El
imperialismo ruso, en el choque con el imperialismo estadounidense y
los imperialismos europeos, mueve sus tropas a la reconquista
territorial de las áreas estratégicas de Ucrania: después de
Crimea ¿el Donbass y luego Odessa?
Desde
hace 8 años, en la región de Donbass, en particular en las
provincias de Lugansk y Doneck, se producen enfrentamientos armados
entre los separatistas de habla rusa y el ejército ucraniano, a
pesar de los aclamados acuerdos de Minsk de 2014 y Minsk II de 2015
que implicaron a Ucrania, Rusia, la OSCE, los representantes de las
dos autoproclamadas Repúblicas Populares de Lungansk y Donetsk y, en
los acuerdos de Minsk II, también Francia y Alemania. Según datos
reportados por los medios, los muertos en estos 8 años de guerra de
“baja intensidad” habrían sido nada menos que 22.000.
Que
estos acuerdos serían respetados por ninguna de las partes
directamente implicadas -Ucrania, Rusia, separatistas de habla rusa-
quedó claro desde el principio, tanto que hizo falta un Minsk II
que, en todo caso, no trajo paz. Por parte de Kiev, no se respetó el
compromiso de reconocer a las dos "repúblicas" de Lugansk
y Doneck esa gran autonomía prometida y acordada, manteniendo una
fuerte presencia de su propio ejército; por parte de estas dos
"repúblicas", con Rusia jugando el papel de verdadero
contendiente detrás de ellas, los ataques armados contra el ejército
ucraniano considerado "ocupante" de la parte occidental de
las provincias de Lugansk y Donetsk nunca han cesado. En realidad,
como destacamos en nuestra posición del pasado 25 de diciembre (1),
la verdadera causa del conflicto en el Donbass se encuentra en el
hecho de que esta región es absolutamente estratégica tanto para
Rusia como para Ucrania desde
el punto de vista económico y político y, desde el punto de vista
de los contrastes interimperialistas, también para los imperialismos
europeo y americano. Lo es, de hecho, para la OTAN y la Unión
Europea, ya que, en 1991, tras el colapso de la URSS, todos los
países que formaban parte del imperio ruso se separaron,
independizándose de Moscú. Pero en la era imperialista, la
independencia de un país de todos los demás, y sobre todo del
imperialismo que antes lo dominaba, sigue siendo un anhelo abstracto;
son tantos los aspectos de carácter económico, financiero, político
y militar que determinan la política interior y exterior de cada
estado, que cada país está obligado -sobre todo si se inserta en
áreas geopolíticas de gran interés en la competencia entre
imperialismos-, como Europa del Este- a alquilar su "independencia",
y por lo tanto su territorio, su economía y su gobierno, a uno de
los polos imperialistas que mejor puede favorecer sus intereses
nacionales o, al menos, protegerlos de ataques de países enemigos.
Por
supuesto, el grado de sometimiento de cada estado a un imperialismo
más fuerte depende de una serie de factores político-económicos
que pueden variar según el equilibrio de poder entre los diferentes
imperialismos que dominan en el mercado internacional y, por tanto,
en el mundo. y del grado de debilidad del país subyugado.
En
el caso de las antiguas Repúblicas Democráticas Populares de Europa
del Este que formaban parte del Imperio Ruso -y que la
contrarrevolución estalinista, tergiversando totalmente el marxismo,
definió como "socialistas"- la transmigración de
satélites de Moscú a satélites de la Unión Europea y de los
Estados Unidos tomó unos quince años; comenzó con Alemania
Oriental, que se fusionó con Alemania Occidental (después de la
caída del "muro" de Berlín en 1989) y luego continuó con
Polonia, Hungría, Checoslovaquia (que luego se dividió
pacíficamente en República Checa y Eslovaquia), Bulgaria, los
países bálticos, etc., mientras que otros países como Bielorrusia
y Ucrania seguían sufriendo, a pesar de su “independencia”,
mucho más directamente de la fuerte presión de Moscú.
Pues
bien, esa larga transmigración produjo, además de la integración
de muchos de esos países en la Unión Europea, también la
afiliación de muchos de ellos a la OTAN (República Checa, Hungría,
Polonia, Bulgaria, Estonia, Lituania, Letonia, Rumanía, Eslovaquia
).
La
OTAN, la Alianza Atlántica militar, fue fundada en 1949 por Estados
Unidos y otros 11 países de Europa Occidental; en 1955, Alemania
Occidental también se unió a ella, y es en este momento que la
URSS, al ver las fuerzas militares de la OTAN acuarteladas a las
puertas de Alemania Oriental -notoriamente el lado estratégicamente
más importante de las fronteras europeas del famoso "Telón de
Acero"- corrió a unir, en lo que se denominó Pacto de
Varsovia, las fuerzas armadas de la URSS y de otros países de Europa
del Este que formaban parte de sus dominios occidentales (Alemania
del Este, Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria)
construyendo de esta manera, a lo largo de la toda la ruta que iba
desde las fronteras de los países bálticos hasta el Mar Negro, una
importante cortina defensiva ante cualquier ataque terrestre y aéreo.
Con
el colapso de la URSS, el Pacto de Varsovia se disolvió y el telón
defensivo formado por los países del Pacto de Varsovia se evaporó.
La grave crisis económica y política en la que se sumió Rusia en
la década de los noventa del siglo pasado la obligó a replegarse en
las fronteras de la Federación Rusa en solitario, tratando de
mantener y consolidar los lazos con las etnias rusas que habitaban
normalmente en algunos países (países Bálticos, Bielorrusia,
Moldavia, Ucrania).
Basta
mirar el mapa para comprender que, asentada en Bielorrusia y Ucrania,
Rusia sigue teniendo, desde el punto de vista militar, un válido
colchón defensivo, y desde el punto de vista económico, sobre todo
en lo que se refiere a Ucrania, un excelente aliado tanto para la
producción agrícola como para la producción industrial y
energética. Obviamente, Moscú no veía con buenos ojos la
propensión ucraniana a integrarse en la Unión Europea y menos aún
en la OTAN. Así como a la Casa Blanca no le gustaron los misiles
rusos instalados en Cuba en 1962, a Rusia tampoco le gustan los
misiles estadounidenses que se instalarían en Ucrania si ésta
entrara en la OTAN. En 1962, Estados Unidos amenazó con hacer la
guerra a Rusia, lo que hubiera provocado una guerra mundial; sesenta
años después, en 2022, Rusia, ocupando Ucrania, está tratando de
anticipar la instalación de misiles estadounidenses en Ucrania...
"para evitar una guerra global"...
En
un período en el que los países europeos han demostrado que no
tienen la capacidad, ni el interés, de compactarse políticamente
-dada la feroz competencia interimperialista existente entre ellos, y
en particular entre Alemania y Francia- y en un período en que
incluso Estados Unidos está demostrando tener serias dificultades
para mantener la supremacía política en el llamado "mundo
occidental", Rusia está realizando movimientos que hace sólo
quince años ni siquiera hubiera imaginado. Sus intervenciones en
Siria y Libia, su hábil "alianza" con Turquía,
aprovechando la ambición de Ankara de hacerse un lugar entre las
potencias regionales de Oriente Medio, combinado con la desastrosa
conducción de la guerra estadounidense/europea en Irak, Libia, en
Siria y Afganistán marcan una serie de pasos que el imperialismo
ruso, históricamente experto en esperar pacientemente a moverse con
el "invierno general" como un aliado más, está dando para
recuperar al menos algunos pedazos del antiguo poder imperialista.
Pero
el imperialismo no tiene fuerza a menos que se apoye en sólidos
cimientos económicos y financieros. Y el imperialismo ruso no puede
competir en términos de fuerza económica y financiera con el
imperialismo estadounidense. Por otra parte, está dotado de fuerza
militar, y en particular de fuerza nuclear, y es este aspecto el que
preocupa a Washington, Berlín, París, Londres, Roma y sobre el que,
evidentemente, apunta Moscú.
El
territorio ruso se extiende entre Europa y Asia; esta inmensidad en
dos continentes era al mismo tiempo una fuerza (si es atacado, por
ejemplo desde el oeste, uno puede retirarse sobre un vasto territorio
que permite reorganizar las fuerzas y contraatacar), pero también
una debilidad (porque, si es atacado por ambos lados, del Este y del
Oeste, es mucho más difícil reorganizar el contraataque). Pero
ocupar Rusia, tomar Moscú (que sería como tomar París por
Francia), nunca ha sido tarea fácil; Napoleón lo intentó, Prusia
lo intentó en la Primera Guerra Mundial, Alemania lo intentó en la
Segunda Guerra Mundial, pero nadie tuvo éxito. Una sola fuerza logró
derrocar al poder en Rusia, entonces ubicado en Petrogrado, la
revolución proletaria y comunista de 1917; fuerza que representó la
punta de lanza de la revolución mundial que tuvo como objetivo el
derrocamiento de las potencias burguesas no sólo en Rusia sino
también en Varsovia, Budapest, Berlín, Viena y luego en París,
Londres, en la perspectiva de la revolución hacia Oriente, en China,
y en el profundo Oeste, América. Ese gran plan revolucionario no se
concretó, no sólo porque las potencias imperialistas europeas y
americanas resistieron y contraatacaron diez veces (como sostenía
Trotsky), sino sobre todo por la obra del oportunismo reformista y,
posteriormente, estalinista que, como un cáncer, debilitó al
proletariado, su lucha y los partidos que debían orientarlo y
guiarlo en cada país, al punto de borrarlos del horizonte durante
décadas.
Hoy,
debido a la ausencia durante décadas de la lucha de clases del
proletariado en todos los países, cada potencia imperialista, cada
potencia burguesa, tiene la libertad de implementar las políticas
que considere más adecuadas para proteger y desarrollar sus propios
intereses político-económicos; los poderes burgueses se enfrentan y
chocan sólo
entre
sí. Y así nos vemos obligados a registrar, en los últimos
cincuenta años que nos separan de la gran crisis mundial de 1975 y
del fin de los grandes levantamientos anticoloniales, una
interminable serie de guerras locales, regionales, incluso tribales,
en las que las diversas están comprometidas, directa o
indirectamente, potencias imperialistas. Guerras que casi siempre se
desarrollaron en la “periferia” del imperialismo, en África,
Asia, América Latina, en los territorios donde se desarrolló la
dominación colonial más brutal durante siglos; mientras que Europa
Occidental y América aparecían como lugares donde reinaba la paz,
continuando con el engaño a los proletarios de las metrópolis de
que la paz en la que vivían se debía a la democracia, a la
civilización moderna, al desarrollo capitalista. Pero la historia de
este desarrollo, tal como condujo a la crisis mundial de 1975,
condujo luego al colapso de la URSS y las conmociones en Yugoslavia
que también provocaron su colapso bajo los golpes de la crisis
económica y la guerra entre nacionalismos renacidos con nueva
fuerza: entonces, se dijo, la guerra había llamado a las puertas de
Europa y había entrado en ella durante toda una década.
Hoy
vuelve a tocar, siempre a las puertas del este, esta vez en Ucrania,
pero, a diferencia de la década yugoslava (1991-2001), ningún
imperialismo occidental, el primero Estados Unidos, pretende
involucrarse militarmente en la defensa de la santísima soberanía
nacional de Kiev.
Rusia
ha calculado bien su tiempo: ha dejado la puerta abierta a las
discusiones diplomáticas, y al mismo tiempo ha acumulado de 170 a
190 mil soldados en la frontera con Ucrania, listos para intervenir
-como lo han hecho muchas veces los EE.UU., Francia, Gran Bretaña-
como "fuerzas de interposición", no como fuerzas de
ocupación sino como fuerzas militares en defensa de la "soberanía"
de dos autoproclamadas repúblicas y hace unos días reconocidas
oficialmente por la Duma rusa. El pretexto para la expedición
militar a gran escala estaba sobre la mesa, y Putin no tuvo problema
en utilizarlo para justificar la intervención militar rusa que
anunció con dos propósitos: proteger a la población de las dos
repúblicas separatistas de Donbass de la represión ucraniana, y
desmilitarizar el país Ucrania del poder "nazi" del
gobierno de Kiev.
La
reacción estadounidense se reduce a sanciones amenazantes, más
duras que las ya implementadas en 2014 cuando Rusia tomó Crimea,
tanto económica como financieramente; tras el revés recibido por
Macron y Scholtz, que corrieron a Moscú para persuadir a Putin de
que no invadiera Ucrania, la Unión Europea se ha sumado a
Washington: sanciones, sanciones, sanciones.
Los
intereses comerciales y financieros de Alemania, Italia, Francia,
Polonia y muchos otros países europeos con Rusia tienen un peso
significativo, y no sólo en lo que se refiere al gas natural que, a
través de los numerosos gasoductos existentes, llega a Europa
Occidental cubriendo cerca del 40% de sus necesidades energéticas:
un porcentaje que solo puede garantizar Rusia, que de hecho puede
incluso aumentar cuando el Nord Stream 2, el gasoducto ya listo y
que, en el fondo del Mar Báltico, llega directamente desde Rusia a
Alemania sin pasar a través de cualquier tercer país, comenzó a
funcionar. Alemania e Italia, los dos principales países fabricantes
de Europa, son los dos países que dependen significativamente del
gas ruso; en todo caso, Rusia, en reacción a las fuertes sanciones
que le fueron impuestas por la guerra de Ucrania, cerrara los grifos
del gas a Europa. Alemania e Italia serían los países que pagarían
el precio más caro de la historia. Por supuesto, Rusia también
perdería, porque no encontraría fácilmente una alternativa, ni
siquiera con China, que últimamente parece interesada en el gas
ruso. Por lo tanto, no se desencadenarán fuertes sanciones
recíprocas ni de un lado ni del otro, a pesar de la considerable
presión estadounidense sobre los europeos. Los intereses en juego
son demasiado grandes para ponerlos en riesgo solo para complacer a
Washington... Mientras se trate de discursos, el tiempo que
quieras... y sanciones que impliquen un precio no demasiado alto a
pagar, está bien, pero si se trata de dar un golpe fatal a la
recuperación económica que acaba de renacer tras los años de
pandemia...No, ni hablar, sobre todo para Alemania, la única que
puede tener en cuenta las presiones de EE.UU y de Moscú.
Por
lo tanto, la expedición militar de Moscú a Ucrania continuará, en
medio de gritos y gritos de todas las cancillerías occidentales por
lesionar la soberanía nacional y por lesionar la democracia; pero
los negocios son los negocios y, como ya sucedió en 2014 ante la
ocupación militar de Crimea, las sanciones occidentales contra Moscú
no detuvieron ni la ocupación ni la anexión de Crimea a Rusia;
¿pueden detener la ocupación militar rusa de Donbass (que es la
región minera más importante de Ucrania)? ¿o incluso la guerra en
Ucrania¿
Dada
la situación general actual de las relaciones de poder
interimperialistas, es más probable que en Ucrania suceda lo que
sucedió en parte en Georgia, a saber, que Rusia 1) impida que el
país se afilie a la OTAN, 2) que parte del país habitada por grupos
étnicos rusos se separa en una república autónoma y constituye un
trampolín para futuras operaciones de mayor envergadura, 3) que las
cuñas que representan estas áreas separatistas también dan sus
frutos desde el punto de vista económico y en términos de
comunicación con otros países directamente controlados por el poder
ruso, 4) lo que constituye una constante advertencia a los países
vecinos de la presencia militar rusa, dispuesta a intervenir
rápidamente para defender las fronteras sagradas incluso lejos de
Moscú, o para anexar los territorios cuando la situación general se
presentara a favor de la posible anexión. En efecto, no debe
olvidarse que el imperialismo no sólo significa la economía de los
monopolios y el capital financiero, sino también la ocupación y
anexión de territorios.
Como
escribimos en la posición tomada el 25 de diciembre: “ Ucrania es
uno de los lugares que puede convertirse en un semillero de guerra
imperialista cuando las tensiones internacionales, exacerbadas por
las crisis económicas, empujan nuevamente a los grandes
imperialismos hacia un conflicto del tercer mundo. Las "nubes"
amenazantes continúan acumulándose, pero aún no estamos en
vísperas de tal conflicto; además, las futuras alianzas de guerra
aún no se han establecido: ¿Lograrán Rusia y Estados Unidos llegar
a un acuerdo contra China, o se materializará el eje ruso-chino
contra Estados Unidos?”. Mientras tanto, China se asoma a la
ventana y mide las diferentes reacciones de los imperialistas
competidores desde la posición de un futuro protagonista, interesado
en comprender el tipo de actitud y fuerza de quienes podrían
convertirse mañana en aliados o enemigos. No cabe duda de que en
estos momentos le interesa justificar los movimientos de Moscú en
una función antiamericana y porque un día, después de haber puesto
sus manos sobre Hong Kong, pretende comerse el bocado más sabroso,
formado por Taiwán (la isla de Formosa), a la que Pekín siempre ha
considerado parte integrante de China y que en 1949 fue sustraída de
la unidad territorial nacional de la República Popular China por el
imperialismo angloamericano, teniendo a Rusia de su lado.
La
época imperialista del capitalismo es la época de la guerra
permanente, en distintos niveles, según la acumulación de
contradicciones sociales y la sucesión de crisis económicas y
financieras que indiscutiblemente la caracterizan. Los acuerdos
diplomáticos y los acuerdos de "paz" que siguen a las
guerras, incluso las más devastadoras, no serán, como nunca lo han
sido, para impedir la carrera natural del capitalismo hacia la
guerra; las dos guerras mundiales imperialistas del siglo pasado
proyectan su sombra sobre la próxima tercera guerra mundial
imperialista en la que inexorablemente se precipitarán los
conflictos interimperialistas. La única fuerza social capaz de
impedirlo o detenerlo no será nunca burgués e imperialista, ni
siquiera en su forma más democrática y civil: será la fuerza
social representada por la clase obrera, por el proletariado que en
todo el mundo se ve constreñido por las mismas condiciones
salariales y al que que las mismas contradicciones económicas
y sociales empujan al antagonismo de clase que caracteriza a la
sociedad burguesa, el resorte de una lucha que no es pacífica, ni
democrática, ni parlamentaria, sino de clase: entonces la guerra
imperialista será transformada en guerra civil, como afirmaron Marx
y Engels sobre la experiencia de la Comuna de París y como lo
afirmaron Lenin y la Internacional Comunista tras la revolución
victoriosa de octubre de 1917.
Para
que el proletariado esté preparado para esa cita histórica con su
revolución de clase, debe sacudirse el espeso manto de legalismo,
del pacifismo y del democratismo con el que el oportunismo
colaboracionista lo ha revestido no para emanciparlo sino para
sofocarlo y encadenarlo aún más a las necesidades exclusivas del
capitalismo. El poder burgués de cada país ha hecho, hace y hará
siempre su apelación a la patria, a los valores nacionales, a la
cultura y a la unidad nacional por lo que siempre pide y pedirá,
obliga y obligará siempre a los proletarios a dar sudor y sangre
tanto en tiempo de paz que en tiempo de guerra. Es el podrido
nacionalismo gran ruso el que choca con el podrido nacionalismo
ucraniano, hoy, a pesar de cualquier grito de libertad y soberanía
popular: es contra todas las formas de nacionalismo que los
proletarios deben luchar porque el nacionalismo es uno de los más
insidiosos y efectivos vectores del trabajo de competencia entre
proletarios. La unión de los proletarios no está en el terreno de
la nación, sino en el terreno de clase, anticapitalista, antiburgués
y por lo tanto internacionalista.
¡Contra
el disciplinamiento de los proletarios en los ejércitos nacionales
burgueses!
¡Contra
el derramamiento de sangre proletaria para hacer que una banda de
explotadores y torturadores triunfe contra la banda contraria de
explotadores y torturadores!
¡Contra
toda forma de competencia entre proletarios!
¡Por
la solidaridad de clase entre los proletarios ucranianos y rusos, por
la unión de los proletarios de cualquier nacionalidad y etnia sobre
las fronteras burguesas!
¡Por
la reanudación de la lucha de clases realizada con medios y métodos
de clase, en defensa de los intereses inmediatos y generales que son
exclusivamente proletarios!
¡Por
la reconstitución del partido de clase, del partido comunista
revolucionario, internacional e internacionalista!
24
de febrero de 2022
Partido
Comunista Internacional
(El Proletario) - www.pcint.org
(1)
Cfr. Tensiones
en la frontera ruso-ucraniana: solo el proletariado puede poner fin a
los enfrentamientos imperialistas ,
25/12/2021.