Masacre tras masacre, la burguesía israelí busca su "solución final": ¡expulsar a los palestinos de su tierra, convirtiéndolos en refugiados y esclavos asalariados perpetuos!
Esta "solución" conviene a todas las burguesías de Oriente Próximo y a todos los imperialistas, ¡porque los proletarios palestinos son siempre un polvorín a punto de estallar!
La incursión de Hamás del 7 de octubre de 2023 en los kibutz israelíes limítrofes con la Franja de Gaza, más allá de las conjeturas sobre la falta de preparación de los servicios secretos israelíes en cuanto a la necesaria prevención, fue una oportunidad particularmente favorable para lograr el histórico designio sionista del Gran Israel, que todos los gobiernos israelíes que hasta ahora se han sucedido en el poder han perseguido siempre, de manera más o menos disimulada. El gobierno de Netanyahu no es, desde luego, de otra opinión.
El mismo 7 de octubre, el ejército de Tel Aviv se movilizó para una represalia extendida y prolongada en la que, según las intenciones del gobierno de Netanyahu, Hamás y sus ramificaciones militares y políticas serían aniquilados y la población civil de la Franja de Gaza, que "eligió" ser gobernada por Hamás, recibiría una "lección" que nunca olvidaría...
En un principio podría haber parecido, tal y como se anunció, que se trataba de una operación militar cuyo principal objetivo era rescatar a los más de 200 rehenes capturados por Hamás y llevados a la Franja, y dar, al mismo tiempo, una respuesta muy dura a Hamás. Los objetivos "oficiales" de la operación militar israelí en Gaza eran los dirigentes y milicianos de Hamás, pero en realidad -como siempre ha ocurrido desde las guerras israelo-palestinas, a partir de 1967- precisamente porque los milicianos palestinos vivían y viven en estrecho contacto con la población civil (y no podía ser de otra manera, dada la alta densidad de población en los cada vez más reducidos kilómetros cuadrados de territorio en los que los palestinos de guerra en guerra, se veían obligados a vivir), Israel nunca ha hecho mucha diferencia entre los milicianos armados y la población civil, tanto si las represalias eran llevadas a cabo directamente por Tel Aviv o por otros verdugos, como en la masacre de Ammán de septiembre de 1970, la de Tall-el-Zaatar de 1976 y la de Sabra y Chatila de 1982, por no mencionar las Intifadas posteriores. Pero es un error creer que las masacres de los palestinos sólo pueden achacarse a Israel o a los regímenes árabes de Jordania, Líbano o Siria.
La realidad histórica de la situación creada inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial Imperialista ve -y sólo podía ser así- a las grandes potencias "victoriosas" teniendo en sus manos el destino no sólo de Europa, sino del mundo entero y, en particular, del Oriente Medio asolado por el terremoto. Primero Inglaterra y Francia, luego Estados Unidos, con la Rusia soviética en la ventana, pusieron sus garras en esos vastos territorios hinchados de preciado petróleo y estratégicamente importantes para las rutas comerciales con Oriente. Por lo tanto, todo lo que ha sucedido, sucede y sucederá en la antigua Palestina y en todo Oriente Próximo, verá constantemente comprometidos los intereses no sólo de las potencias regionales (Irán, Arabia Saudí, Egipto y los diversos regímenes árabes, sin excluir a Turquía), sino sobre todo de las grandes potencias mundiales. Es bien sabido que Inglaterra, la antigua potencia mundial decisiva, sobre todo en Extremo Oriente y Oriente Próximo, ha sido sustituida como potencia mundial capaz de estar presente en todos los continentes al mismo tiempo, por los Estados Unidos de América. Por lo tanto, no hay cuadrante geopolítico del mundo, más grande o más pequeño, en el que Washington no tenga su propio interés que hacer valer.
El hecho mismo de que, desde hace décadas, Washington invierta miles y miles de millones de dólares en Israel por su función de gendarme "americano" en Oriente Medio (con el tiempo se ha convertido en el gendarme "occidental"), y lo proteja económica, política, diplomática y militarmente en todo el mundo, convierte a Washington en el principal culpable de todas las acciones que la burguesía israelí ha hecho, está haciendo y planea hacer. Ciertamente, en las décadas transcurridas desde el final del segundo conflicto imperialista mundial, las relaciones entre las diversas potencias que salieron victoriosas y vencidas del mismo han cambiado, todavía no tan profundamente como para presentar ya en embrión las alineaciones de la próxima guerra imperialista. La aparición de potencias económicas capaces de arrinconar al capitalismo estadounidense en una guerra de competencia sin límites (como China, Alemania y Japón, por nombrar algunas economías cuya competencia cada vez más aguda Washington tiene todos los motivos para temer, por no mencionar el nervio en carne viva que históricamente responde al nombre de Rusia, en particular por su poder nuclear) ha obligado en cierto modo a Washington a dosificar su intervención económico-militar con mucho más cuidado que antes, empujándole a delegar en otros países, particularmente dependientes de sus inversiones y de su peso político internacional, la función de control político-militar de áreas geopolíticas en las que esos países pueden actuar como gendarmes de los intereses capitalistas en general y del imperialismo norteamericano en particular. El caso de Israel es emblemático.
Entonces, ¿qué relación tiene todo el teatro que se monta cada vez que aumentan las tensiones en Palestina o Líbano -donde se han refugiado casi medio millón de palestinos y donde los milicianos de Hezbolá operan libremente- con el ya trillado y repetido "derecho" de los palestinos a tener su propio Estado independiente (por el que ni Israel, ni Estados Unidos, ni mucho menos la sobrevalorada Unión Europea, ni las diversas potencias mundiales han hecho nunca nada para facilitar su realización, que, por otra parte, ¡está prevista en las resoluciones de la ONU desde 1948!)? Sirve para tomar el pelo a los palestinos, a las masas árabes y a los proletarios de todos los países que, ilusoriamente, esperan que las mismas grandes potencias, que han creado una situación irresoluble, pongan fin a la tragedia del pueblo palestino.
Para nosotros, marxistas, ya estaba claro en aquel momento, una vez terminada la guerra imperialista, que todos los problemas que el imperialismo no había resuelto, y no podía resolver dados los intereses cada vez más enfrentados entre los diversos polos imperialistas, se agravarían, y que el agravamiento en términos económicos y sociales recaería en un 99% sobre las masas proletarias directamente afectadas -por tanto, sobre todo en los países coloniales y semicoloniales- y, en un porcentaje muy elevado, también sobre las masas proletarias de los países que salieron victoriosos de la guerra, sobre las que la carga de la reconstrucción de posguerra habría sido particularmente dura.
Como hemos subrayado una y otra vez, la burguesía palestina, como otras, fue incapaz de aprovechar la situación mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial en la que surgieron levantamientos anticoloniales que pusieron a dura prueba la resistencia de las viejas potencias coloniales. Su "revolución democrática" no vio la luz como en Argelia, el Congo o China; los residuos de tribalismo y precapitalismo aún presentes en todo el Oriente Próximo árabe constituían un obstáculo que sólo un gran movimiento insurreccional destinado a deshacerse para siempre de esos residuos podría haber destruido, pero las clases privilegiadas árabes de la época, a pesar de los levantamientos generalizados y las revueltas populares prefirieron regatear sus privilegios con las nuevas potencias que habían sustituido al imperio otomano, dejando esencialmente en sus manos el "arreglo" de las diatribas entre los diversos clanes y las fronteras de los nuevos países, encargándose de sofocar los impulsos rebeldes y revolucionarios de sus propias masas trabajadoras y desposeídas. Mientras tanto, el capitalismo no se quedó de brazos cruzados, siguió adelante a pesar de los obstáculos sociales y políticos de los diversos clanes y tribus, y no sólo los pozos petrolíferos demandaban mano de obra asalariada que sustituía cada vez más a los pequeños campesinos arruinados por la guerra, el comercio capitalista y las expropiaciones de sus tierras.
Así fue como las masas palestinas, compuestas generalmente por pequeños campesinos y pequeños comerciantes, se transformaron en masas proletarias, en trabajadores asalariados a disposición de cualquier burguesía, de cualquier capitalista, tanto más cuanto que eran refugiados perennes. Como en todas las demás partes del mundo, el progreso del capitalismo no se detiene ante la impotencia de una determinada burguesía: hay otras burguesías más organizadas y más fuertes que ocupan el lugar de las más débiles y atrasadas históricamente; el desarrollo capitalista si, por un lado, arruina a capas enteras de la población y provoca un desarrollo desigual en muchas partes del mundo, por otro, sólo puede producir cada vez más proletarios, asalariados, trabajadores sin reservas obligados a someterse a las leyes burguesas y a las relaciones sociales y de producción que el capitalismo dicta a las mismas burguesías.
La gran novedad que apareció en Palestina entre los años 60 y 70 fue la creación de una masa proletaria despojada de todo, de sus tierras, de sus artesanías, de sus hogares, de lo que podría haber llegado a ser su "patria" y no llegó a serlo. Refugiados perennes, los proletarios palestinos -precisamente por ser proletarios y por estar acostumbrados a la lucha armada y por ser indómitos- siempre han constituido un peligro potencial para todas las burguesías de la región, empezando por su propia burguesía, que utilizaba su sangre para reforzar sus relaciones de clase con las burguesías más poderosas que, de vez en cuando, estaban más dispuestas a respaldarla.
Pero la lucha de los proletarios palestinos, que llevan décadas esperando un territorio, engañados continuamente por su propia burguesía de que podrían obtenerlo como nación "independiente" a la que por fin podrían regresar los refugiados de otros países, tiene, en realidad, otra perspectiva: una perspectiva de clase, la perspectiva de una lucha que une a los proletarios de los propios países en los que se han refugiado -como ya había empezado a suceder en 1982 en Beirut-, una lucha que objetivamente se plantea a nivel internacional tanto porque los proletarios palestinos están presentes y son explotados en muchos países de Oriente Medio por lo tanto no sólo en Israel, y porque tienen que luchar, como ya ha ocurrido varias veces en las últimas décadas, contra las burguesías de la región que, más allá de los enfrentamientos que constantemente tienen entre ellas, siempre se han aliado contra los proletarios palestinos.
Esta lucha, que, por supuesto, no puede lograrse sobre la base de la mera voluntad de algún organismo supranacional, ni siquiera si se tratara del partido comunista revolucionario, sólo puede surgir en situaciones en las que los proletarios logren destruir la competencia entre ellos que la propia burguesía palestina, en primer lugar, y todas las demás burguesías, alimentan constantemente, sabiendo que esta competencia entre proletarios es el factor más favorable a la explotación de los propios proletarios y a su división.
Por otra parte, no hay que subestimar el comportamiento del proletariado israelí, especialmente de su mayoría judía, que funciona, frente a los proletarios palestinos y los propios proletarios árabes israelíes, como una verdadera aristocracia obrera, doblemente ligada a los intereses de conservación de la burguesía israelí. Cuanto más continúa la burguesía israelí expropiando tierras a los palestinos, obligándoles a plegarse a los intereses israelíes o a emigrar, más interés tiene en atar a sí misma a la masa de proletarios israelíes mediante privilegios de todo tipo. Por ello, aunque en la perspectiva clasista y revolucionaria de la lucha proletaria no puede faltar el llamamiento a la unidad de los proletarios por encima de las nacionalidades para luchar contra el verdadero enemigo de todos los proletarios, la burguesía dominante, los proletarios palestinos igual que no deben esperar la solución o mejora de sus condiciones sociales y económicas de la burguesía palestina o de la de otros estados, mucho menos de la de los países imperialistas, tampoco deben esperar que la aristocracia obrera israelí se mueva para defender sus derechos, su reconocimiento como pueblo que tiene "derecho" a ser independiente. No es casualidad que en todos los episodios de abusos, de opresión, de ocupación de tierras palestinas con acciones armadas de los colonos israelíes, y de guerra emprendida por la burguesía israelí, no se haya visto ningún movimiento serio de oposición proletaria por parte del proletariado israelí. Estos últimos siguen demasiado apegados a los privilegios materiales que les concede la burguesía dominante como para desprenderse de ellos y abrazar no sólo y no tanto la "causa palestina" (lo que ya sería un paso adelante para demostrar que no son cómplices de la opresión nacional de su propia burguesía) como la "causa proletaria" en la que pueden reconocerse.
Llegará el momento en que los proletarios israelíes tendrán que responder de su complicidad con su propia burguesía; las masacres de Gaza y Cisjordania también pesarán sobre ellos. Si es cierto lo que decían Marx y Engels sobre los pueblos que oprimen a otros pueblos, aún lo es más sobre los proletarios que se hacen cómplices de su propia burguesía para oprimir a otros pueblos y a otros proletarios. La historia tiene una justicia que no está escrita en tablas de leyes, sino en los factores materiales que llevan a las clases productoras dominantes y explotadas a levantarse contra las clases dominantes y explotadoras. Será la lucha de clases y la revolución, como en los intentos de 1848, 1871 y 1917, la que hará justicia, abrazando la causa de una emancipación que tiene por fin no tanto el reconocimiento de los "derechos" de los oprimidos a una vida más "digna", graciosamente concedidos por las clases burguesas dominantes, como la eliminación de una sociedad erigida sobre la división en clases, sobre el modo de producción capitalista que ha convertido toda actividad humana y todo ser humano en mercancía, sobre la dominación política y social de una clase dominante que no pone límites a su ferocidad en el aplastamiento de los movimientos y pueblos que se interponen a sus intereses.
Sostener esta perspectiva hoy, cuando no aparece en el horizonte visible ninguna lucha proletaria con las características de la lucha de clases y revolucionaria, puede parecer el sueño de un visionario. También lo parecía en 1917, en plena guerra imperialista mundial, cuando el proletariado ruso -entonces en considerable minoría frente a las masas campesinas- se levantó simultáneamente contra la guerra imperialista, contra el zarismo y contra la burguesía nacional -y abrazó esta misma perspectiva con tal fuerza y convicción que generó en todas las potencias imperialistas un miedo real a perder el control no sólo de Rusia, sino del mundo entero. En 1848, los proletarios revolucionarios de Europa fueron derrotados en Milán, Viena, Frankfurt, Berlín, Budapest y París en el plazo de un mes porque estaban demasiado aislados unos de otros y porque su lucha aún no había alcanzado la cúspide del programa internacional del comunismo revolucionario que sólo el Manifiesto de Marx y Engels podía representar. En 1871, la revolución de los communards duró poco más de dos meses, pero logró expresar los puntos cruciales que el marxismo ya había puesto de relieve: los intereses de clase del proletariado chocaban directamente con los intereses de clase de la burguesía francesa y prusiana -razón por la cual se aliaron contra el proletariado en París- y sólo la ausencia de un programa revolucionario claro y preciso a largo plazo y el extremo aislamiento del proletariado tanto en Francia como en Europa condujeron a su derrota. En 1917 la revolución proletaria triunfó y, sobre la base de la experiencia de la Comuna de París, estableció la dictadura de clase políticamente planificada y mucho más organizada, suscitando en toda Europa y en las colonias un empuje revolucionario de la mayor magnitud que podría haber logrado lo que la Comuna de París no consiguió, es decir, el inicio de una revolución mundial del proletariado de Europa y del mundo; pero en el plazo de una década -debido a la capitulación ante los presupuestos ideológicos y tácticos del oportunismo socialdemócrata de los partidos comunistas más importantes, como los de Alemania y Francia, y al aislamiento real de la dictadura proletaria soviética- el poder proletario se replegó sobre sí mismo, convirtiéndose en prisionero de una degeneración que lo erosionaba desde dentro, y la revolución proletaria mundial que habría podido revivir en Alemania en 1923 y en China en 1927 fue sustituida por la razón de Estado rusa y las obscenas "vías nacionales al socialismo".
La historia debe leerse sin prejuicios ideológicos y los acontecimientos que marcan las distintas fases históricas deben someterse a los balances dinámicos de los que sólo el marxismo fue y es capaz. Marx lo enseñó desde 1848 y Lenin desde 1914: enseñanzas que las fuerzas del oportunismo mundial han intentado mistificar y enterrar, pero de las que sólo una corriente política bien definida, la Izquierda Comunista de Italia, ha demostrado que sabe extraer gracias a un único método, el de aplicar intransigentemente el marxismo -por tanto, el materialismo histórico y dialéctico- a la historia de las sociedades humanas, a su desarrollo y a sus contradicciones, con la tenacidad y la paciencia que caracterizan a la investigación científica que no se deja frenar por los años de vida del científico x o y.
La revolución industrial que marcó el inicio del capitalismo en el mundo comenzó sus pasos en Inglaterra y en 1640 desarrolló su primera revolución burguesa. La burguesía tardó 150 años en llegar a la revolución francesa y luego a la revolución en la Europa feudal, pero mientras tanto el capitalismo como modo de producción avanzaba en su imparable desarrollo. La revolución anti feudal en Rusia tardó otros 130 años aproximadamente, mientras el capitalismo se transformaba en capitalismo monopolista y por tanto en imperialismo, madurando sus contradicciones en el conflicto imperialista mundial de 1914-18, mientras Asia y África continuaban en el subdesarrollo económico y, en gran medida, en las formas despótico-feudales-tribales que las potencias imperialistas pretendían mantener vivas para sus exclusivos intereses de control económico e influencia política. Pero el desarrollo de las fuerzas productivas que el capitalismo había puesto en marcha hacía tiempo y que las potencias imperialistas, aunque intentaban frenarlo, no podían interrumpir, estaba destinado a quebrarse contra antiguas formas políticas y sociales que ya no se adaptaban a la industria moderna, al comercio moderno y a las finanzas. La Segunda Guerra Mundial Imperialista, al tiempo que confirmaba la predicción marxista sobre las contradicciones cada vez más agudas del desarrollo capitalista y los contrastes cada vez más agudos entre las potencias imperialistas, abrió también la larga temporada de los levantamientos anticoloniales en Asia y África. Esto conduciría, en 1975, a la primera gran crisis capitalista mundial con la que terminaría la larga temporada de expansión económica y financiera de la posguerra y de los propios levantamientos anticoloniales, pero como el movimiento de clase del proletariado aún no había resurgido del profundo retroceso sufrido en los años 1926-27, esos levantamientos anticoloniales no tenían la posibilidad -como había indicado el programa de la Internacional Comunista en sus tesis de 1920, por cuya realización deberían haber trabajado todos los comunistas del mundo- de enlazar con la lucha de clases que el proletariado de los países imperialistas debería haber desencadenado contra las respectivas burguesías, aprovechando las dificultades que los propios levantamientos anticoloniales habían provocado. Y así, gracias sobre todo a los trágicos efectos que las diversas oleadas oportunistas tuvieron sobre el movimiento proletario mundial, hoy los proletarios de los países más débiles, sistemáticamente expoliados por las fuerzas imperialistas, sufren los golpes más duros tanto de las crisis en que se hunden sus países como de la opresión salarial y nacional ejercida por los países imperialistas más fuertes.
Los proletarios palestinos se encuentran en este círculo infernal, como muchos otros proletarios obligados por las hambrunas, las guerras regionales, las crisis económicas y las represiones más brutales a convertirse en refugiados permanentes, buscando espasmódicamente una tierra o un puerto donde interrumpir, al menos por un tiempo, su huida. Los proletarios palestinos, y de Gaza en particular, están sufriendo la represión más larga y atroz, cuya mano armada es evidentemente Israel, pero que es permitida y querida por las muchas manos ocultas de los países árabes, los países europeos y, no menos importante, los Estados Unidos de América, que tienen interés en que el polvorín palestino se apague definitivamente.
Tal como están las cosas, Washington, Londres, París, Berlín, Moscú, Roma, Pekín, El Cairo, Riad, Ammán y un centenar de capitales más pueden seguir chupando la sangre de sus respectivos proletariados sin temer el contagio de una lucha indómita que vuelve a ser sofocada a manos de Israel; Teherán y Damasco, aparte de su apoyo a las milicias chiíes de Hezbolá y de su histórica aversión a Israel, tampoco sienten especial amor por los palestinos, dado que Irán no acoge a ningún refugiado palestino porque no tiene ningún interés en meter un "polvorín" en su casa, y que Siria, aunque acoge por la fuerza a cerca de medio millón de refugiados palestinos, los obliga a vivir en condiciones miserables sin ningún apoyo ni protección reales. Su supuesto apoyo a través de la financiación y el armamento del Hezbolá libanés se concede en realidad exclusivamente en función antiisraelí. Por el contrario, para Irán en particular, cuanto más tiempo permanezca sin resolver la "cuestión palestina", más capaz será de actuar como potencia regional con objetivos de hegemonía en toda la región, con la oposición ciertamente de Israel, Estados Unidos y también Arabia Saudí, pero, tras el inicio de la guerra israelí contra Gaza y sus bombardeos de alfombra contra la población civil palestina, los famosos "pactos de Abraham" que debían, por iniciativa de Washington, acercar Tel Aviv y Riad en función anti iraní, han saltado por los aires y han sido sustituidos por acuerdos completamente opuestos, propugnados por China, entre Riad y Teherán en función antiisraelí. Y esto es sólo un fragmento de las constantes complicaciones y cambios de frente de los que es campeón Oriente Próximo, pero demuestra que, por enésima vez, "amigos" y "enemigos" declarados de los palestinos tienen todos un interés convergente en que la "cuestión palestina" no se resuelva nunca.
¿Conseguirá realmente el gobierno de Netanyahu, masacrando al mayor número posible de palestinos en Gaza, continuando con el robo de tierras a los palestinos en Cisjordania y obligando a cientos de miles de palestinos más a buscar refugio en otros lugares, aumentando los ya 5 millones de refugiados en los diversos países árabes, eliminar la espina palestina que tiene clavada desde hace décadas y hacer realidad por fin el eterno sueño del Gran Israel? Si la historia ha sido hasta ahora maldita para los palestinos, lo es igualmente para los israelíes. Demasiados intereses burgueses en conflicto se han ido acumulando en la región, y ni siquiera la temida ampliación de la guerra con la intervención de Irán -provocada por otra parte por las incursiones armadas de Israel en territorio iraní- podría aportar una "solución", precisamente porque el problema no es local, sino internacional: de repente se convertiría en una cuestión "vital" no sólo para Israel o Irán, sino para Estados Unidos y, por tanto, para China, que no se habría movido para poner de acuerdo a Irán y Arabia Saudí si no tuviera como objetivos, aparte del suministro de petróleo, la influencia imperialista en toda la región de Oriente Próximo y desde allí hasta el Cuerno de África y el Mediterráneo.
La burguesía palestina que expresa la ANP ya ha demostrado que está dispuesta a venderse al mejor postor: Israel, Arabia Saudí, Irán, Egipto, Turquía, EEUU o China lo que sea; pero su 'valor comercial' depende de su capacidad para funcionar como gendarme en segunda de las masas palestinas y es con este objetivo con el que se ha ofrecido a hacerse cargo de la 'gestión' de Gaza después, claro está, de que Hamás haya sido erradicada por Israel y los miles de desplazados palestinos, que ya no saben dónde refugiarse, estén tan postrados que acepten cualquier 'amo' con tal de sobrevivir.
Los proletarios de Gaza, de Cisjordania, los refugiados proletarios palestinos en Jordania, en Siria, en Líbano, en Egipto y en cualquier otro país, tienen un interés común, tanto inmediato como futuro: el de reconocerse como miembros de una misma clase proletaria, por encima de la dispersión en los diferentes territorios, antagónica en primer lugar a la misma clase burguesa palestina que les ha traicionado sistemáticamente lucrándose con su sangre, y el de reconocer como sus amigos y aliados a todos los proletarios de cualquier otra nacionalidad dispuestos a luchar contra la opresión que las respectivas burguesías aplican sistemáticamente contra los proletarios palestinos; Sobre esta base, será posible fundamentar tanto la lucha contra la competencia entre proletarios, como la lucha contra la colaboración de clases constantemente alimentada por la burguesía palestina y las demás burguesías, todas ellas interesadas ante todo en defender su tajada, por pequeña que sea y negociada con las grandes potencias, de dominación política y social.
La lucha de clases, cuyo objetivo es la revolución anticapitalista y, por tanto, antiburguesa, no se produce de la noche a la mañana, sino que es el resultado de muchas luchas locales e inmediatas, y por tanto también de muchas derrotas, que sin embargo forman una experiencia sobre la que se forma la conciencia de clase proletaria, superando todos los límites locales e inmediatos, con el objetivo de unificar las luchas locales e inmediatas en la perspectiva de una lucha de clases ampliada en la que implicar a los proletarios de todas las nacionalidades. Como afirmaron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, el verdadero resultado de la lucha proletaria es la solidaridad de clase -distinta y opuesta a la solidaridad nacional-, porque es esta solidaridad la que cimenta la unión de los proletarios en una lucha que tiene como horizonte el mundo entero. Y es gracias a esta lucha que el proletariado de cualquier país encuentra su partido de clase, el partido que posee esa conciencia de clase que equivale a los objetivos históricos de la lucha del proletariado mundial, objetivos que sólo pueden alcanzarse por el camino de la revolución de clase, de la revolución proletaria. Esto es lo que teme la burguesía de todos los países: nunca ha temido al proletariado como clase asalariada porque es la burguesía la que lo ha creado y de cuya explotación vive como clase dominante. Teme que el proletariado tome conciencia de que no sólo es la clase productora de toda la riqueza existente -y de la que es expropiada desde su primer acto de producción-, sino que es la clase que tiene la fuerza social para derrocar completamente la sociedad capitalista, destruyendo revolucionariamente su base política de dominación para luego derrocar su estructura económica y pasar del capitalismo al comunismo, de la sociedad mercantil en la que dominan el dinero y las necesidades del capital a la sociedad en la que la producción se dirige exclusivamente a satisfacer las necesidades vitales de la especie humana y no del mercado. La burguesía internacional tuvo este miedo en los gloriosos años de la revolución de octubre y su influencia en el proletariado mundial. Lo volverá a tener en el futuro, porque el propio desarrollo de las fuerzas productivas que el capitalismo no puede detener salvo, temporalmente, con las destrucciones de la guerra, viene exigiendo desde hace al menos ciento cincuenta años la destrucción de las formas capitalistas que lo frenan.
La revolución proletaria pretende alcanzar el objetivo de dar a todos más tiempo para vivir y menos horas para el trabajo social, necesario pero no despilfarrador, por eso es la única revolución de clase que pretende superar la sociedad burguesa basada en la división de clases, hacer desaparecer la división de clases de la sociedad porque el desarrollo de las fuerzas productivas permitirá planificar armónicamente la economía tanto a nivel mundial como en función de las necesidades reales de vida de la especie humana, liberándola definitivamente de la necesidad de dedicar la mayor parte de su vida a la producción de mercancías, capital y beneficios. Como ya no habrá división de clases, ya no habrá clases dominantes y clases dominadas, pero para llegar a ello es necesario pasar dialécticamente por la revolución de clases, la dictadura de clases y la revolución mundial. La "cantidad" de luchas del proletariado mundial transformada en la "calidad" de la lucha de clases y revolucionaria llevará a la humanidad a pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad, es decir, a la vida social sin opresión, sin contradicciones, sin guerra. Cada ser humano podrá dedicar su tiempo, después de haber contribuido al trabajo social útil a toda la humanidad, a sí mismo, a sus propias inclinaciones, pulsiones, ocios, diversiones, conocimientos, ciencias.
Nos dicen que somos visionarios, que somos soñadores, utópicos. En realidad, somos simplemente marxistas que creen en el socialismo científico, retomando las palabras de Engels, es decir, en un método para interpretar la historia del hombre y su sociedad en evolución, de la misma manera que lo han hecho y lo hacen las ciencias naturales, que nunca se detienen en el primer resultado, precisamente porque el mundo natural, el mundo biológico del que el hombre también forma parte, está en constante movimiento, en constante evolución.
Ser revolucionario en 1848, 1871, 1917, 1926, 1945, 1975 y hoy 2024, también significaba y significa soñar con la revolución, soñarla aún más cerca de lo que realmente estuvo y estará, pero las confirmaciones históricas del mismo desarrollo extremadamente desigual y contradictorio del capitalismo que el marxismo predijo científicamente, han hecho y hacen de nuestro sueño de ayer y de hoy la realidad de mañana, más allá de la vida personal del militante comunista del XIX, del XX o del 2000.
El despertar del proletariado a la lucha de clases también forma parte de este sueño; que tenga lugar en la tierra de Palestina o Ucrania, en Irán o China, en Brasil o Sudáfrica, o en nuestra podrida Europa, hoy tiene una importancia relativa. Los comunistas revolucionarios que se opusieron a la guerra imperialista mundial de 1914, en Alemania, en Italia, en Francia, en la propia Rusia, soñaban ciertamente con la revolución, a pesar de la inesperada traición de la II Internacional y de sus partidos, pero no esperaban que la revolución proletaria que esperaban desde 1848 estallara en el país más atrasado de Europa, en la Rusia zarista y en plena guerra imperialista. Sin embargo, estalló. Mañana podría estallar la revolución proletaria en un país importante, pero con una sujeción política y social debilitada por los contrastes inter imperialistas o la guerra. Ciertamente, la clase burguesa durante todas estas décadas ha hecho y hará todo lo posible para que eso no ocurra en ninguna parte. Nosotros, comunistas revolucionarios, llevamos mucho tiempo preparándonos para ello, y no importa si hoy somos un pequeño puñado de camaradas, porque sabemos que ocurrirá, y no importa en qué país empiece. ¿Caminará la revolución de mañana con las piernas de proletarios palestinos, italianos, argelinos, brasileños, alemanes, ucranianos o coreanos? No lo sabemos, pero es seguro que serán los proletarios que hayan podido acumular una importante experiencia de lucha en defensa de sus intereses de clase, y que hayan podido encontrarse con el partido comunista revolucionario, también teóricamente firme y templado en la lucha de clases. Aspiramos a que el partido de clase esté preparado cuando se presenten los factores favorables a la reanudación de la lucha de clases y la revolución, seguros de que estos se presentarán.
19 de agosto de 2024
Partido Comunista Internacional
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Disturbios de extrema derecha en el Reino Unido:
¡Sólo el proletariado, luchando unido contra su propia burguesía, podrá aplastar a la escoria racista!
El 29 de julio, un adolescente de 17 años atacó con un cuchillo a los participantes de una escuela de baile en el pueblo de Banks, al norte de Southport. Entre las trece personas apuñaladas, tres víctimas muy jóvenes, de entre 6 y 9 años, murieron a causa de las heridas. Las redes sociales entraron inmediatamente en frenesí y circularon rumores sobre el origen y la religión del agresor, según los cuales era un musulmán procedente de Siria. Uno de los protagonistas de estas fake news virales fue un tal Tommy Robinson, activista neofascista (1) y fundador de la English Defence League (EDL), organización de extrema derecha, islamófoba e identitaria. Fue este grupo el que inició una serie de manifestaciones en varias ciudades del Reino Unido, entre ellas Manchester, Hartlepool, Aldershot y Sunderland, manifestaciones que degeneraron rápidamente en disturbios racistas y pogromos antiinmigración descarados, acompañados de las tradicionales expediciones punitivas antiinmigración y del incendio de hoteles que albergaban a inmigrantes y de mezquitas (2).
Las reacciones del Gobierno fueron cuanto menos incoherentes, ya que en un primer momento apeló a no ceder a especulaciones "inapropiadas" sobre la identidad del asesino -en palabras de la ministra del Interior, Yvette Cooper-, antes de verse finalmente obligado a revelar la identidad del asesino, un joven británico nacido en Cardiff en el seno de una familia ruandesa. Con la generalización de los disturbios, el Gobierno recurrió a un lenguaje más marcial: el recién elegido primer ministro laborista, Keir Starmer, advirtió de que los alborotadores serían castigados "con todo el peso de la ley", en plena sintonía con la campaña electoral durante la que se presentó como el candidato de la ley y el orden. Anunció la creación de una unidad especial para combatir a los agitadores violentos mediante cámaras de reconocimiento facial, mientras que Yvette Cooper lanzó la idea de prohibir este movimiento.
Contrariamente a los comentaristas burgueses que, apoyándose en el hecho innegable de que estos disturbios han sido amplificados por el peso de la conspiración y las noticias falsas en las redes sociales, presentan estos disturbios como algo sin precedentes, los marxistas revolucionarios saben bien que el Reino Unido no sólo tiene una larga historia de pogromos racistas, sino que, lo que es más importante, el racismo es una necesidad vital para el capitalismo.
Una larga historia de ataques racistas contra el proletariado inmigrante
Los ataques contra los proletarios inmigrantes no son simplemente el producto del aumento del racismo en la sociedad, especialmente en Europa, en un clima de agudización de las contradicciones del capitalismo, y en particular de la crisis económica. En realidad, los proletarios inmigrantes son siempre el blanco del capitalismo, y en particular de las franjas más extremistas, que sólo varían en nacionalidad según las oleadas migratorias.
Así, en los años setenta, periodo de crecimiento del Frente Nacional (FN), una organización explícitamente neofascista, los objetivos eran los proletarios del sur de Asia. En aquella época ya se habían producido varias manifestaciones y disturbios racistas, sobre todo el 15 de junio de 1974 en Londres, donde varios grupos de extrema derecha organizaron una marcha para pedir la "repatriación" de los inmigrantes. Aquella manifestación degeneró en un enfrentamiento con grupos antirracistas, principalmente de extrema izquierda. Unos años más tarde, el 13 de agosto de 1977, el Frente Nacional organizó otra marcha "contra la sociedad multirracial" en el distrito londinense de Lewisham, que desencadenó de nuevo enfrentamientos con grupos antirracistas y antifascistas. Todos estos grupos racistas, neofascistas y conservadores, aprovechando los periodos de crisis, consiguen reclutar entre la pequeña burguesía, el subproletariado y la aristocracia obrera, esta "quinta columna de la burguesía dentro de la clase obrera" (3). Ayer como hoy, el proletariado inmigrante ha sufrido palizas, persecuciones violentas y marchas provocadoras en los guetos donde el capitalismo le ha obligado a vivir.
Racismo: una necesidad para el capital
Sin negar el papel de la escoria neofascista en los ataques sufridos por el proletariado inmigrante, sería sin embargo erróneo, como siempre nos ha invitado a hacer la extrema izquierda con su mito del antifascismo democrático, suponer que sólo las fracciones extremas de la burguesía tienen interés en el racismo. En realidad, estos grupos marginales no son sólo los agentes de esta política anti obrera, sino también el producto del capitalismo en su conjunto, que necesita fomentar la división entre proletarios nativos y proletarios extranjeros para facilitar la explotación de ambos. En este sentido, la burguesía británica no es una excepción. Por hablar sólo de los últimos 75 años, en los que el capital británico ha promulgado una serie de leyes destinadas a convertir al proletariado inmigrante en el sector más oprimido y explotado de la clase obrera. Separación familiar, pruebas de virginidad, expulsiones, criminalización, este es todo el arsenal que la burguesía británica ha utilizado y sigue utilizando contra esta fracción del proletariado. Algunos ejemplos (4) son: la Ley de Inmigración de la Commonwealth de 1962 (gobierno conservador) que introdujo un sistema de permisos de residencia para controlar la inmigración; la Ley de Inmigración de la Commonwealth de 1968 (gobierno laborista) que sólo concedía permisos de residencia a los titulares de pasaportes británicos con al menos un abuelo nacido en el Reino Unido; la Ley de Inmigración de 1971 (gobierno conservador), que sustituyó la inmigración de personas que deseaban establecerse de forma permanente por un sistema de trabajadores contratados e introdujo una distinción entre patrials (que podían circular libremente y no estaban sujetos a deportación) y no patrials (que necesitaban un permiso de residencia y una tarjeta de trabajo válidos durante un año); la Ley de Nacionalidad Británica de 1981 (gobierno conservador), que volvió a endurecer los criterios para obtener la nacionalidad británica; la Ley de Nacionalidad, Inmigración y Asilo de 2002 (gobierno laborista), que suprimió inicialmente las ayudas a los solicitantes de asilo; la Ley de Inmigración, Asilo y Nacionalidad de 2006 (gobierno laborista), que restringió el derecho de recurso en caso de denegación del permiso de entrada; la Ley de Fronteras, Ciudadanía e Inmigración de 2009 (gobierno laborista), que endureció los criterios para obtener el permiso de residencia indefinido introduciendo la ciudadanía "probatoria". Más recientemente, es el plan de deportación en Ruanda de inmigrantes que entraron "ilegalmente" en territorio británico el que ilustra esta política racista llevada a cabo por la burguesía británica, tanto conservadora como laborista.
¿Cómo debe entenderse esta política de la burguesía británica? En realidad, cumple una doble función: por una parte, permite dividir al proletariado entre una fracción sometida a una explotación y a una represión frenéticas y otra, "autóctona", que aparece en comparación como "relativamente" protegida, favorable a la colaboración de clase. De hecho, la burguesía británica es muy consciente de que el principal peligro para su dominación es la cohesión del proletariado y, por lo tanto, intenta hacer todo lo posible para socavarla.
La segunda ventaja de esta política racista es que permite a la burguesía británica super explotar la mano de obra inmigrante que necesita en una serie de profesiones mal pagadas, en la agricultura, la construcción, el textil, la confección, los trabajos de servicios y limpieza, el personal doméstico, etc. Frente a un proletariado privado de las protecciones básicas, bajo la amenaza de la espada de Damocles de la expulsión del territorio nacional, la patronal puede así someter a esta fracción del proletariado a una explotación cada vez más feroz. Esta política, que no es específica de la burguesía británica -basta ver cómo la situación francesa es en muchos aspectos similar a la que estamos examinando aquí (5), y la misma situación en Italia- requiere una respuesta de clase por parte del proletariado.
La trampa del antirracismo democrático tendida por la “extrema izquierda
En el camino de su lucha, el proletariado se enfrentará a un gran obstáculo: el antifascismo democrático y el antirracismo, tradicionalmente promovidos por los demócratas pequeñoburgueses y la extrema izquierda, en particular la trotskista. Esto es particularmente cierto en el caso del Partido Socialista de los Trabajadores (SWP), la principal formación de extrema izquierda del país, que históricamente se ha empeñado en desviar la lucha proletaria hacia un terreno que le es ajeno. Así, al igual que el EDL tuvo sus ancestros en el Frente Nacional, los movimientos antirracistas actuales son hijos de la Liga Antinazi y de Rock against racism, ambos dirigidos por el SWP. Este último aboga hoy por "Stand Up Against Racism", un movimiento "unido" que reúne a activistas antirracistas, parlamentarios y burócratas sindicales (6). Desviando la lucha al terreno parlamentario y democrático, apuntan a fantoches como Nigel Farage -líder tradicional de la extrema derecha del país, figura destacada en la campaña del Brexit y cabeza de la tercera fuerza del país en las últimas elecciones legislativas en las que su partido Reform UK obtuvo casi el 15% de los votos- y Suella Braverman -ex ministra del Interior en el gobierno de Sunak, ferviente partidaria del plan de deportación de inmigrantes en Ruanda y defensora de una línea de extrema derecha dentro del Partido Conservador-. Como corolario de la atención prestada a estas dos figuras, los firmantes de esta declaración llaman a combatir el racismo en el parlamento y en las calles mediante la construcción de "un movimiento de masas lo suficientemente poderoso como para repeler a los fascistas". Siguiendo en esta línea populista e interclasista, su comunicado de prensa afirma que "la mayoría del pueblo británico detesta a Robinson y a la extrema derecha. Nosotros somos la mayoría, ellos son un pequeño número". Recogiendo la tradicional consigna populista "Para muchos, no para pocos", es a un verdadero frente interclasista, utilizando las consignas y modos de acción democráticos, a lo que los burgueses y pequeño burgueses antirracistas invitan a participar al proletariado. Por el contrario, este último debe construir su lucha sobre un terreno estrictamente clasista.
La respuesta del proletariado a los disturbios racistas: por la unidad de la lucha anticapitalista del proletariado
Sólo hay un camino para el proletariado: la solidaridad de clase entre los proletarios nativos y los proletarios inmigrantes. Esta solidaridad se construye paso a paso, en la lucha común contra la burguesía explotadora, mediante huelgas, ocupaciones, manifestaciones salvajes. Pero para que esta solidaridad no sea una palabra vacía, es importante que los proletarios nacionales luchen resueltamente contra el nacionalismo, el racismo, el chovinismo social que la ideología dominante difunde diariamente en la clase obrera a través de sus múltiples canales, entre los que se encuentran en primer lugar los medios de comunicación y ahora las redes sociales. La verdadera unidad sólo puede existir mediante el reconocimiento de que los proletarios inmigrantes constituyen el sector más explotado y oprimido de la clase obrera, y mediante el apoyo a sus luchas para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo. Por su parte, el proletariado inmigrante tendrá que volver a conectar con su historia de luchas insurreccionales contra la burguesía, como el episodio de Brixton de 1981, durante el cual proletarios, inmigrantes y autóctonos, se opusieron a la policía durante noches enteras, levantando barricadas e incendiando edificios.
Y será gracias a la dirección de su partido de clase, internacional e internacionalista, portador de la conciencia de clase, que el proletariado podrá recuperar las lecciones de sus luchas pasadas y construir su unidad revolucionaria en la lucha contra el capital, antes de su derrocamiento violento.
11 de agosto de 2024
Partido Comunista Internacional
Il comunista - le prolétaire - el proletario - proletarian - programme communiste - el programa comunista - Communist Program
(1) Tommy Robinson se afilió al Partido Nacional Británico en 2004, nostálgico del Tercer Reich.
(2) Véase el artículo "Au Royaume-Uni, des émeutiers d'extrême droite dans les rues de Southport après une attaque au couteau" en Le Monde, 31 de julio de 2024: https://www,lemonde.fr/international/article/2024/07/31/au-royaume-uni-des-emeutiers-d-extreme-droite-dans-les-rues-de-southport-apres-une-attaque-au-couteau_6262985_3210.html.
(3) Véase nuestro artículo publicado en "Le Prolétaire", nº 313 (16-29 de mayo de 1980): "En Angleterre aussi la lutte des travailleurs immigrés". También "il programma comunista", nº 8 (19 de abril de 1980): "Gran Bretaña: la plena solidaridad entre trabajadores blancos y de color, base necesaria para la reanudación de la lucha de clases".
(4) Véase "Les populations immigrées en Grande Bretagne" en Programme Communiste nº 87, diciembre de 1981, y también https://en.wikipedia.org/wiki/History_of_UK_immigration_control.
(5) Véase nuestra toma de posición "Lutte de classe contre la loi immigration et toutes les attaques anti-ouvrières!" de 18 de enero de 2024, disponible en línea en pcint.org.
(6) Véase el comunicado conjunto en el sitio web del SWP: https://socialistworker.co.uk/anti-racism/sign-and-share-unity-statement-against-the-far-right-and-take-action/
CIRCO PARLAMENTARIO Y MISERIA MATERIAL PARA LA CLASE OBRERA EN VENEZUELA
¡GOBIERNO Y OPOSICIÓN LA MISMA EXPLOTACIÓN!
El verdadero fraude es la farsa electoral, la ilusión parlamentaria misma
El pasado 28 de julio de 2024 se realizaron las elecciones presidenciales en Venezuela. El oficialismo se proclamó a sí mismo ganador de dichas elecciones, cosa que luego ha ratificado el CNE. ¿Fraude y pasteleo? Lo puede hacer porque es el Partido del Ejército y controla los cuerpos oficiales y extraoficiales de la represión.
Lo que de verdad determina quién gana las elecciones en Venezuela es quien tenga el apoyo de las Fuerzas Armadas, del Ejército, que por el momento no piensa desprenderse de su proyección parlamentaria que le ha servido en los últimos tiempos. Pero, compañeros, lo que tenemos que ENTENDER es que la DEMOCRACIA PARLAMENTARIA es un profundo FRAUDE por definición, es un fraude por el cual se hace elegir a los explotados qué grupo de explotadores va a dominar en los siguientes seis años.
Oficialismo y “oposición” se pelean en última instancia para ver qué camarilla desvalija el fruto de la explotación del proletariado venezolano y de la renta petrolera. Pero hay algo más profundo que une a oficialismo y “oposición”: ambas fracciones burguesas necesitan la ILUSIÓN y el ESTUPEFACIENTE PARLAMENTARIO.
Circo parlamentario y control social
¿Qué hay detrás de las llamadas a las manifestaciones pacíficas por parte de oficialismo y “oposición”? Por paradójico que pueda parecer, la realidad es que ni el oficialismo ni la propia “oposición” pueden permitirse que la llamada “oposición” gane estas elecciones. Si dejaran que ganara la “oposición”, el programa económico y social que tendría que desplegar para recuperar la economía capitalista sería tan anti-obrero o más que la actual política económica y social del oficialismo. El capitalismo venezolano se habría quedado sin el señuelo, la zanahoria, la ILUSIÓN con la que narcotiza a la clase obrera. El capitalismo venezolano se quedaría sin el seguro de vida de la ILUSIÓN parlamentaria y se arriesgaría a una SITUACIÓN SOCIAL EXPLOSIVA. ¿Con qué mantendrían el ENGAÑO a las masas obreras explotadas? ¿Con qué ILUSIÓN mantendrían la PAZ SOCIAL y la SEDACIÓN con la que controlan a la clase obrera? ¿Qué alternativa le quedaría a la clase obrera después de que quedase palmariamente demostrado en los hechos que oficialismo y “oposición” son la misma explotación?
Sólo nos quedaría la alternativa de ENTENDER y APRENDER que mande quien mande, la economía capitalista venezolana exige el sacrificio de la clase obrera, su explotación redoblada y que sólo si recuperamos los métodos de la lucha de clase, a través de la recuperación del sindicalismo de clase y de la lucha por el abatimiento del poder burgués, podremos acabar con la situación de MISERIA a la que nos condena el CAPITALISMO.
Éste es el motivo por el que la propia “oposición” se encarga de frenar la protesta y controlar la situación. Se trata de mantener la ILUSIÓN, de enredar a la clase obrera prometiéndole que el día que les permitan hacer elecciones “de verdad” todo se arreglará.
Así, la reacción de quienes se habían ilusionado y han visto cómo se esfumaban sus ilusiones, se ha quedado en una indignación parlamentaria, de menor intensidad de lo que se ha querido hacer ver: muchos de los vídeos que han circulado se refieren a situaciones de hace años, durante las guarimbas. Lo cual no quita que el Estado capitalista venezolano ha desplegado una represión selectiva pero sistemática: detenciones, allanamientos de casas, requisa de celulares, etc.
La situación del capitalismo venezolano
Lo que está sucediendo en Venezuela, es que los ilusos bisnietos de Bolívar abandonaron todo el parque industrial, se dedicaron a la exportación de capitales y petróleo; los altos precios del petróleo facilitaron los créditos y se endeudaron hasta los tuétanos, promovieron la liquidación de su propia industria vendiendo petróleo a cambio de productos manufacturados que luego han inundado el mercado venezolano destruyendo primero su propia industria y agricultura y produciendo luego una inflación desbocada, sumiendo a las masas proletarias a una miseria sin precedente.
En estos 25 años de gobierno el Ejército bolivariano, el Partido más centralizado de la burguesía venezolana, ha desarrollado una política de represión y sometimiento de la clase obrera con la incorporación de grupos de delincuencia organizada denominados “colectivos”, con los que controlan las manifestaciones desde los barrios hasta las fábricas. En los barrios proletarios controlan al proletariado, con la incorporación del lumpenproletariado distribuyendo la bolsa del CLAP y el gas doméstico, imponiendo normas de convivencia semejantes a las cárceles, y el gobierno llama a éstas, “zonas de paz”, donde ya no hay necesidad de la policía porque están controladas por la delincuencia, garantizando lo que llaman la paz social. Además de esto, en estos 25 años el gobierno ha mitigado el descontento y la lucha proletaria con un uso intensivo de la ILUSIÓN PARLAMENTARIA, desde que llegaron al gobierno han realizado 23 elecciones parlamentarias, sumando la actual.
El oficialismo y la “oposición” han logrado con la campaña electoral desmovilizar al proletariado, han paralizado su energía, su instinto de clase. El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) registró 1.243 protestas durante el primer trimestre de 2024, equivalente a 14 manifestaciones diarias en promedio. Esta cifra representa una disminución del 56% en comparación con el mismo período del año pasado.
Miseria material para la clase obrera
En franco deterioro están en todo el país de los servicios públicos: se han extendido los cortes eléctricos hasta por 5 horas a diario y se ha restringido el servicio de agua potable. En cuanto al salario, en marzo 2024 se cumple dos años del último aumento de salario mínimo base permaneciendo congelado en 130Bs (3,55$ según BCV, y 3,11$ según dólar paralelo, con el cambio actual). En julio 2024, el gobierno anunció aumento del llamado salario integral, incrementando el monto de los llamados bonos de guerra (pagados en Bs, indexados al dólar del BCV). A los pensionados se les aumentó a 45$ (1.640Bs). A los empleados públicos el pago de bono de guerra es de 90$ del BCV, los 40$ cesta ticket, el salario por nómina queda congelado. Se ha bonificado el salario, estos “bonos de guerra” no tienen incidencia en pago de prestaciones, ni vacaciones, ni aguinaldos, (cumpliendo con los compromisos con Fedecámaras de ir eliminando las prestaciones). Y, mientras la canasta alimentaria en marzo 2024 alcanza los 554,26$, la canasta básica en Venezuela (que además de gastos de alimentación incluye otros rubros como educación, salud, transporte y servicios), alcanzó un costo de 1.200$ para una familia de cinco miembros, según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación de Maestros (Cendas-FVM, 09-05-2024). La burguesía venezolana nos paga parte del salario o todo el salario en bolívares cuando toda la economía está dolarizada.
Esta situación de crisis siempre empujará a la clase desposeída, al proletariado, a rebelarse, a la lucha por el pan, por la comida. Pero en ausencia de una red de lucha sindical fuera del control del Estado y en ausencia de la influencia del Partido Comunista Internacional, esta rebelión se consumirá en sí misma o será encauzada por cada fracción de la burguesía que enrolará a una parte de los asalariados para que luche por los intereses de dicha fracción, prometiéndole falsamente la solución de todos sus problemas con su triunfo electoral.
La gran mentira del socialismo en Venezuela
La gran victoria de la burguesía venezolana – tanto del oficialismo como de la “oposición” – ha sido conseguir identificar al Partido del Ejército con el socialismo y el comunismo. Es una necesidad imperiosa para la clase obrera eliminar esta GRAN MENTIRA. En Venezuela no hay socialismo, hay CAPITALISMO. El capitalismo se basa en el trabajo asalariado, en que nuestra fuerza de trabajo es una mercancía más y tiene un precio: el salario. Por esto el capitalismo significa inevitablemente explotación y hambre para la clase obrera. Ningún cambio de gobierno parlamentario va a significar un cambio real para la clase obrera en el capitalismo. El Estado capitalista está al servicio del capital, mande quien mande, gobierne quien gobierne.
La ilusión parlamentaria solo sirve para distraernos mientras nos matan de hambre o a balazos: los gobiernos parlamentarios pasan y el hambre queda. Los proletarios seguiremos sufriendo las consecuencias de este sistema mientras nos enreden en que hay que cambiar de gobierno cuando lo que hay que hacer es abolir este sistema de explotación.
Ésta es la realidad que vive y enfrenta la clase obrera y el proletariado venezolano, desarmado teóricamente sin un organismo clasista que le sirva como instrumento para la lucha por mejores condiciones de trabajo y salarios. La clase obrera no podrá luchar ni siquiera por sus reivindicaciones inmediatas si no rompemos con la política burguesa que influencia y dirige todo el aparato sindical, rompiendo con su control organizativo, tendiendo a formar organismos de lucha económica de clase e independientes de los partidos políticos parlamentarios, combatiendo la política de sumisión o de solidaridad a la economía nacional o de empresa, combatiendo y desenmascarando al régimen democrático parlamentario como instrumento clásico de dominación de la dictadura del capital.
Necesitamos recuperar un programa de superación revolucionaria del capitalismo, sólo así podremos luchar por mejores condiciones laborales y sociales al mismo tiempo que preparamos las condiciones para la abolición de la esclavitud del trabajo asalariado.
¡ABAJO EL FALSO “SOCIALISMO” DEL PARTIDO DEL EJÉRCITO!
¡ABAJO EL CAPITALISMO EXPLOTADOR QUE HAMBREA A LA CLASE OBRERA!
¡POR LA REANUDACIÓN DE LA LUCHA DE CLASE! ¡POR LA ABOLICIÓN DEL TRABAJO ASALARIADO!
PARTIDO COMUNISTA INTERNACIONAL – www.pcielcomunista.org
4 de agosto de 2024
Guerra de clases 16/2024: Revuelta proletaria en Kenia – ¡Contra todas las falsificaciones burguesas!
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El texto que presentamos aquí sobre la muy reciente oleada de lucha de clases que barrió Kenia (y la sigue barriendo en el momento de escribir estas líneas) no pretende ser “completo”, ni un análisis “serio”, “objetivo” o pedante de la situación. No estamos aquí simplemente para diagnosticar los males del Capital, ¡estamos aquí para ser su sepulturero! No nos sirven los análisis “eruditos” y “brillantes” de la economía política burguesa, tan apreciados por todos los colores y matices del prisma de la izquierda y extrema izquierda del capital, análisis que aplastan con el peso de sus cifras, sus porcentajes, sus gráficos, sus curvas, su logorrea… cualquier expresión de la vida de nuestra clase y de su lucha, cualquier manifestación de lo vivo. En lo que nos concierne, enviamos simple y modestamente un saludo caluroso y vibrante a nuestros hermanos y hermanas de clase en lucha en Kenia, como en todas partes de este infierno capitalista que se impone a nuestra humanidad, y les llamamos a mantenerse firmes, después de haberse sublevado, a organizarse cada vez más poderosamente para las luchas venideras…
El 18 de junio de 2024 comenzaron las manifestaciones en Nairobi, con la ocupación de la plaza frente al Parlamento Nacional y, desde el principio, enfrentamientos con las fuerzas represivas del Estado. El detonante de las protestas fue la propuesta de Ley de Finanzas 2024 del Presidente de Kenia, Sr. Ruto. Su aprobación provocaría subidas de precios en una amplia gama de productos básicos, desde el pan, los huevos, las verduras y el aceite de cocina hasta la gasolina y los productos de higiene para mujeres y niños.
Además, debido a la naturaleza de la organización del capital en Kenia, si quieres conseguir un empleo en la “economía urbana del sector servicios”, no te queda más remedio que convertirte en lo que se conoce como “autoempresario” y tienes que comprar tu propio equipo, combustible y pagar impuestos al Estado, aunque luego trabajes para una gran empresa tecnológica, una compañía de medios sociales o una agencia gubernamental local.
Esto llevó a los proletarios cuya pertenencia de clase está enmascarada por la ideología burguesa, que les da la ilusión de ser “empresarios privados”, y que eran los más afectados por los cambios, a convertirse en los iniciadores de las protestas. Y al igual que en el caso del movimiento de los “chalecos amarillos” en Francia, los principales medios de comunicación, así como la izquierda del capital con su ideología obrerista, saltaron a la oportunidad de interpretar las protestas como un movimiento “pequeño burgués”, “contra la corrupción del gobierno”, “impuestos injustos”, “por más democracia”, etc. Como en el caso de los “chalecos amarillos”, queremos hacer hincapié en la naturaleza proletaria del movimiento, que se expresa y confirma en la expropiación generalizada de bienes, los ataques a la infraestructura y los símbolos del Estado y el rechazo de cualquier mediación burguesa, a pesar del ocasional “ciudadano enfurecido” quejándose en TikTok de que la nueva ley “perjudica a su negocio”.
Este arreglo, en el que la clase capitalista es capaz de aprovecharse de las circunstancias locales y descargar parte de los costes de los medios de producción sobre los hombros del proletariado, no es nada nuevo ni extraordinario. No cambia en nada el hecho de que la fuerza de trabajo del proletariado es explotada por la relación social incorpórea que es el Capital; no más que cuando los trabajadores que construían el ferrocarril a través del Medio Oeste americano se vieron obligados a comprar “sus propias” palas y “su propia” dinamita.
La actual explosión social se produce casi un año después de que un proyecto de ley similar, que aumentaría drásticamente el coste de la vida para los proletarios de Kenia, provocara varios días de disturbios que dañaron la autopista de Nairobi y varias estaciones de ferrocarril. Mientras tanto, Kenia también ha sido testigo de protestas contra los cortes de agua y electricidad, la ocupación de la Universidad de Meru por sus estudiantes y, recientemente, una huelga de dos meses de los trabajadores del sector sanitario.
A diferencia de las manifestaciones anteriores, en las que los multimillonarios Odinga, Kenyatta y algunos otros podían al menos fingir que representaban al movimiento e intentar explotar sus contradicciones e ilusiones internas para obtener algún apoyo electoral, esta vez, para disgusto de los medios de comunicación, no se encuentra ninguna figura que pueda reclamar el título de “líder”. Por supuesto, si el movimiento muestra un alto grado de “espontaneidad” en el sentido de que los proletarios en lucha, estén donde estén, comprenden quién es su enemigo de clase y no necesitan deliberar durante días para elegir sus objetivos, esto no implica la ausencia de organización. Los métodos adoptados por el movimiento implican la organización tanto en línea como a nivel de barrio e implican tanto a estructuras preexistentes activas en luchas anteriores como a estructuras de nueva creación que dan dirección al movimiento. Se recurre al crowdsourcing para sufragar los gastos médicos y jurídicos, y algunos médicos se han unido al movimiento y atienden a los heridos.
Desde Nairobi, las manifestaciones se extendieron rápidamente a Kisumu, Eldoret, Mombasa, Lamu y otras ciudades importantes, así como a muchos pueblos más pequeños. Las reivindicaciones “económicas” iniciales se fundieron orgánicamente con la rabia proletaria contra los carniceros uniformados, una rabia acumulada durante años de represión brutal de cualquier movimiento de protesta y reforzada por sus intentos de sofocar el levantamiento actual. Decenas de personas han sido asesinadas por la policía, cientos heridas y cientos más detenidas o “desaparecidas”. La táctica del terror masivo, desplegada por el Estado en Kenia tantas veces antes, ha fracasado esta vez.
Por ejemplo, cuando los policías intentaron derribar las barricadas levantadas por los manifestantes en la autopista Nairobi-Mombasa con salvas de gases lacrimógenos, balas de goma y munición real, los jóvenes proletarios de los barrios marginales situados a lo largo de la autopista se sublevaron y se unieron a los alborotadores. El alcance de las protestas se amplió también a los problemas de suministro de agua y electricidad, que ya habían desencadenado airadas manifestaciones en el pasado. El 25 de junio, tras una batalla con la policía, los manifestantes irrumpieron en el Parlamento nacional de Kenia, lo saquearon y lo incendiaron parcialmente. Esto llevó a Ruto a desplegar el ejército en las calles y a restringir el acceso a Internet, pero sin el efecto pacificador que él y el resto de la burguesía esperaban.
Las tácticas ofensivas del movimiento contra las fuerzas represivas no se limitaron a los enfrentamientos en las manifestaciones. Las fotos, carnés de identidad, números de teléfono y direcciones de los policías violentos han sido doxados – hechos públicos en Internet – y algunos de ellos han podido experimentar de primera mano la justicia proletaria. A medida que las fuerzas de represión cometen más y más carnicerías – incluido el reciente descubrimiento de docenas de mujeres asesinadas en una cantera a las afueras de Nairobi, justo al lado de la comisaría –, la línea de confrontación del movimiento continúa. Y esto en un momento en que las fuerzas especiales de la policía keniana están siendo desplegadas en Haití para aplastar allí la resistencia proletaria, con el pretexto de luchar contra las bandas. Están apareciendo signos de grietas incluso dentro de los cuerpos de policía y del ejército, y algunos policías y soldados han cambiado de bando y se han unido a las protestas, aunque esto es todavía muy (demasiado) raro.
Por supuesto, también continúan los intentos de apaciguar, aislar y canalizar el movimiento. La retirada del proyecto de ley por parte de Ruto, al menos temporalmente, no ha surtido efecto. El reciente despido del jefe de policía, Japhet Koome, tampoco ha surtido efecto. El último intento es la creación del “Foro Nacional Multisectorial para el Diálogo”, un intento desesperado de transformar la lucha de clases en “diálogo civil”.
Mientras que los rivales políticos tradicionales de Ruto, como Odinga, guardan silencio esta vez, varios “influenciadores”, así como los estalinistas del llamado “Partido Comunista de Kenia”, intentan intervenir. Las críticas a la orientación pro-FMI y pro-OTAN de Ruto son un tema importante entre los partidarios de sus rivales pro-China. Los sindicatos, fieles a su práctica histórica, anunciaron una huelga general pacífica, pero ni siquiera la llevaron a cabo.
Por supuesto, como con cualquier otro movimiento proletario real, los límites aparecen en su orientación general “anti-Ruto”, sin muchas críticas a la oposición, en sus ilusiones sobre la democracia y “el pueblo”, sin conciencia de clase expresada, en su falta de perspectiva más allá de las necesidades inmediatas y su ira hacia las fuerzas represivas. No vimos ningún material militante – folletos, carteles, pancartas, textos en línea, etc. – que expresara una crítica del capitalismo más allá de la rabia por la pobreza y la violencia policial o más allá de las quejas sobre el estilo de gestión capitalista, es decir, la “corrupción”. Hay que decir que no tenemos contactos activistas en Kenia y que no hablamos ninguna de las lenguas locales.
Dicho esto, nada ha terminado aún en Kenia a pesar del reciente declive de la lucha; y una expresión de la potencial superación de estos límites para la solidaridad proletaria internacionalista es su clara postura contra el envío de policías kenianos a Haití y otras operaciones de “mantenimiento de la paz”. Además, parece que la revuelta proletaria en Kenia sirve de inspiración y punto de referencia para las recientes manifestaciones violentas en Uganda y Nigeria.
Como comunistas, vemos en cada lucha proletaria autónoma un fragmento de la guerra social que el proletariado libra contra la burguesía, ¡una expresión de la lucha histórica del proletariado como clase por la revolución contra el capitalismo y por una comunidad mundial sin clases!
Como comunistas, queremos subrayar la naturaleza proletaria del movimiento en Kenia contra todos los falsificadores burgueses:
- ya sean los racistas que intentan atizar las divisiones raciales dentro de nuestra clase entre “africanos” y “europeos” o “asiáticos”.
- ya sean los que tratan de quienes tratan de limitar la sustancia del movimiento a sus premisas iniciales o superficiales – como movimiento anticorrupción, movimiento antiimpuestos, etc.
- ya sean los partidarios de la “liberación nacional” los que defienden el derecho de las naciones a reprimir a “sus” proletarios.
- ya sean los llamados “comunistas” los que dividen la sociedad capitalista mundial en países “centrales” y “periféricos” y afirman que la lucha del proletariado en estos últimos es menos importante.
Mostremos nuestra solidaridad práctica con el proletariado que lucha en Kenia añadiendo los intereses de la facción capitalista local a nuestra lista de objetivos, ya sea el Estado keniano o empresas como Safaricom, KTDA, East African Breweries.
Contra la guerra capitalista y la paz capitalista – ¡Contra los esfuerzos de militarización mundial, de los que forman parte las fuerzas expedicionarias keniatas!
Al cerrar este breve texto sobre las luchas de nuestra clase en Kenia, escuchamos como un eco amplificado el clamor de los “Días de Furia” que están incendiando Nigeria, alimentados por el rechazo a la miseria, la esclavitud y la deshumanización, y siguiendo siempre el mismo escenario: manifestaciones, represión, disturbios, ataques a comisarías, saqueo de edificios gubernamentales, pillaje, etc. Siempre con los mismos puntos fuertes, pero también con las mismas debilidades: determinación para saquear todo lo que nos hace la vida insoportable, por un lado, y crítica limitada de la “mala gobernanza”, por otro.
Rindamos también homenaje y saludemos la lucha que nuestros hermanos y hermanas de clase vienen librando desde hace varias semanas, en otras latitudes, en Bangladesh; luchas que no son sólo el enésimo intento del proletariado por derrocarlo todo, sino que son también, al parecer, un salto cualitativo en la determinación del proletariado, en su ya larguísima historia de enfrentamientos con los capitalistas, de “hacer que el negocio no sea rentable”.
Por último, saludemos a los proletarios en lucha de Pakistán, y en particular de la ciudad portuaria de Gwadar, enorme concentración de trabajadores, tan útil para el desarrollo del capitalismo chino. Desde hace años, estos proletarios llevan adelante un enfrentamiento sin cuartel con los explotadores, a pesar de todos los esfuerzos de los reformistas de todas las tendencias por confinarlos en el marco de una “lucha de liberación nacional del pueblo baluchi”, que el proletariado debe criticar absolutamente con su lucha decidida…
Class War 16/2024: Proletarian revolt in Kenya – Against all bourgeois falsifications!
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The text we present here on the very recent wave of class struggle that swept Kenya (and is still sweeping it at the time of writing) does not pretend to be “complete” or “objective” analysis of the situation. We are not here to make just a diagnose of the ills of Capital; we are here to participate in digging its grave! We have nothing to do with analyses of bourgeois political economy, so prized by all the colors and shades of the prism of capital’s left and far left, analyses which crush beneath the weight of their figures, their percentages, their graphs, their curves, their logorrhea… any expression of the life of our class and its struggle, any manifestation of the living. As far as we are concerned, we simply and modestly address a warm and vibrant greeting to our class brothers and sisters in struggle in Kenya, as everywhere else in this capitalist hell that imposes itself on our humanity, and we call on them to stand up, after having raised their heads, to get organized ever more powerfully for the struggles to come…
On 18th of June 2024 the protests started in Nairobi, that included the occupation of the square in front of the National Parliament and since the beginning included confrontations with the repressive forces of the State. The original trigger for the protests was the proposal of the so-called Finance Bill 2024 by the Kenya’s president Ruto. Its adoption would mean increase of prices on wide range of basic goods from bread, eggs, vegetables and cooking oil to petrol and hygienic necessities for women and children.
Moreover, due to the nature of the Capital organization in Kenya, if you want to get a job in the “urban service sector economy” you may have no choice but to become so-called “freelancer” and you will be required to buy your own equipment, your own gas and pay the taxes to the State, even though you then proceed to work for big tech, social media company or local State agency.
This prompted the proletarians whose class belonging is being masked by the bourgeois ideology as “private entrepreneurs”, that were the most affected by the changes, to become the initiators of the protests. And just like in the case of Gilets Jaunes movement in France, corporate media and the left of Capital with workerist ideology alike jumped on the opportunity to interpret the protests as “petty bourgeois” movement “against the government corruption”, “unfair taxation”, “for more democracy”, etc. Just like in case of Gilets Jaunes, we want to stress the proletarian nature of the movement which expresses itself and confirms itself in widespread expropriation of the commodities, attacks on the infrastructure and the symbols of the State and refusal of any sort of bourgeois mediation, despite the occasional “enraged citizen” whining on TikTok that the new law “hurts his business”.
This arrangement, where the class of capitalists are able to take advantage of the local circumstances and to off-load part of the costs of means of production on the shoulders of the proletariat, is nothing new and nothing extraordinary. It does not in any way change the fact that the labor force of the proletariat is being exploited by the disembodied social relation – i.e. Capital; it does not do it any more than when the workers building the railway across the American Midwest were forced to purchase “their own” shovels and dynamite.
The social explosion appears almost one year after similar bill, having effect of drastically increasing the cost of living for the proles in Kenya, led to several days of riots damaging the highway and several railway stations in Nairobi. In the meantime, Kenya also saw protests against water and electricity cuts, occupation of Meru university by its students and recently a two months long strike of healthcare workers.
Unlike the previous protests, where billionaires Odinga, Kenyatta and some others could at least play a charade that they represent the movement and try to exploit its internal contradictions and illusions to gain some electoral support, this time, to the dismay of the media no figure that could pretend to be a “leader” can be found. Of course, while the movement shows a large degree of “spontaneity” in the sense that proletarians in struggle anywhere do understand who their class enemy is and do not need to deliberate for days to choose their targets, this does not imply the lack of organization. Methods adopted by the movement include organizing itself both online and on neighborhood level and involve both preexisting structures active in the previous struggles and the newly created ones giving the movement a direction. The “crowd sourcing” is used for collections on medical and lawyer expenses and some of the doctors joined the movement and are treating the injured.
From Nairobi protests quickly spread to include Kisumu, Eldoret, Mombasa, Lamu and other big cities as well as many smaller towns and its initial “economic” demands organically merged with the proletarian rage against the uniformed butchers, accumulated over the years of brutal repression of any protest movement and boosted by their attempts to quell this uprising. Dozens have been murdered by the cops and hundreds injured as well as hundreds arrested or made “disappear”. The mass terror tactic, deployed by the State in Kenya so many times before, however backfired this time.
For example, when the cops tried to break the blockades set up by the protesters on the highway from Nairobi to Mombasa with volleys of tear gas and rubber and life bullets – the young proles from the slums along the highway rose up and joined the riots. The scope of protests also widened to include the problems with water and electricity supply – which already triggered angry protests in the past. On 25th of June, after a battle with the cops, the protesters stormed the National Parliament of Kenya, ransacked it and partly set it ablaze. This prompted Ruto to call the army into the streets, and to curtail the internet, but without the pacifying effect he and the rest of the bourgeoisie hoped for.
The offensive tactics of the movement against the repressive forces did not stay limited to the framework of the clashes on the demonstration. The photos, ID’s, phone numbers and home addresses of the violent cops have been “doxed” – made public online – and some of them got to experience the proletarian justice first hand. As more and more carnage from the hands of the repressive forces – including the recent discovery of dozens of murdered women in a quarry on the outskirts of Nairobi, right next to the police station – the confrontational line of the movement continues. And this is happening at the same time as the Kenyan police special forces are being deployed to Haiti to crush the proletarian resistance there, under the pretext of fighting the gangs. There are some signs of cracks appearing inside the police and army corps themselves and some cops and soldiers have switched sides and joined the protests, even though it is still very rare.
Of course, the attempts to pacify, isolate and channel the movement also continue. Ruto has scratched the bill, at least temporarily, which did not have any effect. Neither did a recent sacking of the chief of police Japhet Koome. The latest attempt so far is the creation of “National Multi-Sectoral Forum for dialogue”, a desperate attempt to turn the class struggle into “civil dialogue”.
While Ruto’s traditional political competition like Odinga is silent this time, various “influencers” as well as the Stalinists from the so-called “Communist party of Kenya” are trying to step in. The criticism of Ruto’s pro-IMF and pro-NATO orientation is a major theme of the partisans of their pro-Chinese competition. The trade unions, sticking to their historical practice announced a pacifying general strike, but did not even follow-up with its actual realization.
Of course, as with any other real proletarian movement the limits are showing in its general “anti-Ruto” orientation, without much criticism towards the opposition, in its illusions of democracy and “people”, without expressed class consciousness, in its lack of perspective beyond the immediate needs and anger towards the repressive forces. We have not seen any militant materials – leaflets, posters, signs, on-line texts, etc. – that would express any criticism of capitalism beyond the anger about the poverty and police violence or complains about the capitalist management style – i.e. “corruption”. It has to be said, that we neither have any militant contact in Kenya, nor we speak any of the local languages.
This being said, nothing is over yet in Kenya despite the recent decline; and one of the expressions of the potential overcoming of these limitations, towards the internationalist proletarian solidarity, is its clear stance against sending the Kenyan cops to Haiti as well as other “peace-keeping” operations. Moreover, it seems that the proletarian revolt in Kenya is serving as the inspiration and a point of reference for the recent violent protests in Uganda and Nigeria.
As communists we see in every autonomous proletarian struggle a snippet of the social war that the proletariat wages against the bourgeoisie, an expression of the historical struggle of the proletariat as a class for revolution against the capitalism and for the global classless community!
As communists, therefore we want to stress the proletarian nature of the movement in Kenya against all bourgeois falsifiers:
- be it racists who try to stoke out the racial divisions inside our class between “Africans” and “Europeans” or “Asians”.
- be it those that try to limit the substance of the movement to its initial or superficial premise – as anti-corruption movement, as anti-tax movement, etc.
- be it partisans of “national liberation” advocating for the right of the nations to repress “their own” proletarians.
- be it so-called “communists” who divide the global capitalist society into “central” and “peripheral” countries and claim that the struggle of the proletariat in the latter matters less.
Let’s show the practical solidarity to the struggling proletariat in Kenya by adding the interests of the local capitalist faction to our list of targets – be it Kenyan State or the corporations like Safaricom, KTDA, East African Breweries!
Against capitalist war and against capitalist peace – Against global militarization efforts, of which the Kenyan expeditionary forces are part!
We were just finishing this short text on the struggles of our class in Kenya when we heard like an amplified echo the clamors of the “Days of Rage” that are setting Nigeria ablaze, fueled by the refusal of misery, slavery and dehumanization, and always following the same scenario: demonstrations, repression, riots, attacks on police stations, ransacking of government buildings, looting, etc. With always the same strengths but also the same weaknesses: determination to destroy everything that makes our lives unlivable, on the one hand, and limited criticism of “bad governance”, on the other.
Let’s also pay tribute to, and salute, the struggle that our class brothers and sisters have been waging for several weeks now, in other latitudes, in Bangladesh; struggles that are not just the umpteenth attempt by the proletariat to overthrow everything, but also, it seems, a qualitative leap in the determination of the latter, in its already very long history of confrontations with the capitalists, to “make the business unprofitable”.
And finally, let’s salute the proletarians in struggle in Pakistan, and particularly in the port city of Gwadar, a gigantic concentration of workers, so useful to the development of Chinese capitalism. For years, these proletarians have been boosting unrestrained confrontation with the exploiters, despite all the efforts of reformists of all kinds to confine them to a “national liberation struggle of the Baloch people”, which the proletariat must criticize through its determined struggle…