¡No a la
agresión estadounidense contra Venezuela!
¡No a la dominación
imperialista estadounidense sobre América Latina!
¡Unidad del
proletariado contra el imperialismo y todos los Estados burgueses!
Al momento de escribir esto, desconocemos si Estados Unidos cumplirá sus amenazas e invadirá Venezuela. Pero el cierre del espacio aéreo venezolano, la incautación de un petrolero y las sanciones económicas ya constituyen una agresión contra este país, igualmente el asesinato en alta mar de casi 100 presuntos narcotraficantes a manos de una pesada artillería aérea y fluvial concentrada en las costas venezolanas es un acto de guerra, y reivindicado como tal por el gobierno estadounidense: la “guerra contra las drogas”.
La agresión contra Venezuela, orquestada bajo los auspicios del eterno aspirante al Premio Nobel de la Paz, Donald Trump, forma parte de un resurgimiento de la agresión del imperialismo estadounidense hacia América Latina: amenazas de enviar tropas a México, de adueñarse del Canal de Panamá, despliegue de soldados en Ecuador, amenazas contra el gobierno colombiano, flagrante interferencia en las elecciones de Honduras y Argentina, uso de aranceles para intentar influir en la política interna brasileña, etc.
Esta agresividad se expresa también a expensas de sus “aliados” (Canadá, Europa, etc.) y hacia países de todo el mundo. Sin embargo, en el caso de América Latina, la dominación estadounidense tiene una larga historia que se remonta a la Doctrina Monroe que, desde 1823, definió esta región del planeta como la salida natural (un “patio trasero”, un “coto de caza”) del imperialismo estadounidense, excluyendo a otras grandes potencias. Esta doctrina ha servido para justificar las innumerables intervenciones políticas, económicas y militares de Estados Unidos con el fin de mantener y aumentar su dominio; recordemos su irremplazable apoyo a las “dictaduras gorilas” de las décadas de 1960 y 1970 (como el golpe de Estado en Chile, organizado bajo los auspicios del Premio Nobel de la Paz Henry Kissinger). Hoy en día, Washington la reivindica oficialmente (la "Doctrina Donroe", un corolario trumpiano de la "Doctrina Monroe").
El pretexto utilizado es la lucha contra las drogas (un pretexto también utilizado contra Canadá y China), pero lo cierto es que se trata de restaurar la primacía estadounidense en la región y, como en 1823, contrarrestar la creciente influencia de las potencias imperialistas rivales, en este caso de China. En tan solo pocos años, China se ha convertido en el principal socio comercial de Sudamérica) y está multiplicando sus inversiones para aumentar aún más su cuota de mercado y su acceso a las materias primas esenciales para su crecimiento económico. Según las últimas cifras (junio), el 90% del petróleo venezolano (400 mil barriles de petróleo al día) se exportaba a China, compensando con creces el cierre de los mercados estadounidense y europeo tras las sanciones estadounidenses.
Frente al chavismo, las grandes potencias, en primer lugar Estados Unidos, nunca han dejado de actuar como lo que son: potencias imperialistas. Sanciones económicas, sanciones militares, presiones diplomáticas, campañas mediáticas sobre los “derechos humanos”: estas son sus armas habituales. Hablan de “lucha contra la droga”, de “defensa de la democracia” o de “derechos humanos”, pero estas palabras se refieren al deseo de controlar el acceso a una de las mayores reservas petroleras del mundo; a la protección de los intereses directos de empresas como Chevron y otros grupos; y, en definitiva, a la defensa de la posición dominante de Estados Unidos en su “patio trasero” latinoamericano.
Venezuela sirve como campo de juego de los diversos imperialismos en competencia; la población trabajadora, por su parte, actúa como fuerza económica, social y potencialmente militar.
La guerra del gobierno de Maduro contra el proletariado y las masas explotadas de Venezuela
Venezuela no es un país socialista ni una excepción milagrosa al capitalismo global. Es un país capitalista dependiente, inserto en una gestión subordinada dentro de la jerarquía imperialista, conforme conforme a la ley de desarrollo desigual y combinado. Este desarrollo se ha construido a partir de un capitalismo rentista. Los ingresos petroleros, captados por el Estado, se redistribuyeron de manera inestable y posteriormente fueron devorados por la crisis y las sanciones. El chavismo representó, durante una fase, una forma particular de dominación burguesa, es decir:
– uso de los
ingresos petroleros para otorgar reformas parciales a familias pobres
(programas sociales, subsidios, etc.);
– construcción de un
bloque de poder en torno al aparato de Estado, al ejército, a una
nueva burguesía y a algunas pequeñas burguesías
bolivarianas;
–revestimiento ideológico: discurso socialista,
anti imperialista de palabra, culto al jefe, mito bolivariano.
Este régimen nunca ha puesto en tela de juicio la producción mercantil, el trabajo asalariado ni la dominación de clase.
Cuando la crisis de la renta, el colapso económico y las sanciones se combinan, las concesiones se evaporan: inflación, pérdida de salarios y pensiones, pérdida de empleos, éxodo de trabajadores. Aquí no se trata del colapso del socialismo: es el colapso de un capitalismo nacionalista basado en la renta, que ha utilizado, sí, un lenguaje de izquierda para encuadrar mejor a los explotados.
El gobierno Maduro, que se jacta de un renovado crecimiento económico, en realidad está librando una verdadera guerra de clase contra el proletariado en conjunto con la organización patronal Fedecámaras. A los salarios de miseria, las pensiones miserables, la inflación galopante (que, según el FMI, se piensa que alcance el 548% para 2025), a las medidas pro-empresariales y el fin de los convenios colectivos, se suma la represión contra los proletarios que protestan, encarcelando a cientos de ellos. Entre tanto, el jefe de Estado está organizando una supuesta “Asamblea Constituyente Obrera” para “refundar, transformar y organizar el movimiento obrero”, es decir, para establecer el control estatal sobre los sindicatos y regimentar al proletariado, dándole una vuelta más a la cuerda con que ya lo tiene amarrado.
Los proletarios en Venezuela no tienen nada que ganar al unirse a la defensa de la patria, como exige el gobierno Maduro. Deben luchar para obtener aumentos salariales, pensiones y prestaciones sociales acordes con la inflación, oponerse a los despidos y a la represión, y lograr la posibilidad de organizarse independientemente del Estado burgués.
Pero la lucha no debe llevarse a cabo desde la perspectiva de una “democracia real”, como pretenden las direcciones sindicales (1), ni por la defensa de ”nuestros intereses nacionales”, como afirman organizaciones “anti capitalistas” (2): los proletarios no tienen intereses nacionales comunes con otras clases de la nación, sino intereses internacionales, de clase, comunes con los proletarios de todos los países; no deben suplicar a la burguesía una verdadera democracia – es decir, la coexistencia sin choques entre varias clases sociales, de explotadores y explotados –, sino más bien aspirar a derrocar el poder de los explotadores burgueses y establecer su poder anti democrático: el poder del proletariado y los explotados.
La oposición de derecha pro-imperialista, liderada por María Corina Machado, activista de extrema derecha galardonada recientemente con el Premio Nobel de la Paz, no es en absoluto una solución para los trabajadores venezolanos. De llegar al poder, la señora Machado continuaría con las mismas políticas antisociales de Maduro, a la vez que ampliaría las privatizaciones y abriría todavía más el país a las inversiones estadounidenses y de otros países.
En todo caso, pasar
de Maduro a una oposición pro-imperialista no significa abandonar el
capitalismo: simplemente implica cambiar los gestores burocráticos,
el estilo de discurso y los protectores internacionales.
Las tareas de los
proletarios de Estados Unidos y otros países imperialistas
Los proletarios de los países imperialistas deben oponerse a las campañas contra Venezuela, así como a las que golpean a otros países; las sanciones económicas, los bloqueos, la presión diplomática, las intervenciones “humanitarias” o las operaciones militares forman parte del arsenal utilizado para establecer o fortalecer la dominación imperialista sobre los países más débiles con el fin de obtener ventajas de todo tipo. La dominación imperialista debe combatirse sin vacilación, no en nombre de la engañosa ideología democrático-burguesa de la igualdad de las naciones y el respeto al “derecho internacional”, sino porque esta dominación fortalece al enemigo de clase y dificulta la lucha proletaria en los países imperialistas, al facilitar la corrupción de ciertos estratos de la llamada “aristocracia obrera”. Cualquier debilitamiento del poder de la burguesía imperialista es un factor positivo en el antagonismo de clase con ella; al mismo tiempo, cualquier debilitamiento del imperialismo alivia la presión sobre los proletarios de los países dominados, quienes siempre son las primeras víctimas de las acciones imperialistas. La solidaridad de clase con los proletarios de los países dominados es, por lo tanto, un imperativo de la lucha proletaria en los países imperialistas y no un vago deber moral de caridad humanitaria.
Los proletarios de los países imperialistas, y en particular los proletarios estadounidenses, deben demostrar esta solidaridad, no solo negándose a participar en la campaña contra Venezuela, denunciando la retórica sobre la lucha contra las drogas, la democracia y los derechos humanos, que solo sirve para camuflar los sórdidos intereses imperialistas, sino también oponiéndose a las medidas gubernamentales contra los inmigrantes legales e ilegales, venezolanos y otros. Recientemente, cientos de miles de inmigrantes, incluidos 600.000 venezolanos, han perdido su derecho a permanecer en Estados Unidos, lo que los condena a la clandestinidad (3). La solidaridad con los proletarios inmigrantes es esencial para fortalecer a todo el proletariado contra una burguesía que no duda en usar la fuerza para defender sus intereses tanto dentro como fuera de sus fronteras.
Frente a las crecientes tensiones entre Estados, a la crisis económica, a las sanciones, a la miseria y a la amenaza de guerra, el proletariado no tiene más que un camino: el de la lucha internacional de clase. Esto implica ningún “apoyo táctico” al gobierno Maduro, ruptura total con todos los frentes comunes con la burguesía, ya sean patrióticos, democráticos o “anti imperialistas”; el rechazo de todos los campos burgueses: Maduro, la oposición liberal, los gobiernos imperialistas, los bloques regionales; emprender la reanudación de la lucha de clase independiente de los partidos y sindicatos defensores del orden burgués; el trabajo por la reconstitución de un movimiento comunista internacional que unifique las luchas de los proletarios de Venezuela, de las Américas, de Europa, de África y de Asia.
Ni las amenazas de Washington, ni los discursos patrióticos de Caracas, ni las promesas de la oposición burguesa pueden ofrecer una salida a los explotados. Todos estos campos defienden la propiedad privada, el trabajo asalariado, la competencia generalizada entre empresos y Estados, es decir, las bases mismas de la explotación capitalista.
Los proletarios de Venezuela deben negarse a morir por la patria; los proletarios de Estados Unidos y de Europa deben negarse a apoyar sus sanciones, sus flotas, sus bases militares. En todas partes, se trata de retomar el hilo roto de Liebknecht, de Lenin y de los primeros dos años de la III Internacional: el enemigo principal, para cada proletario, se encuentra en su propio país: su propia burguesía y su propio Estado. Solo uniendo sus luchas por encima de las fronteras, sobre la base de un programa comunista de destrucción del capitalismo y de la sociedad de clases, podrán los trabajadores de Venezuela y del resto del mundo salir de la trampa mortal en la que las burguesías en competencia intentan encerrarlos.
Partido Comunista
Internacional, 20/12/2025 - www.pcint.org
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Ver acuerdo sindical unitario del 12/12/25: https://correspondenciadeprensa.com/?p=51016
Ver la “declaración unitaria” contra la agresión imperialista del 3/10/2025, firmada por Marea Socialista, Patria para Todos, Partido Socialismo y Libertad, Liga de Trabajadores por el Socialismo, Revolución Comunista: https://www.laizquierdadiario.com.ve/Basta-de-agresion-imperialista-a-Venezuela-Fuera-tropas-de-Trump-del-Caribe-y-de-America-Latina
El 7 de noviembre, la Corte Suprema de Estados Unidos confirmó la decisión de la administración Trump, tomada a principios de este año, de revocar el estatus legal de más de un millón de migrantes, incluidos 605.000 venezolanos, 330.000 haitianos, 170.000 salvadoreños, 101.000 ucranianos, 51.000 hondureños, etc. https://www.uscis.gov/save/current-user-agencies/news-alerts