Colombia
Frente a la ofensiva y el terror burgueses: ¡Lucha de clase anticapitalista! 
 
 

El 25 de abril, Colombia fue sacudida por una «huelga general» de 24 horas y por manifestaciones de masa en las grandes ciudades, logrando concentrar alrededor de un millón de personas. Esta movilización se realiza como respuesta a los ataques capitalistas concentrados en el «Plan nacional de desarrollo (PND) –  Pacto por la equidad (sic)» del presidente Duque.
Este PND vuelve a utilizar las recetas de todas las burguesías: menos seguridad y más flexibilidad para los asalariados, la redacción de las pensiones de vejez, la baja de los salarios y la supresión del salario mínimo, austeridad presupuestaria (rechazando la aplicación del acuerdo que preveía un aumento del presupuesto consagrado a la educación), transformación de asalariados en auto-empresarios (lo que se acompaña con una degradación de las condiciones de vida y de trabajo)... A este programa se agrega el desarrollo de las industrias extractivas con todas las consecuencias nefastas para las poblaciones de las regiones vinculadas. 
Colombia es un país de 45 millones de habitantes y muy urbanizado; su economía reposa en buena parte sobre las materias primas industriales y agrícolas: petróleo, carbón, café, flores, arroz, etc., la pobreza es omnipresente y golpea sobre todo a la población indígena y rural; es el  país de América Latina con las peores desigualdades, mucho más que en Brasil y Chile.
El petróleo, su principal recurso (1mbd), cuyas reservas explotables se limitan a 10 años, representa un 55% del total de sus exportaciones. Pero también están las distorsiones económicas propias de los países «en vías de desarrollo»: el narcotráfico. «La economía paralela del trafico de drogas es incontrolable. Si bien es imposible de calcular, se estima en un 2% su «contribución» al PIB colombiano» (1). Colombia, primer productor mundial de cocaína, ha alcanzado niveles históricos el año pasado [2017] con una superficie de 209.000 hectáreas de cultivo (+ 11%), según la administración americana. En el mismo periodo [2016-2017], la capacidad de producción de cocaína pura aumentó en un 19% pasando de 772 TM  a 921 TM ...» (2).
Las estadísticas oficiales dan cuenta de un paro de 9,7 % en 2018 a 12,8 en enero de 2019, descendiendo a 10,8 % en marzo (3). Pero es difícil homologar estas cifras, dado que muchas personas en edad de trabajar lo hacen en la llamada economía sumergida, tal como el narcotráfico y cientos de pequeñas actividades que no son cubiertas por la seguridad social, y que son difíciles de calcular estadísticamente.
Con respecto a sus vecinos venezolanos, existe toda la híper-actividad anarquizada en la larga frontera que limita a los dos países, donde miles de proletarios tratan de subsistir en cientos de actividades comerciales o directamente del contrabando de la gasolina.
 
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La «huelga general», o paro nacional, fue llamada por las tres centrales sindicales existentes en Colombia: CUT (Central unitaria de los trabajadores), CGT (Central General de Trabajadores) y CTC (Central de Trabajadores de Colombia). El sindicalismo colaboracionista hizo de todo no solo para retardar la utilización del arma de la huelga, sino también para hacerla lo más inofensiva posible, es decir, una huelga de un solo día, sin perspectiva. Como en todas partes, el colaboracionismo ofrece una válvula de escape a la burguesía con el fin de bajar la presión social y evitar la explosión.
Para hacer retroceder los planes de la burguesía, los comunistas defienden la utilización de métodos clasistas, comenzando por la huelga sin límites de duración o por la constitución de piquetes de huelga para bloquear directamente la producción y las ganancias capitalistas.
Colombia puso fin a la más larga guerra civil de la época contemporánea con le firma de los acuerdos por la paz entre el gobierno y las FARC. En realidad ha sido la paz de los explotadores. Las guerrillas campesinas depusieron las armas (4), pero las milicias burguesas, más o menos ligadas a la extrema-derecha o a bandas criminales, continúan sembrando la muerte. Entre enero de 2016 y enero de 2019, no menos de 566 dirigentes sociales, políticos, sindicales, ambientalistas y defensores de los derechos humanos han sido asesinados en el país de Santander.
Desde hace décadas, los proletarios se encuentran desarmados frente a los esbirros pagados por los capitalistas. Un partido comunista se plantearía el problema de organizar la lucha indispensable contra la violencia burguesa. La cuestión de la autodefensa obrera se presenta bajo dos aspectos inseparables: el de la «autodefensa de masa» cuyo fin seria responder con la huelga, las manifestaciones y las movilizaciones de las masas obreras, y el de la autodefensa propiamente dicha, es decir de la constitución de órganos de autodefensa, cuyo fin seria primero de defender físicamente a los obreros en huelga, los centro de vida proletaria, y de mostrar a los proletarios que también pueden golpear al adversario, dando así a la clase obrera confianza en si misma, en la perspectiva de llevarse mañana al terreno de la preparación militar de la revolución.
Ante los ataques capitalistas, los pseudo-comunistas y la «extrema» izquierda no ofrecen más que una perspectiva reformista que no hace sino desarmar al proletariado frente a sus enemigos de clase. El Partido Comunista de Colombia (PCC) pide al gobierno Duque de «gobernar y legislar en función de las necesidades y de los intereses de los trabajadores y el pueblo». Esta es la vieja ilusión reformista de que el Estado burgués pudiera estar al servicio de los proletarios.
La «extrema» izquierda comparte esta misma orientación: el Partido del Trabajo de Colombia (PTC) participa en la Alianza Verde, un cártel de partidos burgueses dirigido por los ecologistas; el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR) defiende «la soberanía, la paz, la democracia y un empleo decente» y el Movimiento por la defensa de los derechos del pueblo (MODEP) quien propone «la defensa de la vida, del territorio y de los derechos»; por su parte, los trotskistas (morenistas) del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), desde hace años se han hecho los campeones de una asamblea «Constituyente, libre, democrática y soberana». Todas estas organizaciones permanecen dentro del cuadro del sistema político capitalista y solo proponen un programa anti-proletario.
Para los proletarios y las masas oprimidas de Colombia la solución no es burguesa; es solo en el terreno de la lucha de clase que deben luchar. La democratización del Estado burgués es una peligrosa ilusión que anestesia el combate que cotidianamente los trabajadores mantienen contra su explotación. Este programa quiere hacer creer que el Estado se puede conquistar, cuando lo que ha hay hacer es destruirlo.
En Colombia, como en todas partes, al frente unido de los capitalistas y sus lacayos oportunistas, algo que no puede preludiar sino una explotación más feroz, los trabajadores deben responder con el rechazo a subordinar sus intereses y su defensa a la democratización del Estado burgués.
Los comunistas no proponen combatir por una vida mejor o un empleo decente dentro de una sociedad opresora (esto sería ilusorio) sino por la posibilidad de que hoy todos los proletarios luchen contra los ataques del capital, y mañana, bajo la dirección de su partido de clase, por su destrucción.
29/5/2019
 

 
(4) Los acuerdos firmados en la Habana por las Farc y el anterior gobierno colombiano presidido por Santos, han sido prácticamente rotos o irrespetados, llevando a varios miles de excombatientes a retomar las armas y regresar a la guerrilla.
 
 
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
29 de Mayo de 2019
www.pcint.org

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