Guerra de clases 16/2024: Revuelta proletaria en Kenia – ¡Contra todas las falsificaciones burguesas!

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El texto que presentamos aquí sobre la muy reciente oleada de lucha de clases que barrió Kenia (y la sigue barriendo en el momento de escribir estas líneas) no pretende ser “completo”, ni un análisis “serio”, “objetivo” o pedante de la situación. No estamos aquí simplemente para diagnosticar los males del Capital, ¡estamos aquí para ser su sepulturero! No nos sirven los análisis “eruditos” y “brillantes” de la economía política burguesa, tan apreciados por todos los colores y matices del prisma de la izquierda y extrema izquierda del capital, análisis que aplastan con el peso de sus cifras, sus porcentajes, sus gráficos, sus curvas, su logorrea… cualquier expresión de la vida de nuestra clase y de su lucha, cualquier manifestación de lo vivo. En lo que nos concierne, enviamos simple y modestamente un saludo caluroso y vibrante a nuestros hermanos y hermanas de clase en lucha en Kenia, como en todas partes de este infierno capitalista que se impone a nuestra humanidad, y les llamamos a mantenerse firmes, después de haberse sublevado, a organizarse cada vez más poderosamente para las luchas venideras…

El 18 de junio de 2024 comenzaron las manifestaciones en Nairobi, con la ocupación de la plaza frente al Parlamento Nacional y, desde el principio, enfrentamientos con las fuerzas represivas del Estado. El detonante de las protestas fue la propuesta de Ley de Finanzas 2024 del Presidente de Kenia, Sr. Ruto. Su aprobación provocaría subidas de precios en una amplia gama de productos básicos, desde el pan, los huevos, las verduras y el aceite de cocina hasta la gasolina y los productos de higiene para mujeres y niños.

Además, debido a la naturaleza de la organización del capital en Kenia, si quieres conseguir un empleo en la “economía urbana del sector servicios”, no te queda más remedio que convertirte en lo que se conoce como “autoempresario” y tienes que comprar tu propio equipo, combustible y pagar impuestos al Estado, aunque luego trabajes para una gran empresa tecnológica, una compañía de medios sociales o una agencia gubernamental local.

Esto llevó a los proletarios cuya pertenencia de clase está enmascarada por la ideología burguesa, que les da la ilusión de ser “empresarios privados”, y que eran los más afectados por los cambios, a convertirse en los iniciadores de las protestas. Y al igual que en el caso del movimiento de los “chalecos amarillos” en Francia, los principales medios de comunicación, así como la izquierda del capital con su ideología obrerista, saltaron a la oportunidad de interpretar las protestas como un movimiento “pequeño burgués”, “contra la corrupción del gobierno”, “impuestos injustos”, “por más democracia”, etc. Como en el caso de los “chalecos amarillos”, queremos hacer hincapié en la naturaleza proletaria del movimiento, que se expresa y confirma en la expropiación generalizada de bienes, los ataques a la infraestructura y los símbolos del Estado y el rechazo de cualquier mediación burguesa, a pesar del ocasional “ciudadano enfurecido” quejándose en TikTok de que la nueva ley “perjudica a su negocio”.

Este arreglo, en el que la clase capitalista es capaz de aprovecharse de las circunstancias locales y descargar parte de los costes de los medios de producción sobre los hombros del proletariado, no es nada nuevo ni extraordinario. No cambia en nada el hecho de que la fuerza de trabajo del proletariado es explotada por la relación social incorpórea que es el Capital; no más que cuando los trabajadores que construían el ferrocarril a través del Medio Oeste americano se vieron obligados a comprar “sus propias” palas y “su propia” dinamita.

La actual explosión social se produce casi un año después de que un proyecto de ley similar, que aumentaría drásticamente el coste de la vida para los proletarios de Kenia, provocara varios días de disturbios que dañaron la autopista de Nairobi y varias estaciones de ferrocarril. Mientras tanto, Kenia también ha sido testigo de protestas contra los cortes de agua y electricidad, la ocupación de la Universidad de Meru por sus estudiantes y, recientemente, una huelga de dos meses de los trabajadores del sector sanitario.

A diferencia de las manifestaciones anteriores, en las que los multimillonarios Odinga, Kenyatta y algunos otros podían al menos fingir que representaban al movimiento e intentar explotar sus contradicciones e ilusiones internas para obtener algún apoyo electoral, esta vez, para disgusto de los medios de comunicación, no se encuentra ninguna figura que pueda reclamar el título de “líder”. Por supuesto, si el movimiento muestra un alto grado de “espontaneidad” en el sentido de que los proletarios en lucha, estén donde estén, comprenden quién es su enemigo de clase y no necesitan deliberar durante días para elegir sus objetivos, esto no implica la ausencia de organización. Los métodos adoptados por el movimiento implican la organización tanto en línea como a nivel de barrio e implican tanto a estructuras preexistentes activas en luchas anteriores como a estructuras de nueva creación que dan dirección al movimiento. Se recurre al crowdsourcing para sufragar los gastos médicos y jurídicos, y algunos médicos se han unido al movimiento y atienden a los heridos.

Desde Nairobi, las manifestaciones se extendieron rápidamente a Kisumu, Eldoret, Mombasa, Lamu y otras ciudades importantes, así como a muchos pueblos más pequeños. Las reivindicaciones “económicas” iniciales se fundieron orgánicamente con la rabia proletaria contra los carniceros uniformados, una rabia acumulada durante años de represión brutal de cualquier movimiento de protesta y reforzada por sus intentos de sofocar el levantamiento actual. Decenas de personas han sido asesinadas por la policía, cientos heridas y cientos más detenidas o “desaparecidas”. La táctica del terror masivo, desplegada por el Estado en Kenia tantas veces antes, ha fracasado esta vez.

Por ejemplo, cuando los policías intentaron derribar las barricadas levantadas por los manifestantes en la autopista Nairobi-Mombasa con salvas de gases lacrimógenos, balas de goma y munición real, los jóvenes proletarios de los barrios marginales situados a lo largo de la autopista se sublevaron y se unieron a los alborotadores. El alcance de las protestas se amplió también a los problemas de suministro de agua y electricidad, que ya habían desencadenado airadas manifestaciones en el pasado. El 25 de junio, tras una batalla con la policía, los manifestantes irrumpieron en el Parlamento nacional de Kenia, lo saquearon y lo incendiaron parcialmente. Esto llevó a Ruto a desplegar el ejército en las calles y a restringir el acceso a Internet, pero sin el efecto pacificador que él y el resto de la burguesía esperaban.

Las tácticas ofensivas del movimiento contra las fuerzas represivas no se limitaron a los enfrentamientos en las manifestaciones. Las fotos, carnés de identidad, números de teléfono y direcciones de los policías violentos han sido doxados – hechos públicos en Internet – y algunos de ellos han podido experimentar de primera mano la justicia proletaria. A medida que las fuerzas de represión cometen más y más carnicerías – incluido el reciente descubrimiento de docenas de mujeres asesinadas en una cantera a las afueras de Nairobi, justo al lado de la comisaría –, la línea de confrontación del movimiento continúa. Y esto en un momento en que las fuerzas especiales de la policía keniana están siendo desplegadas en Haití para aplastar allí la resistencia proletaria, con el pretexto de luchar contra las bandas. Están apareciendo signos de grietas incluso dentro de los cuerpos de policía y del ejército, y algunos policías y soldados han cambiado de bando y se han unido a las protestas, aunque esto es todavía muy (demasiado) raro.

Por supuesto, también continúan los intentos de apaciguar, aislar y canalizar el movimiento. La retirada del proyecto de ley por parte de Ruto, al menos temporalmente, no ha surtido efecto. El reciente despido del jefe de policía, Japhet Koome, tampoco ha surtido efecto. El último intento es la creación del “Foro Nacional Multisectorial para el Diálogo”, un intento desesperado de transformar la lucha de clases en “diálogo civil”.

Mientras que los rivales políticos tradicionales de Ruto, como Odinga, guardan silencio esta vez, varios “influenciadores”, así como los estalinistas del llamado “Partido Comunista de Kenia”, intentan intervenir. Las críticas a la orientación pro-FMI y pro-OTAN de Ruto son un tema importante entre los partidarios de sus rivales pro-China. Los sindicatos, fieles a su práctica histórica, anunciaron una huelga general pacífica, pero ni siquiera la llevaron a cabo.

Por supuesto, como con cualquier otro movimiento proletario real, los límites aparecen en su orientación general “anti-Ruto”, sin muchas críticas a la oposición, en sus ilusiones sobre la democracia y “el pueblo”, sin conciencia de clase expresada, en su falta de perspectiva más allá de las necesidades inmediatas y su ira hacia las fuerzas represivas. No vimos ningún material militante – folletos, carteles, pancartas, textos en línea, etc. – que expresara una crítica del capitalismo más allá de la rabia por la pobreza y la violencia policial o más allá de las quejas sobre el estilo de gestión capitalista, es decir, la “corrupción”. Hay que decir que no tenemos contactos activistas en Kenia y que no hablamos ninguna de las lenguas locales.

Dicho esto, nada ha terminado aún en Kenia a pesar del reciente declive de la lucha; y una expresión de la potencial superación de estos límites para la solidaridad proletaria internacionalista es su clara postura contra el envío de policías kenianos a Haití y otras operaciones de “mantenimiento de la paz”. Además, parece que la revuelta proletaria en Kenia sirve de inspiración y punto de referencia para las recientes manifestaciones violentas en Uganda y Nigeria.

Como comunistas, vemos en cada lucha proletaria autónoma un fragmento de la guerra social que el proletariado libra contra la burguesía, ¡una expresión de la lucha histórica del proletariado como clase por la revolución contra el capitalismo y por una comunidad mundial sin clases!

Como comunistas, queremos subrayar la naturaleza proletaria del movimiento en Kenia contra todos los falsificadores burgueses:

  • ya sean los racistas que intentan atizar las divisiones raciales dentro de nuestra clase entre “africanos” y “europeos” o “asiáticos”.
  • ya sean los que tratan de quienes tratan de limitar la sustancia del movimiento a sus premisas iniciales o superficiales – como movimiento anticorrupción, movimiento antiimpuestos, etc.
  • ya sean los partidarios de la “liberación nacional” los que defienden el derecho de las naciones a reprimir a “sus” proletarios.
  • ya sean los llamados “comunistas” los que dividen la sociedad capitalista mundial en países “centrales” y “periféricos” y afirman que la lucha del proletariado en estos últimos es menos importante.

Mostremos nuestra solidaridad práctica con el proletariado que lucha en Kenia añadiendo los intereses de la facción capitalista local a nuestra lista de objetivos, ya sea el Estado keniano o empresas como Safaricom, KTDA, East African Breweries.

Contra la guerra capitalista y la paz capitalista – ¡Contra los esfuerzos de militarización mundial, de los que forman parte las fuerzas expedicionarias keniatas!

Al cerrar este breve texto sobre las luchas de nuestra clase en Kenia, escuchamos como un eco amplificado el clamor de los “Días de Furia” que están incendiando Nigeria, alimentados por el rechazo a la miseria, la esclavitud y la deshumanización, y siguiendo siempre el mismo escenario: manifestaciones, represión, disturbios, ataques a comisarías, saqueo de edificios gubernamentales, pillaje, etc. Siempre con los mismos puntos fuertes, pero también con las mismas debilidades: determinación para saquear todo lo que nos hace la vida insoportable, por un lado, y crítica limitada de la “mala gobernanza”, por otro.

Rindamos también homenaje y saludemos la lucha que nuestros hermanos y hermanas de clase vienen librando desde hace varias semanas, en otras latitudes, en Bangladesh; luchas que no son sólo el enésimo intento del proletariado por derrocarlo todo, sino que son también, al parecer, un salto cualitativo en la determinación del proletariado, en su ya larguísima historia de enfrentamientos con los capitalistas, de “hacer que el negocio no sea rentable”.

Por último, saludemos a los proletarios en lucha de Pakistán, y en particular de la ciudad portuaria de Gwadar, enorme concentración de trabajadores, tan útil para el desarrollo del capitalismo chino. Desde hace años, estos proletarios llevan adelante un enfrentamiento sin cuartel con los explotadores, a pesar de todos los esfuerzos de los reformistas de todas las tendencias por confinarlos en el marco de una “lucha de liberación nacional del pueblo baluchi”, que el proletariado debe criticar absolutamente con su lucha decidida…

 

 

Class War 16/2024: Proletarian revolt in Kenya – Against all bourgeois falsifications!

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The text we present here on the very recent wave of class struggle that swept Kenya (and is still sweeping it at the time of writing) does not pretend to be “complete” or “objective” analysis of the situation. We are not here to make just a diagnose of the ills of Capital; we are here to participate in digging its grave! We have nothing to do with analyses of bourgeois political economy, so prized by all the colors and shades of the prism of capital’s left and far left, analyses which crush beneath the weight of their figures, their percentages, their graphs, their curves, their logorrhea… any expression of the life of our class and its struggle, any manifestation of the living. As far as we are concerned, we simply and modestly address a warm and vibrant greeting to our class brothers and sisters in struggle in Kenya, as everywhere else in this capitalist hell that imposes itself on our humanity, and we call on them to stand up, after having raised their heads, to get organized ever more powerfully for the struggles to come…

On 18th of June 2024 the protests started in Nairobi, that included the occupation of the square in front of the National Parliament and since the beginning included confrontations with the repressive forces of the State. The original trigger for the protests was the proposal of the so-called Finance Bill 2024 by the Kenya’s president Ruto. Its adoption would mean increase of prices on wide range of basic goods from bread, eggs, vegetables and cooking oil to petrol and hygienic necessities for women and children.

Moreover, due to the nature of the Capital organization in Kenya, if you want to get a job in the “urban service sector economy” you may have no choice but to become so-called “freelancer” and you will be required to buy your own equipment, your own gas and pay the taxes to the State, even though you then proceed to work for big tech, social media company or local State agency.

This prompted the proletarians whose class belonging is being masked by the bourgeois ideology as “private entrepreneurs”, that were the most affected by the changes, to become the initiators of the protests. And just like in the case of Gilets Jaunes movement in France, corporate media and the left of Capital with workerist ideology alike jumped on the opportunity to interpret the protests as “petty bourgeois” movement “against the government corruption”, “unfair taxation”, “for more democracy”, etc. Just like in case of Gilets Jaunes, we want to stress the proletarian nature of the movement which expresses itself and confirms itself in widespread expropriation of the commodities, attacks on the infrastructure and the symbols of the State and refusal of any sort of bourgeois mediation, despite the occasional “enraged citizen” whining on TikTok that the new law “hurts his business”.

This arrangement, where the class of capitalists are able to take advantage of the local circumstances and to off-load part of the costs of means of production on the shoulders of the proletariat, is nothing new and nothing extraordinary. It does not in any way change the fact that the labor force of the proletariat is being exploited by the disembodied social relation – i.e. Capital; it does not do it any more than when the workers building the railway across the American Midwest were forced to purchase “their own” shovels and dynamite.

The social explosion appears almost one year after similar bill, having effect of drastically increasing the cost of living for the proles in Kenya, led to several days of riots damaging the highway and several railway stations in Nairobi. In the meantime, Kenya also saw protests against water and electricity cuts, occupation of Meru university by its students and recently a two months long strike of healthcare workers.

Unlike the previous protests, where billionaires Odinga, Kenyatta and some others could at least play a charade that they represent the movement and try to exploit its internal contradictions and illusions to gain some electoral support, this time, to the dismay of the media no figure that could pretend to be a “leader” can be found. Of course, while the movement shows a large degree of “spontaneity” in the sense that proletarians in struggle anywhere do understand who their class enemy is and do not need to deliberate for days to choose their targets, this does not imply the lack of organization. Methods adopted by the movement include organizing itself both online and on neighborhood level and involve both preexisting structures active in the previous struggles and the newly created ones giving the movement a direction. The “crowd sourcing” is used for collections on medical and lawyer expenses and some of the doctors joined the movement and are treating the injured.

From Nairobi protests quickly spread to include Kisumu, Eldoret, Mombasa, Lamu and other big cities as well as many smaller towns and its initial “economic” demands organically merged with the proletarian rage against the uniformed butchers, accumulated over the years of brutal repression of any protest movement and boosted by their attempts to quell this uprising. Dozens have been murdered by the cops and hundreds injured as well as hundreds arrested or made “disappear”. The mass terror tactic, deployed by the State in Kenya so many times before, however backfired this time.

For example, when the cops tried to break the blockades set up by the protesters on the highway from Nairobi to Mombasa with volleys of tear gas and rubber and life bullets – the young proles from the slums along the highway rose up and joined the riots. The scope of protests also widened to include the problems with water and electricity supply – which already triggered angry protests in the past. On 25th of June, after a battle with the cops, the protesters stormed the National Parliament of Kenya, ransacked it and partly set it ablaze. This prompted Ruto to call the army into the streets, and to curtail the internet, but without the pacifying effect he and the rest of the bourgeoisie hoped for.

The offensive tactics of the movement against the repressive forces did not stay limited to the framework of the clashes on the demonstration. The photos, ID’s, phone numbers and home addresses of the violent cops have been “doxed” – made public online – and some of them got to experience the proletarian justice first hand. As more and more carnage from the hands of the repressive forces – including the recent discovery of dozens of murdered women in a quarry on the outskirts of Nairobi, right next to the police station – the confrontational line of the movement continues. And this is happening at the same time as the Kenyan police special forces are being deployed to Haiti to crush the proletarian resistance there, under the pretext of fighting the gangs. There are some signs of cracks appearing inside the police and army corps themselves and some cops and soldiers have switched sides and joined the protests, even though it is still very rare.

Of course, the attempts to pacify, isolate and channel the movement also continue. Ruto has scratched the bill, at least temporarily, which did not have any effect. Neither did a recent sacking of the chief of police Japhet Koome. The latest attempt so far is the creation of “National Multi-Sectoral Forum for dialogue”, a desperate attempt to turn the class struggle into “civil dialogue”.

While Ruto’s traditional political competition like Odinga is silent this time, various “influencers” as well as the Stalinists from the so-called “Communist party of Kenya” are trying to step in. The criticism of Ruto’s pro-IMF and pro-NATO orientation is a major theme of the partisans of their pro-Chinese competition. The trade unions, sticking to their historical practice announced a pacifying general strike, but did not even follow-up with its actual realization.

Of course, as with any other real proletarian movement the limits are showing in its general “anti-Ruto” orientation, without much criticism towards the opposition, in its illusions of democracy and “people”, without expressed class consciousness, in its lack of perspective beyond the immediate needs and anger towards the repressive forces. We have not seen any militant materials – leaflets, posters, signs, on-line texts, etc. – that would express any criticism of capitalism beyond the anger about the poverty and police violence or complains about the capitalist management style – i.e. “corruption”. It has to be said, that we neither have any militant contact in Kenya, nor we speak any of the local languages.

This being said, nothing is over yet in Kenya despite the recent decline; and one of the expressions of the potential overcoming of these limitations, towards the internationalist proletarian solidarity, is its clear stance against sending the Kenyan cops to Haiti as well as other “peace-keeping” operations. Moreover, it seems that the proletarian revolt in Kenya is serving as the inspiration and a point of reference for the recent violent protests in Uganda and Nigeria.

As communists we see in every autonomous proletarian struggle a snippet of the social war that the proletariat wages against the bourgeoisie, an expression of the historical struggle of the proletariat as a class for revolution against the capitalism and for the global classless community!

As communists, therefore we want to stress the proletarian nature of the movement in Kenya against all bourgeois falsifiers:

  • be it racists who try to stoke out the racial divisions inside our class between “Africans” and “Europeans” or “Asians”.
  • be it those that try to limit the substance of the movement to its initial or superficial premise – as anti-corruption movement, as anti-tax movement, etc.
  • be it partisans of “national liberation” advocating for the right of the nations to repress “their own” proletarians.
  • be it so-called “communists” who divide the global capitalist society into “central” and “peripheral” countries and claim that the struggle of the proletariat in the latter matters less.

Let’s show the practical solidarity to the struggling proletariat in Kenya by adding the interests of the local capitalist faction to our list of targets – be it Kenyan State or the corporations like Safaricom, KTDA, East African Breweries!

Against capitalist war and against capitalist peace – Against global militarization efforts, of which the Kenyan expeditionary forces are part!

We were just finishing this short text on the struggles of our class in Kenya when we heard like an amplified echo the clamors of the “Days of Rage” that are setting Nigeria ablaze, fueled by the refusal of misery, slavery and dehumanization, and always following the same scenario: demonstrations, repression, riots, attacks on police stations, ransacking of government buildings, looting, etc. With always the same strengths but also the same weaknesses: determination to destroy everything that makes our lives unlivable, on the one hand, and limited criticism of “bad governance”, on the other.

Let’s also pay tribute to, and salute, the struggle that our class brothers and sisters have been waging for several weeks now, in other latitudes, in Bangladesh; struggles that are not just the umpteenth attempt by the proletariat to overthrow everything, but also, it seems, a qualitative leap in the determination of the latter, in its already very long history of confrontations with the capitalists, to “make the business unprofitable”.

And finally, let’s salute the proletarians in struggle in Pakistan, and particularly in the port city of Gwadar, a gigantic concentration of workers, so useful to the development of Chinese capitalism. For years, these proletarians have been boosting unrestrained confrontation with the exploiters, despite all the efforts of reformists of all kinds to confine them to a “national liberation struggle of the Baloch people”, which the proletariat must criticize through its determined struggle…



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