La elección de Trump y la clase obrera americana
Mientras los sondeos de opinión anunciaban a Kamala Harris como la más probable ganadora por un margen muy ajustado, el expresidente Donald Trump era reelegido para un segundo mandato tras su derrota en 2020. Trump no solo obtuvo el mayor número de «grandes votantes» en los distintos estados, sino que también cosechó el mayor número de votos a nivel nacional, la primera vez para un presidente republicano desde George Bush en 2004: el 50,1% de los votos frente al 48,3% de Kamala Harris, mientras que en el momento de su victoria en 2016 solo había obtenido el 45% de los votos (frente al 48,2% de Hillary Clinton), pero al haber superado a Hillary Clinton en número de grandes votantes, ganó la presidencia. Aunque el porcentaje de abstención fue esta vez mayor que en las últimas elecciones presidenciales (36% frente al 34% de 2020, la tasa más baja en décadas, y el 40% de 2016), obtuvo más de 2.000.000 de votos más, mientras que la candidata demócrata perdió más de 8 millones. Los análisis del voto muestran que la abstención aumentó en zonas donde habían votado mayoritariamente demócratas en 2020; el porcentaje de votantes de Kamala Harris bajó tanto entre los blancos como entre los negros y los latinos, entre los hombres como entre las mujeres (en igual proporción); solo aumentó su resultado respecto al de Joe Biden entre los votantes mayores de 65 años y los de rentas más altas (más de 100.000 dólares anuales) (1).
Estos pocos datos demuestran que la derrota electoral de la candidata demócrata no se debe principalmente a prejuicios raciales o misóginos.
Ni los excesos verbales ni las fake news del candidato Trump y sus partidarios, ni los llamamientos a votar a Harris en nombre de la defensa de la democracia frente a un «fascista» condenado por los tribunales, ni los posicionamientos de estrellas del espectáculo, ni las declaraciones de destacados economistas sobre la salud de la economía estadounidense, han logrado generar una movilización de votantes comparable a la que llevó a Joe Biden a la victoria en 2020. Para millones de votantes de este último, especialmente entre las capas más desfavorecidas, lo que domina es la desilusión y el descontento: en estos cuatro años, la desigualdad ha aumentado; los más pobres, los proletarios, se han empobrecido aún más e incluso sectores de las clases medias se han visto golpeados por una inflación que no alcanzaba estos niveles desde hace casi cuarenta años: mientras que los capitalistas y los inversores en bolsa han visto aumentar sus ganancias, a veces de forma espectacular.
Las elecciones son siempre un espejo muy distorsionado del estado de ánimo de la población en general y del proletariado en particular; el sistema democrático se ha ido perfeccionando a lo largo de las décadas para intoxicar a los explotados, reducidos a la condición de votantes ávidos de propaganda. El circo electoral, ricamente dotado (se calcula que este año los distintos partidos han gastado casi 16.000 millones de dólares en propaganda electoral, todo un récord) (2), tiene como función primordial desviar las aspiraciones, frustraciones y descontentos del electorado hacia el terreno, inofensivo para el orden burgués, de la competición entre los distintos partidos y candidatos al servicio de los capitalistas (¡cuando estos candidatos no son a su vez multimillonarios como Trump, el candidato al que supuestamente se oponen las élites y la clase dominante!). Como dijo Lenin, citando a Marx: la «característica esencial de la democracia capitalista» es convencer a los oprimidos de que «decidan una vez cada pocos años qué miembro de la clase dominante debe oprimir, aplastar al pueblo en el Parlamento»
Este descontento de los proletarios, cuyas huellas pueden encontrarse en las vicisitudes electorales, se manifiesta en el terreno real de las relaciones de clase a través de una renovación de la combatividad obrera. La huelga de siete semanas de más de 30.000 trabajadores de Boeing, que rechazaron dos veces los acuerdos alcanzados entre la dirección y el sindicato IAM, es el ejemplo más reciente. Según las estadísticas oficiales, que sólo enumeran las huelgas de más de 1.000 trabajadores, más de 450.000 proletarios hicieron huelga en 2023 (últimos datos disponibles), una cifra que no se alcanzaba desde hace varios años (4).
La elección de Trump representa la ascensión a la presidencia de un adversario del proletariado; pero Biden-Harris y el Partido Demócrata han demostrado, si aún fuera necesario, que no son en absoluto, como les gusta presentarlos a los dirigentes sindicales ultra optimistas, «amigos de los trabajadores»; no han dudado en romper huelgas como la de los ferroviarios, en intervenir para frenar otras como en Boeing, o en deportar a más indocumentados que Trump. Aquellos que, a pesar de la política criminal en el extranjero (Israel...) y de la política anti obrera en el seno de los demócratas, piden a los proletarios que les apoyen en nombre del «mal menor» o de la «defensa de la democracia», son en realidad los adversarios más insidiosos del proletariado. Para defenderse de los capitalistas y de su Estado, los proletarios no pueden de hecho contar más que con su propia lucha de clase; deben rechazar no sólo las orientaciones nacionalistas, racistas y xenófobas difundidas principalmente (pero no únicamente) por las corrientes de derecha y de extrema derecha: deben también romper con todos los falsos «amigos» que los encadenan a la mortífera colaboración de clase con los capitalistas en la que sus intereses son sacrificados a los de la empresa o de la economía nacional.
El período que se avecina estará inevitablemente marcado por ataques redoblados contra los proletarios estadounidenses, no por la mala voluntad de Donald Trump, sino porque los problemas económicos de Estados Unidos y el empeoramiento de las tensiones inter imperialistas lo exigen. Al igual que sus camaradas de otros países, los proletarios estadounidenses tendrán que encontrar el camino de la lucha de clases independiente y la organización para hacerle frente; pero también tendrán que reconstituir su partido de clase internacionalista e internacional: una tarea que no es en absoluto fácil ni rápida, pero esencial para que las luchas que tiene por delante la clase obrera se dirijan hacia el derrocamiento revolucionario del capitalismo.
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
18/11/2024- www.pcint.org
__________
NOTAS:
(1) https://www.washingtonpost.com/politics/2024/11/12/what-numbers-actually-say-about-2024-election/
(2) https://www.opensecrets.org/2024-presidential-race
(3) Cfr. Lenin, El Estado y la revolución, capítulo 5 https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/estyrev/
(4) https://www.bls.gov/wsp/
Los estadounidenses se retiran de Afganistán
para
intervenir en otras partes
El hundimiento
de un régimen titere
Nada funcionó: ni los acuerdos “históricos” firmados en
febrero de 2020 en Doha bajo la presidencia de Donald Trump entre los
talibanes y los estadounidenses para la apertura de negociaciones de
paz, ni las armas dejadas en gran cantidad al ejército afgano, ni
las declaraciones. el gobierno y las instituciones afganas: en pocos
días el régimen de Kabul se derrumbó; tan pronto como las tropas
estadounidenses comenzaron su retirada, las tropas leales se negaron
a luchar, las autoridades provinciales opusieron solo una mínima
resistencia, incluso manifestaron lealtad al Talibán.
Símbolo
de este hundimiento ha sido la apresurada huida del presidente Ashraf
Ghani, sin siquiera tomarse el tiempo de advertir a sus ministros y
apenas unas horas después de una entrevista con Joe Biden donde el
mandatario estadounidense le aseguró su inquebrantable apoyo, luego
de la entrada sin pelear de los talibanes a la capital... Y si los
estadounidenses y sus aliados pudieron repatriar a miles de
nacionales y protegidos, es gracias a la buena voluntad de estos
talibanes que ellos mismos habían expulsado del poder ¡hace veinte
años!
Este
colapso es la demostración de que el régimen de Kabul era
controlado únicamente por la fuerza de las tropas estadounidenses y
por las transferencias financieras internacionales decididas bajo la
égida de los Estados Unidos, sin gozar de ningún apoyo sólido
entre la población. Si gracias a este maná una economía a la
occidental había podido desarrollarse en Kabul y en las grandes
ciudades, creando una capa pequeñoburguesa occidentalizada, era solo
una isla mientras la gran mayoria de la población, en el campo donde
3 / 4 de los habitantes viven pero también en las ciudades,
permanecen alejados, sufren de pobreza extrema: según estimaciones
de las ONG, 9 millones de personas, o más de un tercio de la
población, no pueden permitirse cubrir sus necesidades básicas
básicas y sufren de hambre.
El régimen de
Kabul: miseria de las masas
y enriquecimiento de las élites corruptas
Los medios
occidentales ensalzan el progreso de la condición de la mujer, pero
este progreso afecta solo a una pequeña parte privilegiada de la
población urbana. La situación es muy diferente para los demás:
Afganistán es uno de los países con mayor mortalidad materna (así
como mortalidad infantil), un país donde solo el 36% de las niñas
van a la escuela (el porcentaje de niños apenas llega al 50%) (1).
Ahora se pretende descubrir la corrupción generalizada en el país,
donde por ejemplo los generales creaban cuerpos de ejército
fantasmas para recibir parte de los subsidios estadounidenses y donde
el primer presidente, Hamid Karzai estaba en la mira del público,
vinculado al tráfico de opio, de lo que el país es uno de los
mayores productores.
Pero esta corrupción era solo
el corolario inevitable de la ocupación estadounidense: ¡de alguna
manera había que comprar a los partidarios de la presencia
occidental! Es fácil entender por qué las masas afganas no se han
levantado para defender un régimen construido para el
enriquecimiento de una verdadera mafia de corruptos...
Historicament Afganistán
siempre ha sido el juguete de los paises más potentes que lo han
invadido varias veces, no por sus riquezas – muy limitadas – sino
debido al riesgo de perturbaciones que este pais representa para la
region. Fue en nombre del mantenimiento de la estabilidad regional
(léase: la estabilidad de la presencia soviética) que los rusos la
invadieron en 1979, como los ingleses en el siglo anterior para
proteger su imperio indio; y fue en nombre de la estabilidad
internacional que los estadounidenses hicieron lo mismo en el siglo
siguiente. Estos diversos invasores, con el pretexto o apoyándose en
rivalidades internas entre grupos étnicos y centros regionales de
poder, más el débil desarrollo económico y social del país, nunca
permitieron su unificación.
La retirada de
Afganistán señala la transformación
de las relaciones interimperialistas en Asia y el mundo
No es desde ayer que el imperialismo estadounidense busca separarse de Afganistán, temiendo sufrir el destino de los rusos que fueron desangrados por una guerrilla interminable (¡apoyados y armados por los estadounidenses!). La administración Obama, que incluía a Joe Biden, ya quería salir del país, pero convencida por los militares de que la victoria estaba a su alcance, intensificó las operaciones bélicas, aumentando el número de soldados estadounidenses de 30.000 a más de cien mil, antes de reducirlos ante la falta de resultados de este “aumento”. Dependía de la administración Trump sacar esa conclusión abriendo negociaciones con los talibanes para una retirada final. El gobierno de Biden decidió honrar este acuerdo y abandonar rápidamente el país independientemente de las consecuencias inmediatas.
Los medias internacionales presentan la retirada estadounidense
como una victoria de rusos y chinos, pero nada es menos seguro: si
estos dos imperialismos buscan llenar el vacío dejado por los
estadounidenses, es porque temen sobre todo la “desestabilización”
provocada por esta retirada que el gobierno de Beijing ha considerado
“irresponsable”; los chinos temen la influencia en su país de
rebeldes uigures que luchan junto a los talibanes; en cuanto a los
rusos, estos han organizado maniobras militares en las últimas
semanas con Uzbekistán y Tayikistán cerca de la frontera afgana:
para estos Estados fronterizos y para Turkmenistán, vasallos de
Rusia, débiles e inestables, la victoria de los talibanes constituye
una amenaza para su seguridad interior.
Sin embargo, esta
retirada es parte de una transformación en curso de las relaciones
interimperialistas que está preparando las alineaciones para un
futuro conflicto mundial.
Los proletarios
no deben equivocarse: la retirada de Afganistán no significa que el
imperialismo estadounidense cese sus intervenciones, militares o no,
en todo el mundo; al contrario, significa que, sabiendo que no puede
intervenir en todas partes al mismo tiempo, quieren liberarse del
grillo afgano para intervenir allí donde los enfrentamientos son más
importantes. Mientras EE. UU. se retira sin gloria de Afganistán, la
vicepresidenta de EE. UU. acababa de realizar una gira por Asia en la
que llevó el apoyo de EE. UU. contra China a Vietnam, de donde
habían sido expulsados, hace 46 años.
Esta coincidencia
tiene un valor simbólico; el imperialismo estadounidense, incluso
debilitado por el ascenso de sus rivales, sigue siendo el
imperialismo dominante, capaz de regresar después de sus derrotas.
Las escenas de caos en el aeropuerto de Kabul no son una debacle; el
imperialismo estadounidense es y será siempre tan agresivo que no
dudará en iniciar un nuevo conflicto mundial para defender sus
intereses y su dominio. Si bien esta perspectiva no es inmediata, no
obstante se acerca, al ritmo de las crisis económicas.
El imperialismo
estadounidense se está retirando de Kabul, pero sigue siendo el
enemigo número uno de las masas y del proletariado mundial, el pilar
del capitalismo internacional.
Tendrá que ser
derribado por la revolución comunista de los proletarios
estadounidenses y del mundo entero para que la humanidad ponga fin a
las guerras para siempre.
Partido Comunista Internacional, 30/8/2021
(1) https://www.oxfam.org/fr/decouvert/pays/afghanistan
Análisis de la actual crisis y revuelta en Cuba desde la perspectiva comunista radical
Los hechos y sus falsas versiones de derecha y de izquierda
Mediante acciones directas y espontáneas de masas que van desde hacer marchas y asambleas autoconvocadas hasta volcar a mano propia autos de la policía y saquear tiendas, el proletariado de la región cubana se está levantando en las calles contra el hambre y contra la tiranía estatal, es decir contra las miserables condiciones materiales de existencia impuestas por el capitalismo y su crisis actual, al igual que lo ha hecho el proletariado de las regiones colombiana, birmana, iraní y sudafricana durante este año, y al igual que lo hizo el proletariado de las regiones ecuatoriana, chilena, haitiana, francesa e irakí, entre otras, hace dos años.
Con todas sus debilidades, limitaciones y contradicciones internas (patriotismo, interclasismo, falta de autonomía revolucionaria, aislamiento, etc.), la revuelta proletaria de estos días en la región cubana es un eslabón o un episodio más de la tendencia hacia la recomposición de la revuelta proletaria internacional que se abrió en el 2018-2019 y se vio "interrumpida" por la pandemia y la dictadura sanitaria contrainsurreccional o la contrarrevolución preventiva del 2020-2021 por parte de todos los Estados de este planeta.
Blog:
http://proletariosrevolucionar
Página FB:
https://www.facebook.com/Prole
______________________________
OTROS TEXTOS :
¿Arde Cuba? https://www.autistici.org/
Disturbios en Cuba: http://valladolorinternacionalista.blogspot.com/2021/07/disturbios-en-cuba.html
Washington: día negro para el Capitolio, la casa-símbolo de la democracia estadounidense
6 de enero de 2021: ese día, desde el Capitolio en Washington, la Cámara y el Senado reunidos en sesión plenaria, al vicepresidente aún en el cargo, Mike Pence, autorizado por el colegio electoral, no le quedó más remedio que proclamar a John Biden como el 46 ° presidente de la Estados Unidos de America.
Pero la victoria electoral de Biden dada por descontada desde la confirmación de los primeros resultados, ha sido impugnada por Trump, que denuncia un fraude, especialmente en los estados decisivos, razón por la cual Trump ha lanzado una serie de acciones legales alegando, obviamente, que él es el ganador. “Una elección confiscada”, esta es la acusación; y en apoyo a esta acusación, Trump ha pedido a sus fanáticos que se manifiesten en todo el país. Realizadas las investigaciones necesarias, los distintos tribunales negaron que hubiera habido fraude, confirmando la regularidad de las votaciones y, por tanto, de la victoria de Biden.
Pero Trump sigue sosteniendo la tesis del fraude y de la “elección robada”, y concerta una cita con sus partidarios para el 6 de enero, frente al Capitolio, para demostrar su protestade viva voz “Stop the steal”, paren el robo, esta es la consigna que lanzó Trump en el parque de la Casa Blanca el mismo día. Al mismo tiempo, siguió presionando a los senadores republicanos para que impidiesen la proclamación de Biden como ganador, declarando la irregularidad del voto y luego reemplazando a los grandes votantes que salieron de las elecciones por otros nombrados por el vicepresidente por mandato. Pero, cuando Mike Pence se niega a hacer lo que exige Trump, los manifestantes trumpistas se desatan; suben corriendo las escaleras al Capitolio, arrollan el débil cordón de policías que custodiaban la escalera y la entrada al recinto, e irrumpen violentamente en las salas. Cabe señalar que, frente a las manifestaciones contra las brutalidades policiales ejercidas contra los negros indefensos, se desplegaron unidades antidisturbios armadas hasta los dientes; pero, en defensa del Capitolio de las predecibles incursiones de manifestantes pro-Trump solo había un cordón policial... que luego abren las barreras para dejar entrar a la multitud... Todos los medios hablan de un verdadero asalto al Capitolio; los parlamentarios huyen y se refugian en sitios más protegidos, mientras algunos agentes de seguridad, armas en mano, se enfrentan a la multitud que mientras tanto invade el templo de la democracia estadounidense, destroza los pasillos y oficinas; se escuchan disparos. Afuera, entre la multitud, hay quienes incitan a un motín. Al parecer el propio vicepresidente Pence, que siempre ha sido leal a Trump, llama a la Guardia Nacional a restaurar el orden tanto dentro como fuera del Capitolio. La jornada deja 4 muertos [más el de un policía ya grave, ndr], decenas de heridos y 52 detenidos.
La sesión plenaria del Congreso, interrumpida durante varias horas por este asalto, se reanuda posteriormente en la noche, que finaliza con la proclamación de Biden como presidente. De esta manera intentaron reparar la cicatriz en la casa-símbolo de la democracia estadounidense? llevando a cabo el procedimiento previsto por el sistema electoral, a pesar de la violenta incursión. Pero los 14 días que transcurren entre el 6 de enero, día de la proclamación formal del presidente, [según mensajes en Twiters, eliminados rápidamente por el proveedor, para el 19 de enero los votantes pro-Trump tienen pensado realizar otra manifestación, ndr] y el 20 de , día en el que el inquilino de la Casa Blanca debe Irse definitivamente para dar cabida a su sucesor, seguirán siendo días cargados de tensión. Y no solo porque Trump y sus seguidores seguirán acusando a Biden y los demócratas de haber “robado” las elecciones, sino porque el malestar subyacente de la sociedad estadounidense no va a desaparecer de la noche a la mañana: es terreno fértil, especialmente para los estratos pequeño-burgueses de la América “blanca” que encontraron su líder en Trump, para expresar su descontento y sed de venganza contra quienes llegaron al poder con los votos especialmente de afroamericanos e hispanos.
Trump se había impuesto en el Partido Republicano, en 2016, como candidato presidencial a pesar de no haber crecido políticamente dentro del partido, ni haber tenido una carrera política o militar anteriormente. Como magnate de los casinos y la construcción, siempre ha tratado de facilitar su negocio gracias al apoyo político, como por otro lado hacen todos los grandes capitalistas (vale sobre todo el ejemplo de Silvio Berlusconi). Apoyó ora a los demócratas, ora a los republicanos, según sus chanchullos, para volver de nuevo con los republicanos – mucho más afines a sus posiciones supremacistas y racistas – que, después de George W. Bush, no encontraron un candidato lo suficientemente fuerte contra Hillary Clinton. Lo encontraron en Trump quien, en las elecciones de 2016, contra todo pronóstico, ganó, convirtiéndose en el primer presidente electo en Estados Unidos sin haber sido senador o gobernador de ningún estado, ni alto oficial militar. También desde este punto de vista era considerado una especie de out-sider que podía asumir, en la batalla política y en el enfrentamiento con las facciones burguesas opuestas, caracteres y movimientos imprevisibles para los adversarios, pero también para ellos, los republicanos. Por otro lado, precisamente este currículum “político” diferente y la propaganda inflada de sus éxitos empresariales personales, mezclados con el mito estadounidense según el cual incluso aquel que “ha surgido por sí solo” puede llegar a ser presidente, le ha permitido atraer a su radio de influencia también una parte de la clase trabajadora de los Estados del Norte que solían votar por los demócratas, pero que estaba sufriendo un empeoramiento de las condiciones de vida tras los efectos de la crisis financiera que estalló en 2008 y continuó durante los años siguientes. .
Como es habitual en el régimen burgués, los partidos políticos y sus exponentes no son más que la expresión política de intereses económico-financieros muy concretos y es evidente que la política tendencialmente aislacionista y patriótica resumida en el lema “America First” que Trump alardeaba continuamente, expresó y expresa los intereses específicos de los capitalistas estadounidenses que hoy sufren la competencia internacional, la de la China en particular. No solo eso, sino que estos intereses fuertemente nacionalistas también suelen estar entrelazados con las posiciones antiinmigrantes y racistas que en Estados Unidos, aunque siempre presentes, han retornado, particularmente durante los cuatro años de la presidencia de Trump.
Como ocurre sobre todo en tiempos de crisis y en los que el futuro cercano se vuelve cada vez más incierto para las grandes masas, no solo proletarias sino también pequeñoburguesas, siempre hay facciones de la gran burguesía que no se conforman con los efectos ideológicos que la democracia electoral y los parlamentarios tienen objetivamente sobre las masas, sino que tienden a forzar situaciones para que sus intereses predominen sobre los de las facciones contrarias. Este contraste es parte de la lucha competitiva entre grupos burgueses en todos los niveles, económico, financiero, político, y surge inevitablemente de forma violenta no solo cuando la crisis económica reduce significativamente el pastel de las ganancias, sino también debido a la cada vez más encarnizada competencia internacional que se está acumulando gradualmente.
El hecho es que Trump, ya sometido a una serie de investigaciones por parte del Poder Judicial por evasión fiscal y otros delitos similares, dado que pronto dejará de ocupar el cargo de presidente de Estados Unidos, estará sujeto a una aceleración de las investigaciones que podrían golpearlo fuertemente en lo económico y personal. Tiene, por tanto, un interés muy personal en alborotar al gallinero contra un voto que no le favorecía y, aunque sabía que – tras fracasar en su maniobra de pedir el recuento de votos para anular el resultado a su favor – difícilmente podría haberlo ganado, en todo caso, podía contar con el caos provocado por la movilización de la calle sobre un tema que seguirá dando vueltas el mayor tiempo posible: el de la “elección robada”...
La pobre democracia, desgarrada y pisoteada, ha mostrado un rostro – el del desorden, del caos, de la violencia que normalmente esconde bajo mantos de engaños y mentiras – que socava su credibilidad y pone en peligro su control sobre las masas. Pero, si el capitalismo tiene siete vidas gracias a las cuales – a pesar de la interminable serie de crisis económicas, catástrofes sociales, desastres ambientales, masacres por guerras, miseria y hambr – aún logra mantenerse en pie y sostener la dominación política y social de la clase burguesa, siete vidas también parece tener el sistema democrático, no obstante las innumerables manifestaciones que lo denuncian como un sistema político en beneficio exclusivo de la minoría capitalista burguesa que maneja, por supuesto, las palancas del poder. Incluso cuando los burgueses son los primeros en mostrar su capacidad sistemática para pisotear sus propias leyes y su propio sistema político, con el único propósito de defender sus intereses privados, el mito de la democracia no se desvanece, vuelve poderosamente para alimentar un sistema político y social en plena podredumbre. La ilusión de una democracia honesta, pacífica e igualitaria es dura de morir...
¿Qué hará el proletariado para liberarse de él?
Defenderse ante todo como una clase independiente, como una clase que lucha no por una democracia “verdadera”, “honesta”, “liberal”, sino contra la explotación a la que es sometida desde su aparición, contra el constante chantaje de un trabajo. (y, por tanto, de un salario), aceptando las condiciones impuestas por los patrones, contra toda opresión, desde la social hasta la racista; como una clase que no cede a la conciliación y colaboración entre clases, sino que se enfrenta a la burguesía y a todos sus partidarios – ya sean demócratas, republicanos, supremacistas, racistas o “socialistas” –, aceptando el terreno de lucha en el que la burguesía misma, a través de sus múltiples ramificaciones, la ataca. Las condiciones de existencia de los proletarios, en un régimen burgués, son las condiciones impuestas por los capitalistas que, en situaciones de crisis económica o crisis sanitaria como la actual, tienden a agravarse y solo la lucha dura, tenaz e inteligente contra ellos. puede limitar el empeoramiento de estas condiciones. Si son los mismos burgueses, los mismos multimillonarios, los mismos gobernantes los que pisotean su democracia, ¿por qué los proletarios deberían defenderla, querer reparar sus grietas, embellecerla? De la democracia burguesa los proletarios, no importa si son blancos, negros, asiáticos, hispanos, mestizos, nunca han obtenido una mejora social y económica real; y aun cuando han obtenido mejoras sociales, o se les otorgaron derechos civiles, solo ha sido después de luchas muy duras, pero estas mejoras y derechos, con la primera crisis, desaparecerán y serán pisoteados. La misma burguesía, que pisotea su democracia, sus leyes a cada paso, pretende que las grandes masas respeten las leyes y crean en la democracia.
Hoy el proletariado, y no solo en América, no es una clase independiente. Los sindicatos están corrompidos hasta la médula, los partidos que pretenden defender a los trabajadores son en realidad organizaciones de colaboración entre clases y, por tanto, al servicio de la conservación burguesa y capitalista. El proletariado es prisionero de un mecanismo político y social que, por un lado, lo aplasta a diario para aprovechar al máximo su fuerza de trabajo y, por otro, lo adula con la idea de que el mecanismo democrático es el instrumento de su bienestar general, de su emancipación. Pero nunca ha habido una democracia que haya logrado evitar las crisis económicas, que haya logrado eliminar las desigualdades sociales, erradicar la pobreza y el hambre, vencer las guerras y su devastación. La democracia no es más que el manto ideológico de la clase burguesa que no tiene ningún interés ni intención de perder los privilegios derivados de las relaciones capitalistas de producción y propiedad, de la clase burguesa que, para seguir dominando la sociedad, debe aplastar a las clases inferiores condenándolas a una vida de sudor y sangre.
El proletariado es la única clase inferior de esta sociedad que en la historia ha demostrado que expresa un programa y un objetivo histórico totalmente antagónicos al programa burgués; la única clase cuya fuerza social y política teme la burguesía, en Estados Unidos como en cualquier otro país. No la teme como un peligro hoy, dado que el proletariado aún no ha expresado esa fuerza que solo su organización independiente puede darle y que solo la dirección política, la del partido de clase, puede asegurarla. Pero la experiencia histórica también le ha enseñado a la burguesía estadounidense, tras las revoluciones proletarias que estallaron en Europa y Asia en el siglo pasado, que la lucha de clases, especialmente en una era en la que los contactos internacionales son mucho más fáciles de lo que solían ser, puede tener un nivel muy alto de contagio. La democracia burguesa, gracias al trabajo del oportunismo político y sindical, ya ha demostrado ser un excelente baluarte contra la lucha de clases proletaria, porque a través de estos métodos de control social el proletariado se confunde, confunde los objetivos burgueses con los propios, considera los intereses de las empresas burguesas como sus propios intereses, considera al país en el que es explotado, brutalizado, masacrado con fatiga, marginado, asesinado, como su propia “patria” a defender de agresores “externos”, mientras que el primer agresor de sus condiciones de existencia lo tiene en casa y es su burguesía. Y no importa si los burgueses se pelean entre ellos, revuelvan las cartas o las papeletas en las urnas, también luchan ferozmente entre sí para conseguir un trato o un privilegio exclusivos: es cierto que todos ellos están interesados en mantener al proletariado en total confusión, condicionándolo a las necesidades del buen desempeño de la economía empresarial así como de la economía nacional. Y mientras el proletariado se alimenta de... democracia, el burgués se alimenta de su sudor y de su sangre.
El asalto a Capitol Hill, instigado y organizado por seguidores de una facción burguesa, la de Trump y los senadores y gobernadores que lo apoyan, no fue realmente un ataque a la democracia en general, sino una manifestación violenta de una multitud a la que se le dio un blanco físico contra el cual una masa de pequeñoburgueses descontentos con su vida debía desahogar su disgusto, su rabia, su malestar. Y como toda meta a alcanzar incluso con violencia, se le ofreció un motivo fácil: el robo, en este caso el robo de una victoria electoral que se pasó por una victoria de esa masa elevada al rango de patriotas. No en vano, después del asalto al edificio del Congreso y su vandalización, Trump tuiteó: “Esto sucede cuando se arrebata una victoria a los patriotas” (1).
La burguesía tendrá que presenciar un asalto muy diferente algún día, cuando las masas proletarias, bajando al terreno revolucionario y lideradas por el partido de clase, se propongan el mismo objetivo que los proletarios de Petersburgo se fijaron en octubre de 1917: el Palacio de Invierno.
Los comunistas revolucionarios trabajan para esa histórica cita, seguros de que la burguesía no es tan invencible como pretende. No es tarea sencilla, ni para el proletariado ni para su partido de clase, preparar esa histórica cita, pero la burguesía no podrá escapar de ella. No habrá democracia, gobierno, presidente o general capaz de detener esa futura marea roja. La clase de los sin reservas, la clase de los proletarios, no importa cuál sea el color de su piel o la nacionalidad en que los haya clasificado el registro burgués, emergerá poderosamente. Las cancillerías de todo el mundo temblarán porque los proletarios finalmente se reconocerán como protagonistas de su propia historia, ya no esclavos asalariados, sino combatientes por una sociedad sin opresión y sin esclavitud, por una sociedad sin clases, por el comunismo.
(1) Cfr. Il fatto quotidiano, 7 de enero de 2021.
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
8 de enero de 2021
Elecciones parlamentarias en Venezuela
¿Gigantesca victoria del chavismo? ¡No, arrasadora desconfianza del proletariado!
Si se trata de una victoria, ella sería la victoria – pírrica – no solo de
Maduro sino del orden burgués que él representa y que siempre ha imperado en
Venezuela, poco importa el nombre que se le haya dado en estos últimos veinte
años a la bestial explotación capitalista del proletariado en Venezuela.
Cerca de 21 millones de electores potenciales, más de mil observadores entre
nacionales y extranjeros “amigos” de Venezuela como el ex presidente español,
Zapatero – Bruselas, Washington y Lima juzgaron nulas e incluso fraudulentas
estas elecciones (ya antes de sus resultados...), y no enviaron a ningún
representante –, todo organizado para las elecciones legislativas del 6/12
cuyos resultados darán nombre a los nuevos 277 parlamentarios a la clásica
Asamblea Nacional. Hasta aquí todo normal, la calle está tranquila, no hay
incidentes, el opio democrático ha podido difundirse sin grandes tropiezos.
Alrededor de la 1:30 de la madrugada del día siguiente se anuncia el primer
boletín sobre la base del cómputo de los primeros 6 millones de sufragios según
las cifras oficiales, equivalente al 31% de la totalidad de los electores
potenciales (Guaidó dice que solo fueron a votar un 7%, otros voceros hablan de
21%), la abstención, ésta sí, fue masiva, casi 70%. Este primer boletín dará
las proporciones sin cambios significativos en lo que queda de conteo de urnas.
La oposición de derechas (Alianza por el Cambio) gana un tercio, o 17,52% (casi
un millón de votos) de los escaños, la extrema derecha (Primero Justicia,
Voluntad Popular) 4,15%, y los dos tercios restantes (67%, 3 millones 500 mil
votos) serán para los representantes del PPT-PSUV, el llamado Gran Polo
patriótico o Alianza bolivariana.
Estas elecciones parlamentarias se han desarrollado en Venezuela en el marco de
diversos e intensos problemas sociales y políticos internos: pandemia,
sanciones económicas por parte de Estados Unidos, crisis económica devastadora,
pobreza creciente, desabastecimiento, primeras peleas en el seno del partido de
gobierno con la salida del PCV y otras pequeñas agrupaciones políticas
reformistas de izquierda, en esta caso Tupamaro y Marea Socialista – Aporrea.org.,
los cuales junto a otras pequeñas organizaciones minoritarias obtienen un
pequeño 2,7% de los votos recogidos en su totalidad.
El presidente auto-proclamado Guaidó, su consulta y su boicot
Guaidó y los políticos extremistas anti chavistas habían perdido el poder de
convocatoria que tenían años atrás, por tanto su llamado a boicotear las
elecciones legislativas era la única alternativa honorable que les quedaba, no
sin antes consultar a los mandamases imperialistas capitaneados por el todavía
presidente Trump. Por otra parte, el Banco de Inglaterra piensa otorgar los mil
cien millones de dólares en oro depositados por Chávez en sus bóvedas a la
causa de Guaidó y de sus seguidores – esto es un signo más que evidente que los
imperialismos occidentales continúan apoyando a su pupilo presidente
auto-proclamado. Este último llama a una “consulta democrática” por vía
electrónica en los próximos días. ¡Pero si Guaidó denuncia los comicios
chavistas como una farsa, su “consulta” vía Telegram (1) ha sido una farsa
al cuadrado! Es evidente que la arrasadora abstención no se la puede atribuir a
los llamados de Guaidó al boicot de las elecciones, considerando que “las
elecciones de Maduro carecen de garantías y condiciones” (Cf “El
Carabobeño”). El opositor Vicente León, presidente del instituto de encuestas
Datanalisis, considera que la abstención es más el hecho de una creciente “desconfianza
en los políticos que los llamados al boicot lanzados por la oposición”. Un
diario francés citaba la frase de un habitante en Caracas: “el único acto
heroico de la oposición es el de condenarnos a morir de hambre” (2),
haciendo referencia al impacto en la vida de las grandes mayorías que provocan
los llamados de la oposición extremistas a imponer todavía más sanciones
económicas de los imperialismos occidentales a los venezolanos. En efecto, la
gran mayoría ha expresado un gran desinterés de cara a las elecciones y una
gran desconfianza en los políticos chavistas o de derecha. Esto explica en
parte la salida del PCV y compañía del conjunto chavista: cuando el barco
comienza a hundirse...
“No hay nadie en
los centros de votación porque la gente vota y se va”
Las imágenes de los centros de votación casi vacíos que todo el mundo ha visto
en los medios muestran en parte la poca afluencia de electores. Esto no impidió
que la esposa del presidente de Venezuela, Cilia Flores, diera la siguiente
explicación: “(la votación) es tan rápida que la gente vota y se va (¿?); no
da chance para que la gente se aglomere, lo cual es bien positivo por las
medidas de 'bio-seguridad'; como estamos en medio de una pandemia entonces es
muy bueno esto de la rapidez... se vota y se va uno a su casa a esperar los
resultados, por eso el proceso va de maravilla”. La abstención pura y dura
ha sido muy elevada como para poder legislar maravillosamente y en santa calma
los próximos 5 años, más aún con semejante explicación de la realidad...
Los chavistas hicieron todo lo que tenían a su alcance para
dramatizar lo que estaba en juego, fueron ellos los que quisieron transformar
estas elecciones en una suerte de presidenciales adelantadas. Por ejemplo,
Maduro declaraba que estaba dispuesto a dejar el poder si los chavistas
perdían. Eran, pues, muy altas las expectativas como para desestimar su
importancia. Pero entonces ven que la realidad es otra. Por un lado dicen que
es una gigantesca victoria (Maduro, Cabello, Rodríguez, dixit), y por el otro
dicen que hubo mucha abstención porque la gente nunca ha estado motivada por
este tipo de elecciones y relativizan citando a otros países con los mismos
porcentajes de participación. ¡Pero con ello reconocen sin darse cuenta que
esta “victoria” no es ninguna!
Las primeras conclusiones que hay que sacar es que los proletarios comienzan a
dar la espalda a las mistificaciones electorales y democráticas; la “gigantesca
victoria” de Maduro y del orden burgués es solo pasajera; los proletarios han
comprendido instintivamente que la vía electoral y democrática es un callejón
sin salida, falta que se den cuenta que la única salida realista, no ilusoria,
es la de la lucha de clase contra clase, su sistema capitalista, su Estado, sus
políticos de derecha e izquierda y todos sus sirvientes. Por muy indeseable que
ella sea, la realidad muestra que en la situación actual, una buena parte de
los explotados y oprimidos ya no creen en la vía electoral. Todavía no creen en
la vía de la lucha de clase, pero objetivamente están en las condiciones de
tomar el camino que los conduce a ella, aunque ese resultado no será ni
automático ni espontáneo.
Estas elecciones no cambiarán nada de la crítica situación que viven los
proletarios y las masas populares en Venezuela. Las cifras muestran que el
desempleo, más allá de las estadísticas oficiales que el gobierno ha dejado de
publicar desde 2013 (!¡), sigue galopante (3), más aún con la pandemia desatada
por la covid-19; que el salario (0,9€) ya no es un salario (4), sino una dádiva
atribuida por el Estado a la población; que la tasa de inflación interanual
sigue siendo estratosférica (5); que la pobreza ya alcanza niveles alarmantes
(6); que la disminución espantosa de la producción petrolera extraída por
PDVSA, la otrora bandera insigne de la economía venezolana, impiden un
restablecimiento económico que permita al menos paliar las necesidades más urgentes
de las clases populares, más aún para los desheredados de toda la vida, los
proletarios.
La crisis
económica también golpea a los emigrantes venezolanos
La crisis económica también ha golpeado a los trabajadores que emigran, quizá más fuertemente que a los trabajadores internos. “100 mil trabajadores venezolanos han abandonado Colombia después de haber perdido sus empleos – lo cual les permitía incluso enviar una ayuda a sus familiares –, muchos no han podido regresar a Venezuela y, según la ONU, forman parte de los 2,75 millones de 'trabajadores inmigrantes bloqueados' en el mundo quienes, luego de haber perdido sus empleos, buscan, muchas veces sin conseguirlo, regresar a su país. (Cf New York Times, 28-29/11/20). Gran parte de los emigrantes venezolanos trabajan en Colombia donde las tasas de desempleo han alcanzado un 14,7% en octubre (últimas cifras publicadas); pero el desempleo es netamente más elevado en razón de la importancia de la economía informal. En otros países de América Latina la situación no es mejor para la emigración venezolana. La pérdida de sus empleos trae como consecuencia un menor envío de remesas a sus familias, acentuando la miseria de estas últimas.
Así, como a lo largo de este año en una veintena de países,
el estallido social violento contra un gobierno cada vez más autoritario,
tiránico y hambreador no se hará esperar. Pero para que los enfrentamientos,
por demás inevitables, no terminen en una simple reparación en superficie del
orden burgués, el proletariado deberá encontrar la vía de la lucha de clase
independiente y reconstituir, junto con los proletarios de los otros países, el
partido de clase, para dirigir su lucha contra el capitalismo.
En esta perspectiva de la reanudación de la lucha de clase, la abstención de
las nuevas elecciones en Venezuela echa por tierra “la pretensión burguesa
de haber organizado para siempre la administración de la sociedad sobre bases
pacíficas e indefinidamente perfectibles con el advenimiento del derecho de
sufragio y del parlamentarismo” (Amadeo Bordiga, “El principio
democrático”)
Partido Comunista
Internacional
16/12/2020
www.pcint.org
__________
(1) Telegram es un servicio de correo fundado en
Rusia, pero cuando el gobierno pidió quiso obligar a la sociedad a ceder los
códigos de acceso, los propietarios abandonaron el país.
(2) Libération, 6/12/20
(3) El Fondo Monetario Internacional reveló que la tasa de desempleo en Venezuela alcanzará el 443% en 2019, afectando a casi la mitad de la
fuerza laboral del país – ya en julio de este año alcanzaba un 47,4%.
(4) Cf.
https://fedecamarasbolivar.org/se-requieren-354-52-salarios-minimos-para-poder-adquirir-la-canasta-alimentaria-familiar/
(5) “La última tasa de variación anual del IPC publicada en Venezuela es de
septiembre de 2020 y fue del 1.813,1%.”. Cf.
https://datosmacro.expansion.com/paises/venezuela
(6) “De acuerdo con los ingresos, el 96% de la población venezolana es pobre. Un 79% está en pobreza extrema, lo que significa que los ingresos percibidos son insuficientes para cubrir la canasta alimentaria” https://elpais.com/internacional/2020-07-08/la-pobreza-extrema-roza-el-80-en-venezuela.html
¡La brutalidad de la policía es sólo la otra cara de la democracia burguesa!
La cobarde paliza, el 21 de noviembre, al productor musical Michel Zecler, culpable de no llevar máscara y de ser negro, y la brutalidad contra los jóvenes del estudio, después de que la policía hubiera abusado de los solicitantes de asilo reunidos en la Place de la République dos días antes, suscitaron una legítima indignación. Los policías habían acusado al productor de rebelarse e intentar apoderarse de una de sus armas y este fue inmovilizado y llevado, "bajo vigilancia", a una comisaría de París; sin el vídeo de vigilancia que establecía las mentiras de la policía, habría sido condenado en firme, como sucede regularmente en estos casos: para los jueces, la palabra de la policía es siempre verdadera. Igual que por la muerte de Cédric Chouviat, el repartidor estrangulado por agentes de policía durante una detención en París el 3 de enero, fue un vídeo el que permitió refutar la versión policial (1).
Precisamente para garantizar la máxima impunidad
de la policía, el llamado proyecto de ley de "seguridad global"
tiene por objeto, entre otras cosas, prohibir la difusión de
imágenes que revelen las acciones de los agentes de policía y
controlar el trabajo de los periodistas durante las manifestaciones.
El último caso de violencia policial lo es, en efecto, de una
larga serie que sería largo enumerar; baste mencionar el caso de
Adama Traoré, joven de 24 años asesinado por la policía tras una
detención en julio de 2016, cuando la continua movilización de sus
familiares obligó a la justicia a no enterrarlo, así como los casos
de represión desatada contra los chalecos amarillos (11 muertos y
centenares de heridos), contra los participantes en las distintas
manifestaciones, contra los jóvenes de los barrios proletarios, etc.
Las brutalidades actuales no son, pues, una excepción, no son obra de unas "ovejas negras" o de unos "elementos violentos estúpidamente reclutados" (Mélenchon dixit): son la consecuencia inevitable de la defensa del sistema capitalista, que se basa en la explotación de las grandes masas, en el mantenimiento del orden burgués mediante una represión constante de todos los que amenazan o impugnan esta explotación, de todos los que representan al menos una amenaza potencial contra el orden establecido y las instituciones que garantizan su continuidad. En tiempos de prosperidad económica y calma social, esta represión, aunque siempre presente y violenta, aparece sólo esporádicamente. La democracia, que es el sistema político más apropiado para el orden burgués porque obstaculiza la lucha de clases al pretender superar los antagonismos sociales a través del voto, presenta, en esos tiempos, un rostro pacífico y relativamente "benévolo".
Pero en tiempos de crisis, la democracia revela su verdadera cara al servicio exclusivo de la dominación capitalista: la represión se manifiesta abiertamente, adquiriendo un carácter sistemático, cada vez más violento y "arbitrario". Esta es la situación en la que nos encontramos; el gobierno ha utilizado el pretexto de la crisis sanitaria para aumentar más, con el consentimiento implícito o explícito de todas las fuerzas políticas y sindicales, la dominación totalitaria de la burguesía sobre la sociedad en general y el proletariado en particular. Los gobernantes saben que la devastadora crisis económica, sin precedentes, provocará tarde o temprano la reacción de los proletarios que son las primeras víctimas (según el semanario fiel a Macron Challenges of 25/11 "El ejecutivo está paralizado por el riesgo de una explosión social"). Esto explica básicamente el último "reprobable punto de inflexión" del gobierno destacado por los medios de comunicación y no ciertamente las amenazas terroristas. Este "punto de inflexión" se manifiesta en particular tanto con la agravación de las medidas contra los inmigrantes y los solicitantes de asilo, presentados a la población como chivos expiatorios, como con la nueva ley de seguridad, que sigue a muchas otras ya vigentes: el poder, que hasta ahora no ha dudado en recurrir a la represión, se prepara así para futuros enfrentamientos.
Pero
hay otro aspecto de esta preparación antiproletaria que hay que
destacar y es la labor de los opositores oficiales, los sindicatos y
los partidos llamados de "izquierda".
La cólera de
decenas y decenas de miles de personas (2) que se manifestaron el 28
contra la violencia policial ha sido desviada por los organizadores
de la "Marcha de las Libertades" (desde los sindicatos CGT,
FSU, SUD, hasta los partidos de izquierda, PS, PCF, Insoumis, Verts,
NPA, etc.) hacia una movilización contra un "ataque a la
democracia" ("comunicado unitario" NPA, France
Insoumise, etc.) y por la defensa del "estado de derecho".
Todas estas personas se cuidan de decir que el Estado es el pilar del
orden burgués, encargado, como tal, de reprimir las luchas
proletarias y que la democracia sólo sirve para velar la dictadura
de la burguesía. Hacen todo lo posible para consolidar las ilusiones
destruidas del Estado y la democracia, proporcionando así una ayuda
insustituible a la clase dirigente. Es más, cuando algunos de ellos
estuvieron en el gobierno, no sólo sirvieron al capitalismo lo mejor
que pudieron, sino que también lideraron la escalada represiva que
se venía produciendo desde hace años contra los trabajadores
militantes, la juventud combativa y los manifestantes en general (3).
Los proletarios ya han visto innumerables veces que son parte de sus
adversarios.
La
respuesta a la agresión, la brutalidad y los delitos policiales sólo
puede ser eficaz si se lleva a cabo con independencia de las
orientaciones de estos partidarios de la conciliación social,
verdaderos agentes de la colaboración entre las clases.
Sólo una lucha de clase, claramente anticapitalista, puede hacer recular al gobierno y a la burguesía movilizando al proletariado. Esto se aplica a la defensa contra la violencia policial, así como a la defensa de los salarios, la lucha contra los despidos, la represión de los solicitantes de asilo o de los trabajadores indocumentados.
¡Abajo
la democracia burguesa, viva la lucha de clases y la unión de los
proletarios contra el capitalismo y el Estado burgués!
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
http://www.pcint.org/01_Positions/01_04_es/201129_Francia-brutalidad-policia.htm
(2) 135.000 según la policía, de 300 a 500.000 según los organizadores
(3) El ex presidente François Hollande tuvo la poca vergüenza de unir su voz a la crítica de la ley de seguridad en discusión, él que ha encubierto todos los abusos policiales cometidos bajo su mandato e incluso el ministro "socialista" del Interior, Cazeneuve, que en noviembre de 2016 había declarado sobre el asesinato de Adama Traoré: "Lo que ya no puedo aceptar es el interrogatorio permanente [....] del trabajo realizado por la policía, la teorización de la consubstancialidad de la violencia policial..."...
Farsa electoral, represión y huelgas en Bielorrusia
El anuncio oficial de la victoria electoral del presidente Lukashenko en las elecciones presidenciales
del 9 de agosto, con el 80% de los votos contra menos del 10% de su principal opositora, Svetlana
Tikhanovskaya, ha desencadenado numerosas protestas en todo el país, porque este increíble recuento
sólo puede ser el resultado de un fraude masivo. Contrariamente a cuanto acaeció en el 2011 cuando
las protestas se limitaron a la inteligentsia pequeño burguesa de la capital, Minsk, las protestas han
tocado ahora a prácticamente todo el país.
El poder ha respondido a las manifestaciones con una represión brutal y masiva (casi 7.000 arrestos,
2 muertos, malos tratos, torturas de prisioneros, uso de balas de goma, la interrupción de Internet, etc.)
sin llegar a calmar a los manifestantes. La rabia de los opositores, al contrario, se ha redoblado, las
manifestaciones anti gubernamentales se han generalizado en pocos días, llegando a muchas fábricas
y empresas donde han estallado huelgas, en particular contra la represión (como por ejemplo entre
los conductores de autobús de Minsk, para pedir la readmisión de uno de sus colegas); los trabajadores
de la televisión han dejado de trabajar, etc. Los llamamientos a una huelga general han comenzado
a circular desde la semana pasada, aún si inicialmente las huelgas estaban aparentemente limitadas.
Las declaraciones de desprecio por parte de Lukashenko que comparaban a los huelguistas con
las ovejas y mantenía que el número de estos no superaba los 200 en una gran empresa, han
tenido el efecto contrario al esperado.
El domingo 16 de agosto se desarrolló en Minsk (así como en otros muchos lugares) una
manifestación de 100.000 a 200.000 personas para pedir la dimisión de Lukashenko; al mismo
tiempo, la manifestación de apoyo a este ha contado probablemente con menos de 10.000 personas
(60.000 según exageradas cifras oficiales), traídas desde todo el país. El 17 de agosto, cuando iba
a dar un discurso en la fábrica más grande de la ciudad, MTZ (construcción de tractores),
Lukashenko delante de una platea de obreros presumiblemente escogidos por la dirección, fue
pitado estruendosamente; los huelguistas, después, salieron en manifestación. El martes 18 de
agosto, los sindicatos independientes, que dicen estar detrás de los comités de huelga en las minas
y en varias empresas, han llamado a la generalización de dichos comités y a la rápida formación
de un “comité de huelga nacional”. Pero después de haber dejado que las manifestaciones de
los últimos días se desarrollasen pacíficamente, Lukashenko, afianzado por una declaración de
apoyo por parte de Putin, ha invitado a la policía, el miércoles 19 de agosto, a prevenir
“desórdenes” en Minsk, cuando ciertas noticias hablaban de un movimiento de huelga...
Por ejemplo, sostenían que sólo había 2.000 huelguistas de los 16.000 trabajadores de la MTZ,
donde las manifestaciones de apoyo a la huelga fueron dispersadas por las fuerzas del orden.
Todavía el 18 de agosto, la producción de cloruro de potasio de las minas de Belaruskali en
Soligorsk (el mayor sitio de producción del mundo de este mineral) fue completamente bloqueada
por los mineros en huelga y la continuación de las huelgas fue declarada en muchas empresas
no obstante las intimidaciones y los arrestos.
Las razones de la cólera
Un pequeño país de poco más de 9 millones de habitantes, Bielorrusia ha visto, por primera vez,
durante los 26 años de presidencia de Lukashenko, un periodo de notable crecimiento económico,
facilitado por el petróleo a bajo coste provisto por Rusia (parcialmente reexportado a precios del
mercado mundial) que es su principal socio económico (representa el 44% de las exportaciones
bielorrusas y el 60% de sus importaciones) Esta prosperidad, muy relativa pero real si se compara
a la explosión de las desigualdades en un país como Ucrania, explica la popularidad de la cual
goza desde hace el tiempo el régimen.
Pero las cosas comenzaron a cambiar en los últimos años. El crecimiento económico se ha frenado;
Bielorrusia tiene cada vez más problemas para pagar sus importaciones de materias primas,
sobre todo después de que Rusia haya aumentado el precio del petróleo que le vende, mientras
sus exportaciones de mercancías producidas por un sector industrial poco rentable padecen
una competencia cada vez más aguerrida. Las crecientes dificultades económicas han llevado
a las autoridades a aumentar las medidas anti sociales y anti obreras: los contratos colectivos
de trabajo se han sustituido por contratos individuales de corto término, se han reducido las
pensiones de vejez y, además, se ha introducido un impuesto sobre las indemnizaciones por
desocupación. Esta ha aumentado (está cerca del 10%) y los salarios reales han disminuido
más de un 30% como consecuencia de la inflación (1), todo esto en una situación en la cual
la libertad de organización y de lucha de los trabajadores están muy limitadas.
Bielorrusia y el imperialismo
La importancia de las relaciones económicas con Rusia se traduce inevitablemente en estrechos
lazos políticos entre ambos países. Pese a ello, en el último periodo estos lazos se han vuelto
más tensos. Bielorrusia ha refutado el proyecto de integración político económica propuesto
por Moscú y ha hecho varios gestos hacia Europa; se ha vuelto también hacia Estados Unidos
para adquirir su petróleo después del fin del trato preferencial dado por Rusia. A finales de julio,
la policía bielorrusa arrestó a una treintena de mercenarios rusos, acusándolos de querer
desestabilizar el régimen durante las elecciones. Un adversario “democrático” en prisión,
Barbaryko, había sido acusado previamente de ser un agente de Moscú (2). Estas declaraciones
anti rusas sirvieron efectivamente para alimentar el nacionalismo, que es la principal carta política
del régimen.
De hecho, apenas estallaron las manifestaciones, Lukashenko ha cambiado de sentido: no es ya
Rusia, sino la OTAN y Polonia a quienes acusa de quererlo desestabilizar siendo los organizadores
de las manifestaciones. Putin ha vuelto a lanzar declaraciones –moderadas- de apoyo a su aliado:
para el líder ruso, que afronta grandes manifestaciones en la parte extremo-oriental de su territorio (3),
no debe permitirse de ninguna manera el ejemplo de un gobierno cediendo a la presión de la calle.
Los imperialismos occidentales, por su parte, rechazan validar los resultados de las elecciones,
afirmando su apoyo verbal al “pueblo” de Bielorrusia y han anunciado sanciones económicas
contra algunos altos responsables del país. En realidad, cuentan con Rusia para evitar que
Bielorrusia se convierta en otro foco de inestabilidad en esta parte de Europa. Ninguno de estos
imperialismos se preocupa de la suerte de los proletarios o de la población en general: para ellos
cuenta sólo la defensa de sus intereses, económicos o geoestratégicos.
Para el proletariado la solución no es la unión democrática interclasista, sino la lucha
proletaria para la defensa de sus intereses de clase.
Los opositores democráticos mantienen “la unión de todas las clases” para lograr la democracia;
esto no puede ser un objetivo para el proletariado, que necesita urgentemente, en lugar de esto,
luchar para defender sus propios intereses contra los capitalistas y el primero entre ellos, el Estado
bielorruso (el sector estatal es aún el dominante en el país): la democratización del Estado no
cambiará nada su destino. Su participación en los últimos días de lucha ha demostrado el poder
que posee; hasta ahora se ha movilizado como una fuerza guiada por los opositores democráticos
y pequeño burgueses. Esto era inevitable dada la ausencia de cualquier tipo de organización y
de tradición de lucha clasista. Existen muchos sindicatos llamados independientes y “democráticos”
(BKDP); si bien no son siervos del sistema como los grandes sindicatos que sirven sobre todo
para disciplinar la fuerza de trabajo, sí que es cierto que son organizaciones colaboracionistas,
extrañas a las posiciones de clase y reconocidas por las instituciones. Lo han demostrado de nuevo
en los sucesos recientes. El 12 de agosto lanzaron una declaración pidiendo el fin de la represión
y la libertad de los presos, pero sin llamar a hacer huelgas, dado que esto implicaría el riesgo de
"despidos masivos”. Barridos del movimiento, pocos días después (17/08) han llamado a la
formación de un Comité Nacional de huelga, como hemos visto: pero su formación y su papel
sería el de bombero social. El objetivo que se han prefijado es, de hecho, dejar salir al país de
la crisis política poniendo fin a la “situación de doble poder” (entre Lukashenko y su rival) gracias
a este Comité que sería el único capaz de “empeñarse en un diálogo directo con las autoridades
acerca de un traspaso del poder” (4) ¡Pero no es del diálogo con las autoridades de donde puede
salir algo positivo para el proletariado! Sólo la lucha contra esta autoridad, a la espera de tener
la fuerza de acabar con ella, puede permitir obtener concesiones sustanciales.
Los proletarios de Bielorrusia deben librarse de la unión interclasista y de las ilusiones democráticas
para tomar la vía de la organización y de la lucha de clase. Han dado ya un primer paso
movilizándose masivamente contra Lukashenko; los próximos pasos contra el capitalismo,
cualquiera que sea la forma de gobierno y cualesquiera políticos estén en el poder, no serán
ni automáticos ni fáciles; pero más allá de los resultados inmediatos del movimiento actual,
los proletarios de Bielorrusia han dado ya la señal de que el largo periodo de pasividad y de
resignación impotente de los proletarios europeos va llegando a su fin.
¡A los proletarios de otros países les toca confirmar esto y llevarlo a una efectiva solidaridad
lanzándose, sobre bases de clase, a la lucha contra los capitalistas y sus Estados!
Partido Comunista Internacional
21/8/2020
www.pcint.org
_____________
(1) https://lvsl.fr/la-bielorussie-se-dirige-t-elle-vers-un-nouveau-maidan/
(2)El banquero Barbaryko ha sido arrestado con la acusación de lavado de dinero a favor de la sociedad rusa Gazprom.
(3)Durante semanas, en Khabarovsk han tenido lugar grandes manifestaciones anti gubernamentales para protestar contra el arresto del gobernador, opositor a Putin.
(4)Ver el comunicado del BKDP y la entrevista a su presidente de 18/08, que es miembro de la OIT (la organización de las Naciones Unidas que promueve la colaboración de clase) y es vicepresidente de la ITUC (confederación de los principales sindicatos colaboracionistas del mundo) https://belaruspartisan.by/politic/509539/