El sangriento fin del sandinismo y la necesidad de una orientación de clase
La represión que viene
desarrollándose en Nicaragua desde abril, se ha recrudecido a partir de
mediados de junio, y es el hecho de la policía, los militares y las
organizaciones ligadas al FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional, el
partido en el poder), en contra de las manifestaciones de protestas en todo
el país, las cuales han dejado hasta ahora un saldo de, según la Comisión
Interamericana de los derechos humanos (CIDH), 212 personas muertas
(incluyendo adolescentes y niños) y más de 1300 heridos.
Las protestas comenzaron luego de
instaurarse, por decreto del presidente Daniel Ortega, el 17 de abril, y por
recomendaciones del FMI, una medida de «reforma» de la jubilación o pensión
de vejez. Esta se pretende «equilibrada», ya que pide cotización a los
patronos así como a los asalariados, pero esta reforma apunta ante todo
hacia los trabajadores que han visto reducirse sus pensiones en un 5% – con
efecto retroactivo. Esta reforma destinada a reabsorber el déficit de la
seguridad social, se agregaba al alza de precios de la gasolina y a la baja
de las ayudas sociales, medidas puestas en marcha desde 2017 que suscitaron
un descontento que fue creciendo entre la población a medida que sus efectos
(aumento del desempleo y la pobreza) se manifestaban.
La sangrienta represión de
estudiantes que fueron los primeros en manifestar contra los ataques a las
pensiones, suscitó la indignación general y le puso fuego a la pólvora. Las
manifestaciones arreciaron en todo el país. La Iglesia Católica, así como
las organizaciones patronales (COSEP: Consejo Superior del Sector Privado)
que hasta entonces habían apoyado al gobierno, condenaron la represión. De
la suerte que, el 22 de abril, Ortega se vio obligado a echar para atrás la
reforma. Pero esto no logró calmar los ánimos de los opositores que
continuaron manifestando; decenas de miles de personas, jóvenes en su
mayoría, desfilaron al día siguiente, el 23 de abril, contra la represión y
en solidaridad con los estudiantes, en la capital de Managua, así como en
otras ciudades del país. Las manifestaciones y cortes de rutas se
amplificaron enseguida, mientras que la represión policías aumentaba, pero
sin lograr acabar con el movimiento que se generalizaba y arrastraba a
diversos sectores de la población: pequeños comerciantes, pequeños patronos
al lado de proletarios, pidiendo que se vaya Ortega y manifestando bajo la
bandera nacional.
A mediados de mayo, un diálogo
«nacional» fue instalado bajo los auspicios de los Estados Unidos y la
Organización de Estados Americanos (OEA), pero este fue interrumpido a los
pocos días debido a que la sangrienta represión continuaba, así como el
rechazo del gobierno a aceptar ciertas exigencias de la oposición.
El 14 de junio, el llamado a la
huelga nacional de la «Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia»,
unión que agrupa organizaciones estudiantiles, patronales, campesinas y la
jerarquía católica, tuvo gran éxito, paralizando a todo el país.
Luego de esta huelga, las
reuniones en el cuadro del «diálogo nacional» se reanudaron. La oposición,
que aceptó el levantamiento de los cortes, pide elecciones anticipadas
(proposición hecha por el mismo Ortega).
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Nicaragua, con una población de
más de 6 millones de habitantes, es el país más pobre de América Latina
(después de Haití). Exporta esencialmente productos agrícolas y textiles: su
primer socio económico son los Estados Unidos, y los primeros
inversionistas. Hace unos treinta años, el país vivió una potente revuelta
popular que acabó derribando el régimen dictatorial de la familia Somoza,
instalada y protegida en el país por los Estados Unidos, desde los años 30
del siglo pasado. Los guerrilleros del Frente Sandinista se pusieron a la
cabeza de esta revuelta, solo para canalizarla e impedir que tomara un giro
anti-capitalista, limitándola prácticamente a la caída del dictador. Sin
embargo, a pesar de las aperturas dadas por los sandinistas al imperialismo
norteamericano, pese al carácter harto limitado de sus reformas (solo fueron
expropiados los grandes propietarios más ligados al dictador), el gobierno
Reagan apoyó la lucha armada de los «contras» (partidarios de Somoza) contra
el régimen, sometiéndolo también a pesadas sanciones económicas.
En 1990, Daniel Ortega es
derrotado en las elecciones presidenciales; los 15 años siguientes serán
marcados por una política liberal y anti social desastrosa para la población
desheredada (hambrunas, pobreza de un lado, corrupción y enriquecimiento del
otro).
En 2006, Ortega regresa al poder;
si bien su programa tenía un apéndice social nada desdeñable (salud, lucha
contra el analfabetismo, etc.), en el plano político se había aliado con
políticos de derecha y tomó a un viejo contra como vice-presidente.
Para consolidar su poder, el partido sandinista se apoya en la Iglesia
Católica (el parlamento votará una ley prohibiendo el aborto, incluso por
razones terapéuticas) y el empresariado. El gobierno nicaragüense recibió
felicitaciones por parte del FMI y las organizaciones financieras
internacionales, la causa fue su política económica. Por este hecho el
gobierno del pequeño país recibió una importante ayuda financiera de los
Estados Unidos, organizando con este un plan de cooperación en diversos
terrenos. (1); esto no le impedirá recibir una importante ayuda de Venezuela
(petróleo equivalente a un cuarto del presupuesto anual) y de tomar
posiciones «Antiimperialistas» a nivel internacional – en suma, totalmente
burguesas – (apoyo diplomático a Libia y a Irán, etc.) para luego ser
utilizadas como pantalla «de izquierda» en el plano local.
Los primeros años de la
presidencia Ortega, fueron el comienzo de un crecimiento económico. Las
inversiones extranjeras aumentarán, atraídos por los bajos salarios y una
política favorable a las empresas, aseguradas en el equilibrio de sus
gastos; alimentadas en parte por las remesas de los que emigran hacia
Estados Unidos (lo que significa un 60% del presupuesto del país). Ortega
fue entonces reelegido en 2011 y 2016 (en este último caso, fue elegido con
su esposa como vice-presidente) – a pesar del deterioro de la situación de
las masas proletarizadas, las críticas a la corrupción del régimen y de la
oposición, o del rechazo de otros al faraónico proyecto de construir un
canal que rivalice con el de Panamá (2): el fuerte aumento de la abstención
a las elecciones tenían sin ninguna duda un carácter proletario.
Pero la elección de Trump en los
Estados Unidos (han reducido su ayuda que pasa, de 10 millones de dólares
anuales, a 200.000, y amenazan con sanciones a causa del notorio apoyo de
Nicaragua a Venezuela), conjugada a las dificultades económicas venezolanas
(que han ocasionado la reducción drástica de su ayuda y la disminución de
las exportaciones nicaragüenses hacia ese país), y a la baja de los precios
de los productos agrícolas, han cambiado el panorama en este ultimo periodo.
El empresariado y el gobierno han hecho recaer sus dificultades económicas
sobre los proletarios y las masas. El salario real medio tiende a bajar, y
la pobreza es tal que un 60% de la población no podría pagarse la llamada
«canasta familiar» que contiene los productos básicos vitales.
¡No al diálogo nacional! ¡Si a la lucha de clase!
El responsable de la suerte de los
proletarios y de las masas pobres nicaragüense no es solo el clan Ortega y
su corrupción: toda la clase burguesa ha inspirado la política gubernamental
y la jerarquía política la ha sostenido hasta el final. Hoy el sandinismo
parece haber agotado su utilidad para el mantenimiento del orden social en
Nicaragua. Las organizaciones patronales, la Iglesia católica, así como las
organizaciones estudiantiles y otras que participan en el llamado «diálogo
nacional», tienen como meta principal evitar la ira generalizada contra la
situación que sufren las masas, evitando una orientación anti capitalista y
para que no se transforme en verdadera insurrección; es por esto que llaman
a la paz frente a los crímenes de la policía y las bandas organizadas del
régimen, y es por ello que no preconizan otra alternativa que las elecciones
anticipadas dentro de pocos meses, y en las cuales seguramente se
sacrificará el chivo expiatorio Ortega.
No son nuevas elecciones lo que
puede modificar la situación de los proletarios y las masas explotadas, y
esta perspectiva de nuevas elecciones no tiene otra finalidad que la de
detener el movimiento en curso. Solo la lucha proletaria, sobre bases de
clase, podrían arrancar concesiones a los burgueses. Pero para esto habrá
que romper con el embuste de la unión interclasista, la cual deja a los
proletarios bajo el control de los burgueses y pequeñoburgueses. Hay que
romper con la mentira de la unión nacional que solo sirve a los
capitalistas.
En todo el curso de su prolongada
historia de lucha contra el imperialismo y contra las dictaduras, los
proletarios y las masas nicaragüenses han sido engañadas por las ilusiones
interclasistas y nacionales. Burgueses y pequeñoburgueses hoy todavía siguen
manos a la obra.
Para que las víctimas del régimen
sandinista no hayan caído en vano, para que la gigantesca movilización de
masas no termine por una enésima reparación de daños a la dictadura
burguesa, para que sea posible acabar con la miseria, la represión, la
explotación, no hay que contar con ningún «diálogo nacional» entre
burgueses; tampoco bastará con remplazar a Ortega por otro político: es al
capitalismo que hay que combatir, y al Estado burgués que habrá que
derrocar, oponiendo la lucha de clase al diálogo nacional.
Y el primer paso en esta vía es el
trabajo por la constitución de la organización de clase del proletariado, en
unión con los proletarios de otros países, que viven la misma situación que
los proletarios en Nicaragua.
(1) Según una declaración oficial
del gobierno americano, «el gobierno de Nicaragua y los Estados Unidos
cooperan en el respeto a las leyes, la lucha contra el narcotráfico, el
control de los flujos migratorios, la protección contra las catástrofes
naturales, el mejoramiento del comercio y otros sujetos de mutuo interés»
El mismo texto precisa que los «Estados Unidos son el socio económico
dominante de Nicaragua con la compra de un 21% de sus exportaciones,
suministrando un 32% de sus importaciones, 20% de sus inversiones, y la
fuente del 50% de las remesas de todos los emigrados (segun cifras desde
2017». Cf https://
www. state. gov/ r/pa/ ei/ bgn/1850.htm.
(2) El acuerdo para la
construcción de este canal con una compañia china ha sido rodeado de
obscuridad. Esto ha provocado la ira de los campesinos que estarían situados
en el trayecto del canal, la oposición de aquellos que sospechaban la
existencia de un vasto entramado de corrupción, así como el descontento de
pequeño burgueses nacionalistas que protestan contra la entrega de tierras
practicamente regaladas a los extranjeros. Pero este acuerdo parece haber
periclitado y su millonario promotor chino desaparecido...
Partido Comunista Internacional
(El Proletario)
24
de junio
de 2018
www.pcint.org