¿Cuál es el futuro de los palestinos de
Gaza?
Los palestinos se enfrentan a su exterminio
sistemático, deseado y organizado por Israel con la aprobación y el
apoyo de todos los imperialistas, empezando por los muy democráticos
Estados Unidos de América y los Estados europeos.
Después de décadas de intentos infructuosos
de constituirse en nación y en Estado independiente, a la altura de
los demás y sobre todo de Israel, no parece haber salida; pero
existe una: la vía histórica de la reanudación de la lucha de
clases del proletariado no sólo en los países de Oriente Medio,
sino sobre todo en los países capitalistas avanzados, con la
perspectiva de la revolución proletaria y comunista internacional,
en Europa, en América, en Rusia, en Extremo Oriente, en China y en
Japón; una lucha de clases que no puede dejar de afectar, desde el
exterior, incluso a países donde la colaboración de clases entre
proletariado y burguesía se ha cimentado tanto durante décadas que
parece inexpugnable, como es el caso de Israel.
Para muchos, esta perspectiva puede parecer
fuera de la realidad, imaginaria e irrealizable, del mismo modo que
un "despertar" de las clases trabajadoras en los países de
Oriente Medio.
La clase burguesa dominante ha soportado
durante más de doscientos años una serie interminable de crisis
económicas, comerciales y financieras, de luchas sociales y de
asaltos proletarios al poder, incluso una revolución como la
bolchevique de 1917 con su influencia temporal en Europa y en el
mundo, después de haber soportado dos guerras mundiales, una más
devastadora que la otra, y sus consecuencias negativas, después de
haber seguido desarrollando la economía industrial y capitalista
sometiendo a sus leyes todas las partes del mundo, incluso las más
alejadas geográficamente de los grandes centros financieros e
imperialistas, y después de haber atado a todos los proletarios a
los intereses nacionales de su propia burguesía, reprimiendo las
revueltas y rebeliones cada vez que estallaban, y de seguir iniciando
guerras en todas las partes del mundo hasta el punto de hacer temblar
la pacífica Europa; después de todos estos hechos, lo que
parece imposible no es la revuelta, la rebelión de capas populares o
naciones enteras contra la opresión a la que son sometidas
constantemente por los grandes Estados imperialistas, los grandes
monopolios y trust mundiales y los grandes bancos, sino que las
revueltas y rebeliones se conviertan en luchas de clases
organizadas como ocurrió en el siglo XIX y en las tres primeras
décadas del siglo XX.
Hasta ahora hemos sido testigos de cómo
Estados democráticos, en función de los intereses inmediatos y
futuros de su propia burguesía, se aliaban o chocaban con otros
Estados democráticos o con Estados autoritarios, totalitarios, pero
todos igualmente burgueses y antiproletarios; desde hace décadas
asistimos a una militarización cada vez mayor de las fronteras y de
toda sociedad nacional, sin importar si esta militarización es obra
de la burguesía nacional o de otras burguesías que se han impuesto
ganando guerras. Cada vez es más evidente, sobre todo desde el final
de la segunda guerra imperialista mundial, que la lucha de
competencia entre los diversos capitalismos nacionales ha puesto en
primer plano lo que el Manifiesto del Partido Comunista, El
Capital, El Imperialismo…, en una palabra, el marxismo, predijo
hace ciento ochenta, ciento sesenta y ciento diez años: los Estados
burgueses, sean democráticos, monárquico-constitucionales o
totalitarios, son, en todos los países, instrumentos de la
dominación capitalista sobre la sociedad; chupan el sudor y la
sangre del trabajo asalariado de las masas proletarias, el sudor y la
sangre de las masas campesinas pobres, con el único fin de reforzar
el poder del capitalismo sobre todos los territorios del planeta,
sobre todos los mares y en todos los cielos. Según la burguesía,
las leyes del capital, y por tanto de la gran burguesía capitalista,
deben ser obedecidas no sólo por las grandes y pequeñas empresas,
los grandes y pequeños negocios, cada pequeña y gran hacienda, por
tanto cada país, y cada individuo desde que nace y mientras respire,
sino todas las generaciones que vendrán después. Si se imagina el
futuro a partir de lo que ocurre en el presente, el futuro no es de
la tan cacareada prosperidad, de la tan invocada paz, de la
reivindicada libertad, igualdad, fraternidad: el futuro previsto en
cada país por la burguesía dominante lo cuentan las bocas de los
cañones, las bombas que caen sobre sus cabezas, los misiles
disparados desde tierra, mar y cielo. Y cuando no son los cañones
los que disparan, las bombas y los misiles los que causan estragos y
arrasan ciudades enteras, son el hambre, la desnutrición, la sed, la
carestía y la criminalidad que siempre se aprovecha del caos
provocado por las crisis sociales y la guerra. Burguesía y
criminalidad, aunque luchan entre sí, se apoyan mutuamente, ambas
son hijas del modo de producción capitalista, para ambas su dios
todopoderoso es el dinero al que sacrifican todo, incluidos los
pueblos.
Contra este mundo, contra este
futuro, no es la "buena voluntad" de los hombres, no es
la "democracia" con sus "valores de libertad e
igualdad", tan falsos como cualquier otro, la solución. La
clase burguesa no está formada por hombres que se preocupan por la
sociedad de los hombres, sino que está formada por hombres que son
instrumentos del capital, son la mano del dios-capital, cuyos
intereses van en contra de la sociedad humana: cuando los intereses
de la vida social de la especie humana se ponen en el lugar de los
intereses del capital, del dinero, de la mercancía, es decir, de una
economía destinada a doblegar el trabajo humano exclusivamente a la
valorización del capital, entonces no se destierra ninguna
violencia: la violencia del capital, de su economía mercantil, se
transfiere directamente a la violencia de la clase que detenta el
poder político, económico, militar, doblegando a toda la sociedad a
los intereses del capitalismo a cuyo "servicio" esta clase
no sólo se apropia y centraliza toda la riqueza producida por el
trabajo humano, sino que ejerce todo tipo de violencia para defender
este poder y extenderlo a territorios más amplios.
La guerra -que la burguesía israelí libra
desde hace décadas contra todos los pueblos que viven en los
territorios limítrofes de lo que para los israelitas ha sido siempre
la "Tierra Prometida" (...prometida por el Dios de Israel),
empezando por la población palestina, que desde hace algunos
milenios está presente en toda la zona por ser también una
población semita, como lo es la hebrea-, tiene sus raíces no en el
supuesto antisemitismo de los palestinos, sino en el interés y
necesidad de ambos pueblos de dominar al otro para controlar el
territorio compartido, especialmente en las zonas fértiles a lo
largo del Jordán, y que tenía en los contrastes religiosos
plurimilenarios una justificación ideológica para ambos bandos. Con
el desarrollo del capitalismo, y por tanto de las clases burguesas
para cada población de la zona, los contrastes adquirieron
inevitablemente las características de una guerra permanente en la
que, tras la caída del imperio otomano que había dominado aquellos
territorios durante cuatro siglos y su colonización por las
potencias imperialistas vencedoras de la Primera Guerra Mundial
-Inglaterra y Francia-, toda la zona de Oriente Próximo y Oriente
Medio quedó completamente desmembrada de las antiguas instituciones
imperiales. Inglaterra y Francia establecieron allí, con fines de
dominación imperialista, nuevas entidades nacionales: Irak,
Palestina/Israel, Jordania, Líbano, Siria, Kuwait, Arabia Saudí,
sin tener en cuenta las tradiciones asentadas de las diferentes
etnias y poblaciones, sino únicamente sus propios intereses
imperialistas.
Naturalmente, los intereses de las potencias
imperialistas incluían no sólo la partición del antiguo Oriente
Próximo y Oriente Medio otomano en zonas de influencia (así Siria y
Líbano fueron asignados a Francia, Jordania, Palestina/Israel, Irak,
Kuwait y Arabia Saudí, a Inglaterra) para controlar directamente las
vías de comunicación, el monopolio del comercio y la explotación
de los yacimientos petrolíferos, sino también la incitación de las
diversas minorías (en primer lugar los kurdos, y después también
los judíos) contra las poblaciones árabes. Al final de la Primera
Guerra Mundial, el Tratado de Sèvres (1920) definió las nuevas
fronteras, cambiando radicalmente toda la zona de Oriente Próximo.
Con la Segunda Guerra Mundial, la derrota de las potencias del Eje y
de las entidades estatales árabes que las apoyaban, y el exterminio
de los judíos, las democracias imperialistas victoriosas por
segunda vez sobre los totalitarismos imperialistas, no
hicieron sino agravar los conflictos entre las poblaciones de la zona
de Oriente Medio, particularmente en lo que se refiere a la creación
de Israel, que de ser un "hogar judío" se convirtió
en 1948 en un Estado de pleno derecho en un territorio que las
potencias imperialistas mundiales unidas en la ONU desde 1945 habían
querido dividir en dos Estados diferentes, uno palestino y otro
judío, lo que nunca ocurrió. Que Inglaterra, Estados Unidos y la
propia Francia estaban esencialmente del lado de la población judía
y no de la población árabe era evidente, más allá de las
repetidas declaraciones sobre los conflictos árabe-israelíes y
sobre "dos pueblos, dos Estados", desde la violenta
constitución del Estado de Israel que provocó la primera gran
catástrofe (en árabe, al-Nakba) para los palestinos, que se
vieron obligados a huir a Líbano y Jordania; ni Inglaterra ni
Francia intervinieron para impedir el éxodo forzoso de 700.000
palestinos de su tierra ocupada militarmente por los israelíes. Un
Estado judío convenía a todas las potencias imperialistas porque
podía desempeñar el papel de su gendarme en una zona turbulenta y
difícil de gestionar después de haberla desmembrado por completo. Y
acallaba la mala conciencia de las democracias imperialistas que, a
pesar de conocer el final al que iban a ir a parar millones de judíos
en los campos de concentración nazis, no hicieron absolutamente nada
para impedir ese exterminio anunciado.
Así, tras la guerra, favorecieron la
emigración de cientos de miles de judíos de Polonia, Alemania,
Rusia y el propio Oriente Próximo a Israel, su nueva patria. De este
modo, el imperialismo -bajo la apariencia, formalmente democrática o
no- esperaba mitigar, si no pacificar, un Oriente Próximo que más
bien parecía una zona en la que los contrastes étnicos, religiosos,
políticos y económicos de los pueblos que siempre lo habían
habitado se cruzarían, agravándose, con los intereses
contrapuestos de las diversas potencias imperialistas. Mientras
tanto, a lo largo de las décadas transcurridas desde 1948, Israel se
ha convertido en un país avanzado en términos capitalistas, con
importantes objetivos expansionistas, objetivos que no pueden
realizarse a menos que primero consiga someter a toda la población
palestina de una manera que no perjudique en absoluto el interés de
Tel Aviv en apropiarse de todo el territorio de Palestina, incluso a
costa de exterminar a la población palestina como está ocurriendo
en Gaza desde hace más de 600 días.
Las rebeliones, levantamientos, guerras, en las
que los palestinos han sido protagonistas durante más de sesenta
años, a pesar de haber sido derrotadas constantemente y de haber
tenido que luchar no sólo contra el ejército de Israel, sino
también contra los gobiernos y ejércitos de los países árabes que
se declaraban partidarios y amigos de la "causa palestina";
mientras confían en la influencia y dirección de grupos políticos
y milicias que desde la OLP en adelante, hasta la actual ANP y Hamás,
han demostrado, por el contrario, que prevalecen sus propios
intereses partidistas, sus propios privilegios, explotando a las
masas proletarias y campesinas palestinas, poniéndose de vez en
cuando al servicio de una u otra potencia regional, de una u otra
potencia imperialista mientras sufren las consecuencias más
terribles en términos de opresión, humillación, tortura y muerte,
las masas palestinas siguen resistiendo y sobreviviendo en parcelas
de tierra que se convierten cada vez más en cementerios al aire
libre.
Que todas las potencias imperialistas están
interesadas en mantener buenas relaciones económicas, comerciales,
financieras y políticas con Israel es obvio; han seguido comerciando
con armas de todo tipo, incluso después del 8 de octubre de 2023, y
de esto los grandes campeones son Estados Unidos, Alemania, Francia,
Gran Bretaña, Italia, incluso España, que, a la sombra del reciente
reconocimiento de Pedro Sánchez del "Estado palestino", ha
aumentado la importación de armas de Israel después del 7 de
octubre de 2023, incluidos los nuevos misiles Spike y morteros Cardom
"probados en combate" en Gaza (1). No han hecho nada
para garantizar que las palabras conciliadoras de "dos pueblos,
dos Estados" (que saben perfectamente que nunca se producirán)
vayan seguidas de hechos, y nada para detener la violencia
sistemática del ejército y los colonos israelíes contra la
población civil palestina.
Su gran poder, político, económico, militar,
¿qué ha hecho? ¿Para proteger a la población civil palestina?
¿Para amedrentar al Estado de Israel amenazándole con fuertes
represalias si no pone fin a su violencia sistemática contra la
indefensa población palestina? Desde luego que no, dado que después
de 600 días de bombardeos que están arrasando la Franja de Gaza,
con sus más de cien mil muertos entre los muertos confirmados y los
que están bajo los escombros, con sus cientos de miles de heridos,
moribundos, hambrientos y enfermos sin tratamiento, muchos
gobernantes trajeados se permiten el lujo de decir -delante de las
cámaras- que Israel "está exagerando", que ha "cruzado
el límite" (el límite de qué: ¿cuántas muertes de civiles
son "aceptables" para ellos en casi dos años de
bombardeos, golpeando escuelas, hospitales, casas de civiles, campos
de refugiados,?), que es hora de "negociar" -¿con quién,
con Hamás? que favorece la guerra emprendida por Israel y que, en
cambio, tiene interés en que la población de Gaza siga sufriendo
todas las efervescencias de las que es capaz el ejército israelí,
para tener un motivo más para reorganizarse y recuperar influencia
sobre al menos una parte de los palestinos y seguir desempeñando su
papel de longa manus de ciertas potencias regionales, y no
sólo Irán, que tienen interés en mantener ocupado a Israel en el
área territorial de lo que fue Palestina?
Y desde luego no es la llamada "ayuda
humanitaria", en forma de camiones llenos de alimentos,
medicinas, ropa y equipos que llegan a la frontera de Gaza y que el
ejército israelí bloquea bajo el sol desde el 2 de marzo,
impidiendo cualquier socorro a la población bombardeada
sistemáticamente y reducida a la inanición. Tras expulsar de Israel
a la organización humanitaria de la ONU URNWA, acusada de terrorismo
por el gobierno terrorista de Israel, y organizar con Estados Unidos
una nueva organización humanitaria autodenominada Alianza de
Abogados por Palestina (ASAP), a la cabeza de la llamada
Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), financiada por el Mossad
y el Ministerio de Defensa israelí y compuesta en realidad por
mercenarios estadounidenses y antiguos agentes de la CIA, Israel
sigue adelante con su plan de acorralar a la mayoría de los
palestinos de la Franja en el sur de la misma. Aquí ha establecido,
cerca de la frontera con Egipto, bajo supervisión estadounidense,
cuatro puntos de recogida para la distribución de alimentos (frente
a los 400 puntos de recogida de la URNWA en toda la Franja),
construyendo largos y estrechos pasillos de alambre de espino y
sometiendo a todos los que hacen cola a una identificación mediante
los sistemas biométricos de tecnología más avanzada; tras días y
semanas de inanición, la aglomeración de palestinos para conseguir
aunque sea una mínima dosis de comida es evidente. Como estaba
previsto, para dispersar la aglomeración y obligar a los palestinos
a apretujarse en los pasillos especialmente preparados y contra el
asalto a la poca comida puesta a su disposición, contratistas
estadounidenses y milicias criminales organizadas por algunos clanes
palestinos de acuerdo con el gobierno de Netanyhau (2) dispararon
contra la multitud, sumando muertos y heridos sobre muertos y
heridos. De este modo, los palestinos son tratados peor que los
prisioneros de cualquier campo de concentración: detrás de la
"ayuda humanitaria" -útil para atemperar la mala
conciencia de los países imperialistas- brillan los cañones de las
ametralladoras y los cañones de los tanques, transformando así los
puntos de recogida para la distribución de alimentos en trampas
mortales. " "
Y mientras esta larga y pesada carnicería
tiene lugar en la Franja de Gaza, el príncipe Faisal bin Farhan,
ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, tenía previsto
reunirse con Abu Mazen el domingo 1 de junio en Ramala, Cisjordania,
para hablar de lo que algún día debería convertirse en el
codiciado "Estado palestino". Durante más de cincuenta
años, ningún alto funcionario saudí ha puesto un pie en Palestina;
durante más de cincuenta años, Riad ha guardado silencio sobre toda
la tragedia del pueblo palestino. Al frente de una delegación árabe
compuesta por ministros de Asuntos Exteriores de Egipto, Jordania y
otros países de la Liga Árabe, el príncipe Faisal bin Farhan
pretendía lanzar una iniciativa con la que Arabia Saudí quiere
desempeñar un papel clave en la reconstrucción de las relaciones
interestatales entre los países árabes de la región e Israel,
jugando, como corresponde a los mercaderes más experimentados, sobre
varias mesas: la normalización de las relaciones con Israel según
los famosos Acuerdos de Abraham, interrumpidos debido al atentado
de Hamás del 7 de octubre de 2023 y a la respuesta extremadamente
violenta de Israel en la Franja de Gaza, pero que habían suavizado
las relaciones entre Israel y Bahréin, los Emiratos y Marruecos, y
que podrían reanudarse de nuevo entre Tel Aviv y Riad; la
reanudación de las relaciones con la ANP después de haberlas
abandonado, volviendo a poner la "causa palestina" en
primer plano, coincidiendo con la Francia de Macron con la que Riad
ha organizado una conferencia en la ONU para los días 17 a 20 de
junio precisamente para relanzar el reconocimiento del Estado
palestino. Asistimos así a un teatro más en el que la "causa
palestina" es utilizada, ahora por una potencia y ahora por la
otra, como palanca para imponer sus propios intereses de partición
en una zona sometida sistemáticamente a contrastes básicamente
irresolubles y en la que las potencias regionales Arabia Saudí,
Irán, Turquía y por supuesto Israel llevan al menos sesenta años
tratando de imponerse a los demás contendientes. Pero detrás de
ellos, o junto a ellos, están las potencias imperialistas históricas
y un imperialismo más joven, como China por ejemplo, igualmente
interesado no en la "causa palestina", sino en el petróleo
y las rutas comerciales que pasan por el Mar Rojo, el Canal de Suez y
el Golfo Pérsico. Esta visita a Ramala fue impedida por Israel y
obviamente... aplazada. Prueba de que el gran plan de Israel es
reducir la presencia de palestinos en la Franja y en Cisjordania al
mínimo histórico posible son los continuos asentamientos de colonos
en Cisjordania y, mañana, una vez terminado el exterminio en Gaza,
también en la Franja. No fue casualidad que la visita del saudí
Faisal bin Farhan a Ramala se materializara veinticuatro horas
después de que el gobierno de Netanyahu hubiera aprobado 22
asentamientos más en la Cisjordania ocupada, la mayor operación de
asentamiento en los territorios ocupados ilusoriamente destinados a
un Estado palestino...
La guerra en el Oriente Medio asolado por el
terremoto ha sido, es y será la situación normal porque hay
demasiados contrastes que se han acumulado y concentrado a lo largo
de cien años y más y que siguen generando nuevos contrastes; contra
esta situación de guerra permanente sólo la explosión de la lucha
de clases proletaria podrá aportar una respuesta histórica a la
continua carnicería con la que las burguesías regionales e
imperialistas intentan de vez en cuando imponer sus intereses
partidistas específicos. Una lucha de clases proletaria que puede
estallar en Egipto como en Siria, en Irán como en Turquía, en la
propia Arabia Saudí como en Líbano o en Irak o en la propia
Palestina, pero que podría tener la característica de extender el
fuego rápidamente por toda la región.
Desgraciadamente, y no a día de hoy, se sigue
negando por completo una salida a la opresión, las masacres y el
actual exterminio de los palestinos. Bajo la bandera del "derecho
de Israel a defenderse", la sanguinaria burguesía judía, en
nombre del "pueblo elegido de Dios", de un Dios que exige
obediencia total y al que se debe incluso el mayor sacrificio, el de
la vida humana; un "derecho de Israel a defenderse" que
justifica toda acción, incluso la más violenta e inhumana, pensada,
planeada y llevada a cabo contra cualquier otro pueblo pagano o
considerado enemigo. Esta antiquísima convicción religiosa, con la
que el "pueblo elegido de Dios" ha construido a lo largo
del tiempo, de generación en generación, un vínculo de solidaridad
muy estrecho entre todos sus miembros, pues estas comunidades judías,
expulsadas de los distintos países desde el Imperio Romano, les ha
ayudado a perdurar en el tiempo dedicándose al comercio y al
préstamo de dinero, convirtiéndose con el tiempo en usureros y
banqueros, ya que, para sobrevivir, no podían, por ley, poseer
propiedades y tierras; pero, al mismo tiempo, no fue suficiente para
protegerlos de las masacres y progroms que los azotaron a
partir de la Edad Media en Alemania, Inglaterra, Francia y, sobre
todo, Rusia. Un "pueblo elegido por Dios", pero perseguido
por muchos otros pueblos, cristianos sobre todo, que, en la infinita
hipocresía del catolicismo, el protestantismo y los cristianos
ortodoxos, dirigieron el descontento de las clases bajas hacia las
comunidades judías que, por sus características, eran fácilmente
identificables y encerradas en guetos.
Sin embargo, haber sido perseguidos durante
siglos no impidió que la mayoría de las comunidades judías se
enriquecieran a través del comercio y la usura, en un mundo en el
que las relaciones, violentas y menos violentas, entre los diferentes
pueblos se hicieron cada vez más intensas, poniendo de relieve la
necesidad del intercambio de productos y, La práctica mercantil y
usurera, reforzada y perfeccionada a lo largo de los siglos por los
judíos, los colocó en una posición de mayor privilegio social,
hasta el punto de convertirse en los principales exponentes del
capitalismo.
La ausencia de la lucha de clases en Israel, en
Europa, en América, en los países árabes de Oriente Medio, no
permite al proletariado palestino, y mucho menos a la población
palestina en general, contar con la única solidaridad concreta que
le ayudaría a reaccionar ante el exterminio, sacudiéndose las
sanguijuelas nacional-burguesas de Hamás, la ANP y todos los
diversos clanes y formaciones político-militares que en las últimas
décadas han representado no una "solución nacional y
democrática" al conflicto israelo-palestino sino la explotación
de la combatividad y la resistencia indomable de los proletarios
palestinos para afirmar sus propios intereses de clase burgueses, sus
propios privilegios, ahora con enfrentamientos armados contra Israel
y contra tal o cual Estado árabe que resultó ser tan represivo con
ellos como Israel, ahora con los compromisos más cobardes y cínicos
con las potencias dominantes representadas por Israel o los países
árabes, Estados Unidos o los Estados europeos.
La ofensiva más reciente de Israel contra la
población de Gaza, tras la falsa tregua acordada con Washington, ha
recibido el nombre de Carros de Gedeón. Todos los títulos
que Israel ha dado a sus guerras han tenido siempre un fuerte valor
simbólico. En este caso, la referencia es a la Biblia, en particular
al Libro de los Jueces y a las hazañas del juez Gedeón
(siglos XI-X a.C.), "elegido por Dios" para devolver la fe
en el Dios de Israel a los israelitas, que se habían apartado de los
mandamientos divinos y estaban oprimidos por pueblos paganos como los
madianitas y los amalecitas. Sus hazañas se resumen en la operación
de exterminio que Gedeón organizó con un ataque nocturno por
sorpresa contra el campamento de los madianitas; la sorpresa facilitó
la victoria de Gedeón y sus 300 guerreros; mató personalmente a los
príncipes capturados y ordenó el exterminio de la población de dos
aldeas, Succoth y Penuel, culpables de no haber apoyado a sus
soldados. Habiendo restablecido así la ley del Dios de Israel y el
control sobre el territorio habitado por los israelitas, el juez
Gedeón garantizó, según la Biblia, la paz durante cuarenta años.
Fue elevado, en el Nuevo Testamento, a ejemplo de fe para todos los
cristianos, una fe que imponía, de hecho, el exterminio de todos
aquellos que no se sometieran a la ley del Dios de Israel... y a la
ley del Dios de los cristianos...
¿Y qué es esto sino un exterminio organizado
hasta el más mínimo detalle, lo que viene ocurriendo en Gaza desde
el 8 de octubre de 2023, al día siguiente del ataque de Hamás a los
kibutzim israelíes fronterizos con Gaza? Un exterminio consumado con
el beneplácito de todos los Estados llamados civilizados, y del que
algún día darán cuenta ante el avance del movimiento
revolucionario proletario, que, impulsado por las contradicciones
cada vez más agudas y poderosas del capitalismo mundial, resurgirá
inevitablemente de sus cenizas.
5 de junio de 2025
Partido Comunista Internacional
the communist - le
prolétaire - el proletario - proletarian - programme communiste - el
programa comunista - communisti program - www.pcint.org
________
Notas:
Véase
https://contropiano.org/altro/2025/06/05/benefici-inconfessabili-la-compravendita-darmi-tra-la-spagna-e-israele-dopo-il-7-ottobre-0183806
Véase
htpps://www.avvenire.it/mondo/pagine/caos-aiuti-striscia, 31 de mayo
de 2025, sobre Yasser Abu Shabab, miembro de una poderosa familia de
Jan Yunis, en el sur de la Franja, que, de acuerdo con las fuerzas
israelíes, organizó los asaltos a cientos de camiones del Programa
Mundial de Alimentos de la ONU.