EL 8 DE MARZO, QUE AYER FUE UNA JORNADA DE LUCHA PROLETARIA Y HOY SE HA CONVERTIDO EN UNA CELEBRACIÓN BURGUESA DE LA SOLIDARIDAD ENTRE CLASES, DEBERÁ VOLVER A SER UN SÍMBOLO DE LA LUCHA PROLETARIA


 

El 8 de marzo de 1917 (23 de febrero en el calendario ruso) las proletarias de Petrogrado, encabezadas por aquellas que trabajaban en el sector textil, salieron a la calle para luchar contra las penosas condiciones de vida que padecían como consecuencia de la guerra, los bajos salarios, la falta de alimentos, etc. Este levantamiento, verdadero origen de la conmemoración posterior del día de la mujer proletaria, dio la señal de salida a la mayor revolución que ha conocido la historia, a aquella que llevó al Partido Bolchevique al poder, al derrocamiento del Estado burgués, la instauración de los soviets de obreros y campesinos y al más extendido llamamiento a la insurrección proletaria mundial.

En aquel 8 de marzo, en una Rusia dominada aún por la monarquía zarista que la había conducido a participar en la Primera Guerra Mundial junto a las potencias imperialistas francesa e inglesa, las mujeres proletarias dieron un ejemplo que, en poco tiempo, provocó la extensión de los levantamientos tanto a las fábricas como al frente, donde miles de soldados jugaron un papel decisivo para fortalecer el poder obrero que se levantaba a través de los soviets.

Las mujeres proletarias padecían no sólo los rigores propios de la vida de la clase obrera en tiempos de paz, sino las condiciones especialmente duras creadas por la guerra imperialista, la carestía de alimentos, de ropa y de alojamiento: mientras los hombres trabajaban hasta el agotamiento en unas fábricas reconvertidas en centros de producción para la industria bélica, ellas soportaban en sus espaldas las consecuencias de una existencia impropia de seres humanos que se les exigía en nombre del interés superior de la patria y de las necesidades de la economía nacional.

Esas mujeres proletarias no se levantaron en nombre de una “igualdad” abstracta, no se enfrentaron a la policía zarista para defender los intereses de todas las mujeres, independientemente de la clase social a la que estas perteneciesen. Se levantaron, lucharon y murieron como proletarias y como tales también llamaron con su ejemplo al resto de proletarios de Rusia y de todo el mundo para que llevasen la lucha contra la guerra imperialista, contra todos los bandos burgueses, contra todas las naciones y todos los Estados, a todos los rincones del mundo.

Su acto no fue en balde. Con la revolución de febrero cayó el poder zarista y comenzó el primer episodio de la Revolución Rusa. Las fuerzas proletarias se batieron, desde entonces, contra los partidos burgueses que llevaban a los obreros al matadero en nombre no ya de la Corona y la tradición rusas, sino de la democracia y la libertad con que la burguesía pretendía gobernar el país. También se enfrentaron a aquellas corrientes pretendidamente proletarias, como los mencheviques, que querían apuntalar el Estado de clase burgués modernizando su estructura social, buscando un acomodo parlamentario para los proletarios a cambio de que estos aceptasen continuar siendo explotados y utilizados como carne de cañón en el frente. En pocos meses los proletarios rusos vieron pasar ante sus ojos las excusas religiosas, autoritarias, democráticas  y liberales para que el orden social se mantuviese gracias a su esfuerzo y a su sangre. La lección que aprendieron, que la clase proletaria debe luchar por imponer su dictadura de clase o, de lo contrario, siempre estará sometida a la dictadura de clase del enemigo, les dio la fuerza para imponer, con el Partido Bolchevique a la cabeza, el primer Estado proletario propiamente dicho de la historia. Desde octubre de 1917 y durante varios años, Petrogrado y Moscú fueron un símbolo del poder revolucionario del proletariado y a allí miraban los proletarios de todos los países tomándolo como ejemplo de aquello que la clase obrera puede llegar a hacer.

El origen del 8 de marzo es la celebración de la gran revolución victoriosa del proletariado. Y se celebra en nombre de la mujer proletaria porque es de la fuerza que esta parte de la clase obrera tiene, de la rabia y el odio a la burguesía que puede llegara a albergar en su seno, que saltó la primera chispa insurreccional. La mujer proletaria, que padece doblemente los rigores del mundo capitalista, que a la explotación económica añade la opresión social que le impone su condición, fue con razón la primera en rebelarse contra la situación que padecía el conjunto del proletariado ruso y europeo en 1917. Y es esta fecha y esta lucha la que los comunistas defendemos hoy, más de un siglo después, y la que la clase proletaria debería llevar por bandera si no se hubiese pervertido, falsificado y malversado su significado durante tantísimos años.


Hoy el 8 de marzo es una fiesta en manos de banqueras, empresarias y ministras. Lo celebra incluso la reina. Es una fecha en que se llama a las mujeres proletarias a celebrar junto con sus opresoras, a luchar de la mano en defensa de unos derechos que las trabajadoras realmente no podrán disfrutar nunca en la sociedad burguesa. La libertad y la igualdad que se reivindica en este día son la libertad y la igualdad de las mujeres burguesas con respecto a los hombres burgueses: la libertad de explotar la mano de obra, la igualdad para dirigir el Estado en defensa exclusiva de los intereses de su clase social, la unidad de ambos sexos para enviar, de nuevo, a los proletarios a matarse en los frentes de guerra para defender las necesidades superiores de la nación.

¿Qué queda para la mujer proletaria? Más allá de las celebraciones institucionalizadas, más allá de los ministerios feministas o de los gobiernos progresistas, las trabajadoras siguen padeciendo su condición social con toda su carga: salarios cada vez más bajos, precios cada vez mayores, problemas para encontrar una vivienda, para criar a los hijos, etc. Y a esto se añade la presión específica que padecen por ser mujeres, tanto en aquellos países donde sus derechos más elementales les son negados (como es el caso de Irán donde la última oleada de protestas tuvo en su inicio el asesinato de una joven kurda… ¡por no ponerse bien el velo!) como en aquellos donde tales derechos están legalmente reconocidos pero son negados una y otra vez por al fuerza de una realidad en la que la mujer sigue ocupando un lugar subalterno.

Mientras que el 8 de marzo de 1917 era una fecha de lucha para la clase proletaria, el 8 de marzo burgués de hoy en día es una celebración de la solidaridad entre las clases, de sumisión por tanto de la mujer proletaria a las exigencias de la clase burguesa en su conjunto. El triunfo de movimientos como el feminista, que incluso se ha llegado a reconocer en un país como España como foco inspirador del Estado, es el triunfo de la movilización de las mujeres proletarias detrás de la bandera de la unidad nacional. En una época en la que la paz lograda tras la Segunda Guerra Mundial tanto dentro como fuera de las fronteras de los Estados parece dar los primeros síntomas de agotamiento, la movilización de la clase proletaria es fundamental para adiestrarla en la aceptación de las exigencias que la clase burguesa pueda necesitar imponerla. La exaltación de valores aparentemente colocados por encima de las clases sociales, como la igualdad, la llamada “sororidad”, etc. sirven como banderines de enganche para ilusionar a determinados sectores proletarios, en este caso especialmente a las mujeres, y colocarlas fuera del terreno de la lucha de clase.

Tras la derrota de la revolución proletaria de 1917 a manos de sus enemigos externos e internos, abiertamente burgueses o disfrazados, como iba el estalinismo, de comunistas, las décadas posteriores, hasta el día de hoy, lo han sido de contrarrevolución permanente y preventiva. En esta contrarrevolución que la burguesía libra por todos los medios y en todo momento contra cualquier conato de lucha independiente del proletariado, buscando desmovilizarla incluso antes de que haya surgido, corrientes como el feminismo, que promete a la mujer proletaria una salida a los problemas que le acarrea su condición sin necesidad de liquidar el sistema capitalista, sirven como potentísimos bloqueadores sociales, que inhiben cualquier tipo de respuesta que a los problemas específicos de la mujer pudiera darse en el terreno de la lucha de clase, mediante el enfrentamiento con la clase burguesa y por la vía de la defensa intransigente de las condiciones de vida del proletariado en su conjunto. A las cuestiones que afectan con especial dureza a la vida de la mujer proletaria, el feminismo, que es hoy una ideología de Estado, responde llamando al “fin de la discriminación”, a la “paridad”, etc. Cuando la mujer proletaria pierde su empleo al quedarse embarazada, la burguesía, a través de la doctrina feminista, clama por la “corresponsabilidad en la crianza”. Contra la violencia social, sorda y continua, que padecen las mujeres en el hogar, en el puesto de trabajo o en la calle, la burguesía responde redoblando las leyes ultra represivas y feministas que permiten al Estado reforzar su papel policial. Y así en todos los casos.

Desde el 8 de marzo de 1917 hasta hoy ha transcurrido más de un siglo. Estamos terriblemente alejados de episodios como el que aquel día protagonizaron las mujeres proletarias de Petrogrado. Y no tanto por el tiempo como por la profundidad de una contra revolución que ha sumido a la clase proletaria en la más terrible de las derrotas, impidiéndola tan siquiera referirse a los grandes eventos de su lucha de clase para comprender el mundo presente.

Pero, tarde o temprano, las fuerzas telúricas que mueven realmente la sociedad, las mismas que disponen la división de esta en clases sociales enfrentadas y que tienden por tanto a erosionar cualquier amortiguador que pueda utilizarse para suavizar la tensión que debe existir entre ambas, acabarán por horadar los cimientos de la paz social.

En el horizonte, quizá no inmediato pero sí que cada vez más próximo, vuelven a aparecer las nubes que presagian la tormenta bélica. En todas partes las burguesías nacionales se aprestan a volver a engrasar la maquinaria de propaganda con la que pretenden bombardear a la clase proletaria. Y, mientras tanto, las condiciones de vida del proletariado siguen deteriorándose…

Para los marxistas revolucionarios nuestra perspectiva no atiende al tiempo que dura una vida humana, sino a los ritmos históricos que se aceleran o se frenan, pero que siempre marchan hacia el triunfo definitivo de la sociedad sin clases. Por eso estamos completamente seguros de que el 8 de marzo proletario volverá con toda la fuerza con la que un clase proletaria que hoy parece derrotada se levantará de nuevo, como las obreras rusas de 1917, contra la guerra y la miseria y por la revolución social.


8 de marzo de 2023


¡Viva el 8 de marzo proletario!

¡Por la reanudación de la lucha de clase!


Partido Comunista Internacional

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Siria-Turquía. Hacía casi un siglo que no se producía un terremoto tan devastador en la zona. Presionados por la represión antikurda turca y la represión antigubernamental de Assad, los más afectados son los pueblos kurdos y los refugiados que han huido de la guerra en Siria



En plena noche del 6 al 7 de febrero, dos temblores extremadamente violentos (uno de magnitud 7,8 y el siguiente de magnitud 7,5 en la escala de Richter) en el sur de Turquía, en la frontera con Siria (en el distrito de Nurdaği, provincia de Kahramanmaraş) provocaron destrucción y desesperación.

En Turquía, en su parte oriental, confluyen tres placas tectónicas diferentes: la Anatolia, la Arábiga y la Africana. La estructura de estas placas se caracteriza por un movimiento denominado transcurrente, es decir, las placas se deslizan unas junto a otras en un movimiento horizontal. A lo largo de la historia, se han producido muchos terremotos en esta zona y han tenido una característica común: se han formado a poca profundidad. El hipocentro del terremoto del 6 de febrero estaba a tan sólo 17,9 km.

La secuencia sísmica fue desencadenada por la falla de Anatolia Oriental, de unos 500 km de longitud, que atraviesa el este de Turquía de sureste a norte-noroeste, desde Hantay y el golfo de Alejandreta hasta Gazentep, para luego doblarse hacia los montes del Ponto hasta Estambul. Así pues, gran parte de Turquía está expuesta a terremotos debido a esta falla, que históricamente ha generado los seísmos más catastróficos. De hecho, Turquía es conocida como una zona muy propensa a los terremotos desde la época de las Cruzadas. Por tanto, no puede decirse que el reciente terremoto (como los de 1999, 2010 y 2011) haya sido una sorpresa. Lo que sí fue sorprendente fue el grado de devastación causado por el primer temblor con una magnitud de 7,9 en la escala de Richter y los posteriores con magnitudes, 7,8, 7,5, 6,9 y 6,4.

Las zonas de Gazentep y Kahramanmaraş son las que, según los informes, han sufrido mayores daños, con decenas de miles de víctimas (hasta la fecha se han encontrado más de 47.000) y unos cuantos millones de desplazados, la mayoría de ellos en Turquía y una parte importante también en el norte de Siria, en la región de Idlib, que ha sufrido una doble tragedia: los 4,5 millones de habitantes, que huyeron de la represión del régimen de Assad, además de ser golpeados por la miseria y sobrevivir sólo gracias a la ayuda internacional, han sufrido ahora también el terremoto que ha matado a más de mil personas, ha destruido viviendas y está impidiendo la llegada de socorro y ayuda internacional a esa región. Siria lleva doce años en guerra, y los millones de personas que viven en esa zona dependen de la apertura o cierre de la única puerta, Bab al Hawa, que les permite llegar; y, al igual que en Turquía, la ayuda internacional está centralizada por el gobierno, es decir, el régimen de Assad, que tiene interés en mantener controlada toda la región porque allí han acudido los supervivientes de la guerra y los kurdos, notoriamente reprimidos tanto por el bando sirio como por el turco. Pero las desgracias no terminan aquí, porque frente a las ciudades y pueblos devastados, la enorme masa de personas que lo han perdido todo y que, desplazadas, están siendo reagrupadas en las zonas vecinas, tendrá que hacer frente al problema de la falta de agua, higiene, frío, enfermedades. La ayuda no puede llegar rápidamente a todos los lugares donde se necesita, y en muchas partes no llega debido a las políticas antikurdas y antisirias. Y la promesa de Erdogan, que anuncia la reconstrucción de al menos 30.000 casas en un futuro próximo, deja mucho que desear...

Casi no hace falta decir que casi todas las víctimas se deben al derrumbamiento de edificios. Aparte de la violencia del seísmo y de sus repetidos temblores -algo previsto por los geólogos de todo el mundo, y no desde ayer-, ¿por qué se derrumbó la inmensa mayoría de los edificios? ¿Por qué la construcción de los edificios no incluía ninguna medida antisísmica, mientras que, debido a la búsqueda sistemática del beneficio fácil mediante la utilización de materiales de mala calidad, se construyen edificios altos próximos unos de otros con el fin de ahorrarse el alquiler del terreno, hacinando así a millones de personas en un gigantesco hormiguero? La razón primera de la carnicería hay que buscarla en el sistema capitalista de producción, de explotación de la tierra, en la búsqueda espasmódica del beneficio, sabiendo perfectamente que, en caso de terremoto, esos edificios no habrían resistido ni siquiera temblores mucho más leves que los del 6 de febrero y los días siguientes. Este terremoto fue especialmente violento no sólo en sus temblores principales, sino también en las réplicas posteriores, de modo que los edificios que lograron resistir el primer gran temblor sin derrumbarse, se derrumbaron durante los temblores posteriores. Ante todo esto -aunque, a pesar de los notables avances de la ciencia geológica, no se puede predecir con exactitud el acontecimiento sísmico ni en magnitud ni en intensidad y duración de sus enjambres o réplicas-, ¿cómo se comporta el poder burgués? Con el fatalismo habitual que acompaña siempre a toda catástrofe: siempre es culpa de la mala suerte y sólo en parte culpa de la actividad del homus capitalisticus que ha... construido mal. Hasta un niño comprende que si se construye mal una casa, tarde o temprano se derrumba, y que el amontonamiento de casas en pequeños espacios, una vez derrumbadas en el suelo, impide el acceso y la circulación de los equipos de salvamento y de la maquinaria necesaria para excavar entre los escombros en busca de supervivientes, heridos y muertos.

Pero para Su Majestad el Capital, la catástrofe representa una jugosa oportunidad de negocio; toda catástrofe llamada "natural" es un banquete para el capital. El capital se explota sobre todo magnificando el capital fijo en el que emplea su fuerza de trabajo asalariada, y en periodos de crisis de sobreproducción, como la que vivimos desde hace muchos años, la destrucción masiva de medios de producción y productos desencadena la fiebre de la reconstrucción que, gracias a la emergencia creada por la catástrofe, crea a su vez gigantescos negocios. Las guerras y las pandemias lo demuestran.

La sociedad humana tiene la posibilidad de superar el largo calvario que representan las catástrofes capitalistas destruyendo el capitalismo, su modo de producción y enterrando de una vez por todas el sistema social que durante ciento sesenta y cinco años, en lugar de traer progreso y prosperidad a la humanidad, ha traído miseria y muerte. Este objetivo histórico no puede ser alcanzado por los medios que la clase burguesa utiliza para su supervivencia como clase dominante: ni por la democracia ni por su dictadura. El totalitarismo burgués-capitalista constituye la base de su poder y da igual que se disfrace con los símbolos de la democracia parlamentaria, electoral o reformista; las razones del capital, esa fuerza social impersonal, prevalecen siempre sobre las razones del capitalista individual que, individualmente, puede parecer honesto, solidario, bondadoso, humanitario, pero es incapaz de transformar el sistema económico y social del que él mismo es prisionero en un sistema en el que ya no existan la explotación, el hambre, la miseria y la guerra. Un sistema, por otra parte, que ha doblegado a la propia ciencia a las razones del lucro, y es por ello que la ciencia, por muchos pasos adelante que dé en el conocimiento de los misterios de la vida, de la tierra y del espacio, nunca es la primera voz que escucha la clase burguesa; por el contrario, cada vez que sus advertencias pueden afectar a las razones del lucro y del poder es silenciada, y los científicos que insisten en llevar adelante investigaciones que no produzcan beneficios lucrativos y no den elementos de alarde propagandístico a los poderosos son simplemente marginados y olvidados. ¿Quieren calcular el valor capitalista al inventor de Internet o del teléfono móvil comparándolo con un vulcanólogo, un biólogo o un geólogo que, para conseguir aunque sea un pequeño pero importante resultado en su investigación, necesita años y un capital que no puede dar beneficios en poco tiempo? Por esta razón, la ciencia de la prevención es una ciencia que nunca ha nacido realmente en la sociedad capitalista: catástrofe significa emergencia, emergencia significa blanqueo de dinero sin ningún control particular e incentivo para jugosos negocios en la reconstrucción. Cuanto más se destruye, más se reconstruye, y para los capitalistas, una guerra vale tanto como un terremoto devastador o una pandemia. Ante cada catástrofe, se advierte sistemáticamente de la necesidad de prevenir, se promete hacer lo necesario para evitar que se repitan. En realidad, sin embargo, las catástrofes no sólo se repiten, sino que tienden a repetirse cada vez con mayor gravedad. La sociedad burguesa nunca podrá vencer las causas de sus propias contradicciones, de su propia caída. Debe ocuparse de ella otra fuerza social, la clase que no tiene ningún interés en mantener vivo este sistema de producción, explotación y destrucción: esta fuerza social está representada por el proletariado, la fuerza de trabajo asalariada que produce toda la riqueza económica y social pero de la que está completamente excluida. Si algo ha hecho bien el capitalismo en la historia es haber desarrollado las fuerzas productivas hasta el nivel más alto al que podía aspirar una sociedad dividida en clases. Y la principal fuerza productiva, representada por el trabajo vivo de la clase obrera, es la que tiene objetiva e históricamente la solución a las contradicciones capitalistas. Debe tomar parte activa en una revolución histórica que ninguna otra clase social ha sido capaz de llevar a cabo hasta ahora: cambiar la sociedad dividida en clases en una sociedad sin clases, transformando la economía existente en una economía de clases y basando la vida social no en la valorización del capital, no en el trabajo muerto (capital fijo) que explota el trabajo vivo (trabajo asalariado), sino en fuerzas productivas cuyo desarrollo esté dirigido a satisfacer las necesidades de la especie humana y no del mercado, no del capital. Entonces el conocimiento, la ciencia, y por tanto la ciencia de la prevención, tendrán un desarrollo inimaginable porque ya no serán esclavos del beneficio capitalista sino que estarán al servicio de un mayor bienestar de la especie humana y de un mayor conocimiento de la naturaleza y de sus fuerzas misteriosas.


21 de febrero de 2023

Partido Comunista Internacional

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Il comunista – le prolétaire – el proletario – proletarian – programme communiste – el programa comunista – communist program




 

Francia: Pensiones, desempleo, inflación...

¡Por la reanudación de la lucha de clases contra todos los ataques capitalistas!




La "reforma" de las pensiones forma parte del agravamiento general y continuo de los ataques capitalistas contra el proletariado. Las pensiones de jubilación no son un "derecho" ni un regalo del Estado, sino que forman parte del "salario indirecto", es decir, la parte del "salario real" que no se paga directamente a los trabajadores, sino que se redistribuye en forma de prestaciones sociales, también conocidas como "cargas sociales". Durante años, respondiendo a la voluntad de los capitalistas, los gobiernos, tanto de izquierdas como de derechas, se han esforzado por reducir estas "cargas", reduciendo así el "salario real" y aumentando al mismo tiempo los beneficios, lo que ha provocado una reducción de las prestaciones sociales. Las dificultades del capitalismo ante una crisis creciente le llevan a aumentar cada vez más la presión sobre los salarios y la explotación del proletariado. Lo vemos con la reforma del seguro de desempleo puesta en marcha para reducir los subsidios; lo vemos con la reforma prevista de las pensiones, que dará lugar a jubilaciones con una pensión reducida debido al aumento de la duración exigida de las cotizaciones: ¡no es de extrañar que estas reformas hayan sido respaldadas por las organizaciones patronales!

A esto hay que añadir la inflación, particularmente importante para las materias primas, que erosiona los salarios y constituye una verdadera "transferencia de riqueza" a los capitalistas a expensas del proletariado.



¡LA LUCHA CONTRA LOS ATAQUES ANTIPROLETARIOS EXIGE VOLVER A LA VERDADERA LUCHA DE CLASES!

Frente a estos ataques, los representantes sindicales se jactan de haber participado en reuniones de "concertación" con el gobierno durante las cuales presentaron "otras soluciones para financiar" el sistema que, se quejan, no fueron "estudiadas seriamente"; en realidad, todo el mundo sabía que estas reuniones no tenían otro objetivo que dar una imagen de diálogo con el gobierno que estaba decidido a llevar a cabo su proyecto: ¡los proletarios no consultan con el adversario de clase, lo combaten! Y esto es precisamente lo que no quieren los bonzos sindicales, indefectiblemente apegados a su papel de "interlocutores sociales" y a la colaboración de clases. Por eso, después de participar en estas mascaradas, han retomado su desastrosa táctica de repetidas "jornadas de acción" y su intención de inscribir la "movilización" (¡no hablemos de lucha!) "a largo plazo" (comunicado del 1/10): no hay mejor manera de agotar la combatividad de los proletarios, como demuestran las derrotas de los grandes movimientos en 2003, 2010, 2013 y 2020.

Pero los trabajadores no siempre están condenados a la derrota, como demuestra la huelga de controladores de la SNCF en los ferrocarriles durante las vacaciones de Navidad: organizados de forma autónoma, fueron a la huelga independientemente de los sindicatos, demasiado comprometidos en el diálogo social con la dirección, y obligaron a esta a conceder al menos una prima. Más allá de sus inevitables limitaciones, este episodio muestra el camino: para luchar con alguna posibilidad de éxito, es esencial romper con las orientaciones y prácticas de colaboración de clases impuestas por la dirección del sindicato, y tomar las luchas propias en las propias manos.


Por la vuelta a los métodos y medios de lucha clasista, ¡por la organización y la lucha de clase independiente!

¡Por la reanudación de la lucha general contra el capitalismo!

17 de enero de 2023


 

Partido Comunista Internacional

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Las manifestaciones en Francia están siendo masivas


 

 

El actual momento del Estado en el Perú es el de la contrainsurgencia, es el del agotamiento de todas las formas en que podría hacerse patente una mera institucionalidad liberal. 

Lo que tenemos es que la defensa del Estado burgués se realiza desde el aniquilamiento directo y premeditado de la población movilizada. Significa que la gran burguesía en el poder siente la imperiosa necesidad de recurrir a métodos de guerra que se institucionalizaron en América Latina con el adiestramiento directo del imperialismo estadounidense; el recurso a la radicalización de la violencia ante la masiva movilización de la población trabajadora responde a las contradicciones capitalistas que ellos mismos no pueden controlar por su carácter subordinado a los flujos económicos de acumulación global. Tal respuesta de la clase trabajadora agrava las condiciones de gestión y apropiación capitalista que buscó reacomodarse tras la destitución de Pedro Castillo y el arrinconamiento de las fracciones burguesas a las que este representaba.


El afán criminalizador del movimiento de los trabajadores, sea cual sea la forma en que se presenta, y el cinismo de los representantes del poder estatal develan la intolerancia de la oposición dentro del esquema general de dominación en el Perú, pues el nivel de cuestionamiento social ha alcanzado la propia negación del Estado y sus representantes políticos. 

Las acciones adoptadas desde el poder nos recuerdan entonces a los momentos de nuestra historia en que los mecanismos militares buscaban aniquilar el movimiento general de los trabajadores a través del recurso directo al terror militar. La contrainsurgencia en el Perú se despliega por el evidente papel protagónico del poder militar y las Fuerzas Armadas en las acciones del Estado. 

¡Ante esta unidad aniquiladora debemos oponer la unidad de la clase trabajadora!


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LINK DEL ARTICULO COMPLETO: https://www.editorialande.com/post/sobre-la-represi%C3%B3n-y-el-estado-contrainsurgente-en-el-per%C3%BA



Editorial Ande
Contradictio est regula verinon contradictio falsi


¿¡Guerra y revolución!?



Parece que fue ayer cuando por fin salimos de la “crisis pandémica de Covid-19” (aunque algunos dicen que nunca saldremos de ella) y ya hay una nueva “crisis”. Según la narrativa burguesa dominante, la guerra en Ucrania es una nueva razón para que el proletariado deje de lado la satisfacción de sus necesidades. En su lugar, debemos unirnos al frente unido con las fuerzas de “nuestra” burguesía y sacrificarnos por un “bien mayor” de “defensa de la integridad territorial de Ucrania” o su “desnazificación” – dependiendo de donde vivamos.

Nos obligan a convertirnos en carne de cañón en la “defensa de la nación”, lo que significa sufrir y morir por los intereses de uno u otro bando burgués – como está ocurriendo ahora con los proletarios “rusos” y “ucranianos”. O nos obligan a hacer sacrificios en el “frente interno”: aceptar el aumento de los precios de los productos básicos que permiten nuestra supervivencia cotidiana como la alimentación, la vivienda, la salud, la energía, el transporte, etc.; aceptar el aumento de la represión y la vigilancia; aceptar la militarización del trabajo y el aumento brutal de la tasa de nuestra explotación.

La guerra es, por supuesto, parte integrante de la propia lógica de funcionamiento del capitalismo. Es la expresión de una necesidad de las facciones rivales del Capital de conquistar mutuamente sus mercados para realizar sus beneficios. En este sentido la guerra capitalista y la paz capitalista no son más que dos caras de la misma moneda y cualquier guerra no es más que una continuación de esta competición por medios militares.

La guerra de 2022 en Ucrania (que es más bien una nueva fase abierta de la guerra que comenzó en 2014) no es una excepción. En las últimas décadas nos arrastraron a otras guerras increíblemente sangrientas, algunas de las cuales aún continúan: en Somalia, en la antigua Yugoslavia, en Afganistán, en Irak, en la región africana de los Grandes Lagos, en la región del Cáucaso, en Siria, en Yemen… o recientemente en Etiopía… Todos esos conflictos nacieron de la competencia entre facciones burguesas locales, pero al mismo tiempo representaron guerras territoriales por poderes entre “las grandes potencias” y en todos ellos (como siempre) fueron los proletarios los masacrados.

A pesar de ser tan brutales como lo es la guerra que actualmente asola Ucrania, estas guerras no permitieron a la burguesía movilizar al proletariado en apoyo de los intereses capitalistas a un nivel tan global. La razón principal es que esta vez la formación de los superbloques capitalistas capaces de una confrontación global está mucho más cerca y el choque de sus intereses faccionales opuestos es mucho más obvio y directo. Por lo tanto, es fácil para los ideólogos burgueses de ambos bandos fingir que se trata de “una guerra santa” del “Bien contra el Mal”. Una vez más nos empujan hacia los campos de exterminio en nombre de la paz, esta vez hacia la guerra que puede acabar con toda la vida en este planeta.

Frente a la realidad de la movilización, la militarización de nuestras vidas, la propaganda nacionalista y la horrible carnicería de proletarios, la posición comunista siempre ha sido el rechazo revolucionario derrotista de ambos campos del conflicto burgués a favor del “tercer campo”, ¡el campo de la revolución comunista global! Hemos abordado esto recientemente en nuestro folleto: ¡Proletarios en Rusia y en Ucrania! En el frente de producción y en el frente militar… ¡Camaradas! así como en una segunda contribución: Manifiesto internacionalista contra la guerra y la paz capitalista en Ucrania (ambos textos se encuentran en los anexos de este boletín).

De forma similar a la “crisis de Covid-19”, nosotros como comunistas rechazamos todas las falsificaciones burguesas de la realidad, ya que todas sirven al mismo propósito de mantener a nuestra clase subyugada a los intereses de la clase dominante e impedirle la realización de sus propios intereses de clase, es decir, abolir la sociedad basada en la explotación del trabajo humano. Tanto si la narrativa que intentan imponernos se basa en la ciencia y la medicina “sagradas” oficiales (que pretenden ser objetivas e imparciales) y en las estadísticas gubernamentales, como si se basa en la ciencia “disidente y prohibida” que el “Nuevo Orden Mundial no quiere que veáis” (y que, sin embargo, de alguna manera está por todo YouTube), nuestra única respuesta a esto es reafirmar la posición de subjetividad proletaria militante, es decir, analizar siempre la realidad material basándonos en el criterio de lo que hace avanzar u obstaculiza la lucha por nuestros intereses de clase. Y desde esta posición, y en confrontación con todas las falsificaciones mencionadas, intentamos descubrir siempre la corriente proletaria en toda esta agitación.

Al igual que la anterior “crisis de los Covid-19”, también se afirma que la guerra en Ucrania es la raíz de la aparente “crisis económica” y la justificación de la escasez y/o el aumento de los precios de muchos productos básicos. En realidad, ambas crisis simplemente desenmascararon la crisis subyacente de valorización.

No existe tal cosa en este planeta como la escasez de alimentos o energía. Es la lógica del capital la que crea la “escasez”, ya que la única razón por la que se producen las mercancías en el capitalismo es para venderlas con el fin de obtener beneficios. Su valor de uso como alimentos, ropa, combustible, etc. sólo tiene sentido para el Capital como medio para este fin. Por lo tanto, es lógico dejar que la comida se pudra o quemar el combustible en lugar de dárselo a aquellos que no pueden pagarlo. Por tanto, el trigo de Ucrania o Rusia no se transportará por otras rutas ni se sustituirá por trigo u otro producto comestible de otros lugares para alimentar a los proletarios hambrientos de Egipto o Líbano o Sri Lanka, a menos que se pueda hacer rentable.

En las siguientes páginas intentamos analizar los movimientos proletarios que han estado sacudiendo el mundo a pesar del Covid-19 y los cierres relacionados y la guerra en Ucrania, contra la miseria de la vida en la sociedad capitalista y en oposición a los esfuerzos de movilización interclasista del Estado. Este texto no pretende ser una cronología de estos movimientos proletarios ni una relación exhaustiva y detallada de la actividad militante y organizativa cotidiana “sobre el terreno”. Hay otros militantes, con una conexión más directa con estos movimientos que la nuestra, que han asumido bien estas tareas. Nos centramos en los movimientos que, según nosotros, representan el apogeo de la militancia proletaria reciente, manteniendo al mismo tiempo la continuidad militante, reapareciendo bajo otra forma después de haber sido reprimidos por el Estado, dando nacimiento a minorías militantes o dinamizando las ya existentes y creando potencialmente el espacio para las rupturas programáticas.

Mencionemos aquí que planeamos cubrir las acciones revolucionarias derrotistas del proletariado en el territorio de Rusia y Ucrania contra la guerra capitalista (deserciones y motines en ambos bandos, ataques a los centros de reclutamiento, sabotaje de los esfuerzos de guerra, subversión de la reciente movilización en Rusia, etc.) en un material aparte. También tenemos que mencionar aquí los disturbios de enero en Kazajstán desencadenados por los altos precios del combustible, aunque no hablamos de ello en detalle en el siguiente texto. Fue una erupción muy fuerte de ira proletaria y contenía algunos momentos insurreccionales que llevaron a la burguesía local a pedir refuerzos de Rusia y otros países de la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) para aplastarla y evitar que se convirtiera en una insurrección proletaria a gran escala. Hemos publicado en nuestro blog una colección de materiales militantes de varios grupos que informan sobre el movimiento en Kazajstán.


LEA Y DESCARGUE EL BOLETÍN #14 AQUÍ

[Castellano] https://www.autistici.org/tridnivalka/guerra-de-clases-14-2022-guerra-y-revolucion/

[Francés] https://www.autistici.org/tridnivalka/guerre-de-classe-14-2022-guerre-revolution/

[English] https://www.autistici.org/tridnivalka/class-war-14-2022-war-revolution/

 

Convocatoria: Días de solidaridad internacional con los desertores

Fuente en checo: https://antimilitarismus.noblogs.org/post/2022/11/18/vyzva-dny-mezinarodni-solidarity-s-dezertery/


La guerra en Ucrania continúa con todas sus consecuencias negativas para una gran parte del mundo. Sin embargo, también continúan los actos de deserción y la negativa a ser reclutados, que, si se generalizasen, podrían llevar al fin de la guerra. Por ello, los anarquistas de la región centroeuropea hacen este llamamiento para organizar el apoyo activo a los desertores. Dondequiera que vivamos, hagamos de cada mañana un día de solidaridad internacional de la clase obrera y de resistencia a la guerra. Organicémosnos en los centros de trabajo, en las escuelas y en las calles para reforzar la influencia de la deserción. Luchemos por unas condiciones de vida dignas para todos aquellos que se niegan a ser utilizados como carne de cañón en la guerra inter-imperialista.

Al menos 200.000 personas han huido de Rusia para escapar de la movilización militar de Putin, y decenas de miles más están evitando la movilización en Ucrania. Sin embargo, algunas voces afirman que "el número de desertores es tan insignificante que es extraño siquiera empezar a hablar de ello". Hay que oponerse a estos intentos cínicos de "hacer invisibles" a quienes deciden no servir en el ejército, desertar o emigrar por razones políticas. Hay que escuchar sus voces y proporcionarles ayuda práctica.

La retórica antibélica no tiene todavía el poder subversivo necesario para detener la guerra, por lo que es necesario crear condiciones que faciliten la transición de la reflexión a la acción para aquellos que se sientan inclinados a desertar. No se trata de situarse en primera línea entre los tanques de los dos ejércitos y pensar que eso animará a los soldados a deponer las armas. Se trata de conseguir condiciones a nivel internacional que garanticen que los desertores puedan desertar con seguridad y vivir en otros países sin riesgo de ser perseguidos y estigmatizados socialmente.

En la actualidad, los opositores a la guerra en Rusia y Ucrania no tienen prácticamente ningún lugar al que acudir. Están atrapados entre las fronteras nacionales por sus "propios" gobiernos, mientras que los países vecinos se niegan a aceptarlos y a proporcionarles condiciones materiales decentes. Si la elección de la gente sigue limitada a la opción "o ser obligado a servir en el ejército o ser perseguido", difícilmente se puede esperar un aumento de las deserciones. Es necesario lograr la apertura de las fronteras no sólo para los refugiados civiles, sino también para los desertores de los ejércitos de ambos lados del frente. Esto es precisamente lo que puede debilitar considerablemente la dinámica de la guerra. Pero esto no se hará nunca negociando con los distintos gobiernos que no son más que títeres locales del Estado mundial del capital, ni tampoco mediante un llamamiento socialdemócrata a "hacer concesiones en el ámbito de la política migratoria". 

Nuestra única arma, para nosotros, proletarios, es la lucha de clases, es la movilización en la calles, es el sabotaje de la economía, es la acción directa contra la guerra permanente... Y es entonces, y sólo entonces, cuando la asustada clase dominante se verá obligada a dejarse llevar, lo que nunca constituirá para nosotros un punto de llegada en la lucha, sino solo un momento a partir del cual hay que dirigir nuevas ofensivas contra la totalidad de este mundo de miseria y guerra...


Por otra parte, las proclamas de los políticos criticando la agresión del ejército ruso son una manifestación de hipocresía, incluso cuando se niegan a proporcionar buenas condiciones de vida a quienes se niegan a servir en el ejército. Y además, ¡por qué y cómo habrían de actuar de otra manera, estos dignos representantes del orden burgués! Es necesario oponerse sistemáticamente a los agresores de Putin, así como a los estadistas de otros países que, con sus propias políticas, permiten que el ejército mantenga su potencial bélico. Son los gobiernos de los países en los que vivimos los que efectivamente dificultan la deserción, contribuyendo así a la continuación de la guerra.

Los que se preocupan por salvar vidas deberían pensar en cómo debilitar la capacidad de lucha de los ejércitos, en cómo animar a los soldados a abandonar el frente, en cómo animarles a desobedecer, en cómo motivarles para que usen sus armas contra los que les obligan a entrar en la guerra. Pensemos en ello y organicemos acciones directas que hagan realidad estas consideraciones.


Algunos anarquistas en la región de Europa Central (noviembre de 2022)




https://www.autistici.org/tridnivalka/antimilitarismus-appel-journees-de-solidarite-internationale-avec-les-deserteurs/

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Appel : Journées de solidarité internationale avec les déserteurs

Source en tchèque : https://antimilitarismus.noblogs.org/post/2022/11/18/vyzva-dny-mezinarodni-solidarity-s-dezertery/

La guerre en Ukraine se poursuit avec toutes ses conséquences négatives pour une grande partie du monde. Cependant, les actes de désertion et de refus de se laisser incorporer se poursuivent également, ce qui, si ces pratiques devaient se généraliser, pourrait conduire à la fin de la guerre. Les anarchistes de la région d’Europe centrale publient donc cet appel pour organiser un soutien actif aux déserteurs. Où que nous vivions, faisons de chaque lendemain, un jour de solidarité internationale de la classe ouvrière et de résistance à la guerre. Organisons-nous sur les lieux de travail, dans les écoles et dans les rues pour renforcer l’influence de la désertion. Luttons pour des conditions de vie décentes pour tous ceux qui refusent de servir de chair à canon dans la guerre inter-impérialiste.

Au moins 200.000 personnes fuient la Russie pour échapper à la mobilisation militaire de Poutine, et des dizaines de milliers d’autres évitent la mobilisation en Ukraine. Pourtant, certaines voix affirment que « le nombre de déserteurs est si négligeable qu’il est étrange de commencer à en parler. » Il faut s’opposer à ces tentatives cyniques de « rendre invisibles » les personnes qui choisissent de ne pas servir dans l’armée, de déserter ou d’émigrer pour des raisons politiques. Leur voix doit être entendue et une aide pratique doit être apportée.

Les discours anti-guerre n’ont pas encore le pouvoir subversif nécessaire pour arrêter la guerre, c’est pourquoi il est nécessaire de créer des conditions qui facilitent le passage de la réflexion à l’action pour d’autres personnes ayant une tendance à la désertion. Il ne s’agit pas de se placer sur la ligne de front entre les chars des deux armées et de penser que cela incitera les soldats à déposer les armes. Il s’agit d’obtenir des conditions au niveau international qui garantissent aux déserteurs de pouvoir faire défection en toute sécurité et de vivre dans un autre pays sans risque de poursuites et de stigmatisation sociale.

À l’heure actuelle, les opposants à la guerre en Russie et en Ukraine n’ont pratiquement nulle part où aller. Ils sont piégés entre les frontières nationales par leurs « propres » gouvernements, tandis que les pays voisins refusent de les accepter et de leur fournir des conditions matérielles décentes. Si le choix des personnes reste limité à l’option « soit être forcé de servir dans l’armée, soit être persécuté », on ne peut guère s’attendre à une augmentation des désertions. Il est nécessaire de parvenir à l’ouverture des frontières non seulement pour les réfugiés civils, mais aussi pour les déserteurs des armées des deux côtés du front. C’est précisément ce qui peut affaiblir considérablement la dynamique de la guerre.

Mais cela ne se fera jamais par la négociation avec les divers gouvernements qui ne sont que les larbins locaux de l’État mondial du capital, cela ne se fera pas non plus par un appel de type social-démocrate à « faire des concessions dans le domaine de la politique migratoire ». Notre seule arme, à nous autres prolétaires, c’est la lutte de classe, c’est la mobilisation dans la rue, c’est le sabotage de l’économie, c’est l’action directe contre la guerre permanente… Et c’est alors, et alors seulement, qu’effrayée la classe dirigeante est obligée de lâcher du lest, ce qui ne constituera jamais pour nous un point d’arrivée dans la lutte mais seulement un moment à partir duquel de nouvelles offensives doivent être menées contre la totalité de ce monde de misère et de guerre…

D’autre part, les proclamations des politiciens critiquant l’agression de l’armée russe sont une manifestation d’hypocrisie alors même qu’ils refusent de fournir de bonnes conditions de vie aux personnes qui refusent de servir dans l’armée. Et d’ailleurs, pourquoi et comment agirait-ils autrement, ces dignes représentants de l’ordre bourgeois !? Il est nécessaire de s’opposer de manière cohérente aux agresseurs de Poutine, ainsi qu’aux hommes d’État d’autres pays qui, par leurs propres politiques, permettent à l’armée de conserver son potentiel de guerre. Ce sont les gouvernements des pays dans lesquels nous vivons qui rendent effectivement plus difficile la désertion, contribuant ainsi à la poursuite de la guerre.

Ceux qui se préoccupent de sauver des vies devraient réfléchir à la manière d’affaiblir la capacité de combat des armées, d’encourager les soldats à quitter le front, de les inciter à désobéir, de les motiver à utiliser leurs armes contre ceux qui les forcent à faire la guerre. Réfléchissons-y et organisons des actions directes qui permettront de concrétiser ces considérations.

Quelques anarchistes de la région d’Europe centrale (novembre 2022)

Traduction française : Les Amis de la Guerre de Classe
https://antimilitarismus.noblogs.org/post/2022/09/12/appel-journees-de-solidarite-internationale-avec-les-deserteurs/

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