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Israel/Palestina/Irán y otros lugares: ¡enemigos de la patria! ¡Siempre por traición a la patria!

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Las dictaduras siempre ocultan el carácter económico de la violencia y las democracias siempre ocultan el carácter violento de la economía”.
Bertolt Brecht

 

En la sociedad capitalista, donde no solo todos los seres humanos compiten entre sí, sino también todos los Estados-nación, todos vivimos en un estado de guerra permanente. A nivel militar, hay dos formas: o estamos en plena guerra o estamos en estado de preparación. ¿Por qué (casi) todos los Estados-nación1 visten, alimentan, entrenan y arman a un ejército permanente? La mayoría de los falsos críticos del orden dominante han acabado pensando que estos ejércitos no son más que un simple adorno con fines decorativos y que no protegen ni imponen por las armas los intereses y la soberanía de cada Estado-nación. También existe la guerra económica por la simple supervivencia, en la que mueren cada día innumerables proletarios.

El capitalismo domina el mundo; en la competencia capitalista solo hay victoria o derrota; la guerra, ya sea con armas o por otros medios, se libra en todo el mundo. Nos concierne y nos afecta a todos. La guerra no es, como decía Clausewitz, “(…) una simple continuación de la política por otros medios”, sino su expresión más consecuente; no es una anomalía, sino un pilar importante de su ser (ontología). Por eso, como decía el propio Clausewitz, la guerra es “(…) un acto de violencia, y no hay límites en el uso de la violencia”. El gobierno del Estado moderno no es más que un instrumento que gestiona los asuntos de la clase burguesa. El Estado es la organización política de la explotación económica y, para sobrevivir (preservar e imponer su soberanía), utilizará todos los medios a su alcance (leyes, monopolio de la violencia, represión, guerra tanto dentro como fuera del país, etc.). El Estado (capitalista) no es, por tanto, neutral, sino un instrumento utilizado por una clase para dominar [explotar] a otra en una sociedad dividida en clases, y que intenta constantemente hacerlo a través de ideologías. En la sociedad de clases existe un conflicto irreconciliable, pero el Estado intenta reconciliarlas mediante ideologías (democracia, nacionalismo, derechos humanos, etc.), lo que no suele conseguir.

Cuanto más dura una guerra, más cadáveres hay; cuanto mayor es la destrucción, mayor es la desesperación; cuanto más atroces son los sufrimientos (físicos y mentales), más improbable es nuestro futuro… Se difunden dos concepciones antagónicas, diametralmente opuestas e incluso enemigas, pero una es falsa y la otra es cierta.

O bien se intensifica el odio hacia el bando acusado de ser responsable de esta guerra2, o bien se comprende y se descubre la naturaleza y la lógica del sistema en el que nos vemos obligados a vivir, el capitalismo, y la razón por la que hay que destruirlo inmediatamente.

                                                                                                                 (CONTINÚA...)

 

LEER COMPLETO: https://www.autistici.org/tridnivalka/israel-palestina-iran-y-otros-lugares-enemigos-de-la-patria-siempre-por-traicion-a-la-patria/

Fuente en alemán: https://panopticon.noblogs.org/post/2025/07/29/israel-palaestina-iran-und-sonstwo-feinde-des-vaterlands-immer-fuer-den-verrat-am-vaterland/

 



 


La guerra burguesa y la propaganda del horror


La propaganda del terror es, para la burguesía, un arma de guerra. Por supuesto, todos los beligerantes utilizan este arma para sus propios fines. El objetivo más importante, que se persigue documentando con imágenes reales y especialmente fabricadas, es justificar la guerra contra el enemigo contra el que se ha convocado a su propia población, compactándola en la gran y milagrosa unidad nacional gracias a la cual se puede aumentar la fuerza de impacto, o resistencia, de las operaciones bélicas.

En particular, a partir de la segunda guerra imperialista mundial, las guerras que libran las clases dominantes, por el interés exclusivo de repartirse los mercados y el mundo, implican cada vez más a las poblaciones civiles de los países donde se producen los enfrentamientos militares. Por supuesto, al golpear a la población civil de los países "enemigos", el objetivo es amortiguar el espíritu de lucha de sus tropas militares, debilitándolas, desorientándolas, desmoralizándolas, empujándolas a la rendición. Cuanto más resiste el "enemigo", más se golpea a su población civil, se la masacra, se la obliga a huir de sus hogares. Las operaciones militares de las clases dominantes burguesas no responden a ninguna moral; se preparan, se organizan, se llevan a cabo exclusivamente con el objetivo de doblegar al enemigo a sus propios intereses inmediatos y futuros, intereses que no son sólo militares, sino políticos, económicos y de poder y para los que las vidas humanas rotas son simplemente... un daño esperado, necesario, que a menudo se hace pasar hipócritamente por... colateral. Por lo tanto, se recurre a cualquier medio, más allá de las ilusorias convenciones internacionales de no utilizar determinadas armas o al menos no contra los civiles, que están evidentemente desarmados. La lástima desaparece, es un sentimiento totalmente episódico y ligado exclusivamente a la vergüenza de los soldados individuales que no pueden soportar la visión del horror en el que han participado. Las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, las bombas de gas, de fósforo y de racimo, los objetos explosivos disfrazados de objetos cotidianos, las minas antipersona, las bombas bacteriológicas y los miles de otros inventos que la tecnología moderna permite poner en práctica con el fin de matar, masacrar y aniquilar a los enemigos del momento, muestran cómo la sociedad burguesa, mientras habla de democracia, de cohesión nacional, de valores compartidos y sobre todo de búsqueda de la paz, no es más que un horror permanente.

Los medios de comunicación burgueses dan por sentado que la guerra conlleva destrucción, muerte y horror. Y se asombran cuando los horrores ocurren incluso en tiempos de paz. En realidad, la sociedad capitalista, al acumular y multiplicar la violencia social, las desigualdades, la explotación intensiva del trabajo asalariado y de los recursos naturales, la competencia desenfrenada entre capitalistas y entre Estados, no hace más que sistematizar el horror sobre el que se ha desarrollado y por el que se mantiene vivo. Cuáles son los accidentes y muertes sistemáticas en el lugar de trabajo; las lesiones y muertes en las constantes catástrofes causadas por derrumbes, deslizamientos de tierra, inundaciones, incendios, catástrofes aéreas, marítimas, ferroviarias y viales, terremotos; la violencia y los asesinatos cotidianos, en particular contra las mujeres o por motivos racistas o por sentimientos de venganza contra grupos de personas indefensas que funcionan como objetivos de actos de venganza, en las escuelas, en los hospicios, en las calles; ¿qué son sino la prueba de que la sociedad burguesa actual es la sociedad de los horrores, la sociedad de los desastres, la sociedad de la muerte y de las atrocidades?

Gracias a las tecnologías avanzadas, los medios de comunicación más recientes pueden llevar a la casa de todos escenas y películas de destrucción, represión, muerte y heridas a través de la televisión y los teléfonos móviles; de esta manera, el horror se convierte en algo cotidiano, despertando la curiosidad morbosa y, al mismo tiempo, el miedo. Al estar en manos de las grandes empresas industriales y financieras, los medios de comunicación son obviamente utilizados al servicio de sus intereses; mientras que por un lado se muestran y describen con todo lujo de detalles las atrocidades llevadas a cabo por el "enemigo", las mismas atrocidades cometidas en el otro lado del frente se esconden. En ambos casos, los beligerantes utilizan el horror de la guerra de la misma manera: para infundir sentimientos de solidaridad y venganza en ambos bandos y justificar sus masacres mutuas. Es evidente que las operaciones bélicas llevadas a cabo por los ejércitos más poderosos y organizados causan más destrucción, más muertes y más atrocidades en proporción a los objetivos fijados, al progreso de la guerra y a la resistencia y los contraataques del "enemigo". Sin remontarnos a la Segunda Guerra Mundial, basta con ver las guerras de Irak, Libia, Siria o Yugoslavia para darnos cuenta de que los horrores de la guerra no son más que la continuación, por medios militares, de la política burguesa e imperialista aplicada anteriormente.

Así que la pregunta es: ¿a qué intereses sirve la política aplicada por la clase dominante burguesa en tiempos de paz? Son exactamente los mismos intereses que en tiempos de guerra, sólo que en tiempos de guerra los medios represivos utilizados para mantener el orden capitalista están mucho más concentrados y son más destructivos, cualitativa y cuantitativamente, en el espacio y en el tiempo, que en tiempos de paz. La clase dominante burguesa no cambia su esencia como clase dominante al pasar de la paz a la guerra, o viceversa: lo que cambia son precisamente los medios militares a escala más o menos extensa, más o menos destructiva, más o menos local, más o menos mundial. Y no hay que olvidar que la sociedad capitalista siempre se ha desarrollado a través de las guerras, que no son más que el punto histórico de mayor crisis de la sociedad capitalista. La propia economía capitalista conduce, en su desarrollo -cuando las crisis económicas y financieras ya no pueden superarse mediante mecanismos de compensación económica, financiera y social- a la crisis de la guerra. Los enfrentamientos entre las empresas, los monopolios y los estados, habiendo llegado al límite de la tensión provocada por la crisis de sobreproducción, exigen objetivamente ser sanados por una destrucción cada vez mayor de las fuerzas productivas. La guerra imperialista es la única "solución" que conocen las clases dominantes burguesas. Por eso la guerra, en la sociedad capitalista, es inevitable; es la propia política burguesa, la política de poder, la política de conquistar mercados cada vez más grandes a costa de la competencia, la que lleva a las clases dominantes burguesas, cada vez más enfrentadas entre sí, a prolongar su política económica hasta convertirla en una política de guerra. La liberación de territorios y países, siempre evocada por uno u otro bando de los beligerantes, es en realidad la liberación de los mercados: los mercados se "liberan" de una competencia que con la guerra se destruye temporalmente para dar paso a los vencedores; una competencia que, sin embargo, nunca desaparece, porque es parte integrante del capitalismo, y al renovarse no hace sino reconstituir los factores de tensión y contraste que conducirán de nuevo a la guerra.

Cuando los niveles de tensión en las relaciones internacionales alcanzan cotas que ya no pueden ser controladas, y por mucho que cada clase dominante burguesa se prepare de antemano para la guerra -como demuestran la carrera armamentística y su continua modernización-, la burguesía no es capaz de predecir ni cuánto durará la guerra (las guerras relámpago siempre han sido una ilusión) ni cuántos recursos tendrá que desplegar para ganarla, ni cuánto podrá contar con la cohesión nacional de su población, ni qué efecto tendrán las tensiones sociales internas y las derrotas en las distintas batallas, ni si los aliados de la primera hora serán los mismos mientras dure la guerra. Así como el modo de producción capitalista no es controlable por la burguesía -que de hecho es su representante, y ha erigido su poder político sobre él, heredando la propiedad privada y la organización estatal de las sociedades más antiguas-, ni el mercado, ni el capital, ni el desarrollo de las fuerzas productivas, ni la guerra ni la paz son controlables.

La burguesía, de ser una clase revolucionaria, es decir, representante del desarrollo de las fuerzas productivas injertadas en la vieja sociedad feudal, se ha convertido con el paso del tiempo necesariamente en una clase reaccionaria, es decir, en una clase que mantiene por la fuerza el poder político incluso cuando ya no puede desarrollar las fuerzas productivas que el modo de producción capitalista ha generado y que, precisamente por sus contradicciones intrínsecas, debe destruir necesariamente para dar paso a nuevos ciclos productivos. La ley del valor, si bien por un lado significa un poderoso impulso para el desarrollo capitalista, al mismo tiempo representa un poderoso freno al desarrollo de las fuerzas productivas; el capital se digiere a sí mismo para sobrevivir, se alimenta del trabajo humano, a través del cual se produce la acumulación y valorización del capital, únicamente para sobrevivir como capital. A las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista se suman las inherentes al Estado nacional, es decir, al organismo centralizado que se creó para intentar superar las contradicciones económicas derivadas de la producción por empresas y su competencia en el mercado, pero que en realidad desempeña el papel de defensor último de los polos capitalistas más fuertes que monopolizan el mercado nacional, es decir, el defensor último del capitalismo nacional.

La guerra de competencia entre capitales se convierte, en un momento determinado del desarrollo del capitalismo, en una guerra entre Estados, en una guerra de guerras. La política burguesa, que apoya y defiende, política, diplomática y económicamente, los intereses del capitalismo nacional contra los intereses de todos los demás capitalismos nacionales existentes, extiende su actividad -en la lucha de la competencia internacional- al nivel de la confrontación militar. El Estado, por tanto, de ser el máximo defensor de los intereses nacionales pasa a ser el máximo agresor a los intereses de las demás burguesías. La guerra, por tanto el uso de medios militares para afirmar los intereses nacionales, tiene la tarea de "resolver" los enfrentamientos  intercapitalistas, y por lo tanto interimperialistas, que las presiones y los acuerdos políticos no logran "resolver", que las tácticas de amenazas, sanciones y embargos no logran "resolver". La guerra, por tanto, además de la tarea de destruir, debido a las crisis de sobreproducción, enormes cantidades de mercancías no vendidas y enormes cantidades de fuerzas productivas no utilizadas, es también el medio por el que los Estados nacionales más fuertes y poderosos someten a los Estados más débiles, repartiendo el mundo -y por tanto los mercados- entre los ganadores.

Para hacer la guerra, la burguesía de cada país necesita movilizar a todo el país, especialmente las fuerzas productivas, es decir, el capital y los asalariados; necesita unir a todas las clases sociales en un solo ejército. Esta "unión nacional" no se forma espontáneamente, no es automática. La burguesía tiene que prepararla, construirla y mantenerla en el tiempo porque tiene que atenuar los enfrentamientos sociales existentes que, con las crisis económicas, y con la crisis de la guerra en particular, tienden a agudizarse. Para lograr esa unión nacional indispensable para su propia supervivencia como clase dominante, la burguesía utiliza todos los medios posibles, legales e ilegales, lícitos e ilícitos, morales y amorales, pacíficos, represivos, terroristas. Para enviar al matadero a masas de proletarios y soldados, no basta con obligarles -lo que hace, por supuesto- sino que hay que convencerles de la "justeza" de la guerra, una guerra siempre presentada, por toda burguesía, como una guerra "defensiva". Y uno de los medios de convicción burgueses utilizados, por ambos bandos de la guerra, es precisamente la propaganda sobre la justeza de la guerra, sobre la necesidad de armarse para defender la patria, las fronteras sagradas, la civilización, las propias tradiciones, el propio modo de vida; una propaganda que exalta todo fenómeno, toda situación, todo hecho, todo acontecimiento capaz de suscitar las más fuertes emociones para que los miembros de ese ejército "nacional" estén dispuestos a sacrificar su vida en favor de... la patria, las fronteras sagradas, la civilización, etc., etc.

La propaganda del horror es parte integrante de la propaganda de guerra; cuanto más destructiva resulta la guerra, cuanto más afectan las acciones bélicas a la población civil, más necesaria se hace la propaganda del horror para la burguesía. Cuanto más destructiva resulta la guerra, cuanto más afectan las acciones bélicas a la población civil, más necesaria se hace la propaganda del horror para la burguesía. Y así, las masacres, las torturas, las matanzas realmente ocurridas o inventadas sirven tanto para descomponer y desmoralizar a las tropas y a la población que las ha sufrido, como para aumentar el sentimiento de venganza por haberlas sufrido; se convierten en un combustible para la propia guerra.

 Al igual que la burguesía llora a los muertos de las catástrofes provocadas por la negligencia sistemática aplicada para ahorrar costes, acelerar la producción, ganar dinero en materiales y embolsarse beneficios extra; la burguesía, después de haber matado y masacrado, llora a los muertos de sus guerras, celebra a las víctimas, establece "días de recuerdo", hace "revivir" a los muertos que ella misma ha provocado para reiterar el horror de su muerte con el fin de solicitar dolor, y el recuerdo del dolor, para justificarse, para volver a proponer su sociedad capitalista como una sociedad que "pide perdón" por no haber podido evitar esas muertes y esos dolores y que "promete" hacer todo -a través de los valores morales y políticos escritos en sus constituciones- para que esos horrores "no vuelvan a ocurrir"; una sociedad que, por un lado, mata de hambre a miles de millones de seres humanos y, por otro, se encarga de alimentar a una parte de ellos, que, por un lado, arroja a multitudes cada vez más grandes a la miseria y a la inseguridad sistemática de la vida y, por otro, distribuye a una parte de ellos migajas de bienestar inmediato destinadas a desaparecer repentinamente en la próxima crisis.

En las últimas décadas, los proletarios de los países de la periferia del imperialismo han conocido el horror de la guerra, el hambre y la pobreza; huyen de este horror, arriesgando su propia vida y la de las familias que dejan atrás, en busca de una supervivencia menos incierta y menos dolorosa. Huyen de los países que no ofrecen ni futuro ni presente, hacia los países de la opulencia, de la paz, de las garantías constitucionales, los países de Europa Occidental o de América del Norte, los países donde reina la democracia, los países de los derechos. ¿Y qué encuentran en estos países? Encuentran el odio y la desconfianza como migrantes, como refugiados; encuentran la misma miseria de la que huyeron sólo que disfrazada de caridad humanitaria; encuentran el tráfico de seres humanos, el trabajo ilegal, la prostitución, las drogas y el crimen, una vida como esclavos tratados peor que los animales y siempre a punto de ser peor en cualquier momento. El horror del que creían haberse alejado y superado, reaparece bajo otras formas; de hecho, nunca les abandona. Si no son las bombas las que los matan y rompen sus familias, es la dureza de la vida, la vida de esclavitud la que tarde o temprano aplasta su resistencia.

La mayoría de los proletarios de los países imperialistas comparten la misma condición de esclavos asalariados, sólo que décadas de prosperidad capitalista, de super ganancias capitalistas, de explotación bestial de los proletarios de los países de la periferia del imperialismo, mientras les han proporcionado un nivel de vida más decente, han oscurecido sus mentes, han borrado de su memoria las verdaderas condiciones de esclavitud asalariada en las que viven y las tradiciones de sus luchas como clase antagónica a la clase dominante, la clase capitalista, la clase burguesa que es responsable directa de la explotación del trabajo asalariado, de las desigualdades sociales, de la competencia en los mercados entre los Estados, de la miseria creciente de la inmensa mayoría de la población mundial, de las guerras y sus horrores. Mientras los horrores de la guerra burguesa se referían a las colonias, a los países alejados de las metrópolis de la democracia imperialista, países a los que las metrópolis imperialistas enviaban a sus soldados para llevar la democracia y la prosperidad, para "curar" los enfrentamientos étnicos, para transportar a esos habitantes de la "barbarie" a la "civilización", la guerra burguesa con todos sus horrores parecía de alguna manera justificada; la gente se compadecía de los muertos de las masacres civilizadoras y lloraba a sus propios muertos, pero muertos por una "causa justa". Pero la guerra también llamó a las puertas de Europa.

Con la guerra de Ucrania, como en los años 90 con las guerras de Yugoslavia, la paz en Europa se ha roto; Europa ya no es una isla feliz donde la burguesía puede disfrutar de su opulencia y los proletarios autóctonos pueden disfrutar de las migajas que caen de la mesa de los ricos capitalistas. La santificada democracia ha demostrado por enésima vez que no tiene ninguna posibilidad de detener y extinguir el creciente empuje de los enfrentamientos interimperialistas. Son estos enfrentamientos  los que rigen, son los intereses de poder económico y político los que guían las políticas de los gobiernos burgueses. La guerra de Ucrania es sólo el último ejemplo en orden cronológico que demuestra que el capitalismo no puede prescindir del choque entre diferentes burguesías nacionales impulsadas a conquistar nuevos territorios económicos por las crisis del propio modo de producción capitalista. Demuestra que la guerra es necesaria para la vida misma de los capitalismos nacionales y, por tanto, para el sistema capitalista mundial del que depende todo capitalismo nacional. Es la demostración de que el horror de la guerra imperialista no es un accidente que pueda evitarse por la buena voluntad de los gobernantes o del mediador ocasional entre los beligerantes, sino que es la norma de la propia guerra imperialista.

Los proletarios que se ven obligados a hacer la guerra por cuenta de la burguesía, ya sea como soldados, y por lo tanto en los frentes de guerra, o en la retaguardia en la producción bélica y en la defensa de los territorios eventualmente invadidos por los enemigos, son para la burguesía armas de su guerra y, como todas las armas, son utilizadas para golpear y destruir a los enemigos, por lo tanto a los proletarios de otros países, o para ser destruidos por enemigos más fuertes. En los enfrentamientos armados de la guerra burguesa, los proletarios no tienen ninguna "dignidad" patriótica y nacional que salvar, porque esa dignidad patriótica responde exclusivamente a los intereses de la burguesía nacional, que, aunque sea derrotada militarmente, siempre seguirá siendo la clase dominante, siempre seguirá en el poder y nunca dejará de ser la clase explotadora por excelencia, por mucho caldo democrático y antitotalitario que utilice para engañar a las masas proletarias por enésima vez.

Pero, contra la guerra burguesa imperialista, los proletarios tienen un camino a seguir, y lo han demostrado en la historia pasada: el camino de la lucha de clases revolucionaria. Es en esta lucha de clases, y sólo en ella, donde los proletarios recuperan su dignidad específica, en la que por fin se sienten hombres y no objetos armados deshumanizados que luchan en una guerra que no es ni será nunca su guerra. Sí, el proletariado está históricamente llamado a hacer la guerra en nombre de la burguesía -y, por tanto, por los intereses capitalistas de la burguesía nacional, aceptando desempeñar el papel principal en la unión nacional ostentada por la burguesía como el valor supremo de la patria que hay que defender- o a hacer la guerra a la guerra burguesa, a la guerra imperialista, y, por tanto, a hacer la guerra de clases. El proletariado opone la unidad nacional y la independencia nacional a la unión de clase que atraviesa todas las fronteras, a la independencia de clase con la que organiza su lucha, su guerra.

Ante la primera guerra imperialista mundial, los comunistas bolcheviques, y Lenin a su cabeza, lanzaron la consigna de transformar la guerra imperialista en una guerra civil, es decir, en una guerra de clases en la que el proletariado luchara ante todo contra su propia burguesía. Esa guerra civil no tiene nada que ver con la guerra partidista de la memoria de la Resistencia. La guerra de clases ve a la clase proletaria organizada, armada y dirigida por su partido comunista revolucionario contra todos los enemigos de clase, la clase burguesa en primer lugar y las fuerzas de conservación social que luchan juntas y por la conservación del poder burgués. Los partisanos no son más que milicias armadas que luchan junto al ejército burgués en la guerra burguesa, luchando por la supremacía de los intereses burgueses por los que ha estallado la guerra imperialista. Por eso los comunistas revolucionarios siempre hemos estado en contra de la "resistencia partisana" que desde 1943 hasta 1945 flanqueó a los ejércitos angloamericanos en la guerra contra el ejército alemán y sus aliados fascistas; porque, a través de ella, los proletarios fueron totalmente desviados para apoyar a uno de los frentes de guerra imperialistas contra el otro; creyendo que luchaban por recuperar una libertad perdida, en realidad se habían convertido en defensores armados de los intereses de uno de los dos frentes de guerra burgueses. Su independencia de clase había sido vendida y sustituida por la dependencia directa de las facciones burguesas enemigas (en ese caso democráticas) para tener la libertad de explotar la fuerza de trabajo proletaria en su propio beneficio, para sus propios beneficios capitalistas.

Las masacres, las destrucciones, los campos de prisioneros, los campos, formaron parte del horror de la guerra imperialista, y fueron utilizados por ambos bandos beligerantes: para desmoralizar al enemigo golpeando sistemáticamente a la población civil de los países enemigos (Dresde arrasada ayer por los angloamericanos no era muy diferente de Mariupol arrasada hoy por los rusos), y para estimular la sed de venganza del otro bando. Lo mismo está ocurriendo hoy, como ya ocurrió en Irak, Siria, Líbano, Libia y Bosnia.

La guerra que la clase proletaria tendrá que librar para imponer su propia solución de clase a la crisis capitalista tendrá que utilizar toda la violencia necesaria para romper las fuerzas burguesas enemigas, su dictadura política, social y militar; a la violencia de la clase dominante burguesa sólo se puede oponer la violencia de clase del proletariado, una violencia cuyo objetivo no es, como para la burguesía, la continuación de la violencia económica y social para mantener un sistema social que se alimenta de la violencia cotidiana contra la gran mayoría de la población en todos los países. El proletariado es la única clase capaz de humanizar la sociedad, de armonizar la producción con las necesidades reales no del mercado capitalista sino de los pueblos de todo el mundo, de desarrollar y potenciar las fuerzas productivas que el capitalismo frena y destruye periódicamente por razones exclusivamente de beneficio capitalista. Esto sólo puede lograrse mediante la revolución, el derrocamiento del Estado burgués, el establecimiento de la dictadura proletaria y la extensión de la revolución proletaria a todos los países del mundo, especialmente a los países capitalistas avanzados.

El capitalismo no se agotará por sí mismo, no se extinguirá; la clase burguesa que representa los intereses del capital nunca renunciará al poder; incluso cuando, a causa de la revolución proletaria, pierda el poder, en un país o en varios países, nunca se rendirá. Lo demostró en las revoluciones de 1848, en la Comuna de París de 1871 y en la revolución bolchevique de 1917; buscará la restauración de su poder por todos los medios, y en particular por la masacre de poblaciones indefensas. Cuanto más avanzados tecnológicamente son los sistemas de armas, más se corona de horrores la venganza burguesa; hoy, con bombardeos desde el aire, desde el mar y desde lejos con misiles, los ejércitos tratan de allanar el camino a la infantería, a las tropas de tierra, porque la victoria militar sólo puede lograrse ocupando y dominando los territorios enemigos, y esto sólo puede lograrse con tropas de tierra. El capital, de hecho, necesita territorios económicos reales, mercados formados por consumidores reales, tierras en las que construir fábricas, oficinas, almacenes, bancos, casas, carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, y fuerzas de trabajo para explotar. Cuando los horrores de la guerra terminan, comienzan los horrores de la paz, los horrores causados diariamente por la explotación de la mano de obra, por la inanición de una parte de la población que no encuentra trabajo, por una violencia económica subyacente que genera violencia de todo tipo y en todos los niveles de la vida social, en particular contra las mujeres, los niños, los ancianos, dentro del hogar, en las guarderías, en las residencias de ancianos, en las cárceles. La sociedad capitalista está impregnada de violencia y su supervivencia sólo se debe a los ríos de sangre proletaria derramados tanto en tiempos de paz como de guerra.

Para que los horrores de la guerra burguesa terminen, no es suficiente que la guerra burguesa termine. La historia demuestra ampliamente que la guerra burguesa es la norma, no la excepción, y que la paz no es más que un interludio entre dos guerras. Por tanto, la salida está en la revolución proletaria, la única que abrirá la sociedad humana en todo el mundo a un futuro totalmente opuesto al que ofrece el capitalismo, porque en el centro de los intereses económicos y sociales estarán las verdaderas necesidades de la vida humana y no las exigencias del capital y su incesante explotación. Será un camino difícil, arduo y en absoluto breve, pero la rueda de la historia se mueve en esa dirección. Con el desarrollo de la gran industria, escribieron Marx y Engels en El Manifiesto del Partido Comunista desaparece el suelo bajo los pies de la burguesía, el terreno sobre el cual esta produce y se apropia de los productos. La burguesía produce ante todo a sus sepultureros, es decir, a la clase de los trabajadores asalariados, la clase que produce la riqueza en todos los países, riqueza de la cual se apropia únicamente la burguesía, sustrayéndola mediante la violencia del Estado, de sus leyes y de sus fuerzas militares, al disfrute de la mayor parte de los seres humanos.



Partido Comunista Internacional (El Proletario)


11 de abril de 2022

www.pcint.org

 


 


"El otro día hablaba en una noticia de este blog (aquí) acerca del doble homicidio cometido por un descerebrado que abrió fuego contra dos manifestantes durante una marcha estudiantil en Valparaíso, Chile.
Ahora, tras haber contrastado con compañerxs de Chile la información de la que yo disponía inicialmente (escasa, y mayormente procedente de la prensa burguesa y de algunos comentarios confusos en redes sociales que otrxs compañerxs del Estado español -y por tanto, tan confundidxs como yo- encontraron y me enviaron) , siguen a continuación algunos datos más sobre lo ocurrido durante la marcha estudiantil del pasado jueves 14 de mayo en la ciudad chilena.
En primer lugar, parece estar confirmado que el asesino, Giuseppe Briganti, es un joven que apenas supera la veintena y que sería un conocido traficante dedicado al menudeo de droga en la zona. En Chile, según lxs compas, de un tiempo a esta parte se habrían registrado encontronazos y enfrentamientos (verbales y de otra índole) entre anarquistas (o militantes de otros movimientos sociales) y traficantes, ya que los traficantes consideran que las protestas, manifestaciones y acciones políticas atraen a la represión y a la policía, algo que no les conviene (y por lo visto, su ignorancia y su mentalidad ciudadana y pequeño-burguesa les impide alcanzar la conclusión de que el enemigo no son lxs que luchando se convierten en objeto de la represión, sino esa misma represión, la policía, los jueces, los fiscales, los funcionarios de prisiones, los carceleros, los periodistas embusteros y el sistema social y económico que sustentan todos ellos).
Ésto me recuerda a aquel caso en el cual desconocidxs dispararon contra la fachada de la okupa K-BOX del barrio ateniense de Exarchia, y contra la Politécnica de Atenas, en Grecia (la noticia aquí) y lxs compas de estos espacios señalaron al narcotráfico local como lxs autorxs, indicando que ya se habían producido varios choques entre ellxs y el movimiento anarquista, que despreciaba la alienación y criminalización provocada por el trapicheo de drogas dentro del barrio, y la cómplice permisividad de la policía que mientras toleraba y alentaba en la sombra el comercio de ciertas sustancias, perseguía a lxs toxicómanxs y a quienes se oponían al tráfico. Nada nuevo bajo el sol, pues al final el encontrarse al margen de las leyes no quiere decir que una persona no tenga los mismos pensamientos egoístas y la misma mentalidad burguesa que promueve el sistema que esas leyes protegen. No olvidemos que maderos, empresarixs y demás escoria del Poder nunca han dudado en infringir sus propias normas a la hora de aumentar sus ganancias y pisotear a otrxs.
También señalar que el miserable no disparó particularmente a los dos estudiantes asesinados, sino que habría abierto fuego contra la multitud, con lo que podría haberle tocado a cualquiera, lo que refuerza más si cabe el enfoque expresado anteriormente.
Decir también que uno de los jóvenes asesinados sería dirigente estudiantil y militante de las JJCC (las Juventudes Comunistas, ala juvenil del Partido Comunista), mientras que el otro sería un simple malabarista callejero no envuelto directamente en luchas políticas pero sensibilizado con la causa de exigir una educación pública y de calidad (personalmente, no entraré en este caso a explicar mis distanciamientos y mis críticas al respecto de esta reivindicación). El Partido Comunista, sin embargo, y aunque habría rendido “homenajes” (pacíficos, y siempre dentro de los marcos institucionales en los que también se mueve este partido) al militante caído, decidió luego cerrar la boca y no meterse en más líos. Recordemos que el Partido Comunista de Chile se encuentra hoy en una alianza que está en el gobierno, un gobierno afectado por una situación comprometida y delicada relacionada con casos de corrupción que se están destapando. Sin duda, ésto llevo a las altas esferas del PC a evitar hacer ruido, degradando el perfil de la muerte de uno de sus compañerxs. De nuevo, vemos cómo la sed de poder lleva a esta clase de organizaciones jerárquicas e integradas totalmente en el juego capitalista a priorizar su asquerosa imagen y sus insignificantes “triunfos” electorales por encima de las vidas de los suyos.
En cuanto a las reacciones populares, una buena parte de la ciudadanía habría contestado, según informaron algunxs compas, como era de esperar, cayendo en la inercia de exigir prisión para el asesino y enaltecer el sistema carcelario (reforzando la estructura represiva que se dirige con especial dureza contra quienes luchan por subvertir el actual estado de las cosas) y de hablar de un endurecimiento de la ley de armas y de un mayor control policial.
Ésto me recuerda a lo ocurrido en el instituto Joan Fuster de Barcelona cuando aquel niño de 13 años entró armado y mató a un profesor, hiriendo de diversa gravedad a varias más, tanto entre el alumnado como entre el profesorado. Muchxs aprovecharon aquello para dar rienda suelta a toda su bilis reaccionaria, exigiendo un endurecimiento de la ley del menor, y lamentando que un niño de 13 años no pueda ir a prisión (como si entalegar a un chaval de 13 años fuese a resolver algo, y no a agravar el problema con unas terribles consecuencias para su equilibrio mental y su desarrollo). La mierda de paranoya securitaria que tiene la gente provoca que el sistema saque provecho de sus propias quiebras. Nadie piensa que igual la conducta del miserable de Valparaíso o del niño de Barcelona (sin querer equipararlas ni darles los mismos matices, ¡ojo!) son, cada una por sus razones, un subproducto de una sociedad de mierda, desestructurada, violentada, egoísta y enferma, con unas relaciones rotas que generan continuamente depredadores de este calibre, sino que parece que todo se soluciona encarcelando a la gente y haciendo más duras las leyes, poniendo parches a todas las grietas que destrozan y embrutecen el tejido social. Decía Voltaire que “La civilización no suprime la barbarie, sino que la perfecciona” y tenía razón… Cuantas más leyes, más violencia autoritaria y más sucesos tan trágicos como éste que nos ocupa (y no estoy con ésto cayendo en un simplismo pacifista, ni condenando la violencia en sí, sino aquella que parte del Estado o que busca la opresión y la dominación).
Que este hecho sirva para darse cuenta de una maldita vez de que el Estado y sus leyes no garantizan ni protegen de estos monstruos, sino todo lo contrario, tienden a crearlos, a volverlos peores y a generar comportamientos neuróticos entre la gente, que prefieren enfrentarse entre sí por odios mal dirigidos e intereses superficiales, materialistas y egocéntricos, antes que poner en común sus contextos y sus necesidades y luchar contra quienes de verdad provocan toda esta miseria económica y existencial.

Que se extienda la revuelta.
Guerra contra el Estado policial y la ciudadanía-policía.





When we wrote some months ago in our text, “War preparations between Ukraine and Russia – Show or Reality?”i that the conditions for a new war ripen in Ukraine, many comrades expressed doubts or even disagreements with such a categorical statement. Now we can say that the conflict in Ukraine has clearly switched from the “cold” phase to the “hot” one and that what we are currently witnessing in the east of the country is the war by all definitions. From Lugansk on the border with Russia to Mariupol on the Black Sea coast two military forces compete in daily clashes when trying to enlarge the area under their control, they fight on the ground as well as in the air, in countryside as well as in industrial centers, artilleries shell villages, air forces bomb cities (under the pretext that their enemy uses the inhabitants as living shields), men, women, children die under the bombs and missiles… In four months of armed conflict more than 2,000 civilians and militaries have been killed and 6,000 others injured; 117,000 proletarians have been internally displaced and 730,000 others found refuge in Russia. Just as we were on the point of finishing this article dead bodies are strewn over the streets of Donetsk, caught in a government’s offensive stranglehold.

In the same text we also wrote that the only reply of the proletariat to the war is to organize and develop revolutionary defeatism, i.e. practically refuse to join one or the other camp, on the contrary to build connections between proletarians from both sides of the conflict through the struggle against both bourgeoisies. As even in this field things developed, our text deserves (three month after publishing) a post-scriptum.

This text is based on information drawn from different sources (that we quote in footnotes) from militant blogs to official media. This short description of events in the Ukraine required hours and hours of careful work, searching information, reading texts, watching videos, comparing different data etc. We would like to emphasize two things: Firstly, the fact that the events that we describe here were not covered by BBC or Euronews does not mean that they did not happen, that we invented them (various leftist sources and also Ukrainian and Russian media describe them). Secondly, it is clear that the news that we get from the Ukraine are chaotic, incomplete and sometimes contradictory. This however doesn’t mean that we should give up our attempt to grasp what is going on there. We believe that we should face a selective reporting of the state with a critical and radical position of anti-capitalist movement; we should develop and share information and analysis that see the world through a prism of revolutionary perspective.

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War ideology (either based on a defence of a united national state on one side or the right for a self-determination and pro-Russian sympathies on the other side) is taking root in Ukraine, civil society organizations organize fund-raising campaign to support the army, popes bless arms of this or that side, and television repeats scenes of babushkas supplying armed man with their last jar of compote. Not all proletarians however let themselves to be brainwashed with the war propaganda of one or the other side, not all of them want to sacrifice themselves “for their homeland”. Expressions of practical refuse of war slaughter appear in always greater numbers and both sides of the conflict have big difficulties to recruit new manpower for their mutual massacre.

Thousands of soldiers of the Ukrainian army that the government sent in the so-called anti-terrorist operations (ATO) in the east of the country, deserted or switched to the other side with all equipment, including tanks and armoured vehicles. As for example the Ukrainian 25th airborne brigade (elite troop par excellence), whose servicemen have been accused of “displaying cowardice” during fighting in Kramatorsk, was disbanded on April 17th because expressing refusal to “fight against other Ukrainians”.ii The most recently it was a unit of 400 soldiers that deserted and took refuge on the Russian side of the border after finding itself without any ammunition under a heavy fire. The soldiers that will be, as Russia already announced, extradited back to Ukrainian territory, testified that they prefer rather be charged of desertion than to continue to kill and be killed on the eastern front. All the deserters claimed that they do not want to fight against “their own people” and they also denounced desperate living conditions, which they had to face in the army - lousy pay, lousy food, or even lack of it, etc. Other units were not even deployed in the east for their unreliability. In the same way as they could not be used by former President Yanukovych to suppress the demonstrators, neither the current government dares to send to the conflict the troops known for their minimal loyalty.

About one thousand soldiers of units from the region of Volhynia mutinied in Mykolayiv on May 29th. Servicemen of 3rd battalion of 51st brigade refused to be sent back to the front, they refused the orders of their superiors and they started to unload the heavy machinery and other material already prepared for transport. They were promised, after the unit had suffered heavy losses in a confrontation with the separatists near a village of Volnovakha, to return to their home barracks in Rivno. Instead of that they were moved from the east to the south and back so that the authorities could finally announce them that they will continue their training before being sent again to the front. “Having lost any kind of trust in the generals in light of the latest events at Volnovakha and during the funerals in Rivne, and the betrayal of the generals; the soldiers have begun an open rebellion.”iii

Also the 2nd battalion of 51st brigade that was situated in the barracks in Rivno in the same time and witnessed both funerals of soldiers from 3rd battalion killed in the gunfight in Volnovakha and chaotic and lying leadership of the operations mutinied. “The generals were saying “go north” then “go south” to the extent that the soldiers are ready to shoot them. The generals have begun wearing bulletproof vests out of fear of fragging!”iv About 1,200 soldiers took part to the mutiny; they refused to be transferred to Mykolayiv. “They promised, when they called upon us, that we would be guarding the Ukranian-Belorussian border. We are ready to do so, but to move on those Donbas clowns we are not!”v

Similar rebellion appeared also on May 28th in Poltava.

Four days earlier, after six soldiers originally from the region of Volhynia were killed, mothers, wives and relatives of soldiers of 51st brigade blocked the roads in the region of Volhinya to protest against further deployment of the unit in Donbas.vi

Demonstrations and protests organized by wives and other relatives of draftees asking return of soldiers home or trying to block their departure to the front meanwhile spread to other regions of the Ukraine (Bukovina, Lviv, Kherson, Melitopol, Volhynia etc.). Families of the soldiers were blocking the roads with chopped down trees in the region of Lviv at the beginning of June.vii A demonstration of relatives blocked the entrance of military enlistment office in Lviv some days later.viii In Iavorivo (region of Lviv) family members occupied an exercising ground of 24th mechanized brigade and they demanded a withdrawal of departure to the frontline.ix Demonstrations of relatives in Dnepropetrovsk and Kharkov demanded return of the soldiers to the barracks in their native regions.x Women from Kharkov occupied local military airport. Local military enlistment office in Kherson was occupied by soldiers’ mothers and wives. They called for end of the war with slogans like: “Women against war”, “Where do sons of oligarchs serve?” or “Our children are not a cannon fodder”.xi In Chernovtsy women blocked the highway to Zhitomir for several days and they claimed return of soldiers home.xii On June 24th relatives blocked 125th kilometre of highway Kyiv–Chop, they were holding banners like: “Bring back our children, send generals’ children to the East“.xiii On June 8th, a group of 100 soldiers’ relatives blocked troops from the 3033 military unit based in Melitopol, in the region of Zaporozhe. The protest managed to prevent the soldiers from being sent to the front. The relatives involved in the protest movement also protested against the state propaganda that describes them as “pro-Russian separatists”: “Yesterday the news talked of ‘pro-Russian separatists staged a blockade of the military unit’. But there was no mention of Russia at the gate of the military unit! We just do not want to lose our families’ breadwinners. (…). Donetsk is a massacre, and our children are 20-21 years old. (…) You see us, we are mothers! How can you call us separatists!”, claimed one of the participating women.xiv Mothers and wives of soldiers protested against their sending to the front in front of the military base in Ternopil on July 15th.xv

And it is not the first time the families of soldiers confront a military action. During the period that finally resulted in a fall of former president Janukovych relatives and other people organised meetings in front of barracks, they discussed with the soldiers in order to bring them information about what was really going on in the streets and to persuade them to refuse to participate in a potential crackdown on demonstrators.

Meanwhile new men continue to be conscripted to the army. Even if they must enlist on the basis of an obligatory military card, the government still passes them for volunteers. “We are no volunteers (...) we do not want to kill people (...) we will not go anywhere, we will take off our uniforms and we will go home”, proclaimed draftees in a protest rally in Lviv.xvi

After the Presidential Decree of Poroshenko about the third wave of mobilization in the military forces came in force on July 24th, what would send further thousands of proletarians to the front, unrests broke up in several places in Western Ukraine with new force: in the village of Voloka the whole population resisted to the conscription of 50 men. “They begun – let themselves resolve. We will die but we will not give our children. They must understand it and don’t come here with their call-up papers”, an old protester declared.xvii Relatives of soldiers blocked a road near the village of Korovia on July 25th demanding an end of the mobilisation and sons of authorities to be sent to the front instead.xviii The same day a road in Obukhivs’kyi district, near Kyiv, was blocked by families of soldiers too. Blockades continued further also on July 28th in seven villages in Bukovina region and the highway Kyiv – Chop was blocked again too. During an anti-war demonstration in front of a recruiting office in Novoselytsa protesters beat up a district council member who tried to talk to them.xix Inhabitants of several villages of Ivano-Frankivsk region broke into the office of local military administration on July 22nd and burnt down call-up papers and other documents considering the mobilisation. The same happened the same day in Bogorodchany.xx In different villages people massively burnt conscription documents delivered by post.xxi In Mukachevo, in Transcarpathia the situation escalated so that its military commander worrying about continuation of the protests suspended the mobilisation for the time being and promised that none of the locals will be sent to the front in near future.xxii Other militant mobilizations against the war also occurred in the region of Zaporozhe on August 4th as well as in front of the parliament in Kyiv the day after.xxiii

Kyiv that can currently hardly count on its regular army has therefore rely on private armies of some oligarchs and National Guard, volunteers’ militia formed mainly from nationalists of Pravyi Sektor (Right sector) and Svoboda (Freedom) party during the protest movement against Janukovych. The new units of National Guard are not especially trained for military actions, but mainly for repression of mass protests and riots, as revealed their parade in Kyiv at the end of June. For that matter, hundreds of fascists from National-socialist assembly and Ukrainian patriots attacked already in June a demonstration against anti-terrorist operation that was taking place in Kyiv.

Neither the members of the National Guard are nevertheless out of the contradictions shaking both of the camps. Radio Free Europe published recently a videoxxiv that shows a serviceman of the National Guard blaming the government for not being able to provide the volunteers with enough of food, water and guns: “We’re used as cannon fodder” he states. Material conditions here catch up even those who thing that they are ideologically above them.

Mercenaries from all over the world also fight on the side of Kyiv, they were hired for the government by private agencies (reportedly it concerns mercenary troops from Poland, the Czech Republic, the former Yugoslavia, but also from the area of equatorial Africa).

Recruitment of new fighters doesn’t advance according to the wishes of the local warlords in the camp of the separatists either. The majority of miners of the region of Donbas still refuse to join their side. Instead of that they form units of self-defence standing against both separatists and government troops. One of these units clashed with the separatists and prevented them to blow up a mine in the village of Makiivka. In Krasnodon, in the region of Lugansk, in May miners organized a general strike and took the control of the city. They openly refused to join either the side of separatists’ “anti-Maidan” in Lugansk, or the side of the oligarchs of the Maidan in Kyiv, and they called for increase of their wages and against hiring labour force for the mine via private agencies instead.xxv

Miners from six mines in Donbas basin started to strike at the end of May calling for an end of the anti-terrorist operation in the east of the country and retreat of the troops.xxvi Their action was a result of their own initiative and was not forced in any way by armed men of Donetsk People’s Republic as claimed some media. According to the strikers war represents a danger for the very existence of the mines and brings unemployment. “On Monday May 26th, when the Ukrainian army began bombings of the towns, the miners simply did not turn up to work, because the ‘external factor’ of hostilities taking place almost at their doorstep seriously increased the risk of industrial accidents at their enterprise. For example, had a bomb hit the electrical substation, the miners would have been trapped underground, which to them would inevitably mean death.”xxvii The strike was started by some 150 miners form the mine Oktyabrskiy and it spread like a chain reaction onto other pits of the Donetsk (Skochinskiy, Abakumov, “Trudovskaya”, etc.) but also to collieries of other cities, particularly Ugledar (“Yuzhnodonbasskaya no. 3”). In mines owned by Rinat Achmetov, the richest man of Ukraine and owner of an industrial empire economically controlling practically the whole eastern part of the country workers were forced to continue to work, they continued to go down the pits despite bombardment of the close neighbourhood. Also from the initiative of the miners of Oktyabrskiy mine (and again without any support of Donetsk People’s Republic) an anti-war demonstration of several thousand of participants was organised on May 28th.xxviii On June 18th several thousands of miners demonstrated for immediate end of military operations in the centre of Donetsk again. The participants claimed that they are not separatists, but ordinary people of Donbas. They also declared that if the Kyiv government didn’t meet their demands, they would take up guns.

Separatists as well as local pro-Kyiv oligarchs try to manipulate and interpret these chaotic and contradictory assemblies according to their own interests. Rinat Achmetov, the oligarch of Donetsk therefore organised his own “strike” for united Ukraine, separatists on the other hand try to pass the miners manifestations for an expression of pro-Russian position of Donbas workers.

Despite nationalist or separatist mottos that appear in miners’ demonstrations, workers are not very keen to join the Donbas People’s Militia. One of the separatist commanders, Igor Girkin, recently publicly complaint that local people take guns from his armoury, but instead of serving with them in separatists’ militias, they bring them to their homes to protect their families and villages against both sides of the conflict.xxix Separatists therefore continue to count on local criminal gangs which (after being paid) helped them to take control of governmental buildings, police stations, armouries, arterial roads and communication devices during several months lasting operation in the region of Donetsk and Lugansk. The majority of separatists’ forces is nevertheless made of mercenaries from the opposite side of the (Russian) border, particularly the veterans of Chechnya wars.

If the real anti-war movement, the movement of revolutionary defeatism, wants to succeed, it has to become not only massive and generalized, but it also has to get organized, get structured. We have only little information about organisational structures of the movement in Ukraine. We can deduce the existence of some structures from the events themselves (repeating demonstrations or strikes of several thousand people cannot be a result of a spontaneous explosion of anger, in the same way protests of soldiers’ relatives, as we have described them above, demand a certain level of coordination, organized collaboration on the level of content and practice), existence of other formal or informal organisational structures is confirmed by incomplete information we get from the field. Some already existing associations turned into frameworks centralising anti-war activities – for example Donetsk region Parents Community “Kroha”xxx that published an appeal to the public on June 10th, however limited, contradictory and pacifist it can be: “We, the parents of Donetsk region, appeal to you, politicians, public figures, people who care. Help save the people of Sloviansk, Krasny Liman, Kramatorsk, stop the military operations. We need your help in bringing home the truth about what is happening in these cities. For many weeks, people live under incessant artillery fire. Civilians constantly die. Some children have been injured; the death of three children is confirmed. Houses, hospitals, kindergartens and schools are collapsing. People, including children, live in a permanent state of stress, hiding for many hours from almost-never-stopping attacks in basements. (…) We ask for your help in saving the lives of these people and stopping military actions.”xxxi Another association, Donbas Mothers claims in its declaration: “We just want to live! We, ordinary people: husbands and wives, parents and children, brothers and sisters. We, peaceful civilians, are the hostages of the conflict in our region, the victims of military clashes. We are tired of fear and crave for peace. We want to live in our houses, walk along the streets of our cities, work at the companies and organizations of our region, and farm our land. (...) We, mothers of Donbas, insist on putting an immediate stop to the anti-terrorist operation and any military actions in our region! (…) We are sure that the conflict in our country can be peacefully resolved! Stop the war! Avert children’s deaths! Save the people of Donbas!”xxxii The Voice of Odessa organized a demonstration against war on July 13th in Odessa. The participants shouted mottos as “We are against the war!”, “Stop ATO in the East!” or “We want peace!” The flash mob featured chilling audio recordings of artillery shelling and the impact on civilians.xxxiii In Kharkov local anti-war associations (among others the Women’s Movement of Kharkov “Kharkivianka”) organized a demonstration in front of tank factory VA Malyshev on June 20th. This factory received an order for 400 armored vehicles to be sent to the front. The demonstrators demanded cancellation of the order and shouted slogans as “No to war” or “Stop the senseless killing!”xxxiv

Social and economic situation in the whole Ukraine meanwhile gets worse. Devaluation of the local currency, increase in prices of basic goods, transport and services and cuts in production in many companies lead to a sharp decrease of real wages estimated between 30 and 50 percent of losses. Kyiv government, under a pressure of international financial institutions has to adopt series of austerity measures that will further worsen the living conditions of the proletariat, in the same time it is preparing the biggest wave of privatization since 20 years. Central government stopped since May the payment of wages of state employees, social benefits and pensions in the territories that are not under its control, thousands of workers are therefore without any incomes. Situation in the regions where military operations take place is even worse – supplies of electricity and water are interrupted, medicine and food are scarce.

Social unrests precipitated by this situation appear since a certain time. Besides the miners’ strikes in the eastern part of the country also the proletarians in the western regions start to have enough. Miners of Krivoy Rog started a general unlimited strike in May demanding a double increase of their wages. They started to organize self-defence armed militias. In their declaration addressed to workers in all Europe they describe Russian and Ukrainian oligarchs, whatever side they are on (separatist or Kyiv one) as the main reason for the crisis: “We turn to you with a call to support our struggle against the oligarchs, who have brought Ukraine into the current crisis and who continue to destabilise it further, threatening to provoke a fratricidal war in Ukraine which without any doubt will have catastrophic consequences for all of Europe.”xxxv

Several demonstrations for “decent living conditions”, against increasing in prices and for increase in wages and pensions took place in different cities in the whole country. (Series of actions against increase in prices of housing and utility tariffs took place for example in Kyiv during late June and July. On July 1st a demonstration against rise in prices went on in Kharkov. The biggest protest so far took place in Kyiv on July 24th under mottos as “Cut the oligarchs, not the people” and “Do not rob ordinary citizens”.)xxxvi

Early August the last handful of resisters who continued to occupy Maidan square in Kyiv (“because nothing has changed!”) is attacked by two battalions of the National Guard to evict them. They were acting by order of the new mayor Vitali Klitchko, what demonstrates once again that promises of a bourgeois politician (early this year he asked the occupiers not to evacuate the square “as long as there is no genuine changes in Ukraine”) only involve those who believe in them... Violent clashes nevertheless broke out during the eviction, what the international bourgeois media didn’t talk about once again, since the Kyiv government is the Western ally and the “ultimate horror” can only be embodied by the Eastern separatists and Russia.

Donetsk People’s Republic tries to restrain the miners’ movement that cares more for their material interests than any ideology, while balancing between demands of strikers who were promised a nationalization of industrial complexes and interests of oligarchs who were promised inviolability of private property.

The anti-war movement, even if it is so far limited in both space and content, workers’ strikes and demonstrations not for ideology but for material interests of proletariat in both camps, all that confirms what we wrote in our previous text: “(…) the triggering of the imperialist war (...) doesn’t necessarily mean the definitive crushing of the proletariat. Indeed, historically, if the war in the first time means a relative crushing, it can then dialectically determine a re-emergence of the struggles all the more strong since it is the war that exposes the contradictions and the brutality immanent to the capitalist system.”

Yet we can again and again meet with so-called “revolutionaries” defending the anti-terrorist operation, because they believe that it will allow a return to the “normal” class struggle. Yet we can read (even if fragmentary and contradictory) news about “anarchists” active in separatists administration structures, because they consider them to be a lesser evil in comparison with Kyiv government.

We do not support war and its atrocities in any way and we are aware that any military conflict means worsening of living conditions of proletarians. However we, as communists, cannot adopt a thesis that we could prevent a military conflict while supporting one or another war sides. Proletariat has no interest in preserving present or previous conditions of its misery. Proletariat has no homeland to defend. The side of proletariat in any war is a united and uncompromising action of proletarians of both competing camps against both war camps of bourgeoisie.

The struggle against war means revolutionary defeatism! Revolutionary proletarian front against bourgeoisie from both war camps!

Let’s confront the war with direct action, sabotage, general, radical and combative strike!
Class solidarity with revolutionary defeatists from all camps!

* August 2014 *

iv Idem.
v Idem.
ix Idem.
x Idem.
xviii Idem.
xxi Idem.



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