Sobre la pseudo huelga convocada para el 27 de septiembre

 

El 27 de septiembre CGT y Solidaridad Obrera han convocado una “huelga general por Palestina” con las siguientes reivindicaciones: “por la redistribución del gasto público para la clase trabajadora, por el fin del genocidio y el apartheid en Palestina”. A esta convocatoria se han sumado organizaciones políticas como Boicot Desinversión y Sanciones (organización internacional que llama a la acción de los Estados contra Israel), los trotskistas de CRT o las “acampadas por Palestina”, todas con el objetivo de convertir esta jornada en una especie de reivindicación nacional “por Palestina”.

Para valorar correctamente el alcance real de esta convocatoria es necesario tener en cuenta que la mayor parte de las secciones sindicales de CGT no han tenido constancia de ella hasta hace pocos días, que se ha hecho pública mediante una rueda de prensa. No ha habido, por tanto, ni siquiera el mínimo trabajo de preparación (¡ni aún entre los delegados sindicales!) que suele haber para una convocatoria de este tipo. Se trata de una decisión de las cúpulas de CGT y Solidaridad Obrera que no han contemplado hacer ningún tipo de agitación ni entre sus bases ni entre los trabajadores en general. Nadie que conozca la historia de ambas organizaciones, especialmente de CGT que es la que ha logrado una mayor presencia entre los proletarios a lo largo de los últimos años, puede esperar mucho de ellas, pero en este caso, recurriendo a la convocatoria de la huelga por decreto, se han colocado exactamente al mismo nivel de las grandes organizaciones sindicales, CC.OO. y UGT, a las que atacan por la pasividad a la que inducen a los trabajadores.

Pero, más allá del aspecto organizativo (aunque este sería suficiente para entender en qué consiste exactamente esta convocatoria que es más un acto publicitario que una huelga y aún más un gesto simbólico que un acto publicitario), son las consignas lanzadas para la convocatoria las que muestran su esterilidad. ¿Qué significa la “redistribución del gasto público para la clase trabajadora? Cuando el Estado español, con el gobierno de PSOE y SUMAR (al que la convocatoria, por cierto, no quiere ni mentar) es un aliado directo de las potencias imperialistas interesadas en la masacre de las masas palestinas, llamar a una “redistribución del presupuesto” parece poco menos que una broma. No se llama siquiera al bloqueo de las operaciones comerciales de tipo militar con Israel, no se critican las relaciones diplomáticas con el Estado israelí, consignas que de por sí serían poca cosa, pero al menos no serían tan… estúpidas. ¿Qué significará una redistribución del presupuesto? ¿que el gasto militar se destine a educación, como dice la consigna? Esa es una dicotomía que no existe para ningún Estado capitalista moderno, es una contradicción que no existe y que no pone en cuestión, de ninguna manera, los intereses imperialistas de la burguesía española ni de su gobierno nacional. Más aún, ¿qué significa clamar por “el fin del genocidio y del apartheid” cuando ni siquiera se está dispuesto a movilizar al propio sindicato para lograrlo? ¡Nada! Es pura palabrería, frases hechas de cara a la galería que son tanto más insultantes cuanto que el asesinato cotidiano de decenas de palestinos es algo bien real, y acabar con él requeriría de todas las fuerzas disponibles.

 

La huelga ha sido, es y será un arma de lucha de la clase proletaria. Mediante la huelga los proletarios expresan su fuerza en tanto que dejan de ser simples trabajadores que obedecen las órdenes del patrón y organizan el poder que les da el hecho de ser la clase social más numerosa e importante en la sociedad capitalista. Interrumpiendo el trabajo para lograr sus exigencias, los trabajadores liquidan toda ilusión acerca de quién crea la riqueza en la sociedad capitalista, de qué estratos sociales tienen más peso y, en fin, de quién es imprescindible, tanto para una empresa en particular como para todo un país en general. Por esto, la burguesía teme a la huelga como a un cáncer: aunque sabe que puede vencer casi a cualquier grupo de trabajadores que dejen el trabajo, también sabe que el gran peligro es la metástasis, la extensión del ejemplo, de la conciencia proletaria de la propia fuerza, de la solidaridad de clase entre trabajadores… y por eso se afana con todas sus fuerzas no ya para reprimir sino para impedir la aparición de la huelga.

 

Hoy esta represión contra la huelga, como en general contra cualquier manifestación de la lucha de clase, no se lleva a cabo mediante la represión directa. La burguesía ha acumulado suficiente poder y conocimiento a lo largo de décadas de dominio ininterrumpido sobre el proletariado y ha sido capaz de levantar todo un aparato de represión preventiva basado en la regulación y en la integración legal de toda expresión de la lucha obrera, con el fin de esterilizarla. El ensamblaje de las grandes organizaciones sindicales en el Estado, la legislación laboral que prescribe cada paso que se puede, o no, dar en el terreno de las organizaciones, la codificación de las huelgas permitidas y las no permitidas, la obligación de los preavisos y los servicios mínimos, etc., son las verdaderas herramientas represivas con las que cuenta la burguesía: con ellas logra anular la fuerza proletaria, hace caer encima de los trabajadores dispuestos a luchar todo el peso democrático de la ley para agotar su fuerza, para canalizarla hacia objetivos inútiles, etc. Con ello logra no sólo vencer a un grupo de trabajadores sino imposibilitar la lucha misma y extender la impotencia entre el conjunto del proletariado, que se ve derrotado no por el palo sino por la zanahoria democrática y legalista.

 

El último paso de este sistema de esterilización de la lucha de clase es el tipo de huelga que ahora convocan CGT y Solidaridad Obrera: la huelga que ni siquiera es huelga, en la que no se hace agitación por la participación, no se organizan piquetes, no se difunde en los puestos de trabajo… sino que se cifra la suerte de la convocatoria a la difusión por medios de comunicación y redes sociales. Ya no se trata de las convocatorias habituales de CC.OO. y UGT, de los actos limitados, huelgas “generales” de un día, etc. sino de un gesto puramente simbólico con el que sólo se busca la notoriedad ante la prensa (¡y ni siquiera ante toda la prensa, que seguro que no irá!)

 

Los proletarios y las masas oprimidas palestinas están padeciendo la ofensiva militar israelí sin que nadie, absolutamente nadie, acuda en su ayuda. No les ayuda Irán que, con toda su retórica anti americana, obedece a los intereses regionales y mundiales rusos y chinos y por lo tanto no tiene ningún interés en un enfrentamiento con Israel ni con su patrón americano. No les ayuda, por lo tanto, ni Hezbolá ni su hermano pequeño hutí, condicionados por la misma dinámica de enfrentamientos inter imperialistas para los que hoy vale mucho más la sangre palestina como motivo de propaganda que como llamada a la guerra regional. No les ayudan, tampoco, el proletariado y las masas populares árabes, incluyendo entre estos a los millones de palestinos exiliados en Jordania, Líbano, etc. que han sido incapaces, paralizados por la presión de la burguesía árabe local y por décadas de represión que pesan sobre sus espaldas, de ser la chispa que incendie el Medio Oriente. No les apoya el proletariado europeo y americano, el que cuenta con una mayor tradición de lucha clasista, tanto en el terreno sindical como en el político, pero que desde hace muchas décadas permanece prácticamente paralizado tanto en la lucha por sus propios intereses inmediatos como en la defensa de la lucha de los proletarios y las masas desheredadas del llamado tercer mundo, incluso cuando ésta tuvo un vigor y una capacidad subversiva mucho mayor que la actual. Y no les ayuda, obviamente, un proletariado israelí que está completamente imbuido en la lógica de la colaboración política y militar con su burguesía, que ha sido incapaz de manifestar siquiera una repulsa de tipo simbólico y que, en muchas ocasiones, está colaborando con la masacre.

Es sobre estos dos últimos, sobre el proletariado euro americano e israelí sobre los que cae la mayor parte de esta responsabilidad. Ellos tienen la fuerza, la capacidad histórica, de frenar la matanza de palestinos. Tienen la tradición de una lucha de clase a sus espaldas que ha sido capaz, en otros momentos, de poner contra las cuerdas a la burguesía mundial. Así lo hicieron en 1871, en 1905 o en 1917, cuando se fue capaz de reaccionar contra la guerra, nacional e imperialista, volver las armas contra sus amos burgueses y ponerles de rodillas, frenando la masacre y obligando a las potencias internacionales a abandonar -temporalmente, claro- sus planes de reparto del mundo. Esa fuerza histórica, con la que no cuentan los proletarios palestinos ni árabes (por generosa que haya sido su contribución a la lucha revolucionaria mundial) está hoy completamente olvidada. Se ha perdido después de décadas de colaboración entre clases, de aceptación del Estado burgués, de la defensa de la economía nacional, de claudicación en la defensa de sus intereses inmediatos y finales. Y gracias a ello la burguesía de todos los países se siente capaz para imponer sus planes criminales, que hoy pasan por liquidar a los palestinos de Gaza (y seguramente de Cisjordania) o a los reclutas rusos y ucranianos, pero que mañana (un mañana cada vez más próximo) pasarán por un enfrentamiento a gran escala entre las principales potencias imperialistas que llevarán al frente, como carne de cañón, a los proletarios de todos los países.

 

Esta es la realidad, actual y futura, del proletariado en España, Europa y el mundo. Es una realidad tenebrosa en la que decenas de miles de proletarios en Palestina, pero también en Rusia y Ucrania, dejan su vida en el campo de batalla por los designios de la burguesía mundial. Y, por lo tanto, es con esta burguesía con la que los proletarios deben ser capaces de romper. Es a ella a la que deben declarar la guerra, es contra ella contra la que deben utilizar todas las fuerzas de las que disponen. 

 

Es por ello que las convocatorias como las del próximo 27, que sólo son un gesto estéril e inoperante ante la masacre, resultan especialmente sangrantes. Con ellas CGT y el resto de convocantes refuerzan la derrota proletaria, su incapacidad de reaccionar en términos de clase frente a las imposiciones económicas, políticas y militares de su burguesía. Convirtiendo la huelga en un acto teatral, en una jeremiada destinada sólo a liberados y militantes, contribuyen a difundir la idea (ya muy extendida de por sí) de que la lucha es imposible, que sólo queda pedir amablemente y esperar, como siempre, a ser aplastados. Negar, ante un proletariado como el español que podría dar una colaboración de primer orden para acabar con la masacre si luchase sobre el terreno de clase, los términos necesarios de esta lucha, significa apoyar indirectamente la política criminal de la burguesía de todos los países.

 

¡Por la recuperación de la huelga como arma de la lucha de clase del proletariado!

¡Por la solidaridad internacionalista con los proletarios y las masas oprimidas palestinas!

¡Por la ruptura de los frentes nacionales!

¡Por la defensa intransigente de la lucha de clase proletaria!

 

 

22-09-2024

Partido Comunista Internacional (El proletario)

www.pcint.org

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