En Praga, la pequeña burguesía nacionalista protesta contra la inflación galopante y el aumento constante de los precios y lucha por la preservación social

Los proletarios tienen otro camino que recorrer: el de la lucha de clases



El sábado 3 de septiembre, Praga fue escenario de una concentración de protesta de decenas de miles de personas, convocada por las más diversas organizaciones ciudadanas: conservadores, reaccionarios de derechas, nacionalistas, soberanistas, no-Vax y similares, bajo el lema La República Checa Primero. En la situación crítica creada por la crisis pandémica, luego la crisis energética y la subida excepcional de los precios de la electricidad, el gas y los alimentos, y la afluencia excepcional en pocos meses de cientos de miles de refugiados ucranianos que huyen de la guerra, ese eslogan expresa la competencia típica en situaciones de crisis entre la población autóctona y la población migrante, ya conocida en Alemania, Francia, Italia. La República Checa tiene algo más de 10 millones de habitantes y, hasta la fecha, la población ucraniana, incluidos los que llevan años instalados en el país y los refugiados recientes de la guerra, supera los 400.000. Y como ocurre en todos los países europeos, cuando la crisis económica golpea con fuerza a las puertas, una de las salidas al malestar social que proponen las fracciones burguesas de derechas es precisamente culpar a los gobernantes de quitar recursos a la población autóctona para dárselos a... los inmigrantes.

Pero muchos proletarios también participaron en esta manifestación, uniéndose a las protestas contra el gobierno que no se ha encargado de apoyar con ayudas y bonificaciones adecuadas a las familias y empresas que han caído en dificultades debido a la nueva crisis provocada por la hiperbólica subida del coste de la energía (desde octubre de 2021, muchas empresas han cerrado despidiendo a miles de trabajadores). Los sindicatos oficiales, la oposición parlamentaria y el propio gobierno se vieron sorprendidos por una manifestación "espontánea" de esta magnitud; naturalmente, se lanzaron contra los manifestantes las habituales acusaciones de ser "prorrusos". El hecho es que, al no existir organizaciones obreras de clase para la defensa inmediata, los proletarios impulsados a expresar su profundo malestar acaban fácilmente absorbidos por manifestaciones nacionalistas de este tipo.

Los sindicatos oficiales, tratando de salvar la cara, aprovecharon el tradicional congreso de septiembre que vienen celebrando desde 2015, titulándolo demagógicamente Contra la pobreza, y anunciaron una manifestación para el sábado 8 de octubre, declarando que "el Gobierno tiene hasta el 8 de octubre para actuar". Por desgracia, hasta ahora tenemos pocas razones para creer que pueda hacerlo. Estamos insatisfechos, enfadados, decididos a luchar por una República Checa mejor. El gobierno tiene mucho tiempo para actuar.... "El nacionalismo no es, por tanto, sólo 'de derechas'. Y, en un intento de acaparar algo de confianza de los trabajadores, los sindicatos exigen un aumento del salario mínimo en el plazo de un año, de 18.200 a 20.200 coronas checas (de 740 a unos 820 euros). Oh, Dios, quién sabe el miedo que tendrá el gobierno si no hace .... ¡algo!... Es típico de los sindicatos colaboracionistas amenazar con palabras y plegarse con hechos a las exigencias del capital, saboteando sistemáticamente las luchas y reivindicaciones obreras, lo que, por un lado, provoca la parálisis del movimiento obrero y, por otro, empuja a los proletarios más atrasados a los brazos de la derecha nacionalista.

La crisis económica golpea con fuerza a todos los países, y no es "culpa" de la especulación con el gas o los cereales. La especulación en los regímenes capitalistas siempre ha existido; en todo caso, se exacerba en presencia de una crisis económica más general: ayer la pandemia del Covid-19 fue la ocasión para los súper beneficios de las empresas farmacéuticas; hoy la "guerra del gas" y la "guerra del trigo" dan paso a los súper beneficios en los sectores energético y alimentario. Este año, sobre todo en los países europeos, ha habido un nuevo periodo de crisis debido a las consecuencias de la guerra ruso-ucraniana.

En esta guerra -que dura ya 200 días y cuyo final no se vislumbra- los países de la Unión Europea, fuertemente instados por Estados Unidos, acordaron apoyar las razones de Ucrania frente a las de Rusia. La Unión Europea, y por supuesto Estados Unidos, se lanzaron al terreno del enfrentamiento económico-financiero y comercial con una serie de paquetes de sanciones que supuestamente pondrían a Rusia en una posición tan difícil que rápidamente pondría fin a su llamada "operación especial en Ucrania" y, al mismo tiempo, devolvería a Ucrania su "plena soberanía". Rusia, por su parte, respondió con otras tantas medidas económico-financieras relacionadas principalmente con las materias primas (gas y petróleo, sobre todo), por ejemplo, exigiendo que sus suministros se paguen en rublos y abriendo o cerrando los grifos de los gasoductos. Ni las medidas económico-financieras ni las policiales han dado los resultados esperados por ninguna de las partes. Los efectos inmediatos de las sanciones europeas a Rusia han sido en realidad mucho más negativos para los países europeos que para Rusia.

Por su parte, la República Checa, adhiriéndose obviamente a las sanciones decretadas por la UE, no sólo produce electricidad a partir de centrales de carbón, sino también, para más de un tercio de sus necesidades nacionales, a partir de sus dos centrales nucleares de Temelín y Dukovany, consolidando así su posición de exportador neto de energía. Pero esto no la protege de la subida generalizada de los precios que dependen de los mercados internacionales. Su mayor intercambio (entre importaciones y exportaciones) es con Alemania, y cuando Alemania entra en recesión, como lo ha hecho recientemente, la República Checa también entra en recesión, con consecuencias cada vez peores para las masas proletarias tanto en términos de salarios y condiciones de trabajo, como en términos de desempleo.

Mientras tanto, la guerra ruso-ucraniana continúa. Rusia ha reducido cada vez más el suministro de gas a Europa (Alemania e Italia son los dos países más dependientes del gas ruso desde hace unos veinte años), y mientras los europeos buscan frenéticamente otros proveedores, sobre todo de gas, Rusia busca otros países clientes a los que suministrar su gas y otras materias primas cuya exportación a Europa está impedida desde hace meses; China, India y otros países asiáticos están sustituyendo prácticamente a los importadores europeos en gran medida.

La guerra que se libra en Ucrania, como fue evidente desde los primeros momentos, ha desencadenado una guerra económica sin precedentes, en la que se desarrollan especulaciones de todo tipo e inevitables choques de intereses contrapuestos entre los propios aliados. Un ejemplo: la tan cacareada exigencia de acordar, en el seno de los países de la UE, un tope para los precios del gas con el fin de mitigar la subida de los precios no sólo de la energía, sino de toda la producción industrial y agrícola que depende de la electricidad producida en gran parte por centrales de gas, sigue siendo una piadosa ilusión porque la dependencia del gas ruso se ha convertido en una dependencia del gas de Noruega, Argelia y otros países y, para el gas licuado, de Estados Unidos. Así, al aumento desproporcionado de los precios en todos los países, se añade una nueva guerra económica entre los aliados europeos, que, a pesar de la pregonada búsqueda de una política "comunitaria" (en la línea de la adoptada para las vacunas contra la Covid-19), tiende a exacerbar los desacuerdos y los contrastes que, a la larga, sólo pueden conducir a verdaderos choques económico-políticos.

La clase proletaria, como en todo período de crisis económica y, con mayor razón, de guerra, se ve directamente afectada en sus condiciones de existencia y de trabajo; pero su capacidad de reacción en el terreno de la lucha de clases, tras décadas y décadas de colaboracionismo interclasista aplicado tanto a nivel sindical como político, se ha reducido prácticamente a cero. Por lo tanto, como ha sucedido hoy en Praga, pero como ha sucedido hasta ahora en todas las metrópolis capitalistas, las capas más marginales y atrasadas del proletariado se dejan llevar fácilmente por el nacionalismo más feroz, mientras que el grueso del proletariado permanece aislado, fragmentado, paralizado. Hasta que no sea capaz de salir del retroceso generado por las drogas de la democracia y el individualismo, seguirá siendo prisionero de las políticas colaboracionistas en las que el oportunismo sindical y político lo ha sumido. Y no verá que el futuro cercano que le prepara la clase dominante burguesa será de lágrimas y sangre.

Hoy, en Praga, Berlín, Varsovia, Bucarest, como en Roma o París, los ecos de la guerra en Ucrania no llegan con bombas y misiles, sino a través de las grandes masas de refugiados, principalmente mujeres y niños. Esto no quita que se trate de una guerra europea y que tenga un carácter imperialista, aunque esté localizada geográficamente hasta ahora en Ucrania. Es imperialista, no sólo porque el imperialismo ruso ha invadido con sus tropas el territorio ucraniano -justificándose con que el Estado ucraniano, durante 8 años, tras la secesión prorrusa de Crimea, ha oprimido sistemáticamente a la población prorrusa de las regiones del Donbass (la zona más industrializada de Ucrania y engrosada de materias primas)- sino porque En Ucrania, como ayer en la antigua Yugoslavia, y en Irak, Libia, Afganistán, el Cáucaso y Siria, los intereses imperialistas están en juego por parte de todas las potencias imperialistas, más o menos directamente implicadas en estas guerras locales.

Apoyar la guerra política, económica y militarmente significa exprimir aún más las condiciones de vida y de trabajo de las masas proletarias en los países afectados por las exigencias de la guerra, implicando inevitablemente también a amplias capas de la pequeña burguesía urbana y agraria. Por lo general, son precisamente estos estratos pequeñoburgueses, asustados ante la idea de precipitarse en las precarias condiciones de existencia propias del proletariado, los que se movilizan contra los gobiernos que no los protegen de ese precipicio. Y al movilizarse arrastran con ellos a los proletarios, generalmente los más atrasados, que comparten la mentalidad individualista y pequeñoburguesa típica de la pequeña burguesía.

Todas las potencias imperialistas, normalmente enfrentadas entre sí y combatiendo por todos los medios en la escena mundial, se mueven en base a las mismas motivaciones: conquistar mercados y territorios sustrayéndolos a la influencia de los imperialismos competidores, y explotar no sólo a su propio proletariado nacional, sino también a los proletarios de los países sometidos a las políticas e intereses de los países imperialistas dominantes. Ahora es el turno de Ucrania, cuya burguesía dominante, tras el colapso de la URSS en la década de 1990, tuvo que decidir si se aliaba con el imperialismo ruso o con los imperialistas competidores de Rusia, Estados Unidos en primer lugar y, a su vez, los países de la Unión Europea. No es casualidad, de hecho, que desde su independencia en 1991, las relaciones con la OTAN se iniciaran con vistas a su futura adhesión. En sus primeros veinte años como país "independiente", Ucrania siguió oscilando entre Rusia y EE.UU./UE, pero desde 2008 se han formalizado las negociaciones para el ingreso de Ucrania en la UE, siguiendo, por otra parte, el mismo curso que ya habían tomado la mayoría de los países de Europa del Este, antaño dominados por Moscú. La guerra en curso aceleró los pasos burocráticos de la adhesión a la UE, y desde el 23 de junio de este año la candidatura de Ucrania a la UE es oficial; mientras tanto, como candidato, además en guerra con el enemigo "común" ruso, disfruta de muchas ventajas económicas y financieras.

La burguesía ucraniana sabe que está en deuda con las burguesías imperialistas de Occidente que la apoyan y financian en la guerra contra Rusia para doblegarla a sus intereses en la futura paz. Mientras tanto, los proletarios ucranianos, y los proletarios rusos enviados al frente, se hacen matar defendiendo una "patria" que no es más que la cárcel en la que se ven obligados a ser súper explotados como trabajadores asalariados y como soldados. La misma suerte han corrido todos los proletarios movilizados en las pasadas guerras mundiales y en todas las guerras locales que han salpicado la historia reciente del capitalismo imperialista. En Praga, la derecha nacionalista y los nacionalistas "de izquierdas" gritan el mismo eslogan: viva la República Checa, para unos debe ser "primera", para otros debe ser "mejor". Esto sólo significa una cosa, que los proletarios deben dar su vida en la paz y en la guerra a la "República Checa", es decir, a la clase burguesa dominante, como si no hubiera otra alternativa.

Pero para la clase asalariada, la alternativa existe, aunque no la vea ni la perciba hoy. Es independizarse de la clase burguesa y de todas las fuerzas de conservación social y del oportunismo colaboracionista. El derrotismo contra la guerra imperialista de hoy y de mañana debe apoyarse en el derrotismo aplicado en tiempos de paz contra los intereses económicos, empresariales, nacionales o internacionales de los capitalistas. El antagonismo de clase que la burguesía aplica a diario contra las masas proletarias -aplastándolas en condiciones intolerables de existencia y trabajo- debe ser también reconocido abiertamente por la clase proletaria y debe empujarla a luchar por sí misma y no por la burguesía, empezando a luchar por defender sus propios intereses inmediatos que -y es la propia burguesía la que lo demuestra- son material y objetivamente antagónicos a los de la burguesía. Luchar en el terreno de la clase significa exactamente esto: luchar exclusivamente por los propios intereses de clase que son tales en la medida en que unifican a los proletarios en la misma lucha. La lucha por el aumento de los salarios y la reducción drástica de la jornada laboral, la lucha por el salario íntegro de los desempleados y por la igualdad salarial entre hombres y mujeres, son reivindicaciones unificadoras que combaten la competencia entre proletarios y generan la solidaridad de clase que es el motor de la lucha proletaria incluso cuando la lucha termina o es derrotada. Igualmente, luchar contra el envío de soldados al frente, contra el envío de armamento a los beligerantes, son acciones de clase, en la línea de la solidaridad proletaria antiburguesa.

Ante la parálisis general desde el punto de vista de clase en la que se encuentra hoy el proletariado, en todos los países de Europa y del mundo, estas reivindicaciones pueden parecer "fuera de la realidad", "utópicas", "inalcanzables". Los oportunistas lo dijeron incluso en 1914, al estallar la primera guerra imperialista mundial, tras abrazar la causa nacional y suscribir las reivindicaciones bélicas; lo repitieron una y otra vez ante la segunda guerra imperialista mundial, esta vez reforzando su acción antiobrera con la justificación de la guerra "patriótica" y "antifascista"; Lo han repetido una y otra vez ante cada guerra que el imperialismo, no importa si del Este o del Oeste, ha desencadenado para repartirse el mercado internacional de otra manera; lo repiten hoy, ante el enemigo de turno, Rusia, y quizás mañana China, dibujando escenarios dramáticos de invasiones en cadena en los países altamente civilizados de Europa y de peligros inminentes de guerra atómica. Pero el objetivo social principal no cambia: para la burguesía y los colaboracionistas, es importante que el proletariado no comience a luchar sólo por sí mismo, por lo que debe ser sometido sistemáticamente a las exigencias imperialistas del momento, explotando su fuerza de trabajo lo más intensamente posible en la producción, la distribución y los servicios, para convertirlo en carne de cañón cuando la guerra imperialista llame a las puertas.

Contra la certeza de esta perspectiva de destrucción y muerte sólo el proletariado puede levantarse como un gigante rompiendo las cadenas que lo mantienen cautivo del capitalismo y la burguesía. El futuro del proletariado está en la reanudación de la lucha de clases, no en la defensa de la "patria".

 

 

Partido Comunista Internacional

12 de septiembre de 2022

www.pcint.org


 

 

La “puebla” rechazó

X victoria aldunate morales, lesbiana feminista antirracista

 

 

Los movimientos que cuestionaron el acuerdo de Paz de Boric del 15 de 

noviembre 2021, que dijeron que era “espurio”, “a espaldas del pueblo” 

y “de la puebla”, se unieron a los resultados de ese mismo acuerdo 

haciendo campaña por el “apruebo”, y actualmente juzgan al “pueblo” 

y lo definen como escasamente inteligente, fantoches que se creen ricos, 

de bajísima calaña, “ojo de plata”. En este caso, “ojo de bonos”.


Tampoco parecieron remecidos con el nuevo acuerdo del 11 de agosto 2022 

a las 3 de la mañana, que reponía el estado de excepción, limitaba las 

autonomías indígenas y fortalecía las AFP. Y es que de antes ya sabían 

que la cosa era escuálida. Ni por asomo se estaba expulsando a las 

trasnacionales que nos cobran el agua, la luz y el teléfono. A estos sectores 

no les importaron las promesas incumplidas a lxs presxs políticxs de 

la Revuelta, invisibilizaron el E$tado de excepción cinco veces renovado 

en territorios de resistencia mapuche, callaron la huelga de hambre de 

presos políticos mapuche, hicieron vista gorda con las comunidades 

allanadas y el asesinato por civiles de Eloy Manquemán. ¿Qué pasó con 

las whipalas y banderas mapuche que llevaban en sus "apruebazos"?

Son más sorprendentes que el “rechazo”, si hasta hace poco gritaban 

“¡que se vayan todos!”, y que “nuestros sueños no caben en sus urnas”, 

pero apostaron a ese camino, quitaron sus energías y conocimientos al 

activismo autónomo, los pusieron en un “apruebo de salida” para el mal 

menor. No les fue bien, y con escasa tolerancia a la frustración por no 

haber sido escuchados, han tratado a su pueblo y a su puebla de “ignorantes” 

que no leyeron la “nueva constitución” que era –en la opinión de estos 

jueces y juezas- “como del primer mundo”.


 

No era feminista

La “nueva constitución” era un texto enriquecido y docto, plagado de 

simbólicas categorizaciones, pero evadiendo entre líneas la destrucción 

del sistema de mercado.

No era una “constitución feminista”. El feminismo se opone radicalmente 

al patriarcado por lo que no puede ser neoliberal.

¿Puede acaso ser “feminista” una constitución latinoamericana que no 

nacionaliza los recursos naturales saqueados constantemente por el primer 

mundo y que explota a las mujeres?


Mencionaba “el género”, sí. Y buscándole matices –tal vez- “habría sido 

hermoso” por un instante, por ejemplo para las que apoyamos el aborto, 

pero como claramente Chile, sus gobiernos, sus partidos, sus instituciones, 

solo utilizan el feminismo, eso no pasó.

A pesar de tanto medio e institución a su disposición, el feminismo del 

gobierno ni ha movido “la cuerpa” de la moralidad y la feminidad sacra. 

Es más, ha reforzado el matrimonio, la familia, la patria, la moralidad, 

la bandera, la seguridad, contribuyendo a mantener la reproducción como 

el sistema de esclavitud que es.

El feminismo gobiernista se ha concentrado en halagar la feminidad combinada 

con acciones callejeras grandiosas, de las cuales las más populares han 

apuntado a develar que las mujeres somos víctimas de violaciones y acosos. 

Y lo somos, pero cuando esa intensidad de denuncia se adhiere a todas 

las instituciones hegemónicas que sostienen la impunidad de la violencia

estructural contra las mujeres, solo deja incólume la mujer sufriente 

(aunque osada) que por su sacrificio merece "ser incluida". La prescripción 

de “autoestima” y “mi cuerpo es mío”, no alcanza, y diluye toda radicalidad 

que es la única que garantiza la destrucción del patriarcado.

Este gobierno que es identificado por las votantes como “feminista” y con la 

(ahora ex) “nueva constitución”, ha adulado -un montón- a las mujeres 

madres (luchonas) que se empoderan en las instituciones ciudadanas, 

en las gerencias y en los gobiernos. De hecho nos ha entregado a sus 

ministras lactantes como las representantes de todas las demás, también 

ha hecho un mañoso reconocimiento al trabajo doméstico (que nombran 

“cuidados”), que podría darles a algunas con hijes pequeñes y otros 

deberes de esclavitud femenina, algunas lucas mensuales (que nunca 

están demás), pero así y todo, la puebla lo rechazó. ¿Cómo entenderlo 

si “el feminismo iba a triunfar”, paradójicamente, con Boric?


 

Puebla “ojo de bono”

En realidad, mucha gente en $hile recibimos pensiones y bonos, un montón 

reclaman su tajadita del sistema de mercado y la mayoría se enorgullece 

de su esfuerzo individual exaltado por todos los gobiernos (incluido Boric),

y por los dueños del país. También esta ciudadanía odia la delincuencia 

porque “hace plata rápido”, mientras ellos pasan la mayor parte de su 

tiempo, produciendo. Pero igualmente parece que esta “puebla” no llega 

a ser tan “ojo de plata” como los economistas de bancos salidos de 

universidades del primer mundo, los dueños de las AFP y el propio 

gobierno actual, al que, ahora, gracias al “rechazo”, se la dará la fiesta 

en paz con los inversionistas.

Tal vez por eso el tambaleo del “apruebismo” fue enorme. Sus campañas 

decían algo así como que la “nueva constitución” “no era tan buena, 

pero era mejor que lo que había”, también reforzaron que “independiente 

del resultado”, “el país debía unirse bajo una sola bandera”: despedida 

suave a esa “plurinacionalidad” que igualmente no garantizaba nada más 

que un símbolo.

Para gobernar en $hile hay que ser Dere$ha, y el gobierno actual lo hace 

bastante bien.

 


 

Gran Bretaña

A pesar de todas las dificultades y obstáculos -la brutalidad de los conservadores, la hostilidad de los laboristas, la traición de los sindicatos- los proletarios se movilizan para defender sus intereses.


LA CUNA DEL CAPITALISMO DURAMENTE GOLPEADA POR LA CRISIS MUNDIAL


El estado de tensión en que ha entrado el capitalismo mundial en los últimos años se explica por su propia naturaleza. Esta economía de la anarquía, de la competencia y del enfrentamiento permanente, que ha alcanzado un cierto grado de evolución de todas sus contradicciones y antagonismos, se agrieta peligrosamente y está a punto de estallar bajo todas estas presiones. La crisis provocada por el Covid y la guerra imperialista en Ucrania se han combinado para sumir al capitalismo, ya de por sí sufriente, en una crisis del nivel de la de 1975, que tiene como telón de fondo no el fin de los años de expansión definidos por los economistas burgueses como los "treinta años gloriosos", sino el comienzo de un período mucho más oscuro en el que la guerra armada e imperialista sucede a la anterior guerra económica exacerbada, una diferencia, ésta, que no es insignificante.

Gran Bretaña, con su capitalismo liberal "duro y puro" de tradición secular, ya estaba sufriendo el Brexit, que le habría hecho perder entre el 3 y el 4 por ciento de su PIB anual (1), ha sufrido todos los efectos de la crisis, que ha provocado un aumento de todos los precios digno de las crisis capitalistas más graves de la historia.

Ya el 1 de abril de 2022, el "viernes negro", la factura del gas aumentó para los proletarios una media de 708 libras (unos 800 euros) al año, lo que corresponde a un aumento del 50%. En la misma fecha trimestral, los impuestos sobre la vivienda aumentaron un 3,5% y las cargas sociales sobre los salarios un 1,5%. Los operadores de telefonía también anunciaron aumentos del 10% en las tarifas. A ello se sumaron las primeras subidas de precios importantes en alimentos, productos de higiene, electricidad y combustible.

Pero esto es sólo el principio. El precio del gas subirá hasta un 78% en octubre y se triplicará a finales de año (2). Según la misma fuente, el precio incluso se cuadruplicará en la primavera de 2023. Para dar una idea del aumento de los productos alimenticios, señalamos el de la leche (26%), la mantequilla (21%), la harina (19%) y la pasta (16%). Es imposible que el proletario baje en la elección del producto para compensar estos aumentos, porque ya ha llegado al fondo.

En marzo, los especialistas en cortinas de humo económicas hablaban de un aumento del coste de la vida de al menos del 7% este año. Hoy tienen que admitir que más probablemente será del 13%. Pero un banco estadounidense, Citi, ha previsto un aumento del 18% para principios de 2023. Explica que, para hacer frente a la inflación, el Banco de Inglaterra podría subir el tipo de interés hasta el 6 o el 7 por ciento, mientras que hoy, después de haberlo subido ya, está en el 1,75 por ciento. Esto estrangularía completamente el mercado financiero y enviaría a todos los inversores a casa. Hay que remontarse a los años de la crisis del petróleo para encontrar una inflación de esta magnitud. En el Reino Unido, en 1975, la inflación había subido al 25% (3), para bajar al 16,9% al año siguiente. Pero el periodo de alta inflación duró hasta principios de los años ochenta.

Para millones de proletarios hoy sólo hay una alternativa: comer o calentarse. La pobreza ha aumentado drásticamente. Según diversas fuentes, el 17,1% de la población, es decir, 10,5 millones de personas - 1 de cada 8 trabajadores - vive por debajo del umbral de la pobreza. UNICEF calcula que el 20% de esta población sufre inseguridad alimentaria. En concreto, 4 millones de niños están por debajo del umbral de la pobreza y, de ellos, el 30% sufre inseguridad alimentaria. Bajo el impacto de una vida cada vez más cara, la situación no hace más que empeorar.


LA MOVILIZACIÓN DE LOS TRABAJADORES, ORGANIZADA POR LOS SINDICATOS, ESTÁ ENJAULADA POR LAS HUELGAS "SINCRONIZADAS”


Para contrarrestar estos violentos ataques del capital contra lo que es esencial para su supervivencia, los proletarios de Gran Bretaña se han movilizado desde principios de año, pero los movimientos de huelga han comenzado a extenderse especialmente desde julio. El eje reivindicativo de las luchas es indiscutible: es la cuestión de los aumentos salariales para hacer frente a la inflación. En una situación ideal, si hubiera existido una experiencia previa de lucha de clases, ésta habría sido una formidable base reivindicativa para unificar y fusionar todas las huelgas en un solo bloque obrero. Pero este no era el caso en absoluto.

Las huelgas en el transporte comenzaron en agosto. Entre los trabajadores del ferrocarril ya hubo agitaciones los días 21, 23 y 25 de junio y el 27 de julio tras el fracaso de las negociaciones. Los sindicatos RMT y TSSA (4) organizaron las agitaciones según la táctica de "huelgas coordinadas" o "huelgas sincronizadas". Adoptando este método para romper la fuerza y el impacto de las luchas, los sindicatos del transporte público fueron a la huelga los días 18 y 20 de agosto. 50.000 trabajadores participan en la huelga. Pero los conductores del sindicato ASLEF (5) no estaban asociados a la huelga de RMT y TSSA. Hicieron huelga el 30 de julio y el 13 de agosto, afectando a 9 de las 13 compañías ferroviarias. El 19 de agosto, los conductores del metro de Londres y de los autobuses hicieron huelga.

El 3 de agosto estalló una huelga espontánea (que la burguesía británica denominó "huelga salvaje") en Amazon, en Tilburry. La dirección proponía un aumento salarial del 3%, mientras que la inflación ya era del 9,4% en junio. El salario ofrecido por Amazon era de 11,45 libras por hora, mientras que los trabajadores exigían 15 libras. También se produjeron paros en Amazon en Coventry y Bristol.

El 21 de agosto comienza una huelga "sincronizada" de ocho días de los estibadores de Felixstone (1.900 huelguistas de un total de 2.500 empleados). Una vez más, las demandas eran de aumento salarial. También en Liverpool los estibadores votaron a favor de la huelga, pero en el momento de redactar este informe aún no se conocen las fechas "sincronizadas" (6).

Los trabajadores de BT (British Telecom) también fueron a la huelga, de nuevo en la forma escalonada impuesta por la dirección del sindicato, en este caso el CWU (7). La huelga se escalonará a lo largo del verano: el 29 de julio, el 1 de agosto y están previstas otras jornadas de huelga los días 30 y 31 de agosto. La huelga afecta a 40.000 trabajadores.

El 97% de los 100.000 trabajadores de Royal Mail votaron a favor de la huelga. Su huelga también se dividirá en tres días, los días 26, 27 y 30 de agosto. Esto también es obra de la CWU.

Hay otros sectores que llaman la atención: en las refinerías y en las centrales eléctricas, pero, al parecer, de forma más espontánea.

Por último, será el turno de la movilización de los sectores de servicios públicos: profesores, bomberos, sanitarios, recolectores de basura, trabajadores de aeropuertos e incluso trabajadores industriales. Pero el peso de los sindicatos oficiales es tal que sus huelgas no escaparán a su organización "sincronizada" y bloqueada.


EL PAPEL SERVIL DE LOS SINDICATOS


Lo que llama la atención de todas estas huelgas es su total dispersión organizativa y temporal, su hermética compartimentación entre unas y otras, mientras que en teoría los poderosos sindicatos británicos tendrían la capacidad de movilizar a todos en un solo movimiento. Pero eso significaría pedirles que sean lo que en absoluto son, y sería un gran error siquiera pensar eso. Sin embargo -pero este es otro tema- un sector de la llamada extrema izquierda está cortejando a algunos sindicatos como el RMT.

En realidad, los sindicatos están cumpliendo cuidadosa y eficazmente su papel de garantes de la paz social y el orden público en un momento de la historia en el que todo podría ir mal socialmente y la burguesía podría enfrentarse a un adversario de clase libre, independiente de las limitaciones burocráticas de los sindicatos, que no se dejará embaucar y podrá utilizar sus armas de clase. Su estrategia consiste en fragmentar las huelgas controlando su organización y sus objetivos, minando cualquier voluntad de los proletarios de luchar directamente contra la patronal, y perjudicando así lo menos posible los intereses de la economía nacional, de las autoridades políticas del país y de las clases dirigentes cómodamente instaladas en sus fortunas personales. Esta estrategia de fragmentación y división se combina hábilmente con las restricciones y limitaciones legales que dificultan la organización de las huelgas. La política sindical de control social se ve facilitada en gran medida por el arsenal jurídico del Estado, que impone una carrera infernal llena de obstáculos de procedimiento para validar una huelga y que, a pesar de algunos gritos de indignación de algunos burócratas sindicales, recibe realmente el pleno asentimiento de sus apparatchiks. La codificación legal de las huelgas proporciona el marco, las herramientas y la justificación política a las direcciones sindicales para sus métodos antiobreros y refuerza su aparato burocrático.

Estos procedimientos tienen una historia que se remonta a las grandes huelgas de mineros de 1984-1985, aplastadas por la brutal represión estatal dirigida entonces por la despiadada Margaret Thatcher. Tras aplastar las huelgas, el gobierno británico impuso toda una serie de leyes e impedimentos legales para evitar que los proletarios organizaran futuras huelgas en las empresas, tanto privadas como públicas. Todas estas restricciones tuvieron el efecto de reforzar el poder de control de los sindicatos sobre la clase obrera. Desde entonces, los proletarios ya no pueden escapar tan fácilmente del control de los sindicatos sobre la dirección de sus luchas o la organización de clase de la solidaridad. El aparato sindical y sus especialistas jurídicos parecen ser el medio ineludible para superar los escollos de procedimiento para hacer una huelga legal. Y si un secretario de sindicato se encuentra incómodo con estas leyes, sabe que si no las sigue al pie de la letra, la espada de las sanciones legales caerá sobre su cabeza, por lo que se plegará a ellas y acabará acostumbrándose...

¿En qué consiste este arsenal jurídico?

- Para convocar legalmente una huelga en una empresa, los proletarios deben organizar una votación de todos los miembros del sindicato y obtener al menos el 40% de los votos a favor. Este procedimiento es obviamente un freno a la espontaneidad e independencia de la organización de las luchas y lleva a devorar innecesariamente energía y tiempo, e incluso semanas en el caso de las grandes empresas. Todo el tiempo ganado por la patronal para organizar su respuesta, en particular dividiendo y desmoralizando a los trabajadores, infundiendo dudas en sus filas para minar su determinación.

- Obtener una mayoría de los miembros a favor de la huelga es una condición necesaria, pero no suficiente. También debe alcanzarse un quórum mínimo de votantes. Se requiere al menos un 50% de participación en la votación.

- Las huelgas de solidaridad de una categoría de proletarios distinta de los huelguistas o de otras empresas del mismo sector están simplemente prohibidas.

- La ley autoriza la intervención de esquiroles [trabajadores temporales o sujetos al escuálido "contrato cero" (8)] para sustituir a los huelguistas y, obviamente, prohíbe a los piquetes, bajo pena de sanciones, para oponerse a su entrada en la empresa (en la práctica, la policía está siempre presente para garantizar este acceso y evitar cualquier contacto de los esquiroles con los huelguistas que podría persuadirles de dar marcha atrás).

Todas estas leyes antiobreras llevan, obviamente, la firma del Partido Laborista que se sentía muy feliz con la protección que estas leyes le proporcionaban durante su época a la cabeza del Estado.

Por lo tanto, en el movimiento huelguístico de este año, los sindicatos tienen el control total de la decisión de convocar, dirigir y liderar las huelgas. Los organizan como si estuvieran cortando un salami y esparciendo las lonchas por la mesa. Este método de dispersión bajo el pretexto de la "sincronización" y la "coordinación" impide a los proletarios toda continuidad en la acción y bloquea toda convergencia y unidad de sus luchas entre sí.

La burguesía, y la patronal en particular, no pueden dejar de pensar que los brutales ataques a las condiciones de vida de la clase obrera no la harán contraatacar. Están dispuestos a luchar, y su primera medida en esta guerra entre clases es debilitar a los proletarios confinando sus luchas a las estrategias sindicales de dividir, limitar y fraccionar la duración de las huelgas y, por supuesto, de respetar las leyes y reglamentos que limitan, bajo pena de sanciones legales, todas las ampliaciones y extensiones posibles. La patronal y los sindicatos están, pues, íntimamente aliados con el fin de romper cualquier movimiento de clase del proletariado.

El RMT incluso se felicita por haber organizado brillante y eficazmente las llamadas huelgas "sincronizadas" (9). ¿Pero de qué sincronización estamos hablando? El término "sincronizado" oculta hábilmente lo que en realidad es dispersión y aislamiento. No se "sincronizan" para hacer de las luchas entre las diferentes categorías de trabajadores un bloque compacto, que actúe al mismo tiempo, sino para impedir que los trabajadores se unan en un frente unido y solidario.

El RMT (y sus sindicatos hermanos no son diferentes) también tiene un objetivo político burgués: ayudar a obstruir al gobierno conservador en sus prerrogativas tan pronto como se conozca al nuevo primer ministro. Mick Lynch, el secretario general, ha declarado: "Si conseguimos que las empresas negocien libremente sin verse limitadas por el gobierno, podremos negociar un acuerdo [necesariamente a la baja, N. del Ed.] en esta disputa y hacer que los ferrocarriles vuelvan a estar a plena capacidad. (10) El RMT, que se desvive por no unificar las huelgas, pide incluso, a través de Lynch, una huelga general (¡sic!) si Liz Truss -una conservadora que aspira a sustituir a Boris Johnson y que ya ha prometido lágrimas, sangre y sudor a los proletarios- es elegida a principios de septiembre como jefa de Gobierno. Son bravatas que no asustan a nadie y que en su mayoría son ridículas, pero revelan que los sindicatos también quieren establecer sus propios términos sobre su compromiso de garantizar la paz social manteniendo la lucha de los trabajadores dentro de los límites permitidos por el capitalismo y sus agentes de todo tipo. "¡No nos pongáis las cosas difíciles!", parecen decir a los radicales del partido conservador.

La situación de degradación general y profunda de las condiciones de vida de la clase obrera tiene hoy una causa común para todos los trabajadores y en todos los países, independientemente de su nacionalidad, sexo, edad, color, ocupación, etc.: la inflación. La historia ofrece a la clase obrera una oportunidad extraordinaria para unificar sus reivindicaciones sobre una única base, la de la lucha por el salario y el poder adquisitivo. Pocas veces el contexto ha sido tan favorable para orientar y organizar la lucha inmediata en un solo frente contra su único enemigo, el capitalismo. La burguesía, el oportunismo político y el reformismo, y los sindicatos colaboracionistas de clase lo saben bien y actúan, cada uno en su terreno y con sus propias responsabilidades, manteniendo alguna apariencia de desacuerdo, para evitar la pesadilla del riesgo de una lucha de clases que podría renacer.


EL PARTIDO DEL TRABAJO CONTRA LAS HUELGAS


Que los laboristas, ante las evidentes grietas del Partido Conservador, se preparen para volver a gobernar un día el país, ya no es una primicia. Ya están anunciando su orientación a la clase obrera: su "reformismo" será muscular e intolerante con cualquier vago deseo de lucha por parte del proletariado.

Keir Starmer, el nuevo líder del partido a partir de marzo de 2022, tras Jeremy Corbyn, es muy claro al respecto. En cuanto se convirtió en líder laborista, prohibió a los miembros responsables de su partido, diputados o ministros en la sombra (11), presentarse en los piquetes de huelga y declaró que sancionaría cualquier indisciplina en este ámbito, lo que hizo. Starmer, que quiere demostrar su "responsabilidad" con el orden social y la economía nacional, está claramente en contra de la huelga y lo hace saber simultáneamente a la burguesía, dentro de su partido y al proletariado. Ahora sabemos cómo piensa poner en práctica sus deseos como nuevo líder laborista: "Es un honor", declaró al ser nominado, "y un privilegio ser elegido líder del Partido Laborista. Dirigiré este gran partido hacia una nueva era, con confianza y esperanza, para que cuando llegue el momento podamos servir a nuestro país en el gobierno". La época que invoca en sus deseos no será ciertamente halagüeña para el proletariado.

En The Guardian del 2.08.2022 apareció un artículo de John McTernan, ex director de asuntos políticos de Tony Blair, dirigiéndose a los laboristas. Un artículo edificante: "Las huelgas son conflictos entre los trabajadores y la dirección, y se resuelven entre ellos. (...) Cuando se fundó el partido, fue como un partido parlamentario declarado para lograr los objetivos más amplios del movimiento (...) no para alentar al margen de las disputas laborales. (...) Para ser un gobierno alternativo, hay que demostrar que se gobierna para la nación, no para la fracción. (12)

Tal es el servilismo del Partido Laborista que los mismos representantes elegidos en Coventry contrataron a trabajadores temporales para romper la huelga de 70 recolectores de basura que luchaban por un aumento de sueldo en marzo de 2022.

Sólo los trotskistas británicos pueden imaginar convertir al Partido Laborista... ¡en una punta de lanza de la revolución!


REDESCUBRIR EL CAMINO DE LA LUCHA DE CLASES


Lo que ocurre en Gran Bretaña es una demostración más de que el Estado democrático burgués reparte las funciones y los papeles entre las distintas fuerzas políticas burguesas y los sindicatos para contener las reacciones de lucha del proletariado contra los ataques capitalistas a sus condiciones de vida.

Es con este objetivo que los sindicatos planifican, organizan y practican formas de huelga totalmente atomizadas, dividiendo las luchas en el mayor número posible de partículas que se repelen entre sí. Cuando llamen a la huelga: ¡cuidado! Sólo lo hacen con el objetivo de utilizarlo como palanca para abrir negociaciones empresa por empresa y apagar rápidamente el fuego que han contribuido a encender.

Los proletarios no deben dejarse atrapar en este engaño infernal, en el que su voluntad y determinación de lucha son aniquiladas por la acción combinada de patronos, parlamentarios y sindicatos.

El camino de la lucha de clases independiente puede parecer largo, pero es el único que llevará a los proletarios a la victoria en sus luchas contra la burguesía, su Estado y sus lacayos sindicales y sociales.


¡Abajo la consigna de las huelgas "sincronizadas"!

¡Por la huelga sin preaviso y sin plazos!

¡Por la unidad, la solidaridad obrera, la extensión de las luchas y las huelgas solidarias!

¡Por la organización independiente de los proletarios!

¡Abajo las leyes anti-huelga! Sólo la lucha de clases puede romper las garras de estas leyes.


29.08.2022


Partido Comunista Internacional (El Proletario)


www.pcint.org


(1) "Le Temps", 4/01/2022

(2) www.francetvinfo.fr

(3) www.economicshelp.org

(4) El RMT (National Union of Rail, Maritime and Transport) es el sindicato del transporte público. Su secretario general es Mick Lynch. La TSSA (Transport Salaried Staffs' Association) es un sindicato de transporte y viajes. Su secretario general es Manuel Cortés.

(5) ASLEF (Associated Society of Locomotive Engineers and Firemen). Sindicato de conductores de tren y transporte público. Mike Whelan es su secretario general.

(6) Obsérvese que los puertos alemanes de Hamburgo, Bremerhaven y Wilhelmshaven también se pusieron en huelga en agosto.

(7) El CWU (Communication Workers Union) es el sindicato de los trabajadores de la comunicación. Dave Ward es su secretario general.

(8) Los contratos de cero horas son el colmo de la flexibilidad laboral. Se introdujeron a principios de los años ochenta, en un momento de profunda crisis capitalista, para exprimir al máximo al proletariado reduciéndolo a la condición de trabajador desechable. Con estos contratos los jefes no garantizan ninguna duración del trabajo. En cambio, el trabajador debe estar disponible en todo momento. En Gran Bretaña, este contrato también se utiliza contra los desempleados. Desde 2004, los desempleados están obligados a aceptar este tipo de contrato, bajo pena de suspensión de las prestaciones. Muy a menudo, los empresarios rescinden rápidamente estos contratos porque sólo les interesa la bonificación de 1.500 libras que paga el fondo de desempleo (Job Centre) por contratar a un desempleado de larga duración.

(9) Este artículo se refiere a las huelgas "sincronizadas", por utilizar la terminología del RMT. Este tipo de huelga es similar a la de los ferroviarios en Francia en la primavera de 2018, que se denominará "huelga intermitente". El efecto desmoralizador de este tipo de huelga es innegable.

(10) https://ukdaily.news

(11) Un "ministro en la sombra" pertenece al "gabinete en la sombra" oficial de la oposición parlamentaria, cuyos ministerios "en la sombra" son la copia en espejo de los del gobierno en funciones del Reino. Cada "ministro en la sombra" de la oposición es responsable de seguir las políticas y expedientes de su homólogo en el poder.

(12) www.theguardian.com



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