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Nápoles, desde Scampia se alza una llamada a la lucha clasista contra un sistema económico y social que únicamente trae consigo destrucción y muerte.



En la noche del 22 al 23 de julio, en Scampia, un barrio al norte de Nápoles, se derrumbó un balcón en el tercer piso de la llamada Vela celeste, arrastrando a otros dos balcones del segundo y el primer piso, afectando a algunas personas que entraban en su casa. El ruido llevó a los vecinos a acudir al lugar. Excavaron entre los escombros para recoger a la mayor cantidad de heridos posible, niños en su mayoría, y llevándolos al puesto de socorro más cercando, haciendo el trabajo de las ambulancias que tardaron en llegar 20 minutos. Los bomberos llegaron media hora después del derrumbe. El balance, por el momento, es de tres muertos y doce heridos.

La situación ruinosa de los edificios, sobre todo las Velas, invadidos por basura y ratones, ha sido denunciada en varias ocasiones, desde 2016, en la prensa, pero las infiltraciones de agua, tanto de los puntales del acueducto como de la lluvia, han comenzado a corroer el hierro y el cemento de los balcones y de las escaleras de manera irreversible desde hace años. Por lo tanto, este desastre era sólo cuestión de tiempo.

Del gobierno y de las instituciones locales sólo han llegado falsas solidaridad y condolencias. Banderas a media asta en los ayuntamientos de Nápoles para decretar el luto de las ciudades en el momento de los funerales de las víctimas. Cínicamente, cierta prensa alude a un presunto aumento de peso concentrándose en los balcones mientras tenía lugar una pelea entre dos familias rivales, contribuyendo a que el balcón cediese.

No hay ninguna relación entre los trabajos ya realizados en la Vela y el derrumbe. Lo ha precisado el concejal Gaetano Manfredi, en una conferencia que tuvo lugar en el Palacio San Giacomo para hacer balance de la situación. Los trabajos habían comenzado al empezar este año en el piso bajo con la eliminación de residuos y partes deterioradas -explicó- así que no hay ninguna relación con los trabajos que se están haciendo, pero obviamente hay una investigación en curso y las autoridades nombrarán a los peritos para averiguar la dinámica exacta del derrumbe

La opinión de algunos vecinos es diferente, ya que consideran que las vibraciones provocadas por las obras en curso suponen una carga adicional para la estructura.

La rabia de los habitantes de la Vela no se hizo esperar. Habían denunciado durante años el estado de abandono en el cual se encuentran y saben perfectamente que las responsables son las instituciones que ya no son capaces de engañarlos. La mañana posterior los mismos habitantes ocuparon la universidad Federico II – Complejo Scampia. Exigen que se asegure el edificio y su inmediata reestructuración, esperada ya desde hace años.

Scampia es un barrio gueto habitado básicamente por proletarios y sub proletarios. Abandonados, como los edificios, se las apañan de cualquier manera para ganarse la vida. El arte de ganarse la vida es histórico en Nápoles. Un estrato minoritario se ve llevado a realizar actividades ilegales para poder sobrevivir, como sucede, por otro lado, en todas las metrópolis capitalistas. Si, por un lado, este barrio es criminalizado por la prensa del régimen y a través de las películas, por otro lado, es objeto de una cierta política cosmética que da esperanzas e ilusiona a los proletarios cubriendo y mistificando la responsabilidad de las instituciones locales y nacionales.

Ha habido solidaridad por parte de muchos ciudadanos, pero sobre todo por parte de los “desocupados 7 de noviembre” que, junto a los “desocupados de los astilleros de Scampia” han ido al lugar a repartir bienes de primera necesidad después de haberlos recogido entre los mismos desocupados.

No habrá, como siempre, responsables a los que condenar. La pugna se prolongará entre el poder judicial y los medios de comunicación de masas que intentarán confundir a los proletarios con montañas de palabrería. Los proletarios, por desgracia, seguirán siendo víctimas predestinadas y carne de matadero como los numerosos hermanos de clase que murieron en el trabajo.

El principal responsable es el capitalismo y su sistema de beneficio que no tiene en cuenta las exigencias reales de los seres humanos, mucho menos de los proletarios, explotados, miserables y destinados a la masacre desde su nacimiento. Pero los proletarios poseen una fuerza que desconocen y que todas las fuerzas de conservación social y del oportunismo mistifican desviándola sobre el terreno de la democracia y de la búsqueda de puntos en común con la clase de los explotadores: es la fuerza del número, pero sólo si se organiza sobre el único terreno en el cual esta fuerza se puede manifestar en toda su amplitud y potencia: el terreno de la lucha de clase sobre el cual no se admite “comunidad de intereses” o puntos de vista compartidos. El terreno de la lucha de clase ve al proletariado organizado más allá de las divisiones que hay entre ocupados y desocupados, entre categorías y sectores, entre autóctonos e inmigrantes, entre hombres y mujeres, entre jóvenes y viejos; organizado con el objetivo de defender exclusivamente sus propios intereses luchado contra la explotación cotidiana bajo cualquier forma, legal o ilegal, privada o pública, nacional o internacional. Pero no se puede luchar sobre este terreno si no se organiza de manera completamente al margen de las instituciones, de los partidos y de las fuerzas sociales involucradas en la defensa del actual sistema económico y social; si no se organiza en torno a reivindicaciones que unan a los proletarios de cualquier condición social y usando medios y métodos de la lucha clasista que tienen el objetivo de romper una falsa paz social -falsa porque para los proletarios y su vida no hay nunca paz- y de unir a todos los proletarios en una lucha que, por su propia naturaleza de contraponerse de manera antagonista a los intereses inmediatos y futuros de la clase burguesa dominante, no podrá detenerse en objetivos inmediatos, aunque comenzará a desarrollarse a partir de éstos, sino que se fijará la perspectiva de acabar con el capitalismo, con su sociedad de explotación y muerte defendida, por los puros intereses de casta y privilegio, por todos aquellos que forman las instituciones y que hablan de verdad y justicia, que son los primeros en falsear, desconocer y tergiversar.

 

La verdadera solidaridad con los proletarios de Scampia, y con los proletarios en todas las situaciones en las que el paro, la degradación, la miseria y la marginación constituyen el entorno social al que han sido arrojados por el sistema capitalista y la política antiproletaria, se expresa en la lucha de clases, en la lucha por esta lucha tanto en el plano inmediato como en el plano político más amplio.

- Contra la marginación, la degradación y la matanza continua de los proletarios en sus hogares en ruinas, así como en sus lugares de trabajo.

- Contra las falsas promesas de «justicia social» y la culpabilización de la degradación y la miseria sobre los hombros de los proletarios obligados a vivir en la degradación y la miseria.

-Contra las ilusiones de poder mejorar su vida de proletarios pidiendo a las mismas instituciones, corresponsables de la degradación, la miseria y la explotación bestial de las masas proletarias, que intervengan a favor de la vida cotidiana de los proletarios.

El camino a tomar es el de la organización de la lucha de clases, de una lucha que ya no crea en las promesas de las instituciones, que ya no crea que las cosas para los proletarios mejorarán gracias al «crecimiento económico» (que sólo significa superexplotación para los proletarios empleados o «empleables») y a la atención que los gobiernos locales y centrales prestarán a los millones de problemas y desgracias que llenan la vida cotidiana de millones de proletarios. El camino a seguir es exactamente el contrario al que indican los gobiernos burgueses, los partidos falsamente obreros y de «izquierdas» y los sindicatos colaboracionistas que no tienen otro objetivo que defender y reforzar sus privilegios, sus posiciones sociales a costa de la vida de las masas proletarias.

Los muertos de hoy en Scampia y la miseria que caracteriza la vida de los proletarios de Scampia pasarán de las primeras páginas de los telediarios a las últimas y luego al olvido, siguiendo el camino de los miles de muertos en el trabajo, de los muertos por derrumbes de edificios, puentes y casas mal construidas en relación con los terremotos, y que a la burguesía sólo le interesan cuando no puede prescindir de ellos y en todo caso con el objetivo de «pasar página», de olvidar esas «desgracias» que nunca son desgracias porque son causadas precisamente por la gestión económica y social de los beneficios capitalistas.

- ¡Solidaridad con los proletarios de Scampia!

- ¡Su lucha es nuestra lucha!

- ¡Por la reanudación de la lucha de clase de los proletarios por encima de las divisiones entre empleados y desempleados, nativos e inmigrantes, trabajadores contratados y trabajadores en negro!

- ¡Por la organización de clase y la defensa exclusiva de los intereses de clase del proletariado, fuera y contra toda colaboración interclasista!

- ¡No a la paz social, sí a la lucha de clases!

- ¡Por la reconstitución nacional e internacional del partido comunista revolucionario, único verdadero dirigente de la lucha de clases proletaria anticapitalista y antiburguesa! 



 25 julio 2024 

Partido Comunista Internacional (El proletario)   -    https://www.pcint.org/01_Positions/01_04_es/240725_napoles-scampia.htm

 

 


 

[Italia] No seremos cómplices. Seremos desertores (Spoleto, marzo de 2024)

Italiano / English / French / Español /

Fuente en italiano: https://lanemesi.noblogs.org/post/2024/03/04/non-saremo-complici-saremo-disertori-spoleto-marzo-2024/


En respuesta a una pregunta parlamentaria, el ministro de la Guerra, Guido Crosetto, confirmó que el Establecimiento de Municiones Militares Terrestres (SMMT) de Baiano di Spoleto podría producir en breve los nuevos misiles y municiones que se enviarán a Ucrania para apoyar la guerra en curso. La Agencia de Industrias de Defensa (AID) ha designado tres de sus centros de producción – Spoleto, Capua y Fontana Liri – para la licitación de la Unión Europea, que aportará 500 millones de euros en ayudas para producir nuevas armas para Kiev.

Aunque todavía es sólo una oferta, los periódicos locales consideran que el contrato es muy probable, entre otras cosas porque se dice que la fábrica de Spoleto está infrautilizada en relación con su capacidad “productiva” (pero quizá deberíamos decir destructiva).

El ministro, que ya es un representante del lobby armamentístico como presidente de la Federación de Empresas Italianas Aeroespaciales, de Defensa y de Seguridad (AIAD), una rama de Confindustria que agrupa a los contratistas de guerra, sigue prometiendo beneficios multimillonarios a sus compinches y quizá crea que, de cara a las elecciones regionales, puede ablandar a los habitantes de Spoleto, enfadados por la reducción del personal hospitalario, con unas cuantas promesas de puestos de trabajo.


Mientras los Estados capitalistas y los bloques de poder se disputan el control de la hegemonía mundial, los explotados no tenemos nada que ver con sus guerras. Las bombas fabricadas en Spoleto masacrarán a los soldados reclutados a la fuerza, prolongando también la masacre de la población civil ucraniana. Pero la guerra nos concierne a todos.

Mientras los señores de la guerra hacen su agosto (hace unas semanas supimos que Leonardo había visto aumentar su capitalización bursátil en un 82% en 2023), todos pagamos las consecuencias con el encarecimiento de la vida, empezando por los productos energéticos, la intensificación de la explotación en nombre de la productividad, cuya expresión directa es claramente visible en el continuo aumento del número de muertos y heridos en el trabajo. Por último, vemos sus efectos con la escalada represiva en curso: las porras contra los estudiantes o los piquetes, las investigaciones contra la prensa anarquista y la creciente intolerancia hacia las opiniones discrepantes, hasta el traslado de Alfredo Cospito al 41 bis, son la representación misma de la política de guerra que nuestros dirigentes han puesto en marcha para la lucha en el frente interno.

Es posible oponerse a todo esto: los estibadores de muchas ciudades que se negaron a entregar material militar y las acciones directas que lograron poner obstáculos concretos a la maquinaria de guerra y a sus cómplices son prueba de ello.


¡Ninguna complicidad con los industriales de la muerte!


Ni en Spoleto ni en ningún otro lugar: ¡boicoteemos, obstruyamos y saboteemos la industria de guerra!

El enemigo no son los explotados del otro lado del frente, ¡sino el político, el industrial, el banquero que se enriquece con nuestra sangre!


Anarquistas en Spoleto. t.me/circoloanarchicolafaglia




 

Contra el pasaporte Covid obligatorio para todos los trabajadores



Desde hace algún tiempo, las organizaciones de extrema derecha, entre las que se encuentra "Forza Nuova", una conocida formación fascista, se están movilizando, tratando de ponerse a la cabeza del heterogéneo movimiento unido por la oposición a las medidas restrictivas con las que el gobierno ha caracterizado, en un breve periodo de tiempo, su "lucha contra el Covid-19", que finalmente se ha centrado en la vasta campaña de vacunación formalmente "no obligatoria", pero de hecho impuesta a todos los niveles, como ha demostrado ampliamente la introducción del pasaporte Covid.

Estas medidas han previsto sanciones cada vez más duras contra quienes no se vacunen, empezando por los médicos y las enfermeras, siguiendo por el personal escolar y los estudiantes, y finalmente, con el último decreto, la suspensión de los salarios de todos los trabajadores que no tengan el pasaporte Covid, obligatorio desde el 15 de octubre para acceder al trabajo, actualmente hasta el 31 de diciembre de 2021, día en que expira el estado de emergencia decretado por el Gobierno. Es una multa vejatoria contra los trabajadores que no se vacunan, no porque tengan miedo a la inyección, no porque sean no-vax por principio, sino porque expresan con esta negativa una profunda desconfianza en la gestión de la pandemia y de la sanidad por parte del gobierno, en un sistema de imposición dictado por los intereses económicos de las grandes multinacionales químico-farmacéuticas y porque perciben en estas medidas un mayor control social por parte de la clase dominante. 

 

Los trabajadores en Italia, según las estadísticas que incluyen tanto a los asalariados como a los autónomos (es decir, los números de IVA) son unos 23 millones. De ellos, más de 5 millones y medio (datos de las estadísticas oficiales publicadas el 8 de octubre) no han sido vacunados. La presión del Gobierno para que el 80% de la población estuviera vacunada antes de septiembre (resultado que no se ha conseguido) y el 100% de la población vacunada (como se acordó en 2014 con las instituciones internacionales) antes de final de año, ante la amplia oposición de gran parte de la población a la vacunación, se ha dotado de un medio de chantaje adicional consistente en la suspensión de los salarios de todos los trabajadores que no quisieran vacunarse. Vincular esta medida a la congelación simultánea de los despidos de estos trabajadores es una pista falsa con la que se pretende engañar a los trabajadores por enésima vez: ¡es la zanahoria prometida tras el fuerte varapalo!

En varias ciudades, y especialmente en Roma y Milán, varios miles de personas salieron a la calle el sábado 9 de octubre para manifestarse contra el pasaporte Covid.

Lo que causó revuelo ese día fue el asalto a la sede nacional de la CGIL en Roma por un grupo de militantes de "Forza Nuova" apoyados por unos mil manifestantes. Enseguida quedó claro que este asalto había sido organizado, al igual que una iniciativa similar dirigida al Palazzo Chigi, el edificio del gobierno. Mientras que los pocos policías que había a la entrada de la sede de la CGIL fueron superados con facilidad y las oficinas internas de la CGIL quedaron destrozadas, el Palazzo Chigi estaba algo mejor vigilado y los manifestantes no pudieron entrar.

Por supuesto, todas las fuerzas democráticas en el gobierno gritaron "no a la violencia, venga de donde venga"; hubo quienes advirtieron contra el fascismo que asoma la cabeza, quienes equipararon la violencia fascista con la de los manifestantes del no-TVA y el no-VAX, y quienes intentaron establecer un paralelismo entre los manifestantes de la derecha en Roma que gritaron "no gren pass" y los manifestantes dirigidos por los sindicatos de base que gritaron "sindicatos servidores de la patronal". También hubo invectivas contra el gobierno y el Ministro del Interior en particular por no haber previsto los disturbios, dado que en la plaza de Roma había militantes de Forza Nuova y sus dirigentes que eran bien conocidos por la policía.

En respuesta a la violencia de las medidas gubernamentales resumidas en el "pasaporte Covid", la multitud pequeñoburguesa, llena de ira e impulsada por un malestar generalizado, interesada en involucrar al proletariado en sus protestas, se dirigió a golpear los símbolos que representaban esa violencia: el edificio del gobierno y el principal sindicato italiano, aprovechando la imposición del pasaporte Covid también para todos los trabajadores.

¿Por qué atacar la sede nacional de la CGIL en Roma? La CGIL, junto con los otros sindicatos CISL y UIL, se ha puesto inmediatamente del lado del gobierno en la campaña de vacunas y en el establecimiento del pasaporte Covid, comparte las mismas motivaciones de Confindustria y del Gobierno en la campaña de vacunas, porque comparte plenamente el objetivo de la recuperación económica y el reinicio de la máquina del beneficio capitalista, no ha organizado ninguna huelga contra la suspensión de los salarios de los no vacunados, exigiendo en cambio un pacto con el gobierno y tampones gratuitos para los trabajadores no vacunados. Los sindicatos han sido totalmente coherentes en su labor colaboracionista y antiobrera, que vienen realizando desde la Segunda Guerra Mundial, reduciéndose a matones con mono de trabajo al servicio de los capitalistas y del poder burgués. Los sindicatos de base tienen toda la razón al llamarlos siervos de la patronal; al mismo tiempo, la extrema derecha tiene fácil señalar al triple sindicato como corresponsable de la imposición del pasaporte Covid en general, pero, al apuntar su violencia en particular al sindicato más importante, la CGIL, pretende amenazar de antemano al proletariado si quiere reaccionar con independencia de los sindicatos colaboracionistas en sus acciones de lucha y huelga. En realidad, el ataque a la CGIL no está motivado por el hecho de que sea un sindicato "de clase", como lo fue la CGL de 1921-22, que organizó al proletariado italiano en el terreno de la lucha de clases, haciéndolo permeable a la influencia del partido comunista revolucionario en la lucha por la revolución, sino que es un sindicato colaboracionista que se baja demasiado los pantalones y no defiende la "libertad de elección" de los ciudadanos, ya sean obreros, patronos o terratenientes.

Evidentemente, las fuerzas parlamentarias de izquierda y centro han lanzado sus gritos contra el "fascismo", contra el "escuadrismo", alabando la democracia y la Constitución, convirtiéndose así, por enésima vez, en altavoz de los intereses de la conservación social. Pero las mismas fuerzas parlamentarias de la derecha, la Liga y los Fratelli d'Italia en particular, se sienten obligadas a "hacer de toda la hierba un fardo", es decir, a declarar estar en contra de "toda" la violencia "que provenga de "cuatro imbéciles" y de "unos cuantos delincuentes" (Salvini), o de "los delincuentes que utilizan cualquier pretexto para ejercer una violencia grave e inaceptable" (Meloni), o de los anarquistas insurrectos o del No-Tav. El estribillo habitual "contra toda violencia" -pero no la del Estado, que en cambio debe considerarse legítima e incuestionable- es cantado de vez en cuando por cada grupo de políticos cobijados bajo las grandes alas del Estado del que dependen sus privilegios de casta, salvo para agitar las tinieblas y obtener un excedente de beneficios y medios de presión para fines privados.


Los proletarios no deben dejarse engañar por el clamor de un "antifascismo" destinado a apretar aún más las cadenas del trabajo asalariado a las exigencias cada vez más apremiantes de la ganancia capitalista; no deben dejarse engañar por los cánticos de pacifismo y de colaboración interclasista cuando la clase dominante, a través del Estado y de todas las fuerzas políticas, económicas y sociales en su defensa, muestra constantemente su desprecio por la vida de los trabajadores asalariados: la demostración más llamativa son los accidentes y muertes en el trabajo por la sistemática y perenne falta de medidas de seguridad; sólo en los ocho primeros meses de 2021, según el Inail, se registraron 349 accidentes.449 (+8,5% respecto al mismo periodo de 2020) con nada menos que 772 casos mortales, es decir, ¡¡¡3 muertes al día!!!, y no de Covid-19, sino de explotación del trabajo asalariado.

Desde el principio de la pandemia quedó claro que la acción del gobierno burgués -en todos los países- trataba, por un lado, de amortiguar de alguna manera una situación que se agravaba de mes en mes y a la que se enfrentaba de forma caótica y contradictoria, y por otro, de adoptar rápidamente medidas para salvar la economía nacional y su capacidad de afrontar, si no vencer, la competencia de las economías de otros países. Para defender los intereses de la economía nacional, sumida en una crisis más profunda por la pandemia, el gobierno -que no es sorprendente que equipare la situación con una situación de "guerra"- tuvo que doblegar al proletariado a las necesidades inmediatas del capitalismo nacional. Los capitalistas sabían perfectamente que la crisis económica, que también se había agravado socialmente como consecuencia de la pandemia, podía empujar a las masas proletarias a la revuelta porque sus condiciones de vida y de trabajo, que ya se habían deteriorado considerablemente en la última década, se harían aún más duras. Los despidos, y por tanto el desempleo, aumentan, al igual que la inseguridad laboral, el trabajo mal pagado y el trabajo no declarado. Y a pesar de la paralización de muchas actividades como consecuencia de la "lucha contra la propagación de la infección por el coronavirus" y del cierre de un gran número de empresas, otras siguieron trabajando a pleno rendimiento, sometiendo a sus trabajadores a ritmos de trabajo y riesgos cada vez más severos.

La crisis económica -aparte de la tan cacareada "recuperación" de los últimos trimestres- también ha arruinado a una parte nada despreciable de la pequeña burguesía, en los sectores clásicos en los que desarrollan sus actividades (restauración, deporte, turismo, espectáculos, conciertos, pequeña distribución), sectores que inexorablemente han recibido un varapalo. Y, como suele ocurrir, son estos estratos sociales los que, a través de los partidos que manifiestan su descontento, son los primeros en expresar su enfado por su propia ruina social. Cólera que les une y les empuja a salir a la calle; cólera que se extiende también a algunas capas proletarias que, al no encontrar cauces de clase en los que canalizarla, se unen a la pequeña burguesía que, a menudo, es también su "patronal". Por otro lado, es la propia pequeña burguesía la que trata de involucrar al proletariado en su protesta porque necesita reforzarla y mostrar que es "el pueblo" el que se manifiesta y pide al gobierno y a los poderes económicos que le salven de la ruina.

Pero el proletariado, como asalariado, como trabajador no cualificado, cuya vida está a merced de un mercado en el que las desgracias van todas a parar a las clases trabajadoras y los beneficios y privilegios a las clases ricas y adineradas, no tiene ningún interés que compartir con los pequeños burgueses, y mucho menos con los grandes burgueses. Sus intereses inmediatos, y sobre todo históricos, como clase productora de la riqueza general de la que se apropia exclusivamente la clase burguesa dominante, responden a un antagonismo social que no han inventado, pero que es generado por el modo de producción capitalista y que es explotado política y socialmente por la clase dominante para aplastar al proletariado en una sumisión perpetua a las exigencias del beneficio capitalista. La clase burguesa dominante tiene tanto el poder económico como el político, representado por el Estado, y por tanto el poder social; poderes que utiliza para defender exclusivamente sus propios intereses de clase contra los intereses de la clase obrera. De esta manera la lucha antagónica es sistemáticamente librada por la clase burguesa contra la clase proletaria, y estas últimas medidas lo demuestran por enésima vez. Para que la lucha antagónica del proletariado tenga la fuerza de responder en el mismo terreno y con los mismos medios violentos que la clase dominante burguesa, debe contar con la organización de clase independiente del proletariado, que aún está por reconstruir, pero que surgirá inevitablemente de la resistencia que los proletarios logren oponer a la presión y represión burguesa progresiva. Una lucha en la que los proletarios tendrán que luchar contra la competencia alimentada a propósito entre ellos por los capitalistas y las fuerzas de colaboración interclasista, separando los objetivos y los medios de la lucha de clases de los de las capas sociales pequeñoburguesas que influyen en el proletariado por su contigüidad social: capas sociales que, sin embargo, se rebelan contra "el sistema", contra la "política gubernamental" sólo cuando corren el riesgo de caer en la proletarización y perder su posición social y sus privilegios. Los proletarios que se dejan arrastrar a la rebelión pequeñoburguesa pierden no sólo su orientación de clase -la única gracias a la cual es posible defender sus intereses inmediatos- sino también la fuerza que potencialmente poseen precisamente por ser asalariados, por ser productores de riqueza general y, por tanto, de beneficio capitalista.

La democracia, el reformismo, la colaboración de clases, son armas políticas que la burguesía utiliza para mitigar un antagonismo social que el propio modo de producción capitalista genera constantemente -y que la burguesía reitera en cada acto y en cada actividad en todas las situaciones especialmente las más graves-; un antagonismo que puede potencialmente poner en movimiento a las masas proletarias especialmente cuando las condiciones de existencia y de trabajo se vuelven insoportables.

Es a este movimiento social al que teme la burguesía, al despertar del proletariado como clase asalariada, a que actúe reconociendo que el antagonista social no es el inmigrante ilegal, el parado que por desesperación prende fuego a los cubos de basura, o los proletarios del país señalado como "enemigo", sino que es la misma clase burguesa en casa que está dispuesta a utilizar cualquier medio, legal o ilegal, constitucional o anticonstitucional, para defender sus privilegios.

El autoritarismo que la burguesía expresa con el pretexto de la "lucha contra el Covid-19" es parte integrante de su dominio; el parlamentarismo y la democracia con que se reviste no son más que un manto que cubre la realidad de su dictadura de clase. La burguesía de los países de la civilización occidental no tiene el valor, al menos hasta ahora, de mostrar su verdadero rostro totalitario; y no tiene ningún interés en mostrarlo mientras el régimen democrático consiga paralizar a las masas proletarias. Utiliza el rostro democrático para seguir engañando a las masas proletarias, para desviar su lucha del terreno de la confrontación de clases al terreno que le es más favorable, el terreno democrático y parlamentario. Pero la crisis económica y social, anticipada por la crisis económica de sobreproducción que caracteriza cíclicamente todo el período histórico del imperialismo en el que estamos inmersos desde hace cien años, se acerca de nuevo a pasos agigantados; Por eso la burguesía tiende a acelerar sus maniobras para encauzar aún más al proletariado, aplastándolo bajo el peso de sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales, intoxicándolo aún más con el veneno de una democracia que ya no tiene ningún papel social, pero que sigue teniendo un papel político para desviar, aislar, fragmentar y desmoralizar a la masa proletaria.

Así, las reacciones a un gobierno, como el de Draghi, que responde a una política de "unidad nacional" bajo la que vuelve a encauzar a las masas proletarias, pero que pone como prioridad, en la situación de crisis, la defensa del gran capital, expresan aún más, y con violencia, la ira de las capas pequeñoburguesas que se sienten abandonadas a su suerte. Las organizaciones de extrema derecha actúan en base a esta ira; siempre lo han hecho y lo seguirán haciendo. En realidad, desempeñan un doble papel: Por un lado, atraen la ira de las capas pequeñoburguesas, las organizan, dirigen sus manifestaciones, les hacen creer que el "enemigo del momento" son las llamadas "potencias fuertes", idealizan un "patriotismo" que las potencias fuertes nacionales no defenderían internacionalmente, están dispuestos a destrozar símbolos y vestigios de quienes consideran responsables de su ruina social; Por otro lado, representan el pretexto ideológico y político para que las organizaciones "democráticas" cimenten a las masas proletarias en la colaboración de clases con el pretexto del llamado "antifascismo", "antitotalitarismo". Ambos trabajan para consolidar la conservación social, ambos aspiran a una sociedad en la que todas las clases sociales satisfagan "sus" aspiraciones, ambos defienden el capitalismo nacional frente a la competencia extranjera, ambos utilizan la democracia para imponerse en la arena política como los campeones de la eficiencia económica, la destreza política, la "cohesión nacional", la defensa de las raíces históricas y culturales del país. Ambos compartieron la política que marcó y sigue marcando la victoria política del fascismo, a pesar de su derrota militar en la Segunda Guerra Mundial: la política de colaboración de clases.

Golpear los símbolos del autoritarismo característico de Draghi se ha convertido, por tanto, en el objetivo inmediato de muchos opositores. El pasaporte Covid es sin duda uno de estos símbolos. Pero hay opositores y opositoras. Los opositores pequeñoburgueses se alegran cuando los inmigrantes ilegales son encarcelados, deportados, reunidos en campos de concentración fuera de su vista, devueltos a los países de los que se embarcaron, quizás a Libia bajo las manos de torturadores, o no son rescatados en el mar donde se ahogan por miles. Lo importante es que todo esto ocurre lejos de sus ojos y de sus casas, pero si se acercan demasiado, las armas y las pistolas están siempre a mano. Pero se contentan con explotarlos peor que al ganado en los campos y talleres, bajo el chantaje de su "ilegalidad", obligándolos a vivir en tugurios, chabolas y en medio de la basura. Para ser libres de llevar su mezquina vida y explotar a su antojo la mano de obra negra y el trabajo mal pagado, a estas sanguijuelas no les gustan las imposiciones que ponen en peligro sus sucios negocios. Eluden al recaudador de impuestos mediante hábiles contables, pero el pasaporte Covid es difícil de sortear, por lo que intentan reforzar su protesta implicando a los proletarios. Es también contra esta implicación que los proletarios tienen que luchar.


El ejemplo de los estibadores de Trieste es emblemático: la Coordinación de trabajadores portuarios de Trieste (CLPT por sus siglas en italiano) ha declarado que hará huelga hasta el final, a partir del 15 de octubre, si no se levanta la obligación del pasaporte Covid no sólo para los trabajadores del puerto de Trieste, sino para todos los trabajadores. Es este enfoque decididamente clasista el que les ha hecho declarar que ni siquiera aceptarán los topes gratuitos prometidos por las empresas sólo para ellos con tal de ir a trabajar: ¡No estamos en venta! es el grito que une a todos los estibadores de Trieste, tanto a los que se han vacunado como a los que no han querido vacunarse.

Esto es lo que deben hacer los proletarios en todas las empresas, en todos los sectores, siguiendo el ejemplo de los estibadores de Trieste.

Veremos qué ocurre en Trieste el 15 de octubre: los estibadores han declarado que no se moverán ni un milímetro del bloqueo del puerto. ¿Qué va a hacer la policía, intervenir con la fuerza para liberar el acceso al puerto? Al parecer, muchos de los camioneros que tienen que llegar al puerto tampoco tienen el pasaporte Covid, sobre todo los que vienen del extranjero y se han vacunado con el Sputnik ruso, que no es aceptado por Italia. Es cierto que la tensión se ha acumulado en este último periodo y que el Gobierno se encuentra en una encrucijada: ¿Golpear a los estibadores de Trieste para evitar el bloqueo del puerto, que es uno de los más importantes de Italia, o renunciar a encontrar el habitual resquicio de la situación excepcional?


13 de octubre de 2021

Partido Comunista Internacional

www.pcint.org


 

Asalto fascista a la sede de CGIL

 ¡Contra la suspensión salarial a los trabajadores que no se hayan vacunado!

¡Contra el despotismo social implantado por el gobierno!

¡Contra el colaboracionismo de los sindicatos tricolores que se arrodillan ante el gobierno y la patronal!

 

 

El Decreto Ley del 21 de septiembre, firmado por el presidente Mattarella y publicado en el Boletín Oficial, suspende el sueldo y los salarios de todos los trabajadores, tanto públicos como privados, que no hayan querido vacunarse y, por tanto, no puedan mostrar su pase verde. Según este decreto, los empresarios están obligados a comprobar que sus empleados están provistos de un pase verde y a remitir al prefecto los documentos relativos a la posible infracción, que multará al empleado ¡de 600 a 1.500 euros! Además de no recibir sus salarios, estos trabajadores están sujetos a fuertes multas. ¡Esta es la medida más feroz que Italia ha aplicado contra los trabajadores!  ¡Y es el único país del mundo en hacerlo!

 

Se establece así un verdadero estado policial dentro de las fábricas y oficinas en el que están llamados a participar todos los empresarios, grandes y pequeños. En esta situación, ¿qué hacen los bonzos del sindicato? Durante todo este periodo nunca se han opuesto a ninguna medida que atentara contra los derechos de los trabajadores, han anulado las asambleas de trabajadores y han seguido saboteando las luchas obreras cuando estallaban espontáneamente, prefiriendo "negociar" con la piel de los trabajadores en torno a cómodas mesas de negociación; han impulsado cualquier medida que defendiera las necesidades de la empresa y su competitividad; nunca han organizado verdaderas luchas contra los accidentes y las muertes en el trabajo, limitándose a quejarse de la falta de medidas de seguridad en los centros de trabajo y a mendigar la intervención de las "autoridades" para que se castigue a los responsables de estos fallos; han abandonado a su suerte a los despedidos y a los desempleados y han contribuido a la extensión de la precariedad, abriendo verdaderas autopistas para el trabajo ilegal y la contratación clandestina; por último, se han puesto de acuerdo con el gobierno y las patronales, pretendiendo defender...... "el trabajo", ¡el ataque a los salarios de los trabajadores que no quieren vacunarse!

El ataque concéntrico a las condiciones de vida y de trabajo del proletariado por parte de la patronal, del gobierno y de los sindicatos colaboracionistas exige una reacción enérgica de todo el proletariado porque este ataque no sólo se dirige a los "no vacunados" de hoy, sino que abre una temporada de represión preventiva con la que los poderes burgueses quieren doblegar aún más al proletariado a las exigencias del beneficio capitalista. 

 Los tiempos que se vislumbran en el horizonte están llenos de contrastes entre las distintas burguesías porque los mercados se están convirtiendo cada vez más en un escenario estrecho en el que hay demasiados competidores. Cada burguesía tiende a defender sus intereses nacionales frente a las burguesías de todos los demás países y, para defenderlos eficazmente en un mundo donde la competencia es cada vez más feroz, cada burguesía necesita extraer la mayor cantidad posible de plusvalía del trabajo asalariado. Toda burguesía sabe que esta presión excepcional sobre las condiciones de existencia de las masas proletarias las induce a reaccionar, a luchar, a rebelarse, incluso violentamente, porque están en juego sus vidas y las de sus familias. Por eso utiliza todos los medios que necesita para doblegar a las masas proletarias a sus intereses; medios supuestamente democráticos y pacíficos, pero que enmascaran la verdadera dictadura de clase de la burguesía.

La epidemia de Sars-CoV-2 que las burguesías del mundo -tan empeñadas en defender sus economías corporativas y nacionales- permitieron a sabiendas que se extendiera por todo el planeta, convirtiéndola en una pandemia que los grandes medios de la ciencia moderna podrían haber limitado y combatido eficazmente nada más surgir, fue la ocasión para que cada burguesía pusiera en marcha y planificara un control social mucho más estricto que el que se ha producido desde el final de la Segunda Guerra Mundial Imperialista. No es casualidad que las medidas adoptadas, desde los toques de queda hasta los cierres patronales, pasando por la intensa campaña mediática que difundía el miedo a un enemigo "invisible" como el nuevo coronavirus (que en realidad ya era conocido y sobre el que las grandes multinacionales químico-farmacéuticas ya habían realizado investigaciones y pruebas, preparándose para producir miles de millones de dosis en cuanto se lanzaran las campañas de vacunación en todas partes), fueran todas -con el pretexto de la emergencia sanitaria- en la dirección deseada: para doblegar a toda la población y, en particular, al proletariado, a los dictados de los gobiernos burgueses de hoy, preparándola para los dictados de mañana.

Además de los gigantescos beneficios que se han embolsado y se siguen embolsando las grandes multinacionales farmacéuticas, y por tanto además del interés estrictamente económico de los capitalistas en el campo de la salud, está el interés político de la clase dominante burguesa en preparar al proletariado para sacrificios mucho más pesados como los que se producirán ante la próxima crisis económica y financiera mundial y una futura crisis bélica. Los países capitalistas más ricos, mientras aplastan a la población de los países más débiles en una situación de mayor pobreza y sufrimiento, pueden permitirse, a estas alturas, gastar miles de millones para acallar las necesidades más acuciantes de una gran parte del proletariado, ya sea con empleo o sin él, y, al mismo tiempo, someterlo a una campaña de vacunación que no sólo sirve para inflar los bolsillos de las grandes farmacéuticas, sino que sirve como herramienta para doblegarlo a los dictados gubernamentales: hoy con el pretexto de luchar contra un enemigo "invisible", Covid-19, mañana para luchar contra un enemigo muy visible en una guerra librada para un nuevo reparto imperialista del mundo. La competencia en la que se empuja sistemáticamente a los proletarios autóctonos contra los proletarios inmigrantes, a los proletarios de más edad contra los proletarios más jóvenes, a los proletarios más formados y especializados contra los proletarios sin especialización particular, a los proletarios masculinos contra los proletarios femeninos, a los empleados contra los desempleados, a los proletarios del norte contra los proletarios del sur, es una competencia que se extiende también al plano sanitario entre los proletarios vacunados y los no vacunados!

La batalla que deben librar los proletarios es, por tanto, contra la competencia entre ellos, a cualquier nivel, porque esto sólo hace el juego a los capitalistas y a los políticos que defienden sus intereses y debilita aún más al proletariado frente a cualquier medida restrictiva que el poder político burgués tome y tomará con el pretexto de la crisis económica, emergencias sanitarias o medioambientales, o el terrorismo, como ha hecho en el pasado invocando los valores de la "civilización democrática", que la misma potencia burguesa pisotea cada vez que sus intereses son cuestionados por la competencia con otros países imperialistas.    

   

Con respecto a la campaña de vacunación, en la que Italia, desde 2014, se había convertido en el líder de los países occidentales con el objetivo de vacunar al 100% de la población en el caso esperado de una gran epidemia, el gobierno procedió paso a paso. Inicialmente, a la espera de disponer de las vacunas en las que las grandes empresas farmacéuticas ya venían trabajando desde el primer brote de coronavirus en 2003, el gobierno pasó a las restricciones, los confinamientos, las zonas rojas, los encierros y la simultánea "obligación" de que los proletarios trabajaran en lo que se definía como actividades esenciales para la economía nacional y para la vida de las personas (con todas las carencias clásicas de la sanidad pública: falta de hospitales, de equipos de protección personal, de respiradores pulmonares, de saneamiento de los ambientes de trabajo, etc.) estableciendo métodos estadísticos de contagios, hospitalizaciones y muertes que fueron manipulados a propósito para apoyar la campaña de miedo generalizado con la que contaba la burguesía para vincular la amplia campaña de vacunación en cuanto las vacunas estuvieran listas.

Todo el trabajo del gobierno se ha dirigido a la campaña de vacunación, eliminando la medicina de atención primaria y cualquier tratamiento médico útil para la intervención curativa inmediata ante la primera aparición de los síntomas de la epidemia. Han preferido atascar las salas de urgencias, los hospitales (que se han reducido considerablemente en los últimos años) y las residencias de ancianos con los pacientes de Covid-19, en lugar de reforzar la red de médicos locales y seguir investigando en terapias basadas en el plasma o en productos farmacéuticos que ya existen y han dado resultados eficaces; aplazaron otros tratamientos para todas las demás patologías graves, dando "prioridad" a los pacientes "covid", sabiendo perfectamente que el hacinamiento de los pacientes covid en hospitales y residencias facilitaría la propagación de la enfermedad y no su tratamiento. Y todas las voces, no sólo de virólogos, inmunólogos e investigadores científicos que plantearon dudas, fueron silenciadas, denunciadas como fake news, denigradas y expuestas al escarnio público. Es bien sabido que, durante todo un año, todos los medios de comunicación, y en particular la televisión, cada vez que daban el dato de los vacunados hablaban de "inmunizados", cuando los mismos virólogos -propagandistas ellos mismos de la campaña de vacunación- nunca han llegado a engañar que la vacunación actual garantiza la inmunización. Está claro que el objetivo de la propaganda burguesa, por un lado, era asustar a la mayoría de la población para que se apresurara a vacunarse (famosa es la frase de Draghi: ¿No te vacunas? ¡Muere!) y, por otro, hacer alarde de que la vacunación era equivalente a la inmunización. Cuando empezaron a anunciar la necesidad de la tercera dosis... y mientras muchos médicos declaraban que el virus no desaparecería rápidamente, sino que seguiría circulando durante años, la inmunización desapareció del lenguaje de la prensa. Mientras tanto, la campaña de vacunación no se llevó a cabo según el calendario que se había fijado el gobierno, debido a las reticencias de una parte considerable de la población, asustada por el posible contagio letal del virus, pero igualmente asustada por las consecuencias nocivas y mortales de las vacunas antivacunas (Pfizer y Astra-Zeneca encabezan la lista negra), el gobierno prolongó sistemáticamente el estado de emergencia aumentando las medidas restrictivas hasta el punto de exigir el pase verde -es decir, la vacunación- a todos los 23 millones de trabajadores italianos, chantajeando a todos los que no se han vacunado y no quieren vacunarse con la suspensión de sus salarios mientras no puedan mostrar su pase verde. Es contra este nuevo chantaje que los trabajadores deben luchar, porque a través de él se intensifica la competencia entre ellos. Por otro lado, la ciencia burguesa es incapaz de demostrar que con la vacunación se vence la enfermedad del coronavirus. Por el contrario, habla de la necesidad de una tercera dosis y de continuos refuerzos de vacunación durante años... 

 

La astucia del gobierno italiano se basa en el decreto del "estado de emergencia" debido a la pandemia declarada de Sars-Cov-2. En estos casos, el Estado tiene una opción: emitir una ley de vacunación obligatoria para toda la población, en cuyo caso asume toda la responsabilidad en los casos en que las consecuencias de la vacunación sean negativas o incluso mortales para los vacunados; o, como ha hecho, salir con una ráfaga de decretos ley que añaden, uno tras otro, toda una serie de medidas que van formalmente en la dirección de la lucha contra la propagación de la epidemia, dejando a cada ciudadano la "libre elección" de ser o no vacunado, pero, en la práctica, obligándole a vacunarse según las instrucciones dadas por el Estado ¡si no quiere quedarse preso en su propia casa o sin sueldo!

En la práctica, se trata de una exigencia de vacunación encubierta, que hace recaer toda la responsabilidad en el trabajador individual que, además de ver suspendido su salario, se ve sometido a una fuerte sanción si no se vacuna.

Hay miles de millones de virus, eso dice la ciencia burguesa, especialmente en el mundo de los animales salvajes. Hay algunos que son exclusivamente humanas, como la viruela y la poliomielitis, y hay otros que consiguen dar el salto de especie de animal salvaje a humano, pasando cada vez más por los animales de las granjas intensivas y los mercados en los que la higiene está casi totalmente ausente, que, por cierto, son una característica de la sociedad capitalista. Granjas en las que, como han demostrado muchos informes, los animales también son pastoreados y tratados como máquinas de hacer carne y dinero y en condiciones higiénicas inexistentes. Además, la contaminación del aire, del suelo y del agua, así como la deforestación incontrolada, crean un entorno extremadamente favorable a la propagación de los virus -facilitada por las muy frecuentes conexiones aéreas en todo el mundo-, que se vuelven tanto más mortíferos cuanto más consiguen encontrarse con masas de personas con sistemas inmunitarios deprimidos que ya luchan contra otras enfermedades respiratorias o cardíacas. No es casualidad, por otra parte, que la media de muertes por Covid-19 en los países industrializados sea de 80 años para los hombres y de 85 años para las mujeres, ¡y que más del 64% de los fallecidos tuvieran 3 o más enfermedades previas!   

 

Los proletarios, si quieren oponerse eficazmente no sólo a este ataque a sus condiciones inmediatas de existencia, sino también a la política represiva del poder burgués y a todo el arco de fuerzas políticas y sindicales que lo apoyan, deben ir más allá de la cuestión de la llamada "libertad de elección individual" que, en realidad, resulta ser una gigantesca broma.

Los proletarios deben luchar contra la criminal suspensión del salario si no se han vacunado, y los proletarios que se han vacunado también deben participar en esta lucha, superando la competencia adicional que la burguesía alimenta constantemente entre los proletarios.

El objetivo, para la burguesía, repetimos, además de ser cerrar los ciclos de vacunación previstos para toda la población más allá de las consecuencias nocivas de las vacunas anti-covid convirtiendo a todo un pueblo en conejillos de indias para la experimentación farmacéutica, es también -y esto es lo más importante para la burguesía- doblegar al proletariado (por las buenas para los que aceptan someterse a la vacunación, y por las malas  para todos los demás) a las imposiciones de los poderes burgueses, reprimiendo a todos los que no aceptan convertirse en marionetas en manos de la patronal y los poderes políticos.

A la burguesía le importa un bledo la prevención. ¡Se beneficia de los desastres, las catástrofes y aprovecha estas emergencias para aplastar aún más al proletariado en la esclavitud asalariada!

 

¡Por la solidaridad de clase entre proletarios, vacunados o no!

¡Contra el chantaje salarial a los que no muestren el pase verde

¡Contra la represión de los proletarios que se rebelan contra los ataques a sus condiciones de existencia y de trabajo!

¡Por la lucha de clases independiente de cualquier aparato burgués y colaboracionista!

 

 

Partido Comunista Internacional (El Proletario)

1 de octubre de 2020

www.pcint.org




 

Un camionero que salía con su camión del almacén de Lidl en Biandrate, se lanza contra el piquete de trabajadores de logística durante la huelga nacional del sector, atropella a tres trabajadores, mata a uno - Adil Belakhdim, y hiere a los otros dos.


Biandrate, provincia de Novara, centro logístico de la cadena de supermercados Lidl. Es uno de los muchos almacenes frente a los cuales los trabajadores de la logística, que llevan mucho tiempo luchando contra las condiciones de trabajo inhumanas y los despidos, muestran su combatividad no sólo contra un jefe especialmente cínico, que utiliza guardaespaldas armados para atacar a los trabajadores en huelga, sino también contra la colaboración cómplice de las grandes confederaciones sindicales que han demostrado por enésima vez que están del lado de la patronal y de sus beneficios contra los proletarios que luchan y que, para luchar, se organizan al margen de los aparatos de la CGIL, la CISL, la UIL.

 

Adil Belkhdim, 37 años, padre de dos hijos, ciudadano italiano de origen marroquí, un auténtico luchador y organizador de Si.Cobas en Novara (uno de los pocos sindicatos de base que luchan en defensa de las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores de la logística, trabajadores que se encuentran entre los más explotados y oprimidos porque la mayoría son inmigrantes y siempre han sido "olvidados" por los sindicatos confederales), fue atropellado y muerto por un camión que arrolló el piquete que decenas de trabajadores hacían frente a las puertas del centro logístico de Lidl en Biandrate.

No fue un gesto "loco" de un camionero "loco": así lo sostiene el Si.Cobas nacional en su comunicado del 18 de junio; ¡"la patronal quería los muertos y lo consiguió"! Como, por otra parte, ocurrió hace cinco años en Piacenza, frente a las puertas de Gls, cuando un camión atropelló, matándolo, a Abd Elsalam Ahmed Eldanf, de 53 años, durante una disputa entre el sindicato de UBS y la empresa.

Sólo unos días antes, el 11 de junio, una guarnición de unos cuarenta trabajadores de Fedex en Piacenza (casi todos pertenecientes a Si.Cobas), frente al holding Zampieri en Tavazzano (en la provincia de Lodi) -que alqUILa sus almacenes a Fedex-Tnt- fue atacada con palos, fragmentos de paletas, piedras y botellas por unos cincuenta guardaespaldas contratados por la patronal y apoyados por algunos esquiroles. Durante los enfrentamientos, un trabajador, Abdelhamid, acabó en el hospital con la cabeza destrozada, pero afortunadamente no corrió peligro de muerte. La policía presente en la agresión no movió un dedo para impedirla, pero una vez que intervino detuvo a unos porteadores de Piacenza a los que se les impusieron 15 cargos. Por supuesto, esta agresión ha sido transformada por la Jefatura de Policía en "una simple reyerta desencadenada por el descontento de los trabajadores por las continuas huelgas", pero los vídeos en poder del Si.Cobas muestran claramente que la acción armada fue preparada por los concesionarios del Zampieri Holding que utilizan los guardaespaldas privados de Skp Global Intelligence, una conocida agencia de seguridad milanesa, ya conocida por sus numerosas intervenciones contra los trabajadores de los almacenes en huelga, como la del 26 de mayo en el almacén Zampieri de San Giuliano Milanese.

De hecho, hace mucho tiempo que la patronal de las grandes empresas de logística y transporte (de FedEx-Tnt a Correos de Italia, de Gls a Dhl, de Amazon a Brt, de Sda a Ups y otras) se ha enzarzado en un enfrentamiento sistemático contra sus propios trabajadores que se atreven a rebelarse contra unas condiciones laborales intolerables. La violencia empleada por la patronal contra los trabajadores cuenta con el apoyo abierto de las fuerzas policiales, a las que se recurre regularmente para aplastar las protestas y las huelgas. El objetivo de la patronal -que encuentra al Estado en su defensa- no es sólo aplastar las huelgas, sino también recuperar las concesiones que ha tenido que hacer ante las anteriores luchas obreras. El ejemplo de FedEx-Tnt es emblemático: su nuevo plan industrial prevé 6.300 despidos en Europa y, en Italia, ha comenzado con el despido de 300 trabajadores del hub de Piacenza. Otros trabajadores de otros hubs han tenido que elegir entre contratar directamente en Fedex o trabajar en la subcontratación: podría parecer una "elección" fácil, de hecho la contratación directa en Fedex se realizaría en las condiciones del contrato nacional firmado por las principales confederaciones sindicales, que es "mucho menos remunerador que el contrato de la empresa arrebatado por las huelgas y los piquetes" (ver "il fatto quotidiano", 19.6.2021). Y, al final de este proceso de reestructuración, continúa el diario citado, "la multinacional tendrá más empleados directos, pero se habrá deshecho de las subcontratas de las que aún era responsable solidaria: podrá no sólo mantener algunas empresas satélites, sino empezar a utilizar temporales y demás, deshacerse de los trabajadores más sindicalizados, cancelar los logros contractuales de la década anterior. El acuerdo que le permite hacerlo fue firmado por Filt CGIL, que obviamente lo defiende". Así se entiende que los intereses de la patronal coincidan con los de la CGIL: la patronal gana en todos los ámbitos, doblegando a los trabajadores a sus necesidades, y la CGIL marginaría a los sindicatos de base que en la última década han ganado afiliados y credibilidad.

Están en juego los enormes beneficios que estas empresas se han embolsado en los últimos años, y especialmente durante el último año y medio de la pandemia de Covid-19 en el que el tráfico de mercancías y entregas (el llamado B2C, business to consumer) ha aumentado enormemente. Por mencionar solo las entregas a domicilio, por ejemplo Amazon ha pasado, en el mercado "diferido" (entregas en 3-5 días) del 17% en 2016 al 59% en 2019, mientras que Gls se ha hecho con el 40% del mercado de entregas "express".

Mientras los amos de las multinacionales de la logística y el transporte de mercancías explotan y chantajean cada vez más a los trabajadores del sector, ¿qué hace la Confederación de Sindicatos Italianos (CGIL-CISL-UIL)? Durante más de una década, estos trabajadores han estado abandonados en manos de la patronal y de sus verdugos; pero se han organizado en los sindicatos de base, han luchado y siguen luchando a brazo partido, sabiendo muy bien que contra ellos actúan no sólo la patronal con sus chantajes y sus abusos, sino también policías, traficantes, esquiroles, infiltrados. ¿Los derechos sindicales tan cacareados en esta magnífica democracia italiana? Para estos trabajadores no existen, sobre todo cuando se rebelan y luchan contra unas condiciones de trabajo y de vida inhumanas. Pero, ante los episodios de agresiones armadas claramente escuadristas contra trabajadores pacíficos en lucha, la CGIL-CISL-UIL cantan el estribillo de siempre: "Paren este clima del salvaje oeste", clama Maurizio Landini, secretario de la CGIL; un clima que la misma CGIL y sus dignos compañeros CISL y UIL han contribuido a crear, reforzando con su baboso colaboracionismo la prepotencia de la patronal. Landini, tras el asesinato de Adil Belakhdim, declara solemnemente: "La muerte de un sindicalista, atropellado durante una guarnición sindical, es un hecho muy grave e inaceptable, sobre el que es necesario arrojar rápidamente toda la luz" (il manifesto, 19.6.2021); y si hubiera muerto no un "sindicalista" sino un simple trabajador, ¿habría sido más aceptable? El hecho es que el triple sindicato CGIL-CISL-UIL no ha movido un dedo para evitar situaciones de este tipo, ni, mucho menos, se ha movido en la solidaridad inmediata con la huelga en todo el país. La huelga que el triple sindicato ha proclamado por la muerte de Adil tiene todo el sabor de un parche puesto para no hacer el ridículo, sobre todo porque el mismo primer ministro Draghi -conocido hombre de las finanzas internacionales- utilizó las mismas palabras de Landini: "es necesario esclarecer el incidente inmediatamente". ¿Cuál de los dos ha copiado?

¿Qué han hecho los trabajadores de la logística en diez años de lucha? Las condiciones salariales y laborales, si es que han mejorado, no se deben al buen corazón de las multinacionales de la logística y el transporte de mercancías, ni a las actividades del triple sindicato -¡que firma convenios a cambio de nada!- sino por las combativas acciones de huelga y piquetes que los trabajadores han levantado y que el triple sindicato, junto con la patronal, pretenden aplastar.

El futuro próximo, y no sólo el lejano, de los asalariados está en manos de sus acciones directas de lucha, utilizando los medios de la lucha de clases con los que responder de forma organizada y continua en solidaridad con todos los que, por regla general, se ven afectados localmente. El sindicalismo de base, como Si.Cobas, es sin duda una primera respuesta al cobarde colaboracionismo de los sindicatos tricolores, y los trabajadores de la logística y del transporte de mercancías están demostrando, con su propia lucha y sus muertes, que la vía para defender sus derechos no es la vía del "enfrentamiento civil" con las "contrapartes", sino la vía de la fuerza, de la huelga hasta las últimas consecuencias, sin avisar, de la negociación con la huelga en pie y haciendo partícipes no sólo a los trabajadores del mismo sector económico, sino extendiendo las acciones de huelga también a los demás sectores, ¡porque los capitalistas explotan bestialmente y golpean por igual en todos los sectores!

Solidaridad sin peros con la lucha de los almacenistas, logísticos y transportistas, inmigrantes y autóctonos, regularizando a todos los trabajadores llamados "ilegales" que son los más explotados de todos, como se ha demostrado ampliamente en las campañas. Si en el campo están los capataces, en los hubs están los matones: básicamente tienen el mismo cometido, doblegar a la voluntad de los jefes la mano de obra asalariada, con "malos modos" si es que con los "buenos modos" (es decir, con el chantaje) no consiguenn su propósito.

En un futuro próximo, el uso de guardaespaldas, vigilantes, matones, no sólo en la logística sino en todos los sectores, estará cada vez más extendido. Los proletarios no deben encontrarse desprevenidos, deben organizarse en los sindicatos, por supuesto, defendiendo sus intereses y sus vidas, ¡pero también deben mirar más allá, hacia la perspectiva de la reanudación de la lucha de clases que tiene lugar contra todas las formas y prácticas colaboracionistas!


Partido Comunista Internacional

20 de junio de 2021

 


 

 Aporte para el encuentro en el espacio anarquista Motín de los editores anarquistas de «Vetriolo». Madrid, 27 de febrero de 2021


Gracias a lxs compañerxs por la invitación, lamentamos que no hayan podido venir más compañeros. La causa de esta reducida presencia son las restricciones relacionadas con las leyes represivas promulgadas por los gobiernos, con el pretexto de la pandemia. Sin embargo, nos gustaría volver para nuevos enfrentamientos lo antes posible.

En las páginas de «Vetriolo» hemos definido el clima represivo que se respira, en Italia y en general en todo el Occidente democrático, como un «giro autoritario de nuevo cuño». Intentemos explicar mejor el significado de esta definición.

Una de las razones que nos impulsó a buscar una definición específica para el clima represivo de nuestra fase histórica, es la insatisfacción con las categorías clásicas del antifascismo. Algunxs de nosotrxs no creemos que exista de hecho un peligro fascista en la actualidad. Por supuesto que hay muchxs fascistas y también son muy peligrosxs, pero algunxs compañerxs de la redacción no creen que haya un peligro histórico y político de que se establezcan regímenes fascistas en Occidente. De hecho, pensamos que el fascismo fue una respuesta del Estado al peligro revolucionario. Como hoy no hay peligro de revolución social, desgraciadamente, tampoco creemos que el Estado liberal se convierta en un Estado fascista.

No todxs lxs compañerxs de la redacción están de acuerdo con esta deducción. Sin embargo, todxs están convencidxs de la insuficiencia de las categorías clásicas con las que se ha abordado el fascismo en el último siglo. Por ejemplo, la respuesta tradicional al fascismo se ha plasmado en el llamado «frentismo». En España han conocido el caso clásico de este «frentismo»: el Frente Popular. El Frente Popular es una amplia alianza de todas aquellas fuerzas que, por razones diversas y a menudo radicalmente divergentes, se oponían al avance de las fuerzas franquistas. Se trata, por tanto, de una alianza en la que confluyen fuerzas autoritarias y antiautoritarias, fuerzas burguesas y fuerzas proletarias. Los horrores históricos del Frente Popular pueden verse en el momento en que los anarquistas llegaron a ser ministros del gobierno republicano. Es una verdad histórica que la revolución social no fue derrotada por Franco, sino antes por las propias fuerzas del Frente Popular: el desarme de las milicias, la restitución a los antiguos propietarios o la nacionalización de las empresas autogestionadas en Cataluña, la negativa a conceder la independencia a los territorios coloniales en Marruecos, el asesinato de muchos anarquistas por los comunistas, etc. Opciones, las de los frentistas, que además de ser éticamente infames, eran contraproducentes para la propia lucha armada contra el fascismo. En Italia hemos conocido un ejemplo aún peor de frontismo en el CLN, el Comité de Liberación Nacional. El CLN era una alianza tan amplia que reunía a comunistas, socialistas, demócratas cristianos e incluso monárquicos. Todos se unieron con el objetivo de expulsar a los fascistas y a los ocupantes alemanes. Un frente tan amplio como para haber expresado, en un primer momento, incluso a un antiguo jerarca fascista como Pietro Badoglio como presidente del Consejo de los territorios «liberados».

Como creemos que el antifascismo lleva en su propio ADN el germen del frentismo, preferimos no hablar de un nuevo peligro fascista para la fase histórica que vivimos, sino de una nueva forma de giro autoritario. Significa que incluso la respuesta de lxs anarquistas, la única respuesta revolucionaria posible hoy en día, debe ser una respuesta antiautoritaria de una nueva forma.

Esta hipótesis nuestra no sólo se basa en los acontecimientos del pasado, sino que también se refleja en la dinámica actual. Hemos asistido en la última década a una lucha de poder en todo el mundo entre las fuerzas nacionalistas, los llamados soberanistas, de la nueva derecha de Trump, Salvini, Bolsonaro, Orban, etc., y las fuerzas liberalistas, las fuerzas de la globalización, encarnadas por las élites proeuropeas, el BCE y el Partido Demócrata en Estados Unidos. Ambas fuerzas en el campo en este choque de poder son nuestrxs enemigxs. Ambas facciones de la burguesía mundial son las portadoras del giro autoritario de nuevo cuño. Centrarse únicamente en la lucha contra los derechistas supondría el riesgo de convertirnos en aliados objetivos de los liberalistas, de la Unión Europea, de las multinacionales, de la izquierda estadounidense. Lo hemos visto en Estados Unidos, donde las luchas antifascistas y antisexistas se han recuperado finalmente para dar la victoria a Biden. Un nuevo presidente que amenaza con ser mucho más agresivo que Trump en materia de política exterior (ya amenaza a Rusia, China e Irán).

Los gobiernos cambian, pero las políticas siguen siendo las mismas. El giro autoritario de nuevo cuño se ha acelerado increíblemente durante este último año pandémico. Leyes liberticidas con el tiempo de ocio de los individuos y al mismo tiempo extremadamente permisivas con la producción industrial han sido la medida de todos los gobiernos, de todos los colores políticos. El control social ha pasado por las nuevas tecnologías, las multas, el terrorismo mediático y la obediencia masiva. Unx sólx puede salir de casa para ir a ser explotadx.

La situación en Italia es especialmente dura. A nivel de represión de masas, tuvimos el encierro más duro de todo Occidente. Mientras 60 millones de personas estaban literalmente encerradas bajo arresto domiciliario durante unas 10 semanas, la Confindustria presionaba para dejar sus fábricas abiertas, provocando el contagio y haciendo que el resto de la población continuara con sus medidas restrictivas.

Las leyes de represión colectiva del último año se han sumado a una legislación contrarrevolucionaria ya muy severa. Las leyes especiales redactadas a finales de los años setenta y ochenta del siglo pasado para contrarrestar la propagación de la lucha armada nunca han sido abolidas, sino que se han endurecido progresivamente en los últimos treinta años.

Hoy en día, muchxs anarquistas están sometidos a una Vigilancia Especial, una medida policial que ni siquiera pasa por un juzgado, que impide al compañero afectado hacer cualquier actividad pública, participar en manifestaciones, reunirse con delincuentes, salir de casa por la noche o cambiar de ciudad sin avisar antes a la propia policía. Si se infringen estas medidas, se corre el riesgo de ser encarcelado o de que se prolongue el periodo de Vigilancia Especial.

Decenas de anarquistas han sido detenidxs en los últimos años gracias al artículo 270bis del Código Penal. Un artículo que golpea a las «asociaciones subversivas», por lo tanto golpea el hecho mismo de que te asocies, independientemente del delito concreto que te acusen de haber cometido. El castigo para el 270bis es de hasta 15 años de cárcel, en regímenes especiales de detención (normalmente lxs presxs de carácter político son encerradxs en secciones AS2, pero todavía hoy hay en Italia tres presxs comunistas encerradxs en la 41bs, la dura cárcel de la mafia). El artículo 270 bis se ha utilizado a lo largo de los años para golpear no sólo a lxs acusadxs de haber realizado acciones directas, sino también a las redacciones de los periódicos anarquistas, a los blogs, a todxs lxs que difundían las denuncias, a los que se declaraban afines al contenido o a las prácticas expresadas en ellxs, a lxs que organizaban actos de solidaridad o a lxs que recaudaban dinero para los juicios.

Queremos contar todo esto sin ningún tipo de victimismo. El Estado golpea, a menudo al azar, porque es atacado. Si ha habido una fuerza que en este nuevo siglo ha atacado al poder, especialmente en Europa y América Latina, ésta ha sido el anarquismo. Recientemente dos compañeros, Anna Beniamino y Alfredo Cospito, fueron condenados a 16 años y 6 meses y 20 años respectivamente, en un maxi-juicio en el que se sentó en el banquillo la historia de toda la Federación Anarquista Informal. La historia de la insurgencia de los últimos 20 años es reducida por el poder a la historia de los asuntos criminales de unos pocxs compañexs. Una historia que se pretende enterrar, sepultando a estxs compañerxs a muchos años de cárcel.

Por lo tanto, no nos quedaremos de brazos cruzados. El Estado se vuelve cada vez más autoritario a medida que el control social del capital entra en crisis. Desde este punto de vista, nos parece que la actual pandemia mundial no representa ninguna novedad cualitativa, sino un elemento de aceleración de un proceso ya en marcha desde hace tiempo.

Por lo tanto, queremos destacar cómo este nuevo giro autoritario, que afecta a lxs anarquistas y ahora afecta a toda la sociedad en general, continúa actualmente -en Italia y en el mundo- sin una modificación efectiva de la envoltura política democrática de los Estados. No se han suspendido las constituciones, no se han cerrado los parlamentos, no se han disuelto los sindicatos. Esta es una novedad peculiar del nuevo régimen autoritario del siglo XXI. A diferencia de hace cien años, el giro autoritario actual se produce sin golpes de Estado y sin «revoluciones fascistas». Es en el contexto de la formalidad democrática, incluso en Italia en el contexto de una república parlamentaria con gobiernos generalmente débiles y de corta duración. En resumen, el Estado actual es tan refinado que es perfectamente capaz de operar una suspensión efectiva de las «libertades» de sus súbditos, sin dañar en lo más mínimo su estructura democrática formal, incluso preservando sus crisis y trabas ministeriales.

Por tanto, debemos evitar caer en la trampa de una dinámica defensiva, de mera resistencia. No hay necesidad de resistir el avance de un régimen, no hay necesidad de formar un frente común con lxs demócratas, los liberales, la izquierda. Más bien hay que declarar en quiebra la organización social basada en la autoridad del Estado y la propiedad del capital. Nos corresponde atacar a una sociedad podrida, una sociedad que ahora se mantiene efectivamente viva en «cuidados intensivos». Cortar los cables, tirar del enchufe. Y respirar de nuevo.


extraído de : https://anarquia.info/italia-cabeza-en-alto-el-giro-autoritario-de-la-nueva-forma-de-la-represion-antianarquista/




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