Texto sobre la actualidad de nuestra lucha
La invasión alienígena
Este
último año vemos sucederse, una tras otra, revueltas en las cuatro
puntas del mapa: revueltas que llevan a Macron a revisar los búnkeres
del Elíseo, que hacen a Lenin Moreno mover la sede del gobierno a
Guayaquil, que asaltan cuarteles y sedes de partidos burgueses en Irak
mientras reavivan la memoria de la insurrección del 91, que tiran uno
tras otro primeros ministros en Haití o colocan una bandera negra en el
parlamento de Hong Kong. La burguesía mundial empieza a tener miedo.
Como
dijo hace unos días Cecilia Morel, la «Primera Dama» del Estado
chileno, al hablar de la revuelta social en curso: «Estamos
absolutamente soprepasados, es como una invasión extranjera, alienígena,
no sé, y no tenemos las herramientas para combatirlas […]. Lo que viene
es muy, muy, muy grave».
En efecto,
lo que se viene es un nuevo ciclo de lucha de clases que está ante
nuestros ojos. Desde Irak al Líbano, desde Irán a Argelia, de Sudán a
Francia, desde Haití a Ecuador, de Hong Kong a Chile. Luchas que nacen
desde las necesidades inmediatas, humanas, de nuestra clase, y que desde
ahí abren la perspectiva histórica, larga aún, de la revolución social,
del comunismo. En Chile es por la subida del metro, en Argelia por la
corrupción política, en Haití por el Petrocaribe y la subida de los
precios de la gasolina, como ocurre también en el caso de Francia o
Ecuador. En Hong Kong empezó contra la represión, en Irak por las
condiciones vida y del agua, en el Líbano por la subida de los impuestos
a internet. Pero esas necesidades inmediatas tienden a generalizarse e
ir más allá del motivo que causó la chispa inicial. Como se puede intuir
no incluimos Cataluña, y es que se trata de un proceso ubicado
totalmente en el terreno de la liberación nacional, que nace de la
defensa de la condena de unos políticos burgueses y que busca la
creación de un Estado catalán independiente. La voluntad o lo que creen
defender aquellos que luchan en estas algaradas cuenta poco en relación a
lo que toda reivindicación nacional prepara: guerras y conflictos
imperialistas. La prueba para determinar la naturaleza de un movimiento
no es su carácter violento o no, que no quiere decir nada, sino aquello
que niega y pone en cuestión: no se niega un Estado nación construyendo
otro. El Kurdistán es otro buen ejemplo de esto.
Podemos
sacar algunas primeras lecciones sobre esta polarización social en
curso, a partir de las «Diez notas sobre la situación revolucionaria» que habíamos escrito hace unos meses.
1)
Casi todo el mundo está polarizado. Estamos entrando en el inicio de un
cambio de época catacterizado por el enfrentamiento entre las clases,
poniendo fin al largo período de reflujo de la década de los noventa. En
realidad, estamos viviendo el desarrollo cada vez más intenso y fuerte
de procesos de ascenso social de nuestra clase, que van desde el 2001 en
Argentina al 2006 en Oaxaca (pasando previamente por Ecuador o
Bolivia), desde las revueltas por el hambre en el 2008 en medio mundo al
2011, el año en que nuestra clase generalizó sus luchas desde el mundo
árabe a España, Reino Unido, Estados Unidos o la misma Grecia.
2)
El capitalismo no da más de sí. Estamos entrando en un período de
revolución social porque el capitalismo está agotado como relación
social: genera cada vez más humanidad superflua, expulsa trabajo vivo de
la producción social, consume con creciente voracidad energía y
materias primas para intentar resolver con más mercancías lo que pierde
al expulsar trabajo humano. Sus crisis son y serán cada vez más
catastróficas.
3) Las oleadas de lucha
que emergen a nivel mundial (2001, 2008, 2011, 2019) no podemos
entenderlas como eventos en sí mismos, como fotografías aisladas unas de
otras. Se trata de la misma película, en el tiempo y en el espacio, que
tiene un protagonista común: el viejo topo de la revolución que reclama
con fuerza sus necesidades e intereses.
4)
Las rebeliones y revoluciones tienen un carácter físico, material: se
lucha por las necesidades inmediatas. Lo importante es analizar los
hechos materiales que mueven las prácticas. Lo que el movimiento dice es
importante, pero ahora es más importante lo que el movimiento hace,
siempre y cuando la lucha surja de las necesidades inmediatas de nuestra
clase: algo muy diferente de las luchas nacionalistas o
político-electorales que se mueven completamente en el terreno de la
política burguesa. La revolución inicia de un proceso de ionización en
el que las moléculas sociales tienden a disponerse en un sentido de
combate, polarizado, independientemente de la conciencia que tengan
inicialmente de los fines de la lucha. Es lo que estamos viendo estos
meses en las diferentes revueltas en curso. Nada que ver con la
ilustración burguesa
5) Este marasmaosocial, este choque de placas tectónicas tiene una raíz común y por eso
tiende a hacerse cada vez más sincrónico. Se contagian unas revueltas a
otras, desde Ecuador a Chile, de Sudán a Argelia, de Irán a Irak o el
Líbano. La raíz común son las necesidades humanas que el capital ataca a
partir de sus necesidades de reproducción.
6)
Y, sin embargo, hay que entender que la apertura de una nueva época
caracterizada por el enfrentamiento entre las clases no quiere decir que
se abra un período insurreccional. Estamos aún muy lejos de esto, ya
que un período insurreccional requeriría una determinación consciente,
un programa, una voluntad reconocida por parte de nuestra clase: en
definitiva, una inversión de la praxis que necesita de un nivel superior
de organización, que necesita de partido, como explicaremos a
continuación. Y aún con todo, es seguro que el choque de placas
tectónicas al que estamos asistiendo será cada vez más intenso y
constante, extenso y concentrado, a pesar de los reflujos que conocerá
en los próximos años.
7) ¿Qué tareas
nos podemos dar los revolucionarios? Estamos en el inicio de un nuevo
período histórico en el que es muy importante que los procesos aprendan
por sí mismos. Nuestro partido, como fuerza social que lucha por el
comunismo, vive y se forma ya en el suelo de estas revueltas. Las
minorías revolucionarias somos parte del proletariado y de estas luchas,
no somos un partido a parte, sino aquellos que, como decía Marx, tratan
de impulsar y llevar más lejos las determinaciones del movimiento, al
mismo tiempo que tratan de clarificar teóricamente su práctica en torno a
los objetivos generales de la clase. Como hemos dicho, que se inicie
una nueva fase de la lucha de clases, un largo período de revolución
social marcado por la crisis terminal del capitalismo, no quiere decir
que el comunismo esté a la vuelta de la esquina. Estamos muy lejos de
una situación revolucionaria: para ello es fundamental la capacidad del
proletariado de constituirse en clase, en partido; es esencial la
convergencia entre los procesos materiales de la lucha de clases y el
programa histórico comunista que nace de esas mismas luchas. Por eso,
las cuestiones de clarificación teórica y programática son hoy tan
importantes. Nuestra lucha no está solo en las barricadas del presente,
sino en las lecciones que se pueden extraer de las barricadas del
pasado.
El camino es aún largo y, sin
embargo, no puede haber vuelta atrás. Tenemos que vivir la pasión de la
lucha pero también la lucha por la claridad teórica y programática.
Muchas
veces, cuando debatimos en espacios «radicales» y aludimos a la
necesidad de la revolución nos sentimos como alienígenas que hubieran
desembarcado desde Marte. ¡Cómo! ¿La revolución? ¿Mundial? Vade retro:
eso es totalitario, reaccionario. ¿Qué queréis? Pues no se trata ni de
un deseo piadoso ni de un hecho de voluntad. Las revueltas y
revoluciones serán un dato presente de nuestro tiempo histórico, cada
vez más sincrónicas. No se trata de desear que se produzcan, puesto que
lo hacen espontáneamente: se trata de dirigirlas en la perspectiva de la
abolición de las clases, del Estado y de mercancía.
Por
eso dedicamos estas notas a todos aquellos que habían arrojado la
revolución al basurero de la historia, a todos aquellos que reducían al
proletariado a masa manipulada y manipulable a voluntad, que sometían
las necesidades inmediatas del proletariado, de la humanidad, a juegos
de los movimientos del capital. No olvidemos jamás la fuerza y la
potencia de nuestra clase.
Grupo Barbaria – Octubre del 2019