¡Contra la suspensión salarial a los trabajadores que no se hayan vacunado!

¡Contra el despotismo social implantado por el gobierno!

¡Contra el colaboracionismo de los sindicatos tricolores que se arrodillan ante el gobierno y la patronal!

 

 

El Decreto Ley del 21 de septiembre, firmado por el presidente Mattarella y publicado en el Boletín Oficial, suspende el sueldo y los salarios de todos los trabajadores, tanto públicos como privados, que no hayan querido vacunarse y, por tanto, no puedan mostrar su pase verde. Según este decreto, los empresarios están obligados a comprobar que sus empleados están provistos de un pase verde y a remitir al prefecto los documentos relativos a la posible infracción, que multará al empleado ¡de 600 a 1.500 euros! Además de no recibir sus salarios, estos trabajadores están sujetos a fuertes multas. ¡Esta es la medida más feroz que Italia ha aplicado contra los trabajadores!  ¡Y es el único país del mundo en hacerlo!

 

Se establece así un verdadero estado policial dentro de las fábricas y oficinas en el que están llamados a participar todos los empresarios, grandes y pequeños. En esta situación, ¿qué hacen los bonzos del sindicato? Durante todo este periodo nunca se han opuesto a ninguna medida que atentara contra los derechos de los trabajadores, han anulado las asambleas de trabajadores y han seguido saboteando las luchas obreras cuando estallaban espontáneamente, prefiriendo "negociar" con la piel de los trabajadores en torno a cómodas mesas de negociación; han impulsado cualquier medida que defendiera las necesidades de la empresa y su competitividad; nunca han organizado verdaderas luchas contra los accidentes y las muertes en el trabajo, limitándose a quejarse de la falta de medidas de seguridad en los centros de trabajo y a mendigar la intervención de las "autoridades" para que se castigue a los responsables de estos fallos; han abandonado a su suerte a los despedidos y a los desempleados y han contribuido a la extensión de la precariedad, abriendo verdaderas autopistas para el trabajo ilegal y la contratación clandestina; por último, se han puesto de acuerdo con el gobierno y las patronales, pretendiendo defender...... "el trabajo", ¡el ataque a los salarios de los trabajadores que no quieren vacunarse!

El ataque concéntrico a las condiciones de vida y de trabajo del proletariado por parte de la patronal, del gobierno y de los sindicatos colaboracionistas exige una reacción enérgica de todo el proletariado porque este ataque no sólo se dirige a los "no vacunados" de hoy, sino que abre una temporada de represión preventiva con la que los poderes burgueses quieren doblegar aún más al proletariado a las exigencias del beneficio capitalista. 

 Los tiempos que se vislumbran en el horizonte están llenos de contrastes entre las distintas burguesías porque los mercados se están convirtiendo cada vez más en un escenario estrecho en el que hay demasiados competidores. Cada burguesía tiende a defender sus intereses nacionales frente a las burguesías de todos los demás países y, para defenderlos eficazmente en un mundo donde la competencia es cada vez más feroz, cada burguesía necesita extraer la mayor cantidad posible de plusvalía del trabajo asalariado. Toda burguesía sabe que esta presión excepcional sobre las condiciones de existencia de las masas proletarias las induce a reaccionar, a luchar, a rebelarse, incluso violentamente, porque están en juego sus vidas y las de sus familias. Por eso utiliza todos los medios que necesita para doblegar a las masas proletarias a sus intereses; medios supuestamente democráticos y pacíficos, pero que enmascaran la verdadera dictadura de clase de la burguesía.

La epidemia de Sars-CoV-2 que las burguesías del mundo -tan empeñadas en defender sus economías corporativas y nacionales- permitieron a sabiendas que se extendiera por todo el planeta, convirtiéndola en una pandemia que los grandes medios de la ciencia moderna podrían haber limitado y combatido eficazmente nada más surgir, fue la ocasión para que cada burguesía pusiera en marcha y planificara un control social mucho más estricto que el que se ha producido desde el final de la Segunda Guerra Mundial Imperialista. No es casualidad que las medidas adoptadas, desde los toques de queda hasta los cierres patronales, pasando por la intensa campaña mediática que difundía el miedo a un enemigo "invisible" como el nuevo coronavirus (que en realidad ya era conocido y sobre el que las grandes multinacionales químico-farmacéuticas ya habían realizado investigaciones y pruebas, preparándose para producir miles de millones de dosis en cuanto se lanzaran las campañas de vacunación en todas partes), fueran todas -con el pretexto de la emergencia sanitaria- en la dirección deseada: para doblegar a toda la población y, en particular, al proletariado, a los dictados de los gobiernos burgueses de hoy, preparándola para los dictados de mañana.

Además de los gigantescos beneficios que se han embolsado y se siguen embolsando las grandes multinacionales farmacéuticas, y por tanto además del interés estrictamente económico de los capitalistas en el campo de la salud, está el interés político de la clase dominante burguesa en preparar al proletariado para sacrificios mucho más pesados como los que se producirán ante la próxima crisis económica y financiera mundial y una futura crisis bélica. Los países capitalistas más ricos, mientras aplastan a la población de los países más débiles en una situación de mayor pobreza y sufrimiento, pueden permitirse, a estas alturas, gastar miles de millones para acallar las necesidades más acuciantes de una gran parte del proletariado, ya sea con empleo o sin él, y, al mismo tiempo, someterlo a una campaña de vacunación que no sólo sirve para inflar los bolsillos de las grandes farmacéuticas, sino que sirve como herramienta para doblegarlo a los dictados gubernamentales: hoy con el pretexto de luchar contra un enemigo "invisible", Covid-19, mañana para luchar contra un enemigo muy visible en una guerra librada para un nuevo reparto imperialista del mundo. La competencia en la que se empuja sistemáticamente a los proletarios autóctonos contra los proletarios inmigrantes, a los proletarios de más edad contra los proletarios más jóvenes, a los proletarios más formados y especializados contra los proletarios sin especialización particular, a los proletarios masculinos contra los proletarios femeninos, a los empleados contra los desempleados, a los proletarios del norte contra los proletarios del sur, es una competencia que se extiende también al plano sanitario entre los proletarios vacunados y los no vacunados!

La batalla que deben librar los proletarios es, por tanto, contra la competencia entre ellos, a cualquier nivel, porque esto sólo hace el juego a los capitalistas y a los políticos que defienden sus intereses y debilita aún más al proletariado frente a cualquier medida restrictiva que el poder político burgués tome y tomará con el pretexto de la crisis económica, emergencias sanitarias o medioambientales, o el terrorismo, como ha hecho en el pasado invocando los valores de la "civilización democrática", que la misma potencia burguesa pisotea cada vez que sus intereses son cuestionados por la competencia con otros países imperialistas.    

   

Con respecto a la campaña de vacunación, en la que Italia, desde 2014, se había convertido en el líder de los países occidentales con el objetivo de vacunar al 100% de la población en el caso esperado de una gran epidemia, el gobierno procedió paso a paso. Inicialmente, a la espera de disponer de las vacunas en las que las grandes empresas farmacéuticas ya venían trabajando desde el primer brote de coronavirus en 2003, el gobierno pasó a las restricciones, los confinamientos, las zonas rojas, los encierros y la simultánea "obligación" de que los proletarios trabajaran en lo que se definía como actividades esenciales para la economía nacional y para la vida de las personas (con todas las carencias clásicas de la sanidad pública: falta de hospitales, de equipos de protección personal, de respiradores pulmonares, de saneamiento de los ambientes de trabajo, etc.) estableciendo métodos estadísticos de contagios, hospitalizaciones y muertes que fueron manipulados a propósito para apoyar la campaña de miedo generalizado con la que contaba la burguesía para vincular la amplia campaña de vacunación en cuanto las vacunas estuvieran listas.

Todo el trabajo del gobierno se ha dirigido a la campaña de vacunación, eliminando la medicina de atención primaria y cualquier tratamiento médico útil para la intervención curativa inmediata ante la primera aparición de los síntomas de la epidemia. Han preferido atascar las salas de urgencias, los hospitales (que se han reducido considerablemente en los últimos años) y las residencias de ancianos con los pacientes de Covid-19, en lugar de reforzar la red de médicos locales y seguir investigando en terapias basadas en el plasma o en productos farmacéuticos que ya existen y han dado resultados eficaces; aplazaron otros tratamientos para todas las demás patologías graves, dando "prioridad" a los pacientes "covid", sabiendo perfectamente que el hacinamiento de los pacientes covid en hospitales y residencias facilitaría la propagación de la enfermedad y no su tratamiento. Y todas las voces, no sólo de virólogos, inmunólogos e investigadores científicos que plantearon dudas, fueron silenciadas, denunciadas como fake news, denigradas y expuestas al escarnio público. Es bien sabido que, durante todo un año, todos los medios de comunicación, y en particular la televisión, cada vez que daban el dato de los vacunados hablaban de "inmunizados", cuando los mismos virólogos -propagandistas ellos mismos de la campaña de vacunación- nunca han llegado a engañar que la vacunación actual garantiza la inmunización. Está claro que el objetivo de la propaganda burguesa, por un lado, era asustar a la mayoría de la población para que se apresurara a vacunarse (famosa es la frase de Draghi: ¿No te vacunas? ¡Muere!) y, por otro, hacer alarde de que la vacunación era equivalente a la inmunización. Cuando empezaron a anunciar la necesidad de la tercera dosis... y mientras muchos médicos declaraban que el virus no desaparecería rápidamente, sino que seguiría circulando durante años, la inmunización desapareció del lenguaje de la prensa. Mientras tanto, la campaña de vacunación no se llevó a cabo según el calendario que se había fijado el gobierno, debido a las reticencias de una parte considerable de la población, asustada por el posible contagio letal del virus, pero igualmente asustada por las consecuencias nocivas y mortales de las vacunas antivacunas (Pfizer y Astra-Zeneca encabezan la lista negra), el gobierno prolongó sistemáticamente el estado de emergencia aumentando las medidas restrictivas hasta el punto de exigir el pase verde -es decir, la vacunación- a todos los 23 millones de trabajadores italianos, chantajeando a todos los que no se han vacunado y no quieren vacunarse con la suspensión de sus salarios mientras no puedan mostrar su pase verde. Es contra este nuevo chantaje que los trabajadores deben luchar, porque a través de él se intensifica la competencia entre ellos. Por otro lado, la ciencia burguesa es incapaz de demostrar que con la vacunación se vence la enfermedad del coronavirus. Por el contrario, habla de la necesidad de una tercera dosis y de continuos refuerzos de vacunación durante años... 

 

La astucia del gobierno italiano se basa en el decreto del "estado de emergencia" debido a la pandemia declarada de Sars-Cov-2. En estos casos, el Estado tiene una opción: emitir una ley de vacunación obligatoria para toda la población, en cuyo caso asume toda la responsabilidad en los casos en que las consecuencias de la vacunación sean negativas o incluso mortales para los vacunados; o, como ha hecho, salir con una ráfaga de decretos ley que añaden, uno tras otro, toda una serie de medidas que van formalmente en la dirección de la lucha contra la propagación de la epidemia, dejando a cada ciudadano la "libre elección" de ser o no vacunado, pero, en la práctica, obligándole a vacunarse según las instrucciones dadas por el Estado ¡si no quiere quedarse preso en su propia casa o sin sueldo!

En la práctica, se trata de una exigencia de vacunación encubierta, que hace recaer toda la responsabilidad en el trabajador individual que, además de ver suspendido su salario, se ve sometido a una fuerte sanción si no se vacuna.

Hay miles de millones de virus, eso dice la ciencia burguesa, especialmente en el mundo de los animales salvajes. Hay algunos que son exclusivamente humanas, como la viruela y la poliomielitis, y hay otros que consiguen dar el salto de especie de animal salvaje a humano, pasando cada vez más por los animales de las granjas intensivas y los mercados en los que la higiene está casi totalmente ausente, que, por cierto, son una característica de la sociedad capitalista. Granjas en las que, como han demostrado muchos informes, los animales también son pastoreados y tratados como máquinas de hacer carne y dinero y en condiciones higiénicas inexistentes. Además, la contaminación del aire, del suelo y del agua, así como la deforestación incontrolada, crean un entorno extremadamente favorable a la propagación de los virus -facilitada por las muy frecuentes conexiones aéreas en todo el mundo-, que se vuelven tanto más mortíferos cuanto más consiguen encontrarse con masas de personas con sistemas inmunitarios deprimidos que ya luchan contra otras enfermedades respiratorias o cardíacas. No es casualidad, por otra parte, que la media de muertes por Covid-19 en los países industrializados sea de 80 años para los hombres y de 85 años para las mujeres, ¡y que más del 64% de los fallecidos tuvieran 3 o más enfermedades previas!   

 

Los proletarios, si quieren oponerse eficazmente no sólo a este ataque a sus condiciones inmediatas de existencia, sino también a la política represiva del poder burgués y a todo el arco de fuerzas políticas y sindicales que lo apoyan, deben ir más allá de la cuestión de la llamada "libertad de elección individual" que, en realidad, resulta ser una gigantesca broma.

Los proletarios deben luchar contra la criminal suspensión del salario si no se han vacunado, y los proletarios que se han vacunado también deben participar en esta lucha, superando la competencia adicional que la burguesía alimenta constantemente entre los proletarios.

El objetivo, para la burguesía, repetimos, además de ser cerrar los ciclos de vacunación previstos para toda la población más allá de las consecuencias nocivas de las vacunas anti-covid convirtiendo a todo un pueblo en conejillos de indias para la experimentación farmacéutica, es también -y esto es lo más importante para la burguesía- doblegar al proletariado (por las buenas para los que aceptan someterse a la vacunación, y por las malas  para todos los demás) a las imposiciones de los poderes burgueses, reprimiendo a todos los que no aceptan convertirse en marionetas en manos de la patronal y los poderes políticos.

A la burguesía le importa un bledo la prevención. ¡Se beneficia de los desastres, las catástrofes y aprovecha estas emergencias para aplastar aún más al proletariado en la esclavitud asalariada!

 

¡Por la solidaridad de clase entre proletarios, vacunados o no!

¡Contra el chantaje salarial a los que no muestren el pase verde

¡Contra la represión de los proletarios que se rebelan contra los ataques a sus condiciones de existencia y de trabajo!

¡Por la lucha de clases independiente de cualquier aparato burgués y colaboracionista!

 

 

Partido Comunista Internacional (El Proletario)

1 de octubre de 2020

www.pcint.org




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