Otro crimen policial en Bruselas
El lunes 2 de junio, un coche de policía atropelló y mató a Fabian, a pocos días de cumplir doce años. Su delito: conducir un patinete en el parque Elisabeth de Ganshoren (municipio al oeste de la aglomeración de Bruselas), cuando la edad mínima legal para conducir estos vehículos es de 16 años.
Las
primeras informaciones oficiales hablaban de un «delincuente» que huía y que
había sido atropellado accidentalmente al final de una persecución. Pero
según los testimonios de las personas presentes, no hubo realmente ninguna
persecución. Fabian, que estaba probando el patinete de su hermano mayor,
quiso evitar un control policial pasando por el césped, cuando fue
atropellado por el coche de policía que lo había seguido a gran velocidad
por el césped. La policía que acompañaba al conductor amenazó a los testigos
que tomaban fotos; en un video se escucha a un policía justificar los hechos
diciendo: «Cuando sus jóvenes conducen por las aceras y matan a ancianas
en la acera, no se dice nada».
En realidad, no se trata de un desafortunado accidente, sino de un delito, y forma parte de toda una serie: sin remontarnos más atrás, hace menos de un mes Christophe Amine murió tras ser atropellado durante una persecución en la calle Blaes de Bruselas.
Desde hace más de ocho años, los vecinos del barrio se quejan de la conducción peligrosa de los coches de policía en el parque; la situación no ha hecho más que empeorar desde que el parque fue designado «punto caliente» en febrero de 2025 por el Consejo Regional de Seguridad de Bruselas, en el marco de su «guerra contra la droga». Esto se traduce, en las zonas susceptibles de acoger el tráfico, en una presencia y en intervenciones policiales frecuentes que suponen una amenaza directa para los habitantes considerados más o menos sospechosos. Por otra parte, todo el mundo sabe que la violencia policial hacia los jóvenes, sobre todo si son de origen inmigrante, es una constante. Los habitantes del municipio de Jette, donde vivía Fabián, protestaron recientemente (en abril) contra el acoso policial hacia los jóvenes.
El orden burgués se caracteriza por la explotación de una gran masa de la población, es decir, por una violencia social que se traduce en crecientes desigualdades y múltiples opresiones. Un sistema así solo puede ser defendido por las «fuerzas del orden», por una policía que mantiene un clima de intimidación y miedo entre la población mediante la amenaza permanente del uso de la violencia. Los delitos policiales no son accidentes, «meteduras de pata» causadas por «ovejas negras», sino la consecuencia inevitable y necesaria del papel de la policía al servicio de este sistema. Por eso nunca podrán evitarse con «buenas leyes», como recomiendan las almas caritativas, los demócratas burgueses que buscan ante todo calmar la ira contra estos crímenes; y, por otra parte, cada vez se constata que las normas o las leyes no se respetan, sin que ello conlleve sanciones contra los policías. Mientras reine el capitalismo, la violencia y los crímenes policiales no desaparecerán, al igual que no desaparecerán la explotación, la opresión, el racismo y las guerras.
Para que mañana no haya más familias llorando a sus hijos, será necesario que el capitalismo haya desaparecido, derrocado por la revolución de los proletarios, los explotados y los oprimidos.
7 de junio de 2025
Partido Comunista Internacional
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¿Cuál es el futuro de los palestinos de Gaza?
Los palestinos se enfrentan a su exterminio sistemático, deseado y organizado por Israel con la aprobación y el apoyo de todos los imperialistas, empezando por los muy democráticos Estados Unidos de América y los Estados europeos.
Después de décadas de intentos infructuosos de constituirse en nación y en Estado independiente, a la altura de los demás y sobre todo de Israel, no parece haber salida; pero existe una: la vía histórica de la reanudación de la lucha de clases del proletariado no sólo en los países de Oriente Medio, sino sobre todo en los países capitalistas avanzados, con la perspectiva de la revolución proletaria y comunista internacional, en Europa, en América, en Rusia, en Extremo Oriente, en China y en Japón; una lucha de clases que no puede dejar de afectar, desde el exterior, incluso a países donde la colaboración de clases entre proletariado y burguesía se ha cimentado tanto durante décadas que parece inexpugnable, como es el caso de Israel.
Para muchos, esta perspectiva puede parecer fuera de la realidad, imaginaria e irrealizable, del mismo modo que un "despertar" de las clases trabajadoras en los países de Oriente Medio.
La clase burguesa dominante ha soportado durante más de doscientos años una serie interminable de crisis económicas, comerciales y financieras, de luchas sociales y de asaltos proletarios al poder, incluso una revolución como la bolchevique de 1917 con su influencia temporal en Europa y en el mundo, después de haber soportado dos guerras mundiales, una más devastadora que la otra, y sus consecuencias negativas, después de haber seguido desarrollando la economía industrial y capitalista sometiendo a sus leyes todas las partes del mundo, incluso las más alejadas geográficamente de los grandes centros financieros e imperialistas, y después de haber atado a todos los proletarios a los intereses nacionales de su propia burguesía, reprimiendo las revueltas y rebeliones cada vez que estallaban, y de seguir iniciando guerras en todas las partes del mundo hasta el punto de hacer temblar la pacífica Europa; después de todos estos hechos, lo que parece imposible no es la revuelta, la rebelión de capas populares o naciones enteras contra la opresión a la que son sometidas constantemente por los grandes Estados imperialistas, los grandes monopolios y trust mundiales y los grandes bancos, sino que las revueltas y rebeliones se conviertan en luchas de clases organizadas como ocurrió en el siglo XIX y en las tres primeras décadas del siglo XX.
Hasta ahora hemos sido testigos de cómo Estados democráticos, en función de los intereses inmediatos y futuros de su propia burguesía, se aliaban o chocaban con otros Estados democráticos o con Estados autoritarios, totalitarios, pero todos igualmente burgueses y antiproletarios; desde hace décadas asistimos a una militarización cada vez mayor de las fronteras y de toda sociedad nacional, sin importar si esta militarización es obra de la burguesía nacional o de otras burguesías que se han impuesto ganando guerras. Cada vez es más evidente, sobre todo desde el final de la segunda guerra imperialista mundial, que la lucha de competencia entre los diversos capitalismos nacionales ha puesto en primer plano lo que el Manifiesto del Partido Comunista, El Capital, El Imperialismo…, en una palabra, el marxismo, predijo hace ciento ochenta, ciento sesenta y ciento diez años: los Estados burgueses, sean democráticos, monárquico-constitucionales o totalitarios, son, en todos los países, instrumentos de la dominación capitalista sobre la sociedad; chupan el sudor y la sangre del trabajo asalariado de las masas proletarias, el sudor y la sangre de las masas campesinas pobres, con el único fin de reforzar el poder del capitalismo sobre todos los territorios del planeta, sobre todos los mares y en todos los cielos. Según la burguesía, las leyes del capital, y por tanto de la gran burguesía capitalista, deben ser obedecidas no sólo por las grandes y pequeñas empresas, los grandes y pequeños negocios, cada pequeña y gran hacienda, por tanto cada país, y cada individuo desde que nace y mientras respire, sino todas las generaciones que vendrán después. Si se imagina el futuro a partir de lo que ocurre en el presente, el futuro no es de la tan cacareada prosperidad, de la tan invocada paz, de la reivindicada libertad, igualdad, fraternidad: el futuro previsto en cada país por la burguesía dominante lo cuentan las bocas de los cañones, las bombas que caen sobre sus cabezas, los misiles disparados desde tierra, mar y cielo. Y cuando no son los cañones los que disparan, las bombas y los misiles los que causan estragos y arrasan ciudades enteras, son el hambre, la desnutrición, la sed, la carestía y la criminalidad que siempre se aprovecha del caos provocado por las crisis sociales y la guerra. Burguesía y criminalidad, aunque luchan entre sí, se apoyan mutuamente, ambas son hijas del modo de producción capitalista, para ambas su dios todopoderoso es el dinero al que sacrifican todo, incluidos los pueblos.
Contra este mundo, contra este futuro, no es la "buena voluntad" de los hombres, no es la "democracia" con sus "valores de libertad e igualdad", tan falsos como cualquier otro, la solución. La clase burguesa no está formada por hombres que se preocupan por la sociedad de los hombres, sino que está formada por hombres que son instrumentos del capital, son la mano del dios-capital, cuyos intereses van en contra de la sociedad humana: cuando los intereses de la vida social de la especie humana se ponen en el lugar de los intereses del capital, del dinero, de la mercancía, es decir, de una economía destinada a doblegar el trabajo humano exclusivamente a la valorización del capital, entonces no se destierra ninguna violencia: la violencia del capital, de su economía mercantil, se transfiere directamente a la violencia de la clase que detenta el poder político, económico, militar, doblegando a toda la sociedad a los intereses del capitalismo a cuyo "servicio" esta clase no sólo se apropia y centraliza toda la riqueza producida por el trabajo humano, sino que ejerce todo tipo de violencia para defender este poder y extenderlo a territorios más amplios.
La guerra -que la burguesía israelí libra desde hace décadas contra todos los pueblos que viven en los territorios limítrofes de lo que para los israelitas ha sido siempre la "Tierra Prometida" (...prometida por el Dios de Israel), empezando por la población palestina, que desde hace algunos milenios está presente en toda la zona por ser también una población semita, como lo es la hebrea-, tiene sus raíces no en el supuesto antisemitismo de los palestinos, sino en el interés y necesidad de ambos pueblos de dominar al otro para controlar el territorio compartido, especialmente en las zonas fértiles a lo largo del Jordán, y que tenía en los contrastes religiosos plurimilenarios una justificación ideológica para ambos bandos. Con el desarrollo del capitalismo, y por tanto de las clases burguesas para cada población de la zona, los contrastes adquirieron inevitablemente las características de una guerra permanente en la que, tras la caída del imperio otomano que había dominado aquellos territorios durante cuatro siglos y su colonización por las potencias imperialistas vencedoras de la Primera Guerra Mundial -Inglaterra y Francia-, toda la zona de Oriente Próximo y Oriente Medio quedó completamente desmembrada de las antiguas instituciones imperiales. Inglaterra y Francia establecieron allí, con fines de dominación imperialista, nuevas entidades nacionales: Irak, Palestina/Israel, Jordania, Líbano, Siria, Kuwait, Arabia Saudí, sin tener en cuenta las tradiciones asentadas de las diferentes etnias y poblaciones, sino únicamente sus propios intereses imperialistas.
Naturalmente, los intereses de las potencias imperialistas incluían no sólo la partición del antiguo Oriente Próximo y Oriente Medio otomano en zonas de influencia (así Siria y Líbano fueron asignados a Francia, Jordania, Palestina/Israel, Irak, Kuwait y Arabia Saudí, a Inglaterra) para controlar directamente las vías de comunicación, el monopolio del comercio y la explotación de los yacimientos petrolíferos, sino también la incitación de las diversas minorías (en primer lugar los kurdos, y después también los judíos) contra las poblaciones árabes. Al final de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Sèvres (1920) definió las nuevas fronteras, cambiando radicalmente toda la zona de Oriente Próximo. Con la Segunda Guerra Mundial, la derrota de las potencias del Eje y de las entidades estatales árabes que las apoyaban, y el exterminio de los judíos, las democracias imperialistas victoriosas por segunda vez sobre los totalitarismos imperialistas, no hicieron sino agravar los conflictos entre las poblaciones de la zona de Oriente Medio, particularmente en lo que se refiere a la creación de Israel, que de ser un "hogar judío" se convirtió en 1948 en un Estado de pleno derecho en un territorio que las potencias imperialistas mundiales unidas en la ONU desde 1945 habían querido dividir en dos Estados diferentes, uno palestino y otro judío, lo que nunca ocurrió. Que Inglaterra, Estados Unidos y la propia Francia estaban esencialmente del lado de la población judía y no de la población árabe era evidente, más allá de las repetidas declaraciones sobre los conflictos árabe-israelíes y sobre "dos pueblos, dos Estados", desde la violenta constitución del Estado de Israel que provocó la primera gran catástrofe (en árabe, al-Nakba) para los palestinos, que se vieron obligados a huir a Líbano y Jordania; ni Inglaterra ni Francia intervinieron para impedir el éxodo forzoso de 700.000 palestinos de su tierra ocupada militarmente por los israelíes. Un Estado judío convenía a todas las potencias imperialistas porque podía desempeñar el papel de su gendarme en una zona turbulenta y difícil de gestionar después de haberla desmembrado por completo. Y acallaba la mala conciencia de las democracias imperialistas que, a pesar de conocer el final al que iban a ir a parar millones de judíos en los campos de concentración nazis, no hicieron absolutamente nada para impedir ese exterminio anunciado.
Así, tras la guerra, favorecieron la emigración de cientos de miles de judíos de Polonia, Alemania, Rusia y el propio Oriente Próximo a Israel, su nueva patria. De este modo, el imperialismo -bajo la apariencia, formalmente democrática o no- esperaba mitigar, si no pacificar, un Oriente Próximo que más bien parecía una zona en la que los contrastes étnicos, religiosos, políticos y económicos de los pueblos que siempre lo habían habitado se cruzarían, agravándose, con los intereses contrapuestos de las diversas potencias imperialistas. Mientras tanto, a lo largo de las décadas transcurridas desde 1948, Israel se ha convertido en un país avanzado en términos capitalistas, con importantes objetivos expansionistas, objetivos que no pueden realizarse a menos que primero consiga someter a toda la población palestina de una manera que no perjudique en absoluto el interés de Tel Aviv en apropiarse de todo el territorio de Palestina, incluso a costa de exterminar a la población palestina como está ocurriendo en Gaza desde hace más de 600 días.
Las rebeliones, levantamientos, guerras, en las que los palestinos han sido protagonistas durante más de sesenta años, a pesar de haber sido derrotadas constantemente y de haber tenido que luchar no sólo contra el ejército de Israel, sino también contra los gobiernos y ejércitos de los países árabes que se declaraban partidarios y amigos de la "causa palestina"; mientras confían en la influencia y dirección de grupos políticos y milicias que desde la OLP en adelante, hasta la actual ANP y Hamás, han demostrado, por el contrario, que prevalecen sus propios intereses partidistas, sus propios privilegios, explotando a las masas proletarias y campesinas palestinas, poniéndose de vez en cuando al servicio de una u otra potencia regional, de una u otra potencia imperialista mientras sufren las consecuencias más terribles en términos de opresión, humillación, tortura y muerte, las masas palestinas siguen resistiendo y sobreviviendo en parcelas de tierra que se convierten cada vez más en cementerios al aire libre.
Que todas las potencias imperialistas están interesadas en mantener buenas relaciones económicas, comerciales, financieras y políticas con Israel es obvio; han seguido comerciando con armas de todo tipo, incluso después del 8 de octubre de 2023, y de esto los grandes campeones son Estados Unidos, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, incluso España, que, a la sombra del reciente reconocimiento de Pedro Sánchez del "Estado palestino", ha aumentado la importación de armas de Israel después del 7 de octubre de 2023, incluidos los nuevos misiles Spike y morteros Cardom "probados en combate" en Gaza (1). No han hecho nada para garantizar que las palabras conciliadoras de "dos pueblos, dos Estados" (que saben perfectamente que nunca se producirán) vayan seguidas de hechos, y nada para detener la violencia sistemática del ejército y los colonos israelíes contra la población civil palestina.
Su gran poder, político, económico, militar, ¿qué ha hecho? ¿Para proteger a la población civil palestina? ¿Para amedrentar al Estado de Israel amenazándole con fuertes represalias si no pone fin a su violencia sistemática contra la indefensa población palestina? Desde luego que no, dado que después de 600 días de bombardeos que están arrasando la Franja de Gaza, con sus más de cien mil muertos entre los muertos confirmados y los que están bajo los escombros, con sus cientos de miles de heridos, moribundos, hambrientos y enfermos sin tratamiento, muchos gobernantes trajeados se permiten el lujo de decir -delante de las cámaras- que Israel "está exagerando", que ha "cruzado el límite" (el límite de qué: ¿cuántas muertes de civiles son "aceptables" para ellos en casi dos años de bombardeos, golpeando escuelas, hospitales, casas de civiles, campos de refugiados,?), que es hora de "negociar" -¿con quién, con Hamás? que favorece la guerra emprendida por Israel y que, en cambio, tiene interés en que la población de Gaza siga sufriendo todas las efervescencias de las que es capaz el ejército israelí, para tener un motivo más para reorganizarse y recuperar influencia sobre al menos una parte de los palestinos y seguir desempeñando su papel de longa manus de ciertas potencias regionales, y no sólo Irán, que tienen interés en mantener ocupado a Israel en el área territorial de lo que fue Palestina?
Y desde luego no es la llamada "ayuda humanitaria", en forma de camiones llenos de alimentos, medicinas, ropa y equipos que llegan a la frontera de Gaza y que el ejército israelí bloquea bajo el sol desde el 2 de marzo, impidiendo cualquier socorro a la población bombardeada sistemáticamente y reducida a la inanición. Tras expulsar de Israel a la organización humanitaria de la ONU URNWA, acusada de terrorismo por el gobierno terrorista de Israel, y organizar con Estados Unidos una nueva organización humanitaria autodenominada Alianza de Abogados por Palestina (ASAP), a la cabeza de la llamada Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), financiada por el Mossad y el Ministerio de Defensa israelí y compuesta en realidad por mercenarios estadounidenses y antiguos agentes de la CIA, Israel sigue adelante con su plan de acorralar a la mayoría de los palestinos de la Franja en el sur de la misma. Aquí ha establecido, cerca de la frontera con Egipto, bajo supervisión estadounidense, cuatro puntos de recogida para la distribución de alimentos (frente a los 400 puntos de recogida de la URNWA en toda la Franja), construyendo largos y estrechos pasillos de alambre de espino y sometiendo a todos los que hacen cola a una identificación mediante los sistemas biométricos de tecnología más avanzada; tras días y semanas de inanición, la aglomeración de palestinos para conseguir aunque sea una mínima dosis de comida es evidente. Como estaba previsto, para dispersar la aglomeración y obligar a los palestinos a apretujarse en los pasillos especialmente preparados y contra el asalto a la poca comida puesta a su disposición, contratistas estadounidenses y milicias criminales organizadas por algunos clanes palestinos de acuerdo con el gobierno de Netanyhau (2) dispararon contra la multitud, sumando muertos y heridos sobre muertos y heridos. De este modo, los palestinos son tratados peor que los prisioneros de cualquier campo de concentración: detrás de la "ayuda humanitaria" -útil para atemperar la mala conciencia de los países imperialistas- brillan los cañones de las ametralladoras y los cañones de los tanques, transformando así los puntos de recogida para la distribución de alimentos en trampas mortales. " "
Y mientras esta larga y pesada carnicería tiene lugar en la Franja de Gaza, el príncipe Faisal bin Farhan, ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, tenía previsto reunirse con Abu Mazen el domingo 1 de junio en Ramala, Cisjordania, para hablar de lo que algún día debería convertirse en el codiciado "Estado palestino". Durante más de cincuenta años, ningún alto funcionario saudí ha puesto un pie en Palestina; durante más de cincuenta años, Riad ha guardado silencio sobre toda la tragedia del pueblo palestino. Al frente de una delegación árabe compuesta por ministros de Asuntos Exteriores de Egipto, Jordania y otros países de la Liga Árabe, el príncipe Faisal bin Farhan pretendía lanzar una iniciativa con la que Arabia Saudí quiere desempeñar un papel clave en la reconstrucción de las relaciones interestatales entre los países árabes de la región e Israel, jugando, como corresponde a los mercaderes más experimentados, sobre varias mesas: la normalización de las relaciones con Israel según los famosos Acuerdos de Abraham, interrumpidos debido al atentado de Hamás del 7 de octubre de 2023 y a la respuesta extremadamente violenta de Israel en la Franja de Gaza, pero que habían suavizado las relaciones entre Israel y Bahréin, los Emiratos y Marruecos, y que podrían reanudarse de nuevo entre Tel Aviv y Riad; la reanudación de las relaciones con la ANP después de haberlas abandonado, volviendo a poner la "causa palestina" en primer plano, coincidiendo con la Francia de Macron con la que Riad ha organizado una conferencia en la ONU para los días 17 a 20 de junio precisamente para relanzar el reconocimiento del Estado palestino. Asistimos así a un teatro más en el que la "causa palestina" es utilizada, ahora por una potencia y ahora por la otra, como palanca para imponer sus propios intereses de partición en una zona sometida sistemáticamente a contrastes básicamente irresolubles y en la que las potencias regionales Arabia Saudí, Irán, Turquía y por supuesto Israel llevan al menos sesenta años tratando de imponerse a los demás contendientes. Pero detrás de ellos, o junto a ellos, están las potencias imperialistas históricas y un imperialismo más joven, como China por ejemplo, igualmente interesado no en la "causa palestina", sino en el petróleo y las rutas comerciales que pasan por el Mar Rojo, el Canal de Suez y el Golfo Pérsico. Esta visita a Ramala fue impedida por Israel y obviamente... aplazada. Prueba de que el gran plan de Israel es reducir la presencia de palestinos en la Franja y en Cisjordania al mínimo histórico posible son los continuos asentamientos de colonos en Cisjordania y, mañana, una vez terminado el exterminio en Gaza, también en la Franja. No fue casualidad que la visita del saudí Faisal bin Farhan a Ramala se materializara veinticuatro horas después de que el gobierno de Netanyahu hubiera aprobado 22 asentamientos más en la Cisjordania ocupada, la mayor operación de asentamiento en los territorios ocupados ilusoriamente destinados a un Estado palestino...
La guerra en el Oriente Medio asolado por el terremoto ha sido, es y será la situación normal porque hay demasiados contrastes que se han acumulado y concentrado a lo largo de cien años y más y que siguen generando nuevos contrastes; contra esta situación de guerra permanente sólo la explosión de la lucha de clases proletaria podrá aportar una respuesta histórica a la continua carnicería con la que las burguesías regionales e imperialistas intentan de vez en cuando imponer sus intereses partidistas específicos. Una lucha de clases proletaria que puede estallar en Egipto como en Siria, en Irán como en Turquía, en la propia Arabia Saudí como en Líbano o en Irak o en la propia Palestina, pero que podría tener la característica de extender el fuego rápidamente por toda la región.
Desgraciadamente, y no a día de hoy, se sigue negando por completo una salida a la opresión, las masacres y el actual exterminio de los palestinos. Bajo la bandera del "derecho de Israel a defenderse", la sanguinaria burguesía judía, en nombre del "pueblo elegido de Dios", de un Dios que exige obediencia total y al que se debe incluso el mayor sacrificio, el de la vida humana; un "derecho de Israel a defenderse" que justifica toda acción, incluso la más violenta e inhumana, pensada, planeada y llevada a cabo contra cualquier otro pueblo pagano o considerado enemigo. Esta antiquísima convicción religiosa, con la que el "pueblo elegido de Dios" ha construido a lo largo del tiempo, de generación en generación, un vínculo de solidaridad muy estrecho entre todos sus miembros, pues estas comunidades judías, expulsadas de los distintos países desde el Imperio Romano, les ha ayudado a perdurar en el tiempo dedicándose al comercio y al préstamo de dinero, convirtiéndose con el tiempo en usureros y banqueros, ya que, para sobrevivir, no podían, por ley, poseer propiedades y tierras; pero, al mismo tiempo, no fue suficiente para protegerlos de las masacres y progroms que los azotaron a partir de la Edad Media en Alemania, Inglaterra, Francia y, sobre todo, Rusia. Un "pueblo elegido por Dios", pero perseguido por muchos otros pueblos, cristianos sobre todo, que, en la infinita hipocresía del catolicismo, el protestantismo y los cristianos ortodoxos, dirigieron el descontento de las clases bajas hacia las comunidades judías que, por sus características, eran fácilmente identificables y encerradas en guetos.
Sin embargo, haber sido perseguidos durante siglos no impidió que la mayoría de las comunidades judías se enriquecieran a través del comercio y la usura, en un mundo en el que las relaciones, violentas y menos violentas, entre los diferentes pueblos se hicieron cada vez más intensas, poniendo de relieve la necesidad del intercambio de productos y, La práctica mercantil y usurera, reforzada y perfeccionada a lo largo de los siglos por los judíos, los colocó en una posición de mayor privilegio social, hasta el punto de convertirse en los principales exponentes del capitalismo.
La ausencia de la lucha de clases en Israel, en Europa, en América, en los países árabes de Oriente Medio, no permite al proletariado palestino, y mucho menos a la población palestina en general, contar con la única solidaridad concreta que le ayudaría a reaccionar ante el exterminio, sacudiéndose las sanguijuelas nacional-burguesas de Hamás, la ANP y todos los diversos clanes y formaciones político-militares que en las últimas décadas han representado no una "solución nacional y democrática" al conflicto israelo-palestino sino la explotación de la combatividad y la resistencia indomable de los proletarios palestinos para afirmar sus propios intereses de clase burgueses, sus propios privilegios, ahora con enfrentamientos armados contra Israel y contra tal o cual Estado árabe que resultó ser tan represivo con ellos como Israel, ahora con los compromisos más cobardes y cínicos con las potencias dominantes representadas por Israel o los países árabes, Estados Unidos o los Estados europeos.
La ofensiva más reciente de Israel contra la población de Gaza, tras la falsa tregua acordada con Washington, ha recibido el nombre de Carros de Gedeón. Todos los títulos que Israel ha dado a sus guerras han tenido siempre un fuerte valor simbólico. En este caso, la referencia es a la Biblia, en particular al Libro de los Jueces y a las hazañas del juez Gedeón (siglos XI-X a.C.), "elegido por Dios" para devolver la fe en el Dios de Israel a los israelitas, que se habían apartado de los mandamientos divinos y estaban oprimidos por pueblos paganos como los madianitas y los amalecitas. Sus hazañas se resumen en la operación de exterminio que Gedeón organizó con un ataque nocturno por sorpresa contra el campamento de los madianitas; la sorpresa facilitó la victoria de Gedeón y sus 300 guerreros; mató personalmente a los príncipes capturados y ordenó el exterminio de la población de dos aldeas, Succoth y Penuel, culpables de no haber apoyado a sus soldados. Habiendo restablecido así la ley del Dios de Israel y el control sobre el territorio habitado por los israelitas, el juez Gedeón garantizó, según la Biblia, la paz durante cuarenta años. Fue elevado, en el Nuevo Testamento, a ejemplo de fe para todos los cristianos, una fe que imponía, de hecho, el exterminio de todos aquellos que no se sometieran a la ley del Dios de Israel... y a la ley del Dios de los cristianos...
¿Y qué es esto sino un exterminio organizado hasta el más mínimo detalle, lo que viene ocurriendo en Gaza desde el 8 de octubre de 2023, al día siguiente del ataque de Hamás a los kibutzim israelíes fronterizos con Gaza? Un exterminio consumado con el beneplácito de todos los Estados llamados civilizados, y del que algún día darán cuenta ante el avance del movimiento revolucionario proletario, que, impulsado por las contradicciones cada vez más agudas y poderosas del capitalismo mundial, resurgirá inevitablemente de sus cenizas.
5 de junio de 2025
Partido Comunista Internacional
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Notas:
Véase htpps://www.avvenire.it/mondo/pagine/caos-aiuti-striscia, 31 de mayo de 2025, sobre Yasser Abu Shabab, miembro de una poderosa familia de Jan Yunis, en el sur de la Franja, que, de acuerdo con las fuerzas israelíes, organizó los asaltos a cientos de camiones del Programa Mundial de Alimentos de la ONU.
Han enterrado el Primero de Mayo en el pantano de la colaboración de clases.
Solo podrá renacer y volver a ser un día exclusivamente proletario con la reanudación de la lucha de clases.
El Primero de Mayo como día en que el proletariado celebraba su lucha por las ocho horas nació en Estados Unidos, en una época en que las oleadas de emigración procedentes de Europa, sobre todo de Alemania, Bohemia, Italia, Grecia y los países del este, llenaban las ciudades industriales de Estados Unidos, entre las que destacaba Chicago.
Chicago, en los años ochenta y noventa del siglo XIX, era conocida como la «matadero del mundo» (porque allí se producía la mayor cantidad de carne de cerdo del mundo) y también como el «granero de América», gracias a las infinitas praderas del Medio Oeste que se extendían a los límites de su núcleo urbano. Estos récords se debían a la enorme masa de trabajadores asalariados emigrados de Europa que eran explotados con jornadas laborales de 12 a 16 horas al día, sin ninguna seguridad y en condiciones laborales al límite de la supervivencia. Contra esta superexplotación, y basándose en las experiencias de lucha ya vividas en los países europeos (en 1830 en Francia, en 1848, que sacudió la mayor parte de las capitales europeas, y en 1871 con la Comuna de París), comenzaron los primeros movimientos de huelga y se organizaron los primeros sindicatos obreros en América.
La reducción drástica de la jornada laboral a 8 horas y el aumento del salario fueron las dos reivindicaciones principales por las que se unieron los obreros y por las que lucharon con tenacidad y sin temor a la represión de los grandes capitalistas y de la burguesía dominante. En 1884, la Federación de Sindicatos y Uniones Laborales Organizadas dio a la lucha proletaria un objetivo histórico: a partir del 1 de mayo de 1886, los obreros trabajarían solo 8 horas al día, por el mismo salario que recibían por las 12-16 horas diarias, y si los patronos no aceptaban este horario diario se declararían en huelga y organizarían piquetes hasta que se aceptara esta reivindicación.
A medida que se acercaba esa fecha, el clima en Chicago comenzó a tornarse muy tenso: por un lado, los proletarios y los sindicatos propagaban la lucha y se organizaban para llevar a cabo lo proclamado dos años antes, mientras que los patrones de las fábricas, la administración municipal y la policía, por su parte, endurecían el clima de tensión tratando de intimidar a los proletarios por todos los medios. Ya en febrero de 1886, los trabajadores de una de las empresas más poderosas de la ciudad, la fábrica de cosechadoras McCormick, comenzaron a hacer huelga. McCormick respondió con el cierre patronal y la organización de los crumiri (los rompehuelgas) para que entraran a escondidas en la fábrica. Era obvio el intento de romper la unión de los trabajadores en huelga. Así se llegó al 1 de mayo, cuando una masa de entre 30 000 y 40 000 trabajadores de Chicago salió a las calles en huelga para reclamar la jornada laboral de ocho horas, mientras frente a la McCormick continuaban los piquetes; dentro de la fábrica, los esquiroles que habían logrado entrar seguían trabajando protegidos por cientos de policías. Las protestas y manifestaciones duraron tres días. Los enfrentamientos entre los huelguistas y los esquiroles que intentaban entrar en la fábrica fueron inevitables; la policía intervino disparando y matando a varios huelguistas. La reacción de los trabajadores no se hizo esperar; una asociación anarquista organizó una protesta pacífica en la plaza Haymarket, en el centro de una importante zona comercial de Chicago. Pero la policía se desató cargando contra los manifestantes para disolver la concentración; alguien lanzó una bomba contra los policías, matando a siete e hiriendo a unos sesenta. La policía respondió disparando y matando a otros tres manifestantes. Así comenzó una represalia sistemática contra los anarquistas, aunque nunca se encontró al responsable del lanzamiento de la bomba (y no se descarta que fuera alguien a sueldo de McCormick o de la policía...).
A pesar de que no había pruebas que indicaran que los responsables fueran los anarquistas, ocho de ellos, muchos de los cuales ni siquiera estaban presentes en la manifestación, fueron acusados de conspiración y asesinato: se les impusieron condenas a muerte, dos obtuvieron cadena perpetua, uno quince años de prisión y otro murió «misteriosamente» en prisión y los demás fueron ahorcados.
En 1889, en el congreso socialista de la Segunda Internacional celebrado en París, el 1 de mayo, en honor a los proletarios de Chicago y a su lucha, se declaró el día internacional del proletariado en lucha, día que se extendió rápidamente por Europa y otros países como México, Cuba y China. Pero la masacre de Haymarket, las condenas a muerte de los anarquistas que no eran culpables de esa bomba y el recuerdo de la extrema combatividad que manifestaron los proletarios de Chicago para conseguir las ocho horas diarias de trabajo era un peso demasiado grande de soportar para la burguesía estadounidense, pero también era un peligro porque la celebración del 1 de mayo podía hacer renacer en los proletarios estadounidenses el recuerdo de aquellas luchas, renovando una tradición contra la que toda la burguesía siempre ha luchado. De hecho, en Estados Unidos, el día que conmemoraba la dura lucha de los trabajadores se trasladó al primer lunes de septiembre (por lo que nunca es el mismo día), mientras que en Europa y en muchos otros países, el Primero de Mayo se transformó en un día festivo denominado Día del Trabajo, y a esta transformación en un día pacífico aceptado por todos los patronos y por todos los Estados contribuyó de manera sustancial la labor oportunista de los sindicatos y de los partidos, entregados a la paz social, a la colaboración de clases, a la sumisión permanente del proletariado a las exigencias de vida del capital.
El fuerte impulso a la industrialización de los Estados Unidos de América creó en gran parte del país una clase obrera numerosa y concentrada que, objetivamente, podía representar un gran peligro para el dominio burgués, como por otra parte ocurría en Europa, sobre todo en Inglaterra, Francia y Alemania, donde el comunismo revolucionario, desde la aparición del Manifiesto de Marx y Engels, tuvo una gran resonancia entre las masas obreras, y sobre cuyas bases ideológicas y programáticas se habían organizado los partidos obreros y su Asociación Internacional. Que la clase obrera estadounidense era decididamente combativa lo demuestra el hecho de que siguió luchando por aumentos salariales y por la reducción de la jornada laboral a ocho horas durante al menos treinta años, hasta las puertas de la primera guerra imperialista mundial. Famosa fue la huelga de la Pullman Company de Chicago, fábrica de vagones y material ferroviario, desencadenada en la primavera de 1894 contra los despidos y la reducción de salarios tras la crisis económica del año anterior; una huelga que dio inicio a un boicot ferroviario nacional que duró desde el 11 de mayo hasta el 20 de julio de 1894, en el que participaron no menos de 250 000 trabajadores de 27 estados y que interrumpió gran parte del tráfico de mercancías y pasajeros. Naturalmente, estas acciones de lucha tan decididas se enfrentaron no solo a Pullman, sino también al Gobierno federal, que envió al ejército para romper las huelgas y el boicot, con el apoyo de la Federación Americana del Trabajo (AFL, el principal sindicato de EE. UU., de tendencia colaboracionista) y detuvo y juzgó a los sindicalistas de la ARU que la habían proclamado y dirigido (la American Railway Union, liderada por el socialista Debs). La violencia de las fuerzas del orden provocó treinta muertos solo en Chicago, mientras que, según una investigación del historiador David Ray Papke, se contabilizaron otros cuarenta muertos en los enfrentamientos en otras ciudades.
La historia de las luchas proletarias en Estados Unidos está llena de episodios de este tipo, desde los Molly Maguires hasta los IWW, con los mineros siempre en primer plano, en particular los de origen irlandés y alemán. Pero, junto con los proletarios inmigrantes europeos, con sus experiencias de lucha y organización, también emigraron a América los capitalistas y políticos europeos, con sus experiencias de represión de las luchas obreras y con un considerable bagaje de políticas oportunistas que utilizar, junto con la violencia de la represión, para influir y desviar a las organizaciones obreras y a los movimientos políticos obreros del terreno de la lucha frontal contra la burguesía al terreno de la colaboración de clases a través de la clásica corrupción de las cúpulas sindicales y políticas.
Estas breves referencias al pasado de las luchas obreras en América, que dieron origen al Primero de Mayo proletario, no sirven para celebrar el recuerdo de un pasado glorioso, que no volverá gracias al desarrollo de un capitalismo cada vez más rico y poderoso, no solo en Europa y América del Norte, sino también en el resto del mundo: sirven para no olvidar que las luchas entre las clases no forman parte de una historia ya pasada, sino de una realidad que el propio capitalismo regenera continuamente a través de sus contradicciones económicas y sociales cada vez más agudas y de alcance cada vez más internacional.
Alimentar la competencia entre proletarios: objetivo fundamental de toda burguesía.
Mientras que las burguesías se han enriquecido de manera inconmensurable gracias a su sistema mundial de explotación del trabajo asalariado, y aunque en muchos países con economías capitalistas avanzadas han alcanzado un nivel de vida sin duda más alto que el de hace un siglo o dos, los proletarios no solo se mantienen en condiciones de dependencia absoluta del capital, por lo que deben su vida a la burguesía capitalista, sino que están sujetos a una brecha y a desigualdades sociales entre las clases que han aumentado progresivamente, alcanzando niveles de inseguridad de la vida nunca antes vistos. Y así, a pesar de que en los países capitalistas avanzados, como en los atrasados, los impulsos de lucha por parte de los proletarios nunca se han apagado, transformándose en determinados momentos en verdaderas revueltas sociales, el proletariado ha sido precipitado, gracias a la contribución esencial de las fuerzas oportunistas, cada vez más hacia la impotencia, incluso para defender sus condiciones de vida y de trabajo inmediatas.
Ciertamente, desde el final de la segunda guerra imperialista mundial, los proletarios de los países capitalistas avanzados pueden contar con políticas sociales que las burguesías dominantes han llenado de amortiguadores sociales. Estas políticas sociales han sido conseguidas por los trabajadores gracias a las luchas, revueltas y revoluciones proletarias de los cien años anteriores al fatídico 1939, pero también a la inteligencia política de las burguesías dominantes, que han podido y querido utilizar una pequeña parte de la enorme masa de beneficios obtenidos de la explotación bestial de sus propios proletarios y de los proletarios de las colonias y de los países atrasados para destinarla a los amortiguadores sociales con los que financiar la corrupción sindical, política y social dentro de sus propias masas asalariadas. Es evidente el objetivo de acallar las necesidades más apremiantes del proletariado en el plano económico, pero también el de alimentar la competencia entre proletarios creando dentro de su masa nacional una capa mejor pagada y más «garantizada» (la famosa aristocracia obrera), vinculándola cada vez más a la defensa de la economía y la sociedad burguesa y enfrentándola a los demás proletarios. De este modo, la burguesía domina más fácilmente a todas las demás capas proletarias, entre las que ha desatado una guerra cotidiana por un puesto de trabajo, aunque sea precario o en negro, y por un salario, aunque sea de hambre o esporádico.
En esta vasta operación económica y social destinada a defender, en todos los países, un nivel de paz social gestionable a pesar de las inevitables luchas generadas por las crisis que la propia burguesía es incapaz de evitar, se ha insertado también el fenómeno de la inmigración que, con el paso del tiempo, es cada vez más numerosa e ilegal.
Cuanto más generan crisis y guerras las contradicciones económicas y sociales del capitalismo, más adquiere una dimensión mundial el fenómeno de las migraciones de masas proletarias cada vez más numerosas hacia los países más ricos y, al menos temporalmente, más estables. Así, los migrantes se convierten, más allá de su voluntad, en una carta más que la burguesía utiliza para aumentar la competencia entre los proletarios. La burguesía, mientras por un lado hace la guerra a la inmigración « ilegal», reprimiéndola, encarcelándola, tratando de bloquearla en las fronteras de cada Estado, rechazándola a los países de donde partió y donde su destino está marcado por la tortura, la explotación bestial y la violencia de todo tipo, o dejando morir a los migrantes en las travesías por mar o por el desierto, golpeando, con todo el cinismo del que es capaz, incluso a las organizaciones humanitarias; por otro lado, propaga la condición de marginación y precariedad de vida de los migrantes como una condición en la que pueden caer los proletarios autóctonos si no colaboran con los patrones y con el Estado, si no aceptan los sacrificios que la clase dominante burguesa exige para que su economía no se derrumbe.
Cada vez es más evidente lo que sostenía el Manifiesto de Marx-Engels en 1848, es decir, que no solo la supervivencia del capital se basa en el trabajo asalariado, en la explotación burguesa de la fuerza de trabajo obrera, sino que el trabajo asalariado se basa exclusivamente en la competencia entre los trabajadores.
La competencia entre obreros refuerza el dominio capitalista sobre la economía y el poder burgués sobre la sociedad. Por lo tanto, la lucha proletaria en defensa de sus intereses inmediatos de clase debe prever la lucha contra la competencia entre proletarios. Esta lucha de carácter general, que afecta a todos los proletarios, de cualquier país, edad, sexo y credo religioso o político, es una lucha que contiene toda la larga lista de reivindicaciones inmediatas, desde el salario hasta la jornada laboral, desde las medidas de seguridad en el trabajo hasta la nocividad, etc.
La lucha de clases del proletariado requiere objetivos, medios y métodos de lucha incompatibles con los intereses burgueses.
Las reivindicaciones inmediatas del proletariado y la lucha por conseguirlas, cuando se consiguen, no cambian por sí mismas la relación de fuerzas entre proletarios y burgueses; el capitalismo sigue en pie, los proletarios siguen siendo explotados como antes, con alguna pequeña variante positiva con respecto a la condición anterior, variante que los proletarios saben por experiencia que es temporal y que tarde o temprano será anulada o revocada. Lo que resulta ser realmente un hecho positivo desde el punto de vista de clase, y por lo tanto más general para los proletarios, se refiere a la lucha, los medios y los métodos de lucha, su organización, su orientación.
Las décadas de colaboracionismo sindical y político con la clase dominante burguesa han formado una gruesa costra sobre las tradiciones clasistas de la lucha proletaria, hasta el punto de hacer olvidar a las generaciones obreras actuales la capacidad disruptiva que posee la lucha proletaria en la medida en que se reapropia de los medios y métodos de lucha clasistas, es decir, de los medios y métodos que, respondiendo a una orientación general de clase de la lucha —y, por lo tanto, incompatibles con los intereses tanto inmediatos como históricos de la burguesía dominante— contribuyen a formar en las filas del proletariado una experiencia de lucha que la clase proletaria en general necesita absolutamente para poder sentirse una verdadera fuerza social capaz de cambiar completamente las condiciones de sometimiento a los capitalistas y a su poder político.
Los proletarios pueden volver a tener una fuerza social poderosa en la medida en que logren cortar los lazos con los que la burguesía los encadena a la defensa de sus intereses. Estos lazos están constituidos, en particular, por la red organizativa y política de las fuerzas oportunistas, tanto sindicales como políticas, alimentadas y sostenidas por la clase burguesa dominante porque sabe que el servicio de estas fuerzas en defensa del orden constituido le es vital. Hay situaciones en las que la democracia, el «Estado de derecho», las «libertades civiles» con todos sus aparatos especialmente creados ya no son tan eficaces para la defensa del poder político y social de la burguesía, o porque el proletariado ha llegado, concretamente, a amenazar con derribar el poder burgués con su insurrección y su revolución (y la respuesta de la burguesía fue el fascismo en los años veinte del siglo pasado), o porque la burguesía no tiene la fuerza económica y social para lograr que su propio proletariado se someta dócilmente a sus intereses (como es el caso de las dictaduras militares de Pinochet o Al-Sisi). El hecho es que, en las largas décadas posteriores al segundo matadero imperialista mundial, el proletariado de los países avanzados se vio profundamente influenciado por el oportunismo reformista que alimentó las ilusiones democráticas y por el estalinismo que alimentó las ilusiones de un socialismo à la carte, en realidad un capitalismo nacional menos elitista y más «popular». Esta influencia política y social siempre se ha basado precisamente en esas migajas de beneficio que la burguesía dominante había decidido conceder al proletariado en general para mantenerlo tranquilo y seguir ilusionándolo con las propiedades taumatúrgicas de la democracia parlamentaria, gracias a la cual se abrían las puertas del gobierno a los partidos que se definían «socialistas» y «comunistas».
El desarrollo del capitalismo en su fase imperialista, además de impulsar la concentración económica a niveles monopolísticos nunca antes vistos, empuja al mismo tiempo la competencia en el mercado mundial a niveles antagónicos cada vez más agudos, hasta obligar a las burguesías de todos los países a privilegiar sus aparatos militares y políticos por encima y en contra las instituciones democráticas y parlamentarias de las que se ha servido y se sigue sirviendo hasta hoy. La tendencia del Estado a pasar de «Estado de derecho» — falsamente «al servicio de la sociedad» — a Estado policial es ya evidente en todos los grandes países imperialistas que, a su vez, han marcado y siguen marcando el camino de los demás países. Y, una vez más, lo que los Estados Unidos de América heredaron de la Europa imperialista se lo devuelven con la confirmación de que esta es exactamente la dirección que deben tomar los Estados imperialistas, mostrando también cómo el proletariado estadounidense ha sido corrompido y aprisionado en la red de la colaboración de clases.
El proletariado se encuentra hoy en una situación muy particular: ha aumentado numéricamente a nivel mundial, pasando a constituir la gran mayoría de la población incluso en los países atrasados en términos capitalistas mientras que, en los países avanzados en términos capitalistas, capas de la pequeña burguesía arruinadas por las crisis económicas han acabado, y acaban sistemáticamente, en las condiciones de existencia del proletariado. Estas capas de la pequeña burguesía, sin embargo, traen consigo las aspiraciones, los hábitos y los prejuicios característicos de estas clases medias que oscilan continuamente entre la gran burguesía y el proletariado: aspiraciones, hábitos y prejuicios que inevitablemente refuerzan, en las capas proletarias, junto con las ilusiones democráticas y reformistas, también los sentimientos nacionalistas y racistas que distinguen precisamente a la pequeña burguesía, sobre todo en períodos de crisis económica y social prolongada.
Contra la influencia directa de la clase burguesa dominante, contra la influencia adicional de la pequeña burguesía y contra las tendencias oportunistas con las que la burguesía tiende a envolver a la masa proletaria en una telaraña viscosa y paralizante, la clase proletaria solo puede defenderse y contraatacar rompiendo su colaboración de clase con la clase de los explotadores y con los estratos sociales que la sostienen. El proletariado debe cortar los lazos demócratas, nacionales y patrióticos que lo atan al carro de la burguesía, gracias a los cuales esta última lo prepara no solo para sacrificios aún más pesados que los que ya soporta a causa de las crisis económicas, sino sobre todo para convertirse en carne de cañón en una guerra que ya está presente en Europa y en sus fronteras (ayer en la ex Yugoslavia, hoy en Ucrania y Gaza) y que se prepara para convertirse en una guerra mundial.
El proletariado de los países imperialistas tiene una gran responsabilidad histórica hacia su propio futuro y hacia el futuro del proletariado mundial: su lucha de clases es la única que podrá levantar el destino del proletariado mundial frente al dominio aplastante del imperialismo. La lección extraída de la gloriosa lucha revolucionaria del proletariado ruso, que se levantó en plena Primera Guerra Mundial imperialista y salió victorioso en su revolución antizarista y antiburguesa gracias a la firme y visionaria dirección del partido de Lenin, y capaz de sostener durante un decenio la organización internacional de la lucha proletaria sin la aportación decisiva del proletariado de los países capitalistas avanzados – de Europa y América – es una lección histórica que no debe olvidarse. Si la revolución internacional, iniciada en Rusia en 1917, no pudo afirmarse en Europa, constituyendo así un bastión invencible contra la burguesía mundial, y a pesar de la enorme combatividad del proletariado alemán, en aquel momento punto de referencia del proletariado mundial, es porque la influencia aún dominante del oportunismo reformista y democrático de la socialdemocracia de entonces paralizaba de hecho el movimiento proletario en todo el mundo civilizado. El oportunismo obrero se apoya en bases materiales bien precisas, lo sabe la burguesía dominante y lo saben los comunistas revolucionarios. Las bases materiales están constituidas por las reformas, las concesiones que la burguesía realiza para que la lucha proletaria no adquiera el carácter de clase, es decir, el carácter específicamente antiburgués y anticapitalista. La burguesía sabe por experiencia histórica que no tiene ninguna posibilidad de enterrar para siempre la lucha de clases del proletariado, no puede hacerla desaparecer de su horizonte social porque es su propio modo de producción el que genera las contradicciones de la sociedad dividida en clases antagónicas, contradicciones que son la causa de la lucha de clases. La burguesía no domina, sino que está dominada por el modo de producción capitalista que, una vez activado a través del desarrollo de las fuerzas productivas y canalizado hacia las relaciones de propiedad privada, la producción mercantil para las empresas y las relaciones de apropiación privada de la producción social, escapa al control preventivo de la clase burguesa. Es por esta razón que la burguesía no es capaz de resolver de una vez por todas sus crisis económicas, en particular las crisis de sobreproducción que cíclicamente ponen en peligro la estabilidad de toda la sociedad. Pero la lucha de clases que la propia burguesía ha librado desde su aparición, y que sigue librando contra el proletariado, le ha enseñado que, a la tendencia del proletariado a unir sus fuerzas para defenderse de las exigencias cada vez más intolerantes de la burguesía, debe responder con el aumento de la precariedad de la vida de las masas proletarias y con el aumento de la competencia entre los proletarios. El aumento de la precariedad de la vida y el aumento de la competencia entre los proletarios son las armas sociales que la burguesía de todos los países utiliza sin cesar.
Por esta razón, los proletarios deben luchar en estos dos niveles, niveles que no se anulan mutuamente, sino que exigen que la lucha proletaria avance en ambos si se quiere que tenga éxito en el camino hacia la emancipación del trabajo asalariado: a) en el terreno de la defensa de sus intereses inmediatos, relacionados con el salario, la duración de la jornada laboral, las condiciones de trabajo y de vida, lucha que se desencadena inevitablemente a nivel de una sola fábrica o un solo sector y en la que los proletarios experimentan y reconocen los puntos fuertes y débiles de su lucha, de su organización; b) en el terreno más amplio que afecta a las condiciones generales de vida de los proletarios, el terreno de la lucha contra la competencia entre proletarios, en el que desarrollar la solidaridad de clase que es la verdadera savia de la lucha de clases antiburguesa y anticapitalista.
Entonces, el proletariado de todo el mundo tendrá una razón real, de clase, para hacer renacer el Primero de Mayo como día internacional de la lucha proletaria contra el capital, una lucha insertada en la perspectiva de una emancipación de clase verdadera, sólida y eficaz de toda opresión capitalista, de toda contradicción económica y social, de toda degeneración social e individual causada por la sociedad mercantil por excelencia, la sociedad burguesa.
El futuro que la clase burguesa asegura al proletariado a nivel mundial es un futuro de esclavitud salarial, de miseria creciente, de opresión y represión, de crisis y guerra. El futuro al que está históricamente destinada la clase proletaria es un futuro en el que la mercancía, el capital y la clase que se apropia de él con toda la violencia de que dispone son derrotados y enterrados para siempre. En su lugar, en lugar de una economía que, como un cáncer, debilita, erosiona y destruye la energía vital de las fuerzas productivas, sometiendo el trabajo vivo al dominio del trabajo muerto, de los medios de producción y del capital, el proletariado revolucionario —una vez derrocado el poder político dictatorial de la burguesía e instaurada su dictadura de clase— pondrá en marcha una verdadera economía social, una economía que responda exclusivamente a las necesidades sociales de la humanidad y no al mercado y al beneficio capitalista. Una economía que no necesita una sociedad dividida en clases, que no necesita la división del trabajo, del dinero y que no necesitará, cuando la burguesía sea completamente derrotada a nivel internacional, un Estado de clase, de un Ejército Rojo que defienda al Estado proletario de los ataques de las burguesías aún capaces de luchar por restaurar su dominio y las leyes del capital y de la producción capitalista.
La sociedad comunista es el futuro histórico no solo del proletariado, sino de la especie humana: el proletariado, en cuanto clase social creada por el capitalismo, precisamente por su característica histórica de ser la clase sin reservas, sin propiedad y, por lo tanto, sin patria, en cuanto clase productora de toda riqueza, es la única clase revolucionaria de la sociedad burguesa, la única clase que en esta sociedad no tiene nada que perder, porque no posee nada, pero tiene un mundo que ganar; es la única clase que lucha por alcanzar una sociedad sin clases, por la desaparición de las clases y, por lo tanto, por la desaparición de toda opresión, de toda violencia de clase, de todo Estado que es el emblema de la violencia de la clase que domina sobre las demás clases sociales. ¡El partido comunista revolucionario lucha hoy por ese mañana!
Partido Comunista Internacional
Il comunista - le prolétaire - el proletario - proletarian - programme communiste - el programa comunista - Communist Program
www.pcint.org
23 de abril de 2025
A comienzos de marzo del 2025 en el municipio de Tehuchitán Jalisco, el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, conformado por familiares y voluntarios ocupados en la búsqueda de fosas clandestinas para la identificación de cuerpos de personas desaparecidas, se toparon con un macabro hallazgo, el cual se equiparó al de un campo de exterminio.
En el lugar de los hechos se encontraron con hornos crematorios clandestinos, restos óseos, vestimenta, calzado, cartas de despedida y varios objetos personales; que días después algunos fueron reconocidos por familiares de las víctimas desaparecidas. Se confirmó también que en esa propiedad donde se hizo el hallazgo, era un centro de operaciones y adiestramiento perteneciente al Cártel Jalisco Nueva Generación. En los días posteriores, en otros estados del país como Tamaulipas y Veracruz, otros colectivos buscadores hallaron también fosas clandestinas, sumándose a las miles de fosas encontradas en todo el país en las últimas décadas.
Desde hace años ya circulaba información en diversos reportajes acerca de la desaparición de jóvenes precarizados de clase trabajadora de entre
18 y 25 años, que eran reclutados por la fuerza por los cárteles de la droga, enganchándolos con artimañas y engaños mediante falsas ofertas de trabajo, para que, una vez acudieran a un lugar citado, fueran secuestrados para obligarlos, por medio de la violencia, a trabajar para ellos [1] . En este sentido, dichos hechos arrojan por tierra el mito de que ser sicario era sinónimo de una vida de lujos y exceso (viajando en autos de alta gama, derrochando el dinero en fiestas, rodeados de mujeres, mascotas exóticas, joyas y alcohol fino), el cual ha incentivado a muchos jóvenes de zonas rurales y marginadas a unirse a las filas de los cárteles. Con el paso de los años se demuestra que ha perdido cierta credibilidad, pues los miles de muertos, desaparecidos, desplazados y familias rotas no han sido en vano y sirven de ejemplo para no tomar parte en ese negocio. Es por esto mismo, que estas mafias organizadas no tienen otra opción que recurrir a métodos cada vez más deleznables para reclutar gente que haga su trabajo sucio.
Por otro lado, la respuesta del gobierno oficial y de la izquierda nauseabunda encabezada por MORENA y los simpatizantes que le dan su “apoyo crítico”, ha sido la del negacionismo de los hechos, con un alto grado de cinismo, deslindándose de toda responsabilidad y acusando de “complot y conspiración” “orquestado por la oposición derechista para deslegitimar su gobierno”. De más está decir que poco o nada le importan los asesinatos y desapariciones, ni mucho menos dar con los culpables.
No nos extraña tal posicionamiento proveniente de una izquierda mojigata delirante, socia y servil de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros. El actual gobierno, que se jacta de ser “progresista” y brindar “apoyos sociales”, lejos de ser la caricatura que nos pintan los derechistas que lo acusan de ser un “gobierno socialista” y hasta “comunista”, en los hechos reales no busca trastocar siquiera un poco la estructura económica y social, sino por el contrario, se ha encargado de impulsar proyectos de desarrollismo capitalista urbano y de “seguridad” [2] que solo benefician a los a intereses de los sectores empresariales y conglomerados nacionales y extranjeros (turísticos e inmobiliarios), a costa de la destrucción de la naturaleza, el desplazamiento forzado de poblaciones [3] .
Por su parte, la derecha rancia (encabezada por PAN, PRI, Movimiento Ciudadano) ha aprovechado la situación y ha abogado en su discurso por
reavivar la estrategia del mequetrefe Felipe Calderón de “guerra contra las drogas con mano dura” [4] , aderezándola con copiar el modelo de Nayhib Bukele en el Salvador, cuya campaña de “estado de excepción” lejos de lo que canta la prensa y los medios, no ha hecho otra cosa que
encarcelar a miles de personas inocentes sin relación alguna con las pandillas y usarlas como fuerza laboral en condiciones de esclavitud.
Lejos de haber eliminado el problema de las pandillas, solo ha provocado que muchos de sus líderes simplemente emigren a otros países para continuar sus operaciones o unirse a otros cárteles locales [5] .
En este sentido, el combate a las drogas tiene más una careta moralista que real, los Estados no combaten al narcotráfico, simplemente lo regulan moviendo las piezas a su conveniencia. Las capturas de capos, la incautación de sus cuentas bancarias, los decomisos de drogas, la destrucción de laboratorios y las múltiples medidas tomadas, nunca frenarán la epidemia del consumo de drogas, porque este es un problema estructural bien incrustado en el funcionamiento de la sociedad capitalista. El tráfico de sustancias ilegales es un gran negocio que retribuye en grandes ganancias que fluyen hacia los bancos y la bolsa de valores. Un gran negocio que posibilita, además, pagar grandes sobornos a funcionarios del Estado (presidentes, gobernadores, alcaldes, mandos policiales, militares e incluso miembros del clero), por consiguiente, no es extraño que existan grandes intereses en preservar y hacer que crezca esa fuente de dinero.
El narcotráfico es una industria que no puede separarse del capitalismo empresarial que opera legalmente. Esas mafias encabezadas por grandes capos, cuyas estructuras jerarquizadas se alimentan de la sangre humana, no tienen nada que envidiar a los grandes conglomerados y corporaciones madereras, mineras y petroleras, cuyo modus operandi en todo el mundo, también es el despojo y el asesinato de poblaciones endémicas (y que casualmente muchos de esos grupos armados que emplean las empresas para amedrentar, son conformados por miembros de las mismas mafias de traficantes).
No es que el Estado y sus instituciones estén corrompidas por la mafia, el Estado es una mafia más en sí mismo, pero que opera bajo la cobertura de la legalidad. El Estado es una fuerza organizada, un monopolio de la violencia al servicio de la burguesía; no importa si gobierna la izquierda o la derecha, sus cambios camaleónicos son solo una careta para encubrir su verdadera función: servir al sistema capitalista.
Por otra parte, el adiestramiento y la formación de los cuadros logísticos y militares de los miembros de los cárteles, no sería posible sin la participación de las mismas fuerzas armadas (incluyendo a altos rangos del ejército y fuerzas especiales) y de las corporaciones policiacas, que abastecen de activos a sus filas; los cuales son los encargados de transmitir todo el conocimiento sobre tácticas en uso de armas, inspección del terreno, asesinato, interrogación, vigilancia y tortura (mismo conocimiento que es utilizado contra el proletariado cuando se rebela e insurrecciona)-
Otro de los principales responsables de la situación son los EEUU (capitalismo imperialista en decadencia), siendo el principal consumidor de sustancias a nivel mundial [6] , primero por crear en la población la adicción a los analgésicos (a base de opioides) que son vendidos sin prescripción médica alguna; además de ser el principal proveedor a granel de armas a los cárteles. Todo esto evidencia que la estrategia propuesta por Donald Trump, que las derechas aplauden, de una “intervención militar en México para combatir a los carteles” es una burda falacia, que en nombre de “la seguridad”, esconde intereses de mayor control e injerencia [7] en su guerra política y comercial contra las potencias orientales.
Esclavitud, tráfico de mujeres, tráfico de órganos, cobro de piso, eliminación física de grupos rivales, empleo del terror armado, son solo algunos de los aspectos derivados de una industria psicópata que opera bajo la dinámica y las leyes del capitalismo (competencia, lucro, estafa), solo que, llevada a su máxima expresión, operando libremente sin trabas legales y despojándose de todo discurso moral. Como ya se mencionaba en la obra El Capital, el capitalismo viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza.
Es necesario que, como clase desposeída, como proletarios, entendamos que ni el Estado ni la burguesía son nuestros aliados. No solamente porque están hasta el hueso de coludidos con las mafias de traficantes, sino porque sus intereses están dirigidos a preservar este estado de cosas existente. En toda “guerra contra las drogas” siempre seremos el “daño colateral” de los reajustes en su negocio, ya sea por encontrarnos en el fuego cruzado o como carne de cañón que se enlista en su ejército; mientras la burguesía y los poderosos se orinan y cagan sobre nosotros.
El único camino que nos queda es empuñar el arma de la crítica sobreponiéndonos a la razón dominante, frente a la noción de que este es “el mejor de los mundos posibles” y el “orden natural de las cosas”; como proletarios, debemos afirmar la perspectiva revolucionaria, la comunidad de lucha, el apoyo mutuo y la confianza en nuestras propias fuerzas, a contracorriente de la figura de individuo ciudadano, atomizado y aislado, pues ese es el ideal que la burguesía quiere para nosotros, porque así resulta más fácil mantenernos vulnerables y dóciles ante sus manipulaciones.
Agrupación Autónoma Rabia Colectiva
Marzo 2025
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Notas:
1 - Hay testimonios de sobrevivientes que escaparon del secuestro.
2 - En los sexenios anteriores donde gobernaron los partidos de la derecha, se buscó decretar la institucionalización de una policía facultada legalmente para ejercer tareas que hasta ese momento eran “exclusivas” del ejército, ante lo cual, la izquierda oficial encabezada por AMLO se opuso bajo la bandera de la paz y las libertades civiles. No obstante, cuando en el 2018 esa misma izquierda conquistó la presidencia y la mayoría parlamentaria, logró barrer con todos los obstáculos legales para la formación de esa policía militar, dando paso a la creación de la Guardia Nacional. Pero no sólo en este aspecto Morena fue superior a sus antecesores, sino que además, brindó mayores poderes y facultades al ejército, otorgándoles control sobre infraestructura estratégica como puertos, trenes y aeropuertos. Por si fuera poco, desde la administración e AMLO, se ha absuelto de sus crímenes a altos mandos del ejército, que habían sido arrestados por su comprobada complicidad con el narcotráfico y relacionados al caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
3 - La gentrificación y la turistificación ha sido impulsada y respaldada desde la administración de AMLO, contribuyendo al incremento de la explotación y precarización de las condiciones de vida de la clase trabajadora.
4 - Guerra que además de costar miles de muertos y desaparecidos, en realidad fue una patraña encubierta para apoyar al Cartel de Sinaloa en su disputa contra el Cartel del Golfo y los Zetas.
5 - Cabe agregar que más allá de las bellas idealizaciones que se le adjudican, Bukele ha decretado la reactivación de la industria minera en El Salvador, que beneficiará a capitalistas privados y ha despojado a poblaciones pobres y contaminando sus tierras y mantos acuíferos. Por si fuera poco, su gobierno ha autorizado que las mega cárceles recientemente construidas, funcionen también como un “Guantánamo” para los inmigrantes venezolanos deportados por el gobierno de Trump.
6 - Récord que viene encabezándolo desde los años 70s, por la demanda de heroína para los soldados vueltos de Vietnam. Además, es importante recordar que fue el mismo gobierno norteamericano quien introdujo las drogas en los barrios pobres como estrategia anti-subversiva y contra la organización de proletarios negros y chicanos, durante las décadas de los 60s y 70s. También destaca el hecho de que, durante la ocupación yanki en Afganistán en la primera década del siglo XXI, se disparó la producción de opio para su comercialización mundial, y que además creó un gran número de adictos entre la población local.
7 - A saber, la apropiación de los recursos naturales como es la intención de hacer con Ucrania.
¡Proletarios “en el frente interno”!
¡Camaradas!
En muchas partes del mundo, el capitalismo está reactivando su maquinaria bélica principal para masacrar a miles y miles de proletarios. Se les bombardea y acribilla sin tregua, se les mata deliberadamente de hambre y se les priva de agua, se les obliga a dispararse, apuñalarse o gasearse en las trincheras, se les viola, tortura y mutila…
Cuando nuestra clase se enfrenta a esta carnicería, a esta horrible intensificación de la inhumanidad de la sociedad capitalista, ¡su única reacción es negarse a someterse a ella! Esto nos sale de las entrañas y al mismo tiempo es la expresión de nuestros intereses históricos de clase.
Por eso, poco después del comienzo de la guerra en Ucrania, empezaron a aparecer “incidentes” a ambos lados del frente. Los soldados de ambos ejércitos intentan cada vez más escapar al reclutamiento y evitar ser enviados al frente. Se esconden cuando pueden, y si son reclutados a la fuerza en unidades militares, intentan escapar y abandonar sus posiciones a la primera oportunidad. La situación ha llegado tan lejos que los generales ucranianos se quejan de la “desintegración total de la disciplina del ejército”. Lo mismo está ocurriendo, aunque desgraciadamente a menor escala, en otros conflictos interburgueses en Oriente Medio, Sudán y otros lugares. Tanto en Ucrania como en Rusia, oficiales del ejército y reclutadores militares han sido atacados por sus “propias” tropas.
Pero, ¿qué podemos hacer nosotros, como proletarios que vivimos en los territorios “pacíficos” del “frente interno”, para apoyar concretamente la lucha de nuestros hermanos de clase uniformados que se rebelan contra la guerra capitalista y vincularla concretamente a nuestras propias luchas? ¿Aunque tengamos la suerte de vivir lo suficientemente lejos de la “zona de la muerte” como para no sufrir los bombardeos, los misiles, la ocupación militar o la presencia de bandas ambulantes de matones de las “unidades especiales”?
Nuestras vidas siguen viéndose afectadas a diario por los recortes del “gasto social”, el deterioro de las condiciones laborales y la intensificación de la explotación, la subida de los precios de la vivienda, los alimentos, la energía y otros medios de supervivencia, el aumento del control social y la represión y la militarización general de la sociedad.
Por supuesto, esto no es nada nuevo; también conocemos esta miseria en tiempos de “paz” capitalista y luchamos contra ella con la misma intensidad. Pero durante la guerra o los preparativos intensivos para la guerra, el capital y su Estado deben concentrar una parte cada vez mayor de la producción en lo que se conoce como “economía de guerra”. Es decir, producir rápidamente armas, municiones y vehículos militares, combustible, raciones alimenticias, etc. para gastarlos con la misma rapidez en el proceso de masacrar a los proletarios, es decir, ¡al resto de nosotros! Y como cada Estado tiene que hacer esto más rápidamente y a mayor escala que el “enemigo”, esto crea una inmensa presión para hacernos trabajar cada vez más arduamente, por más tiempo y con menos medidas de seguridad, etc. Al mismo tiempo, el Estado tiene que redoblar su propaganda a favor de la nación y de la santidad de “la Patria”, “la democracia” y “la libertad” para convencernos de que nos sacrifiquemos por los intereses del Capital, los cuales nunca pueden ser los nuestros.
La primera respuesta a la pregunta de qué hacer es: ¡rebelarnos contra nuestra propia explotación! Mediante huelgas, ocupaciones, bloqueos y sabotajes de autopistas y ferrocarriles, saqueos de mercancías y su redistribución entre la clase, etc. en tiempos de guerra, atacamos la producción, valorización y reproducción del Capital necesario para el esfuerzo bélico. Pero también, al afirmar nuestros intereses de clase en oposición a los intereses de la clase dominante, ¡desbaratamos su cuento de hadas de la “unidad nacional”! Nuestros enemigos de clase también tendrán que enviar más policías y soldados para intentar reprimir nuestras luchas – y no podrán ser utilizados para ahuyentar a los desertores y refugiados, para imponer la movilización, para vigilar las fronteras… y su lealtad al Estado no es un hecho. Después de todo, los motines en el ejército ruso en febrero de 1917 se desencadenaron cuando los soldados recibieron órdenes de sus oficiales de reprimir a los trabajadores en huelga en Petrogrado.
Para que nuestro ataque a la maquinaria bélica sea directo y eficaz, debemos concentrar nuestra actividad subversiva en varias áreas:
Desorganización de la infraestructura militar, como almacenes de municiones, ferrocarriles, puertos, aeropuertos y las carreteras utilizadas para llevar tropas y equipo militar a los frentes.
Podemos inspirarnos en nuestros hermanos y hermanas proletarios de los colectivos que han estado saboteando los ferrocarriles en Bielorrusia y Rusia desde el comienzo de la guerra para impedir el transporte de suministros militares al frente.
Los estibadores de Génova y Trieste en Italia y del Pireo en Grecia también bloquearon el envío de armas y municiones a Ucrania, Israel o para los bombardeos estadounidenses en Yemen.
Perturbación del reclutamiento militar, la conscripción y la “busificación” de reclutas para el frente. Tanto en Ucrania (Transcarpatia, etc.) como en Rusia (Daguestán, etc.), los cerdos y las patrullas militares que vienen a detener a los hombres reclutados a la fuerza se enfrentan a sus familiares y amigos enfadados.
Si vivimos en países más alejados del frente, el Estado ha utilizado hasta ahora o bien tácticas de reclutamiento “voluntario” y de manipulación nacionalista, como los programas de educación patriótica llevados a cabo en Francia y Polonia, por ejemplo, o bien planes de servicio militar obligatorio. Si buscamos inspiración sobre qué hacer, señalemos la larga tradición de protestas y disturbios contra los reclutadores militares y los “asesores de carreras militares” en las universidades estadounidenses, que se remontan a las llamadas guerras de Vietnam y del Golfo y llegan hasta la reciente guerra de Gaza.
¿Por qué los reclutadores militares, los propagandistas nacionalistas o los buenos ciudadanos que delatan para el Estado y denuncian la resistencia de clase antimilitarista – aquellos que nos obligan a sacrificarnos por el “bien de la nación” –, por qué a estos compinches se les debería permitir vivir sus vidas en paz y con seguridad? ¡Tratémoslos como nuestro movimiento de clase ha tratado siempre a los soplones y esquiroles! ¡Los chivatos no duran mucho tiempo!
¡Ayudemos a escapar a los desertores, escondámoslos y pasémoslos de contrabando a través de las fronteras, pero también organicemos nuestra lucha con ellos! Ya existen redes en Rusia y Ucrania que ayudan a los soldados a escapar del ejército, y tenemos que vincularlas con nuestras propias redes de lucha. Eso significa contactos seguros, teléfonos seguros, hogares seguros, recaudación de fondos…
La historia de la lucha de clases nos muestra que la única manera de oponerse realmente a la guerra capitalista, no a favor de continuar nuestra miseria en la paz capitalista, sino por la destrucción de toda la sociedad de miseria y explotación, y por lo tanto por el fin de todas las guerras, ¡es cuando la revuelta de los proletarios en el frente y la lucha de los que están en el “frente interno” se unen prácticamente!
Recordemos la experiencia de los proletarios en Irak durante la llamada primera guerra del Golfo de 1991, cuando los desertores del ejército, muchos de los cuales habían conservado sus armas, se reunieron tanto en los humedales del sur como en las montañas del norte, ¡donde organizaron con militantes obreros la insurrección contra el Estado!
Frente a la catástrofe capitalista mundial, ¡la revolución es nuestra única perspectiva!
¡Volvamos nuestras armas contra “nuestros propios” explotadores y “nuestros propios” generales!
¡Luchemos juntos contra la guerra capitalista y contra la paz capitalista!
¡Transformemos la guerra capitalista en una insurrección de clase mundial por el comunismo!
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Proletarians “On the Home Front”! Comrades!
In many parts of the world, right now the capitalism is once again kicking off its inherent war machine to slaughter thousands upon thousands of proletarians. They are being relentlessly bombed and shelled; deliberately starved and deprived of water; forced to shoot, stab or poison each other with gas in the trenches, raped, tortured and mutilated…
When our class is confronted with this carnage, this horrific intensification of inhumanity of the capitalist society its only reaction is to refuse to submit to it! This is coming from our guts and at the same time it is an expression of our historical class interests.
Because of that soon after the war in Ukraine started, the so-called “incidents” started popping up on both sides of the front. Soldiers of both armies have been increasingly trying to avoid being drafted and sent to the front. They hide when they can and if they are forced into the military units, they try to escape and leave their positions at first opportunity. It went so far, that the Ukrainian generals complain about “total disintegration of the army discipline”. Same thing is happening, even though on smaller scale unfortunately, in other inter-bourgeois conflicts in the Middle East, Sudan and elsewhere. Both in Ukraine and in Russia army officers and military recruiters have been attacked by their “own” troops.
But what can we as proles living in the “peaceful” territories of “the home front”, do to practically support the struggle of our class brothers in uniform revolting against the capitalist war and practically connect it with our own struggles? Even if we are lucky to live far away enough from the “kill zone” that we do not suffer from bombings, rockets, military occupation or a presence of roaming bands of “special unit” cut-throats?
Our lives are still impacted daily by cuts in “social spending”, worsening of working conditions and intensification of exploitation, increase in prices of housing, food, energies and other means of survival, increased social control and repression and overall militarization of society.
This of course is nothing new, we experience this misery in times of capitalist “peace” as well and we struggle against it all the same. But during the war or intensive preparations for the war, Capital and its State need to concentrate increasing part of the production into so-called “war economy”. In other words, to rapidly produce weapons, ammo and military vehicles, fuel, food rations, etc. only to just as rapidly spend them in the process of mass killing of proletarians – i.e. US! And because each State has to do it faster and more massively than the “enemy”, this creates an immense pressure to make us work always harder, longer hours, with less protection and so on. At the same time the State has to double down on propaganda of the nation and sanctity of “the Motherland”, “democracy” and “freedom” in order to convince us to sacrifice ourselves for the interests of Capital which can never be our own.
The first answer to the question of what to do therefore is: to revolt against our own exploitation! Through strikes, occupations, blockades and sabotage of highways and railways, looting of goods as well as their redistribution among our class and so on during war time we attack the production, valorization and reproduction of Capital needed for the war efforts. But also, by claiming our class interests in opposition to the interests of the ruling class we subvert their fairy-tale of “national unity”! Our class enemies will also have to send more cops and soldiers to try to repress our struggles – and those will be missing for hunt on deserters and refugees, for enforcing mobilization, for guarding the borders… and their loyalty to the State is not given. After all, mutinies in Russian army in February 1917 were sparked when the soldiers were given a command by their officers to repress striking workers in Petrograd!
To make our attack on the war machine direct and efficient we need to focus our subversive activity on several fields:
Disruption of military infrastructure like ammunition warehouses, railroads, ports, airports and roads used to deliver troops and the military material to the fronts.
We can take inspiration from our proletarian brothers and sisters from collectives sabotaging the railways in Belarus and Russia since the beginning of the war to stop the delivery of military material to the front.
Also, from port workers in Genoa and Trieste in Italy and in Piraeus in Greece blocking the shipment of weapons and munitions to Ukraine, Israel or for American bombing of Yemen.
Disruption of military recruitment, draft and “busification” of enlisted men to the front. Both in Ukraine (Zakarpattia and others) and in Russia (Dagestan and others), pigs and military patrols coming to arrest the enlisted men are being confronted by their angry relatives and friends.
If we live in countries further from the front, the State so far uses either some sort of “voluntary” recruitment tactics, and nationalist manipulation like the patriotic education programs that are being run for example in France or in Poland or projects of compulsory military service. If we look for inspiration of what to do about it, let’s point out the long tradition of protests and riots against military recruiters and “military career advisers” in American universities, going back to the so-called wars in Vietnam, the Persian Gulf up to the recent one in Gaza.
Why should military recruiters, nationalist propagandists, or those good citizens that snitch for the State and denounce the anti-militaristic class resistance – those that force us to sacrifice ourselves for the “good of the nation” – be allowed to live their lives in peace and safety? Let’s deal with them as our class movement has always dealt with scabs and strikebreakers! Snitches get stitches!
Helping the deserters to escape, hide them and smuggle them across the borders, but also organize our struggle together with them! There already exist networks both in Russia and Ukraine that help soldiers escape from the army and we need to practically connect them with our own networks of struggle. This means secure contacts, secure phones, safe houses, fund collections…
History of class struggle shows us that the only way how we can truly oppose the capitalist war, not in favor of continuation of our misery in capitalist peace, but for destruction of the society of misery and exploitation altogether, and therefore to end all wars, is when the revolt of proletarians on the front-lines and struggle of those on the “home front” practically unite!
Let us recall the experience of the proletarians in Iraq during the so-called First Gulf war of 1991, when army deserters, many of them keeping their weapons, have congregated both in the marshes in the south and the mountains in the north where they organized together with the militant workers the insurrection against the State!
When faced with a global capitalist catastrophe, the revolution is our only perspective!
Let’s turn our weapons against “our own” exploiters and against “our own” generals!
Let’s struggle together against the capitalist war, against the capitalist peace!
Let’s turn the capitalist war into a global class insurrection for communism!