Birmania (Myanmar)
¡Golpe militar y “transición democrática” son las dos caras de una misma moneda!

¡Por la independencia de clase del proletariado!

¡Por una lucha abierta contra todas las facciones burguesas!

 

 

El lunes 1° de febrero, los nuevos funcionarios electos se preparaban para ocupar los distintos hemiciclos parlamentarios y formalizar los resultados de las elecciones legislativas del 8 de noviembre, ganadas por la Liga Nacional por la Democracia (LND) liderada por Aung San Suu Kyi. Los militares interrumpieron el circo electoral que ellos mismos habían montado, encarcelaron al Jefe de Estado y a su Consejera de Estado y la lider arriba nombrada, ahora Ministra de Relaciones Exteriores, además de diversas personalidades de la NLD, en nombre de un Consejo Administrativo Estatal (SAC por sus siglas en inglés) creado para gobernar el país.

Los detalles del golpe y su cronología, la falta de carisma de los líderes de la junta o las ridículas justificaciones son irrelevantes. Lo esencial aquí es que una vez más el dúo democracia / autoritarismo es un arma anti-proletaria.

 

DESARROLLO CAPITALISTA Y ASCENSO DEL PROLETARIADO

 

Birmania es un país del sudeste asiático de 50 a 60 millones de habitantes según estimaciones, todavía mayoritariamente agrícola (el campo emplea al 70% de los trabajadores del país), pero que se encuentra en pleno desarrollo capitalista: hoy está experimentando un fuerte crecimiento económico, impulsado por un afluencia de capitales occidentales y asiáticos, especialmente chinos. El principal objetivo de la “democratización”, instituida desde 2011, era atraer estas inversiones normalizando el régimen y abriendo gradualmente la economía.

Esta expansión capitalista dio a luz a un joven proletariado. El antropólogo Stephen Campbell describe esta dinámica basándose en el éxodo rural: “la población activa de las zonas industriales de Yangon [Rangun] está formada principalmente por antiguos aldeanos expulsados de las zonas rurales debido a una deuda inmanejable, la devastación de la infraestructura provocada por el ciclón Nargis en 2008 y el robo total de sus tierras por intereses militares y comerciales privados. La especulación inmobiliaria y el desarrollo urbano elitista durante la última década han elevado el costo de la vivienda, lo que ha llevado a cientos de miles de migrantes que llegan a las ciudades a no tener más viviendas estatales y a optar por ocupar ilegalmente viviendas baratas en las afueras de la ciudad. Muchos de estos nuevos residentes urbanos buscaron empleo en fábricas de alimentos y otras plantas de procesamiento que producían para el mercado interno, o en fábricas de prendas de vestir que producían para la exportación. En 2018, más de un millón de trabajadores, en su mayoría mujeres jóvenes, incluidos muchos ocupantes ilegales, estaban empleados en fábricas de prendas de vestir, textiles, calzado y accesorios en Myanmar, principalmente en los alrededores de Yangon” (1).

Esta joven clase trabajadora es víctima de una explotación feroz: sus paupérrimos salarios permiten atraer inversores extranjeros, desviándolos de países como Vietnam donde los salarios de miseria no son suficientes para los explotadores capitalistas. Por supuesto, esta explotación va acompañada de una severa represión antiobrera (legal o extralegal) y de la integración de la protesta obrera en las instituciones burguesas de negociación y “diálogo”. Esto es lo que Campbell explica con más detalle: “El gobierno cuasi civil de U Thein Sein, que asumió el poder en 2011, introdujo una nueva legislación elaborada con el apoyo de la OIT [Organización Internacional del Trabajo], legalizando la creación de sindicatos (en octubre de 2011) y formalizando la negociación colectiva (en marzo de 2012). Las nuevas leyes apuntan a frenar las huelgas, proporcionando a los trabajadores vías institucionales para buscar reparación por sus quejas laborales”.

Estas medidas no impiden la protesta obrera, pero su objetivo es encerrarla en un marco burgués para evitar que encuentre el camino de la lucha clasista.

 

UNA “TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA” CONTRA EL PROLETARIADO Y LAS MINORÍAS ÉTNICAS

 

En noviembre de 2010, los militares liberaron a la líder de la oposición, Aung San Suu Kyi, y se embarcaron en una democratización del régimen: reducción de la censura de los medios, reducción del presupuesto militar, aumento del presupuesto de educación y salud, liberación de varios presos políticos, etc.

Las elecciones de 2012 permitieron la legalización de los partidos políticos y reformas constitucionales en las urnas. Los militares, sin embargo, obtuvieron asientos reservados en las asambleas. Finalmente, en 2015, Aung San Suu Kyi se convirtió en la Primera Ministra de facto del país (“Asesora”).

Esta democratización no solo estuvo acompañada de medidas represivas contra la clase trabajadora (para garantizar la inversión de capital extranjero), sino también de una política genocida contra los rohingyas, una de las muchas minorías étnicas en Birmania (estas minorías constituyen el 30% de la población y el poder central tiene una larga tradición de persecución contra ellos). En 2017, el ejército lanzó una campaña sistemática de masacres, violaciones e incendios en las aldeas contra esta minoría musulmana profundamente oprimida, que mató a miles y provocó un éxodo masivo hacia el vecino Bangladesh.

El carácter criminal de la “transición democrática” hizo palidecer a la estrella del Premio Nobel de la Paz “La Dama de Rangún” celebrada en los medios imperialistas y las instituciones internacionales, pero no impidió que los imperialistas continuaran con sus asuntos: ¡business as usual!

 

IMPERIALISMOS AL ACECHO

 

Las potencias imperialistas de Europa, Estados Unidos, Japón y China están muy interesadas en Birmania. Además de encontrar allí mano de obra barata y vigilada, los burgueses están ávidos de los recursos naturales del país. Este es particularmente el caso de la multinacional francesa Total, que lleva varias décadas explotando el petróleo birmano, actividad que estuvo acompañada bajo la dictadura militar de una violencia bárbara contra la población civil de las zonas productoras de petróleo, incluida su reducción a la esclavitud.

Los imperialistas europeos también han buscado fortalecer su presencia estableciendo una cooperación militar con los torturadores en uniforme. Las fuerzas policiales han sido capacitadas en el “manejo de multitudes” por la Unión Europea, en el marco del programa MYPOL implementado desde 2016 (2)

Por el lado japonés, el influyente lobby al origen de la política japonesa hacia este país ha impulsado la Asociación Japón-Myanmar (antes Comité de los Intereses Birmanos     ), además del desarrollo de inversiones en diversos campos (las inversiones japonesas están en el primer puesto después de las inversiones chinas), el establecimiento de vínculos militares entre Yangon y Tokio a principios de este año. Japón es también el mayor proveedor de “ayuda” a Birmania (más de mil millones de dólares al año) obviamente para defender sus intereses. Todo esto explica hasta hora el rechazo a hablar de sanciones contra los militares. Los capitalistas japoneses también temen que las críticas a los militares hagan el juego al competidor chino.

Por su parte, el imperialismo chino ve a Birmania como un socio importante en sus “nuevas Rutas de la Seda”. Las inversiones chinas son, de lejos, las más importantes del país. Birmania es un socio comercial pero también un punto geoestratégico que permite evitar el Estrecho de Malaca para mover las exportaciones e importaciones chinas por mar. No debería sorprender, entonces, que el gobierno chino no criticara el golpe y vetara una resolución de la ONU que lo condenaba.

En reacción a la posición china, Estados Unidos se acercó al régimen birmano en la década de 2010, en un intento por reducir la influencia de Beijing y es hoy el crítico más vehemente de la junta militar.

 

¡NO ES LA DEMOCRACIA LA QUE DEFENDERÁ AL PROLETARIADO!

 

La población que había manifestado su rechazo a los militares votando a favor del LND, salió a la calle masivamente contra la junta. El ejército respondió con una sangrienta, aunque relativamente mesurada, represión contra manifestantes y huelguistas.

En diferentes sectores (ferrocarriles, astilleros, etc.) los trabajadores se declararon en huelga contra la nueva dictadura y se lanzaron convocatorias de huelga general. Desafortunadamente, esta protesta sigue teniendo como base la democracia burguesa. Como explica el diario británico The Guardian: “Las demandas de los manifestantes ahora van más allá de desafiar el golpe. También piden la abolición de la constitución de 2008, redactada bajo supervisión militar, que otorgó a los generales poder de veto en el parlamento y control de varios ministerios, así como el establecimiento de un sistema federal en una Myanmar étnicamente diversa”(3).

Ante la inevitable ofensiva capitalista – militar o civil, autoritaria o democrática – la clase obrera no tiene otra solución que prepararse para la lucha abierta, en total ruptura con las demandas democráticas o nacionalistas (incluso bajo una máscara “antiimperialista”), independientemente de todas las fuerzas burguesas y pequeñoburguesas. Solo forjando una fuerza de clase, anticapitalista y antidemocrática, aguerrida en movilizaciones proletarias contra todos los ataques del capital, tanto en el campo económico como en el político y social, podrá enfrentarse a la burguesía y su aparato militar.

La condición sine qua non es la lucha por reivindicaciones y con métodos y medios de clase, y la presencia de un verdadero Partido Comunista para orientarlo hacia una perspectiva revolucionaria internacional. Esto requerirá la ayuda de los proletarios de otros países que, como primer aporte, deben desmarcarse de la actual campaña democrática, desenmascarar las hipócritas condenas de su propio imperialismo y entrar en lucha contra ellos.

 

¡Abajo el golpe militar! ¡Abajo la “transición democrática”!

Contra el ejército y la oposición, contra todas las aves de rapiña imperialistas, contra todas las divisiones étnicas, una perspectiva proletaria: ¡la lucha de clase independiente!

¡Por la solidaridad proletaria internacionalista!

¡Por la reconstitución del Partido Mundial de la Revolución Comunista!

 



(1) https://www.revolutionpermanente.fr/Myanmar-La-classe-ouvriere-face-au-putsch-entre-la-resistance-et-le-piege-democratique-bourgeois
(2) Salai Ming “Golpe de Estado en Birmania: resistencia al espectro de 1988”, https://asialyst.com/fr/ 2021/02/19/coup-etat-birmanie-resistance-face-spectre-1988/
(3) https:// www. theguardian.com/ world/2021/feb/10/myanmar-protesters-streets-naypyitaw-yangon-police-coup-violence

 

 

Partido Comunista Internacional (El Proletario)

26 de febrero 2021

www.pcint.org 


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