NOTAS PROVISIONALES EN TORNO A LA “ANÁRQUICA” REVUELTA DE MASAS QUE SACUDE A LA REGIÓN CHILENA
El
viernes 18 de octubre una salvaje revuelta estalló en la ciudad de
Santiago y al siguiente día ya se había expandido a prácticamente todas
las ciudades del país. El motivo aparente fue el alza del pasaje en la
locomoción colectiva de Santiago (en los buses de Red Metropolitana de
Movilidad y el Metro), pero en la raíz mostró un descontento total con
el modo de vida capitalista. Un enorme e incontrolado movimiento hizo de
esta manera su aparición histórica y como algunos/as compañero/as han
afirmado en varios panfletos repartidos en la revuelta: “ya nada volverá
a ser igual”.
Lo favorable del movimiento para la perspectiva antagonista
-Lo
primero que debemos destacar es la generalización espontánea del
movimiento y su crítica en los actos a la totalidad del modo de vida
capitalista-neoliberal: expropiación y repartición en masa de mercancías
de grandes capitalistas (supermercados, centros comerciales, farmacias,
bancos, etc.), destrucción de infraestructura estatal (comisarías,
edificios municipales, etc.), repudio masivo a los cuerpos represivos
del Estado en un contexto “democrático” (carabineros, policía de
investigaciones y milicos), y un esbozo intuitivo de crítica a la
totalidad de la mercantilización de todos los aspectos de la vida
cotidiana (no hay una “demanda” o “reivindicación” concreta, se quiere
“cambiar todo”).
-El rol dinamizador
que ha jugado y juega el proletariado juvenil, con su intransigencia
programática y combatividad subversiva a toda prueba.
-Las
protestas salvajes efectivamente constituyeron un daño cuantioso a la
propiedad privada de los grandes capitalistas de este país: este fue el
verdadero motivo de que el Estado pusiera los milicos en las calles.
Esto horrorizó a la clase dominante-capitalista.
-Otro
aspecto que nos ha llamado profundamente la atención es la
proliferación de núcleos que practican de manera extendida la violencia
ofensiva y la autodefensa contra las fuerzas represivas del Estado en
las manifestaciones –tanto en el “centro”, como en los barrios
periféricos-. Existe algo como “violencia proletaria de masas difusa”,
que se coordina de manera solidaria en medio de las barricadas, que hace
innecesaria –al menos, por ahora- cualquier tipo de especialización o
profesionalización de esta actividad por grupúsculos. Hasta el momento,
esto ha sido bastante efectivo.
-La
fractura del aislamiento y la incomunicación a que somos sometidos a
diario en este sistema que se manifiesta en: solidaridad espontánea de
clase y comunicación social por fuera de los roles previamente
prefabricados.
-A pesar del “Estado de
emergencia”, del toque de queda, y de los milicos en las calles, el
proletariado no ha tenido miedo y no ha abandonado la lucha pese a la
brutal represión que ha cobrado un número aún desconocido de
asesinados/as, torturados/as, desaparecidos/as y encarcelados/as. Al
momento de escribir estas líneas se ha anunciado en muchas regiones,
incluyendo la Región Metropolitana, el cese del toque de queda, por la
presión social del proletariado que no lo ha respetado en absoluto y que
manifiesta un odio visceral a los milicos.
-Pese
a todos los esfuerzos del Estado por volver a “cierta normalidad” y de
la difamación de los medios masivos de comunicación, ésta ha sido
imposible de restaurar, ya que nuestra clase a continuado protestando a
diario sin necesidad siquiera de “pedir permiso” para hacerlo –todas las
manifestaciones han sido “ilegales”-.
-La
realidad de la lucha ha desbordado los intentos de “espectacularizar”
la revuelta de la prensa: el proletariado a reconocido que la función
social-esencial de la prensa es distorsionar los hechos y montar un
relato afín a los intereses de la clase dominante –los/as periodistas
son los “voceros” del capital-.
-El
movimiento, en el contexto de la revuelta, se está dotando
–embrionariamente- de órganos de lucha con arraigo territorial, en base a
la conformación de asambleas autoorganizadas de vecinas y vecinos, que
se encuentran en diversos barrios y poblaciones construyendo desde abajo
una perspectiva anticapitalista que se contraponga a la precarización
de la vida. Consideramos estos espacios de asociatividad proletaria
estratégicos para conformar una comunidad de lucha, debido a que expresa
la necesidad de autoactividad por parte de los/as mismos/as
proletarios/as de manera autónoma a cualquier intervención externa a
ellos/as mismos/as.
-Un sector
importante del proletariado ha rechazado en bloque las propuestas de
“reformas” con las que el gobierno ha intentado apagar el fuego de la
revuelta: son consideradas migajas indignas, lo que tiene al Estado en
jaque, al menos, hasta el momento.
-No
existe ningún “sector político” capaz de autoproclamarse representante y
ente válido para dialogar con el gobierno: cuestión que tiene a la
burguesía desconcertada. Es una revuelta sin líderes. De ahí, “lo
anárquico” de este movimiento.
Las contradicciones y los límites que las minorías revolucionarias deben combatir en el seno del movimiento
-Durante
las megamarchas efectuadas el día viernes 25 de octubre, que solo en la
ciudad de Santiago convocaron según cifras oficiales a más de 1.500.000
manifestantes, se expresó masivamente un sentimiento de identificación
patriótica y de unidad nacional, en detrimento de una perspectiva de
clase del conflicto social. Ejemplo de esto fue la proliferación de
banderas chilenas –que habían estado ausentes- y un ambiente festivo y
pacifista que prevaleció durante toda la jornada, siendo esto valorado
por el mismo gobierno como una oportunidad que “abre caminos de futuro y
esperanza”.
-El titubeo que han
demostrado ciertos sectores organizados del movimiento obrero de
participar de la revuelta –por ejemplo, los mineros de la empresa
estatal CODELCO y los sindicatos pertenecientes a la Coordinadora
Nacional de Trabajadoras y Trabajadores NO+AFP-, con la digna excepción
de la Unión Portuaria de Chile (UPCH) y el gremio de la construcción
agrupado en el combativo sindicato SINTEC: lo que no ha estado exento de
contradicciones, límites y un desarrollo desigual dependiendo de la
ubicación geográfica.
-El eco que en
ciertos sectores sociales ha hecho el rumor esparcido por la prensa y el
gobierno de que existe una oleada de saqueos que tiene como objetivos
casas de particulares y pequeños negocios –los que han sido casos muy
particulares y poco numerosos-. Esto se ha expresado en el fenómeno de
los “chalecos amarillos”, vecinos/as organizados/as en cuadrillas que
defienden sus barrios de inexistentes saqueadores. Esto es peligroso
porque es caldo de cultivo para corrientes ultraderechistas-neofascistas
y porque enfrenta a proletarios/as contra proletarios/as.
-La
existencia de militantes de partidos tradicionales y de la “nueva
izquierda” –que es más de lo mismo- en las asambleas y cabildos
autoorganizados, que intentan cooptar y suplantar la autodirección del
movimiento para imponer sus posiciones y convertirse en interlocutores
válidos para negociar con el poder.
-A
pesar de los grandes saltos cualitativos que ha dado el movimiento en
su vasta extensión, no ha podido cuajar y consolidar una lectura
claramente de clase, debilidad que demuestra una gran tarea pendiente
que debe ser subsanada por la proyección del movimiento. Esto ha
significado, sobre todo desde las megamarchas, el resurgir de una
identificación como “clase media” de algunos sectores del proletariado
promovida por los partidos del orden y los medios masivos de
comunicación.
-La revuelta encontró a
las minorías revolucionarias desorganizadas y fragmentadas, lo que, sin
embargo, no significó que participaran de inmediato en el movimiento,
intentando brindar orientaciones por medio de los actos y la propaganda,
a pesar de sus limitados medios. La izquierda y el leninismo en general
no se quisieron mezclar con los incontrolados, se desmarcaron de la
revuelta, e incluso sus sectores más tradicionales condenaron los
saqueos a grandes empresas, y tardaron al menos tres días en demostrar
su presencia en las calles. Esto pone de manifiesto la necesidad de
constituir un movimiento abiertamente anticapitalista que agrupe a los
sectores más radicales de la clase.
Perspectivas provisionales
Pese
a lo que ocurra en el desenlace de esta gran coyuntura, es claro que se
ha producido una ruptura irreversible, una grieta, que marca un cambio
de época para nuestra clase en esta región. Lo que han vivido en estos
días miles y miles de proletarios/as sin previa experiencia de lucha,
difícilmente podrá ser borrado de la memoria combativa de nuestra clase.
Esta revuelta ha brindado una oportunidad única que no debe ser
desaprovechada: ha quedado claro que solo luchando se imponen las
reivindicaciones y las mejoras concretas en las condiciones de vida del
proletariado. Nos hemos dado cuenta de nuestra propia fuerza. La
revuelta generalizada, anuncia la posibilidad latente de un cambio
revolucionario posible, de la reconciliación de la especie humana
consigo misma y su entorno natural, a pesar del previo desprecio que
manifestaban sectores del entorno subversivo de nuestra región –con
discursos del tipo “humano=plaga” o que el “pueblo está muerto”-. El
proletariado no ha muerto, no somos solo capital variable, tenemos un
enorme papel que desempeñar para liquidar este mundo capitalista y ha
quedado demostrado en la práctica. Por ahora, la lucha continúa en la
calle y en las asambleas contra el pacto social que nos quieren imponer y
la recuperación reformista. Esta revuelta cuestionó intuitivamente los
cimientos de la estructura social capitalista y eso no se podrá borrar
de la memoria histórica. Nosotros/as vamos más allá, vamos hacia la
vida.
Algun@s Proletari@s en lucha de la Región chilena
Mañana del sábado 26 de octubre – Primavera subversiva del 2019