Algunas consideraciones sobre el 16A



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Algunas consideraciones sobre el 16A

Dejamos a continuación una reflexión a propósito de la reciente
concentración convocada en la glorieta de Insurgentes de la ciudad de
mexico, por parte de colectivos feministas, en protesta por la agresión
sexual contra las mujeres… por mencionar un caso puntual, el abuso
sexual sufrido por una joven a manos de 4 policías en azcapotzalco (pero
existen muchos más). Cabe anotar que previamente, el 12 de agosto se
había realizado una concentración frente a las oficinas de la
procuraduría general de la república, dando como resultado, las pintas
con aerosol en todo el edificio y la rotura de los cristales de las
puertas por parte de las manifestantes; y en consecuencia la
criminalización por el gobierno de tal acto.

***

El 16 de agosto las mujeres proletarias [porque a estas alturas sería
absurdo hablar de que los hechos fueron protagonizados por la “clase
media” o peor aún, por las mujeres de la burguesía] perturbaron e
hicieron cimbrar la paz ciudadanista de manera ejemplar, destruyendo el
mobiliario urbano, medios de transporte y comisarías de policía, no sólo
en la capital de méxico sino en distintos puntos de esta finca
capitalista.

Y ante el temor de la extensión de estos síntomas, la burguesía y su
Estado ya planean la cooptación para liquidar la inconformidad con
inútiles reformas, pactadas mediante diálogos y acuerdos frente a las
cámaras de la prensa, meros simulacros de paz y cooperación, los cuales
solo servirán de pantalla, para que unas susodichas “representantes del
movimiento” solo escuchen lo que quieren oír; mientras que en las
calles, el sistema patriarcal que tanto la jefa de gobierno Sheinbaun
como el anciano de mierda y su partido político defienden, seguirá
intacto, reproduciendo y auspiciando a los mismos feminicidas,
violadores y violentadores [entre los que se encuentran su policía y su
guardia nacional].

No obstante, pese a los intentos por parte del Estado capitalista para
liquidar lo más pronto posible las protestas (sea con represión, sea con
concesiones ridículas o faramalla proselitista de diputadas, senadoras o
funcionarias feministas), tarde o temprano tendrán que verse rebasados
por la agitación en las calles de miles de mujeres combativas. Es cada
vez más claro para muchas, que la vía institucional fracasó y siempre
fracasará, y nunca será el camino que conducirá a cambiar de raíz esta
realidad decadente. Pues el patriarcado no se erradica con más
reformismo, con más policía, con más cámaras de vigilancia, ni mucho
menos reforzando al Estado pidiéndole que haga más leyes “para cuidar” a
las mujeres.

La lucha contra el patriarcado es un aspecto inseparable de la lucha por
la destrucción revolucionaria y definitiva del capitalismo, es decir, de
este sistema productor de mercancías, explotación, trabajo asalariado y
asesino de la tierra.

***

No es de extrañar que el vandalismo ejercido en la revuelta del 16 de
agosto conmocionara abruptamente a los ciudadanistas, conservadores,
religiosos, homofóbicos, misóginos e incluso a los ridículos
conspiranoicos que argumentan que esta ola de disturbios es “una treta
planeada por la derecha para desestabilizar al gobierno de la 4t”.

La moral y el temple de los espectadores pasivos se vio estremecida y
vulnerada ante los excesos de una horda de “locas salvajes y paganas”,
quedando desprovistos de toda capacidad de reflexión: por lo cual no se
puede esperar de ellos ningún argumento coherente. ¿De qué manera
podrían entender que las revueltas y disturbios no son algo ordenado que
siga las lógicas del disciplinamiento del buen ciudadano, como lo es
hacer fila en el cajero o en el supermercado, obedecer al patrón en la
empresa, al cura en la misa o transportarse por la misma ruta todos los
días para dirigirse al hacinamiento en el trabajo asalariado?…

Por supuesto que la ruptura con la paz social conlleva el vandalismo, y
no debería avergonzarnos decirlo, sino por el contrario, afirmarlo como
una expresión elocuente del repudio a este sistema y todo lo que
representa. Es lógico que el vandalismo sea siempre irracional e
“incivilizado” para la burguesía y su Estado porque ésta nos quiere
respetuosos y serviles de la “tranquilidad”, de una paz que permita la
libre circulación de mercancías para la acumulación de Capital.

Agitar y protestar en las calles no es una labor que implique el jugarle
al buen cristiano haciendo labor samaritana. Así no se le hace frente al
terrorismo de Estado. El sabotaje, la expropiación, los piquetes, el
motín, son prácticas que históricamente los oprimidos y explotados han
empleado (y seguirán haciéndolo) como herramienta de lucha alrededor del
mundo.

***

Evidentemente tales acontecimientos como los ocurridos el viernes 16 de
agosto, no son ni por asomo una revolución; pero eso no elude que han
sido nuevamente un punto de quiebre importante, que por una parte, ha
roto el aislamiento e impulsado una comunidad de lucha; y por otra, ha
exacerbado nuevamente las contradicciones sociales, delimitando
nuevamente quienes son los enemigos que respaldan al partido del orden y
por consiguiente ha reafirmado la necesidad de tomar posición contra
ellos y el sistema que defienden.

Con auge y declive continuo, todo movimiento es producto de su época
histórica y por lo tanto no se encuentra exento de debilidades y
contradicciones sobre sí mismo, pero éstas solo son superables desde la
misma práctica gestada en el desarrollo de la lucha de quienes
participan o de algún modo están involucradas. Solo queda esperar a que
esta experiencia sirva para hacer las necesarias rupturas y fortalecerse
para los futuros combates.

 Colectivo Tierra de Nadie



Hong Kong, un gran movimiento de lucha pero interclasista



El movimiento de protesta en Hong Kong lleva más de dos meses; no muestra signos de debilitamiento, a pesar de las declaraciones del gobierno local sobre la suspensión de una medida de lucha contra incendios, la campaña mediática contra la violencia de los manifestantes, las amenazas del gobierno chino y la represión policial. El movimiento incluso fue un paso más allá con una «huelga general» el 5 de agosto, la primera medida de este tipo desde las huelgas y disturbios de 1967.
Todo comenzó con el anuncio de un decreto del gobierno que autoriza la extradición a China continental.
Los acuerdos suscritos durante la entrega del territorio de Hong Kong a China en 1997 por el gobierno británico, conocido como «un país, dos sistemas», dejaron a la antigua colonia con su sistema legal y regulatorio, bajo el cual se había convertido en una potencia económica y financiera de primer orden. El territorio disfrutó de un estatus de autonomía administrativa y judicial, con un parlamento y un gobierno locales, como resultado de elecciones indirectas. El campo «pro-Beijing», la mayoría, representa los intereses de los grandes capitalistas; los llamados partidos «pandemócratas», que están en la oposición, también son burgueses, y algunos reciben subsidios de los Estados Unidos. Las elecciones de 2016 vieron un gran avance de los llamados partidos «localistas» (independentistas) frecuentemente de extrema-derecha, que se apoyan en la hostilidad de una parte de la población hacia las minorías chinas y étnicas, acusados de ser responsables del aumento de los precios, como el de la vivienda, de querer aprovechar los beneficios sociales locales y ser una causa de la delincuencia (1).

La importancia de Hong Kong para China

Hong Kong ha sido durante mucho tiempo el principal punto de contacto de la economía china con el resto del mundo, dándole Beijing una importancia irreemplazable para sus actividades comerciales y financieras. Es por eso que China acordó darle este estatus especial que permitió la continuidad sin problemas de los negocios. Después de haber experimentado durante mucho tiempo una industrialización innegable, a partir de los años sesenta, Hong Kong también desarrolló prósperas actividades industriales, especialmente gracias a los trabajadores migrantes chinos mal pagados porque eran «ilegales». A fines de la década de 1970 había casi 900.000 trabajadores en más de 20 mil fábricas; es decir, además de grandes fábricas, había muchas pequeñas empresas, pertenecientes principalmente al sector textil y de la confección. En ese momento, también surgieron compañías electrónicas, farmacéuticas, relojeras, fabricantes de juguetes, etc. Hong Kong era entonces parte de los llamados «dragones asiáticos» junto con Singapur, Corea del Sur y Formosa, estos países del sudeste asiático con una rápida industrialización.
Pero a principios de la década de 1980, los industriales de Hong Kong, ante la apertura económica de China con mano de obra barata, comenzaron a deslocalizar masivamente sus fábricas, principalmente hacia la región vecina de Cantón. ¡Hasta el punto de que hoy se estima que las compañías de Hong Kong, territorio poblado con 7,5 millones de habitantes, emplean alrededor de 10 millones de trabajadores en China continental! Después de la crisis de 2008, la disminución en el sector industrial se acentuó aún más, ya que los capitalistas recurrieron cada vez más al sector terciario para obtener sus ganancias. Las últimas estadísticas disponibles indican que la industria misma (sector manufacturero) utiliza solo 90.000 personas contra más de 700.000 en el comercio y la logística, 550.000 en servicios profesionales 250.000 en el sector financiero y tantos en el sector turístico (2).
Incluso si la metrópolis ha perdido importancia para China, con el establecimiento directo de los vínculos de este último con el mercado global, Hong Kong sigue siendo un centro financiero de importancia internacional para las empresas chinas (su mercado de valores es el sexto del mundo y las compañías chinas más grandes se cotizan allí), un centro internacional de comercio e intercambio (su puerto ocupa el quinto lugar en el mundo con respecto al tráfico de contenedores, su aeropuerto ocupa el octavo lugar en el mundo por el número de pasajeros etc. Esto significa que los problemas que conoce pueden tener consecuencias que van mucho más allá de los límites de su territorio.
El movimiento de protesta actual ha alcanzado una escala mucho mayor que el de la «Revolución de los Paraguas» en octubre de 2014; en aquel entonces, decenas de miles de jóvenes, en su mayoría estudiantes, se manifestaron e hicieron sentadas en Hong Kong contra un proyecto de ley que limita a los patriotas designados por Beijing la posibilidad de postularse para el puesto de jefe de gobierno y exigir el sufragio universal (el proyecto de ley será finalmente rechazado).
Los manifestantes actuales ven el proyecto de decreto como un primer paso, obviamente decidido por Beijing, para poner fin al estatus especial de Hong Kong. Los temores de los habitantes se nutren del giro autoritario y represivo del gobierno chino. También se dio el precedente de patrones y empleados de una librería en Hong Kong secuestrados por agentes chinos en 2015, debido a la publicación de libros contra el presidente Xi Jinping.
La indignación de muchos residentes contra la brutalidad policial hacia los jóvenes manifestantes pacíficos ha recrudecido el número de manifestantes. El 9 de junio, un millón de personas salieron a las calles; el 16 de junio, aunque el gobierno había anunciado entre tanto la «suspensión» de su proyecto de decreto, casi dos millones de personas, de todas las edades y condiciones, se manifestaron y exigieron, además de la retirada final del decreto, la renuncia del jefe del gobierno.
Sin llegar a un número tan grande, las manifestaciones continuaron, a pesar de las declaraciones y advertencias del gobierno, la represión policial o el recurso al inframundo (ataque de manifestantes por miembros de las «tríadas», organizaciones criminales de tintes mafiosos). El 12 de agosto, todos los vuelos hacia y desde Hong Kong fueron suprimidos, después de que miles de manifestantes asaltaron el aeropuerto. Muchos manifestantes llevaban una venda en el ojo en solidaridad con un manifestante víctima de un proyectil policial.
Por su parte, el gobierno central de Beijing, que inicialmente había ignorado el movimiento, continúa aumentando las amenazas a los manifestantes acusados de «terroristas»; y ha sugerido que sus soldados estacionados en el territorio podrían echar una mano a los oficiales de policía del territorio. Exigió que Cathay Pacific, la aerolínea de Hong Kong, le comunique los nombres de sus empleados en huelga y les prohibió volar sobre su territorio...
Beijing teme que los disturbios se extienda hacia China continental y está presionando para que el gobierno territorial ceda solo lo mínimo: en el trigésimo aniversario de las protestas de la Plaza Tienanmen, el ejemplo sería demasiado peligroso. En su propaganda para uso interno, Beijing denuncia los hechos como una acción anti-china organizada bajo la mesa por Washington. Pero el imperialismo estadounidense se cuidó mucho de no brindar ningún apoyo a lo que Trump llamó «disturbios».

Causas sociales de la movilización

La profundidad y duración de esta movilización es una señal de que sus causas van más allá de la oposición a un decreto: son sociales.
A pesar de la aparente prosperidad del territorio, ilustrada por sus ostentosos rascacielos o sus récords bursátiles, la situación no es tan optimista para sus habitantes.
Sin duda, el nivel de vida de la población en general e incluso de los proletarios ya no es el mismo que hace 50 años; pero las desigualdades han alcanzado un nivel sin precedentes en estos últimos 45 años (fecha de las primeras estadísticas sobre este tema). La tasa oficial de pobreza es cercana al 20%, en comparación con el 11% en 1991. Esta pobreza afecta principalmente a los ancianos, las mujeres, las minorías étnicas y los trabajadores con bajos salarios. Hay que decir que el salario mínimo ha caído en términos reales desde hace 8 años (3). Es significativo que la manifestación sindical del Primero de Mayo, que reunió a más de 4.000 personas, incluyó entre sus demandas centrales la limitación de las horas de trabajo a 44 horas por semana, el aumento de los salarios y las pensiones.
Pero incluso los trabajadores que ganan salarios más altos enfrentan dificultades crecientes debido al costo de vida y, en particular, al precio de la vivienda. La crisis de la vivienda alcanza tales picos que decenas de miles de personas pobres viven en «jaulas» de 2 metros de largo, apiladas unas encima de otras, o en apartamentos que los «mercaderes del sueño» dividen con madera contrachapada para apilar sus inquilinos. Los pequeños burgueses también se ven afectados: ven amputados sus ingresos por el precio de los alquileres, mientras les resulta difícil comprar una casa.

Movilización interclasista, orientaciones burguesas

La «huelga general» del 5 de agosto no debería ilusionar; algunos la han comparado con la gran huelga general de 1925 que en el período revolucionario de la época vio a decenas de miles de proletarios ejercer el control de facto sobre la ciudad, arrastrando a las masas oprimidas y extendiendo el movimiento a Cantón ¡Nada más falso! Hoy, cuando el proletariado es mucho más numeroso que entonces, se encuentra detrás de un movimiento de masas amorfo, llamado a servir como fuerza de respaldo a un movimiento que ignora sus intereses y reivindicaciones. Inicialmente lanzado por los demócratas en primera línea, el movimiento se extendió rápidamente a los estudiantes y clases medias (profesiones liberales, etc.), temiendo ver amenazada su forma de vida, para luego generalizarse, dada la actitud de las autoridades.
A diferencia del movimiento de los paraguas donde había una organización dirigente (el sindicato de estudiantes), el movimiento actual rechaza cualquier forma de organización fija, confiando en las redes sociales para organizar las movilizaciones una por una. Pero también rechaza todo lo que pueda referirse a las divisiones de clase, presentándose como un movimiento de todos los hongkoneses. A tal punto que, según algunos testimonios, los miembros de las minorías étnicas tienen miedo de participar en las manifestaciones.
La omnipresente demanda de democracia no va acompañada de ninguna denuncia o crítica, ni siquiera limitada, del sistema económico y social capitalista; por el contrario, tenemos una defensa de este sistema, valorado como típicamente hongkonés, contra las amenazas que el gobierno de Pekín le impondría. Si las esperanzas, incluso los mensajes a los Estados Unidos o a Gran Bretaña de apoyar a Hong Kong contra Beijing, son, en esta etapa, marginales, pero forman parte de la lógica de las consignas burguesas de tipo nacionalista que orientan al movimiento.

Una perspectiva para los proletarios: la revolución comunista internacional

Al igual que otros movimientos del mismo tipo en otros países, el movimiento de Hong Kong todavía no significa el comienzo de la lucha de clase proletaria; pero como estos otros movimientos, es la señal de una sacudida del status quo social que mañana permitirá al proletariado luchar por sí mismo, no solo para defender sus intereses inmediatos, sino también para participar en la lucha revolucionaria anti-capitalista. Para esto, será necesario liberarse de los sindicatos populares o nacionales que lo aprisionan, romper con la subordinación a las orientaciones burguesas y pequeñoburguesas y recuperar sus armas de clase uniendo sus luchas más allá de las fronteras. Es la única forma de arrastrar consigo, en la lucha contra el capitalismo, a las capas pequeño burguesas empujadas a rebelarse contra la degradación de sus condiciones.
Entonces «la revolución de nuestro tiempo» no tendrá como objetivo «liberar a Hong Kong» (consigna de origen independentista ampliamente compartida en las manifestaciones, para más indignación del jefe del gobierno local), sino la de liberar a los proletarios y todos los oprimidos, derrocando al capitalismo en toda China y el mundo: esta será la revolución comunista internacional.

Partido Comunista Internacional

08/14/2019



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NOTAS:
(1) Algunos localistas defienden que solo aquellos que hablan cantonés (dialecto chino de la región de Cantón-Hong Kong) – y no el mandarín, el idioma oficial en el continente – o... el inglés (¡!), cuando muchos habitantes autóctonos hablan otros dialectos (Hakka, Chaozhou).
(2) Hong Kong Monthly Digest of Statistiscs, julio de 2019
(3) South China Morning Post, 27/9/2018

Gilroy (California), El Paso (Texas), Dayton (Ohio)

América blanca: masacres que se vuelven normales



Treinta y tres muertos en siete días: después de la masacre en el Festival de la comida en California, la del centro comercial Wallmart en Texas y de la del club nocturno de Ohio. No importa el lugar, lo importante es que perezca gente, inerme, que se dedica a sus tareas cotidianas o que se divierte: los asesinos, armados hasta los dientes con armas de guerra, disparan sobre ellos de improvisto. Los muertos los heridos son un trofeo, quizá anunciado a través de las redes sociales o justificado con proclamas anti inmigrantes.
El clima general en el que se producen estas masacres asume, cada vez, el aspecto del clima de guerra en el que el asesino del momento se eleva a "verdugo" en nombre de la raza blanca, en nombre de una América que no se defiende lo suficiente de la "invasión hispana", de los "negros" o de los "musulmanes", que no protege como debiera los privilegios de la raza blanca; y cuando faltan estas justificaciones, ideales y consideradas nobles, por así decirlo, la venganza se desencadena por las injusticias sufridas en el lugar de trabajo, en la familia, en el círculo de familiares y conocidos.
El FBI ha llamado a estas masacres "terrorismo interno", completamente impredecibles y, por lo tanto, no prevenibles, para distinguirlas de ese "terrorismo islámico" que, por el contrario, a lo largo de los años se ha identificado con una caracterización político-étnico-religiosa bastante definida, por lo tanto -aunque impredecible con respecto al modus operandi y al momento de la acción- prevenible, aunque sólo sea en el contexto de personas sospechosas o sospechosas de pertenecer a organizaciones terroristas, estén o no latentes. Que el FBI, la CIA o cualquier otra agencia de seguridad nacional, pueda evitar que los atentados de terroristas islámicos dentro o fuera de las fronteras norteamericanas.... está aún por probar, visto el 11 de septiembre de 2001…
Pero este llamado "terrorismo interno", que generalmente es llevado a cabo por una sola persona o a lo sumo por una pareja, ¿qué raíces tiene? ¿En qué se basa y cómo se desarrolla?
El supremacista blanco por excelencia, el Sr. Trump, que llegó a la presidencia, insiste desde su campaña electoral, y más aún desde la Casa Blanca (quién sabe por qué la llamaron "Blanca"...), en la necesidad de levantar un inmenso muro a lo largo de la frontera con México para evitar, precisamente, la invasión hispana, identificando fácilmente, después de la islámica, a otro enemigo contra el que actuar. Y hay quienes lo tomaron en serio.... como Patrick Crusius que partió de Allen, una ciudad cercana a Dallas, la ciudad en la que vivía, el 4 de agosto hacia El Paso, a nueve horas en auto, para ir y disparar a Wallmart con un Ak47, el famoso Kalashnikov; matando a 20 personas, incluyendo a 7 mexicanos, hiriendo a docenas más, antes de que los policías intermedios logren bloquearlo. El Paso es una ciudad fronteriza con México, por lo que para el asesino de Allen era el teatro adecuado para probar que la invasión hispana debe ser detenida por medio de disparos....
Una semana antes, el 29 de julio, en uno de los más famosos eventos californianos dedicados a la comida, el Gilroy Garlic Festival en San José, un festival que suele atraer entre 60 y 80 mil personas, un hombre con chaleco antibalas y pantalones militares, entró en la zona donde se celebró el evento, comenzó a disparar, parece que en todas direcciones, causando 4 muertos y más de una docena de heridos. Parece que también hubo un segundo tirador. Y dos días antes, el 27 de julio, hubo otro tiroteo en Nueva York en una fiesta vecinal de Brooklyn: un par de hombres abrieron fuego, matando a uno y dejando 11 heridos.
Unas horas después de la masacre de El Paso, los medios de comunicación informaron de otra masacre (ahora llamada tiroteo masivo), esta vez en Dayton, Ohio, con 9 muertos y no menos de 26 heridos. Como en los otros casos, la masacre tiene lugar en pocos minutos, con rifles repetitivos. El agresor, de poco más de veinte años, que también llevaba un chaleco antibalas, parece haber sido rechazado a la entrada de uno de los muchos lugares de la vida nocturna de Dayton; realizó la masacre a tiempo antes de que la policía lo matara (1).

Estas masacres no son raras en América, y en cada episodio del género hay gritos de condena contra la facilidad de obtener armas incluso para la guerra, contra el racismo, contra los actos de odio. No hay presidente norteamericano que, ante tales actos, no haya tenido que hacer su declaración. Y Trump no es diferente. Pero Trump tiene una explicación al alcance de la mano: como ante la masacre de Las Vegas del 4 de octubre de 2017, son siempre y en todo caso "enfermos mentales" que llevan a cabo actos de maldad pura (2). Y no pierde la oportunidad de reiterar un eslogan que no es más que el eslogan de los grandes fabricantes de armas: ¡No son las armas las que matan a la gente, sino la gente la que mata a la gente!
Oh, por supuesto, es una verdad obvia, y siempre se ha sabido que los Estados Unidos de América es el país donde se da la mayor proliferación de armas en comparación con la población, por otro lado lo mismo podría decirse de los coches, las salchichas o el champú... Las armas son bienes que deben venderse y, en un país populoso y poderoso como los Estados Unidos, ¿quién puede comprar armas además del Estado, las fuerzas policiales privadas y las organizaciones criminales? Ciudadanos individuales, por supuesto. Cuanto más se liberaliza la venta de todo tipo de armas, más se venden. En Estados Unidos el número de armas es mayor que el de la población: 350 millones de una población de 327 millones. Para los fabricantes de armas es un mercado demasiado importante como para permitir que se restrinja; de hecho, el lobby armamentístico tiene un peso considerable en el Congreso estadounidense, especialmente entre los republicanos, y el propio Trump ha disfrutado de su financiación en su campaña electoral. Por lo tanto, para no tocar el negocio de las armas, las masacres deben encontrar otras causas. Y así, a los enfermos mentales, Trump añade la influencia negativa de los videojuegos y los peligros de Internet y las redes sociales.... Después de todo, el Presidente no está del todo equivocado: ciertamente la cultura de la violencia, la cultura de la supremacía ligada al uso de las armas es una herramienta de propaganda de efectos considerable, que arraiga en una sociedad que se basa en la violencia, que se basa en la opresión. La sociedad capitalista, que basa todo en la propiedad privada y en la apropiación privada de toda la producción social, no es más que el caldo de cultivo de todo tipo de violencia, desde la institucional, estatal, ejercida por la policía y los ejércitos, hasta la individual, justificada si se ejerce en defensa de la propiedad privada, pero entendida -y por supuesto condenada moralmente y por la ley- si es una expresión de incomodidad o de locura personal.
Ningún burgués, por supuesto, admitirá jamás que su sociedad se basa en un modo de producción que genera violencia y opresión; no sería una sociedad dividida en clases opuestas si no fuera así. Por lo tanto, como esta sociedad se basa en un modo de producción que no tiene alternativas posibles, quedaría por trabajar en las leyes, en la compensación entre "derecho" y "fuerza", en el equilibrio entre intereses fundamentalmente conflictivos, en la mediación entre los poderes fuertes que dirigen la sociedad y la población. En resumen, se trataría de mediar entre el poder dictatorial del capital, y los capitalistas, en defensa de sus necesidades específicas y de las necesidades de la mayoría de la población que vive del salario que recibe a cambio de la explotación de su fuerza de trabajo. El problema, por lo tanto, se desplaza de la causa profunda y material de la violencia que esta sociedad desencadena desde todos sus poros, a las personas, a los individuos. El problema es: quién usa las armas y contra quién las usa.
En tiempos de paz, la policía estadounidense a menudo prefiere utilizarls contra los negros o contra los marginados; en las guerras de todo el mundo, el ejército los utiliza contra los migrantes y contra la población civil. Pero, si la difusión de las armas no se limita a la policía o a los militares -a quienes la ley autoriza a utilizarlas-, sino que cualquier persona puede comprarlas no sólo para usos "deportivos" o "de defensa personal", sino también para la guerra, es cierto que en una sociedad en la que la competencia y la opresión alcanzan los niveles más altos, como ciertamente lo es la sociedad capitalista norteamericana, el uso de las armas sustituye cada vez más a las palabras, siguiendo el viejo lema repetido hasta el cansancio por la misma filmografía norteamericana: primero disparo, luego pregunto.
En la visión burguesa, no sólo ideológica, sino también de la vida cotidiana, el eje en torno al cual debe girar todo es el individuo, cuya sacralidad está sancionada por las leyes y constituciones. La escala de valores es sintéticamente ésta: individual, propiedad privada, dinero, comunidad, sociedad. Todo debe servir para satisfacer las necesidades individuales y quienes tienen más medios para satisfacerlas tienen el "derecho" a utilizarlas, pacíficamente o no, ya que tienen el "derecho" a expresar a través de ellas su insatisfacción, su incomodidad o sus locuras. Pero el hombre es un ser social y la vida social es muy compleja porque no está hecha por tantos Robinson Crusoe que sobreviven, solos, en tantas pequeñas islas separadas y que tienen que tratar sólo con la naturaleza, sino por miles de millones de hombres que producen, consumen, se aparean, generan otros hombres, viven y mueren en un mundo social que tiende a agregarse y desintegrarse constantemente, siguiendo las determinaciones materiales que la sociedad dividida en clases opuestas genera sin pedir permiso a nadie. Son, por tanto, las tensiones, cada vez más agudas, generadas por los intereses opuestos entre las clases, que expresan, en esta sociedad, la violencia que caracteriza a todas las relaciones sociales existentes, violencia que aumenta con el aumento de situaciones de crisis económica y social frente a las cuales todos nos sentimos solos contra el mundo. El peso de esta soledad, de este desasosiego, de este miedo, se hace en un momento dado insoportable, hasta el punto de que en los actos de violencia en la familia, en el trabajo, en la sociedad o contra uno mismo se encuentra la salida necesaria. La sociedad capitalista, que vive de la violencia y la genera sistemáticamente, al tiempo que condena a una parte no despreciable de los seres humanos a manifestar su insatisfacción e incomodidad con actos de violencia contra otros seres humanos, o contra animales, contra el entorno en el que viven o contra sí mismos, proporciona y difunde al mismo tiempo remedios morales y culturales con el fin de compensar las penurias y la violencia con el mito de la convivencia civil, la superación del odio mediante la renuncia al estallido material y violento de las propias insatisfacciones, la aceptación de las propias condiciones de respeto explotado y marginado para encontrar, en las propias características individuales, la salida o la dimisión silenciosa e individual.
De hecho, la sociedad del capital quiere que los hombres que lo componen se maten en silencio, en la carnicería de la guerra, en los tiroteos masivos o en la violencia doméstica e individual: lo importante es que el capital, en las relaciones pacíficas o violentas, siempre sale vencedor y que el hombre está cada vez más esclavizado al capital.
No hay leyes, ni democracia, ni remedios morales, culturales o religiosos que puedan ofrecer una salida a la sociedad capitalista. El "derecho" que la burguesía ha impuesto a la sociedad ha sido impuesto, primero por la fuerza revolucionaria y la violencia, luego por la fuerza y la violencia de la conservación y finalmente por la fuerza y la violencia reaccionaria e imperialista. Recurrir a la propia burguesía para cambiar su actitud hacia las clases subordinadas a su poder y darles la posibilidad de pasar de su condición de clases subordinadas al nivel de la propia burguesía es como pedir dinero prestado a un banco sin ofrecer ninguna garantía material a cambio. Sólo por la fuerza, por una presión social que sólo la clase de los productores, la clase de los asalariados -de cuyo trabajo la burguesía obtiene sus ganancias- es capaz de realizar es posible injertar en el curso de la vida social actual un curso completamente opuesto, que enfrenta las exigencias de la sociedad del capital con las exigencias de la sociedad de los hombres. El "derecho" burgués que la propia burguesía pisotea violentamente cuando sus intereses de clase están en juego, será abolido abierta y violentamente por la clase de obreros asalariados, primero con fuerza y violencia revolucionarias, y luego reemplazado por el "derecho" de la inmensa mayoría de la población, que no tendrá otro propósito que dirigir todas las fuerzas vivas y positivas de la producción y la sociedad no hacia la preservación de la sociedad dividida en clases, sino hacia su completa superación y, por lo tanto, hacia el entierro definitivo del modo de producción capitalista, que es el caldo de cultivo indispensable del capitalismo y, por tanto, de la clase dominante burguesa.
Hasta que la clase de los asalariados, del proletariado, de los sin reservas, vuelva a reconocerse como una clase distinta de la burguesía, con sus propios objetivos históricos y revolucionarios, completamente opuestos a los de la burguesía, y descienda de nuevo sobre la base de la lucha de clases organizada, abierta y decisiva, y dirigida por su partido de clase revolucionario las guerras, las masacres, la violencia, la opresión, la opresión y la explotación del hombre sobre el hombre continuarán. Sólo la lucha de clases proletaria tiene y tendrá la capacidad de atraer al terreno positivo e histórico a las fuerzas sociales oprimidas por el capitalismo y por la violencia del régimen burgués; Sólo el proletariado, organizado en defensa de sus intereses de clase y lanzado a luchar en todos los terrenos contra la burguesía y las fuerzas sociales de la conservación capitalista, es capaz de transformar las energías, incluso las individuales -aun sucumbiendo a la influencia burguesa debido a la presión y opresión capitalista, y dirigidas hacia salidas ciegas, negativas y apartadas- en una poderosa fuerza social dirigida a la revolución de toda la sociedad, en el que cada individuo ya no se sentirá abandonado a sí mismo y obligado a luchar solo contra el mundo, sino que se confundirá en un movimiento histórico positivo que lo hará parte integrante, con la posibilidad de ser finalmente un hombre que lucha por una sociedad de hombres y no un esclavo del capital, equivalente a cualquier mercancía útil sólo si se intercambia por dinero y se tira a la basura cuando ya no es vendible.
La lucha de clases del proletariado no ha sido, no es y no será la panacea de todos los males de la sociedad actual: es la única manera de luchar contra todos los males de esta sociedad y que tiene como resultado final, en una lucha muy dura e implacable contra todas las fuerzas reaccionarias y la conservación burguesa que nunca serán derrotadas, la superación completa del capitalismo y, por lo tanto, de la sociedad dividida en clases antagónicas. A la fuerza burguesa habrá que responderle con la fuerza proletaria, a la organización de las fuerzas de conservación burguesas habrá que responder con la organización de las fuerzas proletarias y revolucionarias, al odio que la burguesía expresa contra todas las clases subordinadas a través del racismo, la explotación, la marginación, la represión y la guerra de robos, el proletariado sólo tendrá que responder con el odio de clase hacia todo lo que la clase dominante burguesa representa, La violencia reaccionaria de la burguesía tendrá que ser respondida con violencia proletaria y revolucionaria, una violencia que nunca será ciega, negativa, gratuita, sin salidas, sino necesaria para defender a las organizaciones proletarias y su lucha revolucionaria.
En efecto, "no son las armas las que matan a las personas", pero son medios que se utilizan para matar a los que tienen a un enemigo; el poder del Estado y sus fuerzas de orden público lo hacen sistemáticamente, sirviendo de ejemplo a todos aquellos que creen que deben reemplazarlos individualmente. Cuando se trata de fuerzas sociales y clases que luchan entre sí para defender su poder (como la burguesía de hoy) o para conquistarlo (como el proletariado de mañana), la violencia se basa inevitablemente en la clase, en ambas partes.


Partido comunista internacional (el proletario)
6 agosto 2019


  1. Noticia de “ilfattoquotidiano.it” del 29/7, 4/8, 6/8 y de “quotidiano.net” del 4/8/2019.
  2. Cfr. Masacre en las vegas, toma de posición del partido, en www.pcint.org, 4 octubre 2017.





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