Túnez:

En Gabès, el capitalismo está envenenando a la población

 

 

 

Desde comienzos de octubre, la ciudad de Gabès, en el sur de Túnez, es escenario de manifestaciones y disturbios contra la contaminación provocada por el complejo industrial del Grupo Químico Tunecino (GCT), a las cuales el gobierno respondió con más de un centenar de detenciones. A pesar de esta represión, el 21 de octubre decenas de miles de personas se manifestaron en la ciudad (la mayor manifestación jamás vista en Túnez), donde la huelga general fue ampliamente secundada, y siguieron otras protestas.

 

Lo que desencadenó la cólera de la población fue el número de personas hospitalizadas a principios de septiembre por trastornos respiratorios (más de 300), incluidos escolares, como consecuencia de las emisiones de gases tóxicos procedentes de las fábricas del GCT. Se trata, en realidad, de un auténtico envenenamiento químico denunciado desde hace mucho tiempo por los habitantes de la región.

 

El complejo industrial fue instalado en la costa mediterránea, en Gabès, a comienzos de los años setenta del siglo pasado, con el objetivo de transformar el fosfato extraído de las minas de Gafsa en ácido fosfórico y fertilizantes agrícolas destinados a la exportación. El envenenamiento del aire y del agua a lo largo de los años ha sido consecuencia de la actividad de estas fábricas altamente contaminantes, que vierten sus residuos en el mar, en la tierra y en la atmósfera.

Antiguamente rico en peces y reserva de biodiversidad marina, el golfo de Gabès se ha convertido en el “cementerio del Mediterráneo”: no ha resistido el vertido – sin tratamiento alguno – de más de 500 millones de toneladas de fosfoyeso desde 1972. Subproducto del tratamiento del mineral con ácido sulfúrico para la producción de fertilizantes, el fosfoyeso libera diversos elementos tóxicos, acidifica el agua, emite gas radón y contiene materiales radiactivos. Hoy algunas playas cercanas muestran niveles de radiactividad de tres a cuatro veces superiores al límite recomendado internacionalmente. El vertido sin tratamiento del fosfoyeso y de otros desechos industriales sólidos, líquidos y gaseosos también ha devastado el entorno de este oasis costero, donde el 90 % de los palmerales ha sido destruido. Ha tenido consecuencias graves para la salud de los trabajadores y de los habitantes: muertes prematuras por cáncer y enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias crónicas, fluorosis, malformaciones congénitas en recién nacidos, etc. (1).

 

Tras la caída de Ben Ali, las protestas contra la contaminación causada por el GCT se intensificaron. En 2013, después del bloqueo del sitio, la empresa aceptó detener los vertidos al mar – algo que nunca hizo realmente – mientras el gobierno de Ennahda recurría al chantaje laboral (con 4.000 empleados, el GCT es el mayor empleador de una región donde el desempleo alcanza el 25 %) para defender la empresa. La movilización se reanudó en 2017, exigiendo ahora no una reducción de la contaminación, sino el cierre del sitio. El 27 de junio de 2017 se firmó finalmente un acuerdo para el desmantelamiento progresivo del sitio de Gabès a lo largo de ocho años; los ocho años han pasado y no solo no se ha hecho nada, sino que el deterioro creciente de las instalaciones ha incrementado aún más la contaminación mediante múltiples fugas de gas.

Ante la indignación provocada por el envenenamiento de escolares, el presidente Kaïs Saïed declaró en un discurso a comienzos de septiembre que se había cometido un crimen contra la salud de la población desde hacía 50 años, y prometió actuar para que los habitantes respiren un aire puro.

Pero olvidó mencionar que su gobierno decidió en marzo de este año retirar el fosfoyeso de la lista de productos peligrosos, al mismo tiempo que planeaba quintuplicar la producción de fosfato debido a su papel clave en el crecimiento económico, y instalar una planta de producción de amoníaco en Gabès para abastecer al GCT, en el marco de un gran proyecto de producción de “hidrógeno verde” destinado a Europa, realizado por el GCT y respaldado por Total y otras grandes empresas europeas (2). ¡Lejos del desmantelamiento prometido, se trata en realidad de una ampliación!

 

Sea cual sea el gobierno – dictatorial o democrático, islámico o laico – obedece a las leyes del capitalismo, como han comprobado los jóvenes militantes de Gabès que, al parecer, apoyaron a Kaïs Saïed creyendo en sus promesas (3). Buscando convencer a las autoridades, los ecologistas realizaron cálculos complejos para estimar las pérdidas operativas sufridas por pescadores, agricultores, el sector turístico, así como las pérdidas causadas a la economía por las muertes prematuras y las enfermedades resultantes de la contaminación provocada por el GCT. Pero tales pérdidas no forman parte del ciclo productivo capitalista de la empresa, mientras que los gastos necesarios para invertir en sistemas de seguridad, saneamiento, descontaminación o traslado de las instalaciones contaminantes provocarían una disminución correspondiente en el beneficio. Para el capitalismo, eso es lo que importa – no las consecuencias desastrosas para los trabajadores y la población, mientras no obstaculicen la continuidad de su actividad. Como escribe Marx, en su desarrollo el capitalismo “agota al mismo tiempo las dos fuentes de las que brota toda riqueza: la tierra y el trabajador” (4).

En Gabès, es el capitalismo el que está envenenando – y es al capitalismo a quien hay que combatir.

 


 


1) https://www.get.omp.eu/2024/12/la-mousse-de-phosphogypse-un-vecteur-de-pollution-industrielle-affectant-la-biodiodiversite-mediterraneenne-et-la-sante-des-populations-cotieres-de-gabes-se-de-la-tunisie/

2) https://www.leconomistemaghrebin.com/2025/03/23/tunisie-vers-la-creation-hydrogene-vert/

3) https://mondafrique.com/politique/la-ville-de-gabes-dans-le-sud-tunisien-suffoque-et-se-souleve/

4) Karl Marx, El Capital, Libro I, sección 4, capítulo 15.

 

28 de noviembre de 2025

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