1 de mayo de 2023


La lucha del proletariado sólo tiene un sentido:

¡defender los intereses inmediatos y futuros exclusivamente de la clase proletaria!

Durante décadas, todos los sindicatos y todos los partidos "obreros" se han dedicado a la colaboración de clases.

Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial Imperialista, a los sindicatos reorganizados los llamaron tricolores, como los sindicatos fascistas, porque su característica fundamental era, y es, ser los portavoces de las demandas del capitalismo en las filas de la clase obrera y su función específica era, y es, mediar entre las demandas capitalistas (a nivel empresarial y nacional) y las demandas proletarias inmediatas. Su política era, y es, adaptar las demandas obreras tanto a las necesidades de las empresas individuales como a las demandas nacionales del poder burgués. Para ser eficaz en la aplicación de esta política en un régimen democrático no hay otro sistema -aparte del utilizado por el fascismo, es decir, la destrucción violenta de los sindicatos obreros y su sustitución por el sindicato único fascista- que la colaboración de clases, que consiste en engañar al proletariado -una vez debilitado por la derrota histórica de su lucha revolucionaria y la sustitución de su clasismo por el democratismo- de que la forma de mejorar sus condiciones de existencia y de trabajo es someterse a las exigencias del capital, a nivel empresarial y nacional, tanto en lo económico como en lo político, dialogando con la patronal y su Estado.

Las principales necesidades del capital son conseguir que los trabajadores trabajen de la forma más productiva posible y pagarles lo menos posible por su trabajo. Cada capitalista actúa necesariamente en el mercado, donde encuentra la competencia de otros capitalistas; por lo tanto, persigue esos objetivos para obtener su beneficio y vencer a la competencia, pero para alcanzarlos necesita disponer de la cantidad necesaria de trabajadores a los que explotar y de su adhesión (convencida o forzada) para satisfacer las necesidades de su empresa. Como sabemos, en la sociedad capitalista el asalariado es proletario porque sólo posee su fuerza de trabajo individual, que está obligado a vender a los capitalistas para recibir un salario con el que mantenerse a sí mismo y a su familia; ser proletario no sólo significa carecer de reservas, también significa hacer que la propia vida dependa completamente del trabajo que el capitalista te da o no te da.

Los capitalistas poseen todos los medios de producción en los que emplear la fuerza de trabajo de los obreros, naturalmente según la organización del trabajo más productiva posible, y en virtud de su poder económico y político se apropian de toda la producción de cada ciclo productivo; en la práctica, tienen en sus manos la vida de todos los proletarios de la ciudad y del campo. El poder real de los capitalistas reside precisamente en esta dominación; poder que se ve reforzado por ese órgano político particular que es el Estado y que tiene como función primordial defender los intereses, generales e individuales, de los capitalistas tanto frente a la competencia exterior como frente a la lucha de la clase proletaria.

Todo capitalista tiene que hacer frente tanto a la competencia de otros capitalistas como a la de sus propios proletarios en la medida en que éstos emprenden la lucha para exigir salarios más altos y condiciones de trabajo menos onerosas. La lucha de los trabajadores contra los capitalistas es paralela a la lucha competitiva que cada capitalista, y cada Estado, libra contra las burguesías extranjeras. Pero para que la lucha obrera sea una lucha de clase, debe llevarse a cabo con métodos y medios de clase y por objetivos exclusivamente en defensa de los intereses de la clase proletaria, por tanto métodos, medios y objetivos incompatibles con la paz social, con el diálogo social, con la colaboración entre clases.

En el curso histórico del desarrollo capitalista, la clase proletaria también se ha desarrollado no sólo como masa trabajadora, sino también como clase organizada para defender sus intereses. Por eso los capitalistas, aparte de contar con la evidente protección del Estado, han intentado por todos los medios contrarrestar la fuerza del proletariado organizado, tanto en el plano inmediato, los sindicatos, como en el plano político con sus partidos.

En la sociedad capitalista, la lucha entre clases nunca desaparece; puede alcanzar su máxima expresión en determinadas coyunturas históricas, como en situaciones revolucionarias en las que el proletariado une sus fuerzas al ser dirigido por su partido de clase, o puede permanecer, incluso durante décadas -como es el caso del siglo pasado-, dentro de un contraste social sustancialmente controlado por la burguesía. La burguesía ejerce este control a través de diversas formas: aumentando la competencia entre proletarios, utilizando la represión directa en la fábrica, recurriendo a la represión estatal tanto a través de la justicia como de la policía, sobornando a sindicalistas y políticos, despidiendo a los trabajadores más combativos, deslocalizando, cerrando empresas que ya no son suficientemente "productivas" en relación con el mercado o simplemente porque han quebrado.

Es un hecho constatado que, a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, la política de colaboración de clases de los sindicatos reconstituidos tras la fase fascista del sindicato único, y de los partidos autodenominados socialistas y comunistas, ya no fue un hecho episódico o relativo a un sector particular de la producción, sino que se institucionalizó, válida por tanto para todo el sistema económico, previendo así la regulación de todas las relaciones sociales entre la burguesía y el proletariado. Y este buen resultado de la democracia postfascista se lo debe precisamente al fascismo, que fue el primero en introducir la colaboración de clases entre capitalistas y proletarios a través de las sociedades anónimas como única base reconocida para la negociación entre proletarios y capitalistas, tanto en el sector económico del capital privado como en el del capital público.

Por otra parte, el desarrollo del capitalismo en su forma imperialista, con la creación de enormes monopolios, trust y corporaciones multinacionales, con intereses que trascienden las esferas nacionales en las que se ha desarrollado cualquier capitalismo nacional, impuso la necesidad de universalizar el método de negociación entre las empresas y la fuerza de trabajo y de institucionalizarlo mediante leyes estatales que facilitaran y regularan de antemano la administración de la fuerza de trabajo. Y, en efecto, la colaboración de clases institucionalizada ya no es un caso "italiano" o "alemán", sino que concierne a todos los países capitalistas.

La derrota de la causa proletaria -una causa histórica que sólo puede ser revolucionaria y mundial- se debe principalmente a la degeneración de los partidos proletarios y de los sindicatos obreros en los años ´20, que de la defensa exclusiva de los intereses de la clase proletaria, tanto en el terreno político inmediato como en el general, pasaron a la defensa de los intereses de la clase burguesa.

Mientras el capitalismo, en su forma imperialista, ha avanzado centralizando el poder en unos pocos monstruos estatales que representan a las centrales imperialistas mundiales, el proletariado -desde el punto de vista de sus intereses de clase tanto a nivel nacional como mundial- ha retrocedido: ha perdido su poder de clase porque ha abrazado la ilusión pequeñoburguesa de que podría conseguir un sistema social en el que cada clase social, cada estrato social pudiera satisfacer sus necesidades sin pasar por la lucha de clases, es decir, sin emprender el camino de la revolución antiburguesa y, por tanto, anticapitalista. Esta ilusión no cae del cielo, sino que surge de las relaciones sociales que caracterizan a esta sociedad y que están impregnadas de la ideología democrático-burguesa por la que todo individuo nace con los mismos derechos y las mismas oportunidades para crecer y mejorar su situación personal, por la que todos somos ciudadanos responsables ante un Estado que reconoce y representa la soberanía del pueblo, soberanía amparada por unas leyes "iguales para todos". Que todo esto es un castillo de falsedades se demuestra cada día; si no fuera así, no existiría en el mundo un grupo de multimillonarios que acaparan sistemáticamente la mayor parte de la riqueza mundial y miles de millones de proletarios hambrientos, y no existirían las guerras entre facciones burguesas y entre estados burgueses para avasallarse mutuamente con el fin de asegurarse más poder y mejores oportunidades de acaparar territorio económico, negocios y masas proletarias para explotar.

La economía capitalista se basa en una ley fundamental según la cual el capital debe explotar el trabajo asalariado: cuanto más lo explota, más plusvalía obtiene de él y más aumenta el valor del capital invertido. El capital sin trabajo asalariado moriría, sin doblegar a los trabajadores asalariados a las exigencias de su propia valorización (es decir, de su propio aumento) no tendría razón de vivir. Así como la burguesía no puede escapar a esta ley, tampoco puede hacerlo el proletariado. El interés de la burguesía es mantener vivo este sistema, el interés del proletariado es emanciparse de este sistema; los dos intereses chocan permanentemente, no por la voluntad de una u otra clase, sino porque son antagónicos, y lo han sido desde que el modo de producción capitalista se impuso históricamente.

Este antagonismo de clase está siempre presente, incluso cuando el proletariado no lucha: en realidad es la burguesía la que está en lucha permanente tanto contra los restos de los modos de producción anteriores, como contra las burguesías extranjeras y contra el proletariado. En el primer caso representa el progreso económico y social, en el segundo caso representa la lucha de la competencia para aumentar el poder frente a los competidores y, así, fortalecer la conservación del sistema económico capitalista, en el tercer caso representa la reacción social porque la riqueza social producida bajo el capitalismo es el resultado de la explotación del trabajo asalariado que históricamente tiende a emanciparse del capitalismo: "La condición más importante para la existencia y dominación de la clase burguesa es la acumulación de riqueza en manos de particulares, la formación y multiplicación del capital; la condición del capital es el trabajo asalariado". Esto lo sabemos desde 1848, desde el Manifiesto Comunista de Marx-Engels; y la burguesía también lo sabe, como sabe -porque es la historia de las luchas de clases y de las revoluciones proletarias la que también se lo enseña- que con el desarrollo de la gran industria, de la que es vehículo involuntario y pasivo, también se desarrollan las masas proletarias más allá de todas las fronteras "nacionales" y, con ellas, la base de la lucha de clases a escala mundial.

Por lo tanto, la burguesía tiene todo el interés en bloquear, fragmentar, desviar la lucha obrera del terreno de la confrontación antagónica de clases al terreno de la colaboración de clases. La lucha de la burguesía contra el proletariado tiene como objetivo no sólo mantenerlo en la condición de proletariado, cuya vida depende exclusivamente del trabajo asalariado y, por tanto, del capital, sino impedir que se organice independientemente, por sus propios intereses de clase y por objetivos históricos totalmente opuestos a los de la burguesía. Y en esta operación, la burguesía se sirve de la contribución de todas las fuerzas que ha logrado corromper y transformar en fuerzas de conservación: los oportunistas, los colaboracionistas que proceden de las filas del propio proletariado.

La lucha del proletariado contra la burguesía tiene como objetivo no sólo mejorar sus condiciones de existencia y de trabajo en el terreno inmediato, sino emanciparse en general del yugo del trabajo asalariado: de ser una clase para el capital, el proletariado lucha históricamente por convertirse en una clase para sí mismo, para su propia emancipación.

¿De qué debe emanciparse? Del capitalismo, de la burguesía que lo aplasta en condiciones de dependencia absoluta del trabajo asalariado, que ha hecho de él el esclavo moderno. Este es el gran objetivo histórico que el proletariado anunció con sus luchas revolucionarias en Europa en 1848, en 1871 con la Comuna de París, a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XX con la lucha contra la guerra, durante y después de la guerra, y, en 1917, con la revolución victoriosa en Rusia y con los intentos revolucionarios de 1919-1920 en Hungría, Alemania y en 1927 en China.

Pero esas luchas han sido derrotadas, la burguesía, a pesar de estar continuamente en guerra entre sus naciones, a pesar de acumular crisis económicas cada vez más agudas y devastadoras en la historia de su dominio, ha vencido, sigue en el poder en todas partes, en todos los países del mundo, industrializados y no industrializados. Parece invencible.

Pero la historia no deja que el calendario de las revoluciones y contrarrevoluciones sea dictado por la voluntad de las burguesías más fuertes: la lucha de clases no fue inventada ni por la burguesía ni por el proletariado. Surge del desarrollo de las fuerzas productivas que chocan con las formas de producción que, en un determinado momento de su desarrollo, ya no pueden contenerlas y limitan su empuje objetivo. Por supuesto, la burguesía ha intentado, intenta e intentará limitar ese desarrollo porque no puede hacer nada para resolver las crisis que periódicamente y cada vez con más fuerza afectan a su sistema económico y social, salvo destruir parcialmente las fuerzas productivas que ella misma ha creado y desarrollado. Pero las destruye para poder renovarlas de nuevo porque su objetivo es siempre valorizar el capital, mecanismo que -si no se detiene- reintroducirá las condiciones generales para nuevas crisis y nuevas destrucciones. Las fuerzas productivas modernas son el capital y el proletariado, el uno trata de limitar su desarrollo, el otro, representando el trabajo humano que es la base de la producción social, se ve impulsado a desarrollarlas cada vez más: su enfrentamiento es inevitable. La solución no la puede aportar la clase burguesa, sólo la puede aportar la clase productora, la clase del proletariado, a través del medio que la historia ha expresado desde la antigüedad: la revolución. Por otra parte, la propia burguesía fue empujada a la revolución para poder dar libre desarrollo a las fuerzas productivas modernas que representaba, derrocando con toda la violencia necesaria las formas de producción feudales y asiáticas. Y desde hace más de ciento cincuenta años lucha contra la revolución que, bajo su dominio, ha tomado la forma del proletariado.

La revolución es un proceso histórico, no un acto, por violento que sea, de un día o de unos años. Y en este proceso histórico, para que desemboque en la revolución, es la lucha obrera la que debe desarrollarse en el terreno de la confrontación de clases, un terreno que al principio es el de la lucha en defensa de los intereses económicos inmediatos, pero que la propia confrontación con la burguesía dominante y su Estado eleva a lucha política general.

Con la degeneración de los partidos comunistas y de la Internacional Comunista en los años ´20, se abrió el camino a la derrota general del movimiento proletario revolucionario. Desde entonces, el proletariado mundial ha retrocedido un siglo entero. Por eso la burguesía parece invencible. Pero la lucha obrera no ha dejado de dar sus señales, aunque esté impregnada de ilusiones democráticas y pacifistas.

Sin remontarnos a la extenuante lucha en el gueto de Varsovia de 1944, a los levantamientos de Berlín de 1953 o de Budapest de 1956, basta con echar un vistazo a la larguísima serie de luchas obreras que han surgido en diversas partes del mundo para darnos cuenta de que el capitalismo no es fuente de prosperidad y paz, sino de desigualdades, explotación, miseria, crisis y guerras, contra las que la clase proletaria no tiene más remedio que luchar, en una lucha que, sin embargo, encuentra en su camino a las fuerzas sindicales y políticas del colaboracionismo interclasista. Y es este colaboracionismo la causa de su impotencia.

En aquellos lejanos años ´50, y en los ´60 y ´70, que sacudieron la paz social en Francia, Italia, y de nuevo en Alemania, y en los ´80 en Gran Bretaña, Polonia y Rusia, las burguesías dominantes utilizaron todos los medios del colaboracionismo tradicional y del nuevo reformismo extraparlamentario y de "extrema izquierda", incluso hasta la lucha amada, para contener la presión de las masas trabajadoras y sabotear sus acciones de protesta y de huelga con el fin de reconducirlas al terreno del diálogo social. Así, hoy, ante un posible futuro estallido de guerra a escala mundial, cuyos primeros signos se vieron a principios de los años ´90 con las guerras de Yugoslavia y hoy, mucho más peligrosamente, con la guerra de Ucrania, toda burguesía dominante ha intensificado su propaganda nacionalista llamando a su proletariado a la cohesión nacional, a la unión sagrada, a la defensa de los valores de la civilización occidental. Nada nuevo bajo el sol: se trata exactamente de la misma propaganda que fue utilizada por la burguesía para regimentar, cada uno, a su proletariado con el fin de enviarlo a ser masacrado en la guerra, a uno y otro lado de los frentes. Un nacionalismo aderezado de vez en cuando con las más diversas "reivindicaciones", pero cuyo objetivo ha sido siempre servir de aglutinante entre los intereses burgueses y proletarios, intereses que en realidad son siempre antagónicos, porque mientras la burguesía gana con las guerras, el proletariado pierde la vida en ellas.

No podemos ocultar que, por mucho que se haya agriado con el paso del tiempo, el nacionalismo sigue teniendo una influencia decisiva sobre las masas proletarias incluso hoy en día. Todos los países se arman para los conflictos próximos y futuros, todos los parlamentos dan luz verde a toda una serie de medidas y leyes para restringir al máximo la tan cacareada libertad de organización, de expresión y de huelga. Y toda fuerza de colaboracionismo de clase, sindicato o partido, se encarga de distraer a las masas proletarias llevándolas al terreno del diálogo social impotente, pidiendo a los poderes burgueses que se apiaden de los trabajadores cada vez más reducidos a una vida de precariedad y miseria.

Y cuando las masas proletarias, como en los últimos meses en Francia, Gran Bretaña, EEUU, Alemania, República Checa, Turquía, Venezuela, China, España, Cuba o Sri Lanka, y en Italia o Irán, salen a la calle para luchar contra el alto coste de la vida, contra las intolerables condiciones sociales, contra el empeoramiento de las condiciones de trabajo, contra el empeoramiento de las reformas de las pensiones, contra los despidos y el paro y por aumentos salariales, entonces hablan los llamados 'sindicatos obreros', exigen que no se invierta más capital en la industria armamentística sino en mano de obra, amenazan con huelgas y manifestaciones que ahora ninguna burguesía teme; mientras que los llamados "partidos obreros" se preocupan de sus tejemanejes de políticos experimentados dispuestos a aprovechar cualquier oportunidad para reforzar o ampliar sus privilegios. Este genio es el primer gran obstáculo que la clase proletaria encuentra en su camino; es la fuerza social que toda burguesía lanza contra ella para debilitarla, distraerla, engañarla, desviar cualquier acción que el proletariado emprenda autónomamente. Este hecho por sí solo deja claro que la burguesía, en realidad, teme que las masas proletarias se vean empujadas a la vía de la lucha de clases, y las teme porque sabe, por experiencia histórica, que la fuerza social del proletariado puede convertirse en una formidable fuerza de choque a condición de que se haga completamente independiente de toda institución y aparato burgueses, a condición de que dé a su lucha el contenido de la defensa exclusiva de los intereses proletarios y de los métodos y medios de la lucha anticapitalista, por tanto de clase.

Los proletarios no tienen que defender una patria que no es la suya y por la que la burguesía los manda a masacrar en las guerras; no tienen que defender la empresa en la que trabajan como esclavos ni la economía nacional que alimenta exclusivamente los intereses capitalistas, como tampoco tienen que luchar contra proletarios de otras nacionalidades ni como inmigrantes ni, mucho menos, como "enemigos de la patria". Los principales enemigos son la burguesía nacional y las burguesías de todos los demás países. Y el único aliado es el proletariado de otros países.

El 1º de mayo, que los burgueses y colaboracionistas de todos los colores han convertido en un "día del trabajo", fue un día de lucha, de lucha anticapitalista, de lucha antiburguesa, y así debe volver a ser si los proletarios quieren quitarse el manto intoxicado de nacionalismo y colaboracionismo y ponerse las armas de su verdadera lucha de clases, la única que abrirá el camino a la revolución contra la sociedad de opresiones, de crisis económicas y sociales devastadoras, de guerras.

 

¡Lucha en defensa exclusiva de los intereses proletarios y por su organización independiente!

¡Los proletarios no tienen patria! ¡Los proletarios tienen un mundo que ganar!


Partido Comunista Internacional (El Proletario)

25 de abril de 2023 

www.pcint.org 






[Ecuador] ¡Contra el libre porte de armas y la guerra de todos contra todos, formemos comunidades de lucha al calor de una nueva revuelta!

        

 ¿Para qué el gobierno del banquero sociópata Lasso decretó el libre “porte de armas de uso civil para defensa personal” justo después del juicio político en su contra a fin de destituirlo, en medio de la actual escalada de la violencia asociada al narcotráfico, el desempleo y la pobreza, así como también de la criminalización y represión de la protesta social?


En el corto plazo y visto por encima, para seguir en la presidencia a la fuerza, generando un mayor ambiente de violencia, inseguridad y miedo en las calles que justifique y mantenga su poder actual y la represión estatal en manos de policías y militares. Además, para beneficiar a las empresas que producen y comercializan armas no artesanales, junto a las empresas de seguridad privada que ahora también van a participar en la represión. Y, lo peor de todo, para que los burgueses y pequeñoburgueses violentos de extrema derecha y los lumpenproletarios de las bandas del narcotráfico maten a los proletarios rebeldes y a los proletarios sobrantes, de manera impune y como si fuese una "limpieza social".

Todo esto, es dar más poder a las fuerzas paraestatales que el Estado dice combatir, pero que en realidad son dos tentáculos del mismo pulpo: el terrorismo capitalista. Es una patada de ahogado burgués que afecta gravemente a toda la población de este país, sobre todo a la clase desposeída, explotada y empobrecida.

En el largo plazo y visto a profundidad, el decreto de libre porte de armas en esta región sólo es la gota que está derramando el vaso de una realidad histórica y estructural ya existente: no sólo que la sociedad actual está en descomposición porque el llamado narcoterrorismo la gangrena, y que, en ese sentido, Ecuador ya está a la par de Colombia, El Salvador y México; sino que el capitalismo es la guerra de todos contra todos y que el Estado es la mafia de las mafias; que el capitalismo y su Estado son el mayor crimen organizado contra la humanidad (y la naturaleza); que el sistema capitalista es un sistema de violencia, terror y muerte, aquí y en todo el mundo; y, que o matamos al capitalismo haciendo la revolución social mundial o el capitalismo nos mata como especie humana. El futuro distópico es aquí y ahora.  

En realidad, el capitalismo siempre ha sido mafioso, sólo que ahora su naturaleza se ha desnudado y es más brutal, evidente y escandalosa que antes, debido al creciente poderío del narcotráfico y las redes sociales. Esto no es una anomalía ni una excepción a la regla. No es "narcocapitalismo" ni "narcoestado": eso mismo es el capitalismo y el Estado, así como la democracia en realidad es la dictadura de la burguesía.

Y no es casualidad que esto acontezca bajo el gobierno de un banquero. Los bancos asimismo han existido desde principios del capitalismo y desde entonces han sido mafias de cuello blanco y corbata; pero mafias, al fin y al cabo: el robo y el asesinato para acumular más capital y poder son su “marca registrada”. Antes de y durante su gobierno actual, la mafia de Lasso o del Banco de Guayaquil lo ha demostrado empíricamente una vez más en esta pequeña región del planeta: “Pandora Papers”; “narcogenerales”; masacres carcelarias; redes de corrupción en empresas públicas y privadas; impunidad y hasta indemnizaciones para mafiosos “de alto nivel” (banqueros, políticos, narcos, etc.); “El Gran Padrino”; asesinatos de luchadores sociales, periodistas y testigos clave; este último decreto, etc.

Las diferentes mafias capitalistas siempre han estado en guerra entre sí por dinero, poder y territorio. Dicho de otra forma, no hay capitalismo sin guerra interburguesa. Hoy día en Ecuador, la guerra interburguesa está protagonizada por el gobierno mafioso de la burguesía financiera que vive a costa de la usura de la mayoría de la población vs. las mafias o carteles de drogas de la lumpenburguesía y sus bandas delincuenciales que están compuestas por miles de proletarios sin trabajo ni educación ni futuro de los suburbios. El poder (económico, social, político, militar, etc.) de ambas fracciones de la clase capitalista radica en la explotación y la dominación de todos los sectores de la heterogénea y fraccionada clase trabajadora, la cual también se encuentra en violenta competencia interna por sobrevivir a como dé lugar.

En ese marco, el reciente decreto para el libre “porte de armas de uso civil para defensa personal” en Ecuador (decreto ejecutivo 707) es parte de un mecanismo violento de acumulación de capital frente a la actual crisis de valorización capitalista que, por cierto, está haciendo quebrar a varios bancos y empresas en todo el mundo. Y también es parte de un mecanismo violento de disciplinamiento y reproducción de la fuerza de trabajo colectiva (formal e informal) en aras de esa acumulación de capital en manos de la clase dominante. ¿Por qué?

Porque cuando la economía está en crisis y para prevenir que los explotados, oprimidos y marginados protestemos o nos rebelemos contras nuestras miserables condiciones de existencia, las mafias burguesas dentro y fuera del Estado que están en guerra entre ellas hacen treguas y alianzas temporales bajo la mesa a fin de imponernos su poder de clase mediante el terror, como ya dijimos al inicio, de manera impune y como si fuese una "limpieza social". El Capital, mafioso por naturaleza, destruye todo aquello que no produce valor o que no le produce ganancia. Ya ha pasado en Colombia, Brasil, El Salvador, México, EE. UU., Rusia, Ucrania y todo el mundo. Ahora es el turno de Ecuador y, como también ya lo dijimos, tiene un solo nombre: terrorismo capitalista.

La consecuencia más grave y terrorífica de esta medida estatal es que, precisamente por lo fraccionada y descompuesta que está la clase trabajadora por y para el Capital, la guerra interburguesa abierta que se viene con el libre porte de armas tendrá como protagonistas y carne de cañón a los proletarios sobrantes y los lumpenproletarios que habitan los barrios, los suburbios y las cárceles. A lo que se sumaría la formación de bandas paramilitares de burgueses y pequeñoburgueses psicópatas y violentos de extrema derecha (ya que ellos poseen el dinero para comprar y tener armas), operando junto al ejército y la policía supuestamente "contra la delincuencia" o "por la seguridad ciudadana". Más claro: chapas, milicos, paracos, narcos y delincuentes comunes dándose bala entre ellos, pero también reprimiendo juntos la protesta social. En suma, una guerra civil antirrevolucionaria en las calles de este país. Una guerra de todos contra todos para imponer la paz social capitalista de los cementerios con miles de muertos. Una contrarrevolución preventiva y sangrienta.

¿Qué podemos hacer frente a esta catástrofe acelerada y mortal? ¿Guardar un silencio cómplice? ¿Rezar de rodillas para que las mafias estatales y paraestatales no nos maten en medio de su guerra? ¿Pedirle a la mafia mayor que es el Estado capitalista que nos dé “empleo, educación, salud y seguridad”; es decir, pedirle peras al almo? ¿Armarnos y ser violentos? ¿O más bien practicar la solidaridad de clase, de manera organizada y autónoma, y protestar de esa manera contra la situación actual hasta que la protesta se transforme en revuelta y la revuelta en revolución?


      Nosotros los comunistas radicales afirmamos que nuestra mejor arma es la solidaridad de clase, junto con la autoorganización y la acción directa de masas, en forma de asambleas, consejos y/o comités de proletarios/as en todos los espacios y territorios para defender y transformar nuestras vidas en todos los aspectos: desde la forma de “ganarse la vida”, la alimentación y la vivienda hasta el uso del tiempo libre, las relaciones interpersonales y la salud mental. Unificarnos como clase y formar comunidades de lucha por la vida, al calor de una nueva revuelta.

Asociarnos, cuidarnos e intentar vivir de otra manera mientras luchamos contra el capitalismo, el Estado y todas las formas de opresión (sexual, racial, etc.) es la clave, porque como individuos aislados somos presa fácil de la violencia y la muerte en esta guerra interburguesa. En cambio, durante el Paro Nacional de Junio de 2022 el índice de criminalidad y narcotráfico se redujo debido: 1) a que los narcotraficantes y criminales mayores, los policías y los militares, se vieron obligados a dejar de traficar para reprimir la revuelta; y, sobre todo, 2) a la masividad y la solidaridad propias de la revuelta, pese a sus límites y contradicciones. Porque cuando en las barricadas se combate por la vida y todos “los nadies” comemos gracias a las Ollas Comunes, no hay necesidad de delinquir para los proletarios sin trabajo ni futuro que hoy lo hacen.

Por lo tanto, lo único que puede frenar la matanza civil que se viene con el libre porte de armas es una revuelta masiva y contundente que vaya en contra y más allá de este gobierno burgués mafioso y de las mafias lumpenburguesas de narcotraficantes. Decir “no al libre porte de armas y a la violencia” no es suficiente ni efectivo. A corto plazo, para salvar el pellejo de la gente de aquí es vital hacer un Nuevo Paro Nacional que tumbe este decreto de muerte y este gobierno del banquero sociópata Lasso. Mientras tanto, la violencia y los muertos seguirán en ascenso; sus cifras se dispararán.

A largo plazo, dado que el problema es de fondo y que los látigos de la contrarrevolución a veces ponen a andar a los caballos de la revolución, la solución de fondo, para este y para todos los males actuales, sólo puede ser la Revolución Social Mundial que suprima las causas de toda esta violencia capitalista: la propiedad privada, el trabajo asalariado, el dinero, las clases sociales, el mercado, el Estado, las fronteras nacionales y las opresiones de género y "raza".

Más concretamente, la solución en última instancia es apropiarnos colectivamente de los medios de producción para producir colectivamente y satisfacer las necesidades colectivas, junto con la creación y desarrollo de nuevas relaciones humanas entre los individuos en todos los aspectos. La autoorganización, la acción directa y la solidaridad son y serán nuestras mejores armas para llevar a cabo ese proceso histórico.

Pedirle a la mafia o banda delincuencial mayor que es el Estado capitalista que nos dé "empleo, educación, salud y seguridad", que “garantice derechos” o que “no nos abandone y nos proteja” es pedirle peras al olmo, porque no lo ha hecho ni lo va a hacer, sino todo lo contrario. Así pues, la socialdemocracia o el reformismo de todos los colores es desmentido y superado una vez más por el mismo progreso catastrófico del capitalismo. Muy por el contrario, la solución sólo puede venir desde abajo y sólo puede ser radical: la revolución proletaria para abolir y superar la sociedad de clases.

Sabemos bien que las mafias burguesas dentro y fuera del Estado reaccionarán con suma violencia frente a una revuelta y más aún frente a una revolución, a fin de no perder sus propiedades, sus negocios y su poder, que sólo son tales a costa de la desposesión, explotación y dominación de las nueve décimas partes de la sociedad. Usarán todo su terrorismo. Lo cual, a su vez, obligará a las comunidades en lucha por la vida a tomar medidas de legítima autodefensa (como las comunidades mapuches en la región chilena y los anticapitalistas de Exarchia en la región griega). El pacifismo es cómplice del terror de Estado y lo refuerza. No tiene cabida en una revuelta y mucho menos en una revolución.

Teniendo claro que nuestra mejor arma no es la violencia por la violencia, sino la solidaridad en tanto que germen de un mundo nuevo sin explotadores ni explotados, sin opresores ni oprimidos. De nada o poco sirve una insurrección si no es para producir la comunización de todo lo existente. Dicho de otra forma, la revolución es la combinación de insurrección y comunización, aquí y en todas partes, hasta que todo sea de todos y nadie sea enemigo ni verdugo de nadie. No sería el paraíso en la tierra, pero sí sería una Comunidad humana real, una comunidad de comunidades.

            Esto no es una cuestión de ideología política. Es una cuestión de vida o muerte de millones de seres humanos. La catástrofe capitalista en curso que hoy amenaza con matarnos como especie en el fondo pide a gritos revolución comunista mundial para salvar y transformar nuestras vidas. De lo contrario, la catástrofe actual será cada vez peor o cada vez más insufrible. De lo contrario, nosotros y nuestros seres queridos moriremos violentamente peor que perros de la calle.

El capitalismo es muerte, la revolución es vida. Tomemos partido y actuemos en consecuencia. La protesta y la revuelta con cabeza y mano propias, sin caudillos ni representantes, son los primeros pasos de la revolución. Demos esos primeros pasos aquí y ahora, desde la presente hasta las futuras generaciones.


La rebeldía es la vida, la sumisión es la muerte. ¡Vamos hacia la vida!

¡Formemos comunidades de lucha por la vida al calor de una nueva revuelta!


 Proletarios Hartos De Serlo

Quito, abril de 2023





FUENTE: http://proletariosrevolucionarios.blogspot.com/2023/04/ecuador-contra-el-libre-porte-de-armas.html

 

Francia

Ante el fracaso de la táctica sindical, sólo hay una alternativa: ¡la lucha de clases anticapitalista!

 

 


A pesar de que en los últimos tres meses millones de proletarios se han movilizado, manifestado y declarado en huelga contra la "reforma" de las pensiones deseada por los capitalistas y aplicada por el gobierno a su servicio, éste no ha dado marcha atrás.

Este fracaso no se ha debido a la falta de determinación de los trabajadores, desmintiendo a quienes aseguraban que los proletarios estaban resignados después de haber sido doblegados por la imposición de toques de queda y otros confinamientos durante la crisis de Covid. Todo ha sido mérito de la orientación dada al movimiento por la Intersindical. Esta última, temiendo un "estallido social" (como no ha dejado de repetir en sus llamamientos al gobierno y a Macron) ha retomado la vieja táctica de las movilizaciones parciales -mediante repetidas "jornadas de acción" a intervalos más o menos distantes y "huelgas intermitentes" en algunos sectores aislados- con el pretexto de reducir los sacrificios realizados durante la lucha y ahorrar la energía de los huelguistas y manifestantes. Esta misma táctica condujo a la derrota en las grandes luchas anteriores por las pensiones porque, como todo el mundo puede ver, debilita efectivamente la lucha, agota a los proletarios en vanas "jornadas de acción" sin futuro y acaba inevitablemente por desmoralizarlos. Pero para los dirigentes sindicales, verdaderos bomberos sociales infaliblemente apegados a la defensa del orden establecido, esta táctica les permite minimizar los daños causados a la economía capitalista y evita en la medida de lo posible cualquier "desbordamiento" de la lucha proletaria... que correría el riesgo de convertirse en una verdadera lucha de clases uniendo a todos los proletarios contra los capitalistas y su Estado.

La orientación de la Intersindical se deriva inevitablemente de la naturaleza de las organizaciones que la componen: sumidas en la red burguesa de colaboración de clases, orgullosas de mostrar a la burguesía su actitud "responsable", no pueden sino dar la espalda a cualquier lucha por el respeto de los principios de diálogo entre los "interlocutores sociales" y de paz social. Por eso, después de alinear su movilización con las aventuras del circo parlamentario, desde hace unos días piden una simple "pausa" de la reforma, el nombramiento de un "mediador"; en el último comunicado de la Intersindical (28/3) ya no se habla de retirar la reforma; y, a pesar del claro rechazo de sus propuestas por parte de las autoridades, como fieles servidores, se han apresurado a reunirse con el primer ministro...


 

¡POR UNA ORIENTACIÓN DE CLASE EN LA LUCHA PROLETARIA!

 

Hay quienes imaginan que sería posible empujar a las direcciones sindicales a convocar una huelga general hasta la victoria. Pero si, excepcionalmente, convocaran una huelga general, sólo sería para controlar el movimiento y garantizar la defensa de los intereses de la economía burguesa. No hay otra alternativa a la orientación de clase en la lucha, en ruptura total con la orientación legalista y pacifista del aparato sindical, contra la demagogia de los partidos pseudo-obreros o "rebeldes" y sus satélites, y por tanto en ruptura con la influencia de las múltiples fuerzas pro-burguesas de colaboración de clases.

 

La organización independiente sobre una base de clase es la única manera de que los proletarios tomen sus luchas en sus propias manos, eviten la derrota y se preparen para el ataque general contra el capitalismo el día de mañana.

Contra la "reforma" de las pensiones y contra todos los ataques burgueses, ¡por una orientación de clase en la lucha, rompiendo con las orientaciones derrotistas de las organizaciones colaboracionistas!

¡Unión en la lucha de todos los proletarios, públicos y privados, empleados y desempleados, activos y jubilados, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, franceses e inmigrantes!

Reducción drástica de la jornada laboral y de la edad de jubilación.

¡Aumento general de los salarios, las prestaciones de desempleo, las pensiones y todos los mínimos sociales!

Contra toda discriminación, ¡igual salario por igual trabajo!

Regularización de los trabajadores irregulares.

No a la represión policial.

¡Revocación de todos los cargos contra huelguistas y manifestantes!

Solidaridad con los huelguistas.

Por la lucha revolucionaria contra el capitalismo, contra sus preparativos de guerra y su dominio imperialista, ¡unidad de los proletarios de todo el mundo!

 

5 de abril de 2023

 

 



Partido Comunista Internacional

Il comunista - le prolétaire - el proletario - proletarian - programme communiste - el programa comunista - Communist Program

 

“En la etapa actual abierta por el movimiento contra la reforma de las pensiones, la policía mutila e intenta asesinar para impedir el levantamiento, y defender a la burguesía y su mundo.
Pero nada debilitará nuestra determinación de poner fin a su dominio.”

Comunicado N°1 de compañeros de S.

 

El sábado 26 de marzo, nuestro compañero S. fue alcanzado en la cabeza por una granada explosiva durante la manifestación contra los embalses. A pesar de su estado crítico, la prefectura impidió intencionadamente que los servicios de urgencias intervinieran en primer lugar y que le trasladaran a una unidad de cuidados adecuada en segundo lugar. Actualmente se encuentra en reanimación neuroquirúrgica. Su pronóstico vital sigue estando comprometido.

El estallido de violencia represiva que sufrieron los manifestantes se saldó con centenares de heridos, varios de ellos con lesiones físicas graves, tal y como recogen los diversos informes disponibles. Los 30.000 manifestantes habían acudido con el objetivo de bloquear la construcción del megaembalse de Sainte-Soline, un proyecto que pretende monopolizar la gestión del agua en manos de una minoría que se beneficia de un sistema capitalista que no tiene nada más que defender salvo la muerte. La violencia del brazo armado del Estado democrático es la expresión más clara de esto.

En la etapa actual abierta por el movimiento contra la reforma de las pensiones, la policía mutila e intenta asesinar para impedir el levantamiento, y defender a la burguesía y su mundo. Pero nada debilitará nuestra determinación de poner fin a su dominio. El martes 28 de marzo y los días siguientes, reforcemos las huelgas y los bloqueos. Salgamos a la calle, por S. y por todos los heridos y encarcelados de nuestros movimientos.

Viva la revolución.

Camaradas de S.

pd: Si tienes alguna información sobre las circunstancias en las que hirieron a S., ponte en contacto con nosotros.Deseamos que este comunicado tenga la mayor difusión posible.

s.informations@proton.me

 

 

Comunicado N°2 de compañeros de S.

Mientras nuestro camarada Serge lucha como un león para aferrarse a la vida que el Estado intenta arrebatarle, asistimos a un nuevo estallido de violencia, esta vez procedente de los medios de comunicación, que intentan presentarlo como un individuo que debería ser legítimamente fusilado. En la actualidad, Serge sigue en coma con pronóstico reservado. Nuestra solidaridad para Mickaël y a todos los que han sido objeto de violencia policial.

Las palabras del Estado se repiten incansablemente en las principales plataformas para dar un perfil mediático al enemigo que quieren combatir. La cortina de humo no aguanta ya las decenas de testimonios de primera mano que reconstruyen los hechos. La gendarmería utilizó granadas para herir explícitamente a los manifestantes y voluntariamente actuó con negligencia denegando los primeros auxilios a tiempo, incluso si esto significaba dejar a los compañeros morir.

Los servicios de inteligencia están distribuyendo los antecedentes penales de Serge a las redacciones de las principales agencias de prensa para imponer el punto de vista de la policía y difamar lo que somos. No nos entretendremos aquí desmontando cada una de las versiones policiales tergiversadas deliberadamente. Eso sería tanto como creer que puede haber alguna verdad sobre este asunto proveniente de las cloacas de la propaganda estatal y mediática. Serge, como luchador revolucionario, ha participado durante años con toda su determinación en diferentes luchas de clase contra nuestra explotación, siempre preocupado por la ampliación, el fortalecimiento y las victorias para los proletarios.

Porque sí, no podemos resignarnos a que nos aplasten.

Llamamos a todos los que le conocen a hablar con sus amigos y camaradas sobre quién es. Pero debemos recordar siempre una cosa: Serge, en la lucha, rechaza la estrategia del poder para separar a los “buenos” luchadores de los “malos”. Estamos con él en esta línea.

El martes 28 de marzo, en pleno movimiento contra la reforma de las pensiones en Francia, personas de todo el mundo tuvieron la iniciativa de mostrarnos su solidaridad. También hemos recibido muchos mensajes de compañeros de otros países. Les agradecemos calurosamente y les invitamos a continuar y reforzar la lucha. Ya están previstas otras iniciativas y llamamos a los solidarios a sumarse a ellas y a multiplicarlas, sin moderación, en Francia y en el mundo.

Llamamos a una difusión masiva de este comunicado.

PD: Circulan muchos rumores sobre la salud de Serge. No los difundáis. Os mantendremos informados a medida que evolucione la situación.

 

 

Comunicado de los padres de Serge

Nuestro hijo Serge se encuentra actualmente hospitalizado con “pronóstico vital reservado”, a raíz de la herida causada por una granada GM2L, durante la manifestación del 25 de marzo de 2023 organizada en Sainte-Soline (79) contra los proyectos de embalses de riego.

Presentamos una denuncia por tentativa de homicidio, obstrucción deliberada a la llegada de los servicios de urgencia, y por violación del secreto profesional en el marco de una investigación policial, y utilización indebida de información contenida en un expediente.

A raíz de los diversos artículos aparecidos en la prensa, muchos de ellos inexactos o engañosos, queremos hacer saber que:

Sí, Serge está en la lista “S” —como miles de activistas en la Francia actual.

Sí, Serge ha tenido problemas judiciales —como la mayoría de las personas que luchan contra el orden establecido.

Sí, Serge ha participado en muchos mítines anticapitalistas —como millones de jóvenes en todo el mundo que piensan que una buena revolución no estaría de más, y como los millones de trabajadores que luchan actualmente contra la reforma de las pensiones en Francia.

Consideramos que no se trata de actos criminales que mancillarían a nuestro hijo, sino que, por el contrario, estos actos le honran.

Los padres de Serge

29 de marzo de 2023

 

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OTROS COMUNICADOS:

https://barbaria.net/2023/04/16/comunicado-del-local-camarade-sobre-s-y-las-luchas-en-francia/?fbclid=IwAR0E3r7Lv3WfZ2GI4fP0F8HvUEpyG8KcB37twIV65VSU7brj45V7SmTZLJs



 

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