AL TRABAJO COMO A LA GUERRA

¡Proletarios! ¿Cuántas muertes más en el trabajo necesitamos para rebelarnos contra un sistema que produce sólo beneficios para los capitalistas y muertes para el proletariado?

Línea ferroviaria Turín-Milán. Estación de Brandizzo. Noche del 30 de agosto. Un tren técnico, evidentemente sin pasajeros, en tránsito por la misma vía en la que trabajan los obreros, choca contra ellos a 160 km/h. Un grupo de obreros, empleados de Sigifer, contratista de mantenimiento de la infraestructura ferroviaria, trabaja en la línea para sustituir siete metros de vía. Cinco trabajadores murieron en el acto, dos resultaron ilesos pero fueron hospitalizados en estado de shock y un empleado ferroviario, encargado de dar el visto bueno a los trabajos de mantenimiento tras recibir la autorización oficial de Rete Ferroviaria Italiana, se salvó porque se encontraba en el andén en ese momento.

Michael Zanera, de 34 años, Kevin Laganà, de 22, Giuseppe Sorvillo, de 43, Giuseppe Saverio Lombardo, de 52, y Giuseppe Aversa, de 49, ya no están: el tren los arrastró durante un kilómetro por las vías antes de detenerse. Los dos conductores del tren técnico, en estado de shock, completamente ignorantes de que había obreros trabajando en las vías, también fueron hospitalizados.

A las 23.49 horas del 30 de agosto pasó el que parecía ser el último tren, tras el cual podrían comenzar los trabajos en las vías; en cambio, inmediatamente después llegó el tren técnico, instrumento de la masacre. No se sabe por qué los obreros fueron enviados a las vías sin haber recibido autorización escrita de RFI; ¡lo que es seguro es que los obreros estaban trabajando en las vías cuando la situación no era segura! Y no se trata de una situación excepcional, ya que las muertes por catástrofes ferroviarias son noticia desde hace décadas.
Una masacre más en el trabajo, una demostración más de que el trabajo en esta sociedad es un campo de guerra continúo en el que mueren regularmente los soldados del ejército del trabajo asalariado.
Sólo en los últimos 20 años han muerto 91 personas y más de 230 han resultado heridas. Crevalcore, 7 de enero de 2005, colisión de dos trenes a pocos metros de la estación de Bolognina, en Crevalcore (17 muertos, 15 heridos); Viareggio, 29 de junio de 2009, descarrilamiento de un tren que transportaba GLP debido a la rotura de un eje, que cayó sobre las casas cercanas a las vías y provocó un incendio devastador (32 muertos, algunos heridos); Laces-Castelbello, en Val Venosta, 12 de abril de 2010, un corrimiento de tierras cayó sobre la vía férrea cerca de un desfiladero (9 muertos, 28 heridos); Andria-Corato, 12 de julio de 2016, colisión de dos trenes de Ferrotramviaria entre las estaciones de Andria y Corato (23 muertos, 50 heridos); 25 de enero de 2018, en Pioltello, a las afueras de Milán, descarrilamiento de un tren regional (3 muertos, un centenar de heridos); Ospitaletto, cerca de Lodi, 6 de febrero de 2020, debido a un cambio de agujas mal reparado, el Frecciarossa descarrila y se estrella contra un edificio (2 muertos, los maquinistas, y 31 heridos). Y, desgraciadamente, habrá más masacres en las vías, ya que RFI ha abierto, sólo en 2023, hasta 1.800 obras para el mantenimiento de vías y otras infraestructuras: todas realizadas por contratistas externos que, a su vez, subcontratan a otras empresas. Este sistema ahorra mucho dinero a la empresa que contrata las obras y a los contratistas que, a su vez, subcontratan. Cuanto más se desciende en la escala de contratación, más inseguro se vuelve el trabajo. Pensemos, además, que casi todas las empresas externas que consiguen contratos en las vías férreas contratan a trabajadores que normalmente trabajan en el sector de la construcción; por tanto, pasamos de obras de renovación de fachadas a obras en las vías férreas, que además corren un riesgo muy alto por la presencia de líneas eléctricas, sin la formación necesaria (1).
Como después de cada desastre que causa muertos y heridos, las autoridades encargadas investigarán, buscarán culpables, aplicarán multas y sentencias, mientras alcaldes, parlamentarios, presidentes de concejo y presidentes de la república entonan el acostumbrado canto de dolor, de condolencia a las familias de las víctimas y a la comunidad afectada, exigiendo que las investigaciones encuentren las causas de estas tragedias y difiriendo a la buena voluntad de la humanidad y de Dios para que tales tragedias no vuelvan a ocurrir.
Pero las muertes relacionadas con el trabajo no se detienen.
En una sociedad que dedica todas sus energías vivas al capital, a su "salud" a costa de una matanza continua de trabajo vivo, la "buena voluntad" de los hombres no soluciona, porque la "falta de atención a los trabajadores", como dice el Papa Francisco, es en realidad parte integrante del modo de producción capitalista que es el verdadero culpable de todas las tragedias de esta sociedad.
Los trabajadores son sagrados", dijo el Papa; "morir en el trabajo es un ultraje a los valores de la convivencia", dijo Mattarella tras depositar un ramo de flores en la estación de Brandizzo. Pero, ¿de qué "convivencia" está hablando, una convivencia con la muerte llamando a la puerta de los trabajadores sin previo aviso? Es una representación, sin duda 'autorizada', del desconcierto y la angustia que ha golpeado a todos: pero es sólo una representación que intenta calmar el fortísimo dolor que emerge de los corazones proletarios ante cada tragedia, en el trágico espectáculo de horror de una masacre de trabajadores que no termina nunca y que se suma a las masacres de guerra cuyas causas hay que buscar precisamente en el modo de producción capitalista y en la dominación burguesa de la sociedad. Una representación que no araña ni un milímetro de la coraza de acero que la clase dominante burguesa lleva en defensa de la sociedad del capital. Mientras se escenifica el teatro de la "proximidad" a las familias de los obreros muertos ofreciendo a la prensa y a la TV material para difundir los minutos de duelo que las autoridades se han concedido, las mismas autoridades tamizan y decretan una lluvia de medidas lacrimógenas que golpearán cínicamente a todos los trabajadores y especialmente a los más precarios, los más débiles, los del llamado "trabajo pobre" del que Giuseppe Sorvillo, uno de los trabajadores fallecidos en Brandizzo, había salido hace unos meses para ir a trabajar a Sigifer y luego acabó aplastado en las vías del nuevo trabajo, el mejor trabajo...
Según el Observatorio de la Seguridad en el Trabajo y el Medio Ambiente de Vega Ingeniería, hasta la fecha se han producido 559 muertes en el trabajo (más de 2 al día de media), de las cuales 430 en el lugar de trabajo y 129 en el trayecto de ida y vuelta al trabajo, frente a más de 300 mil accidentes laborales. Y el mismo día en que murieron cinco trabajadores en las vías de Brandizzo, un obrero de 46 años murió en Castel di Sangro, en la zona de Aquila, electrocutado por un cable de alta tensión, y un marinero bengalí de 35 años murió en Senigallia tras sufrir quemaduras graves por una explosión a bordo de un pesquero (2).
 
¡Proletarios!, ¿cuántas muertes más hay que añadir a la lista para que os rebeléis contra estas mortíferas condiciones de vida y de trabajo? La "agitación", pero sólo de los trabajadores de mantenimiento de infraestructuras durante las últimas 4 horas del turno de noche entre el 31 de agosto y el 1 de septiembre y el turno diario del 1 de septiembre que GIL-CISL-UIL junto con Orsa Ferrovie y Confsal declararon es la "respuesta" inmediata que los sindicalistas de la colaboración de clases no pudieron evitar dar dada la rabia que semejante tragedia despertó entre los trabajadores; y mientras tanto dicen estar preparando una huelga de 8 horas para el lunes 4 de septiembre a nivel nacional. El mismo 4 de septiembre, los trabajadores de la construcción de GIL-CISL-UIL también irán a la huelga, pero sólo en la región de Piamonte, "contra esta cadena de masacres en el trabajo" que ve al sector de la construcción entre los sectores con mayor número de víctimas en el trabajo.
Por su parte, la USB, en cuanto fue informada de la tragedia, convocó inmediatamente una huelga de 24 horas. Y aunque los trenes de alta velocidad siguieron circulando con regularidad en todas las rutas, los trenes de la línea convencional Turín-Milán reanudaron su funcionamiento regular a partir de las 18.00 horas del 31 de agosto.
¿Qué piden los sindicatos oficiales? Por supuesto más formación para los trabajadores, más medidas de seguridad, comisiones de control, menos subcontratación, mientras la USB pide que se instaure el delito de homicidio ferroviario, como se hizo con el de carretera.... En definitiva, en medio de leyes que cualquier democracia -si funcionara como promete sobre el papel- debería haber instituido y aplicado hace décadas. Y es que la democracia burguesa, sobre todo en los países imperialistas, que por ello se dedican a exprimir hasta la última gota el trabajo vivo de los trabajadores para magnificar su propia dominación y su poder competitivo sobre los países imperialistas competidores, siempre está dispuesta a prometer y poner por escrito medidas para proteger la vida humana, pero en realidad, al ser la voz del capital monopolista y del Estado burgués, no tiene otra función que la de engañar al proletariado sobre la posibilidad de doblegar al capital y a los capitalistas al son de protestas pacíficas, manifestaciones no violentas, peticiones, recogida de firmas, referendos y leyes que el parlamento debería promulgar... detener las masacres, para cuidar de los trabajadores, para prevenir accidentes y masacres amenazando con duras penas a los "culpables", a los que el poder judicial está llamado a procesar ...
Nunca ha ocurrido que estos medios de práctica pacifista y colaboracionista hayan aportado ningún beneficio real a los asalariados; si acaso, los han doblegado cada vez más a los intereses burgueses, acostumbrándolos a verse como parte de los intereses "proletarios".
La fuerza que el capital, su Estado y sus autoridades económicas, políticas y sociales adoptan para hacer funcionar el sistema económico según la ley del valor y del beneficio sólo puede ser combatida con igual fuerza. A la fuerza de clase de la burguesía debe oponerse una fuerza de clase proletaria. Y esta fuerza no surge de organizaciones dedicadas a la colaboración de clases, en la práctica vendidas al capital. Esta fuerza surge a través de la lucha de clases, independiente de los intereses económicos y políticos de la burguesía, una lucha que combate en defensa exclusiva de los intereses, y por tanto de la vida, del proletariado, sea cual sea el sector en el que trabaje, la edad o el sexo que tenga y la nacionalidad a la que pertenezca. Los proletarios, para sobrevivir, se ven obligados a trabajar bajo las órdenes de los capitalistas y en las condiciones que éstos y sus portavoces políticos, sindicales, culturales, religiosos, dictan en función de los periodos de expansión o crisis económica. Los proletarios, en la práctica, están a merced del capital y, por tanto, de las relaciones burguesas de producción y propiedad.
Pero la verdadera supervivencia proletaria reside en la supervivencia de la clase proletaria, en la lucha que une a los proletarios contra el mismo enemigo de clase, que puede presentarse bajo los muy diferentes disfraces que el sistema democrático le permite llevar en nombre de una "libertad" que es fundamentalmente la libertad de explotar, de hundir en la miseria y de matar a los proletarios en el trabajo o en la guerra; proletarios que tienen la única "culpa" de haber nacido proletarios, sin reservas, dueños sólo de su propia fuerza de trabajo pero obligados a venderla por una barra de pan o a mendigar ¡porque nunca hay trabajo para todos!
El verdadero y gran progreso humano reside en vivir en una sociedad en la que ya no exista la opresión, la explotación del hombre sobre el hombre, la miseria que afecta a la mayoría de los seres humanos frente a la riqueza y los privilegios que hacen la vida fácil a una minoría.  Una sociedad en la que el trabajo vivo y productivo afecte a todos los seres humanos de la misma manera que el disfrute, la alegría de vivir, el estudio y el conocimiento, gracias a una nueva organización social en la que será necesario trabajar una o dos horas al día para la sociedad, produciendo y distribuyendo sólo los bienes realmente necesarios para la vida social y, por tanto, no inútiles y mucho menos nocivos. Una sociedad que no surgirá milagrosamente gracias a una especie de desarrollo automático y mágico, sino a la que se llegará gracias a una lucha muy dura y prolongada contra todos los obstáculos que se oponen a la verdadera vida social de la humanidad. Una lucha que los proletarios, en realidad, ya iniciaron hace muchos años, desde el siglo XIX, y de la que han dado ciertas pruebas que la historia ha fijado de manera incontrovertible: de 1848 en Europa a 1871 en la Comuna de París, de 1917 en Rusia y el Octubre Rojo a 1927 en China. Que esta lucha, definida por Marx y Engels como la lucha por el comunismo, la lucha por la sociedad de especies, haya fracasado hasta ahora en todo el mundo es explicable en términos materialistas. Para salir de la sociedad dividida en clases que es la sociedad capitalista, para salir del desarrollo desigual en los distintos países del mundo y de la profundización de las desigualdades sociales, se necesita una fuerza social, una fuerza de clase que hasta ahora, históricamente, no se ha expresado plenamente. Pero las mismas contradicciones, los mismos y cada vez mayores contrastes entre el capital y entre los Estados burgueses que defienden su preservación, proyectan inevitablemente los antagonismos de clase entre la burguesía y el proletariado a niveles cada vez más agudos, cada vez más internacionales.
Serán las condiciones de vida y de trabajo que se han vuelto insoportables -como les está ocurriendo a las masas de inmigrantes que invaden la civilizada, opulenta y criminal Europa- las que también pondrán objetivamente en movimiento a las masas proletarias de Europa, llamándolas a volver a sus lejanas y gloriosas tradiciones revolucionarias y de clase.
Es en este camino en el que las masas proletarias, en su mayoría sin una conciencia precisa pero con una fuerza potencial inigualable, se moverán, se organizarán, lucharán; es en este camino, en el camino de la emancipación real de una existencia precaria y sufriente, donde las masas proletarias recobrarán el valor de enfrentarse a la clase dominante burguesa como su verdadero enemigo, y volverán a conectar con un puente en el tiempo con los proletarios de 1848, de 1871, de 1917, de 1927, cuando aquellas luchas lejanas cavaron el surco que hay que redescubrir y sacar a la luz.
Para que los millones de víctimas en el trabajo y en los campos de guerra que el capitalismo y las clases burguesas dominantes han seguido acumulando a lo largo de los doscientos años de historia capitalista no hayan muerto en vano, los proletarios de hoy y de mañana deben redescubrir su impulso de clase, su voluntad de no plegarse más a los dictados del capital y de las burguesías que defienden su supervivencia.
La lucha clasista, llevada a cabo con medios y métodos de clase, es decir, sin depender de la burguesía y sus matones políticos y sindicales, es el camino a seguir. Al trabajo como a la guerra, lo hemos gritado muchas veces, debe entenderse como un grito de guerra, no como una triste constatación de la realidad capitalista. Hay que luchar contra la tristeza por los muertos y la resignación por no tener hoy la fuerza de reaccionar de forma contundente, tan contundente como la muerte en el trabajo o bajo las bombas en una guerra que sólo beneficia a los capitalistas, ¡para que esos muertos no se queden simplemente en cruces plantadas en la tierra y en los corazones!


 

 1 de septiembre de 2023

Partido Comunista Internacional (El Proletario)
https://www.pcint.org/

  
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(1) Véase La Repubblica, 1.9.2023
(2) Cfr. il fatto quotidiano, 1.9.2023




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