las engloba. Escribe:

“Pero la contradicción de más envergadura de esta Constitución consiste en lo siguiente: mediante el sufragio universal, otorga la posesión del poder político a las clases cuya esclavitud social debe eternizar: al proletariado, a los campesinos, a los pequeñoburgueses. Y a la clase cuyo viejo poder social sanciona, a la burguesía, la priva de las garantías políticas de este poder. Encierra su dominación política en el marco de unas condiciones democráticas que en todo momento son un factor para la victoria de las clases enemigas y ponen en peligro los fundamentos mismos de la sociedad burguesa. Exige de los unos que no avancen, pasando de la emancipación política a la social; y de los otros que no retrocedan, pasando de la restauración social a la política”

Marx dice que, con una Constitución democrática y el sufragio universal, ya no hay ninguna garantía política para la burguesía de que su poder social no le será arrebatado repentinamente. Pero precisamente este retroceso del dominio político −la pérdida de su garantía política de dominio− es hasta ahora el mayor triunfo de la burguesía. Porque los conflictos sociales se dirigen ahora como conflictos políticos al Estado.

Con una Constitución existe, sin embargo, una ampliación formal de las libertades civiles, pero el contenido de estas libertades es restringido. Porque para las masas también puede existir la posibilidad de reclamar el poder político, pero el poder político está separado del poder social. La extensión del poder social de la clase significaría la politización de las relaciones de producción. Pero en estas relaciones de producción es donde se asienta el poder social de la burguesía. Por lo tanto, el Estado burgués simplemente no puede otorgar el poder a las masas, está atado al propósito de asegurar la propiedad privada.

En la conciencia cotidiana, entonces, exactamente esta dependencia funcional −el propósito del Estado de asegurar la propiedad privada− desaparece, se desvanece tras la apariencia del Estado como encarnación del principio común y general de la soberanía popular. Y, por tanto, el Estado encarna el bien común y, al conceder el acceso al gobierno político a los desposeídos, transmite con éxito la conciencia de ciudadanía hasta los estratos más bajos de la clase. En definitiva, una Constitución democrática es una performance de integración −o de domesticación− por excelencia.

Al negar la realidad de los intereses de clase irreconciliables, en un Estado democrático, el antagonismo entre el capital y el trabajo se mediatiza como un mero sentimiento consumidor que reclama ser reconocido como tal o cual identidad, mezclada dentro de un pluralismo de intereses que se orientan todos en su conciencia social hacia la esfera de la distribución o las políticas distributivas del Estado. Exactamente este interclasismo es un resultado histórico del fascismo −la versión uniforme y pluralista de los partidos populares democráticos, y, sus sindicatos de izquierda y derecha, se encuentran como una expresión progresiva de su predecesor histórico−, el partido de unidad fascista y los sindicatos de unidad fascista. Es llamativo que instituciones sociales como la del jardín infantil en Italia o la seguridad social en Alemania se valoren como logros sociales muy modernos de la nación democrática, mientras que en realidad se aplicaban como políticas fascistas.

Para el partido popular constitucional de toda la vida, ya no hay conflicto, todas las identidades se vuelven correctas, todos se unen contra el enemigo del pueblo, etc. La primera tarea histórica del fascismo fue disolver el proletarismo sin tocar el capitalismo. El resultado del fascismo es el Estado autoritario en su vertiente neoliberal post-fascista que tenemos hoy. Este Estado autoritario se basa en la voluntad de los privilegiados de hacer sacrificios mientras la libertad y la prosperidad puedan ser protegidas.

Insisto en que lo que caracteriza a la democracia posfascista, o lo que consiguió el fascismo históricamente, lo que es nuevo, es ante todo la formación de la sociedad en la línea de un compromiso interclasista. Y a pesar del aumento del número de revueltas en todo el planeta, ninguno de los movimientos hasta la fecha, se acerca a cuestionar el poder social de la burguesía. Todos los levantamientos han sido recuperados por formas políticas.

Pero la forma política es el límite de la emancipación.

Por poner un ejemplo reciente. En 2004, un ministro o algo así de la izquierda radical en el gobierno de la capital y del estado de Berlín vendió la mayor parte del stock de viviendas sociales al mercado. De este modo −como se afirmó− se salvó al Estado de la quiebra. Un objeto vendido en 2004 tenía un valor contable de 405 millones, que hoy vale 7 billones.

Hoy, el mercado de la vivienda y con él, los conflictos sociales van en aumento. Cito al grupo autónomo Los Amigos y Amigas de la Sociedad sin Clases sobre la situación de la vivienda en Berlín, con su texto, “Ningún barco nos vendrá a salvar”:

“Durante muchos años, los alquileres de la ciudad eran más bajos que en la mayoría de los lugares alemanes, por no hablar de otras capitales europeas como Londres o París. Sin embargo, en los últimos diez años, la población de Berlín ha crecido en 400.000 personas −más del diez por ciento− y el gobierno local prácticamente ha dejado de construir viviendas asequibles. Esto ha llevado a que los alquileres aumenten considerablemente: un cuarenta y dos por ciento (para nuevos arriendos) desde 2016, más que en cualquier otro lugar del país. Y con una tasa de propiedad de la vivienda de apenas el quince por ciento, este problema afecta a una enorme parte de la población.

En este contexto, algunos activistas de izquierda iniciaron un referéndum sobre la expropiación de los stocks de viviendas de las empresas en la ciudad. Con el nombre de una de esas corporaciones inmobiliarias, la iniciativa ‘Expropiar Deutsche Wohnen & Co.’ (EDW) consiguió primero un gran número de voluntarios para recoger las 170.000 firmas necesarias y luego, en septiembre de 2021, ganó en las urnas con un 56,4% de votos a favor.

[¡Pero!]

Incluso si la expropiación prevista fuera simplemente una venta forzosa, representaría una intromisión en la sagrada libertad de propiedad. Por eso, el Senado ha dicho en repetidas ocasiones que una medida así enviaría ‘una señal equivocada’.

Ahí está el problema de todo gobierno de izquierdas: también él debe cortejar al capital, porque sin inversión no hay puestos de trabajo ni ingresos fiscales. Y ahí está, por consiguiente, el meollo de la campaña: por mucho que tenga un tono pragmático y ejerza experiencia presupuestaria, el paso que exige es uno que ni siquiera un Senado de izquierda es probable que tome. Algunos representantes de la campaña son conscientes de las consecuencias previsibles de la expropiación, pero no ven ningún problema en ello: ‘Si la agencia de calificación Moody’s amenaza a Berlín con rebajar su calificación crediticia, nosotros decimos con nuestra campaña: sí, aléjate. No los queremos aquí’. Ningún gobierno, por muy nominalmente de izquierdas que sea, puede adoptar esa postura si todavía tiene medio cerebro de derecha. Pero la campaña ha decidido depositar todas sus esperanzas en el gobierno. [Los Amigos y Amigas argumentan] Lo que sin duda asustaría a la clase trabajadora realmente existente sería un hundimiento del referéndum. ‘Las victorias, en cambio, inspiran y crean confianza’, escriben dos defensores de la campaña. Pero este tipo de fracaso es inevitable. Al final, es probable que se produzca una enorme desmoralización: el incansable esfuerzo de varios miles de activistas habrá sido, con toda probabilidad, inútil. O bien el Senado diluye el asunto y se llega a un compromiso que no ayuda a nadie, o bien, en contra de lo esperado, presenta una ley para comprar 240.000 departamentos a bajo precio, en cuyo caso intervendrán los tribunales. O, y esto sería un resultado aún más fatal políticamente, la ‘expropiación’ pasará, pero la ‘locura de renta’ continuará corriendo rampante”.³

La única opción sana que nos queda es recuperar esta lucha política como una lucha social revolucionaria contra el Estado. Porque al final −como argumentan Los Amigos y Amigas− ningún barco vendrá a salvarnos. Pero si esto ocurre, si el proletariado rechaza la difusión política de su interés social inmediato, una vez que la comuna de Berlín brote finalmente, la amenaza del fascismo y de una guerra sangrienta sería segura. En cuanto a la clase dominante, el Estado debe ser fuerte y la economía libre. Porque lo que la burguesía teme, es la politización de su base social después de haber perdido su garantía política para gobernar. El fascismo promete que, si la despolitización de la sociedad y el estilo tecnocrático de gestión política son cuestionados por el proletariado, este objetivo puede ser alcanzado mediante el terror organizado contra las masas. Pero gracias a la pasividad actual de las masas, gracias a la eficacia de la propaganda electoral y constitucional, para la clase dominante hoy en día, simplemente no hay necesidad todavía de organizar e incurrir en el coste improductivo de un terror estatal extendido contra ellas.

Una dimensión de esta propaganda pro-capitalista y estatista es la ideología del antifascismo como arma de contrainsurgencia. Bueno, hay una dimensión del antifascismo, que infunde miedo en los corazones y las mentes de aquellos pro-revolucionarios que decidieron que sería mejor para uno mismo y para la humanidad dejar este paisaje infernal para una vida mejor. Nadie sabe si la clase dominante prefiere evaporar el planeta antes que renunciar a su poder. En este sentido, la “Acción Antifascista” tiene un vínculo muy directo con la contrainsurgencia para aquellos que sostienen que la tarea de la emancipación humana es imposible de lograr de todos modos. Pero para los enemigos de una revolución mundial comunista la vida es un infierno y un sufrimiento y quizás un infierno en el futuro. ¿Son masoquistas los que realmente creen que el capitalismo es capaz de reformar el mundo y convertirlo en un lugar mejor? No. Lo que llama la atención es el hecho de que el evangelio del antifascismo sea predicado precisamente por aquellas personas que no se escudan en él, que ellas mismas y como organizaciones abandonaron cualquier pensamiento riguroso sobre el mundo real en favor de la salvaguarda de sus propios privilegios en sus comunidades cerradas, en las metrópolis, en sus pequeños trabajos formales o retirados en las sedes del gobierno. Que el mundo se vaya al infierno.

Al mismo tiempo, los gobiernos progresistas parecen impotentes para detener el avasallamiento del Estado autoritario sobre lo que queda de nuestras libertades civiles. En todo el planeta se promulgan políticas cada vez más represivas con el argumento de proteger la Constitución. Por ejemplo, los ciudadanos suizos votaron a favor de una ley, el año pasado, que faculta a la policía para encarcelar a los niños y obligarlos a trabajar a voluntad, si se atreven a hablar en público de derrocar al Estado.

Veo dos tendencias históricas en juego. En primer lugar, como he argumentado, la burguesía se abstuvo de gobernar políticamente. La tendencia hacia un Estado autoritario no sólo está impulsada por la manipulación de los que tienen dinero y los capitalistas. Las contradicciones del capitalismo se intensifican al pasar el tiempo y con ello la Constitución se interpreta cada vez más como un instrumento de control. Se trata de un retroceso histórico o de un deshacer el ideal de la democracia hacia la dictadura del capital en el terreno de la Constitución.

En segundo lugar, históricamente, mientras las contradicciones del capitalismo mundial se intensifican, citando a Walter Benjamin, la socialdemocracia pensó que era conveniente asignar a la clase obrera el papel de redentora de las generaciones futuras, cortando así los nervios de su mayor fuerza. Esta formación hizo que la clase obrera olvidara tanto su odio como su espíritu de sacrificio. El antifascismo es una ideología que es una pérdida de tiempo, posponiendo la revolución a un día santo olvidado.

Gracias Johannes Agnoli.4

Un comunista antiestatal de la región suiza

 

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1.Que pertenecen a la IWW. [N. de VHLV]

2. Marx, Karl (2015) Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Madrid: Fundación Federico Engels. [N. de VHLV]

3.Disponible en inglés en: https://brooklynrail.org/2022/03/field-notes/No-Ship-Will-Come-to-Save-Us [N. de VHLV]

4.Fue un politólogo “marxista” germano-italiano. Señaló que el Estado es una agencia del capitalismo, una organización que transforma los intereses estrechos de los capitalistas individuales en el interés de un capitalista universal ideal (el ideelle Gesamtkapitalist), que explica la existencia de la explotación. [N. de VHLV]


¡ VIVA LA REVUELTA !




Tras otra noche de revuelta en las calles de Estados Unidos por el asesinato de
George Floyd, el presidente Trump desde un bunker en la Casa Blanca anuncia que
designará a “Antifa” como organización terrorista. Este señalamiento busca a en-
cuadrar a un movimiento (sin mayúsculas) espontáneo y multiforme en una Orga-
nización, asignándole no solo una ideología sino también un funcionamiento je-
rárquico y acorde a las lógicas estatales.
Una vez más, el terrorismo es utilizado como coartada para la criminalización de
amplios sectores en lucha, que a su vez exceden completamente al “antifascismo”.
Pero además de denunciar y luchar contra la avanzada represiva que esto significa,
es necesario rechazar la polarización que se busca instalar en el seno de la lucha.
La falsa elección entre la economía y la vida impuesta a partir del Covid-19 hizo
resurgir la clásica polarización burguesa entre liberalismo económico e interven-
cionismo estatal. Esta última, a su vez, se ha codificado de diferentes formas según
la región. Generalmente como progresismo y derecha, e incluso llegando a hablar
de fascismo, como en Brasil y Estados Unidos. No vemos ninguna casualidad en
que se apele al antifascismo como canalización de una revuelta que no pueden
controlar.
Si bien el antifascismo callejero (el Antifa), de tipo pandillero que enfrenta a las
bandas neonazis, común en Estados Unidos y Europa no es el antifascismo estatis-
ta y militar (de “los buenos”) de los 30 del siglo pasado, sí es su heredero. Los vic-
toriosos defensores del antifascismo oficial asesinaron trabajadores y violaron ma-
sivamente mujeres durante la Segunda Guerra Mundial. Y directamente formaron
parte de los gobiernos vencedores que, en nombre de la lucha contra el fascismo,
sometieron a tantos y tantos países a un régimen capitalista democrático donde ya
no se debería protestar porque supuestamente somos libres y estaríamos peor si
hubieran ganado los otros.
Fascismo y democracia han sido siempre sistemas políticos complementarios al
servicio de los intereses de los ricos. Cuando la democracia no puede contener las
luchas de los explotados y oprimidos, o simplemente para mantenernos a raya, el
Capital recurre a formas más brutales. Hoy, esos métodos que se suponen son pri-
vativos de los fascistas forman parte de cualquier gobierno que se declara libre y
antifascista, que por su parte son abiertamente totalitarios: asesinatos como el de
George Floyd o los millones de muertos a manos de la policía de todos los países,
el trabajo esclavo como complemento necesario del mercado laboral, y el discipli-
namiento en escuelas, cárceles y manicomios. Así y todo, ningún presidente se dice
fascista ¡sino todo lo contrario!
Ahora que la democracia ha devenido en control totalitario de la vida social, el fas-
cismo como sistema de dominación ha perdido su sentido. Claro que sigue habien-
do nazis y fascistas pero no son los que mueven los hilos, son un problema de la
calle y deben ser combatidos en ella día a día. Pero el antifascismo como opción
política es una farsa. Hoy como ayer solo sirve para hermanar a oprimidos y opre-
sores, explotadores y explotados, gobernantes y gobernados. En nombre del anti-
fascismo se nos llama a unirnos a los genocidas de hoy: los gobernantes progresis-
tas o de izquierda de cualquier país, que también tienen las manos manchadas con
sangre. O con los herederos del estalinismo y el maoísmo genocida.
El problema no es la derecha o la izquierda. Es el capitalismo, es la democracia. No
hace falta unirse al frente antifascista para combatir a los fascistas. Lo que nos une
es la acción común en todas partes contra lo que nos explota y nos oprime, contra
la raíz del problema: la propiedad privada, el dinero y el Estado.
En las calles de Estados Unidos se mezclan proletarios negros, junto con blancos y
latinos. Han desafiado la opresiva cotidianidad en menos de una semana. Querer
arrogar esto a un solo movimiento como hace Trump y su séquito, o querer como
su oposición sacar una tajada por estas declaraciones, expresa lo común que tienen
de mentalidad política estas dos fracciones que están enfrentadas, pero solo en có-
mo gestionar este mundo mercantil.
¡Que ni Trump ni los verdugos de ninguna parte del mundo nos marquen los obje-
tivos y desarrollos de nuestras luchas!

¡Terrorista es el Estado!
1 de junio de 2020



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