Lampedusa, puerta de un Mediterráneo que el capitalismo ha transformado en infierno para cientos de miles de inmigrantes proletarios, desheredados y de todos los que huyen de países devastados por la miseria, el hambre, las guerras de rapiña y la violencia de todo género.


Desde hace más de veinte años, el Canal de Sicilia se ha transformado en un vasto cementerio que se traga a miles de inmigrantes que, de manera creciente, huyen del hambre y de guerras que asolan a los países de África, Cercano, Medio y Lejano Oriente. En los países donde han nacido las condiciones son inhumanas y es por ello que tratan de ganar la margen que les parece más segura, una tierra donde creen que la esperanza de vida todavía no ha sido sepultada como en los países de los que huyen. Pero, cada vez con más frecuencia estas esperanzas se convierten en tragedia y desesperación. Esto no es una fatalidad, mas una de las consecuencias más típicas del capitalismo que devora seres humanos y territorios, teniendo como único fin desarrollar y salvaguardar un modo de producción dedicado exclusivamente a valorizar el capital, es decir, a aumentar y defender la ganancia capitalista que exige sacrificar, a través de todo género de violencia, la vida de los hombres.
Barcos-carretas esperan en los puertos de Túnez, Libia, Egipto, para ser llenados hasta más no poder de seres humanos que huyen de la desesperación. De estos se aprovechan los modernos negreros que amontonan esta singular carga, luego de haberla despojado de toda pertenencia, para llevarla principalmente a las costas meridionales de Italia, en particular Sicilia, Lampedusa exactamente. Estos viajes “de la desesperación” son el espejo de las condiciones en la cual la sociedad burguesa reduce a la mayoría de los seres humanos: oprimidos y expoliados en su proprio suelo por gobiernos sostenidos por una o más potencias occidentales, interesadas exclusivamente en el aprovechamiento de cada recurso, natural o humano, para su propia ventaja económica y estratégica, terminan en las manos de esbirros, esperando de estos últimos obtener un “pasaje hacia Europa”, un pasaje hacia algunos países europeos que representan ante sus ojos que no ven las ilusiones de una Democracia cobarde y asesina; una meta de esperanza, de países que al mismo tiempo han sido los más brutales colonizadores de los países de los que huyen y que, hoy, sobre todo en tiempos de crisis económica mundial, alzan todo de tipo de barreras. ¡La Europa burguesa no recibe, más bien expulsa!
Tratados peor que las bestias destinadas al matadero, considerados clandestinos y perseguidos por la policía de cada país, amontonados en campos de cosechas en Libia o Túnez, antes de embarcarse en las susodichas carretas de mar donde viajan como sardinas en lata, sometidos a todo tipo de vejación y violencia, se lanzan al mar sin ninguna garantía de ganar las costas de Europa pero, cuando lo logran, si sobreviven, son arrojados en prisión por demás superpoblada y casi siempre a cielo abierto. No es casual que se llamen Centros de Identificación y Expulsión (C.I.E.).
Como se sabe, Italia, desde hace algunos decenios se ha convertido en la meta anhelada por estas masas de prófugos y emigrantes que huyen de los países de África y Asia por vía terrestre, pero sobre todo marítima, poco importan los medios y las “modalidades”. Los gobiernos de esta, nuestra constitucionalísima y ultra-civil república, poco importa si son de derecha, centro o izquierda, siempre han tenido la misma actitud de fondo: controlar y limitar mediante la fuerza la afluencia de inmigrantes, pero también a través de leyes y acciones de policía, aceptando legalmente una pequeñísima parte considerada útil como mano de obra fácil a explotar a precios muy bajos, y dejando en la ilegalidad y en manos del trabajo negro y la mafia, al resto de la gran masa.
La burguesía, a pesar de sus discursos sobre los derechos humanos, en realidad no tiene ningún respeto por la vida humana; lo demuestran los incidentes y los muertos en los puestos de trabajo, el hambre de poblaciones enteras, las guerras que asolan un país tras otro, la explotación cada vez más bestial del trabajo humano, del territorio y de los recursos naturales cuyo único fin es el beneficio capitalista, el envenenamiento de la tierra, el agua y el aire, la aparición de viejas enfermedades como el cólera o la tuberculosis y de otras nuevas como los tumores de todo género, además del Sida, la difusión de la violencia como medio no sólo de superación sino también de supervivencia.
El desprecio burgués por la vida humana no le impide crear, para uso propagandístico, organizaciones asistenciales y desarrollar – con costos cada vez más reducidos – actividades asistenciales a través del voluntariado, moderna forma de explotación de la fuerza de trabajo basada en la piedad y la compasión humanas por los pobres y desamparados, gestionada en general por la Iglesia católica u otras entidades religiosas; pero todo ello no soslaya para nada un sistema económico que no tiene por finalidad la satisfacción de las necesidades humanas y de la harmonía social, sino las del mercado y del capital cuya constante y progresiva valorización determina, entre otras cosas, la constante y progresiva desvalorización de la vida humana en general y, sobre todo, de las grandes masas proletarias que en esta sociedad son consideradas como puros brazos a explotar o arrojar. Todo ello, en definitiva, no hace sino reforzar el dominio económico y social del capitalismo y, por tanto, de la clase burguesa que lo representa y defiende a todo precio.
Como en otras ocasiones, también en los últimos meses una miríada de carretas de mar, botes, viejos pesqueros, y hasta neumáticos, han atravesado el Mediterráneo, en particular, el Canal de Sicilia, con el objetivo de arrojar sobre las costas sicilianas y calabresas a esta desgraciada carga humana. Mas no sólo son las costas de Sicilia, Calabria, la Puglia el objeto de las travesías; frecuentemente, sobre todo en los últimos años, lo han sido también las costas españolas frente al estrecho de Gibraltar, las costas griegas, chipriotas y maltesas.
En algún punto en el horizonte aparecen las embarcaciones, que a menudo naufragan a poca distancia de las costas, esparciendo cuerpos no sólo de hombres sino también de mujeres y niños en las aguas de un mar supercontrolado por la marina militar nada menos que de 62 países! Desde hace por lo menos diez años, las marinas militares occidentales que afluyen el Mediterráneo, a les que se les han unido rusos y ucranianos, presiden el Mediterráneo: radares, medios navales, aéreos, satelitales, utilizados para controlar no menos de 1O mil embarcaciones por día, pero lo que nunca han hecho es echar una mirada en los socavones de los barcos de los modernos negreros, ni prestar ayuda a los náufragos (1).
Huir de la miseria, el hambre, de todas las opresiones, de las guerras y las represiones, para migrar hacia una supervivencia menos horrenda: esta ha sido siempre la suerte de millones de migrantes. La solución a la miseria, el hambre, a toda forma de opresión y a los horrores de las guerras no ha sido ni será jamás aportada por la sociedad burguesa, puesto que la misma pone en el centro no las necesidades de la vida social de la especie humana, sino el mercado, el capital, la ganancia capitalista, la propiedad privada, la ley del valor, es decir, todo aquello que genera opresión social y política en el mundo entero. La opresión capitalista, ejercida por el poder político de la clase burguesa, permite a esta clase monopolizar todo recurso de vida y toda riqueza creada; un poder que es defendido con todas las medios, desde los más hipócritas e ilusorios hasta los más nocivos y mortales, reduciendo de hecho la gran mayoría de la población mundial a la condición de esclavos permanentes!
Para que viva el hombre, el capitalismo debe morir; para que el hombre viva en una sociedad de especie en plena armonía consigo misma, la sociedad que se nutre de sangre y carne humana para alimentar al capital debe ser destruida; para que el hombre conquiste una relación armónica con la naturaleza, la vida social que destruye hombre y naturaleza debe ser revolucionada. La esperanza no estriba en la atenuación de los efectos más trágicos y horrendos del capitalismo, que en determinadas áreas geopolíticas y en determinados periodos puede incluso realizarse, sin que por esta razón se detenga la creciente y cada vez más brutal explotación del proletariado de las áreas periféricas del capitalismo desarrollado; la esperanza de salir de las condiciones de esclavitud salarial permanente, cuyas consecuencias en definitiva se miden en millones de muertos, y de conquistar por fin una vida de hombres reside únicamente en la revolución anticapitalista, y por ello comunista, ya que es la única capaz de golpear mortalmente la causa fundamental de los horrores de esta sociedad: el sistema económico capitalista y la dictadura política de la clase burguesa.
El mes de octubre de 2003, sólo al comienzo cuenta ya, a proximidad de las costas sicilianas y de Lampedusa, otros 376 migrantes y prófugos muertos, entre los que se cuentan muchas mujeres y niños: 13, ahogados por la irresponsabilidad del traficante de hombres que conducía la embarcación que llevaba a bordo a jóvenes eritreos, encallándose a 50 metros de las playas de Catania, que les obliga a arrojarse al mar sin saber nadar; y, ni siquiera tres días después, el 3 de octubre, un pesquero con más 500 prófugos eritreos, somalíes y sirios eslora a pocas centenas de metros de Lampedusa, delante de la isla de conejos, dejando un saldo de 363 muertos. Las cifras de los últimos años son escalofriantes: 2.352 decesos en 2011, 590 en 2012, y hasta octubre en curso se cuentan ya 695. Según las macabras estadísticas aparecidas en el sitio Internet Forteresse Europe, desde 1988 los migrantes y prófugos muertos a lo largo de la frontera con Europa representan nada menos que 19.372; sólo en el Canal de Sicilia, sobre las rutas que parten desde Liba, Túnez y Egipto, desde 1994 se cuentan hasta ahora 7.065 (2)
La trágica cuenta de cadáveres recuperados en mar, de dispersos y naufragios fantasmas de los cuales nunca se sabrá nada preciso, se agrega a la de sobrevivientes cuyo tormento no termina puesto que, después de ser salvados de la muerte, no se salvan de la persecución policial que los espera; agolpados peor que las bestias en los CIE y, como son “clandestinos”, humillados y vejados por una burocracia cínica y perversa apta a identificarlos (¡el clandestino es un reo!) para expelerlos y regresarlos a los países de los que huyen y en los que sólo encuentran opresión, violencia, hambre, miseria, guerra: ¡La Italia burguesa no acoge, pero encarcela y expulsa!
Y, como en los años y meses precedentes, en los próximos meses las costas meridionales de Italia continuarán siendo la meta de la desesperación de cargamentos humanos: Lampedusa, Scicli, Portopalo, Pozzallo con el tiempo se han vuelto nombres familiares, ligados como están a las tragedias de sobrevivientes y muertos en mar.
La propaganda burguesa continúa en su hipócrita y cínica obra de mistificación, hablando de leyes de inmigración a revisar – como la Bossi-Fini –, de nuevos acuerdos a establecer en la Sede Europa, de reglamentación del flujo migratorio, como si los hombres fuesen mercancías y, en este caso, de mercancías apreciadas primero, y luego almacenadas de alguna manera, antes de desembarazarse de ellas!
La piedad y la natural solidaridad humana que empuja a la población de Lampedusa a socorrer de algún modo a prófugos y migrantes que terminan la desgraciada travesía sobre sus costas, como también los salvamentos en mar, son demostraciones de humanidad que revela la trágica soledad en la cual el Estado deja a las administraciones comunales sumergidas por el problema, pero que al mismo tiempo corroboran que la prioridades a las cuales el Estado dedica sus actividades son de otra naturaleza: el control de sus fronteras, el reforzamiento de medios y tecnología militar que impidan, hoy, la llegada de decenas de miles de “clandestinos” y, mañana, la llegada y desembarco de enemigos en una guerra que potencialmente se acerca cada vez más. No es casual, en efecto, que los verdaderos recursos económicos puestos a disposición del Estado están dedicados al Frontex, es decir, la defensa militar de las fronteras europeas contra la frontera sur!
Para abundar, los proletarios tienen delante de sí otros ejemplos de cómo la burguesía dominante, su Estado, tratan la “cuestión inmigración” que es una cuestión, en realidad, enteramente proletaria, de clase, ya que sólo los proletarios por su condición de esclavos asalariados y sin-reservas, no les importa la región, nación o continente que vieron nacer a estos proletarios obligados a huir de la tierra en la que se arriesgan a sufrir hambre y muerte, hacia otras donde tratan de sobrevivir.
Rebelarse contra estas desgracias es natural, pero la verdadera solución no está en la piedad o caridad del que está mejor, sino en la solidaridad entre proletarios, en la solidaridad de clase, combatiendo las condiciones de esclavos asalariados y contra la competencia entre proletarios expresamente alimentada por la burguesía y las fuerzas oportunistas que la sostienen. Una solidaridad que, ante todo, debe venir de los proletarios de los países más ricos, de los proletarios italianos, franceses, alemanes, suecos, y que no puede ejercerse sino en el terreno de la lucha de clase, puesto que es necesario responder con la lucha proletaria de clase a la lucha que los burgueses emprenden todos los días contra los proletarios!
 
- Ningún proletario es extranjero, sino hermano de clase!
- No a la detención y expulsión de migrantes! Regularización inmediata de todos los inmigrantes!
- Salario igual por la misma labor a todos los trabajadores sin distingo de nacionalidad!
- Salario de desocupación a todos los desempleados, sean italianos o inmigrantes!
- Por una sola organización clasista de defensa económica y social entre proletarios italianos e inmigrantes!
- Por la reanudación de la lucha de clase solidaria, internacionalista e internacional!
- Por el renacimiento del partido comunista revolucionario a nivel mundial!
  



(2) Cfr. htpp://fortresseurope.blogspot.it
 

Partido Comunista Internacional
20 de octubre de 2013
     www.pcint.org

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