[Los Angeles CA.] Emerge la furia del proletariado contra el orden del Capital

 

 

El espíritu de las revueltas de Los Ángeles en 1965 y 1992, así como Ferguson en 2014 y Baltimore en 2015, se hizo nuevamente presente en la ciudad de los Angeles California. Fuego en las calles, enfrentamientos con la guardia nacional, saqueos, vehículos [tesla] incendiados, patrullas policiales destrozadas, agitación masiva y la extensión de protestas hacia otras ciudades de EEUU; son la evidencia de que la guerra de clases vuelve a aparecer en las entrañas de la bestia; no es un hecho menor, pues el Estado ha aumentado el envío de tropas de contención, recurriendo también al uso de la ley marcial, implementando el toque de queda e intensificando la cacería de brujas contra los manifestantes.

 

 

Una bestia moribunda

Las numerosas redadas anti-inmigración del ICE que desde hace meses vienen acompañadas de vejaciones, torturas y la deportación masiva de inmigrantes latinoamericanos, son algo más que la realización de las promesas de campaña orquestadas por parte del pederasta amigo de los sionistas que actualmente comanda desde Washington. Son los intentos desesperados de paliar la bancarrota económica [crisis de valorización] del estado yanki. La búsqueda por “tener nuevamente una fuerte economía nacional” para ilusoriamente “devolver a los verdaderos americanos la prosperidad que se gozó antaño en el país” es un sin sentido que no tiene cabida en un mundo donde otras facciones  del capitalismo se han fortalecido [China-Rusia BRICS].

Estados unidos como potencia hegemónica que alguna vez dominó los mercados con su divisa y leyes, no volverá más. Su decadencia no tiene retorno. No obstante, la reciente campaña anti-inmigración donde han desplegado su arsenal represivo, solo confirma que siguen siendo uno de los principales brazos militares del capitalismo mundial (no por nada su negocio principal es la guerra), lo cual les permite ser vanguardia en fungir como centinelas, gendarmes y torturadores profesionales a la hora de aplastar cualquier conato de insurgencia.

 

Izquierda y derecha: enemigos del proletariado

Hoy nuevamente, la delirante ideología nacionalista exacerbada por la burguesía, persuade a que la clase trabajadora [como siempre] se haga de falsos enemigos, canalizando su odio contra todo aquel “agente externo invasor” sin importar que este comparta la misma condición social marginada y precaria. Pero el Estado Capitalista en su la lucha contra la inmigración no actúa solo, otros gobiernos en contubernio con la Casa Blanca contribuyen a la realización de esa tarea, por ejemplo el derechista Nayib Bukele en el Salvador, construyendo Cárceles al estilo de Guantánamo para los inmigrantes deportados, e incluso su “contra parte” en México, los gobiernos de la izquierda progresista de AMLO y Sheinbaum han recrudecido la represión y deportación contra inmigrantes de Centroamérica, Haití, Colombia y Venezuela. Por si fuera poco, al mismo tiempo se impulsan campañas alentando a la delación policial contra todo sospechoso de ser residente ilegal (equiparándolo como criminal y terrorista que atenta contra los “buenos valores cristianos de occidente”).

La izquierda oficialista del gobierno de México, como buena izquierda domesticada que es, llama a  no hacer disturbios contra la paz social, a llevar la protesta e indignación dentro de los márgenes del ciudadanismo y la sumisión al poder del Estado yanki. Por eso no es extraño que sus partidarios más ortodoxos vean inverosímil que un proletariado salvaje haga uso de la autodefensa y el combate callejero contra las fuerzas de seguridad (perros bastardos del capital). La tibieza y el llamado al repliegue es un elemento que solo nos condena a deambular en los carriles de las instituciones democráticas burguesas, anulando así nuestra lucha para que retornemos a la misma normalidad miserable.

La necesidad de “agentes infiltrados y provocadores” por parte del Estado, como supuesto pretexto para reprimir y desprestigiar las luchas sociales, es solo un mito inventado por la izquierda reformista e institucional, que beneficia al orden y funcionamiento de las estructuras del Capital. La policía y el ejército nunca vacilan en encarcelar, masacrar y reprimir con total impunidad a todo sospechoso de sedición, así mismo, variopintos ideólogos e influencers a través de los medios de comunicación, como buitres carroñeros, buscarán desprestigiar y condenar las luchas exigiendo al gobierno más mano dura, o en su defecto, apoyarán las protestas y manifestaciones bajo la condición de que estas transcurran de manera pasiva y pusilánime.

Históricamente las explosiones de rabia de la clase ocurren bajo contexto de desorden, caos y espontaneidad. Por consiguiente, resulta absurdo determinar una manera correcta en la que la clase deba luchar. La clase se lanza a la lucha por su misma necesidad y condición de clase explotada y asalariada [sin esperar el llamado de un caudillo o líder mequetrefe], es su reacción natural de plantar cara a los ataques que la burguesía orquesta en su contra mediante represión, recortes, despidos y encarecimiento de sus medios de vida.

 

La única alternativa, la lucha autónoma por la destrucción del Capital.

Si aludimos a la necesidad de que los explotados y oprimidos luchen en la calle y no bajo los estándares pasivos del hashtag, el apoyo a los partidos políticos oficialistas, sumado al respeto por las leyes y el orden; no es por un simplón y burdo fetichismo hacia la violencia y la revuelta social, sino porque reconocernos que la lucha callejera sirve para que la clase se percate de su propia fuerza y potencial subversivo, pues es ante estas situaciones donde brota su reconocimiento en comunidad de lucha, en el ejercicio del apoyo mutuo y la solidaridad de clase por encima de todos las falsas categorías de nacionalidad y raza con las que el capital busca mantenernos divididos.

Los recientes disturbios y protestas han hecho tambalear los paradigmas ideológicos y materiales de esta sociedad mercantil generalizada. Que las revueltas tengan su vórtice en la ciudad de Los Angeles no es una casualidad, pues esa urbe se caracteriza por albergar una abismal brecha entre las clases sociales, la cual se percibe en el marcado contraste entre los barrios residenciales de los millonarios que derrochan opulencia, y por otro lado, los suburbios y ghetos proletarios infestados de miseria. La ideología burguesa y parcializadora vertida en los medios de comunicación burgueses buscará ocultarnos esta realidad, tergiversando la situación y buscando convencernos de que los disturbios son protagonizados no por proletarios, sino por “latinos”, “inmigrantes”, “mexicanos” o “las clases medias”.

Pero lo cierto es que más allá de las banderas mostradas en las manifestaciones y la revuelta, la clase trabajadora, sin necesidad de discursos rimbombantes, está poniendo en práctica la crítica material a los fundamentos políticos y morales del mundo del capital. El proletariado que se ha lanzado a luchar en las calles, se reconoce a sí mismo como el motor que impulsa la producción y el funcionamiento de la sociedad mediante su trabajo explotado… pero, es durante este proceso de lucha, que ha dejado en evidencia que esa misma sociedad dependiente de su mano de obra, es al mismo tiempo la base material de su perpetua esclavitud y miseria oprobiosa, por consiguiente no hay nada positivo a salvar de ella.

El declive que tarde o temprano pudiera tener la actual revuelta, ya sea por desgaste o por recuperación burguesa en determinado momento, es un hecho ineludible que forma parte de las derrotas que tendrá que experimentar el proletariado en su camino. La misma clase, en los múltiples momentos de revuelta se dará de bruces con la realidad, porque las revueltas proletarias se componen de golpes y contra golpes, pues la clase en lucha solo puede abrirse brecha y adquirir experiencia a través de numerosas derrotas y fracasos.

Tras décadas de contrarrevolucion con un proletariado disperso y desarmado teórica y prácticamente, es evidente que cuando vuelva a entrar en escena bajo la lucha de clases, lo hará de manera difusa y cuestionable, ya sea bajo banderas nacionales o consignas reformistas, pero es necesario también ver más allá de eso. Pues la lucha concreta del proletariado inmigrante en EEUU en estos momentos tiene una base material que es la lucha contra la deportación y la defensa de sus medios de vida, y eso es lo que realmente le impulsa a confrontar a la clase dominante y su sistema. Por eso mismo las luchas son productoras de realidades y no realizadoras de ideales.

 

Acerca del Fascismo y el Antifascismo

Trump no es un fascista, es tan demócrata como sus “adversarios” Hillary Clinton, Barack Obama o Joe Biden. Llamar a Trump fascista es reforzar a la democracia y tragarse las heces positivistas de los valores pluralistas y tolerantes de la civilización capitalista. Si Trump es abiertamente racista, misógino, xenófobo y su partido posee el respaldo de grupos neonazis. ¿Qué diferencia habría si no lo fuera? ¡Ninguna en lo absoluto! Los demócratas y su partido de arcoíris pregonan un discurso aparentemente  opuesto a quienes todavía enarbolan  la bandera de los Confederados (aquellos  Estados del Sur que defendían la esclavitud  de los negros); sin embargo, no vacilan en financiar al Estado Islámico en Siria y a los grupos neonazis de Ucrania, a su vez que financian masacres auspiciando a Israel, armándolo hasta los dientes y apoyando su política de limpieza étnica y apartheid en Palestina; también respaldan al cerdo de Erdogan en Turquía para ocupar con tropas y tanques para masacrar a los proletarios del Kurdistán turco. Y no está de más recordar, que bajo sus gobiernos, las campañas de deportación contra inmigrantes nunca cesaron.

Y aunque queda claro que la lucha del proletariado atraviesa ineludiblemente por plantar cara y confrontar [principalmente de manera violenta] a los individuos, grupos y partidos de derechas apologistas del fascis­mo. Es un error pensar que bajo la cobertura de la ideología antifascista estemos combatiendo la raíz del problema. De hecho luchar bajo la cobertura del antifascismo resulta más contraproducente porque el antifascismo solamente refuerza al capital, fomentando en la clase trabajadora la ilusión de que “ante la amenaza derechista, es mejor una democracia que una dictadura”,  conduciéndola así al estercolero de las instituciones burguesas, donde se le persuade a votar en los comicios a presidentes y diputados progresistas, de izquierda o socialdemócratas para posicionarlos en el gobierno o el parlamento. Una vez realizado el circo de la conquista del poder político, estos socialdemócratas antifascistas se darán la mano con los mismos fascistas que antes consideraban enemigos, para así terminar decretando leyes a favor de la burguesía en contra del proletariado.

En síntesis, el antifascismo es una fórmula de confusión que sirve para anular la perspectiva revolucionaria en el proletariado. El antifascismo deja intacta la propiedad privada y el Estado nacional, componentes fundamentales del sistema capitalista. Reducir el problema a los fascistas, es claudicar a nuestro programa e intereses históricos. Insistimos y rematamos entonces, que la única alternativa viable para frenar la barbarie y catástrofe a la que asistimos hoy es: la lucha proletaria autónoma, radical e internacionalista contra el capitalismo y sus estados, contra sus defensores y contra sus falsos críticos; contra todas sus facciones burguesas de izquierda y derecha, sus patrias, sus guerras, su democracia y sus reformas; por la abolición del trabajo asalariado y la mercancía, por la guerra de clases, la insurrección y la revolución comunista y anárquica mundial. A estas alturas de la historia, será eso o perecer para siempre.

Contra la Contra.

 

Otro crimen policial en Bruselas

 

 

El lunes 2 de junio, un coche de policía atropelló y mató a Fabian, a pocos días de cumplir doce años. Su delito: conducir un patinete en el parque Elisabeth de Ganshoren (municipio al oeste de la aglomeración de Bruselas), cuando la edad mínima legal para conducir estos vehículos es de 16 años.

 

Las primeras informaciones oficiales hablaban de un «delincuente» que huía y que había sido atropellado accidentalmente al final de una persecución. Pero según los testimonios de las personas presentes, no hubo realmente ninguna persecución. Fabian, que estaba probando el patinete de su hermano mayor, quiso evitar un control policial pasando por el césped, cuando fue atropellado por el coche de policía que lo había seguido a gran velocidad por el césped. La policía que acompañaba al conductor amenazó a los testigos que tomaban fotos; en un video se escucha a un policía justificar los hechos diciendo: «Cuando sus jóvenes conducen por las aceras y matan a ancianas en la acera, no se dice nada».

En realidad, no se trata de un desafortunado accidente, sino de un delito, y forma parte de toda una serie: sin remontarnos más atrás, hace menos de un mes Christophe Amine murió tras ser atropellado durante una persecución en la calle Blaes de Bruselas.

Desde hace más de ocho años, los vecinos del barrio se quejan de la conducción peligrosa de los coches de policía en el parque; la situación no ha hecho más que empeorar desde que el parque fue designado «punto caliente» en febrero de 2025 por el Consejo Regional de Seguridad de Bruselas, en el marco de su «guerra contra la droga». Esto se traduce, en las zonas susceptibles de acoger el tráfico, en una presencia y en intervenciones policiales frecuentes que suponen una amenaza directa para los habitantes considerados más o menos sospechosos. Por otra parte, todo el mundo sabe que la violencia policial hacia los jóvenes, sobre todo si son de origen inmigrante, es una constante. Los habitantes del municipio de Jette, donde vivía Fabián, protestaron recientemente (en abril) contra el acoso policial hacia los jóvenes.

El orden burgués se caracteriza por la explotación de una gran masa de la población, es decir, por una violencia social que se traduce en crecientes desigualdades y múltiples opresiones. Un sistema así solo puede ser defendido por las «fuerzas del orden», por una policía que mantiene un clima de intimidación y miedo entre la población mediante la amenaza permanente del uso de la violencia. Los delitos policiales no son accidentes, «meteduras de pata» causadas por «ovejas negras», sino la consecuencia inevitable y necesaria del papel de la policía al servicio de este sistema. Por eso nunca podrán evitarse con «buenas leyes», como recomiendan las almas caritativas, los demócratas burgueses que buscan ante todo calmar la ira contra estos crímenes; y, por otra parte, cada vez se constata que las normas o las leyes no se respetan, sin que ello conlleve sanciones contra los policías. Mientras reine el capitalismo, la violencia y los crímenes policiales no desaparecerán, al igual que no desaparecerán la explotación, la opresión, el racismo y las guerras.

Para que mañana no haya más familias llorando a sus hijos, será necesario que el capitalismo haya desaparecido, derrocado por la revolución de los proletarios, los explotados y los oprimidos.

 

7 de junio de 2025

 

 

Partido Comunista Internacional

Il comunista - le prolétaire - el proletario - proletarian - programme communiste - el programa comunista - Communist Program

www.pcint.org

 

¿Cuál es el futuro de los palestinos de Gaza?


Los palestinos se enfrentan a su exterminio sistemático, deseado y organizado por Israel con la aprobación y el apoyo de todos los imperialistas, empezando por los muy democráticos Estados Unidos de América y los Estados europeos.

Después de décadas de intentos infructuosos de constituirse en nación y en Estado independiente, a la altura de los demás y sobre todo de Israel, no parece haber salida; pero existe una: la vía histórica de la reanudación de la lucha de clases del proletariado no sólo en los países de Oriente Medio, sino sobre todo en los países capitalistas avanzados, con la perspectiva de la revolución proletaria y comunista internacional, en Europa, en América, en Rusia, en Extremo Oriente, en China y en Japón; una lucha de clases que no puede dejar de afectar, desde el exterior, incluso a países donde la colaboración de clases entre proletariado y burguesía se ha cimentado tanto durante décadas que parece inexpugnable, como es el caso de Israel.

Para muchos, esta perspectiva puede parecer fuera de la realidad, imaginaria e irrealizable, del mismo modo que un "despertar" de las clases trabajadoras en los países de Oriente Medio.

La clase burguesa dominante ha soportado durante más de doscientos años una serie interminable de crisis económicas, comerciales y financieras, de luchas sociales y de asaltos proletarios al poder, incluso una revolución como la bolchevique de 1917 con su influencia temporal en Europa y en el mundo, después de haber soportado dos guerras mundiales, una más devastadora que la otra, y sus consecuencias negativas, después de haber seguido desarrollando la economía industrial y capitalista sometiendo a sus leyes todas las partes del mundo, incluso las más alejadas geográficamente de los grandes centros financieros e imperialistas, y después de haber atado a todos los proletarios a los intereses nacionales de su propia burguesía, reprimiendo las revueltas y rebeliones cada vez que estallaban, y de seguir iniciando guerras en todas las partes del mundo hasta el punto de hacer temblar la pacífica Europa; después de todos estos hechos, lo que parece imposible no es la revuelta, la rebelión de capas populares o naciones enteras contra la opresión a la que son sometidas constantemente por los grandes Estados imperialistas, los grandes monopolios y trust mundiales y los grandes bancos, sino que las revueltas y rebeliones se conviertan en luchas de clases organizadas como ocurrió en el siglo XIX y en las tres primeras décadas del siglo XX.

Hasta ahora hemos sido testigos de cómo Estados democráticos, en función de los intereses inmediatos y futuros de su propia burguesía, se aliaban o chocaban con otros Estados democráticos o con Estados autoritarios, totalitarios, pero todos igualmente burgueses y antiproletarios; desde hace décadas asistimos a una militarización cada vez mayor de las fronteras y de toda sociedad nacional, sin importar si esta militarización es obra de la burguesía nacional o de otras burguesías que se han impuesto ganando guerras. Cada vez es más evidente, sobre todo desde el final de la segunda guerra imperialista mundial, que la lucha de competencia entre los diversos capitalismos nacionales ha puesto en primer plano lo que el Manifiesto del Partido Comunista, El Capital, El Imperialismo…, en una palabra, el marxismo, predijo hace ciento ochenta, ciento sesenta y ciento diez años: los Estados burgueses, sean democráticos, monárquico-constitucionales o totalitarios, son, en todos los países, instrumentos de la dominación capitalista sobre la sociedad; chupan el sudor y la sangre del trabajo asalariado de las masas proletarias, el sudor y la sangre de las masas campesinas pobres, con el único fin de reforzar el poder del capitalismo sobre todos los territorios del planeta, sobre todos los mares y en todos los cielos. Según la burguesía, las leyes del capital, y por tanto de la gran burguesía capitalista, deben ser obedecidas no sólo por las grandes y pequeñas empresas, los grandes y pequeños negocios, cada pequeña y gran hacienda, por tanto cada país, y cada individuo desde que nace y mientras respire, sino todas las generaciones que vendrán después. Si se imagina el futuro a partir de lo que ocurre en el presente, el futuro no es de la tan cacareada prosperidad, de la tan invocada paz, de la reivindicada libertad, igualdad, fraternidad: el futuro previsto en cada país por la burguesía dominante lo cuentan las bocas de los cañones, las bombas que caen sobre sus cabezas, los misiles disparados desde tierra, mar y cielo. Y cuando no son los cañones los que disparan, las bombas y los misiles los que causan estragos y arrasan ciudades enteras, son el hambre, la desnutrición, la sed, la carestía y la criminalidad que siempre se aprovecha del caos provocado por las crisis sociales y la guerra. Burguesía y criminalidad, aunque luchan entre sí, se apoyan mutuamente, ambas son hijas del modo de producción capitalista, para ambas su dios todopoderoso es el dinero al que sacrifican todo, incluidos los pueblos.

Contra este mundo, contra este futuro, no es la "buena voluntad" de los hombres, no es la "democracia" con sus "valores de libertad e igualdad", tan falsos como cualquier otro, la solución. La clase burguesa no está formada por hombres que se preocupan por la sociedad de los hombres, sino que está formada por hombres que son instrumentos del capital, son la mano del dios-capital, cuyos intereses van en contra de la sociedad humana: cuando los intereses de la vida social de la especie humana se ponen en el lugar de los intereses del capital, del dinero, de la mercancía, es decir, de una economía destinada a doblegar el trabajo humano exclusivamente a la valorización del capital, entonces no se destierra ninguna violencia: la violencia del capital, de su economía mercantil, se transfiere directamente a la violencia de la clase que detenta el poder político, económico, militar, doblegando a toda la sociedad a los intereses del capitalismo a cuyo "servicio" esta clase no sólo se apropia y centraliza toda la riqueza producida por el trabajo humano, sino que ejerce todo tipo de violencia para defender este poder y extenderlo a territorios más amplios.

La guerra -que la burguesía israelí libra desde hace décadas contra todos los pueblos que viven en los territorios limítrofes de lo que para los israelitas ha sido siempre la "Tierra Prometida" (...prometida por el Dios de Israel), empezando por la población palestina, que desde hace algunos milenios está presente en toda la zona por ser también una población semita, como lo es la hebrea-, tiene sus raíces no en el supuesto antisemitismo de los palestinos, sino en el interés y necesidad de ambos pueblos de dominar al otro para controlar el territorio compartido, especialmente en las zonas fértiles a lo largo del Jordán, y que tenía en los contrastes religiosos plurimilenarios una justificación ideológica para ambos bandos. Con el desarrollo del capitalismo, y por tanto de las clases burguesas para cada población de la zona, los contrastes adquirieron inevitablemente las características de una guerra permanente en la que, tras la caída del imperio otomano que había dominado aquellos territorios durante cuatro siglos y su colonización por las potencias imperialistas vencedoras de la Primera Guerra Mundial -Inglaterra y Francia-, toda la zona de Oriente Próximo y Oriente Medio quedó completamente desmembrada de las antiguas instituciones imperiales. Inglaterra y Francia establecieron allí, con fines de dominación imperialista, nuevas entidades nacionales: Irak, Palestina/Israel, Jordania, Líbano, Siria, Kuwait, Arabia Saudí, sin tener en cuenta las tradiciones asentadas de las diferentes etnias y poblaciones, sino únicamente sus propios intereses imperialistas.

Naturalmente, los intereses de las potencias imperialistas incluían no sólo la partición del antiguo Oriente Próximo y Oriente Medio otomano en zonas de influencia (así Siria y Líbano fueron asignados a Francia, Jordania, Palestina/Israel, Irak, Kuwait y Arabia Saudí, a Inglaterra) para controlar directamente las vías de comunicación, el monopolio del comercio y la explotación de los yacimientos petrolíferos, sino también la incitación de las diversas minorías (en primer lugar los kurdos, y después también los judíos) contra las poblaciones árabes. Al final de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Sèvres (1920) definió las nuevas fronteras, cambiando radicalmente toda la zona de Oriente Próximo. Con la Segunda Guerra Mundial, la derrota de las potencias del Eje y de las entidades estatales árabes que las apoyaban, y el exterminio de los judíos, las democracias imperialistas victoriosas por segunda vez sobre los totalitarismos imperialistas, no hicieron sino agravar los conflictos entre las poblaciones de la zona de Oriente Medio, particularmente en lo que se refiere a la creación de Israel, que de ser un "hogar judío" se convirtió en 1948 en un Estado de pleno derecho en un territorio que las potencias imperialistas mundiales unidas en la ONU desde 1945 habían querido dividir en dos Estados diferentes, uno palestino y otro judío, lo que nunca ocurrió. Que Inglaterra, Estados Unidos y la propia Francia estaban esencialmente del lado de la población judía y no de la población árabe era evidente, más allá de las repetidas declaraciones sobre los conflictos árabe-israelíes y sobre "dos pueblos, dos Estados", desde la violenta constitución del Estado de Israel que provocó la primera gran catástrofe (en árabe, al-Nakba) para los palestinos, que se vieron obligados a huir a Líbano y Jordania; ni Inglaterra ni Francia intervinieron para impedir el éxodo forzoso de 700.000 palestinos de su tierra ocupada militarmente por los israelíes. Un Estado judío convenía a todas las potencias imperialistas porque podía desempeñar el papel de su gendarme en una zona turbulenta y difícil de gestionar después de haberla desmembrado por completo. Y acallaba la mala conciencia de las democracias imperialistas que, a pesar de conocer el final al que iban a ir a parar millones de judíos en los campos de concentración nazis, no hicieron absolutamente nada para impedir ese exterminio anunciado.

Así, tras la guerra, favorecieron la emigración de cientos de miles de judíos de Polonia, Alemania, Rusia y el propio Oriente Próximo a Israel, su nueva patria. De este modo, el imperialismo -bajo la apariencia, formalmente democrática o no- esperaba mitigar, si no pacificar, un Oriente Próximo que más bien parecía una zona en la que los contrastes étnicos, religiosos, políticos y económicos de los pueblos que siempre lo habían habitado se cruzarían, agravándose, con los intereses contrapuestos de las diversas potencias imperialistas. Mientras tanto, a lo largo de las décadas transcurridas desde 1948, Israel se ha convertido en un país avanzado en términos capitalistas, con importantes objetivos expansionistas, objetivos que no pueden realizarse a menos que primero consiga someter a toda la población palestina de una manera que no perjudique en absoluto el interés de Tel Aviv en apropiarse de todo el territorio de Palestina, incluso a costa de exterminar a la población palestina como está ocurriendo en Gaza desde hace más de 600 días.

Las rebeliones, levantamientos, guerras, en las que los palestinos han sido protagonistas durante más de sesenta años, a pesar de haber sido derrotadas constantemente y de haber tenido que luchar no sólo contra el ejército de Israel, sino también contra los gobiernos y ejércitos de los países árabes que se declaraban partidarios y amigos de la "causa palestina"; mientras confían en la influencia y dirección de grupos políticos y milicias que desde la OLP en adelante, hasta la actual ANP y Hamás, han demostrado, por el contrario, que prevalecen sus propios intereses partidistas, sus propios privilegios, explotando a las masas proletarias y campesinas palestinas, poniéndose de vez en cuando al servicio de una u otra potencia regional, de una u otra potencia imperialista mientras sufren las consecuencias más terribles en términos de opresión, humillación, tortura y muerte, las masas palestinas siguen resistiendo y sobreviviendo en parcelas de tierra que se convierten cada vez más en cementerios al aire libre.

Que todas las potencias imperialistas están interesadas en mantener buenas relaciones económicas, comerciales, financieras y políticas con Israel es obvio; han seguido comerciando con armas de todo tipo, incluso después del 8 de octubre de 2023, y de esto los grandes campeones son Estados Unidos, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, incluso España, que, a la sombra del reciente reconocimiento de Pedro Sánchez del "Estado palestino", ha aumentado la importación de armas de Israel después del 7 de octubre de 2023, incluidos los nuevos misiles Spike y morteros Cardom "probados en combate" en Gaza (1). No han hecho nada para garantizar que las palabras conciliadoras de "dos pueblos, dos Estados" (que saben perfectamente que nunca se producirán) vayan seguidas de hechos, y nada para detener la violencia sistemática del ejército y los colonos israelíes contra la población civil palestina.

Su gran poder, político, económico, militar, ¿qué ha hecho? ¿Para proteger a la población civil palestina? ¿Para amedrentar al Estado de Israel amenazándole con fuertes represalias si no pone fin a su violencia sistemática contra la indefensa población palestina? Desde luego que no, dado que después de 600 días de bombardeos que están arrasando la Franja de Gaza, con sus más de cien mil muertos entre los muertos confirmados y los que están bajo los escombros, con sus cientos de miles de heridos, moribundos, hambrientos y enfermos sin tratamiento, muchos gobernantes trajeados se permiten el lujo de decir -delante de las cámaras- que Israel "está exagerando", que ha "cruzado el límite" (el límite de qué: ¿cuántas muertes de civiles son "aceptables" para ellos en casi dos años de bombardeos, golpeando escuelas, hospitales, casas de civiles, campos de refugiados,?), que es hora de "negociar" -¿con quién, con Hamás? que favorece la guerra emprendida por Israel y que, en cambio, tiene interés en que la población de Gaza siga sufriendo todas las efervescencias de las que es capaz el ejército israelí, para tener un motivo más para reorganizarse y recuperar influencia sobre al menos una parte de los palestinos y seguir desempeñando su papel de longa manus de ciertas potencias regionales, y no sólo Irán, que tienen interés en mantener ocupado a Israel en el área territorial de lo que fue Palestina?

Y desde luego no es la llamada "ayuda humanitaria", en forma de camiones llenos de alimentos, medicinas, ropa y equipos que llegan a la frontera de Gaza y que el ejército israelí bloquea bajo el sol desde el 2 de marzo, impidiendo cualquier socorro a la población bombardeada sistemáticamente y reducida a la inanición. Tras expulsar de Israel a la organización humanitaria de la ONU URNWA, acusada de terrorismo por el gobierno terrorista de Israel, y organizar con Estados Unidos una nueva organización humanitaria autodenominada Alianza de Abogados por Palestina (ASAP), a la cabeza de la llamada Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), financiada por el Mossad y el Ministerio de Defensa israelí y compuesta en realidad por mercenarios estadounidenses y antiguos agentes de la CIA, Israel sigue adelante con su plan de acorralar a la mayoría de los palestinos de la Franja en el sur de la misma. Aquí ha establecido, cerca de la frontera con Egipto, bajo supervisión estadounidense, cuatro puntos de recogida para la distribución de alimentos (frente a los 400 puntos de recogida de la URNWA en toda la Franja), construyendo largos y estrechos pasillos de alambre de espino y sometiendo a todos los que hacen cola a una identificación mediante los sistemas biométricos de tecnología más avanzada; tras días y semanas de inanición, la aglomeración de palestinos para conseguir aunque sea una mínima dosis de comida es evidente. Como estaba previsto, para dispersar la aglomeración y obligar a los palestinos a apretujarse en los pasillos especialmente preparados y contra el asalto a la poca comida puesta a su disposición, contratistas estadounidenses y milicias criminales organizadas por algunos clanes palestinos de acuerdo con el gobierno de Netanyhau (2) dispararon contra la multitud, sumando muertos y heridos sobre muertos y heridos. De este modo, los palestinos son tratados peor que los prisioneros de cualquier campo de concentración: detrás de la "ayuda humanitaria" -útil para atemperar la mala conciencia de los países imperialistas- brillan los cañones de las ametralladoras y los cañones de los tanques, transformando así los puntos de recogida para la distribución de alimentos en trampas mortales. " "

Y mientras esta larga y pesada carnicería tiene lugar en la Franja de Gaza, el príncipe Faisal bin Farhan, ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, tenía previsto reunirse con Abu Mazen el domingo 1 de junio en Ramala, Cisjordania, para hablar de lo que algún día debería convertirse en el codiciado "Estado palestino". Durante más de cincuenta años, ningún alto funcionario saudí ha puesto un pie en Palestina; durante más de cincuenta años, Riad ha guardado silencio sobre toda la tragedia del pueblo palestino. Al frente de una delegación árabe compuesta por ministros de Asuntos Exteriores de Egipto, Jordania y otros países de la Liga Árabe, el príncipe Faisal bin Farhan pretendía lanzar una iniciativa con la que Arabia Saudí quiere desempeñar un papel clave en la reconstrucción de las relaciones interestatales entre los países árabes de la región e Israel, jugando, como corresponde a los mercaderes más experimentados, sobre varias mesas: la normalización de las relaciones con Israel según los famosos Acuerdos de Abraham, interrumpidos debido al atentado de Hamás del 7 de octubre de 2023 y a la respuesta extremadamente violenta de Israel en la Franja de Gaza, pero que habían suavizado las relaciones entre Israel y Bahréin, los Emiratos y Marruecos, y que podrían reanudarse de nuevo entre Tel Aviv y Riad; la reanudación de las relaciones con la ANP después de haberlas abandonado, volviendo a poner la "causa palestina" en primer plano, coincidiendo con la Francia de Macron con la que Riad ha organizado una conferencia en la ONU para los días 17 a 20 de junio precisamente para relanzar el reconocimiento del Estado palestino. Asistimos así a un teatro más en el que la "causa palestina" es utilizada, ahora por una potencia y ahora por la otra, como palanca para imponer sus propios intereses de partición en una zona sometida sistemáticamente a contrastes básicamente irresolubles y en la que las potencias regionales Arabia Saudí, Irán, Turquía y por supuesto Israel llevan al menos sesenta años tratando de imponerse a los demás contendientes. Pero detrás de ellos, o junto a ellos, están las potencias imperialistas históricas y un imperialismo más joven, como China por ejemplo, igualmente interesado no en la "causa palestina", sino en el petróleo y las rutas comerciales que pasan por el Mar Rojo, el Canal de Suez y el Golfo Pérsico. Esta visita a Ramala fue impedida por Israel y obviamente... aplazada. Prueba de que el gran plan de Israel es reducir la presencia de palestinos en la Franja y en Cisjordania al mínimo histórico posible son los continuos asentamientos de colonos en Cisjordania y, mañana, una vez terminado el exterminio en Gaza, también en la Franja. No fue casualidad que la visita del saudí Faisal bin Farhan a Ramala se materializara veinticuatro horas después de que el gobierno de Netanyahu hubiera aprobado 22 asentamientos más en la Cisjordania ocupada, la mayor operación de asentamiento en los territorios ocupados ilusoriamente destinados a un Estado palestino...

 

La guerra en el Oriente Medio asolado por el terremoto ha sido, es y será la situación normal porque hay demasiados contrastes que se han acumulado y concentrado a lo largo de cien años y más y que siguen generando nuevos contrastes; contra esta situación de guerra permanente sólo la explosión de la lucha de clases proletaria podrá aportar una respuesta histórica a la continua carnicería con la que las burguesías regionales e imperialistas intentan de vez en cuando imponer sus intereses partidistas específicos. Una lucha de clases proletaria que puede estallar en Egipto como en Siria, en Irán como en Turquía, en la propia Arabia Saudí como en Líbano o en Irak o en la propia Palestina, pero que podría tener la característica de extender el fuego rápidamente por toda la región.

Desgraciadamente, y no a día de hoy, se sigue negando por completo una salida a la opresión, las masacres y el actual exterminio de los palestinos. Bajo la bandera del "derecho de Israel a defenderse", la sanguinaria burguesía judía, en nombre del "pueblo elegido de Dios", de un Dios que exige obediencia total y al que se debe incluso el mayor sacrificio, el de la vida humana; un "derecho de Israel a defenderse" que justifica toda acción, incluso la más violenta e inhumana, pensada, planeada y llevada a cabo contra cualquier otro pueblo pagano o considerado enemigo. Esta antiquísima convicción religiosa, con la que el "pueblo elegido de Dios" ha construido a lo largo del tiempo, de generación en generación, un vínculo de solidaridad muy estrecho entre todos sus miembros, pues estas comunidades judías, expulsadas de los distintos países desde el Imperio Romano, les ha ayudado a perdurar en el tiempo dedicándose al comercio y al préstamo de dinero, convirtiéndose con el tiempo en usureros y banqueros, ya que, para sobrevivir, no podían, por ley, poseer propiedades y tierras; pero, al mismo tiempo, no fue suficiente para protegerlos de las masacres y progroms que los azotaron a partir de la Edad Media en Alemania, Inglaterra, Francia y, sobre todo, Rusia. Un "pueblo elegido por Dios", pero perseguido por muchos otros pueblos, cristianos sobre todo, que, en la infinita hipocresía del catolicismo, el protestantismo y los cristianos ortodoxos, dirigieron el descontento de las clases bajas hacia las comunidades judías que, por sus características, eran fácilmente identificables y encerradas en guetos.

Sin embargo, haber sido perseguidos durante siglos no impidió que la mayoría de las comunidades judías se enriquecieran a través del comercio y la usura, en un mundo en el que las relaciones, violentas y menos violentas, entre los diferentes pueblos se hicieron cada vez más intensas, poniendo de relieve la necesidad del intercambio de productos y, La práctica mercantil y usurera, reforzada y perfeccionada a lo largo de los siglos por los judíos, los colocó en una posición de mayor privilegio social, hasta el punto de convertirse en los principales exponentes del capitalismo.

La ausencia de la lucha de clases en Israel, en Europa, en América, en los países árabes de Oriente Medio, no permite al proletariado palestino, y mucho menos a la población palestina en general, contar con la única solidaridad concreta que le ayudaría a reaccionar ante el exterminio, sacudiéndose las sanguijuelas nacional-burguesas de Hamás, la ANP y todos los diversos clanes y formaciones político-militares que en las últimas décadas han representado no una "solución nacional y democrática" al conflicto israelo-palestino sino la explotación de la combatividad y la resistencia indomable de los proletarios palestinos para afirmar sus propios intereses de clase burgueses, sus propios privilegios, ahora con enfrentamientos armados contra Israel y contra tal o cual Estado árabe que resultó ser tan represivo con ellos como Israel, ahora con los compromisos más cobardes y cínicos con las potencias dominantes representadas por Israel o los países árabes, Estados Unidos o los Estados europeos.

La ofensiva más reciente de Israel contra la población de Gaza, tras la falsa tregua acordada con Washington, ha recibido el nombre de Carros de Gedeón. Todos los títulos que Israel ha dado a sus guerras han tenido siempre un fuerte valor simbólico. En este caso, la referencia es a la Biblia, en particular al Libro de los Jueces y a las hazañas del juez Gedeón (siglos XI-X a.C.), "elegido por Dios" para devolver la fe en el Dios de Israel a los israelitas, que se habían apartado de los mandamientos divinos y estaban oprimidos por pueblos paganos como los madianitas y los amalecitas. Sus hazañas se resumen en la operación de exterminio que Gedeón organizó con un ataque nocturno por sorpresa contra el campamento de los madianitas; la sorpresa facilitó la victoria de Gedeón y sus 300 guerreros; mató personalmente a los príncipes capturados y ordenó el exterminio de la población de dos aldeas, Succoth y Penuel, culpables de no haber apoyado a sus soldados. Habiendo restablecido así la ley del Dios de Israel y el control sobre el territorio habitado por los israelitas, el juez Gedeón garantizó, según la Biblia, la paz durante cuarenta años. Fue elevado, en el Nuevo Testamento, a ejemplo de fe para todos los cristianos, una fe que imponía, de hecho, el exterminio de todos aquellos que no se sometieran a la ley del Dios de Israel... y a la ley del Dios de los cristianos...

¿Y qué es esto sino un exterminio organizado hasta el más mínimo detalle, lo que viene ocurriendo en Gaza desde el 8 de octubre de 2023, al día siguiente del ataque de Hamás a los kibutzim israelíes fronterizos con Gaza? Un exterminio consumado con el beneplácito de todos los Estados llamados civilizados, y del que algún día darán cuenta ante el avance del movimiento revolucionario proletario, que, impulsado por las contradicciones cada vez más agudas y poderosas del capitalismo mundial, resurgirá inevitablemente de sus cenizas.

 

5 de junio de 2025

Partido Comunista Internacional

the communist - le prolétaire - el proletario - proletarian - programme communiste - el programa comunista - communisti program - www.pcint.org



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Notas:

  1. Véase https://contropiano.org/altro/2025/06/05/benefici-inconfessabili-la-compravendita-darmi-tra-la-spagna-e-israele-dopo-il-7-ottobre-0183806

  2. Véase htpps://www.avvenire.it/mondo/pagine/caos-aiuti-striscia, 31 de mayo de 2025, sobre Yasser Abu Shabab, miembro de una poderosa familia de Jan Yunis, en el sur de la Franja, que, de acuerdo con las fuerzas israelíes, organizó los asaltos a cientos de camiones del Programa Mundial de Alimentos de la ONU.



 

Basta de hambruna y genocidio en Gaza

Desde hace casi 3 meses el gobierno ultraderechista de Netanyahu aplica un criminal bloqueo a la franja de Gaza, impidiendo el ingreso de alimentos, agua, medicinas y combustible, y restringiendo la energía eléctrica.

Su objetivo es matar de hambre al pueblo gazatí para expulsar a la población del enclave y forzar la rendición de la resistencia palestina, completando así la limpieza étnica iniciada por Israel en 1947, y avalada hoy por Trump.

Gaza atraviesa por una grave situación humanitaria. El peligro de hambruna se acrecienta. Las cifras son escalofriantes: 14.000 bebés estarían en peligro de morir si no reciben los alimentos necesarios en las próximas horas, según la ONU. Medio millón de personas (un 20% de la población) estaría en riesgo de afrontar inanición, de acuerdo a informes del mismo organismo. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud ha informado que 57 niños murieron por desnutrición desde marzo, cuando comenzó el bloqueo a Gaza por parte de Israel.



Netanyahu y la limpieza étnica

En marzo el régimen sionista de Israel rompió la tregua y reinició los bombardeos, como parte de una nueva ofensiva lanzada el 18 de mayo, denominada “Operación Carros de Gedeón”.

El criminal Netanyahu dijo que esta nueva ofensiva era para tomar el territorio de Gaza, y que no se retirarían. Y afirmó en un comité del parlamento sionista: “estamos destruyendo cada vez más hogares, y los gazatíes no tienen ningún lugar al que regresar. El único resultado inevitable será el deseo de los gazatíes de emigrar fuera de la Franja de Gaza”.

En una declaración posterior, el pasado 13 de mayo, anunciando la nueva operación militar, dijo: «Hemos establecido una administración que les permitirá marcharse, pero el problema de nuestro lado se reduce a una sola cosa: necesitamos países dispuestos a acogerlos. En eso estamos trabajando actualmente»…»Si les ofrecemos la posibilidad de irse, más de 50% se irá, e incluso creo que muchos más. Pero Hamás ya no estará».

El objetivo es claro, tomar el control total de Gaza, expulsar al pueblo palestino de sus tierras y hogares y convertir a la franja en un resort, como anunció Trump.



La presión mundial obliga a Israel a permitir ingreso mínimo de ayuda humanitaria

Después de colocar al pueblo palestino en Gaza al borde de la hambruna, Netanyahu se vio obligado a permitir el ingreso de una mínima fracción de ayuda humanitaria. Entre el lunes 19 y el viernes 23 de mayo ingresaron unos 385 camiones con alimentos, medicinas y otros bienes. Muchos de los cuales tardaron en llegar efectivamente a los gazatíes. Estas cantidades siguen siendo insuficientes cuando durante la tregua llegaron a entrar hasta 600 camiones diarios con ayuda humanitaria, y actualmente hay cientos de camiones esperando en la frontera.

Este giro en el gobierno israelí no ha sido por razones humanitarias. Se trata de una decisión calculada y fría, determinada por la presión ejercida por distintos gobiernos, como el mismo Netanyahu cínicamente ha reconocido: “Nuestros mejores amigos en el mundo, senadores que sé que respaldan a Israel, vienen y me dicen: Te daremos toda la ayuda que necesitas para una victoria total. Armas, apoyo para eliminar a Hamas, apoyo en el Consejo de Seguridad (de la ONU), pero no podemos seguir recibiendo imágenes de hambruna (en Gaza)”.

Con la brutalidad que lo caracteriza, el ultraderechista ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, dijo: “¿Preferiría no enviar ni un grano de comida a Gaza, ni siquiera a los civiles? Posiblemente” Y añadió: “Entiendo profundamente la ira y el dolor que todos sentimos. Lo cierto es que, hasta que no se entregue a todos los rehenes, no deberíamos enviar ni siquiera agua. Pero, en realidad, si actuamos así, el mundo nos obligará a detener la guerra de inmediato y perderemos”.

 

La presión de los gobiernos a Israel está determinada por la movilización 

Las numerosas voces de organizaciones internacionales denunciando que se estaba a las puertas de una catástrofe humanitaria, han significado un nuevo impulso a las movilizaciones en todo el mundo, especialmente en Europa. Esta situación ha coincidido con el 77° aniversario de la Nakba cuando miles se movilizaron en todo el mundo contra sus gobiernos y en apoyo a la lucha del pueblo palestino. En Madrid el 10 de mayo salieron a las calles más de 80 mil personas, exigiendo el cese de la venta de armas a Israel y ruptura de relaciones; en La Haya, Países Bajos, el pasado 18 de mayo marcharon 100.000, exigiendo al gobierno que ponga fin a su apoyo a Israel; en Londres casi medio millón se movilizó el pasado 17 de mayo.  

Francia, Canadá y Reino Unido, en un comunicado emitido el 19 de mayo  rechazaron la nueva ofensiva militar sionista, pidieron un alto el fuego, e hipócritamente, después de meses apoyando a Israel, dijeron que «el nivel de sufrimiento humano en Gaza es intolerable». En dicho comunicado conjunto dijeron que “Si Israel no detiene la renovada ofensiva militar y levanta las restricciones a la ayuda humanitaria, tomaremos más medidas concretas en respuesta”. Posteriormente el gobierno británico suspendió las negociaciones que mantenía con Israel para alcanzar un acuerdo de libre comercio. Otros 18 países exigieron la inmediata reanudación completa de la ayuda en la Franja de Gaza.

Los gobiernos capitalistas europeos y de otras regiones no cuestionan a Israel por humanidad si no debido a la fuerte presión del movimiento de masas, que puede eventualmente generar crisis al interior de sus regímenes.

 

 Sigue la crisis política en Israel 

Mientras tanto en Israel continúan las protestas, que ahora son diarias, exigiendo el fin de la guerra y el regreso de los rehenes en manos de la resistencia palestina. Esas movilizaciones son el trasfondo de una crisis política que no cesa.

No es casual que el ex primer ministro Ehud Olmert dijera en una entrevista el pasado 4 de abril que Israel estaba atravesando “la más grave crisis de su historia”. Posteriormente afirmó, el pasado 21 de mayo: “lo que Israel está haciendo actualmente en Gaza está muy cerca de un crimen de guerra”. 

Casi simultáneamente con lo dicho por Olmert, el militar retirado, diputado y líder del partido Los Demócratas, Yair Golan dio unas declaraciones que causaron un gran revuelo en Israel, afirmando que: “Un país sensato no libra combates contra civiles, no mata bebés como pasatiempo y no se fija como objetivo expulsar a una población”Y agregó que “Israel está en camino de convertirse en un Estado paria, como Sudáfrica lo fue (durante el Apartheid)”.

Olmert, Golan, y otros dirigentes críticos al gobierno de Netanyahu, son tan sionistas y antipalestinos como este, sin embargo, la movilización mundial contra el genocidio, y las continuas marchas y expresiones de rechazo al gobierno en Israel, están causando una gran crisis política en el seno del sionismo, manifestándose las contradicciones y diferencias políticas. Golan, Olmert, Benny Gantz y otros, se ubican entre los que abogan por la solución fracasada de los dos Estados, y difieren de Netanyahu y sus ministros ultraderechistas en los ritmos y formas para enfrentar a la resistencia palestina. 

 

 Profundizar la movilización mundial en apoyo a la resistencia palestina

Desde la UIT-CI decimos que para derrotar el intento de limpieza étnica y ocupación de Gaza hay que seguir movilizados en todo el mundo respaldando al pueblo palestino y a la resistencia.

Para el 15 de junio está prevista la “Marcha a Gaza”, promovida por organizaciones de más de 20 países. Será una marcha hacia la frontera entre Egipto y Gaza, en el paso de Rafah para reclamar que se rompa el cerco, y se abra la frontera para que ingrese libremente la ayuda humanitaria y toda expresión de apoyo al pueblo palestino.

La UIT-CI se suma a la convocatoria de esa movilización y llamamos a realizar acciones unitarias en todo el mundo de apoyo ese mismo día. En tal sentido estamos por la inmediata apertura de los pasos fronterizos para garantizar el ingreso de alimentos, medicamentos, combustibles y agua, y el restablecimiento de la energía eléctrica. 

Desde la UIT-CI exigimos a todos los gobiernos del mundo, y en especial a los regímenes árabes y del Medio Oriente, que muy poco hacen por los palestinos, que rompan relaciones políticas, diplomáticas, comerciales, culturales y académicas con Israel. Y en el caso de los gobiernos árabes, que apoyen con armas y recursos a la resistencia palestina en Gaza y Cisjordania. 

Estamos por el inmediato alto al fuego, el retiro de todas las tropas israelíes de Gaza, Cisjordania, Siria y el Líbano. Rechazamos la limpieza étnica promovida por Trump y Netanyahu, así como los bombardeos de Estados Unidos e Israel contra Yemen. Rechazamos el plan de Israel y Trump de militarizar y privatizar la entrega de ayuda humanitaria.

Repudiamos la ilegal detención y amenaza de deportación a los activistas que defienden la libertad de Palestina, como ha sucedido en los Estados Unidos y Alemania. Por una Palestina única, laica, democrática y no racista. ¡Palestina libre del río al mar!



24 de mayo de 2025

Miguel Ángel Hernández,

Miembro de la dirección del Partido Socialismo y Libertad de Venezuela y de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI)





 [recibimos y publicamos]

 [GCI-ICG] Al margen de un aniversario (8 de mayo de 1945/2025)

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/ GUERRA de CLASES / 

El 8 de mayo de 2025, amplios sectores de la clase burguesa celebran el octogésimo “aniversario” del final de la Segunda Guerra Mundial, el gigantesco baño de sangre que dejó más de sesenta millones de seres humanos, proletarios, muertos en el altar del lucro y del nacionalismo. Ayer, hoy y mañana, estas masacres se perpetúan en nombre del antifascismo (para unos) o del fascismo (para otros), en nombre de la democracia, de la libertad, de “la patria en peligro”, de la religión y de la paz.

El capitalismo parece haber llegado al final de un ciclo: demasiada desvalorización, demasiadas mercancías acumuladas, demasiadas máquinas, demasiados proletarios, insuficientes mercados solventes y beneficios… Las contradicciones entre los diferentes sectores nacionales de un mismo ser global sanguinario, que se alimenta de la explotación de nuestros cuerpos, de nuestra carne, de nuestra energía, de nuestras vidas y de nuestras aspiraciones, estas contradicciones toman la forma de la guerra, y los bloques belicistas comienzan a formarse de nuevo para llevar a cabo la empresa de destrucción de los vivos, tan necesaria para la revitalización del imperio de la muerte que es el modo de producción capitalista.

Hoy, el rearme está a la orden del día, y miles de millones de dólares y euros se invierten en las tecnologías más avanzadas para esta morbosa tarea de acabar con los proletarios y los medios de producción sobrantes. El ejército está en el candelero, las banderas patrióticas (sean las que sean) ondean al viento de la furia destructora de nuestros enemigos de clase, los programas de radio y televisión, la prensa de las potencias (y las que vendrán), toda la propaganda de estos títeres del orden capitalista ruge con una sola voz: ¡a toda máquina a la guerra!

El capitalismo vive de la guerra, el capitalismo es guerra: guerra comercial, guerra militar, guerra permanente entre los distintos valores en su búsqueda de beneficios, etc. La guerra está inscrita en el tejido mismo del capitalismo. La guerra está inscrita en el ADN del capitalismo. Se suele decir que “el dinero es el sostén de la guerra”, pero lo contrario es igualmente cierto, e incluso más dialéctico: ¡la guerra es el sostén del dinero! Y ante esta realidad, nuestra única respuesta como proletarios, tanto en tiempos trágicos de guerra como en tiempos de paz (social), es la huelga y la guerra de clases, el sabotaje de la economía, el derrotismo revolucionario, la insurrección, la revolución…

Con este motivo, volvemos a publicar aquí un texto del Grupo Comunista Internacionalista (GCI) que data de hace treinta años y que en su momento aprovechó el mismo aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial para recordarnos que el capitalismo necesita la guerra y que en sus altares de muerte son siempre nuestros hermanos y hermanas de clase los sacrificados.

Fascista o antifascista, ¡la dictadura del Capital es la democracia, su paz y su guerra!

GdC – 8 de mayo de 2025.

 

LEER ENTRADA COMPLETA (1): https://materialesxlaemancipacion.espivblogs.net/2025/05/16/al-margen-de-un-aniversario-el-capitalismo-en-plena-accion-el-bombardeo-de-dresde-8-de-mayo-de-1945-2025/

LEER ENTRADA COMPLETA (2): https://www.autistici.org/tridnivalka/gci-icg-al-margen-de-un-aniversario-8-de-mayo-de-1945-2025/ 

 

Han enterrado el Primero de Mayo en el pantano de la colaboración de clases.

Solo podrá renacer y volver a ser un día exclusivamente proletario con la reanudación de la lucha de clases.

 

 

El Primero de Mayo como día en que el proletariado celebraba su lucha por las ocho horas nació en Estados Unidos, en una época en que las oleadas de emigración procedentes de Europa, sobre todo de Alemania, Bohemia, Italia, Grecia y los países del este, llenaban las ciudades industriales de Estados Unidos, entre las que destacaba Chicago.

Chicago, en los años ochenta y noventa del siglo XIX, era conocida como la «matadero del mundo» (porque allí se producía la mayor cantidad de carne de cerdo del mundo) y también como el «granero de América», gracias a las infinitas praderas del Medio Oeste que se extendían a los límites de su núcleo urbano. Estos récords se debían a la enorme masa de trabajadores asalariados emigrados de Europa que eran explotados con jornadas laborales de 12 a 16 horas al día, sin ninguna seguridad y en condiciones laborales al límite de la supervivencia. Contra esta superexplotación, y basándose en las experiencias de lucha ya vividas en los países europeos (en 1830 en Francia, en 1848, que sacudió la mayor parte de las capitales europeas, y en 1871 con la Comuna de París), comenzaron los primeros movimientos de huelga y se organizaron los primeros sindicatos obreros en América.

La reducción drástica de la jornada laboral a 8 horas y el aumento del salario fueron las dos reivindicaciones principales por las que se unieron los obreros y por las que lucharon con tenacidad y sin temor a la represión de los grandes capitalistas y de la burguesía dominante. En 1884, la Federación de Sindicatos y Uniones Laborales Organizadas dio a la lucha proletaria un objetivo histórico: a partir del 1 de mayo de 1886, los obreros trabajarían solo 8 horas al día, por el mismo salario que recibían por las 12-16 horas diarias, y si los patronos no aceptaban este horario diario se declararían en huelga y organizarían piquetes hasta que se aceptara esta reivindicación.

A medida que se acercaba esa fecha, el clima en Chicago comenzó a tornarse muy tenso: por un lado, los proletarios y los sindicatos propagaban la lucha y se organizaban para llevar a cabo lo proclamado dos años antes, mientras que los patrones de las fábricas, la administración municipal y la policía, por su parte, endurecían el clima de tensión tratando de intimidar a los proletarios por todos los medios. Ya en febrero de 1886, los trabajadores de una de las empresas más poderosas de la ciudad, la fábrica de cosechadoras McCormick, comenzaron a hacer huelga. McCormick respondió con el cierre patronal y la organización de los crumiri (los rompehuelgas) para que entraran a escondidas en la fábrica. Era obvio el intento de romper la unión de los trabajadores en huelga. Así se llegó al 1 de mayo, cuando una masa de entre 30 000 y 40 000 trabajadores de Chicago salió a las calles en huelga para reclamar la jornada laboral de ocho horas, mientras frente a la McCormick continuaban los piquetes; dentro de la fábrica, los esquiroles que habían logrado entrar seguían trabajando protegidos por cientos de policías. Las protestas y manifestaciones duraron tres días. Los enfrentamientos entre los huelguistas y los esquiroles que intentaban entrar en la fábrica fueron inevitables; la policía intervino disparando y matando a varios huelguistas. La reacción de los trabajadores no se hizo esperar; una asociación anarquista organizó una protesta pacífica en la plaza Haymarket, en el centro de una importante zona comercial de Chicago. Pero la policía se desató cargando contra los manifestantes para disolver la concentración; alguien lanzó una bomba contra los policías, matando a siete e hiriendo a unos sesenta. La policía respondió disparando y matando a otros tres manifestantes. Así comenzó una represalia sistemática contra los anarquistas, aunque nunca se encontró al responsable del lanzamiento de la bomba (y no se descarta que fuera alguien a sueldo de McCormick o de la policía...).

A pesar de que no había pruebas que indicaran que los responsables fueran los anarquistas, ocho de ellos, muchos de los cuales ni siquiera estaban presentes en la manifestación, fueron acusados de conspiración y asesinato: se les impusieron condenas a muerte, dos obtuvieron cadena perpetua, uno quince años de prisión y otro murió «misteriosamente» en prisión y los demás fueron ahorcados.

En 1889, en el congreso socialista de la Segunda Internacional celebrado en París, el 1 de mayo, en honor a los proletarios de Chicago y a su lucha, se declaró el día internacional del proletariado en lucha, día que se extendió rápidamente por Europa y otros países como México, Cuba y China. Pero la masacre de Haymarket, las condenas a muerte de los anarquistas que no eran culpables de esa bomba y el recuerdo de la extrema combatividad que manifestaron los proletarios de Chicago para conseguir las ocho horas diarias de trabajo era un peso demasiado grande de soportar para la burguesía estadounidense, pero también era un peligro porque la celebración del 1 de mayo podía hacer renacer en los proletarios estadounidenses el recuerdo de aquellas luchas, renovando una tradición contra la que toda la burguesía siempre ha luchado. De hecho, en Estados Unidos, el día que conmemoraba la dura lucha de los trabajadores se trasladó al primer lunes de septiembre (por lo que nunca es el mismo día), mientras que en Europa y en muchos otros países, el Primero de Mayo se transformó en un día festivo denominado Día del Trabajo, y a esta transformación en un día pacífico aceptado por todos los patronos y por todos los Estados contribuyó de manera sustancial la labor oportunista de los sindicatos y de los partidos, entregados a la paz social, a la colaboración de clases, a la sumisión permanente del proletariado a las exigencias de vida del capital.

El fuerte impulso a la industrialización de los Estados Unidos de América creó en gran parte del país una clase obrera numerosa y concentrada que, objetivamente, podía representar un gran peligro para el dominio burgués, como por otra parte ocurría en Europa, sobre todo en Inglaterra, Francia y Alemania, donde el comunismo revolucionario, desde la aparición del Manifiesto de Marx y Engels, tuvo una gran resonancia entre las masas obreras, y sobre cuyas bases ideológicas y programáticas se habían organizado los partidos obreros y su Asociación Internacional. Que la clase obrera estadounidense era decididamente combativa lo demuestra el hecho de que siguió luchando por aumentos salariales y por la reducción de la jornada laboral a ocho horas durante al menos treinta años, hasta las puertas de la primera guerra imperialista mundial. Famosa fue la huelga de la Pullman Company de Chicago, fábrica de vagones y material ferroviario, desencadenada en la primavera de 1894 contra los despidos y la reducción de salarios tras la crisis económica del año anterior; una huelga que dio inicio a un boicot ferroviario nacional que duró desde el 11 de mayo hasta el 20 de julio de 1894, en el que participaron no menos de 250 000 trabajadores de 27 estados y que interrumpió gran parte del tráfico de mercancías y pasajeros. Naturalmente, estas acciones de lucha tan decididas se enfrentaron no solo a Pullman, sino también al Gobierno federal, que envió al ejército para romper las huelgas y el boicot, con el apoyo de la Federación Americana del Trabajo (AFL, el principal sindicato de EE. UU., de tendencia colaboracionista) y detuvo y juzgó a los sindicalistas de la ARU que la habían proclamado y dirigido (la American Railway Union, liderada por el socialista Debs). La violencia de las fuerzas del orden provocó treinta muertos solo en Chicago, mientras que, según una investigación del historiador David Ray Papke, se contabilizaron otros cuarenta muertos en los enfrentamientos en otras ciudades.

La historia de las luchas proletarias en Estados Unidos está llena de episodios de este tipo, desde los Molly Maguires hasta los IWW, con los mineros siempre en primer plano, en particular los de origen irlandés y alemán. Pero, junto con los proletarios inmigrantes europeos, con sus experiencias de lucha y organización, también emigraron a América los capitalistas y políticos europeos, con sus experiencias de represión de las luchas obreras y con un considerable bagaje de políticas oportunistas que utilizar, junto con la violencia de la represión, para influir y desviar a las organizaciones obreras y a los movimientos políticos obreros del terreno de la lucha frontal contra la burguesía al terreno de la colaboración de clases a través de la clásica corrupción de las cúpulas sindicales y políticas.

Estas breves referencias al pasado de las luchas obreras en América, que dieron origen al Primero de Mayo proletario, no sirven para celebrar el recuerdo de un pasado glorioso, que no volverá gracias al desarrollo de un capitalismo cada vez más rico y poderoso, no solo en Europa y América del Norte, sino también en el resto del mundo: sirven para no olvidar que las luchas entre las clases no forman parte de una historia ya pasada, sino de una realidad que el propio capitalismo regenera continuamente a través de sus contradicciones económicas y sociales cada vez más agudas y de alcance cada vez más internacional.


Alimentar la competencia entre proletarios: objetivo fundamental de toda burguesía.


Mientras que las burguesías se han enriquecido de manera inconmensurable gracias a su sistema mundial de explotación del trabajo asalariado, y aunque en muchos países con economías capitalistas avanzadas han alcanzado un nivel de vida sin duda más alto que el de hace un siglo o dos, los proletarios no solo se mantienen en condiciones de dependencia absoluta del capital, por lo que deben su vida a la burguesía capitalista, sino que están sujetos a una brecha y a desigualdades sociales entre las clases que han aumentado progresivamente, alcanzando niveles de inseguridad de la vida nunca antes vistos. Y así, a pesar de que en los países capitalistas avanzados, como en los atrasados, los impulsos de lucha por parte de los proletarios nunca se han apagado, transformándose en determinados momentos en verdaderas revueltas sociales, el proletariado ha sido precipitado, gracias a la contribución esencial de las fuerzas oportunistas, cada vez más hacia la impotencia, incluso para defender sus condiciones de vida y de trabajo inmediatas.

Ciertamente, desde el final de la segunda guerra imperialista mundial, los proletarios de los países capitalistas avanzados pueden contar con políticas sociales que las burguesías dominantes han llenado de amortiguadores sociales. Estas políticas sociales han sido conseguidas por los trabajadores gracias a las luchas, revueltas y revoluciones proletarias de los cien años anteriores al fatídico 1939, pero también a la inteligencia política de las burguesías dominantes, que han podido y querido utilizar una pequeña parte de la enorme masa de beneficios obtenidos de la explotación bestial de sus propios proletarios y de los proletarios de las colonias y de los países atrasados para destinarla a los amortiguadores sociales con los que financiar la corrupción sindical, política y social dentro de sus propias masas asalariadas. Es evidente el objetivo de acallar las necesidades más apremiantes del proletariado en el plano económico, pero también el de alimentar la competencia entre proletarios creando dentro de su masa nacional una capa mejor pagada y más «garantizada» (la famosa aristocracia obrera), vinculándola cada vez más a la defensa de la economía y la sociedad burguesa y enfrentándola a los demás proletarios. De este modo, la burguesía domina más fácilmente a todas las demás capas proletarias, entre las que ha desatado una guerra cotidiana por un puesto de trabajo, aunque sea precario o en negro, y por un salario, aunque sea de hambre o esporádico.

En esta vasta operación económica y social destinada a defender, en todos los países, un nivel de paz social gestionable a pesar de las inevitables luchas generadas por las crisis que la propia burguesía es incapaz de evitar, se ha insertado también el fenómeno de la inmigración que, con el paso del tiempo, es cada vez más numerosa e ilegal.

Cuanto más generan crisis y guerras las contradicciones económicas y sociales del capitalismo, más adquiere una dimensión mundial el fenómeno de las migraciones de masas proletarias cada vez más numerosas hacia los países más ricos y, al menos temporalmente, más estables. Así, los migrantes se convierten, más allá de su voluntad, en una carta más que la burguesía utiliza para aumentar la competencia entre los proletarios. La burguesía, mientras por un lado hace la guerra a la inmigración « ilegal», reprimiéndola, encarcelándola, tratando de bloquearla en las fronteras de cada Estado, rechazándola a los países de donde partió y donde su destino está marcado por la tortura, la explotación bestial y la violencia de todo tipo, o dejando morir a los migrantes en las travesías por mar o por el desierto, golpeando, con todo el cinismo del que es capaz, incluso a las organizaciones humanitarias; por otro lado, propaga la condición de marginación y precariedad de vida de los migrantes como una condición en la que pueden caer los proletarios autóctonos si no colaboran con los patrones y con el Estado, si no aceptan los sacrificios que la clase dominante burguesa exige para que su economía no se derrumbe.

Cada vez es más evidente lo que sostenía el Manifiesto de Marx-Engels en 1848, es decir, que no solo la supervivencia del capital se basa en el trabajo asalariado, en la explotación burguesa de la fuerza de trabajo obrera, sino que el trabajo asalariado se basa exclusivamente en la competencia entre los trabajadores.

La competencia entre obreros refuerza el dominio capitalista sobre la economía y el poder burgués sobre la sociedad. Por lo tanto, la lucha proletaria en defensa de sus intereses inmediatos de clase debe prever la lucha contra la competencia entre proletarios. Esta lucha de carácter general, que afecta a todos los proletarios, de cualquier país, edad, sexo y credo religioso o político, es una lucha que contiene toda la larga lista de reivindicaciones inmediatas, desde el salario hasta la jornada laboral, desde las medidas de seguridad en el trabajo hasta la nocividad, etc.


La lucha de clases del proletariado requiere objetivos, medios y métodos de lucha incompatibles con los intereses burgueses.


Las reivindicaciones inmediatas del proletariado y la lucha por conseguirlas, cuando se consiguen, no cambian por sí mismas la relación de fuerzas entre proletarios y burgueses; el capitalismo sigue en pie, los proletarios siguen siendo explotados como antes, con alguna pequeña variante positiva con respecto a la condición anterior, variante que los proletarios saben por experiencia que es temporal y que tarde o temprano será anulada o revocada. Lo que resulta ser realmente un hecho positivo desde el punto de vista de clase, y por lo tanto más general para los proletarios, se refiere a la lucha, los medios y los métodos de lucha, su organización, su orientación.

Las décadas de colaboracionismo sindical y político con la clase dominante burguesa han formado una gruesa costra sobre las tradiciones clasistas de la lucha proletaria, hasta el punto de hacer olvidar a las generaciones obreras actuales la capacidad disruptiva que posee la lucha proletaria en la medida en que se reapropia de los medios y métodos de lucha clasistas, es decir, de los medios y métodos que, respondiendo a una orientación general de clase de la lucha —y, por lo tanto, incompatibles con los intereses tanto inmediatos como históricos de la burguesía dominante— contribuyen a formar en las filas del proletariado una experiencia de lucha que la clase proletaria en general necesita absolutamente para poder sentirse una verdadera fuerza social capaz de cambiar completamente las condiciones de sometimiento a los capitalistas y a su poder político.

Los proletarios pueden volver a tener una fuerza social poderosa en la medida en que logren cortar los lazos con los que la burguesía los encadena a la defensa de sus intereses. Estos lazos están constituidos, en particular, por la red organizativa y política de las fuerzas oportunistas, tanto sindicales como políticas, alimentadas y sostenidas por la clase burguesa dominante porque sabe que el servicio de estas fuerzas en defensa del orden constituido le es vital. Hay situaciones en las que la democracia, el «Estado de derecho», las «libertades civiles» con todos sus aparatos especialmente creados ya no son tan eficaces para la defensa del poder político y social de la burguesía, o porque el proletariado ha llegado, concretamente, a amenazar con derribar el poder burgués con su insurrección y su revolución (y la respuesta de la burguesía fue el fascismo en los años veinte del siglo pasado), o porque la burguesía no tiene la fuerza económica y social para lograr que su propio proletariado se someta dócilmente a sus intereses (como es el caso de las dictaduras militares de Pinochet o Al-Sisi). El hecho es que, en las largas décadas posteriores al segundo matadero imperialista mundial, el proletariado de los países avanzados se vio profundamente influenciado por el oportunismo reformista que alimentó las ilusiones democráticas y por el estalinismo que alimentó las ilusiones de un socialismo à la carte, en realidad un capitalismo nacional menos elitista y más «popular». Esta influencia política y social siempre se ha basado precisamente en esas migajas de beneficio que la burguesía dominante había decidido conceder al proletariado en general para mantenerlo tranquilo y seguir ilusionándolo con las propiedades taumatúrgicas de la democracia parlamentaria, gracias a la cual se abrían las puertas del gobierno a los partidos que se definían «socialistas» y «comunistas».

El desarrollo del capitalismo en su fase imperialista, además de impulsar la concentración económica a niveles monopolísticos nunca antes vistos, empuja al mismo tiempo la competencia en el mercado mundial a niveles antagónicos cada vez más agudos, hasta obligar a las burguesías de todos los países a privilegiar sus aparatos militares y políticos por encima y en contra las instituciones democráticas y parlamentarias de las que se ha servido y se sigue sirviendo hasta hoy. La tendencia del Estado a pasar de «Estado de derecho» — falsamente «al servicio de la sociedad» — a Estado policial es ya evidente en todos los grandes países imperialistas que, a su vez, han marcado y siguen marcando el camino de los demás países. Y, una vez más, lo que los Estados Unidos de América heredaron de la Europa imperialista se lo devuelven con la confirmación de que esta es exactamente la dirección que deben tomar los Estados imperialistas, mostrando también cómo el proletariado estadounidense ha sido corrompido y aprisionado en la red de la colaboración de clases.

El proletariado se encuentra hoy en una situación muy particular: ha aumentado numéricamente a nivel mundial, pasando a constituir la gran mayoría de la población incluso en los países atrasados en términos capitalistas mientras que, en los países avanzados en términos capitalistas, capas de la pequeña burguesía arruinadas por las crisis económicas han acabado, y acaban sistemáticamente, en las condiciones de existencia del proletariado. Estas capas de la pequeña burguesía, sin embargo, traen consigo las aspiraciones, los hábitos y los prejuicios característicos de estas clases medias que oscilan continuamente entre la gran burguesía y el proletariado: aspiraciones, hábitos y prejuicios que inevitablemente refuerzan, en las capas proletarias, junto con las ilusiones democráticas y reformistas, también los sentimientos nacionalistas y racistas que distinguen precisamente a la pequeña burguesía, sobre todo en períodos de crisis económica y social prolongada.

Contra la influencia directa de la clase burguesa dominante, contra la influencia adicional de la pequeña burguesía y contra las tendencias oportunistas con las que la burguesía tiende a envolver a la masa proletaria en una telaraña viscosa y paralizante, la clase proletaria solo puede defenderse y contraatacar rompiendo su colaboración de clase con la clase de los explotadores y con los estratos sociales que la sostienen. El proletariado debe cortar los lazos demócratas, nacionales y patrióticos que lo atan al carro de la burguesía, gracias a los cuales esta última lo prepara no solo para sacrificios aún más pesados que los que ya soporta a causa de las crisis económicas, sino sobre todo para convertirse en carne de cañón en una guerra que ya está presente en Europa y en sus fronteras (ayer en la ex Yugoslavia, hoy en Ucrania y Gaza) y que se prepara para convertirse en una guerra mundial.

El proletariado de los países imperialistas tiene una gran responsabilidad histórica hacia su propio futuro y hacia el futuro del proletariado mundial: su lucha de clases es la única que podrá levantar el destino del proletariado mundial frente al dominio aplastante del imperialismo. La lección extraída de la gloriosa lucha revolucionaria del proletariado ruso, que se levantó en plena Primera Guerra Mundial imperialista y salió victorioso en su revolución antizarista y antiburguesa gracias a la firme y visionaria dirección del partido de Lenin, y capaz de sostener durante un decenio la organización internacional de la lucha proletaria sin la aportación decisiva del proletariado de los países capitalistas avanzados – de Europa y América – es una lección histórica que no debe olvidarse. Si la revolución internacional, iniciada en Rusia en 1917, no pudo afirmarse en Europa, constituyendo así un bastión invencible contra la burguesía mundial, y a pesar de la enorme combatividad del proletariado alemán, en aquel momento punto de referencia del proletariado mundial, es porque la influencia aún dominante del oportunismo reformista y democrático de la socialdemocracia de entonces paralizaba de hecho el movimiento proletario en todo el mundo civilizado. El oportunismo obrero se apoya en bases materiales bien precisas, lo sabe la burguesía dominante y lo saben los comunistas revolucionarios. Las bases materiales están constituidas por las reformas, las concesiones que la burguesía realiza para que la lucha proletaria no adquiera el carácter de clase, es decir, el carácter específicamente antiburgués y anticapitalista. La burguesía sabe por experiencia histórica que no tiene ninguna posibilidad de enterrar para siempre la lucha de clases del proletariado, no puede hacerla desaparecer de su horizonte social porque es su propio modo de producción el que genera las contradicciones de la sociedad dividida en clases antagónicas, contradicciones que son la causa de la lucha de clases. La burguesía no domina, sino que está dominada por el modo de producción capitalista que, una vez activado a través del desarrollo de las fuerzas productivas y canalizado hacia las relaciones de propiedad privada, la producción mercantil para las empresas y las relaciones de apropiación privada de la producción social, escapa al control preventivo de la clase burguesa. Es por esta razón que la burguesía no es capaz de resolver de una vez por todas sus crisis económicas, en particular las crisis de sobreproducción que cíclicamente ponen en peligro la estabilidad de toda la sociedad. Pero la lucha de clases que la propia burguesía ha librado desde su aparición, y que sigue librando contra el proletariado, le ha enseñado que, a la tendencia del proletariado a unir sus fuerzas para defenderse de las exigencias cada vez más intolerantes de la burguesía, debe responder con el aumento de la precariedad de la vida de las masas proletarias y con el aumento de la competencia entre los proletarios. El aumento de la precariedad de la vida y el aumento de la competencia entre los proletarios son las armas sociales que la burguesía de todos los países utiliza sin cesar.

Por esta razón, los proletarios deben luchar en estos dos niveles, niveles que no se anulan mutuamente, sino que exigen que la lucha proletaria avance en ambos si se quiere que tenga éxito en el camino hacia la emancipación del trabajo asalariado: a) en el terreno de la defensa de sus intereses inmediatos, relacionados con el salario, la duración de la jornada laboral, las condiciones de trabajo y de vida, lucha que se desencadena inevitablemente a nivel de una sola fábrica o un solo sector y en la que los proletarios experimentan y reconocen los puntos fuertes y débiles de su lucha, de su organización; b) en el terreno más amplio que afecta a las condiciones generales de vida de los proletarios, el terreno de la lucha contra la competencia entre proletarios, en el que desarrollar la solidaridad de clase que es la verdadera savia de la lucha de clases antiburguesa y anticapitalista.

Entonces, el proletariado de todo el mundo tendrá una razón real, de clase, para hacer renacer el Primero de Mayo como día internacional de la lucha proletaria contra el capital, una lucha insertada en la perspectiva de una emancipación de clase verdadera, sólida y eficaz de toda opresión capitalista, de toda contradicción económica y social, de toda degeneración social e individual causada por la sociedad mercantil por excelencia, la sociedad burguesa.

El futuro que la clase burguesa asegura al proletariado a nivel mundial es un futuro de esclavitud salarial, de miseria creciente, de opresión y represión, de crisis y guerra. El futuro al que está históricamente destinada la clase proletaria es un futuro en el que la mercancía, el capital y la clase que se apropia de él con toda la violencia de que dispone son derrotados y enterrados para siempre. En su lugar, en lugar de una economía que, como un cáncer, debilita, erosiona y destruye la energía vital de las fuerzas productivas, sometiendo el trabajo vivo al dominio del trabajo muerto, de los medios de producción y del capital, el proletariado revolucionario —una vez derrocado el poder político dictatorial de la burguesía e instaurada su dictadura de clase— pondrá en marcha una verdadera economía social, una economía que responda exclusivamente a las necesidades sociales de la humanidad y no al mercado y al beneficio capitalista. Una economía que no necesita una sociedad dividida en clases, que no necesita la división del trabajo, del dinero y que no necesitará, cuando la burguesía sea completamente derrotada a nivel internacional, un Estado de clase, de un Ejército Rojo que defienda al Estado proletario de los ataques de las burguesías aún capaces de luchar por restaurar su dominio y las leyes del capital y de la producción capitalista.

La sociedad comunista es el futuro histórico no solo del proletariado, sino de la especie humana: el proletariado, en cuanto clase social creada por el capitalismo, precisamente por su característica histórica de ser la clase sin reservas, sin propiedad y, por lo tanto, sin patria, en cuanto clase productora de toda riqueza, es la única clase revolucionaria de la sociedad burguesa, la única clase que en esta sociedad no tiene nada que perder, porque no posee nada, pero tiene un mundo que ganar; es la única clase que lucha por alcanzar una sociedad sin clases, por la desaparición de las clases y, por lo tanto, por la desaparición de toda opresión, de toda violencia de clase, de todo Estado que es el emblema de la violencia de la clase que domina sobre las demás clases sociales. ¡El partido comunista revolucionario lucha hoy por ese mañana!


Partido Comunista Internacional


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23 de abril de 2025


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