[AW2024] CONGRESO CONTRA LA GUERRA / PRAGA / 24 al 26 de mayo de 2024 /

Del 20 al 26 de mayo de 2024, grupos e individuos de diferentes partes del mundo se reunirán en Praga para coordinar actividades contra la guerra como parte de la Semana de Acción. La serie de eventos también incluirá un Congreso contra la guerra, que tendrá lugar del viernes 24 al domingo 26 de mayo de 2024. En el Congreso se presentarán campañas, acciones directas, proyectos, publicaciones y análisis relacionados con la cuestión de la guerra. Entre otras cosas, este evento internacionalista servirá como asamblea abierta que intentará combinar fundamentos teóricos con actividades prácticas.

Consideramos necesario, en el proceso de resistencia a la guerra, desarrollar una práctica anticapitalista que busque preservar la autonomía política. En concreto, esto significa que queremos organizarnos fuera de los partidos políticos, fuera de las estructuras de los Estados, y contra todos los Estados. Buscaremos especialmente las formas de oponernos a todas las duras condiciones a las que hemos estado expuestos y sometidos durante las guerras interestatales y la paz capitalista. Buscaremos las formas de sabotear las guerras, cómo privar a nuestros enemigos de recursos, cómo socavar la capacidad de los Estados y sus ejércitos para continuar las guerras.

¿Qué dirección hay que tomar y qué hay que hacer? ¿Cómo unir fuerzas y organizarse? Buscaremos respuestas basadas en la diferenciación de clase, y no en la diferenciación nacional; respuestas que tengan en cuenta la contraposición entre soldados rasos y oficiales, entre trabajadores asalariados y patrones, entre el proletariado y la burguesía. Buscaremos formas de hacer que los soldados en uniforme de cualquier ejército estatal se identifiquen con la lucha social de sus hermanos y hermanas al otro lado del frente, y no con las órdenes asesinas de sus oficiales. También buscaremos la manera de oponernos a los falsos amigos, a todos aquellos que pretenden transformar la lucha de clases en una lucha nacional o religiosa por un nuevo Estado, un nuevo espacio capitalista, mejor adaptado a sus necesidades.

Apoyamos a la comunidad internacionalista que afirma la lucha contra la burguesía de todos los bandos en guerra, contra los ejércitos de todos los Estados, contra los capitalistas de cada país. Las manifestaciones actuales de resistencia, por contradictorias y fragmentadas que sean, contienen sin duda el germen de una polarización social que puede convertir las guerras entre Estados en un enfrentamiento de clase. Se trata de la confrontación entre los defensores de la nación, de los Estados y del capitalismo, por un lado, y la clase social, por otro, que empieza a darse cuenta de que defender la nación a la que está encadenada sólo sirve a los intereses de quienes la explotan.

La acción directa contra las guerras adopta ahora diversas formas, más o menos selectivas, más o menos organizadas. Luchemos por un cambio cualitativo en el que los actos individuales de resistencia rompan su aislamiento mediante la interconexión y la coordinación. El enemigo común en cada época es, en primer lugar, el capitalismo, y por tanto cada Estado que lo estructura, el ejército que lo defiende, la burguesía que lo encarna. La única salida a la pesadilla de las guerras y la paz capitalistas es un despertar colectivo: debemos ver y sabotear toda la maquinaria de la guerra, derrocar a sus representantes y recuperar nuestro poder como creadores del mundo.

Hacemos un llamamiento a los grupos e individuos interesados en participar en el congreso contra la guerra de Praga para que se pongan en contacto con nosotros con suficiente antelación con propuestas para el programa.

¡Juntos contra las guerras capitalistas y la paz capitalista!

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 CONGRÈS ANTI-GUERRE / PRAGUE / 24 au 26 mai 2024 /



Du 20 au 26 mai 2024, des groupes et des individus de différentes parties du monde se réuniront à Prague pour coordonner des activités anti-guerre dans le cadre de la Semaine d’action.
https://actionweek.noblogs.org/ Cette série d’événements comprendra également un congrès anti-guerre, qui aura lieu du vendredi 24 au dimanche 26 mai 2024. Des campagnes, des actions directes, des projets, des publications et des analyses liés à la question de la guerre seront présentés lors du congrès. Entre autres choses, cet événement internationaliste servira d’assemblée ouverte qui tentera de combiner des prémisses théoriques avec des activités pratiques.

Nous considérons qu’il est nécessaire, dans le processus de résistance à la guerre, de développer une pratique anticapitaliste qui vise à préserver l’autonomie politique. Concrètement, cela signifie que nous
voulons nous organiser en dehors des partis politiques, en dehors des structures des États, et contre tous les États. Nous sommes particulièrement intéressés par la manière dont nous pouvons nous opposer à toutes les conditions difficiles auxquelles nous sommes soumis et exposés pendant les guerres interétatiques et la paix capitaliste. Ce qui nous intéresse, c’est de savoir comment saboter les guerres, comment priver nos ennemis de ressources, comment saper la capacité des États et de leurs armées à poursuivre les guerres.

Quelle direction prendre et que faire ? Comment s’associer et s’organiser ? Nous rechercherons des réponses basées sur la différenciation de classe, et non sur la différenciation nationale ; des réponses qui tiennent compte de l’antagonisme entre les simples soldats et les officiers, entre les travailleurs salariés et les patrons, entre le prolétariat et la bourgeoisie. Nous rechercherons les moyens de faire en sorte que les soldats en uniforme de n’importe quelle armée d’État se reconnaissent dans la lutte sociale de leurs frères et sœurs de l’autre côté de la ligne de front, et non dans les ordres meurtriers de leurs officiers. Nous rechercherons également les moyens de nous opposer aux faux amis, à tous ceux qui tentent de transformer la lutte des classes en une lutte nationale ou religieuse pour un nouvel État, un nouvel
espace capitaliste, mieux adapté à leurs besoins.

Nous soutenons la communauté internationaliste qui affirme la lutte contre la bourgeoisie de tous les camps bellicistes, contre les armées de tous les États, contre les capitalistes de chaque pays. Les
manifestations actuelles de résistance, aussi contradictoires et fragmentées soient-elles, contiennent sans aucun doute les germes d’une polarisation sociale qui peut transformer les guerres entre États en un affrontement de classe. Il s’agit de l’affrontement entre les défenseurs de la nation, des États et du capitalisme d’une part, et la classe sociale d’autre part, qui commence à se rendre compte que la défense de la nation à laquelle elle est enchaînée ne sert que les intérêts de ceux qui l’exploitent.

L’action directe contre les guerres prend désormais des formes diverses, plus ou moins ciblées, plus ou moins organisées. Efforçons-nous d’opérer un changement qualitatif où les actes individuels de résistance sortent de leur isolement grâce à l’interconnexion et à la coordination.
L’ennemi commun à toutes les époques, c’est d’abord le capitalisme, et donc tout État qui le structure, l’armée qui le défend, la bourgeoisie qui l’incarne. La seule issue au cauchemar des guerres capitalistes et de la paix capitaliste est un réveil collectif : nous devons visualiser et saboter toute la machine de guerre, renverser ses représentants et nous réapproprier notre pouvoir comme créateurs du monde.

Nous appelons les groupes et les individus intéressés à participer au congrès anti-guerre à Prague à nous contacter suffisamment à l’avance avec des propositions pour le programme.

Ensemble contre les guerres capitalistes et la paix capitaliste !


https://actionweek.noblogs.org/post/2024/02/28/congres-anti-guerre-prague-24-au-26-mai-2024/#more-493

 Apoyamos la lucha por un Haití libre e independiente, sin pandillas ni tropas de ocupación



La violencia entre las bandas armadas y la policía se ha agravado en la última semana en Puerto Príncipe, paralelamente a la intensificación de los esfuerzos del imperialismo estadounidense por asegurar el envío de tropas de ocupación a Haití en aplicación de la Resolución 2699 del Consejo de Seguridad de octubre de 2023. Las principales pandillas del país, que controlan más del 80% de la capital, han atacado el Palacio Nacional, el aeropuerto de la capital Toussaint Louverture y la principal cárcel del país, liberando a unos 3 mil presos. Esta ofensiva militar ocurre mientras el primer ministro de facto Ariel Henry, repudiado por la mayoría del pueblo haitiano pero apoyado por el imperialismo estadounidense, se encuentra de gira internacional asegurando apoyos para la ocupación militar extranjera. 

A fines de febrero, Henry se reunió en Guyana con jefes de Estado de CARICOM y luego visitó Kenia, país que a cambio de 100 millones de dólares en asistencia militar estadounidense se ha comprometido a enviar mil efectivos militares a Haití. El máximo tribunal de Kenia frenó el despliegue de las tropas, pero el gobierno continúa maniobrando para enviarlas.

La cumbre de la CELAC que reunió a inicios de marzo a los gobiernos de América Latina y el Caribe, también emitió una declaración que incluye el apoyo a la Resolución 2699 y la ocupación militar de Haití. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, estuvo presente para cabildear por el apoyo a la intervención.

Como parte de sus esfuerzos por legitimar la ocupación militar extranjera, Ariel Henry se comprometió ante la reunión del CARICOM a realizar elecciones antes del 31 de agosto de 2025. Pero no ha respetado sus anteriores promesas de realizar elecciones antes de febrero de 2024. Debe recordarse que su designación como Primer Ministro en 2021, luego del asesinato del entonces presidente Jovenel Moïse, fue decidida por el Core Group, integrado por los embajadores de los gobiernos de EEUU, Canadá, Francia, Brasil, Estado español y Alemania, así como representantes de la Unión Europea, la ONU y la OEA. Bajo su mandato ha continuado el acelerado deterioro del país que caracterizó a los gobiernos derechistas de Martelly y Moïse, del PHTK, también apuntalados por el imperialismo estadounidense y europeo. Las fuerzas represivas de Kenia tienen un amplio historial de crímenes contra su propio pueblo. En julio de 2023, ante protestas por las medidas económicas antipopulares del gobierno de William Ruto, la represión policial dejó más de 20 personas asesinadas. Otros gobiernos caribeños y africanos también han sido sobornados por el imperialismo estadounidense para formar parte del contingente de ocupación en Haití, entre ellos Bahamas, Jamaica, Senegal, Belice, Burundi, Chad y Benin. Se intenta reeditar la fracasada experiencia de la MINUSTAH, encabezada por las tropas brasileñas enviadas por Lula da Silva entre 2004 y 2017, a las que se sumaron tropas de otros gobiernos autodenominados progresistas de la región como los de Argentina, Ecuador, Bolivia, Uruguay y Chile. Estas tropas cometieron graves crímenes contra el pueblo haitiano, generaron una epidemia de cólera que mató a miles de personas y fueron corresponsables en la generación de las condiciones en las cuales han prosperado las mafias criminales, sosteniendo al régimen surgido del golpe de Estado de 2004 y sus antipopulares gobiernos al servicio de la burguesía haitiana.

De forma parecida a las pandillas centroamericanas o los carteles del narcotráfico de México, las pandillas haitianas se abastecen con armamento proveniente de EEUU y se financian mediante el narcotráfico y la extorsión, llegando a acuerdos con políticos y empresarios. Como consecuencia de los enfrentamientos entre bandas y sus acciones contra la población, murieron alrededor de 4 mil personas y 3 mil fueron secuestradas en 2023, mientras que más de 300 mil resultaron desplazadas forzosamente. La producción agrícola ha sido perjudicada por los ataques de las bandas al campesinado. 

El Estado haitiano cuenta con alrededor de 10 mil policías en un país de alrededor de 11 millones de personas. Durante el año pasado se estima que más de mil policías emigraron a EEUU. Las pandillas también han infiltrado a la policía. El imperialismo pretende subsanar el déficit represivo de la  burguesía haitiana con una ocupación extranjera para perpetuar el sometimiento del pueblo haitiano a gobiernos ilegítimos, corruptos y serviles ante los intereses de EEUU y las potencias europeas. 

Es muy grave que en una situación de asfixia económica y social, con un salario mínimo que equivale a menos de 4 dólares diarios y una inflación anualizada superior al 20%, mientras aumenta el hambre, el gobierno de facto de Ariel Henry a fines de febrero pagara 500 millones de dólares al gobierno venezolano por concepto de deudas de Petrocaribe. En 2018 miles de personas se movilizaron en Haití contra la corrupción en el manejo de este fondo. Los gobiernos recibieron alrededor de cuatro mil millones de dólares a través del esquema de financiamiento de Petrocaribe, de los cuales la mayor parte fue malversada. Cualquier pago relacionado con esa deuda debió salir únicamente del dinero de los corruptos y oligarcas que se enriquecieron con Petrocaribe, no de los fondos del Estado que se necesitan para atender a las urgentes necesidades de alimentación, salud, educación y acceso a agua y electricidad.

Exigimos que se hagan públicos los términos de la negociación en torno a la deuda de Petrocaribe. Pese a las terribles dificultades, la movilización del pueblo haitiano contra el  gobierno de Ariel Henry, y su reciente movilización en defensa del canal de riego en Ouanaminthe, muestra que persiste un gran potencial en el movimiento de masas. También ha habido intentos de autoorganización comunitaria para enfrentar y expulsar a las pandillas de los barrios populares. El desafío es, en medio de las enormes dificultades que presenta la situación, dar pasos hacia la unidad de quienes desde la izquierda apuestan por un gobierno de la clase trabajadora y las comunidades populares y campesinas, así como la juventud, para visibilizar una alternativa política a las organizaciones de la burguesía y las mafias, tanto en el terreno de la movilización como en el de un eventual proceso electoral.

A nivel de toda Latinoamérica y el Caribe debemos movilizarnos en solidaridad con el pueblo haitiano. En los países caribeños y africanos cuyos gobiernos están preparando el envío de tropas, oponernos a estos planes al servicio del imperialismo estadounidense y europeo. En los países cuyos gobiernos integran el Core Group, exigir la disolución de ese instrumento de sometimiento político que viola el derecho del pueblo haitiano a la autodeterminación, especialmente ante aquellos gobiernos que dicen ser democráticos o hasta de izquierda, como el de Lula en Brasil. Apoyamos la demanda del pueblo haitiano de que salga el ilegítimo y antipopular gobierno de Ariel Henry apoyado por el imperialismo. Apoyamos la lucha contra las bandas criminales que pretenden aterrorizar a las comunidades urbanas y rurales. Ni tropas de ocupación ni pandillas. Que se anule toda la deuda externa y que EEUU y Francia paguen reparaciones por sus crímenes históricos contra Haití. Por la unidad del pueblo trabajador haitiano para que tome su destino en sus propias manos y pueda superar la actual crisis.  


Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)

5 de marzo de 2024

 

[Italia] No seremos cómplices. Seremos desertores (Spoleto, marzo de 2024)

Italiano / English / French / Español /

Fuente en italiano: https://lanemesi.noblogs.org/post/2024/03/04/non-saremo-complici-saremo-disertori-spoleto-marzo-2024/


En respuesta a una pregunta parlamentaria, el ministro de la Guerra, Guido Crosetto, confirmó que el Establecimiento de Municiones Militares Terrestres (SMMT) de Baiano di Spoleto podría producir en breve los nuevos misiles y municiones que se enviarán a Ucrania para apoyar la guerra en curso. La Agencia de Industrias de Defensa (AID) ha designado tres de sus centros de producción – Spoleto, Capua y Fontana Liri – para la licitación de la Unión Europea, que aportará 500 millones de euros en ayudas para producir nuevas armas para Kiev.

Aunque todavía es sólo una oferta, los periódicos locales consideran que el contrato es muy probable, entre otras cosas porque se dice que la fábrica de Spoleto está infrautilizada en relación con su capacidad “productiva” (pero quizá deberíamos decir destructiva).

El ministro, que ya es un representante del lobby armamentístico como presidente de la Federación de Empresas Italianas Aeroespaciales, de Defensa y de Seguridad (AIAD), una rama de Confindustria que agrupa a los contratistas de guerra, sigue prometiendo beneficios multimillonarios a sus compinches y quizá crea que, de cara a las elecciones regionales, puede ablandar a los habitantes de Spoleto, enfadados por la reducción del personal hospitalario, con unas cuantas promesas de puestos de trabajo.


Mientras los Estados capitalistas y los bloques de poder se disputan el control de la hegemonía mundial, los explotados no tenemos nada que ver con sus guerras. Las bombas fabricadas en Spoleto masacrarán a los soldados reclutados a la fuerza, prolongando también la masacre de la población civil ucraniana. Pero la guerra nos concierne a todos.

Mientras los señores de la guerra hacen su agosto (hace unas semanas supimos que Leonardo había visto aumentar su capitalización bursátil en un 82% en 2023), todos pagamos las consecuencias con el encarecimiento de la vida, empezando por los productos energéticos, la intensificación de la explotación en nombre de la productividad, cuya expresión directa es claramente visible en el continuo aumento del número de muertos y heridos en el trabajo. Por último, vemos sus efectos con la escalada represiva en curso: las porras contra los estudiantes o los piquetes, las investigaciones contra la prensa anarquista y la creciente intolerancia hacia las opiniones discrepantes, hasta el traslado de Alfredo Cospito al 41 bis, son la representación misma de la política de guerra que nuestros dirigentes han puesto en marcha para la lucha en el frente interno.

Es posible oponerse a todo esto: los estibadores de muchas ciudades que se negaron a entregar material militar y las acciones directas que lograron poner obstáculos concretos a la maquinaria de guerra y a sus cómplices son prueba de ello.


¡Ninguna complicidad con los industriales de la muerte!


Ni en Spoleto ni en ningún otro lugar: ¡boicoteemos, obstruyamos y saboteemos la industria de guerra!

El enemigo no son los explotados del otro lado del frente, ¡sino el político, el industrial, el banquero que se enriquece con nuestra sangre!


Anarquistas en Spoleto. t.me/circoloanarchicolafaglia




 

La emancipación de la mujer nunca tendrá lugar en la sociedad capitalista: será el resultado de la lucha de los proletarios unidos en un mismo movimiento revolucionario de clase por el comunismo



Las repúblicas democráticas más avanzadas, además de presumir de un progreso cada vez mayor tanto en el terreno económico y social como en el técnico y científico, se jactan de haber alcanzado un nivel de civilización jamás alcanzado por ninguna sociedad anterior, y de poseer el único mecanismo político y social -la democracia en general- capaz de asegurar la superación de toda contradicción, de toda desigualdad, de todo enfrentamiento social, basado en un marco ideológico que sitúa en el centro la plena libertad e igualdad de todo individuo, tanto entre hombres y mujeres como entre naciones.

Toda constitución republicana ensalza los valores ideológicos, políticos y sociales que justifican cualquier lucha, cualquier guerra para destruir los obstáculos ideológicos, políticos y sociales representados por los restos de sociedades anteriores, generalmente categorizados como totalitarismo, autoritarismo, fascismo que la historia pasada y presente nos ha dado a conocer y que aún hoy existen en diferentes partes del mundo.

La burguesía de hoy, como la de ayer y la de mañana, concede un valor histórico inestimable a la búsqueda compulsiva de la ganancia, del beneficio, que no es otra cosa que el resultado económico y social de la explotación cada vez más intensa y bestial del trabajo , no sólo a nivel empresarial o nacional, sino mundial. La diferencia entre el siglo XXI y el siglo XIX radica únicamente en el creciente desarrollo del capitalismo a escala mundial: un desarrollo que no sólo ha significado progreso económico e industrial, sino que inevitablemente ha traído consigo -y aumentado sus peores consecuencias- las desigualdades, las opresiones, la violencia y las guerras que caracterizaron ese mismo desarrollo.

Los burgueses alaban al pueblo, pero el pueblo, en realidad, está formado por clases sociales antagónicas: la clase poseedora, la clase que posee todo -la tierra, la industria, el comercio, el transporte y todo lo que se produce- y defiende la propiedad privada de ello a través del Estado central, y la clase proletaria, la clase de los trabajadores asalariados, que no poseen nada y cuya vida depende exclusivamente de la explotación de su fuerza de trabajo por la clase poseedora, la clase capitalista. Estas son las clases principales de la sociedad moderna, las clases que tienen objetivos históricos bien precisos: la clase burguesa, antaño revolucionaria, que transformó la sociedad feudal en una sociedad superior mediante el trabajo asociado y asalariado y el desarrollo industrial, y la clase proletaria, es decir, la clase de los obreros y de todos los trabajadores que viven exclusivamente de su salario, que producen con su trabajo toda la riqueza de cada nación. Entre estas dos clases principales se encuentran las clases medias, los estratos de la pequeña burguesía que todavía representan la pequeña industria, el pequeño comercio, la pequeña propiedad terrateniente, y que cubren todas las funciones y tareas que requieren las empresas y las administraciones públicas, y que el desarrollo del capitalismo industrial y financiero no ha hecho desaparecer del todo, sino que, sobre todo en tiempos de crisis económica, constituyen una base social importante para la recuperación de la economía capitalista.

Por lo tanto, cualquier referencia al pueblo es, en realidad, un enmascaramiento de la realidad social que consiste, precisamente, en el antagonismo entre la clase burguesa dominante y la clase proletaria. Este antagonismo de clase no lo inventó el marxismo, sino que es el producto histórico de la división en clases de la sociedad, a través de la cual las clases dominantes, igual que ayer oprimían a todas las clases subalternas (campesinos, artesanos, pequeña burguesía urbana), hoy siguen oprimiendo a las clases trabajadoras de la burguesía. ¿Por qué la clase dominante necesita oprimir a las clases trabajadoras? Porque la clase dominante, siendo minoritaria, sólo puede ejercer su dominio sobre el conjunto de la sociedad a condición de doblegar, por la fuerza, a sus exigencias a las clases de las que, explotándolas, extrae la plusvalía, es decir, esencialmente el beneficio. Pero la opresión que la clase burguesa ejerce hoy sobre la clase proletaria no es la única que existe. Una vez que la burguesía se ha establecido nacionalmente como clase dominante y ha dado luz verde a la competencia, precisamente porque tiende a imponerse en el mercado (que es la salida necesaria para sus mercancías), defiende el régimen de propiedad privada y su dominación económica, social y, por tanto, política, enfrentándose a las demás clases sociales que la burguesía doblega a sus intereses específicos de clase. Dentro de este régimen principal de opresión se desarrollan todas las demás formas de opresión que caracterizan a cualquier sociedad dividida en clases, en particular la opresión de las mujeres y de las naciones más débiles.

El progreso civil, industrial y cultural de la burguesía no ha superado en absoluto las opresiones de las antiguas sociedades, sino que, en todo caso, las ha ampliado y extendido por todo el mundo. Así, a la opresión de las mujeres y de las naciones más débiles, ya conocida en las viejas sociedades, la burguesía moderna ha añadido la opresión salarial.

Con el desarrollo de la tecnología industrial, con el desarrollo del comercio y del mercado, aumentó la necesidad de producir más, de producir más cosas, de distribuirlas en más mercados a nivel nacional y cada vez más a nivel internacional. A la explotación del trabajo asalariado en la que participaban los proletarios varones, se añadió en algún momento la explotación del trabajo infantil y femenino: toda la familia proletaria se vio así implicada en la explotación capitalista. Las desigualdades salariales, que ya habían sido impuestas por las diferentes especializaciones industriales, se extendieron, acentuando las diferencias, también al sector del trabajo infantil y femenino. Y así, las mujeres, que ya sufrían la opresión que la sociedad burguesa heredó de las antiguas sociedades, vieron caer sobre ellas una opresión más, la de los salarios. Es evidente que estas opresiones pesan más sobre las mujeres proletarias, sobre las mujeres de la plebe y del campesinado pobre, mientras que pesan mucho menos sobre las mujeres que forman parte de la clase dominante burguesa.

La sociedad burguesa, con todo su progreso económico y social, con toda su civilización moderna, con todos sus valores de libertad e igualdad, de democracia, no ha sido capaz, más de doscientos años después de la gran revolución burguesa francesa, de superar las opresiones que caracterizaban a las viejas sociedades feudales y patriarcales que también fueron combatidas y superadas.

La libertad y la igualdad han seguido siendo palabras escritas en banderas y constituciones, pero en la realidad nunca han encontrado aplicación; y no por mala voluntad de la burguesía que, como revolucionaria, creía realmente que podía aplicarlas, sino por razones materiales muy precisas e inexorables: el modo de producción capitalista que la burguesía desarrolló enormemente tras destruir el poder de las antiguas clases dominantes no toleraba otra libertad que la del capitalista para explotar la fuerza de trabajo asalariada con el fin de aumentar su poder económico y social, la del capitalista en la lucha de competencia contra otros capitalistas; no toleraba ninguna igualdad que no estuviera dictada exclusivamente por los intereses económicos temporales compartidos con otros capitalistas. La libertad y la igualdad que la burguesía dominante reservaba, y reserva, a las masas explotadas y empobrecidas han sido siempre palabras vacías: promesas verbales y escritas que nunca se cumplen ni aplican realmente, con las que se engaña a las masas explotadas y empobrecidas.

E incluso cuando las burguesías aceptan aprobar ciertas leyes (sobre el derecho matrimonial, el derecho de familia, el divorcio, el aborto, la educación de los niños, la sanidad pública, etc.), bajo la presión de manifestaciones y luchas económicas y políticas que movilizan a grandes masas que exigen democráticamente la aplicación o el reconocimiento de al menos algunos derechos prometidos o consagrados en las constituciones que las propias clases dominantes se han encargado de redactar, lo hacen intentando limitar al máximo estas concesiones, y siempre están dispuestas, en situaciones posteriores, a retirarlas o simplemente a hacerlas particularmente impracticables (como, por ejemplo, la libertad de abortar, etc.).

Esto demuestra que la democracia, la colaboración interclasista, el "diálogo social", los debates parlamentarios, las peticiones, las campañas de recogida de firmas, etc., es decir, toda esa serie interminable de formas de presión que permite la democracia burguesa para obtener el reconocimiento de derechos considerados básicos para una sociedad civilizada moderna, no sirven absolutamente para garantizar que esos derechos sean reconocidos de forma real y sostenible. Por otro lado, las cartas constitucionales consagran el derecho a una vida digna, en plena seguridad, y la libertad de expresión y manifestación del pensamiento y mil "derechos" más que en realidad no son respetados por la justicia burguesa salvo en favor de los miembros de la gran burguesía.

¿Y qué hay del derecho de las mujeres a no ser objeto de violencia ni en el hogar, ni en el lugar de trabajo, ni en la calle ni en los lugares dedicados al ocio y el entretenimiento? ¿Qué pasa con las miles de formas de violencia que sufren las mujeres desde muy pequeñas, en las mismas familias donde se las educa para someterse a los hombres, para depender de ellos y para dedicarse por completo a las tareas domésticas y al cuidado de los hijos? ¿Qué pasa con las mujeres que pierden su trabajo por negarse a ceder ante el acoso y la violencia sexual de jefes y patronos? ¿Qué pasa con las mujeres que, en plena libertad de seguir sus propios sentimientos, deciden dejar al hombre con el que se habían juntado, y que es asesinado por él como si fueran de su propiedad y que no acepta que sea de otro? ¿Qué pasa con las mujeres que son golpeadas y torturadas por llevar mal un velo o por no haber sucumbido a un matrimonio concertado o a los deseos sexuales de su pareja?

La opresión de la mujer en la sociedad capitalista moderna se disfraza de mil maneras; se empuja a la mujer hacia el arribismo en la vida laboral, hacia un arreglo familiar acomodado, hacia la carrera por ganar dinero como sea y, al mismo tiempo, si está abandonada y sin trabajo, hacia el "trabajo más viejo del mundo", la prostitución. Políticos de todas las tendencias discuten sobre las "cuotas de género" para los candidatos a las elecciones, mientras que los intelectuales "a contracorriente" señalan que hay muy pocas mujeres al frente de empresas, especialmente en el sector público, muy pocas cancilleres o primeras ministras, casi ninguna presidenta de república, por no hablar de “generalas” o jefas de estado mayor... Los burgueses no son capaces de ver la realidad de su sociedad, aturdidos como están por sus propias mentiras. Esto no quita que tengan una sensibilidad particular para percibir instintivamente el peligro de un movimiento social que se sitúa en el terreno de una confrontación incluso dura con el poder político, como pueden haber sido las recientes movilizaciones de los pensionistas en Francia. Su temor es, en esencia, siempre el mismo: que los movimientos sociales que expresan un descontento general con la situación en la que sobreviven las masas proletarias y semiproletarias se desborden, rompiendo las barreras políticas y policiales erigidas específicamente para defender el orden establecido, y se encuentren con experiencias de lucha de clases que puedan constituir la base no de una lucha democrática, sino de una reanudación de la lucha de clases.

De hecho, mientras las cuestiones que conciernen específicamente a la opresión de la mujer permanezcan en el marco de la "cuestión femenina", afectando sólo a las mujeres, cualquier lucha que surja sobre estas cuestiones permanecerá amputada, inevitablemente estéril, como de hecho ha sido hasta ahora. La opresión de la mujer no puede separarse de la opresión general que la burguesía ejerce sobre el conjunto de la sociedad y, en particular, sobre la clase proletaria. La clase proletaria está formada por proletarios, está formada por trabajadores y trabajadoras exprimidos hasta la última gota de sudor y sangre, por un sistema económico y social que no puede sobrevivir a sí mismo sino como un tremendo vampiro, una tremenda máquina caníbal que se alimenta no sólo de la explotación de la mayor parte de la humanidad, sino de muertes sistemáticas en el trabajo, en la calle, en el hogar, en las cárceles, en las guerras.

La emancipación de la mujer, subrayaba Lenin, sólo puede producirse con la emancipación del proletariado del capitalismo. Es en la lucha conjunta de proletarios y proletarias contra los capitalistas, contra el sistema económico y social capitalista, contra el poder burgués y su Estado, donde la opresión de la mujer podrá encontrar la única respuesta real para superarla: la respuesta de clase. Mientras se mantenga el capitalismo y, por tanto, el poder burgués, no se superará ninguna forma opresiva de esta sociedad.


Las proletarias, ante todo, más que las mujeres en general, están llamadas a situarse en el terreno de la lucha de clases, porque son las más afectadas en todos los sentidos y porque sufren una doble opresión -doméstica y salarial- de la que, si no se unen a los proletarios masculinos en la misma lucha anticapitalista, nunca podrán emanciparse. Los proletarios varones también deben ser educados en la lucha anticapitalista superando el contraste entre los dos sexos que la sociedad burguesa alimenta sistemáticamente. Los varones proletarios no sufren la doble opresión a la que están sometidas las mujeres proletarias. Han estado acostumbrados a tratar a las mujeres como lo hace la burguesía, están influidos por la cultura machista y patriarcal típica de la burguesía. Pero en la lucha de clase contra la opresión salarial están codo con codo con los obreros que sufren las mismas condiciones de opresión, y es en esta lucha de clase unida y fraternal donde los proletarios encuentran la base para la lucha más general contra la sociedad burguesa y capitalista, como ocurrió en Rusia en octubre de 1917.

La emancipación de la mujer en aquella época, bajo la dictadura proletaria, comenzó con la abolición de todas las leyes que discriminaban a la mujer y, sobre todo, con el inicio de la lucha contra la esclavitud doméstica de la mujer y la prostitución, con la creación de comedores públicos y guarderías públicas, y con la incorporación de la mujer al trabajo productivo. Los pequeños trabajos domésticos humillantes y degradantes constituían las primeras barreras a la emancipación de la mujer que se derribaron: por ahí empezó el poder proletario. Queda mucho camino por recorrer para que llegue la revolución proletaria y comunista, y mucho camino por recorrer en la preparación del proletariado para la lucha de clases. Pero no es posible detener la historia, como no fue posible detener la revolución burguesa que comenzó a mediados del siglo XVII en Inglaterra y llegó hasta finales del siglo XVIII en Francia, y a partir de mediados del siglo XIX en Europa y luego en todo el mundo. Es el propio capitalismo, con sus contradicciones irresolubles, el que allana el camino para la reanudación de la lucha de clases y revolucionaria. La confianza en la historia, para los comunistas, nunca muere, ¡y por eso continuamos tenazmente nuestra lucha!


6-03-2024


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