Paraguay: revuelta proletaria contra la gestión capitalista de la pandemia


Paraguay ha sido, como muchos otros países pobres, devastado por el virus Covid-19. Al contrario de 2020, en que el Estado había reaccionado vigorosamente para detener la propagación de la pandemia. Esta política no sobrevivió al verano ya que, por parte de los patrones, se levantaron las restricciones en julio. Hoy, la pandemia se ha salido de control. El número de infecciones, hospitalizaciones y decesos va en aumento y esto va acompañado de un colapso del sistema de salud pública. Este colapso era predecible y se produce en un país en el que las tres cuartas partes de la población no tiene seguro médico. La pandemia revela la flagrante insuficiencia de los servicios sanitarios: menos de 650 camas de cuidados intensivos para un país de siete millones de habitantes, una escasez estructural de médicos y personal hospitalario, un acceso limitado a los medicamentos... Los enfermos están obligados a comprarlos ellos mismos y algunas familias han tenido que endeudarse para hacerlo. Esto va aunado a la especulación de las empresas farmacéuticas y la corrupción generalizada. Faltan vacunas: inicialmente 4.000 y luego 20.000 provenientes de Chile para 7 millones de habitantes. ¡A este ritmo, la vacunación llevará siglo y medio!


Esta dramática situación provocó la movilización de los trabajadores de la salud, quienes también se sintieron indignados por los casos de corrupción en la compra de medicamentos y equipos médicos; el gobierno intentó apagar la protesta haciendo renunciar a los encargados del sistema de salud (1). Sin éxito.


El descontento de las masas explotadas es profundo, causado por el deterioro de sus condiciones al punto de ver reaparecer el hambre después de la crisis (aunque la burguesía afirma que la situación – ¡para sus ganancias! – es menos mala que en los países vecinos); además, el desempleo va en aumento (oficialmente un 8% pero esto no tiene en cuenta que alrededor del 60% de los empleos se encuentran en el sector informal, el primero en verse afectado) y la codicia de los capitalistas, como los del sector del transporte que quieren aprovechar la situación para aumentar sus precios.


Esta situación, este verdadero crimen social, provocó una sana reacción proletaria.


El viernes 5 de marzo tuvo lugar una manifestación masiva en Asunción, la capital. En respuesta, el gobierno suelta a sus policías contra los manifestantes con gases lacrimógenos y balas de goma. Los manifestantes tomaron represalias y lograron hacer retroceder a los secuaces de la burguesía. Un manifestante fue asesinado a tiros.


En un intento por frenar el descontento, el presidente ha ofrecido la renuncia de algunos de sus ministros. Esto no detuvo las movilizaciones en las calles: miles de personas volvieron a manifestarse a pesar de una nueva represión policial. La rabia proletaria es profunda, pero aún no logra expresarse en el terreno de clase. Los manifestantes marchan con banderas nacionales o exigen un cambio de gobierno y la renuncia del presidente Benítez (hijo del secretario privado del dictador Stroessner que reinó con mano de hierro sobre el país durante 35 años, antes de ser derrocado por un golpe de Estado en 1989 después de perder el apoyo de los Estados Unidos). La oposición y la Iglesia católica están trabajando para canalizar y calmar el descontento.


La situación de Paraguay es la de toda América Latina: explosiva. En el otoño de 2019, cuando la crisis económica apenas comenzaba, muchos países experimentaron verdaderas explosiones sociales; la llegada de la pandemia, con las diversas medidas de control social tomadas por los gobiernos, sirvió para sofocar movimientos de descontento o incluso revuelta. Pero la pandemia ha profundizado las desigualdades, ha empeorado las condiciones proletarias y ha puesto de manifiesto el desprecio de las autoridades burguesas por el destino de las masas proletarias y explotadas. Esto inevitablemente empuja a las masas a las calles nuevamente. Los comentaristas burgueses dicen sentenciosamente que Paraguay no puede servir de ejemplo, dada la particular debilidad de las instituciones democráticas y sociales en este país; por el contrario, al entrar espontáneamente en lucha, las masas explotadas del Paraguay dan el ejemplo e implícitamente lanzan un llamado a sus hermanos de clase en el continente. No cabe duda de que tarde o temprano este ejemplo se multiplicará.


En este nuevo ciclo de luchas que se abre, no hay otra salida que la lucha proletaria independiente, rompiendo con todas estas fuerzas burguesas y pequeñoburguesas, y llevada a cabo con métodos y reivindicaciones de clase. De lo contrario, la rabia que se expresa incluso con violencia, será inevitablemente recuperada con un simple lavado de cara del régimen. Para resistir antes de que puedan ir al ataque, los proletarios en Paraguay como en otros lugares deberán dotarse de sus propias organizaciones, desde las organizaciones de defensa inmediata hasta el partido de clase internacional indispensable para conducir las luchas hacia el asalto revolucionario.


¡Contra todas las fuerzas burguesas, contra las orientaciones interclasistas, populares y nacionalistas y las ilusiones democráticas!


¡La salvación está en la lucha de clase anticapitalista!


Partido Comunista Internacional, 15/3/21


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(1) En efecto, «el presidente del Instituto de Previsión Social, Andrés Gubetich, renunció este miércoles 10 de marzo por ser parte de una red criminal que vende fármacos esenciales que deben ser distribuidos gratuitamente entre la población». (Cfr. https://kaosenlared.net/paraguay-una-semana-continua-llevan-las-protestas-sociales-que-exigen-la-salida-del-presidente-mario-abdo-benitez/).


 

Barrick Gold, Hands Off Dominican Republic!

 

Barrick Gold is a Canadian multinational gold mining company with a track record of killing
and displacing people from the Global South. Barrick Gold arrived to the Dominican
Republic in 2009 and started production in 2012 in Pueblo Viejo, Cotui. Barrick Gold’s
destruction of the central part of Dominican Republic, Cotui, Bonao has caused great alarm
among the Dominican masses. Barrick Gold’s looting of natural resources, the mineral
resources which are gold and copper have resulted in campesinos being displaced from
their land and dying slow tortured deaths. In 2019, Diario Libre reported that many women
in Cotui now have serious reproductive health disorders resulting in babies born with
strong developmental conditions. Barrick Gold’s use of the harmful cyanide poison in its
mineral extraction process poisons Dominican campesinos and their land. Dominicans have nicknamed the mining company El Monstruo (The Monster).

Barrick Gold is now planning to build a massive waste dam project named “Pueblo Grande,”
by the Ozama river which will affect many arteries, many rivers, corners of the country
and island. The municipal waters of important communities will be affected, from Villa
Mella to Santo Domingo Este. The Ozama river affects all these pockets of lands,
communities which are very much marginalized and oppressed. The environmental
destruction unleashed by the Barrick Gold also affects neighboring Haiti. The Dominican
government and the Dominican elite maintain close ties with foreign capitalists and
imperialist governments which is why Barrick Gold operates with impunity.
Barrick Gold frequently harasses and threatens radical organizers. The mining company uses social
media to hack and spy on radical activists. Recently, activists spotted a massive drone spying during a
mass and combative national assembly of anti- Barrick Gold organizers from all corners of DR in
Cotuí. According to campesino communities, they are in constant surveillance.
We denounce the Dominican government’s complicity with Barrick Gold and call on
President Luis Abinader to rescind the state’s contracts with the mining company. We also
call on progressive organizations and individuals, labor unions, student organizations,
environmental activists, feminist and LGBTQ organizations as well as writers and artists to
express solidarity with people in the Dominican Republic who continue to fight Barrick Gold
and other extractivist mining companies in the face of state repression.


Contact: maglut@yahoo.com

 Birmania (Myanmar)
¡Golpe militar y “transición democrática” son las dos caras de una misma moneda!

¡Por la independencia de clase del proletariado!

¡Por una lucha abierta contra todas las facciones burguesas!

 

 

El lunes 1° de febrero, los nuevos funcionarios electos se preparaban para ocupar los distintos hemiciclos parlamentarios y formalizar los resultados de las elecciones legislativas del 8 de noviembre, ganadas por la Liga Nacional por la Democracia (LND) liderada por Aung San Suu Kyi. Los militares interrumpieron el circo electoral que ellos mismos habían montado, encarcelaron al Jefe de Estado y a su Consejera de Estado y la lider arriba nombrada, ahora Ministra de Relaciones Exteriores, además de diversas personalidades de la NLD, en nombre de un Consejo Administrativo Estatal (SAC por sus siglas en inglés) creado para gobernar el país.

Los detalles del golpe y su cronología, la falta de carisma de los líderes de la junta o las ridículas justificaciones son irrelevantes. Lo esencial aquí es que una vez más el dúo democracia / autoritarismo es un arma anti-proletaria.

 

DESARROLLO CAPITALISTA Y ASCENSO DEL PROLETARIADO

 

Birmania es un país del sudeste asiático de 50 a 60 millones de habitantes según estimaciones, todavía mayoritariamente agrícola (el campo emplea al 70% de los trabajadores del país), pero que se encuentra en pleno desarrollo capitalista: hoy está experimentando un fuerte crecimiento económico, impulsado por un afluencia de capitales occidentales y asiáticos, especialmente chinos. El principal objetivo de la “democratización”, instituida desde 2011, era atraer estas inversiones normalizando el régimen y abriendo gradualmente la economía.

Esta expansión capitalista dio a luz a un joven proletariado. El antropólogo Stephen Campbell describe esta dinámica basándose en el éxodo rural: “la población activa de las zonas industriales de Yangon [Rangun] está formada principalmente por antiguos aldeanos expulsados de las zonas rurales debido a una deuda inmanejable, la devastación de la infraestructura provocada por el ciclón Nargis en 2008 y el robo total de sus tierras por intereses militares y comerciales privados. La especulación inmobiliaria y el desarrollo urbano elitista durante la última década han elevado el costo de la vivienda, lo que ha llevado a cientos de miles de migrantes que llegan a las ciudades a no tener más viviendas estatales y a optar por ocupar ilegalmente viviendas baratas en las afueras de la ciudad. Muchos de estos nuevos residentes urbanos buscaron empleo en fábricas de alimentos y otras plantas de procesamiento que producían para el mercado interno, o en fábricas de prendas de vestir que producían para la exportación. En 2018, más de un millón de trabajadores, en su mayoría mujeres jóvenes, incluidos muchos ocupantes ilegales, estaban empleados en fábricas de prendas de vestir, textiles, calzado y accesorios en Myanmar, principalmente en los alrededores de Yangon” (1).

Esta joven clase trabajadora es víctima de una explotación feroz: sus paupérrimos salarios permiten atraer inversores extranjeros, desviándolos de países como Vietnam donde los salarios de miseria no son suficientes para los explotadores capitalistas. Por supuesto, esta explotación va acompañada de una severa represión antiobrera (legal o extralegal) y de la integración de la protesta obrera en las instituciones burguesas de negociación y “diálogo”. Esto es lo que Campbell explica con más detalle: “El gobierno cuasi civil de U Thein Sein, que asumió el poder en 2011, introdujo una nueva legislación elaborada con el apoyo de la OIT [Organización Internacional del Trabajo], legalizando la creación de sindicatos (en octubre de 2011) y formalizando la negociación colectiva (en marzo de 2012). Las nuevas leyes apuntan a frenar las huelgas, proporcionando a los trabajadores vías institucionales para buscar reparación por sus quejas laborales”.

Estas medidas no impiden la protesta obrera, pero su objetivo es encerrarla en un marco burgués para evitar que encuentre el camino de la lucha clasista.

 

UNA “TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA” CONTRA EL PROLETARIADO Y LAS MINORÍAS ÉTNICAS

 

En noviembre de 2010, los militares liberaron a la líder de la oposición, Aung San Suu Kyi, y se embarcaron en una democratización del régimen: reducción de la censura de los medios, reducción del presupuesto militar, aumento del presupuesto de educación y salud, liberación de varios presos políticos, etc.

Las elecciones de 2012 permitieron la legalización de los partidos políticos y reformas constitucionales en las urnas. Los militares, sin embargo, obtuvieron asientos reservados en las asambleas. Finalmente, en 2015, Aung San Suu Kyi se convirtió en la Primera Ministra de facto del país (“Asesora”).

Esta democratización no solo estuvo acompañada de medidas represivas contra la clase trabajadora (para garantizar la inversión de capital extranjero), sino también de una política genocida contra los rohingyas, una de las muchas minorías étnicas en Birmania (estas minorías constituyen el 30% de la población y el poder central tiene una larga tradición de persecución contra ellos). En 2017, el ejército lanzó una campaña sistemática de masacres, violaciones e incendios en las aldeas contra esta minoría musulmana profundamente oprimida, que mató a miles y provocó un éxodo masivo hacia el vecino Bangladesh.

El carácter criminal de la “transición democrática” hizo palidecer a la estrella del Premio Nobel de la Paz “La Dama de Rangún” celebrada en los medios imperialistas y las instituciones internacionales, pero no impidió que los imperialistas continuaran con sus asuntos: ¡business as usual!

 

IMPERIALISMOS AL ACECHO

 

Las potencias imperialistas de Europa, Estados Unidos, Japón y China están muy interesadas en Birmania. Además de encontrar allí mano de obra barata y vigilada, los burgueses están ávidos de los recursos naturales del país. Este es particularmente el caso de la multinacional francesa Total, que lleva varias décadas explotando el petróleo birmano, actividad que estuvo acompañada bajo la dictadura militar de una violencia bárbara contra la población civil de las zonas productoras de petróleo, incluida su reducción a la esclavitud.

Los imperialistas europeos también han buscado fortalecer su presencia estableciendo una cooperación militar con los torturadores en uniforme. Las fuerzas policiales han sido capacitadas en el “manejo de multitudes” por la Unión Europea, en el marco del programa MYPOL implementado desde 2016 (2)

Por el lado japonés, el influyente lobby al origen de la política japonesa hacia este país ha impulsado la Asociación Japón-Myanmar (antes Comité de los Intereses Birmanos     ), además del desarrollo de inversiones en diversos campos (las inversiones japonesas están en el primer puesto después de las inversiones chinas), el establecimiento de vínculos militares entre Yangon y Tokio a principios de este año. Japón es también el mayor proveedor de “ayuda” a Birmania (más de mil millones de dólares al año) obviamente para defender sus intereses. Todo esto explica hasta hora el rechazo a hablar de sanciones contra los militares. Los capitalistas japoneses también temen que las críticas a los militares hagan el juego al competidor chino.

Por su parte, el imperialismo chino ve a Birmania como un socio importante en sus “nuevas Rutas de la Seda”. Las inversiones chinas son, de lejos, las más importantes del país. Birmania es un socio comercial pero también un punto geoestratégico que permite evitar el Estrecho de Malaca para mover las exportaciones e importaciones chinas por mar. No debería sorprender, entonces, que el gobierno chino no criticara el golpe y vetara una resolución de la ONU que lo condenaba.

En reacción a la posición china, Estados Unidos se acercó al régimen birmano en la década de 2010, en un intento por reducir la influencia de Beijing y es hoy el crítico más vehemente de la junta militar.

 

¡NO ES LA DEMOCRACIA LA QUE DEFENDERÁ AL PROLETARIADO!

 

La población que había manifestado su rechazo a los militares votando a favor del LND, salió a la calle masivamente contra la junta. El ejército respondió con una sangrienta, aunque relativamente mesurada, represión contra manifestantes y huelguistas.

En diferentes sectores (ferrocarriles, astilleros, etc.) los trabajadores se declararon en huelga contra la nueva dictadura y se lanzaron convocatorias de huelga general. Desafortunadamente, esta protesta sigue teniendo como base la democracia burguesa. Como explica el diario británico The Guardian: “Las demandas de los manifestantes ahora van más allá de desafiar el golpe. También piden la abolición de la constitución de 2008, redactada bajo supervisión militar, que otorgó a los generales poder de veto en el parlamento y control de varios ministerios, así como el establecimiento de un sistema federal en una Myanmar étnicamente diversa”(3).

Ante la inevitable ofensiva capitalista – militar o civil, autoritaria o democrática – la clase obrera no tiene otra solución que prepararse para la lucha abierta, en total ruptura con las demandas democráticas o nacionalistas (incluso bajo una máscara “antiimperialista”), independientemente de todas las fuerzas burguesas y pequeñoburguesas. Solo forjando una fuerza de clase, anticapitalista y antidemocrática, aguerrida en movilizaciones proletarias contra todos los ataques del capital, tanto en el campo económico como en el político y social, podrá enfrentarse a la burguesía y su aparato militar.

La condición sine qua non es la lucha por reivindicaciones y con métodos y medios de clase, y la presencia de un verdadero Partido Comunista para orientarlo hacia una perspectiva revolucionaria internacional. Esto requerirá la ayuda de los proletarios de otros países que, como primer aporte, deben desmarcarse de la actual campaña democrática, desenmascarar las hipócritas condenas de su propio imperialismo y entrar en lucha contra ellos.

 

¡Abajo el golpe militar! ¡Abajo la “transición democrática”!

Contra el ejército y la oposición, contra todas las aves de rapiña imperialistas, contra todas las divisiones étnicas, una perspectiva proletaria: ¡la lucha de clase independiente!

¡Por la solidaridad proletaria internacionalista!

¡Por la reconstitución del Partido Mundial de la Revolución Comunista!

 



(1) https://www.revolutionpermanente.fr/Myanmar-La-classe-ouvriere-face-au-putsch-entre-la-resistance-et-le-piege-democratique-bourgeois
(2) Salai Ming “Golpe de Estado en Birmania: resistencia al espectro de 1988”, https://asialyst.com/fr/ 2021/02/19/coup-etat-birmanie-resistance-face-spectre-1988/
(3) https:// www. theguardian.com/ world/2021/feb/10/myanmar-protesters-streets-naypyitaw-yangon-police-coup-violence

 

 

Partido Comunista Internacional (El Proletario)

26 de febrero 2021

www.pcint.org 


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