Referéndum en Cataluña:
¡Contra la “unidad nacional”!
¡Contra todo particularismo!
¡Contra la colaboración entre clases!
¡Por la lucha independiente de clase!
El próximo 1 de octubre la Generalitat y el Parlament de Cataluña han convocado un referéndum para decidir sobre una posible independencia de España de los territorios comprendidos en la Comunidad Autónoma de Cataluña. Se trata de la segunda convocatoria de referéndum en los últimos años: en 2014 otra iniciativa similar, por parte de ambos organismos, dejó un resultado abrumadoramente favorable para el “sí a la independencia” entre los 2,3 millones de votantes que participaron. Entonces, el referéndum no fue finalmente convocado con carácter vinculante, sino consultivo; pero para el próximo 1 de octubre la votación se ha organizado con todo un aparato legal, sancionado por el Parlament, que pretende ser capaz de proclamar la independencia de Cataluña si el resultado, como todo hace presagiar, fuese favorable al sí.
Por su parte, el Gobierno español y todos los organismos del Estado competentes en materia de jurisdicción territorial (Tribunal Constitucional, Fiscalía General, etc.) ya han advertido que impedirán la votación, y el propio presidente Rajoy ha dejado entrever en sus últimas declaraciones que llegará a aplicar el artículo 155 de la Constitución española, que permite suspender el régimen de autonomía de cualquiera de las regiones que disfrutan de él, si estas se posicionan, de una manera u otra, contra la propia Constitución española.
¡Proletarios!
En el referéndum del próximo 1 de octubre no está en juego la independencia de Cataluña. Los orígenes, las motivaciones y los fines de esta convocatoria son muy diferentes a lo que la propaganda nacionalista de la pequeña burguesía catalana, sus instituciones, los órganos de gobierno de la Comunidad Autónoma, y el propio Estado español, pretenden. La realidad es que Cataluña pasa por una durísima crisis económica que tiene su reflejo en la crisis política en la que se sitúa el referéndum y que es el verdadero determinante tanto de este como de toda la agitación nacionalista y democrática que lleva asolando el país desde hace años.
Desde el año 2007, al inicio de la crisis capitalista, Cataluña, que históricamente ha sido la región económicamente más relevante de España, ha perdido buena parte de su preponderancia en cuestiones como las exportaciones de mercancías y servicios, implantación industrial, construcción de obra pública y privada, etc.; de manera que su importancia en términos económicos ha caído dentro del conjunto de España. Ha visto como su deuda pública aumentaba hasta llegar a tener, en 2012, la mitad de toda la deuda de empresas públicas de España y, finalmente, ha sufrido la contracción de la inversión extranjera, históricamente tan importante en la región, hasta el punto de quedar muy por detrás de otras comunidades autónomas.
Como consecuencia de todo esto, Cataluña ha visto desplomarse el nivel de vida de la población, especialmente el del proletariado catalán, tradicionalmente mayor que el del resto de España, hasta el punto de ser la región más castigada por el paro después de Andalucía y Extremadura: ha acumulado un aumento del desempleo que, en términos proporcionales, es el mayor de toda España.
La dureza especialmente intensa con que Cataluña ha padecido la crisis capitalista está teniendo serias consecuencias. Por una parte, el gobierno de Cataluña, encabezado por cualquiera de las variantes del partido nacionalista de la burguesía catalana, se ha revuelto contra el marco jurídico territorial que rige en España y los límites de la autonomía. Este enfrentamiento se libró, en primer lugar, sobre el terreno tributario y fiscal: la burguesía catalana exigió al gobierno central más competencias en materia de recaudación de impuestos y más libertad para utilizar el presupuesto que con ello obtenía. No se trataba de que los avariciosos comerciantes y tenderos catalanes quisieran más parques para ellos y menos colegios para Andalucía: en el mundo capitalista el Estado no es un agente del bienestar social, es el principal actor económico, el único capaz de movilizar grandes recursos económicos necesarios para sustentar la buena marcha de la economía y el mercado. Inversiones en infraestructuras, que implican movilización de capital a gran escala y soluciones a los problemas de logística y transportes para el conjunto de los capitalistas de una región; créditos públicos, que mantienen la solvencia de las empresas capitalistas en épocas de crisis y permiten su expansión en épocas de bonanza; políticas sociales, que regulan y conservan la mano de obra garantizando su uso para el capital, tanto como una relativa paz social… Todas estas funciones, que afectan al conjunto de los burgueses y capitalistas en la medida en que ninguno de ellos puede realizarlas por sí solos, constituyen el verdadero y descomunal peso del Estado en la economía nacional. Luchando sobre el terreno tributario y fiscal, la burguesía catalana históricamente ha luchado por mayores facilidades, mayores beneficios, para sus negocios, en detrimento de los del resto de España. Se ha tratado, siempre, de un reparto del beneficio capitalista: los impuestos constituyen trabajo proletario no pagado, parte de la plusvalía que se extrae de la clase obrera y que es destinada al bien común capitalista, por vía de recaudación estatal o empresarial. Y con estas ganancias, los burgueses han garantizado que sus negocios vayan bien, que el Estado (la Generalitat autonómica) proveyese de todo lo necesario para ello, que el capital pudiese ser movilizado y rentabilizado en proporciones cada vez mayores, etc.
Pero la lucha sobre este terreno es de por sí difícil, mucho más cuando la crisis capitalista constriñe también al resto de burgueses que luchan, amparados esta vez por el Estado central, por evitar que la plusvalía que creen que es suya les sea escamoteada por estas vías. Es entonces cuando la lucha entra en una fase de abierta rivalidad política: la única intención de la burguesía catalana había sido cambiar las leyes fiscales a su favor, obteniendo un concierto económico más ventajoso con el Estado central… Perdida esta batalla, en nombre precisamente de la legalidad, entra en juego el combate contra dicha legalidad. Es por esto que la lucha por la independencia de Cataluña únicamente encubre el enfrentamiento entre piratas por un mejor reparto del botín. Por supuesto que no toda la burguesía catalana participa de estas veleidades independentistas (una burguesía que siempre ha sido el motor del conjunto de la burguesía española, que necesita el mercado nacional como principal lugar donde vender sus mercancías, que necesita la protección del Estado central en su lucha contra las burguesías de otros países, etc.). De hecho, a medida que el llamado proces ha ido avanzando, buena parte de esta burguesía, sobre todo de la gran burguesía, ligada íntimamente a España por vínculos comerciales indisolubles, la burguesía que controla las grandes entidades financieras como CaixaBank, las grandes eléctricas como Gas Natural, las grandes compañías de seguros como Catalana Occidente e incluso la propia patronal catalán, Fomento del Trabajo… se han desligado de él.
El referéndum del 1 de octubre, como todo el proceso independentista y la doctrina nacionalista que lo rodea -tanto nacionalista catalana como nacionalista española- tienen sus raíces en un enfrentamiento histórico entre la burguesía catalana y el resto de la burguesía española. Un enfrentamiento basado en la competencia que es consustancial al mundo capitalista: la burguesía no cesa de luchar, contra sus adversarios feudales primero, contra otras burguesías después, contra el proletariado siempre… Son palabras grabadas a fuego por el Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels. En el caso de Cataluña y España se trata de un enfrentamiento prácticamente inscrito en los genes del Estado español y del desarrollo del capitalismo en esta región del mundo pero que, en cualquier caso, obedece a las inalterables leyes que rigen la vida de las clases sociales en la sociedad capitalista. Si hoy se ve enfrentadas no sólo a la tradicional burguesía del Eixample y del barrio de Salamanca sino, también, a las clases medias, a la pequeña burguesía, sobre todo, catalana, es porque la crisis económica ha hecho estragos también en estas y, de esta manera, ven en el programa nacionalista una salvación a sus males: mayores inversiones públicas que reactiven la economía nacional catalana de la cual son beneficiarios subsidiarios, blindaje de los mercados en los que participan, reconocimiento de su estatus profesional de acuerdo a criterios nacionales, etc. Esta pequeña burguesía, probablemente la más afectada por la crisis, la más presionada por el aumento de la competencia comercial y la que menos va a disfrutar de la llamada recuperación económica, se ha convertido, como en otras ocasiones, en la base social del independentismo, de la misma manera que en el resto de España ha dado las bases sociales para los “Ayuntamientos del cambio”, la regeneración democrática, etc.
¡Proletarios!
En el referéndum del próximo 1 de octubre no está en juego la independencia de Cataluña. Si la crisis capitalista ha recrudecido la lucha de competencia económica y comercial entre la burguesía catalana y la del resto de España, entre la pequeña burguesía vinculada al mercado catalán y el resto de competidores del resto del país, también ha hecho reverdecer la tensión social. Los despidos, el paro, los recortes, los descensos salariales… han sido el pan nuestro de cada día para los proletarios de Cataluña, exactamente igual que para los proletarios de Madrid o Andalucía. Y junto a estos agravios diarios, la burguesía ha lanzado, también, su cobertura ideológica que tiene la misión de hacerlos pasar por aceptables en función de un interés común entre las clases. Y también, en Madrid o en Barcelona, esta doctrina del interés común es la democracia, la defensa de la colaboración entre las clases, la participación electoral como única vía para defender los intereses de una u otra, etc.
De hecho esta democracia es el eje central del proces nacionalista y del propio referéndum. Toda la tensión social que se vive hoy en los barrios proletarios de Cataluña, todas las miserias cotidianas que los proletarios de esa región ven incrementarse, todos los agravios que padecen de parte de la patronal… ¿se solucionarán con la independencia? ¡En ningún momento se ha dicho esto! Porque ni los partidos políticos implicados en el proces, ni las llamadas instituciones de la sociedad civil (léase instituciones de la burguesía y de la pequeña burguesía, sociedad de los tenderos y los “jóvenes profesionales”) han prometido tan siquiera la independencia. ¡Es el electoralismo lo que está en juego el 1 de octubre! ¡No es por casualidad que los proletarios catalanes han sido llamados a votar 3 veces en los últimos 3 años! El 1 de octubre los proletarios deben olvidarse de sus padecimientos, deben abandonar las luchas que les interesan únicamente a ellos como clase, deben dejar cualquier interés propio… y confiar en que el referéndum, el proces, ambos culminación de la democracia al decir de burgueses y pequeño burgueses catalanes, limarán las asperezas sociales y permitirán a obreros y patrones, a burgueses y proletarios, ir en el mismo barco y marchar en la misma dirección.
El 1 de octubre los convocantes del referéndum, de la ANC a las CUP, pretenden fomentar un gran pacto entre clases que garantice la paz social, mientras la burguesía negocia sus propios intereses con el Estado español. Todas las proclamas de la pequeña burguesía nacionalista van en ese sentido: “dejad que el pueblo vote y, después,…” Es por ello que todos llaman, unánimemente, sin fisuras y sin dudas, a votar, a participar, a dejar de lado intereses que no sean los de “la nación y la sociedad”. Después del 1 de octubre, después del referéndum, lo que habrán obtenido será un perfecto consenso democrático que legitimará, sobre el terreno social, cualquier medida, cualquier disposición, en interés de la unidad nacional catalana, de la economía nacional, de los intereses superiores de la nación… de la defensa exclusiva de los intereses del capital.
¿Qué independencia esperan, si no, los convocantes del referéndum? Del partido de Mas-Puigdemont, prácticamente se sabe todo: son los hereus de la tradición burguesa catalana, si llegan a este punto es porque no han podido encontrar un mínimo acomodo que les permitiese no ir tan lejos. Y tan pronto como puedan, darán marcha atrás. De esa pequeña burguesía, parlamentaria, legalista e institucional de las CUP, no puede esperarse nada nuevo: llaman “al pueblo” a una independencia pacífica y democrática, lograda por la vía del voto y la desobediencia institucional. Repiten una y otra vez que con sólo exhibir el “derecho democrático a decidir” el Estado español se rendirá. Llaman, en fin, a que su “pueblo” se haga apalear, detener y tantas otras cosas más, con las manos vacías y a pecho descubierto.
Ni el PDeCAT ni las CUP buscan otra cosa que un refrendo de la política burguesa cubierta con el manto nacionalista. De ellos, el proletariado sólo puede esperar que le hagan agotarse en batallas inútiles y que le entreguen atado de pies y manos a su enemigo de clase, que es lo que se pretende en el referéndum del 1 de octubre.
¡Proletarios!
Mientras que el particularismo catalán (elevado por la burguesía catalana a “nacionalismo”) busca con el 1 de octubre sumar al proletariado al carro de la defensa de la democracia; la burguesía española aprovecha la ocasión para verter toneladas de prejuicios nacionalistas sobre el proletariado del resto del país. Atacando, también en nombre de la democracia, al independentismo catalán, busca reforzar los vínculos que atan al proletariado a la defensa del interés superior de la nación española. Por ello, quiere presentar su negativa a permitir el referéndum del 1 de octubre como una defensa de la democracia y del interés general, exactamente los mismos argumentos que da el Govern de la Generalitat. En ambos bandos la consigna democrática es el anzuelo con el que pretenden reforzar su poder sobre la clase proletaria.
¡Proletarios!
La clase obrera catalana ha sido siempre la vanguardia de la lucha anti burguesa en España. Fue esta clase la que inició la Semana Trágica de 1909 contra la guerra de Marruecos promovida por burgueses catalanes y españoles; fue esta clase la que fundó y organizó el gran sindicato de clase del proletariado español, la CNT; fue esta clase la que dio los ejemplos de militancia revolucionaria más entregada, como fue esta clase la que paró la reacción militar de 1936. Y siempre, siempre, realizó todas estas gestas partiendo de la base del rechazo radical a todo tipo de nacionalismo, a todo tipo de programa de unidad nacional burgués, combatiendo las influencias de la pequeña burguesía radicalizada e independentista entre los proletarios.
Esa es la historia, la lucha y la actitud espontáneamente anti burguesas (¡y verdaderamente anti capitalistas, para escarnio de los botiguers de las CUP!) que la clase obrera de Cataluña supo mostrar a sus hermanos del resto del país y que podrá –en la medida en que logre reconquistar el terreno de la lucha de clase, influenciada por el partido de clase revolucionario- generar nuevamente. Y ese es el peligro que la burguesía y la pequeña burguesía nacionalistas quieren conjurar llamando a la unidad nacional y a la defensa de la democracia.
¡Proletarios!
El día 1 de octubre no se decidirá nada. Pero la convocatoria del referéndum y la respuesta del Estado español son síntomas de una crisis social larvada que, con toda seguridad, se agudizará según transcurra el tiempo. En ella la burguesía intentará atar al proletariado, ligarle a la defensa de sus intereses con la excusa de la defensa de la nación. Le utilizará como carne de cañón en sus enfrentamientos con el resto de burguesías y le llamará a hacer los mayores sacrificios por el bien común.
Para zafarse de este destino, para poder plantar cara al negro porvenir que le espera, el proletariado debe rechazar desde el primer momento la unión con la burguesía, la colaboración entre clases, la defensa de la “unidad nacional”, la “nación” -ya sea esta el conjunto de España o una Cataluña separada e independiente-. Ni los grandes burgueses ni los pequeños son aliados del proletariado, sus programas políticos sólo representan, para él, miseria y opresión. Sólo retomando el camino de la lucha clasista, de la defensa intransigente de sus intereses, de la lucha sobre el terreno inmediato, tanto como sobre el terreno político general, con un programa y una visión propias y bajo la guía del partido de clase revolucionario, el proletariado puede encontrar una salida al futuro de miseria y opresión que le espera.
¡Contra todo nacionalismo!
¡Contra todo particularismo!
¡Contra la defensa de la unidad nacional!
¡Contra la colaboración entre clases!
¡Por el retorno del proletariado a la lucha de clase independiente!
09/09/2017
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
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OTROS TEXTOS de interés:
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