El actual proceso rebasó toda previsión en términos de fuerza, magnitud y contradicciones, por lo cual aún está en ciernes. Tal situación, hace indispensable profundizar sobre las necesidades de la lucha, extraer lecciones de los errores del pasado, además de ampliar y propagar la crítica y ruptura contra todos los aparatos e ideologías con las que la burguesía pretende encuadrarnos.
Constatamos una vez más, que el problema no radica en que “el proletariado no esté luchando lo suficiente” o sea “un agachón”; lejos de eso, la lucha está presente porque el proletariado ha respondido en la calle a los ataques que la burguesía pretende llevar a cabo mediante sus planes de austeridad, y ante eso, los aspectos cuantitativos salen sobrando, no son relevantes a la hora de evaluar la lucha. El connato de enfrentamiento con las fuerzas del orden en la localidad del Valle del Mezquital-Hidalgo, donde el proletariado bajo el grito de “Preferimos morirnos de pie que morirnos de hambre” repelió con piedras, palos y cocteles molotov a los gendarmes del Estado, es la muestra más contundente que refleja la vigencia de la lucha de clases, a su vez que evidencia la brecha irreconciliable entre las necesidades humanas y las necesidades de la economía.
El problema radica entonces, en que a pesar de lo numerosas que han sido las protestas en distintos puntos del país, es la falta de perspectivas y sobre todo la nula ruptura de nuestra clase con la condición de ciudadano e individuo civil, la que le conduce al aislamiento y a la pérdida de continuidad en la lucha. Todas esas debilidades nos cuestan el avance y nos pagan con la derrota. Es la consecuencia de todavía vislumbrar la realidad de forma mistificada y separada, alejándonos de entender el actual problema desde su raíz, es decir, desde la totalidad que es la sociedad subsumida Capital.

Ante la represión y los incrementos de precios se propone la renuncia de un presidente; ante los disturbios, la ciudadanía clasemierdera secunda a la policía, condenando y delatando a los incontrolables; ante los saqueos, la izquierda rastrera se inventa una conspiración hablando de “infiltrados” (a la par que defiende la sacrosanta propiedad privada); ante un problema que deviene de la situación de crisis mundial de valorización, se insiste en contemplarlo desde el localismo y el nacionalismo… Y así sucesivamente, los ejemplos mencionados son una suma de las clásicas fórmulas del reformismo, condensadas y materializadas en todas las pancartas de las manifestaciones pusilánimes, en las redes sociales, en los youtubers indignados, en los periodistas y opinologos de izquierda. Toda esa amalgama posee la considerable fuerza e impacto suficiente para persuadir a que los inconformes se desmovilicen y/o deambulen a través del nefasto sendero de las súplicas (que serán calmadas con unas míseras migajas).
Frente a toda esta situación, es importante no perder el suelo: no hay que minimizar ni subestimar la podredumbre reaccionaria que corroe el proceso actual. Si bien, el descontento es un factor importante para incentivar a la movilización, eso no significa que sea determinante para impulsar a la radicalización de la lucha. El descontento sin perspectiva y que no pinta su raya frente los enemigos de clase, es propenso en todo momento a ser cooptado por la socialdemocracia, aunado a que es fácilmente moldeable por el ciudadanismo. Por consiguiente, no debemos sobredimensionar la situación, dando por hecho que “hay suficiente clarificación en nuestra clase para dar el siguiente paso”. Insistimos en que hay que conocer bien el terreno para saber cómo actuar de manera inteligente y cautelosa, de lo contrario estaremos perdidos en el limbo.
Es preciso romper con los polos que reducen todo a perspectivas catastrofistas (pensar en la invulnerabilidad del Estado-Capital) y romanticistas (creer que “nos encontramos en vísperas de una insurrección proletaria”). Estamos firmemente convencidos de que la impotencia que sentimos en carne propia por no poder dar un vuelco favorable a la situación en estos momentos, no debe dar pie a dejarnos consumir por la derrota o las ansias de voluntarismo, así como tampoco orillarnos a claudicar, cediendo lugar a las iniciativas inmediatistas, activistas, de recambio, gradualismo, gestionismo y posibilismo.
Los revolucionarios de todas las épocas siempre hemos sostenido en los tiempos más turbulentos la irrefutable e intransigente consigna histórica: si no cambia todo, no cambia nada. Y esa es la bandera que hemos de agitar a contracorriente hasta el derrumbe de esta civilización de mierda. [Materiales]
 

 

Crónica de estos días de saqueo y revuelta ¿O qué sigue?

 

“¿Qué más me pueden quitar? Tienen mi sangre. ¡Y ahora mi auto![…] Estoy recibiendo sangre de loco de alto octanaje. Si voy a morir moriré haciendo historia en el camino de la furia.”
-MAD MAX: Fury Road


El inicio
Días como los de hoy 4 de enero de 2017; días de furia y adrenalina serán recordados. Son especiales porque a diferencia de los días que atesoramos individualmente, como un buen cumpleaños, esas vacaciones en la playa o un día de muertos muy colorido; estos días serán recordados por todos, por muchas de nosotras como días extraordinarios.
Hace unos días que aquí, en lo que llaman México, se anunció que el precio de la gasolina se disparaba a 14 y 20 por ciento más, “debido al aumento de los precios internacionales”, según Peña Nieto. Nunca mencionaron que era por la Reforma Energética que su administración promovió. Esto ya no es nuevo para nadie de este país; todos los años sube la gasolina y con ello se disparan todos los precios de las demás mercancías, comida, transporte, vestimenta, renta, etc. Pero el año anterior fue diferente. De un día a otro el dólar llegaba a 17 pesos luego a 18, 19, hasta más de 20 pesos actualmente. Ganó Trump, pasó eso del Brexit, se agravó la situación en Siria; todo va de mal en peor. Pero seguía siendo un fin de año normal con el anuncio al nuevo gasolinazo, pues pensábamos que nada podría suceder, si ya todos estábamos acostumbrados. Pero no fue así.
Esta semana la gente comenzó a hablar. La revuelta comenzó. Las protestas lejanas en el estado de Baja California y Sinaloa comenzaron a ser contadas de boca en boca. Decían que en Baja California tomaron pipas de gas y regalaron la gasolina a cualquiera que pasaba por ahí. Que se bloquearon carreteras en Oaxaca, que hubo manifestaciones en Jalisco, en Chiapas, en Chilpancingo y Tlaxcala, en Morelos y en Can-Cún.
Después comenzaron a acercarse. En Acolman, Ecatepec, Naucalpan, Nicolás Romero, Cuautitlán, Tultepec y Tecámac, Cuautepec. Que ya estaban por la Gustavo A. Madero. ¡que ya venían, que ya corran! Quién sabe quiénes eran pero eran, y muchos y hartos, decididos. Comenzaron a aparecer en las redes imágenes y videos. Eran todos, todas las personas, nosotros. La revuelta estalló.

Roba todo lo que quieras. No regreses nada
“No teman la destrucción de mercancías. No se asusten ante los saqueos de tiendas. Lo hacemos porque es nuestro. Ustedes (como nosotros en el pasado) han sido criados para levantarse todas las mañanas con el fin de hacer cosas que más tarde no serán de ustedes. Recuperémoslas y compartámoslas. Tal y como hacemos con nuestros amigos y el amor.”
- Carta a los estudiantes escrita por trabajadores atenienses, 2008
En mi barrio, todos estaban afuera asomándose, corriendo, vigilando, platicando. Más arriba hacia Ecatepec y en barrios vecinos los proletarios saquearon tiendas como Coopel y Elektra, supermercados como Wal-Mart, Chedraui, Bodega Aurrera y Soriana. Algunos rumores incluso decían que también cajeros, bancos y casas de empeño. Ese día trabajé en la mañana y un compañero se quejaba que había llegado tarde porque habían cerrado la autopista México- Pachuca. Que él era de Coacalco y que ahí ya habían comenzado los saqueos y rumores de enfrentamientos con la policía. El enojo de este compa era más por no poder participar en la expropiación de un Coopel que en haber llegado tarde a trabajar. Todos hablaban de eso en el trabajo: “ya se pasaron de verga”, “la neta si me levantaría en armas”, “pues yo normalmente no haría nada de eso, pero si ya todos están saqueando, ese sentimiento de contagio y emoción de la gente… digo, ya ahí pues sí me sacaba algo”, “si fuera algo organizado y seguido sería mucho más chingón”. Todos opinaban y reían nerviosamente, como emocionados, como si fuera el día de reyes para los más grandes. Luego, durante todo el camino hacia mi casa se escuchaban murmullos en el metro de gente que comentaba que un saqueo aquí que otro por allá. Y para rematar llegando al tianguis cerca de mi casa, un grupo de señoras debatía: “ya vienen para acá”, “pues no nos van a hacer nada, y si sí pues somos más”, “pues ellos solo están saqueando en tiendas grandes, no van a venir al tianguis” “no, yo si vienen sí corro”, “ah pues de una vez lléguele mijita”. Les pregunté maquiavélicamente “¿quiénes vienen jefa?”, “los saqueadores, ¿qué no escuchaste? están en todos lados. Dicen que están robando de todo.”, “no jefa, si son personas como nosotros, no nos van a hacer nada, es más solo están saqueando a tiendas grandes” le respondía para calmarla y afirmar que no se preocupara por su mercancía que vendía en el tianguis. En realidad no tenía nada que temer. Lo importante era que todos discutían algo de lo que nunca hablaban. Que si en la protesta es necesario saquear o no, que si sí es “porque estamos hasta la madre”, que si no pues porque “hay que atacar, no namás robarnos más teles pa volver a enajenarnos”, “que todos vivimos jodidos”.
El saqueo, la destrucción de mercancías y maquinas ha sido una práctica recurrente entre las expresiones de furia y motín de nuestra clase, el proletariado. Desde el asalto pirata hasta la rabia de los hijos de Ludd . Desde las revueltas argentinas en 2001 hasta la quema de dinero y mercancías en la insurrección griega en 2008. La locura de goce, la emoción mezclada con enojo, esas proletarias con serruchos abriendo la cortina del Elektra como si fuera su regalo de santos reyes, es un agujero en el tiempo que relampaguea venganza, una ventana a la vida. Robar a quien te roba es justicia, quemar a quien encadena tu vida, es luchar, romper la normalidad (porque no todos los días saqueamos tiendas y supermercados) es la chispa que necesitamos. Pero no es suficiente.
Pensémoslo de nuevo. Yo vendo mi tiempo de vida. Sí así es, uno cuando trabaja intercambia su tiempo de vida por dinero que es trabajo acumulado. Parte de ese dinero es un gasto previsto por las empresas para que puedas sobrevivir, medio comer, medio dormir, sobrevivir, para que sigas trabajando para ellos. Lo que te sobra después de pagar tu comida diaria y transportes, hay de dos: lo gastas o lo ahorras . Lo gastas en entretenimiento y “diversión”: vas al cine, compras alcohol o drogas, sales con tu novio, compras un celular nuevo. Compras, consumes: y como a la mayoría no nos alcanza para pagar de contado un iPhone 7 (y ni queremos) pues pides un crédito para pagarlo con lo que sobra de cada quincena. Una tele nueva, una lavadora, un Xbox, ropa, tenis y hasta un celular nuevo. Las tiendas a nivel nacional que más créditos otorgan son Elektra y Coopel, son las que tienen el Westernunion porque nuestra familia nos manda dinero desde el gabacho, del cual se queda una buena tajada el Elektra. Estas tiendas que están siempre en los barrios y en los pueblos te enganchan para pagar de poco en poco, y todos sabemos que terminas pagando casi el doble de su precio comercial. ¿Pero entonces por qué mierda seguimos haciendo esto? Los Elektra fueron saqueados y no una IStore y no un Palacio de Hierro por la simple razón de que en nuestros barrios no existen tales tiendas. Y éstas no están ahí porque no tenemos el poder adquisitivo de gastarnos nuestros ahorros en sus mercancías para ricos. No hay un Liverpool en cada esquina y cuando lo hay está custodiado por un pelotón de policías dentro de un centro comercial. En la expropiación espontanea los proletarios saquean y recuperan de las tiendas grandes que les quedan a la mano en los barrios periféricos de la ciudad. ¡Pues porque es ahí donde vivimos!, donde estamos hacinados; ahí es desde donde tenemos que viajar 2 horas en transporte público a nuestros trabajos para seguir gastando nuestras vidas por unos cuantos pesos.
El saqueo no es sólo lógico, sino es reivindicable. Expropiamos lo que otras proletarias han fabricado. Expropiamos ese poquito de vida que venderíamos a cambio de unos tenis nuevos, o una televisión. O comida, o ropa, o más dinero. Es cuando nos alejamos de la figura del buen ciudadano que no empuja, no correo, no grita y vota. Que si tiene un problema con su vecino va a la delegación, que si le robaron va con el policía que lo extorsiona y se burla, que si tiene un problema en el trabajo va con el sindicato. Más bien, es ese proletariado que toma su vida en las manos, se hace responsable de sí mismo y elimina todos esos intermediarios de mierda, todos esos obstáculos y trabas para poder vivir.

¿Pero y después de que me robé esa tele?
Todo lo que conseguimos, parece que lo hemos perdido;
Debemos realmente haber pagado el costo.
(Eso es por lo que seremos)
Quemando y saqueando esta noche;
(Digo, vamos a quemar y a saquear esta noche)
Quemando toda la contaminación esta noche;
Quemando toda la ilusión esta noche.
-BURNIN AND LOOTIN, Bob Marley & the Wailers
Claro que la expropiación es reivindicable y necesaria, pero ¿y luego? Después de que te robas la tele, te sientas en domingo la prendes y ves tu serie favorita, cambias de canal y el noticiero de las 3 dice que lo que pasó la semana pasada estuvo muy mal, que esos saqueos fueron hechos por infiltrados y poseídos. “Yo no soy infiltrado” te dices a ti mismo; “tampoco estoy poseído, creo”, pero han vuelto de tu acción una representación. Literalmente. Algo ajeno, una imagen externa a ti, a tus necesidades, para que no te contagies, ni otros, que no salgas a las calles. Y es que si hay algo difícil en esta vida es romper con la normalidad. Muchas llamas de revuelta se apagan porque hay que comer para poder luchar, y sólo podemos comer si tenemos dinero para comprar comida, y hay que trabajar para poder tener dinero y entonces todos volvemos a trabajar y se murió la revuelta. Cierto, no podemos luchar todo el tiempo, pero batalla y guerra es diferente.
En esta sociedad, todo es mercancía, a esta sociedad que acumula mercancías de manera enferma y obsesiva se le ha llamado capitalismo y, después, cuando esta acumulación se ha vuelto tan grande y monstruosa que dejamos de comprenderla y nos limitamos a mirarla con palomitas en mano, algún proletario la llamó sociedad del espectáculo. La guerra entre los desheredados y los capitalistas, entre clases pues, está sujeta a estás reglas también. Ellos pusieron el tablero y las reglas, más nunca las entendieron o controlaron. Después del saqueo hay de dos: o te quedas sentado viendo una película con tu nuevo Blue Ray y SmartTV (robado) y vuelves a trabajar para pagar el Netflix o Blim que contrataste y para pagar la deuda con el banco, y con Coopel y con tu tía, y la comida y la renta y todo, o te preparas para el segundo asalto. Muchos hemos asumido la guerra pero no es fácil. Cuando asumes que estás harto de esta sociedad y quieres un segundo asalto, el primer sentimiento es como si estuvieras nadando en medio del mar sin nadie a kilómetros. Después te acuerdas que don Beto también estuvo en el saqueo y que viste a Frida corriendo con un celular del Elektra. Nos encontramos en las calles. Nunca estamos solos. Eso es porque todos en el barrio estamos en la misma condición de trabajo asalariado. Y para avanzar, de la batalla a la guerra el paso que sigue es organizar la rabia.

Que la chispa queme toda la gasolina
Quienes no comprendieron que el pensamiento unitario de la historia, para Marx y para el proletariado revolucionario, no era otra cosa que la adopción de una actitud práctica, estaban determinados a convertirse en víctimas de aquella práctica que habían adoptado al mismo tiempo que su teoría.
Debord Tesis 95, La sociedad del espectáculo
Un compa me decía “ah chingá, pues hay que agarrar las armas” sin duda, tal vez, en algún punto, pues sí… pero primero hay que conocernos y conocer el campo de batalla. En esta semana se han hecho reuniones o asambleas y en los próximos días seguramente habrá. Es entonces cuando podemos respirar y pensar nuestro siguiente movimiento. Pero cuando eso pasa, hay de dos: Hablar durante horas en una asamblea donde van a llagar organizaciones como: partidos políticos, sindicatos, ¿la guerrilla?, los antorchistas, los troskistas y esas mamadas. Que van a hacer larguísima la asamblea y pelearán entre ellos diciendo que el movimiento se reduce al “fuera Peña” o “por una nueva constitución” como si un papel nuevo resolviera todo. Ellos simularán que son el Congreso de la Unión y van a llegar a la siguiente conclusión: Nada. O bueno una marcha pacífica pues, del Ángel al Zócalo que será detenida ahí por el hemiciclo a Juárez y ya, nomás. o por el contrario podemos ignorarlos… o correrlos y organizarnos por nosotras mismas. Sin ideologías, sólo con nuestra intuición y nuestra memoria práctica, recordando que ya otros antes que nosotros han hecho revueltas, que antes que nosotras y en otros lados ya hubo saqueos y bloqueos, que no estamos solos y que no somos las primeras. Esas experiencias nos ayudarán en estos próximos días. También nos resta no espantarnos, chingao. En las guerras siempre han existido organismos de propaganda. Es decir gente que se le encarga decir mentiras un buen de veces para que esa sea la verdad que todos aceptemos, luego repitamos y por último pensemos que en realidad nosotros opinamos eso. Hoy día todos los medios, el internet, periódicos de izquierda y derecha hacen eso. No los leamos o veamos, y si los leemos, los criticamos, y si los criticamos los negamos y creamos nuestra versión porque la vivimos, nuestra propaganda. Así encontramos a más gente que esté de nuestro lado.
También sabemos que la tira no está nunca de nuestro lado, eso claro, el objetivo claro. Que nuestra lucha no es por un mejor país o por más democracia. Eso según ya lo tenía Francia o Estados Unidos y si buscamos, también hay saqueos y revueltas porque allá el mundo de la mercancía se cae a pedazos también. Hay proletarios en guerra que son exprimidos a diario y que el año pasado se insurreccionaron. Somos los mismos aquí y allá.
En estos días podemos avanzar del saqueo y el motín, que son un paso importante en nuestra batalla. Podemos continuar, podremos reclamar un cacho de nuestras vidas, luego más y más y luego… más, hasta donde podamos. Podríamos soñar y vivir, cambiar lo podrido que está el mundo, quién sabe, hasta podríamos ser la historia reconociéndose en una revolución. Si no podemos, dejaremos una experiencia importante a los que siguen, sólo si luchamos. Sino, tus hijas, tus nietos, seguirán endeudándose con créditos para satisfacer necesidades falsas, trabajando hasta que estén viejos y recordarán que en 2017 un familiar suyo se robó una tele.
Muerte a todo aquel que se interponga en el camino a la vida del proletariado en guerra


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