[recibimos y publicamos]

Hoy, mientras escribimos estas lineas, los compañeros franceses se encuentran en la novena jornada de Huelga convocada contra la reforma de las pensiones. Difundimos, promovemos, apoyamos... Por la extensión de las luchas, y por la solidaridad de clase



"Pero, ¿qué se esconde realmente detrás de este enfrentamiento y su puesta en escena? ¿Qué se apodera de los corazones, da coraje o rabia? Seguramente lo que está en juego es el rechazo del trabajo. Evidentemente, nadie se atreve a decirlo así porque en cuanto hablamos de trabajo, una vieja trampa se cierne sobre nosotros. Su mecanismo es sin embargo rudimentario y bien conocido, detrás del concepto mismo de trabajo, "nosotros" hemos confundido deliberadamente dos realidades muy distintas. Por un lado, el trabajo como participación singular en la vida colectiva, su riqueza y su creatividad. Por otro lado, el trabajo como forma particular de esfuerzo individual en la organización capitalista de la vida, es decir, el trabajo como dolor y como explotación. Si nos aventuramos a criticar el trabajo, o incluso a desear su abolición, la mayoría de las veces se entenderá como un capricho pequeñoburgués o un nihilismo dog-punk. Si queremos comer pan, necesitamos panaderos, si queremos panaderos, necesitamos panaderías, si queremos panaderías, necesitamos albañiles y para la masa que metemos al horno, necesitamos campesinos que siembran, cosechan, etc. Obviamente, nadie está en posición de disputar tal evidencia. El problema, nuestro problema, es que si tanto rechazamos el trabajo, si somos millones los que estamos en las calles golpeando el pavimento para que no nos inflijan dos años más, no es porque 'somos flojos'. o soñar con pertenecer a un club de Bridge, sino porque la forma que toma el esfuerzo común y colectivo en esta sociedad es invivible, humillante, muchas veces sin sentido y mutiladora. Si lo piensas, nunca luchamos por la jubilación, siempre contra el trabajo."

Reconocer colectiva y masivamente que para la gran mayoría vivimos el trabajo como un dolor, he aquí una realidad que el poder no puede permitirse asentar: tomar nota de ella implicaría tirar por la borda todo el edificio social sin el cual no hay nada. Si nuestra condición común es no tener poder sobre nuestras vidas y saberlo, paradójicamente, todo vuelve a ser posible. Tenga en cuenta que las revoluciones no necesariamente necesitan grandes teorías y análisis complejos, a veces incluso una pequeña demanda es suficiente para mantenernos hasta el final. Bastaría, por ejemplo, con negarse a ser humillado: por una cadencia, por un salario, por un jefe o por una tarea. Todo lo que se necesitaría es un movimiento colectivo que suspenda la ansiedad del cronograma, la lista de tareas pendientes, la agenda. Bastaría con reclamar la más mínima dignidad para uno mismo, para los propios y para los demás y todo el sistema se derrumbaría. El capitalismo nunca ha sido otra cosa que la organización objetiva y económica de la humillación y el dolor.

Dicho esto, hay que reconocer que en el futuro inmediato la organización social que impugnamos no sólo se mantiene unida por el chantaje de supervivencia que impone a todos. También está, y en particular, la policía y su violencia. No volveremos aquí sobre el papel social de la policía y las razones que la llevan a ser tan detestable, ya ha sido perfectamente sintetizado en este texto: Por qué todos los policías son cabrones . Lo que nos parece urgente es pensar estratégicamente sobre esta violencia, lo que reprime y asfixia a través del terror y la intimidación.

Repitámoslo, nunca se gana "militarmente" contra la policía. Es un obstáculo que hay que controlar, esquivar, agotar, desorganizar o desmoralizar. Despedir a los policías no es esperar ingenuamente que algún día depongan las armas y se unan al movimiento, sino por el contrario asegurar que cada uno de sus intentos de restaurar el orden a través de la violencia produzca más desorden. Recuerde que el primer sábado de los chalecos amarillos en los Campos Elíseos, la multitud, que se sintió particularmente legítima, cantó "la policía con nosotros". Unas cuantas cargas y gases lacrimógenos después, la avenida más hermosa del mundo se transformó en campos de batalla.

Dicho esto, nuestras capacidades de decisión estratégica para la calle son muy limitadas. No tenemos personal general, solo nuestro sentido común, nuestros números y cierta disposición a improvisar. No obstante, en la configuración actual de las hostilidades, podemos extraer algunas lecciones de las últimas semanas:

— La dirección policial de las manifestaciones, es decir su mantenimiento dentro de los límites de la inofensiva, es compartida entre los dirigentes sindicales y las fuerzas policiales. Una manifestación que sale según lo planeado es una victoria para el gobierno. Una manifestación desbordada contagia preocupación en la cúpula del poder, desmoraliza a la policía y nos acerca a una reducción de jornada. Una multitud que ya no acepta el rumbo trazado por la policía, daña los símbolos de la economía y expresa su enfado con alegría, es un desborde, por lo tanto, una amenaza.

— Por el momento y con excepción del 7 de marzo, todas las manifestaciones masivas han sido contenidas por la policía. Los desfiles sindicales permanecieron perfectamente ordenados y los manifestantes más decididos se vieron sistemáticamente aislados y salvajemente reprimidos. En determinadas circunstancias, un poco de audacia libera las energías necesarias para desbordar el dispositivo, en otras, puede autorizar a la policía a cerrar violentamente cualquier posibilidad. Sucede que cuando intentas romper una ventana, primero te rompes la nariz con el borde del dispositivo.

— Por su velocidad de movimiento e intervención y por su extrema brutalidad, los BRAV-M son el obstáculo más formidable. La confianza que han ganado en los últimos años y especialmente en las últimas semanas debe ser socavada. Si no podemos descartar la posibilidad de que, en ocasiones, pequeños grupos los superen y reduzcan su audacia, la opción más eficaz sería que la multitud pacífica de sindicalistas y manifestantes no tolerara más su presencia, interpusiera las manos en el aire en cada uno de sus avances, arremete contra ellos y los aleja. Si su aparición en las manifestaciones causa más desorden que restablecimiento del orden, el Sr. Núñez se verá obligado a exiliarlos a la Ile de la Cité, a confinarlos en su garaje de la rue Chanoinesse.

— El jueves 15 de marzo, tras el anuncio de la 49.3, se reunió una manifestación sindical declarada y más llamamientos dispersos al otro lado del puente de la Concordia frente a la Asamblea Nacional. Siendo el objetivo principal de la fuerza policial proteger la representación nacional, la multitud fue empujada hacia el sur. Gracias a esta maniobra, los manifestantes se vieron propulsados ​​y propagados en las turísticas calles del hipercentro. Los montones de basura dejados por la huelga de recolectores de basura se convirtieron entonces espontáneamente en infiernos, ralentizando e impidiendo las intervenciones policiales. Espontáneamente, en muchas ciudades del país, la quema de botes de basura se ha convertido en la firma del movimiento.

— El viernes 16 de marzo, una nueva convocatoria para ir a la Plaza de la Concordia resultó ser contenta. Si los manifestantes eran valientes y decididos, se encontraban atrapados en una trampa y un vicio, sin poder recuperar la menor movilidad. La prefectura no reprodujo el mismo error del día anterior. El sábado, una tercera convocatoria para acudir a esta misma plaza convenció a las autoridades públicas de prohibir cualquier reunión en un área que va desde los Campos Elíseos hasta el Louvre, desde los Grands Boulevards hasta la rue de Sèvres, es decir, alrededor de una cuarta parte de París. Miles de policías apostados en la zona pudieron impedir cualquier inicio de la manifestación acosando a los transeúntes. Al otro lado de la ciudad, una concentración en la Place d'Italie superó el despliegue policial y se precipitó hacia una manifestación salvaje en la dirección opuesta.

— El Ba-ba de la estrategia es que la táctica no debe oponer sino componer. La prefectura de París ya ha presentado su narrativa de batalla: manifestaciones masivas responsables pero inofensivas por un lado, disturbios nocturnos liderados por franjas radicales e ilegítimas por el otro. Quienquiera que haya estado en las calles la semana pasada sabe cuán mentira es esta caricatura y cuán importante es que siga así. Porque es su arma definitiva: dividir la revuelta entre buenos y malos, responsables e incontrolables. La solidaridad es su peor pesadilla. Si el movimiento gana en intensidad, las marchas sindicales acabarán siendo atacadas y por tanto defendiéndose. Los sorpresivos bloqueos de periféricos por parte de grupos de la CGT también muestran que parte de la base ya está resuelta a desbordar los rituales. Cuando la policía intervino en Fos-sur-Mer el lunes para hacer cumplir las requisas del prefecto, los trabajadores sindicalizados acudieron al enfrentamiento. Cuanto más se multipliquen las acciones, más se aflojará el control de la policía. Gérald Darmanin evoca más de 1.200 manifestaciones salvajes en los últimos días.

Como hemos dicho, los contornos del movimiento se están volviendo preinsurreccionales. Cada día se multiplican los bloqueos y se intensifican las acciones. El jueves será por tanto decisivo. Desde una perspectiva puramente reformista, si las protestas del jueves se extienden masivamente, Macron se verá acorralado. O se arriesga a un sábado negro en todo el país, es decir, al chaleco amarillo que más teme, o se echa atrás el viernes aduciendo el riesgo de grandes e incontrolables excesos.

Por lo tanto, todo está en juego ahora y más allá. La izquierda está al acecho, dispuesta a vender un resquicio electoral, una ilusión de referéndum, incluso la construcción de la IV Internacional . En cualquier caso, será cuestión de invocar a la paciencia y la vuelta a la normalidad. Para que el movimiento continúe y evite tanto la recuperación como la represión, deberá afrontar lo antes posible la cuestión central de cualquier levantamiento: ¿cómo desplegar los medios de su autoorganización? Algunos ya se preguntan cómo vivir el comunismo y propagar la anarquía.





OTROS TEXTOS E INFORMACIONES:

> Francia: pensiones, desempleo, inflación: 

> Tras el éxito de las movilizaciones del 19 y 31: 

> Après la faillite de l'orientation pacifiste ...: 

> Las tácticas dilatorias de las organizaciones colaboracionistas solo conducen a la derrota: 


Hoy, jueves 16 de marzo, está convocada una HUELGA GENERAL en Grecia por el accidente de tren que causó, al menos, 57 muertos.

 Reproducimos un texto escrito en inglés por un compañero presente en las manifestaciones de estos días pasados. Grecia está hoy paralizada por la Huelga general de 24 horas que tiene como principal demanda que se encuentre a "los verdaderos culpables".




Diario de los disturbios: la colisión del tren griego, 1ª parte


Como alborotador habitual en Atenas, intento resistirme a escribir este tipo de "reportajes" en inglés, ¿para qué? Parece un viaje existencial del ego, un perro meando en una boca de incendios: "¡Yo estuve AQUÍ! EXISTO".

En este caso, creo que no ha habido mucha cobertura anarquista en lengua inglesa de la respuesta popular al choque de trenes del 28 de febrero de 2023 en Grecia. Ahora, casi dos semanas después, el levantamiento general ha sido extraordinario. Algunos de los que vivieron (y participaron) en las insurrecciones de hace una década han dicho que el alcance y el sentimiento de este levantamiento son similares... y aquellas insurrecciones de entonces estuvieron a punto de derrocar al Estado.

Ha habido muchos días y noches de manifestaciones, disturbios, ocupaciones y huelgas en toda Grecia desde el choque de trenes; lo que sigue es la primera entrega de mi experiencia personal. No soy periodista, ni reportero, ni experto, simplemente un partidario que escribe.

(...) Tales son las cintas con las que adorno este pequeño diario: solidaridad con los combatientes, deseos de fuego y violencia a los buitres paraestatales y a los "periodistas de aventura" extranjeros, y compasión sin límites por esos extremistas en ciernes que se sienten como maníacos solitarios varados en un maizal complaciente. Creo en ti, como creo en mí mismo.


EL DÍA DEL DESCARRILAMIENTO - MIÉRCOLES 1 DE MARZO

El 28 de febrero, poco antes de medianoche, un tren de pasajeros en dirección norte, lleno en su mayor parte de estudiantes que regresaban del carnaval griego, chocó frontalmente con un tren de mercancías en dirección sur que circulaba por la misma vía. Este desastre ocurrió en un lugar relativamente remoto, junto al valle de Tempe, y la gravedad del accidente tardó en filtrarse. Se han identificado los restos de 57 personas, pero aún hay otras tantas "desaparecidas". ¡Desaparecidas! ¿Estaban en el tren y ahora están desaparecidos? Esto significa, para mí, que el número de muertos es superior a 100. Incluso con 57 muertos, es fácilmente el peor desastre ferroviario en la historia de Grecia. El interior de los vagones descarrilados ardió a 1300 grados centígrados, la temperatura utilizada para fundir vidrio en un horno. Como el gobierno y la compañía ferroviaria no saben exactamente cuántos billetes se vendieron para el tren, y de todos modos siempre hay docenas de pasajeros sin billete, incluidos inmigrantes sin redes familiares regionales, la pérdida de vidas humanas nunca será objeto de una contabilidad forense tecnocrática completa. Es decir, los estadísticos y numerarios no podrán acorralar este desastre en sus estadísticas; es simplemente un horror, una conflagración tan intensa que borró la especificidad.

Grecia no es un país grande, por lo que una catástrofe de esta magnitud tiene un impacto proporcionalmente enorme. 

El día de la colisión varios grupos, entre ellos anarquistas, convocaron una manifestación inmediata en las oficinas de Hellenic Train en Atenas. Hellenic Train es la empresa privada de capital italiano que compró la mayoría de los servicios ferroviarios de Grecia al Gobierno griego allá por 2017. La venta del sistema ferroviario nacional de Grecia a una empresa privada era algo que la UE había exigido, una condición para que los bancos centrales europeos condonaran las deudas del Estado griego.

El ambiente general del miércoles parecía más de dolor aturdido que de rabia, por lo que mi compañero y yo no estábamos seguros de cuánta gente acudiría a las oficinas. Varios centenares lo hicieron, y los dos llegamos justo a tiempo para que nos lanzaran gases lacrimógenos. A menudo soy un vaquero de los gases lacrimógenos, pero este fue un rociado extremo; tuvimos arcadas y nos tambaleamos. Los pelotones de antidisturbios que custodiaban el edificio del Hellenic Train eran muy agresivos, al igual que los escuadrones que vigilaban los surtidores de las gasolineras cercanas. 

La calle a la que da el edificio de Hellenic Train, Andrea Siggrou, es una de las principales vías de Atenas. Con seis carriles y un poco de terreno neutral, no me habría parecido un mal lugar para recibir gases lacrimógenos, pero el enorme volumen de gas desplegado y la quietud del aire entre los altos edificios de oficinas lo convirtieron en una pesadilla debilitante. Entre la multitud había todo tipo de personas, de todas las edades y tendencias políticas; la mayoría respondió a la embestida inicial de la policía abandonando la zona inmediatamente. Esto fue inteligente, porque era infernal.

En medio del caos, nuestros camaradas no consiguieron romper ninguna de las ventanas reforzadas del edificio, pero arrojaron pintura sobre la policía y el piso inferior del cuartel general del tren, incluyendo pintadas del tipo "ASESINOS" y "EL ESTADO MATA, MATA AL ESTADO".

Los que no quedaron satisfechos después de ese primer enfrentamiento se dispersaron y se reunieron en marchas más pequeñas; un grupo de tamaño decente que parecía ser en su mayoría comunista finalmente se unió en Siggrou y marchó de nuevo más allá del edificio del Tren Helénico, fluyendo alrededor de los contenedores en llamas. Coreaban "Venganza", un bonito sentimiento, además de las habituales soflamas sobre el incipiente ascenso del proletariado.

La más numerosa y alborotada de las marchas más pequeñas no se quedó ahí, sino que avanzó -también podría decirse que corrió- por Siggrou hacia el edificio del Parlamento, a unos 400 metros de distancia. Un número significativo de policías persiguió a esa escisión, bombardeándola con gases y granadas de estruendo. En Syntagma (el edificio del parlamento griego, pero también la gran plaza pública, la estación de metro y la calle más cercana) había aún más gases lacrimógenos.

A esas alturas, ya me había retirado a los elegantes parques que rodean la Acrópolis. Me tambaleaba con los ojos irritados, la piel ardiendo y los pulmones resollando entre las familias de turistas que paseaban tranquilamente. ¡BUM! BOOM! de las granadas de gas lacrimógeno, un bombardeo que parecía no tener fin. Sentí una rabia inmensa.


EL DÍA DESPUÉS DEL DESCARRILAMIENTO - JUEVES 2 DE MARZO

Los principales medios de comunicación griegos son pésimos desde cualquier punto de vista. El griego medio es mucho más culto e instruido que el estadounidense medio, pero el paradigma de las noticias aquí comienza en el equivalente balcánico de Rupert Murdoch y se vuelve más derechista y sensacionalista a partir de ahí. Es un espectro ideológico que va desde la "solemne regurgitación de la propaganda del partido gobernante" hasta la absoluta mierda conspiranoica de los chiflados. 

Mientras el gobierno se esforzaba por acorralar y redirigir la ira popular, al pueblo griego se le ofrecían explicaciones cuidadosamente elaboradas de por qué no deberíamos culpar a Nueva Democracia, el partido derechista que ha estado en el poder desde 2019 y durante doce de los últimos veinte años.

En el lado sobrio, los medios de comunicación y el gobierno tomaron como chivo expiatorio a un único jefe de estación de 59 años; los locutores de los noticiarios se sumergieron a fondo en su culpabilidad, publicando fotos de los miembros de su familia (¿por qué?), vilipendiándolo y anatematizándolo mientras que nunca mencionaron los múltiples sistemas automáticos de emergencia que deberían haber evitado su supuesto "error humano".

Por el lado de la conspiración, los expertos populistas y los trolls de Internet propagaron el rumor de que los romaníes (eterno objetivo de la derecha) habían provocado el accidente saboteando las líneas. También surgieron las primeras "preguntas" del tipo Sandy-Hook por parte de los nacionalistas en línea sobre, por ejemplo, si lo que ocurrió podría haber sido en realidad una misteriosa explosión en lugar de una colisión. No disfruto transmitiendo lo anterior, pero creo que merece la pena entender el entorno mediático griego. Lo más importante es que tras el accidente de tren hubo un rechazo casi unánime de estas mentiras. Las evidentes campañas de mentiras del gobierno y los medios de comunicación sólo sirvieron para enfurecer más a la gente.

La manifestación del jueves por la tarde fue en Syntagma. Mientras caminábamos hacia allí, empezó a llover. Un flujo constante y creciente de gente caminaba en dirección contraria. Soy un invitado del movimiento aquí en Grecia, y hasta cierto punto un invitado del pueblo griego, por lo que intento ser cuidadoso cuando hablo de "los griegos" como un monolito, pero no se puede negar que los griegos aborrecen el mal tiempo. La más leve llovizna o chaparrón provoca la cancelación de todo lo imaginable; todo el mundo corre al interior. Es una característica cultural. Por eso, para mí, la lluvia del jueves significaba que la manifestación no se celebraría. 

Mi compañero de manifestación estaba muy enfadado por el descarrilamiento del tren y decidido al menos a intentar marchar, y yo no iba a ser un aguafiestas, así que nos arrastramos hasta Syntagma en lo que se había convertido en un aguacero helado.

Las farolas alrededor de Syntagma estaban apagadas, lo que daba un aire aún más lúgubre. "La oscuridad es nuestra aliada", aseguré a mi camarada, un sentimiento en el que creo, pero que no me pareció especialmente cierto en ese momento. Estaba bastante oscuro y cada vez hacía más frío. Los riachuelos de agua recorrían los contornos de la calle y las aceras, y los únicos sonidos, aparte de la lluvia, eran el de una mujer sola gritando "¡Quemen este gobierno!" y el de una furgoneta de sonido comunista autoritario que emitía música metálica. En el oscuro bulevar frente al Parlamento, unos cientos de jóvenes comunistas, empapados pero férreos, permanecían en formación con sus simbólicos garrotes (banderas rojas sobre robustos palos, que rara vez se usan como armas).

Durante unos minutos deambulamos por la saturada situación, en busca de otros hooligans, pero nadie parecía el tipo. Las líneas de metro estaban cerradas debido a la huelga, pero bajamos por las grandes escaleras hasta la plaza de Syntagma y nos refugiamos bajo el saliente de la boca de metro. A pesar de las condiciones, era una escena simpática: un grupo aleatorio de manifestantes apiñados en un arco de piedra, charlando y compartiendo cigarrillos. Finalmente, alguien apareció en lo alto de los escalones cercanos a nuestro refugio: "Vamos, chicos", gritó, "¡Se mueve!".

Cuando salimos del refugio del túnel, vimos que, efectivamente, había una marcha en marcha, y era asombrosamente grande: eran miles. Nunca en mi vida había visto a tantos griegos salir a la calle con un tiempo tan absolutamente miserable. Intentamos encontrar un sitio cerca de gente afín a nuestras creencias y acabamos junto a un grupo anarco-comunista (...). 

La visibilidad era baja. No parábamos de confundirnos, pero sabíamos que estábamos en la parte más o menos correcta de la marcha porque teníamos un montón de policías antidisturbios flanqueándonos a ambos lados. La marcha fue enorme, lenta y sin incidentes, el tipo de acontecimiento que normalmente encuentro desalentador, pero su fuerza se vio reforzada por su desafío a la lluvia. Nos siguieron más policías antidisturbios y el Aura, el emblemático camión griego con cañones de agua de gran tamaño(...).

El momento culminante de la manifestación fue cuando pasamos por delante del Rex, un teatro ocupado recientemente por artistas y actores en huelga, y nos aclamaron desde detrás de su entrada atrincherada. El bloque respondió con un cántico atronador: "¡10, 100, 1000 okupas, contra el mundo de la podredumbre organizada!". Los policías antidisturbios que se encontraban entre el teatro y la marcha empezaron a girarse incómodamente de un lado a otro, y el espacio de su línea previamente organizada se amontonó y colapsó mientras se apresuraban a alejarse del teatro.

Al final llegamos a la plaza de Omonia (y la llenamos), todavía bajo una lluvia constante. Esperaba que la manifestación visitara la comisaría de policía cercana, pero en lugar de eso se dirigió hacia la estación de tren de Atenas(...). 

Cuando llegué a casa y me sequé, me enteré de que había habido grandes marchas por toda Grecia, muchas de ellas desafiando tormentas de lluvia similares. Los camaradas de Tesalia habían atacado una comisaría de policía, observé celosamente, pero había habido grandes y airadas manifestaciones en Volos, Larisa, Patras, en todo tipo de ciudades y pueblos, no sólo en los puntos calientes de la izquierda o el anarquismo. Había fotos en Internet de manifestaciones masivas en ciudades de las que nunca había oído hablar, y Grecia, como ya he dicho, no es tan grande. Me recordó un poco al verano de George Floyd en Estados Unidos, en el sentido de que la acción estallaba en lugares donde uno normalmente no esperaría verla. Empezaba a parecerse a un levantamiento.


FUENTE: https://bentley.noblogs.org/post/2023/03/14/riot-diaries-the-greek-train-collision-part-one/

 


EL 8 DE MARZO, QUE AYER FUE UNA JORNADA DE LUCHA PROLETARIA Y HOY SE HA CONVERTIDO EN UNA CELEBRACIÓN BURGUESA DE LA SOLIDARIDAD ENTRE CLASES, DEBERÁ VOLVER A SER UN SÍMBOLO DE LA LUCHA PROLETARIA


 

El 8 de marzo de 1917 (23 de febrero en el calendario ruso) las proletarias de Petrogrado, encabezadas por aquellas que trabajaban en el sector textil, salieron a la calle para luchar contra las penosas condiciones de vida que padecían como consecuencia de la guerra, los bajos salarios, la falta de alimentos, etc. Este levantamiento, verdadero origen de la conmemoración posterior del día de la mujer proletaria, dio la señal de salida a la mayor revolución que ha conocido la historia, a aquella que llevó al Partido Bolchevique al poder, al derrocamiento del Estado burgués, la instauración de los soviets de obreros y campesinos y al más extendido llamamiento a la insurrección proletaria mundial.

En aquel 8 de marzo, en una Rusia dominada aún por la monarquía zarista que la había conducido a participar en la Primera Guerra Mundial junto a las potencias imperialistas francesa e inglesa, las mujeres proletarias dieron un ejemplo que, en poco tiempo, provocó la extensión de los levantamientos tanto a las fábricas como al frente, donde miles de soldados jugaron un papel decisivo para fortalecer el poder obrero que se levantaba a través de los soviets.

Las mujeres proletarias padecían no sólo los rigores propios de la vida de la clase obrera en tiempos de paz, sino las condiciones especialmente duras creadas por la guerra imperialista, la carestía de alimentos, de ropa y de alojamiento: mientras los hombres trabajaban hasta el agotamiento en unas fábricas reconvertidas en centros de producción para la industria bélica, ellas soportaban en sus espaldas las consecuencias de una existencia impropia de seres humanos que se les exigía en nombre del interés superior de la patria y de las necesidades de la economía nacional.

Esas mujeres proletarias no se levantaron en nombre de una “igualdad” abstracta, no se enfrentaron a la policía zarista para defender los intereses de todas las mujeres, independientemente de la clase social a la que estas perteneciesen. Se levantaron, lucharon y murieron como proletarias y como tales también llamaron con su ejemplo al resto de proletarios de Rusia y de todo el mundo para que llevasen la lucha contra la guerra imperialista, contra todos los bandos burgueses, contra todas las naciones y todos los Estados, a todos los rincones del mundo.

Su acto no fue en balde. Con la revolución de febrero cayó el poder zarista y comenzó el primer episodio de la Revolución Rusa. Las fuerzas proletarias se batieron, desde entonces, contra los partidos burgueses que llevaban a los obreros al matadero en nombre no ya de la Corona y la tradición rusas, sino de la democracia y la libertad con que la burguesía pretendía gobernar el país. También se enfrentaron a aquellas corrientes pretendidamente proletarias, como los mencheviques, que querían apuntalar el Estado de clase burgués modernizando su estructura social, buscando un acomodo parlamentario para los proletarios a cambio de que estos aceptasen continuar siendo explotados y utilizados como carne de cañón en el frente. En pocos meses los proletarios rusos vieron pasar ante sus ojos las excusas religiosas, autoritarias, democráticas  y liberales para que el orden social se mantuviese gracias a su esfuerzo y a su sangre. La lección que aprendieron, que la clase proletaria debe luchar por imponer su dictadura de clase o, de lo contrario, siempre estará sometida a la dictadura de clase del enemigo, les dio la fuerza para imponer, con el Partido Bolchevique a la cabeza, el primer Estado proletario propiamente dicho de la historia. Desde octubre de 1917 y durante varios años, Petrogrado y Moscú fueron un símbolo del poder revolucionario del proletariado y a allí miraban los proletarios de todos los países tomándolo como ejemplo de aquello que la clase obrera puede llegar a hacer.

El origen del 8 de marzo es la celebración de la gran revolución victoriosa del proletariado. Y se celebra en nombre de la mujer proletaria porque es de la fuerza que esta parte de la clase obrera tiene, de la rabia y el odio a la burguesía que puede llegara a albergar en su seno, que saltó la primera chispa insurreccional. La mujer proletaria, que padece doblemente los rigores del mundo capitalista, que a la explotación económica añade la opresión social que le impone su condición, fue con razón la primera en rebelarse contra la situación que padecía el conjunto del proletariado ruso y europeo en 1917. Y es esta fecha y esta lucha la que los comunistas defendemos hoy, más de un siglo después, y la que la clase proletaria debería llevar por bandera si no se hubiese pervertido, falsificado y malversado su significado durante tantísimos años.


Hoy el 8 de marzo es una fiesta en manos de banqueras, empresarias y ministras. Lo celebra incluso la reina. Es una fecha en que se llama a las mujeres proletarias a celebrar junto con sus opresoras, a luchar de la mano en defensa de unos derechos que las trabajadoras realmente no podrán disfrutar nunca en la sociedad burguesa. La libertad y la igualdad que se reivindica en este día son la libertad y la igualdad de las mujeres burguesas con respecto a los hombres burgueses: la libertad de explotar la mano de obra, la igualdad para dirigir el Estado en defensa exclusiva de los intereses de su clase social, la unidad de ambos sexos para enviar, de nuevo, a los proletarios a matarse en los frentes de guerra para defender las necesidades superiores de la nación.

¿Qué queda para la mujer proletaria? Más allá de las celebraciones institucionalizadas, más allá de los ministerios feministas o de los gobiernos progresistas, las trabajadoras siguen padeciendo su condición social con toda su carga: salarios cada vez más bajos, precios cada vez mayores, problemas para encontrar una vivienda, para criar a los hijos, etc. Y a esto se añade la presión específica que padecen por ser mujeres, tanto en aquellos países donde sus derechos más elementales les son negados (como es el caso de Irán donde la última oleada de protestas tuvo en su inicio el asesinato de una joven kurda… ¡por no ponerse bien el velo!) como en aquellos donde tales derechos están legalmente reconocidos pero son negados una y otra vez por al fuerza de una realidad en la que la mujer sigue ocupando un lugar subalterno.

Mientras que el 8 de marzo de 1917 era una fecha de lucha para la clase proletaria, el 8 de marzo burgués de hoy en día es una celebración de la solidaridad entre las clases, de sumisión por tanto de la mujer proletaria a las exigencias de la clase burguesa en su conjunto. El triunfo de movimientos como el feminista, que incluso se ha llegado a reconocer en un país como España como foco inspirador del Estado, es el triunfo de la movilización de las mujeres proletarias detrás de la bandera de la unidad nacional. En una época en la que la paz lograda tras la Segunda Guerra Mundial tanto dentro como fuera de las fronteras de los Estados parece dar los primeros síntomas de agotamiento, la movilización de la clase proletaria es fundamental para adiestrarla en la aceptación de las exigencias que la clase burguesa pueda necesitar imponerla. La exaltación de valores aparentemente colocados por encima de las clases sociales, como la igualdad, la llamada “sororidad”, etc. sirven como banderines de enganche para ilusionar a determinados sectores proletarios, en este caso especialmente a las mujeres, y colocarlas fuera del terreno de la lucha de clase.

Tras la derrota de la revolución proletaria de 1917 a manos de sus enemigos externos e internos, abiertamente burgueses o disfrazados, como iba el estalinismo, de comunistas, las décadas posteriores, hasta el día de hoy, lo han sido de contrarrevolución permanente y preventiva. En esta contrarrevolución que la burguesía libra por todos los medios y en todo momento contra cualquier conato de lucha independiente del proletariado, buscando desmovilizarla incluso antes de que haya surgido, corrientes como el feminismo, que promete a la mujer proletaria una salida a los problemas que le acarrea su condición sin necesidad de liquidar el sistema capitalista, sirven como potentísimos bloqueadores sociales, que inhiben cualquier tipo de respuesta que a los problemas específicos de la mujer pudiera darse en el terreno de la lucha de clase, mediante el enfrentamiento con la clase burguesa y por la vía de la defensa intransigente de las condiciones de vida del proletariado en su conjunto. A las cuestiones que afectan con especial dureza a la vida de la mujer proletaria, el feminismo, que es hoy una ideología de Estado, responde llamando al “fin de la discriminación”, a la “paridad”, etc. Cuando la mujer proletaria pierde su empleo al quedarse embarazada, la burguesía, a través de la doctrina feminista, clama por la “corresponsabilidad en la crianza”. Contra la violencia social, sorda y continua, que padecen las mujeres en el hogar, en el puesto de trabajo o en la calle, la burguesía responde redoblando las leyes ultra represivas y feministas que permiten al Estado reforzar su papel policial. Y así en todos los casos.

Desde el 8 de marzo de 1917 hasta hoy ha transcurrido más de un siglo. Estamos terriblemente alejados de episodios como el que aquel día protagonizaron las mujeres proletarias de Petrogrado. Y no tanto por el tiempo como por la profundidad de una contra revolución que ha sumido a la clase proletaria en la más terrible de las derrotas, impidiéndola tan siquiera referirse a los grandes eventos de su lucha de clase para comprender el mundo presente.

Pero, tarde o temprano, las fuerzas telúricas que mueven realmente la sociedad, las mismas que disponen la división de esta en clases sociales enfrentadas y que tienden por tanto a erosionar cualquier amortiguador que pueda utilizarse para suavizar la tensión que debe existir entre ambas, acabarán por horadar los cimientos de la paz social.

En el horizonte, quizá no inmediato pero sí que cada vez más próximo, vuelven a aparecer las nubes que presagian la tormenta bélica. En todas partes las burguesías nacionales se aprestan a volver a engrasar la maquinaria de propaganda con la que pretenden bombardear a la clase proletaria. Y, mientras tanto, las condiciones de vida del proletariado siguen deteriorándose…

Para los marxistas revolucionarios nuestra perspectiva no atiende al tiempo que dura una vida humana, sino a los ritmos históricos que se aceleran o se frenan, pero que siempre marchan hacia el triunfo definitivo de la sociedad sin clases. Por eso estamos completamente seguros de que el 8 de marzo proletario volverá con toda la fuerza con la que un clase proletaria que hoy parece derrotada se levantará de nuevo, como las obreras rusas de 1917, contra la guerra y la miseria y por la revolución social.


8 de marzo de 2023


¡Viva el 8 de marzo proletario!

¡Por la reanudación de la lucha de clase!


Partido Comunista Internacional

www.pcint.org


 


 

Siria-Turquía. Hacía casi un siglo que no se producía un terremoto tan devastador en la zona. Presionados por la represión antikurda turca y la represión antigubernamental de Assad, los más afectados son los pueblos kurdos y los refugiados que han huido de la guerra en Siria



En plena noche del 6 al 7 de febrero, dos temblores extremadamente violentos (uno de magnitud 7,8 y el siguiente de magnitud 7,5 en la escala de Richter) en el sur de Turquía, en la frontera con Siria (en el distrito de Nurdaği, provincia de Kahramanmaraş) provocaron destrucción y desesperación.

En Turquía, en su parte oriental, confluyen tres placas tectónicas diferentes: la Anatolia, la Arábiga y la Africana. La estructura de estas placas se caracteriza por un movimiento denominado transcurrente, es decir, las placas se deslizan unas junto a otras en un movimiento horizontal. A lo largo de la historia, se han producido muchos terremotos en esta zona y han tenido una característica común: se han formado a poca profundidad. El hipocentro del terremoto del 6 de febrero estaba a tan sólo 17,9 km.

La secuencia sísmica fue desencadenada por la falla de Anatolia Oriental, de unos 500 km de longitud, que atraviesa el este de Turquía de sureste a norte-noroeste, desde Hantay y el golfo de Alejandreta hasta Gazentep, para luego doblarse hacia los montes del Ponto hasta Estambul. Así pues, gran parte de Turquía está expuesta a terremotos debido a esta falla, que históricamente ha generado los seísmos más catastróficos. De hecho, Turquía es conocida como una zona muy propensa a los terremotos desde la época de las Cruzadas. Por tanto, no puede decirse que el reciente terremoto (como los de 1999, 2010 y 2011) haya sido una sorpresa. Lo que sí fue sorprendente fue el grado de devastación causado por el primer temblor con una magnitud de 7,9 en la escala de Richter y los posteriores con magnitudes, 7,8, 7,5, 6,9 y 6,4.

Las zonas de Gazentep y Kahramanmaraş son las que, según los informes, han sufrido mayores daños, con decenas de miles de víctimas (hasta la fecha se han encontrado más de 47.000) y unos cuantos millones de desplazados, la mayoría de ellos en Turquía y una parte importante también en el norte de Siria, en la región de Idlib, que ha sufrido una doble tragedia: los 4,5 millones de habitantes, que huyeron de la represión del régimen de Assad, además de ser golpeados por la miseria y sobrevivir sólo gracias a la ayuda internacional, han sufrido ahora también el terremoto que ha matado a más de mil personas, ha destruido viviendas y está impidiendo la llegada de socorro y ayuda internacional a esa región. Siria lleva doce años en guerra, y los millones de personas que viven en esa zona dependen de la apertura o cierre de la única puerta, Bab al Hawa, que les permite llegar; y, al igual que en Turquía, la ayuda internacional está centralizada por el gobierno, es decir, el régimen de Assad, que tiene interés en mantener controlada toda la región porque allí han acudido los supervivientes de la guerra y los kurdos, notoriamente reprimidos tanto por el bando sirio como por el turco. Pero las desgracias no terminan aquí, porque frente a las ciudades y pueblos devastados, la enorme masa de personas que lo han perdido todo y que, desplazadas, están siendo reagrupadas en las zonas vecinas, tendrá que hacer frente al problema de la falta de agua, higiene, frío, enfermedades. La ayuda no puede llegar rápidamente a todos los lugares donde se necesita, y en muchas partes no llega debido a las políticas antikurdas y antisirias. Y la promesa de Erdogan, que anuncia la reconstrucción de al menos 30.000 casas en un futuro próximo, deja mucho que desear...

Casi no hace falta decir que casi todas las víctimas se deben al derrumbamiento de edificios. Aparte de la violencia del seísmo y de sus repetidos temblores -algo previsto por los geólogos de todo el mundo, y no desde ayer-, ¿por qué se derrumbó la inmensa mayoría de los edificios? ¿Por qué la construcción de los edificios no incluía ninguna medida antisísmica, mientras que, debido a la búsqueda sistemática del beneficio fácil mediante la utilización de materiales de mala calidad, se construyen edificios altos próximos unos de otros con el fin de ahorrarse el alquiler del terreno, hacinando así a millones de personas en un gigantesco hormiguero? La razón primera de la carnicería hay que buscarla en el sistema capitalista de producción, de explotación de la tierra, en la búsqueda espasmódica del beneficio, sabiendo perfectamente que, en caso de terremoto, esos edificios no habrían resistido ni siquiera temblores mucho más leves que los del 6 de febrero y los días siguientes. Este terremoto fue especialmente violento no sólo en sus temblores principales, sino también en las réplicas posteriores, de modo que los edificios que lograron resistir el primer gran temblor sin derrumbarse, se derrumbaron durante los temblores posteriores. Ante todo esto -aunque, a pesar de los notables avances de la ciencia geológica, no se puede predecir con exactitud el acontecimiento sísmico ni en magnitud ni en intensidad y duración de sus enjambres o réplicas-, ¿cómo se comporta el poder burgués? Con el fatalismo habitual que acompaña siempre a toda catástrofe: siempre es culpa de la mala suerte y sólo en parte culpa de la actividad del homus capitalisticus que ha... construido mal. Hasta un niño comprende que si se construye mal una casa, tarde o temprano se derrumba, y que el amontonamiento de casas en pequeños espacios, una vez derrumbadas en el suelo, impide el acceso y la circulación de los equipos de salvamento y de la maquinaria necesaria para excavar entre los escombros en busca de supervivientes, heridos y muertos.

Pero para Su Majestad el Capital, la catástrofe representa una jugosa oportunidad de negocio; toda catástrofe llamada "natural" es un banquete para el capital. El capital se explota sobre todo magnificando el capital fijo en el que emplea su fuerza de trabajo asalariada, y en periodos de crisis de sobreproducción, como la que vivimos desde hace muchos años, la destrucción masiva de medios de producción y productos desencadena la fiebre de la reconstrucción que, gracias a la emergencia creada por la catástrofe, crea a su vez gigantescos negocios. Las guerras y las pandemias lo demuestran.

La sociedad humana tiene la posibilidad de superar el largo calvario que representan las catástrofes capitalistas destruyendo el capitalismo, su modo de producción y enterrando de una vez por todas el sistema social que durante ciento sesenta y cinco años, en lugar de traer progreso y prosperidad a la humanidad, ha traído miseria y muerte. Este objetivo histórico no puede ser alcanzado por los medios que la clase burguesa utiliza para su supervivencia como clase dominante: ni por la democracia ni por su dictadura. El totalitarismo burgués-capitalista constituye la base de su poder y da igual que se disfrace con los símbolos de la democracia parlamentaria, electoral o reformista; las razones del capital, esa fuerza social impersonal, prevalecen siempre sobre las razones del capitalista individual que, individualmente, puede parecer honesto, solidario, bondadoso, humanitario, pero es incapaz de transformar el sistema económico y social del que él mismo es prisionero en un sistema en el que ya no existan la explotación, el hambre, la miseria y la guerra. Un sistema, por otra parte, que ha doblegado a la propia ciencia a las razones del lucro, y es por ello que la ciencia, por muchos pasos adelante que dé en el conocimiento de los misterios de la vida, de la tierra y del espacio, nunca es la primera voz que escucha la clase burguesa; por el contrario, cada vez que sus advertencias pueden afectar a las razones del lucro y del poder es silenciada, y los científicos que insisten en llevar adelante investigaciones que no produzcan beneficios lucrativos y no den elementos de alarde propagandístico a los poderosos son simplemente marginados y olvidados. ¿Quieren calcular el valor capitalista al inventor de Internet o del teléfono móvil comparándolo con un vulcanólogo, un biólogo o un geólogo que, para conseguir aunque sea un pequeño pero importante resultado en su investigación, necesita años y un capital que no puede dar beneficios en poco tiempo? Por esta razón, la ciencia de la prevención es una ciencia que nunca ha nacido realmente en la sociedad capitalista: catástrofe significa emergencia, emergencia significa blanqueo de dinero sin ningún control particular e incentivo para jugosos negocios en la reconstrucción. Cuanto más se destruye, más se reconstruye, y para los capitalistas, una guerra vale tanto como un terremoto devastador o una pandemia. Ante cada catástrofe, se advierte sistemáticamente de la necesidad de prevenir, se promete hacer lo necesario para evitar que se repitan. En realidad, sin embargo, las catástrofes no sólo se repiten, sino que tienden a repetirse cada vez con mayor gravedad. La sociedad burguesa nunca podrá vencer las causas de sus propias contradicciones, de su propia caída. Debe ocuparse de ella otra fuerza social, la clase que no tiene ningún interés en mantener vivo este sistema de producción, explotación y destrucción: esta fuerza social está representada por el proletariado, la fuerza de trabajo asalariada que produce toda la riqueza económica y social pero de la que está completamente excluida. Si algo ha hecho bien el capitalismo en la historia es haber desarrollado las fuerzas productivas hasta el nivel más alto al que podía aspirar una sociedad dividida en clases. Y la principal fuerza productiva, representada por el trabajo vivo de la clase obrera, es la que tiene objetiva e históricamente la solución a las contradicciones capitalistas. Debe tomar parte activa en una revolución histórica que ninguna otra clase social ha sido capaz de llevar a cabo hasta ahora: cambiar la sociedad dividida en clases en una sociedad sin clases, transformando la economía existente en una economía de clases y basando la vida social no en la valorización del capital, no en el trabajo muerto (capital fijo) que explota el trabajo vivo (trabajo asalariado), sino en fuerzas productivas cuyo desarrollo esté dirigido a satisfacer las necesidades de la especie humana y no del mercado, no del capital. Entonces el conocimiento, la ciencia, y por tanto la ciencia de la prevención, tendrán un desarrollo inimaginable porque ya no serán esclavos del beneficio capitalista sino que estarán al servicio de un mayor bienestar de la especie humana y de un mayor conocimiento de la naturaleza y de sus fuerzas misteriosas.


21 de febrero de 2023

Partido Comunista Internacional

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