Dos declaraciones internacionalistas desde Irán
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/ GUERRA de CLASES / El 16 de junio, cuando ya llevaban tres días los primeros bombardeos sobre Irán, publicamos en nuestro blog la traducción al inglés de una contribución de compañeros que militan en ese país, defendiendo la perspectiva de la revolución proletaria y el comunismo, militantes que firman regularmente sus publicaciones como “Trabajadores anticapitalistas” o “Movimiento por la abolición del trabajo asalariado”. Aplaudimos los esfuerzos de estos compañeros por traducir sus documentos a una lengua occidental, lo que permite un amplio acceso a sus valientes y muy interesantes posiciones. Sin embargo, los problemas lingüísticos siguen siendo una barrera importante para la comprensión plena y completa de sus publicaciones, ya que a menudo sus traducciones plantean importantes problemas. En un pasado muy reciente, nosotros mismos hemos publicado y traducido varias de sus contribuciones sobre las luchas de clases en Irán en 2022/23, así como tras la caída del régimen baasista en Siria…
Hoy volvemos a publicar (y traducimos al francés) una versión “ligeramente editada” y, podríamos decir, abreviada de dos documentos desde de estos compañeros (entre ellos el texto que ya habíamos publicado en su versión completa en inglés). Esta “nueva” versión procede de compañeros con sede en Australia, la “Liga de Comunistas Internacionalistas”, que también sirvió de base para una versión en español publicada por el grupo “Barbaria”.
No haremos aquí una crítica exhaustiva de estos dos textos, ni del uso de ciertos conceptos como “genocidio” u “holocausto” para calificar la política asesina del Estado de Israel en Gaza y Cisjordania, ¡para describir la muerte de decenas de miles de proletarios! Digamos que el uso de estos conceptos se debe más bien a una cierta concesión al antifascismo, aunque nos parece acertado que los compañeros de Irán sean muy críticos con esta ideología, como con todas las ideologías, por cierto.
Lo mismo ocurre con el concepto de “consejos obreros anticapitalistas” que los compañeros de Irán desarrollan y desean que se constituyan, como un momento de organización y estructuración, allí donde el proletariado libra su lucha de clases contra su enemigo hereditario, allí donde el proletariado libra su guerra de clases. Por supuesto, es más que necesario discutir y profundizar en la naturaleza y el contenido anticapitalista de estos “consejos obreros” (y el proceso de asociacionismo proletario), lo cual es más importante que su mera forma. Pero nunca, según nos parece y por lo que hemos podido leer, estos camaradas de Irán reivindican en sentido estricto “la forma consejo”. En un texto de crítica a la democracia, incluso hemos podido leer que ¡¡¡estos compañeros rechazan claramente “la democracia de los consejos”!!!
En contraste, algunos grupos y militantes cercanos a una cierta “izquierda comunista”, que se han especializado en imponerse como “dadores de lecciones”, se permiten denigrar a estos compañeros y falsificar sus palabras al respecto, vertiendo su logorrea marcada por el sello de la exterioridad. Si criticamos las debilidades de nuestros camaradas (así como nuestras propias debilidades), es para que avancemos juntos y desarrollemos juntos nuestra comunidad de lucha y crítica proletaria, ¡pero nunca consideramos estas debilidades, estos límites, como una totalidad insuperable!
Para terminar esta breve introducción, y más allá de todas las debilidades y limitaciones que contienen los dos textos que siguen, nos gustaría destacar sobre todo sus afirmaciones derrotistas, internacionalistas y anticapitalistas:
“Esta no es nuestra guerra. Es la suya. Estamos en guerra con ambos regímenes, con ambos bloques, con todo el sistema capitalista mundial. Cualquier alineamiento con un bando es una traición. La actividad contra la guerra solo tiene sentido si promueve un programa revolucionario y anticapitalista. Las manifestaciones contra la guerra deben estar vinculadas a la lucha de clases: no como una protesta vacía, sino como un desafío a los dos polos del poder imperialista. De lo contrario, se convierte en un llamamiento al régimen islámico para que se rinda ante sus rivales más poderosos y genocidas. Debemos rechazar esta narrativa. Nuestra lucha es contra todos los Estados y todos los capitales.
Un punto crucial: la lucha contra la guerra debe ser anticapitalista. Sin esto, nos vemos reducidos a ser soldados de infantería de uno de los dos bandos de asesinos. Por ejemplo, oponerse a la política de guerra de la República Islámica es necesario, pero solo si se combina con la oposición al Estado genocida israelí y al imperialismo occidental. […] Nuestra crítica debe caer por igual sobre todos los belicistas, todos los estados, todas las alas de la burguesía global. […]
Debemos actuar como clase. Hemos pasado generaciones evitando este camino, engañados por falsas esperanzas: sindicalismo, democracia, ONGs, revoluciones de colores, antiimperialismo, federalismo. Nos han llevado al agotamiento, a la traición, a la ruina. Un día debemos empezar. Ese día ya debería haber llegado hace mucho, hagamos que sea ahora.”
GdC – 25 de junio de 2025.
Fuente: https://www.autistici.org/tridnivalka/dos-declaraciones-internacionalistas-desde-iran/
Fuente en inglés: https://
Traducción al español: https://barbaria.net/2025/06/
¡Proletarios “en el frente interno”!
¡Camaradas!
En muchas partes del mundo, el capitalismo está reactivando su maquinaria bélica principal para masacrar a miles y miles de proletarios. Se les bombardea y acribilla sin tregua, se les mata deliberadamente de hambre y se les priva de agua, se les obliga a dispararse, apuñalarse o gasearse en las trincheras, se les viola, tortura y mutila…
Cuando nuestra clase se enfrenta a esta carnicería, a esta horrible intensificación de la inhumanidad de la sociedad capitalista, ¡su única reacción es negarse a someterse a ella! Esto nos sale de las entrañas y al mismo tiempo es la expresión de nuestros intereses históricos de clase.
Por eso, poco después del comienzo de la guerra en Ucrania, empezaron a aparecer “incidentes” a ambos lados del frente. Los soldados de ambos ejércitos intentan cada vez más escapar al reclutamiento y evitar ser enviados al frente. Se esconden cuando pueden, y si son reclutados a la fuerza en unidades militares, intentan escapar y abandonar sus posiciones a la primera oportunidad. La situación ha llegado tan lejos que los generales ucranianos se quejan de la “desintegración total de la disciplina del ejército”. Lo mismo está ocurriendo, aunque desgraciadamente a menor escala, en otros conflictos interburgueses en Oriente Medio, Sudán y otros lugares. Tanto en Ucrania como en Rusia, oficiales del ejército y reclutadores militares han sido atacados por sus “propias” tropas.
Pero, ¿qué podemos hacer nosotros, como proletarios que vivimos en los territorios “pacíficos” del “frente interno”, para apoyar concretamente la lucha de nuestros hermanos de clase uniformados que se rebelan contra la guerra capitalista y vincularla concretamente a nuestras propias luchas? ¿Aunque tengamos la suerte de vivir lo suficientemente lejos de la “zona de la muerte” como para no sufrir los bombardeos, los misiles, la ocupación militar o la presencia de bandas ambulantes de matones de las “unidades especiales”?
Nuestras vidas siguen viéndose afectadas a diario por los recortes del “gasto social”, el deterioro de las condiciones laborales y la intensificación de la explotación, la subida de los precios de la vivienda, los alimentos, la energía y otros medios de supervivencia, el aumento del control social y la represión y la militarización general de la sociedad.
Por supuesto, esto no es nada nuevo; también conocemos esta miseria en tiempos de “paz” capitalista y luchamos contra ella con la misma intensidad. Pero durante la guerra o los preparativos intensivos para la guerra, el capital y su Estado deben concentrar una parte cada vez mayor de la producción en lo que se conoce como “economía de guerra”. Es decir, producir rápidamente armas, municiones y vehículos militares, combustible, raciones alimenticias, etc. para gastarlos con la misma rapidez en el proceso de masacrar a los proletarios, es decir, ¡al resto de nosotros! Y como cada Estado tiene que hacer esto más rápidamente y a mayor escala que el “enemigo”, esto crea una inmensa presión para hacernos trabajar cada vez más arduamente, por más tiempo y con menos medidas de seguridad, etc. Al mismo tiempo, el Estado tiene que redoblar su propaganda a favor de la nación y de la santidad de “la Patria”, “la democracia” y “la libertad” para convencernos de que nos sacrifiquemos por los intereses del Capital, los cuales nunca pueden ser los nuestros.
La primera respuesta a la pregunta de qué hacer es: ¡rebelarnos contra nuestra propia explotación! Mediante huelgas, ocupaciones, bloqueos y sabotajes de autopistas y ferrocarriles, saqueos de mercancías y su redistribución entre la clase, etc. en tiempos de guerra, atacamos la producción, valorización y reproducción del Capital necesario para el esfuerzo bélico. Pero también, al afirmar nuestros intereses de clase en oposición a los intereses de la clase dominante, ¡desbaratamos su cuento de hadas de la “unidad nacional”! Nuestros enemigos de clase también tendrán que enviar más policías y soldados para intentar reprimir nuestras luchas – y no podrán ser utilizados para ahuyentar a los desertores y refugiados, para imponer la movilización, para vigilar las fronteras… y su lealtad al Estado no es un hecho. Después de todo, los motines en el ejército ruso en febrero de 1917 se desencadenaron cuando los soldados recibieron órdenes de sus oficiales de reprimir a los trabajadores en huelga en Petrogrado.
Para que nuestro ataque a la maquinaria bélica sea directo y eficaz, debemos concentrar nuestra actividad subversiva en varias áreas:
Desorganización de la infraestructura militar, como almacenes de municiones, ferrocarriles, puertos, aeropuertos y las carreteras utilizadas para llevar tropas y equipo militar a los frentes.
Podemos inspirarnos en nuestros hermanos y hermanas proletarios de los colectivos que han estado saboteando los ferrocarriles en Bielorrusia y Rusia desde el comienzo de la guerra para impedir el transporte de suministros militares al frente.
Los estibadores de Génova y Trieste en Italia y del Pireo en Grecia también bloquearon el envío de armas y municiones a Ucrania, Israel o para los bombardeos estadounidenses en Yemen.
Perturbación del reclutamiento militar, la conscripción y la “busificación” de reclutas para el frente. Tanto en Ucrania (Transcarpatia, etc.) como en Rusia (Daguestán, etc.), los cerdos y las patrullas militares que vienen a detener a los hombres reclutados a la fuerza se enfrentan a sus familiares y amigos enfadados.
Si vivimos en países más alejados del frente, el Estado ha utilizado hasta ahora o bien tácticas de reclutamiento “voluntario” y de manipulación nacionalista, como los programas de educación patriótica llevados a cabo en Francia y Polonia, por ejemplo, o bien planes de servicio militar obligatorio. Si buscamos inspiración sobre qué hacer, señalemos la larga tradición de protestas y disturbios contra los reclutadores militares y los “asesores de carreras militares” en las universidades estadounidenses, que se remontan a las llamadas guerras de Vietnam y del Golfo y llegan hasta la reciente guerra de Gaza.
¿Por qué los reclutadores militares, los propagandistas nacionalistas o los buenos ciudadanos que delatan para el Estado y denuncian la resistencia de clase antimilitarista – aquellos que nos obligan a sacrificarnos por el “bien de la nación” –, por qué a estos compinches se les debería permitir vivir sus vidas en paz y con seguridad? ¡Tratémoslos como nuestro movimiento de clase ha tratado siempre a los soplones y esquiroles! ¡Los chivatos no duran mucho tiempo!
¡Ayudemos a escapar a los desertores, escondámoslos y pasémoslos de contrabando a través de las fronteras, pero también organicemos nuestra lucha con ellos! Ya existen redes en Rusia y Ucrania que ayudan a los soldados a escapar del ejército, y tenemos que vincularlas con nuestras propias redes de lucha. Eso significa contactos seguros, teléfonos seguros, hogares seguros, recaudación de fondos…
La historia de la lucha de clases nos muestra que la única manera de oponerse realmente a la guerra capitalista, no a favor de continuar nuestra miseria en la paz capitalista, sino por la destrucción de toda la sociedad de miseria y explotación, y por lo tanto por el fin de todas las guerras, ¡es cuando la revuelta de los proletarios en el frente y la lucha de los que están en el “frente interno” se unen prácticamente!
Recordemos la experiencia de los proletarios en Irak durante la llamada primera guerra del Golfo de 1991, cuando los desertores del ejército, muchos de los cuales habían conservado sus armas, se reunieron tanto en los humedales del sur como en las montañas del norte, ¡donde organizaron con militantes obreros la insurrección contra el Estado!
Frente a la catástrofe capitalista mundial, ¡la revolución es nuestra única perspectiva!
¡Volvamos nuestras armas contra “nuestros propios” explotadores y “nuestros propios” generales!
¡Luchemos juntos contra la guerra capitalista y contra la paz capitalista!
¡Transformemos la guerra capitalista en una insurrección de clase mundial por el comunismo!
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Proletarians “On the Home Front”! Comrades!
In many parts of the world, right now the capitalism is once again kicking off its inherent war machine to slaughter thousands upon thousands of proletarians. They are being relentlessly bombed and shelled; deliberately starved and deprived of water; forced to shoot, stab or poison each other with gas in the trenches, raped, tortured and mutilated…
When our class is confronted with this carnage, this horrific intensification of inhumanity of the capitalist society its only reaction is to refuse to submit to it! This is coming from our guts and at the same time it is an expression of our historical class interests.
Because of that soon after the war in Ukraine started, the so-called “incidents” started popping up on both sides of the front. Soldiers of both armies have been increasingly trying to avoid being drafted and sent to the front. They hide when they can and if they are forced into the military units, they try to escape and leave their positions at first opportunity. It went so far, that the Ukrainian generals complain about “total disintegration of the army discipline”. Same thing is happening, even though on smaller scale unfortunately, in other inter-bourgeois conflicts in the Middle East, Sudan and elsewhere. Both in Ukraine and in Russia army officers and military recruiters have been attacked by their “own” troops.
But what can we as proles living in the “peaceful” territories of “the home front”, do to practically support the struggle of our class brothers in uniform revolting against the capitalist war and practically connect it with our own struggles? Even if we are lucky to live far away enough from the “kill zone” that we do not suffer from bombings, rockets, military occupation or a presence of roaming bands of “special unit” cut-throats?
Our lives are still impacted daily by cuts in “social spending”, worsening of working conditions and intensification of exploitation, increase in prices of housing, food, energies and other means of survival, increased social control and repression and overall militarization of society.
This of course is nothing new, we experience this misery in times of capitalist “peace” as well and we struggle against it all the same. But during the war or intensive preparations for the war, Capital and its State need to concentrate increasing part of the production into so-called “war economy”. In other words, to rapidly produce weapons, ammo and military vehicles, fuel, food rations, etc. only to just as rapidly spend them in the process of mass killing of proletarians – i.e. US! And because each State has to do it faster and more massively than the “enemy”, this creates an immense pressure to make us work always harder, longer hours, with less protection and so on. At the same time the State has to double down on propaganda of the nation and sanctity of “the Motherland”, “democracy” and “freedom” in order to convince us to sacrifice ourselves for the interests of Capital which can never be our own.
The first answer to the question of what to do therefore is: to revolt against our own exploitation! Through strikes, occupations, blockades and sabotage of highways and railways, looting of goods as well as their redistribution among our class and so on during war time we attack the production, valorization and reproduction of Capital needed for the war efforts. But also, by claiming our class interests in opposition to the interests of the ruling class we subvert their fairy-tale of “national unity”! Our class enemies will also have to send more cops and soldiers to try to repress our struggles – and those will be missing for hunt on deserters and refugees, for enforcing mobilization, for guarding the borders… and their loyalty to the State is not given. After all, mutinies in Russian army in February 1917 were sparked when the soldiers were given a command by their officers to repress striking workers in Petrograd!
To make our attack on the war machine direct and efficient we need to focus our subversive activity on several fields:
Disruption of military infrastructure like ammunition warehouses, railroads, ports, airports and roads used to deliver troops and the military material to the fronts.
We can take inspiration from our proletarian brothers and sisters from collectives sabotaging the railways in Belarus and Russia since the beginning of the war to stop the delivery of military material to the front.
Also, from port workers in Genoa and Trieste in Italy and in Piraeus in Greece blocking the shipment of weapons and munitions to Ukraine, Israel or for American bombing of Yemen.
Disruption of military recruitment, draft and “busification” of enlisted men to the front. Both in Ukraine (Zakarpattia and others) and in Russia (Dagestan and others), pigs and military patrols coming to arrest the enlisted men are being confronted by their angry relatives and friends.
If we live in countries further from the front, the State so far uses either some sort of “voluntary” recruitment tactics, and nationalist manipulation like the patriotic education programs that are being run for example in France or in Poland or projects of compulsory military service. If we look for inspiration of what to do about it, let’s point out the long tradition of protests and riots against military recruiters and “military career advisers” in American universities, going back to the so-called wars in Vietnam, the Persian Gulf up to the recent one in Gaza.
Why should military recruiters, nationalist propagandists, or those good citizens that snitch for the State and denounce the anti-militaristic class resistance – those that force us to sacrifice ourselves for the “good of the nation” – be allowed to live their lives in peace and safety? Let’s deal with them as our class movement has always dealt with scabs and strikebreakers! Snitches get stitches!
Helping the deserters to escape, hide them and smuggle them across the borders, but also organize our struggle together with them! There already exist networks both in Russia and Ukraine that help soldiers escape from the army and we need to practically connect them with our own networks of struggle. This means secure contacts, secure phones, safe houses, fund collections…
History of class struggle shows us that the only way how we can truly oppose the capitalist war, not in favor of continuation of our misery in capitalist peace, but for destruction of the society of misery and exploitation altogether, and therefore to end all wars, is when the revolt of proletarians on the front-lines and struggle of those on the “home front” practically unite!
Let us recall the experience of the proletarians in Iraq during the so-called First Gulf war of 1991, when army deserters, many of them keeping their weapons, have congregated both in the marshes in the south and the mountains in the north where they organized together with the militant workers the insurrection against the State!
When faced with a global capitalist catastrophe, the revolution is our only perspective!
Let’s turn our weapons against “our own” exploiters and against “our own” generals!
Let’s struggle together against the capitalist war, against the capitalist peace!
Let’s turn the capitalist war into a global class insurrection for communism!
Volante internacionalista contra la guerra entre Irán e Israel
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¡NI CON IRÁN (Y PALESTINA) NI CON ISRAEL (Y EE.UU.)!
¡POR LA DERROTA DE AMBOS ESTADOS CAPITALISTAS EN GUERRA!
¡POR LA SOLIDARIDAD CLASISTA Y COMBATIVA ENTRE LOS PROLETARIOS DE AMBAS REGIONES, TAL COMO EN RUSIA Y UCRANIA!
Estas consignas expresan hoy la posición invariante de los comunistas internacionalistas frente a esta y a toda guerra capitalista: el derrotismo revolucionario y el internacionalismo proletario. ¿Por qué?:
➊ Porque la guerra capitalista siempre se hace contra el proletariado: en este caso, si hoy el Estado burgués de Irán está atacando el territorio dominado por el Estado burgués de Israel es, sobre todo, para someter al combativo proletariado de la propia región iraní; más precisamente, para justificar la represión sobre sus luchas contra la explotación (p. ej. en el sector petrolero y de la salud) y llevarlo al matadero de la guerra “en defensa de la patria”. Lo mismo aplica contra el proletariado de la región israelí que se rehúsa a ir a la guerra de sus patrones asesinos y matar a sus hermanos de clase al otro lado de la frontera (los llamados refuseniks); y, contra el proletariado de la región palestina que protesta contra el gobierno burgués, hambreador y represivo de la Autoridad Nacional Palestina y Hamás. En fin, en toda guerra capitalista los únicos ganadores son los burgueses y los únicos perdedores son los proletarios de cualquier país, ya que en realidad este no es un conflicto de naciones, sino un conflicto de clases llevado al plano internacional.
➋ Porque los Estados hacen la guerra para acumular más capital, territorio y poder: en este caso, si hoy el Estado de la burguesía ayatola de Irán (socia de China) y el Estado de la burguesía sionista de Israel (socia de EE.UU.) se están disputando militar y políticamente el territorio dominado por su subordinada, la burguesía islamista de Palestina (y de Líbano), es por el control de la fuerza de trabajo, petróleo y gas, centros industriales, puertos, etc. de toda esa zona geográfica del mercado mundial llamada Medio Oriente. También hacen la guerra como válvula de escape para la crisis capitalista o la caída de la tasa de ganancia y la desvalorización mundial, reactivando la industria y el comercio de armas, repartiendo e invirtiendo el plusvalor extraído a los trabajadores. Tal es el motor económico de toda guerra imperialista. Y esta guerra no es la excepción, con el agravante de que podría convertirse en una guerra nuclear de gran escala.
➌ Porque estar a favor de uno u otro Estado capitalista en guerra es caer en la trampa de los falsos bandos, el nacionalismo, el sentimentalismo, la confusión y el oportunismo. Trampa promovida por los medios de desinformación masiva que, para colmo, han hecho de la guerra algo “normal” y hasta un distractor de otras catástrofes cotidianas. Es caer en el terreno de la burguesía y la socialdemocracia. Es una posición antiproletaria y contrarrevolucionaria que debe ser denunciada y combatida como tal, sobre todo contra las variopintas izquierdas del Capital. El “antiimperialismo” y la “liberación nacional” en realidad siempre han sido apéndices de la guerra imperialista y el capitalismo de Estado (mal llamado “comunismo”). Por el contrario, los proletarios no tenemos patria y los comunistas siempre luchamos por los intereses de nuestra clase mundial en contra y más allá de los intereses de cualquier Estado, nación, “pueblo”, religión, etc.
➍ Porque bajo el capitalismo no existe “guerra justa” ni “guerra santa” entre naciones. La única “guerra justa” que puede existir es la guerra de clases global para abolir el capitalismo, la guerra y la sociedad de clases misma; esto es, transformar la guerra imperialista en revolución comunista internacional. Evidentemente, faltan muchos desastres, guerras, revueltas e insurrecciones para llegar a ese punto de no-retorno. Mas no por ello es menos verdadero ni necesario en esta época de catástrofe económica, social, ecológica y, para colmo, amenaza inminente de guerra nuclear. Por lo tanto, Comunismo o Extinción.
➎ Porque, a pesar de la contrarrevolución mundial que todavía reina, mantener con intransigencia la posición de derrotismo revolucionario e internacional
Proletarios Hartos de Serlo
Región ecuatoriana, Octubre de 2024
[AW2024] CONGRESO CONTRA LA GUERRA / PRAGA / 24 al 26 de mayo de 2024 /
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Consideramos necesario, en el proceso de resistencia a la guerra, desarrollar una práctica anticapitalista que busque preservar la autonomía política. En concreto, esto significa que queremos organizarnos fuera de los partidos políticos, fuera de las estructuras de los Estados, y contra todos los Estados. Buscaremos especialmente las formas de oponernos a todas las duras condiciones a las que hemos estado expuestos y sometidos durante las guerras interestatales y la paz capitalista. Buscaremos las formas de sabotear las guerras, cómo privar a nuestros enemigos de recursos, cómo socavar la capacidad de los Estados y sus ejércitos para continuar las guerras.
¿Qué dirección hay que tomar y qué hay que hacer? ¿Cómo unir fuerzas y organizarse? Buscaremos respuestas basadas en la diferenciación de clase, y no en la diferenciación nacional; respuestas que tengan en cuenta la contraposición entre soldados rasos y oficiales, entre trabajadores asalariados y patrones, entre el proletariado y la burguesía. Buscaremos formas de hacer que los soldados en uniforme de cualquier ejército estatal se identifiquen con la lucha social de sus hermanos y hermanas al otro lado del frente, y no con las órdenes asesinas de sus oficiales. También buscaremos la manera de oponernos a los falsos amigos, a todos aquellos que pretenden transformar la lucha de clases en una lucha nacional o religiosa por un nuevo Estado, un nuevo espacio capitalista, mejor adaptado a sus necesidades.
Apoyamos a la comunidad internacionalista que afirma la lucha contra la burguesía de todos los bandos en guerra, contra los ejércitos de todos los Estados, contra los capitalistas de cada país. Las manifestaciones actuales de resistencia, por contradictorias y fragmentadas que sean, contienen sin duda el germen de una polarización social que puede convertir las guerras entre Estados en un enfrentamiento de clase. Se trata de la confrontación entre los defensores de la nación, de los Estados y del capitalismo, por un lado, y la clase social, por otro, que empieza a darse cuenta de que defender la nación a la que está encadenada sólo sirve a los intereses de quienes la explotan.
La acción directa contra las guerras adopta ahora diversas formas, más o menos selectivas, más o menos organizadas. Luchemos por un cambio cualitativo en el que los actos individuales de resistencia rompan su aislamiento mediante la interconexión y la coordinación. El enemigo común en cada época es, en primer lugar, el capitalismo, y por tanto cada Estado que lo estructura, el ejército que lo defiende, la burguesía que lo encarna. La única salida a la pesadilla de las guerras y la paz capitalistas es un despertar colectivo: debemos ver y sabotear toda la maquinaria de la guerra, derrocar a sus representantes y recuperar nuestro poder como creadores del mundo.
Hacemos un llamamiento a los grupos e individuos interesados en participar en el congreso contra la guerra de Praga para que se pongan en contacto con nosotros con suficiente antelación con propuestas para el programa.
¡Juntos contra las guerras capitalistas y la paz capitalista!
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CONGRÈS ANTI-GUERRE / PRAGUE / 24 au 26 mai 2024 /
Du 20 au 26 mai 2024, des groupes et des individus de différentes parties du monde se réuniront à Prague pour coordonner des activités anti-guerre dans le cadre de la Semaine d’action.
https://actionweek.noblogs.org
Nous considérons qu’il est nécessaire, dans le processus de résistance à la guerre, de développer une pratique anticapitaliste qui vise à préserver l’autonomie politique. Concrètement, cela signifie que nous
voulons nous organiser en dehors des partis politiques, en dehors des structures des États, et contre tous les États. Nous sommes particulièrement intéressés par la manière dont nous pouvons nous opposer à toutes les conditions difficiles auxquelles nous sommes soumis et exposés pendant les guerres interétatiques et la paix capitaliste. Ce qui nous intéresse, c’est de savoir comment saboter les guerres, comment priver nos ennemis de ressources, comment saper la capacité des États et de leurs armées à poursuivre les guerres.
Quelle direction prendre et que faire ? Comment s’associer et s’organiser ? Nous rechercherons des réponses basées sur la différenciation de classe, et non sur la différenciation nationale ; des réponses qui tiennent compte de l’antagonisme entre les simples soldats et les officiers, entre les travailleurs salariés et les patrons, entre le prolétariat et la bourgeoisie. Nous rechercherons les moyens de faire en sorte que les soldats en uniforme de n’importe quelle armée d’État se reconnaissent dans la lutte sociale de leurs frères et sœurs de l’autre côté de la ligne de front, et non dans les ordres meurtriers de leurs officiers. Nous rechercherons également les moyens de nous opposer aux faux amis, à tous ceux qui tentent de transformer la lutte des classes en une lutte nationale ou religieuse pour un nouvel État, un nouvel
espace capitaliste, mieux adapté à leurs besoins.
Nous soutenons la communauté internationaliste qui affirme la lutte contre la bourgeoisie de tous les camps bellicistes, contre les armées de tous les États, contre les capitalistes de chaque pays. Les
manifestations actuelles de résistance, aussi contradictoires et fragmentées soient-elles, contiennent sans aucun doute les germes d’une polarisation sociale qui peut transformer les guerres entre États en un affrontement de classe. Il s’agit de l’affrontement entre les défenseurs de la nation, des États et du capitalisme d’une part, et la classe sociale d’autre part, qui commence à se rendre compte que la défense de la nation à laquelle elle est enchaînée ne sert que les intérêts de ceux qui l’exploitent.
L’action directe contre les guerres prend désormais des formes diverses, plus ou moins ciblées, plus ou moins organisées. Efforçons-nous d’opérer un changement qualitatif où les actes individuels de résistance sortent de leur isolement grâce à l’interconnexion et à la coordination.
L’ennemi commun à toutes les époques, c’est d’abord le capitalisme, et donc tout État qui le structure, l’armée qui le défend, la bourgeoisie qui l’incarne. La seule issue au cauchemar des guerres capitalistes et de la paix capitaliste est un réveil collectif : nous devons visualiser et saboter toute la machine de guerre, renverser ses représentants et nous réapproprier notre pouvoir comme créateurs du monde.
Nous appelons les groupes et les individus intéressés à participer au congrès anti-guerre à Prague à nous contacter suffisamment à l’avance avec des propositions pour le programme.
Ensemble contre les guerres capitalistes et la paix capitaliste !
https://actionweek.noblogs.org
Intifada mundial #1
¿Autonomía palestina o autonomía de nuestra lucha de clases?
Hay que decir desde el principio de nuestro boletín que no deseamos la creación de un Estado palestino en lugar del Estado sionista de Israel. Ni apoyamos las conversaciones de paz ni deseamos la autonomía palestina: la única autonomía por la que merece la pena luchar es la autonomía de nuestra lucha de clase contra el capitalismo.
En todo el mundo, la burguesía presenta la Intifada como una lucha nacionalista entre palestinos e israelíes o árabes y judíos. De Tel Aviv a Argel, de Roma a Nueva York, la burguesía internacional, a través de sus medios de comunicación, describe la lucha en los mismos términos.
El conflicto no es entre palestinos e israelíes; es entre dos clases con intereses contrapuestos: la burguesía y el proletariado.
El levantamiento de la clase obrera palestina ha sido utilizado por ciertas facciones burguesas como prueba del deseo de un Estado palestino; un Estado que estará dominado por el “portavoz oficial” del pueblo palestino: la burguesa Organización para la Liberación de Palestina.
Las luchas de liberación nacional cuentan tradicionalmente con el apoyo de maoístas, estalinistas y otros partidos situados a la izquierda de la burguesía. Por lo general, el argumento se basa en la falsa idea de que el socialismo puede construirse en un solo país. La historia nos muestra la insensatez de esta idea: aunque se establezcan gobiernos con el objetivo de defender los intereses de los trabajadores, no pueden esperar hacerlo dada la naturaleza imperialista del capital. Los Estados nacionales tienen que funcionar según las reglas del mercado mundial. La única respuesta a la explotación mundial es el comunismo mundial.
Dentro de lo que se denominan luchas de liberación nacional, o dentro de las luchas que son secuestradas para convertirse en ellas, siempre hay una lucha de clases: en Irlanda del Norte, como en Cachemira, como en Israel. La creación de un nuevo Estado no ofrece nada a la clase trabajadora, salvo la oportunidad de ser gobernada por una clase dirigente que comparte una parte de su herencia cultural y lingüística.
Los izquierdistas de todo el mundo defienden a la OLP y sus políticas “progresistas” de liberación nacional. Del mismo modo que defendieron al Congreso Nacional Africano, a los Jemeres Rojos y al Viet Cong. Cuando se critica a la OLP es por su “estatismo, jerarquía, vanguardismo y terrorismo”; se pasa por alto el hecho de que la OLP es el enemigo de clase del proletariado.
Los izquierdistas argumentan que es necesaria una alianza de la clase obrera con elementos “progresistas” de la burguesía contra el mal mayor del Estado de Israel. Rechazamos esta noción peligrosa y espuria. Una alianza con cualquier facción o elemento de la burguesía, lejos de fortalecer la intifada, la desarma irrevocablemente. Por ejemplo, en 1979 una oleada masiva de lucha de clases en Irán barrió al Sha. En el plazo de un año, la “alianza con elementos progresistas de la burguesía” desarmó la lucha de clases: las huelgas y los consejos obreros fueron disueltos y suprimidos. El resultado fue una masacre de militantes y el establecimiento de una república islámica virulentamente antiobrera.
¿Por qué no puede haber una alianza entre la burguesía y la clase obrera? Porque los intereses de clase de la burguesía y de la clase obrera son diametralmente opuestos. La única forma en que la clase obrera puede defenderse es mediante una lucha de clases autónoma e independiente de todas las fuerzas que intenten desviarla o restringirla a objetivos capitalistas; la lucha de clases autónoma está en guerra con todas las fuerzas divisorias como los sindicatos, los partidos de izquierda, los frentes de liberación nacional o los movimientos religiosos.
La historia ha demostrado que la construcción del Estado no ofrece nada a la clase obrera. Los nuevos Estados sólo ofrecen a una nueva facción de la clase dominante la oportunidad de explotarnos en lugar de a los antiguos, pero nuestros intereses se oponen a todos los gobiernos.
Arafat y Sharon están del mismo lado: Contra la clase obrera
Dentro de los confines geográficos de la Palestina histórica, existe una fuerte tradición de lucha de clases que entró en una fase combativa en diciembre de 1987 con una huelga general salvaje. Las tiendas, las calles y los lugares de trabajo de los territorios ocupados quedaron desiertos y 120.000 trabajadores no acudieron a sus puestos de trabajo en Israel. Fue la primera huelga general desde 1936. La burguesía palestina e israelí quedaron estupefactas.
La huelga general de 1936 fue la culminación de tres años de intensa lucha de clases contra los terratenientes: británicos, sionistas y palestinos. Los puertos y la refinería de petróleo de Haifa quedaron paralizados durante seis meses. La burguesía mundial se alarmó: el Estado británico envió 30.000 soldados para aplastar la lucha. Armó y organizó a los colonos sionistas locales y juntos se dedicaron a aterrorizar a la clase obrera hasta someterla. Mientras tanto, los sionistas organizaron a los obreros judíos para romper las huelgas. La burguesía árabe local de Jordania e Irak hizo un llamamiento a la clase obrera para que se rindiera. Cuando no lo hicieron, la lucha fue finalmente reprimida con la ejecución de 5.000 huelguistas y la detención de 6.000 por un esfuerzo combinado de los ejércitos británico, árabe y sionista.
Hoy la clase obrera palestina se enfrenta de nuevo a una burguesía mundial unida en su oposición a la intifada. Las estrategias de la burguesía han sido dos: desviar la lucha y reprimirla.
La burguesía palestina ha intentado asumir el liderazgo de la intifada desviándola hacia el nacionalismo o el fundamentalismo islámico y confinándola a los “territorios ocupados”, incluso a veces a los campos de refugiados. Siempre ha defendido sus propios intereses, intentando restringir el número de días de huelga para proteger la infraestructura capitalista que espera heredar.1
El objetivo de la burguesía palestina es presentar la Intifada como un movimiento de liberación nacional. La prensa burguesa ha obligado a todo el mundo. La burguesía palestina necesita un Estado; necesita la intifada mientras le proporcione suficientes cadáveres para mantener esa posibilidad en la agenda de la ONU. Tiene su propia policía, sus propias bandas de terror, sus propios campos de prisioneros; sólo necesita el reconocimiento oficial de la familia burguesa internacional: la ONU.
La burguesía israelí y sus fuerzas armadas se llevan la peor parte de la Intifada. Su respuesta ha sido adoptar técnicas de represión fascistas: castigo colectivo, toque de queda, demolición de casas, profanación de tierras de cultivo, cierre forzoso de escuelas y hospitales y encarcelamiento masivo, muchos en campos de concentración en el desierto del Néguev (por ejemplo Ansar, apodado “el campo de la muerte lenta” por los internos). En las calles, a los trabajadores desarmados – hombres y mujeres, jóvenes y ancianos – se les dispara con balas de goma. Se disparan gases lacrimógenos contra hogares, escuelas y hospitales. Igualmente, en su intento de disfrazar la naturaleza de la intifada, la burguesía palestina ha enviado a innumerables ilusos a misiones suicidas con bombas. Miles de personas han muerto.
La burguesía jordana también se alarmó por la intifada. Pocas semanas después de que comenzara, el rey Hussein se reunió en secreto con dirigentes israelíes y exigió que fuera aplastada inmediatamente. A Hussein le preocupaba que la intifada se extendiera a la orilla oriental del río Jordán, donde la clase trabajadora vive en una pobreza generalizada similar a la de sus hermanos y hermanas de la orilla occidental.
La reacción del rey Hussein es típica de la burguesía de todo el mundo árabe. El apoyo a la Intifada entre la clase obrera árabe ha obligado a la clase dirigente árabe a manifestar públicamente su apoyo. Los jefes de Estado árabes han donado millones para “ayudar a dirigir la Intifada”. En realidad, este dinero ha sido despilfarrado por la OLP, comprando limusinas y consulados tipo embajada en las capitales del mundo; y gran parte se ha canalizado hacia los “territorios ocupados” en un intento de comprar la militancia de la clase obrera. Esta política ha fracasado por dos razones: en primer lugar, por la corrupción personal de los funcionarios respaldados por la OLP y, en segundo lugar, porque gran parte del dinero se ha agotado desde la caída en desgracia de la OLP tras la Guerra del Golfo. La burguesía palestina pide dinero a gritos y advierte a los países árabes de que deben “suscribir un programa de ayuda económica destinado a aliviar las condiciones en Cisjordania… Esto reduciría las posibilidades de una mayor radicalización infecciosa del pensamiento popular, que amenaza la estabilidad de todo Oriente Próximo”.2
La burguesía árabe ha intentado canalizar el apoyo popular a la intifada hacia el odio a sus homólogos israelíes. Sin embargo, esta política también ha fracasado. En varias ocasiones, la Intifada ha salido de sus confines geográficos. En Jordania, en 1988, durante los disturbios, manifestaciones y huelgas contra las medidas de austeridad, los trabajadores adoptaron los métodos de sus camaradas palestinos, utilizando hondas y envolviéndose la cara con keffiya.
Del mismo modo, en Argelia, el sultán Ben Jahid aplastó su propia “intifada” en noviembre de 1988, justo a tiempo para acoger el Consejo Nacional Palestino y bañar su manchado régimen en retórica “revolucionaria y antiimperialista”.
Si la burguesía israelí cede territorio será porque quiere librarse de una clase obrera militante incontrolable. Por la misma razón el rey Hussein de Jordania ha renunciado a sus pretensiones sobre Cisjordania.
Sea cual sea la facción (o facciones) burguesa que herede los territorios, la primera tarea será la destrucción de la clase obrera autónoma. Será necesaria una fuerte represión brutal y la rápida asimilación de la clase obrera palestina al mercado mundial...
Fuente en inglés: https://libcom.org/article/
[Italia] Saboteemos la guerra
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Presentación de Guerra de Clases:
Publicamos ahora (en varios idiomas, como muy a menudo) un llamamiento a la movilización internacional e internacionalista contra la guerra en Ucrania, hecho por compañeros anarquistas en Italia. Apoyamos ampliamente este texto muy interesante, que intenta dar una dirección a muchas iniciativas locales que se niegan, en una guerra que opone naciones capitalistas entre sí, a elegir un bando burgués contra otro, un “mal menor” contra lo que se nos presenta como “lo peor” o incluso “el mal absoluto”.
Sin embargo, hay algunos puntos de desacuerdo que nos gustaría criticar muy brevemente aquí. Efectivamente, hay “elementos de lenguaje” que se parecen un poco a los utilizados por la propaganda de guerra del Kremlin, y a veces también argumentos que nosotros no utilizaríamos, como las medidas represivas contra la comunidad rusoparlante en Ucrania, el hecho de que los nazis y los fascistas están muy presentes y son muy poderosos en Ucrania, etc. Por supuesto, todo esto es objetivamente cierto, pero como lo verdadero es un momento de lo falso, también puede tender (sin que quienes afirman “ciertas verdades” sean siquiera conscientes de ello) hacia una potenciación objetiva de la totalidad de la falsedad. En resumen, en lugar de utilizar los argumentos de nuestros enemigos de clase, aunque estos elementos cubran momentos reales, habría sido mejor desarrollar, clarificar y reforzar nuestras propias consignas, nuestra propia comprensión de este torbellino bélico que amenaza con arrastrar a la humanidad hacia la nada y su perdición. Queremos señalar que todos estos “elementos de lenguaje” podrían, desgraciadamente, distorsionar los elementos de fuerza que produce este llamamiento a la movilización y la voluntad (y la necesidad) de organizarse contra ambos bandos.
Otro inconveniente que nos gustaría destacar aquí es el hecho de que el texto se limita a hablar únicamente de “detener la guerra”, “imponer el cese de las hostilidades desde abajo”, “detener la carnicería actual” o de “poner fin a la masacre”, afirmaciones que fácilmente podrían conducir a una posición pacifista y a un deseo de volver al statu quo ante… a una situación prebélica, en definitiva a una situación en tiempos de “paz” frente a tiempos de “guerra”…mientras que en tiempos de “paz”, y por tanto de paz social, el capital está en guerra permanente contra nuestra clase, contra la humanidad, y nosotros estamos concomitantemente en guerra de clases contra nuestros explotadores. La única excepción a estas afirmaciones, que podrían inspirar a más de un pacifista, es la consigna final que llama a “transformar la guerra de los patrones en guerra contra los patrones”, que es efectivamente por lo que estamos luchando: ¡transformar la guerra militar, la guerra contra nuestra clase, en una guerra social, una guerra de clases dirigida por nuestras iniciativas y nuestras ofensivas, una lucha y una guerra por el comunismo!
En este sentido, nos gustaría también subrayar uno de los puntos más fuertes entre otros: “Cualquier Estado que libra [la guerra], también la vuelve contra su propia población, y en particular contra su propio proletariado; […] la guerra siempre refuerza el poder de las clases dominantes sobre los dominados, intensificando su esclavitud y explotación.” Y por eso, debemos insistir en que el proletariado no tiene otra opción que librar su guerra social contra su propia burguesía…
Podríamos desarrollar aquí otros desacuerdos, como la visión que tienen los camaradas de la “lucha partisana” durante la Segunda Guerra Mundial, que para nosotros es mucho más compleja que su planteamiento simplificado tal y como ellos lo exponen. ¡NO! no compartimos su visión de que “los partisanos eran desertores que luchaban contra el ejército oficial de “su” Estado” o que “la participación en la lucha armada partisana era libre y voluntaria”. En pocas palabras, la “lucha partisana” estaba dividida entre las fuerzas políticas tradicionales (y por tanto burguesas) que defendían la república o la monarquía y, por otro lado, estaba todo el poder dominante del estalinismo (y del trotskismo, que apoyaba “críticamente” a la URSS, es decir, un bando burgués contra otro) para enmarcar cualquier iniciativa autónoma de las redes proletarias, que muy rápidamente serían vaciadas de su sustancia subversiva en favor de la falsa polarización burguesa del fascismo contra el antifascismo…
Aprovechamos esta ocasión para saludarlos a “los partisanos [que] eran [realmente] desertores [y] que luchaban contra el ejército oficial de “su” Estado”, es decir a los proletarios reclutados a la fuerza bajo el uniforme iraquí o iraní que, durante la terrible guerra que duró ocho largos años, de 1980 a 1988, organizaron centenares de motines, deserciones colectivas, acciones de confraternización, y que se reunieron en la región de los pantanos para luchar contra ambos bandos, contra ambas naciones capitalistas, para plantear nuestra única respuesta de clase a la guerra: ¡¡¡el internacionalismo y la lucha por el comunismo!!!
Guerra de Clases
Saboteemos la guerra
Llamamiento a una movilización internacional e internacionalista contra la guerra en Ucrania
Fuente en italiano: https://ilrovescio.info/2023/
La guerra en curso en Ucrania no es un conflicto entre muchos, y menos aún una simple “guerra por los recursos”, sino un capítulo central de un enfrentamiento más amplio entre bloques de países capitalistas por el reparto del mundo, en el que están en juego la supremacía económica, militar y tecnológica y la redefinición de los equilibrios internacionales. De hecho, mientras se combate en Ucrania desde hace más de un año y medio, el choque militar con el principal adversario del capitalismo occidental, China, se perfila en el trasfondo. Decir que estamos en el plano inclinado que puede conducir a la Tercera Guerra Mundial no nos parece ni una exageración ni un alarmismo innecesario.
Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, se está librando una guerra simétrica en Europa, con grave riesgo de escalada nuclear. Es también la primera guerra directa entre Rusia y la OTAN de la historia, en la que participan las principales potencias nucleares del planeta (Federación Rusa, Estados Unidos, Reino Unido, Francia).
La guerra siempre ha sido un instrumento de reestructuración económica para el capitalismo en crisis. Acompañada aún hoy de esas políticas de intervencionismo estatal tan queridas por la izquierda que ya han sido pródromos de conflictos mundiales, la guerra es la forma más radical de opresión ejercida por los Estados y los capitalistas contra los explotados. Por estas razones consideramos que el conflicto actual es un ataque contra todos los proletarios.
Iniciada en 2014 con el ataque contra las poblaciones rusoparlantes de Ucrania, esta guerra se inscribe en el marco estratégico de la expansión de la OTAN hacia Europa del Este. Esta expansión ha entrado en el “patio trasero” (y, en términos económicos, en el espacio comercial) de una potencia militarista y autoritaria que, como demuestra, entre otros ejemplos, la feroz represión de la revuelta de Kazajstán en enero de 2022, no está dispuesta a tolerar ningún desorden dentro de su esfera de influencia.
Los resultados más dramáticos los pagan directamente la población ucraniana y los jóvenes rusos alistados en la guerra, pero otras poblaciones los sufren indirectamente. Las de África sufren el encarecimiento de los cereales y la escalada de los conflictos regionales, mientras que los explotados de Occidente son testigos de la creciente militarización y el empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo.
Desde 2014, se han aplicado en Ucrania una serie de feroces reformas antirrusas y antipopulares, que se intensificaron tras la invasión rusa del 24 de febrero de 2022: la abolición del ruso como segunda lengua en zonas del sureste de Ucrania; la prohibición de participar en las elecciones a las listas consideradas prorrusas; la represión religiosa de los fieles ortodoxos rusos; las leyes de “descomunistización”, con penas de hasta 10 años de cárcel por el delito de “propaganda comunista”; la celebración, con ceremonias oficiales y dedicación de monumentos, del criminal de guerra Stepan Bandera; la integración de los nazis de Pravy Sector y Svoboda en las fuerzas armadas, empezando por la Guardia Nacional y la creación de los tristemente célebres batallones Udar y Azov; el acoso, los ataques, las violaciones, los asesinatos y los bombardeos contra la población del Donbass (unos 14.000 muertos entre 2014 y 2022, incluidos cientos de niños); la horrible masacre de Odessa del 2 de mayo de 2014, cuando manifestantes desarmados que exigían la independencia de Ucrania, y que se habían refugiado en la Casa de los Sindicatos local, fueron masacrados y quemados vivos por una masa de nazis armados escoltados por la policía. Estas auténticas provocaciones –que, no nos olvidemos, al dirigirse contra un sector de la población de Ucrania atacaban al Gobierno y al Estado rusos tanto en términos de prestigio internacional como de consenso interno– están en el origen de la guerra.
Desde 2014, Ucrania se ha convertido en una especie de feudo de Estados Unidos. Estos, junto a sus aliados, han conseguido lo que ni siquiera pudieron lograr en países directa y militarmente invadidos como Irak, convirtiendo al ucraniano en una especie de Estado hecho a medida de las multinacionales y el gran capital occidental. Por poner algún ejemplo, ya en 2020 Zelensky abolió la moratoria sobre la venta de “tierras negras” ucranianas [chernozem, uno de los suelos más fértiles. Ucrania alberga una cuarta parte mundial – ndt] (entregando millones de hectáreas a los cultivos transgénicos de Bayer-Monsanto), mientras que con el inicio de la invasión rusa se rompieron los convenios colectivos de las empresas con menos de 200 empleados (es decir, la inmensa mayoría de las empresas ucranianas) y se impuso la prohibición de huelgas y manifestaciones.
Consideramos un hecho grave e inquietante que algunos compañeros, en Ucrania y en otros lugares, puedan apoyar económicamente, con propaganda e incluso militarmente al gobierno de Kiev y a la “resistencia ucraniana” sin decir ni una palabra al respecto. Históricamente, desde la Primera Guerra Mundial, este tipo de ceguera ha sido hija del intervencionismo, esa misma plaga moral que, tras la Primera Guerra Mundial, abrió la puerta de par en par al advenimiento del fascismo.
El paralelismo mediático entre la “resistencia ucraniana” y la lucha partisana contra el nazi-fascismo (y con las guerrillas de liberación en general) es histórica, política y éticamente inaceptable. Dejando a un lado las profundas diferencias en el contexto histórico (y el pequeño detalle de la presencia de grupos nazis dentro del ejército ucraniano…), lo inaceptable del paralelismo tiene que ver precisamente con la relación entre medios y fines, es decir, con el por qué y el cómo se lucha. En la mayoría de los casos, los partisanos eran desertores que luchaban contra el ejército oficial de “su” Estado, mientras que el ejército ucraniano es un ejército regular controlado por el gobierno de turno. La participación en la lucha armada partisana era libre y voluntaria, mientras que en Ucrania rige la ley marcial y quienes se niegan a luchar acaban en la cárcel. La autonomía político-militar de las formaciones partisanas también estaba vinculada a los medios de combate empleados: fusiles, ametralladoras, granadas de mano y bombas incendiarias podían utilizarse sin un aparato coercitivo centralizado, mientras que los drones conectados por satélite, los lanzacohetes, los tanques y los misiles de largo alcance reflejan y remiten a una jerarquía de mando precisa, que es la de la OTAN.
La participación de algunos anarquistas y militantes de izquierdas en la guerra en curso implica, por tanto, formar parte de esta misma jerarquía: obediencia a las órdenes, determinación de los objetivos por parte de la inteligencia occidental, subordinación a un gobierno altamente opresor y a los intereses del capital internacional. Tal adhesión a la alineación de la OTAN implica la renuncia a toda perspectiva revolucionaria e internacionalista. Por último, pero no por ello menos importante, en el plano ético esta adhesión implica abandonar toda crítica de la política autoritaria, represiva y antiproletaria del gobierno de Kiev.
Decir esto no significa en absoluto morder el anzuelo de la propaganda rusa sobre una “operación militar especial” destinada a la “desnazificación” de Ucrania. No sentimos ninguna simpatía por el odioso estado policial impuesto por el gobierno ruso a su pueblo; no ignoramos la persecución de la oposición y de los anarquistas en Rusia, y apoyamos las múltiples formas de insubordinación manifestadas en la Federación Rusa y en Bielorrusia contra la guerra. Del mismo modo que denunciamos el embrollo mistificador del mito de la “resistencia ucraniana”, rechazamos igualmente la sugestión en boga en ciertos círculos (neo-estalinistas, soberanistas de derecha e izquierda y demás) sobre una función emancipadora mundial desempeñada por el bloque ruso-chino. No sólo deploramos que los explotados vayan a morir por los intereses de sus amos y dirigentes (aunque sean enemigos de nuestros enemigos más inmediatos); sino que somos muy conscientes de que la guerra es «ante todo un hecho de política interior, y el más atroz de todos» (Simone Weil); que cualquier Estado que la libra, también la vuelve contra su propia población, y en particular contra su propio proletariado; que la guerra siempre refuerza el poder de las clases dominantes sobre los dominados, intensificando su esclavitud y explotación.
El actual es también un capítulo de un enfrentamiento más general por la supremacía tecnológica (que, por cierto, enfrenta al principal aliado político de Rusia, China, con Estados Unidos). Hoy, como nunca antes en la historia, nuevos dispositivos mortíferos pueden destruir la vida en el planeta. Muchas de las tecnologías utilizadas en esta guerra –como los drones, los sistemas de inteligencia y control, el desarrollo de la inteligencia artificial y los algoritmos predictivos– se están probando en el campo de batalla para luego ser desplegadas por las policías y los tecnócratas de todo el mundo.
Esta afirmación puede aplicarse a todas (las tecnologías): «Si tenéis ideas, o proyectos piloto sencillos que probar antes de su producción en masa, podéis enviárnoslos y os explicaremos cómo proceder. Y al final tendrán el sello, “probado sobre el terreno”. Las start-ups vuelven con productos competitivos en el mercado porque han sido probados sobre el terreno». Quien habla así no es un fabricante o inspector “cualquiera” de vehículos, programas informáticos o termostatos digitales, sino el General Volodymyr Havrylov, Viceministro de Defensa ucraniano. El público al que se dirige es la National Defence Industrial Association Future Force Capabilities, durante la conferencia nacional que se celebrará en Austin (Texas) el 21 de septiembre de 2022.
Históricamente, el desarrollo de las tecnociencias conduce a la guerra, y viceversa, la guerra implica necesariamente el desarrollo de las tecnociencias. Hoy día, todas las tecnologías son inherentemente duales. La separación entre investigación militar y civil ha desaparecido (suponiendo que alguna vez existiera). Por lo tanto, no es de extrañar que lo que se prueba en los campos de batalla luego se utilice contra los proletarios en otras zonas del mundo, incluidos los países en “paz”. El uso y la experimentación de las nuevas tecnologías intensifican el control de las poblaciones, haciendo cada día más difíciles las posibilidades de liberación del Estado y del capital.
Hoy más que nunca, un Estado competitivo en la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías adquiere mayor importancia política. La industria tecnológica, desde el Occidente democrático hasta el «socialismo de mercado» chino, contribuye a determinar las decisiones de los gobiernos. El conflicto de Ucrania, dada su envergadura y los actores implicados, acelera la llamada digitalización, un objetivo en las agendas de muchos Estados.
Como ocurre en conflictos de tales proporciones, a cada frente exterior le corresponde un frente interior. La represión no sólo aumenta en Rusia y Ucrania, sino también en todos los países implicados en el esfuerzo bélico.
Las operaciones policiales y las formas especiales de detención siempre han estado estrechamente vinculadas a la intensificación de los conflictos militares, con el objetivo de silenciar y eliminar cualquier posibilidad de disidencia y conflicto real. Algo de esto sabemos en Italia, con el 41 bis al que ha sido sometido Alfredo Cospito, el cierre de periódicos y páginas web del ámbito anarquista, el goteo de operaciones represivas que han llevado a la detención de decenas de anarquistas y antagonistas. Esta especie de contra-insurrección preventiva está estrechamente relacionada con la crisis internacional del capitalismo y la tendencia a la guerra mundial.
Uno de los aspectos fundamentales de la guerra en curso en Ucrania es el de la comunicación. La realidad sobre el terreno y su narrativa han resultado ser a menudo completamente divergentes; por poner sólo algunos ejemplos, la atribución al ejército ruso del bombardeo de la central nuclear de Enerhodar-Zaporizhizhia y la destrucción del gasoducto Nord Stream parecen ser los casos más flagrantes de ‘fake news’. Y no sólo eso. Lo que estamos presenciando es algo más que información sesgada: es auténtica propaganda de guerra. Una propaganda que está en continuidad con los niveles de condicionamiento puestos en marcha durante la Covid para imponer la narrativa dominante, y que además presenta trágicas referencias a episodios de la Segunda Guerra Mundial: el envilecimiento de los rusos (con, por ejemplo, las risibles “noticias” sobre un supuesto equipamiento obsoleto y de mala calidad) y su demonización, la exaltación de “nuestros héroes” (incluso los abiertamente nazis), las fantasmales “armas secretas” que cambiarán el curso de los acontecimientos…
Este tipo de información nos deja claro que estamos en guerra, aunque, por ahora, no se esté librando en casa. La guerra de la información es ante todo una guerra contra nuestros cerebros, destinada a alistarnos y hacer causa común convenciéndonos de que esta masacre no sólo es inevitable, sino también justa y conveniente. Por eso debe quedar claro que los responsables de esta información son parte integrante de la maquinaria de guerra, y deben ser tratados como tales.
Por todas estas razones, y otras más, urge relanzar la iniciativa internacionalista para detener la carnicería actual y evitar nuevas escaladas peligrosas.
El enemigo no son los reclutas enviados a la fuerza al frente, no son los trabajadores del país adversario, son todos los patrones, sus gobiernos, sus Estados y sus ejércitos. Mientras nuestras hermanas y hermanos son sometidos a las atrocidades más brutales, hay una burguesía que se enriquece con la producción de armas y especula con las consecuencias de la guerra (partición y reconstrucción de Ucrania, acogida selectiva, inflación, etc.).
Volvamos a poner en el centro la crítica al Estado y rechacemos alistarnos en ningún frente, con la convicción de que la única fuerza que puede detener la guerra es la movilización de los explotados en todo el mundo.
Internacionalismo para nosotros significa derrotismo, es decir, la crítica a todos los gobiernos empezando por “el nuestro”, el ataque a todos los patronos y burguesías nacionales empezando por los que nos explotan cada día. Por lo tanto, desde este lado del frente, queremos oponernos y sabotear tanto como sea posible la OTAN (es decir, la principal alianza militar del mundo, y el brazo armado del capitalismo occidental), al igual que nuestros hermanos y hermanas en Rusia luchan contra la maquinaria militar de su lado (como nos dicen, por ejemplo, los informes de sabotaje contra las infraestructuras que transportan tropas y vehículos, o los ataques contra los centros de reclutamiento); y al igual que otros hermanos y hermanas en Ucrania se oponen al esfuerzo bélico de su gobierno. A pesar de la censura, sabemos que también en Ucrania hay quienes hacen propaganda y agitación contra la guerra; y hay quienes se oponen a ella en la práctica, por ejemplo ayudando a fugitivos y desertores a abandonar el país, o dándoles refugio. Esto también es derrotismo consecuente.
Nuestro horizonte, como anarquistas, es derrotista también porque la historia nos enseña que siempre y sólo de las ruinas del propio Estado se abren perspectivas de revolución para los oprimidos. Entendemos el derrotismo como un acto de solidaridad con aquellos que pagan el precio de la guerra en su propia piel, y como un acto de venganza de clase por el sufrimiento de nuestras hermanas y hermanos en todas las zonas de conflicto militar. Nos solidarizamos con todas las víctimas de la guerra cada rincón del planeta, con los que huyen de ella y encuentran el obstáculo de las fronteras, con los que encuentran la muerte por tierra y por mar y que, en caso de sobrevivir, a menudo son sometidos a una explotación brutal.
Las tensiones que se han producido o se están produciendo en Kosovo, Kaliningrado y Taiwán, los levantamientos en Níger, Gabón y otros países centroafricanos, se inscriben en una tendencia a la mundialización del conflictos y nos dan la medida de lo que está en juego: si no somos capaces de romper todos los frentes, atacando cada uno a su propio Estado y a sus clases dominantes, la aniquilación de la humanidad, o su esclavización cada vez más despiadada en una situación de guerra infinita, están simplemente a la vuelta de la esquina. Por el contrario, podrían abrirse posibilidades revolucionarias.
Aunque por el momento no ha habido movimientos consistentes de oposición a la guerra, también hay que señalar que, a pesar de la propaganda machacona, una parte importante de la población, incluso dentro de Occidente, está en contra de apoyar el esfuerzo bélico. Esto es algo que debe tenerse en cuenta en la perspectiva de la construcción de una movilización de masas.
Por lo tanto, llamamos a la construcción de una movilización radical, internacional y generalizada que, saboteando la guerra, tenga la ambición de imponer el cese de las hostilidades desde abajo. No tenemos nada que pedir a los gobiernos, ni depositamos ninguna confianza en ellos; somos conscientes de que la acción directa de los explotados de todo el mundo es la única fuerza real que puede poner fin a la masacre. Por eso consideramos necesario oponerse a la máquina de guerra tanto en Rusia, como en Ucrania, como dentro de los países capitalistas occidentales responsables de este conflicto y de todas las principales guerras de los últimos treinta años.
- ¡Apoyemos la deserción en todos los frentes, ofreciendo refugio y solidaridad a todos los que eluden el servicio militar obligatorio y se niegan a participar en la masacre!
- ¡Saboteemos la máquina militar, impidamos la producción bélica y bloqueemos los flujos de la logística militar!
- Desenmascaremos el consenso y la máquina de propaganda. ¡En esta guerra híbrida, ¡los medios de comunicación son parte integrante de la maquinaria de guerra!
- ¡Opongámonos a la ocupación militar de los territorios, contestando y oponiéndonos a las bases militares, a los ejercicios de guerra y a la militarización de la vida pública!
- ¡Apoyemos la necesidad de una verdadera huelga general que, más allá de las formas rituales y testimoniales, pare concretamente la industria y la logística de los países implicados!
- ¡Desenmascaremos la complicidad de la universidad y la investigación con el aparato industrial-militar y los intereses económicos capitalistas que están detrás de toda guerra!
PRESIONEMOS PARA ACABAR CON LA GUERRA DE LOS PATRONES EN GUERRA CONTRA LOS PATRONES
Roma, 2 septiembre 2023
Anarquistas provenientes de Roma, Génova, Carrara, Cosenza, Módena, Milán, Lecco, Turín, y de las regiones de Umbria, Trentino, y centro de Italia
per contatti: appelloantimilitarista(@)anche
Traducción al español: https://lucharcontrael41bis.
Por una movilización internacionalista y antiautoritaria contra la guerra. Tercer encuentro en Carrara el 1 de octubre
Fuente en italiano: https://ilrovescio.info/2023/
En el curso de los debates del 22 de julio y el 2 de septiembre en Roma se ha escrito un documento “Saboteemos la guerra. Llamamiento a una movilización internacional e internacionalista contra la guerra en Ucrania”, publicado en lengua italiana entre el 12 y el 13 de septiembre.
Pretendemos abrir espacio a un debate sobre el actual estado de guerra permanente y lanzar una movilización internacionalista y revolucionaria contra la guerra en curso. Por estos motivos –como se sostiene en el llamamiento– consideramos de vital importancia estimular el desarrollo de todas aquellas formas de lucha que sepan apoyar la deserción en todos los frentes, sabotear la maquinaria de guerra (desde el punto de vista de la producción como de la propaganda de los mass-media), oponerse a la ocupación militar de territorios, construir y apoyar una huelga general prolongada y de clase para detener la industria y la logística de los países implicados, desenmascarar la complicidad de la universidad y de la investigación así como los intereses capitalistas en juego.
Lanzamos un tercer encuentro para continuar el debate, definir la divulgación del documento (así como la contextual traducción a otros idiomas) y analizar las posibilidades de movilización en los próximos meses.
Las operaciones policiales siempre han estado estrechamente vinculadas a la intensificación de los conflictos militares. Este tercer encuentro será en Carrara, donde recientemente se ha desplegado la operación Scripta Scelera contra el quincenal anarquista internacionalista “Bezmotivny”. A cada frente externo le corresponde uno interno. Con esta investigación el Estado quiere silenciar una voz intransigente de propaganda y agitación internacionalista. Una vez más, el Estado pretende golpear la unión teorico-práctica del anarquismo, además de la solidaridad revolucionaria con los explotados de todo el mundo.
Después del intenso movimiento de solidaridad internacional con Alfredo Cospito seguimos apoyando a los compañeros y compañeras golpeados por la represión y el análisis del conflicto revolucionario y de clase, conscientes de que hoy como ayer es necesario acabar con la guerra de los patrones en guerra contra los patrones.
Lo discutiremos el 1 de octubre en el Circolo Culturale Anarchico “Gogliardo Fiaschi”, en via Ulivi 8, Carrara, a partir de las 11:00.
Per contatti: appelloantimilitarista@anche.
Traducción al español: https://lucharcontrael41bis.