Bélgica
¡Lucha de clases anticapitalista contra el gobierno Arizona!
Con la formación del gobierno «Arizona», la burguesía belga ha resuelto, al menos por un tiempo, la interminable crisis gubernamental. Y la ha resuelto, como era de esperar, apoyándose en la derecha y la extrema derecha, sobre las espaldas de los proletarios, acentuando las políticas antiobreras del gobierno Vivaldi, que habían provocado una caída de los salarios reales. El objetivo declarado es reducir el déficit presupuestario (que debería alcanzar el 4,4% en 2024, con una deuda equivalente a más del 104% del PIB). El programa del nuevo gobierno presenta «opciones no siempre fáciles» pero, por supuesto, «inevitables para garantizar la prosperidad y el bienestar de todos nuestros ciudadanos», según el Primer Ministro. En realidad, es un programa diseñado para garantizar la prosperidad y el bienestar de los capitalistas. No es casualidad que haya sido bien acogido por las organizaciones patronales.
El programa de «reformas» del gobierno prevé un impuesto (no especificado) sobre las plusvalías, pero esto es sólo una fachada: la mayor parte del ahorro presupuestario provendrá de los recortes en la seguridad social, las pensiones y las prestaciones por desempleo. Además, el gobierno quiere hacer frente a los «costes salariales excesivamente elevados» (los empresarios siguen pensando que sus empleados están pagados de más), por lo que pretende mantener la congelación salarial decidida por el gobierno anterior, reducir el pago por trabajo nocturno, etc.; aumenta la edad de jubilación de los empleados, que sigue siendo demasiado baja. Eleva la edad de jubilación, permite imponer una prolongación de la jornada laboral hasta 240 horas extraordinarias al año pagadas a la tarifa normal, para volver a poner a trabajar a los enfermos de larga duración (la patronal sigue pensando que sus empleados no trabajan lo suficiente); pretende el fin progresivo del estatuto de los funcionarios, etc. Otra parte del programa es la adopción de «la política más estricta» en materia de inmigración, basada en el modelo de Geert Wilders en Holanda, anunciando toda una serie de medidas para restringir los derechos sociales de los inmigrantes y solicitantes de asilo, la Oficina de Extranjería se adscribirá a la policía federal, etc. Se trata de medidas xenófobas destinadas a dividir a los trabajadores convirtiendo a los extranjeros en chivos expiatorios de las dificultades económicas y sociales que atraviesa la población. Sin embargo, se prevén gastos adicionales: para la policía y el ejército...
Ataques similares se están produciendo en la mayoría de los países europeos porque vienen dictados por la necesidad del capitalismo de salvar sus tasas de beneficios en lo que promete ser un periodo difícil: se trata, por tanto, de una ofensiva de clase contra los proletarios cuya explotación produce esos beneficios; sólo se le puede oponer una lucha real en el terreno de clase. No es éste el camino seguido por el Frente Sindical Común, que llama a la movilización el 13 de febrero; la Centrale Générale des Syndicats Libéraux de Belgique, que se opone a cualquier huelga, considera simplemente este día como una «señal» al gobierno para que se tome en serio el «diálogo social». La CSC (Confederación Cristiana de Sindicatos) se contenta con llamar a la acción para «denunciar las medidas injustas del convenio» y «exigir más respeto». En cuanto a la Fédération Générale des Travailleurs de Belgique, habla de un «maratón de resistencia que durará toda la legislatura». Pero celebrar una jornada de manifestaciones y huelgas una vez al mes durante años y años sólo conducirá al agotamiento y a la desmovilización de los trabajadores, sin hacer retroceder al gobierno. La movilización del 13 de enero debía «influir» en las negociaciones para formar gobierno: ya vemos el resultado...
De hecho, las burocracias sindicales están demasiado indisolublemente ligadas a la «concertación» entre los «interlocutores sociales» como para ir más allá de las manifestaciones-procesiones; son demasiado respetuosas de la «legitimidad democrática» del gobierno como para oponerse radicalmente a él. Pero la democracia burguesa sólo sirve a los intereses de la clase dominante; proletarios y capitalistas no son socios sino adversarios de clase: no puede haber diálogo entre ellos sino una lucha encarnizada, como ha demostrado el propio gobierno. Para resistir y derrotar este ataque sin precedentes, los proletarios deben romper con las políticas promovidas por las burocracias sindicales y emprender una lucha abierta:
Contra las medidas gubernamentales, contra la explotación, la represión y la miseria: ¡lucha de clase anticapitalista!
12 febrero de 2025
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