COMUNICACIÓN desde Ecuador por el 1º de mayo:
«La autoabolición del proletariado como el fin del mundo capitalista (o porqué la revuelta actual no se transforma en revolución)»
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Es un pequeño aporte más para nuestro arsenal teórico revolucionario en estos tiempos de agudización de la catástrofe capitalista global, de la cual el coronavirus es sólo una fase y un aspecto, y donde la única alternativa radical e inexorable que nos queda como humanidad proletarizada es: comunismo o extinción.
Agradezco de antemano la difusión y discusión de este material entre sus contactos y sus redes. Asimismo, todo comentario, observación o crítica compañera será bienvenida para mejorar este aporte de mi parte y, sobre todo, para seguir afilando nuestras comunes armas de la teoría-práctica
revolucionaria para las presentes y futuras generaciones que harán -o no- la revolución comunista y anárquica mundial.
Contenido:
- La contradicción fundamental de la revuelta proletaria actual
- La autoalienación y autodestrucción del proletariado como clase del Capital
- La autoabolición del proletariado como la clave de la revolución comunista y el comunismo como movimiento real y contradictorio
- Comunismo o extinción
- Posdata “pesimista” revolucionaria en tiempo de coronavirus
Extracto:
En todo el mundo estalla la revuelta*, pero en todo el mundo falta la revolución. ¿Por qué? A continuación, una respuesta tentativa pero contundente.
La razón coyuntural es porque esta sociedad de clases recién está saliendo de un periodo histórico contrarrevolucionario (aproximadamente desde la década de 1980) y entrando a un periodo histórico de ascenso e intensificación de la lucha del proletariado mundial contra el Capital-Estado mundial (2008-2013 y 2019-202?). Lo cual, a su vez, recién está empezando a alterar la correlación de fuerzas y las condiciones para una posible situación revolucionaria, en vista de que la revuelta proletaria ha hecho temblar a la burguesía y sus gobiernos, pero todavía no los ha derrotado ni enviado al basurero de la historia.
Como dicen los compañeros del grupo Barbaria, este es un «periodo bisagra» que hay verlo no como una fotografía sino como una película que contiene flujos (revueltas), reflujos (vueltas a la normalidad), nuevos flujos y un final abierto. Un periodo histórico que transita entre la
contrarrevolución y una posible situación revolucionaria a nivel mundial; para la cual, sin embargo, todavía falta mucho.
La razón estructural o de fondo es porque el proletariado todavía no es una clase revolucionaria, a pesar de que hoy en día la crisis capitalista sea más generalizada y grave que nunca antes, y de que la
actual oleada mundial de revueltas de los explotados y oprimidos sea un embrión y un jalón hacia delante de la revolución social o, al menos, de su necesidad y su posibilidad. Con mayor o menor grado de autonomía organizativa y de violencia callejera, la clase proletaria hoy en día
está luchando contra el orden capitalista en casi todas partes, pero eso no es suficiente: en última instancia, el proletariado es revolucionario o no es nada, y sólo es revolucionario cuando lucha, no por “una vida digna y justa” como clase trabajadora, sino por dejar de serlo. Sí, el proletariado sólo es revolucionario cuando lucha por dejar de ser proletariado, esto es cuando lucha por su autoabolición. De lo cual hay ciertos síntomas y elementos en algunas luchas actuales (ej. luchas no por más trabajo y más Estado sino por otra vida, aunque parezcan luchas “suicidas”), pero todavía falta mucho para ello, porque en su mayoría los proletarios se siguen reproduciendo como clase del trabajo y, por
tanto, como clase del Capital, y siguen interlocutando con el Estado sus demandas de tal reproducción. Hoy por hoy, entonces, la clase trabajadora mundial fluye y refluye entre ser clase explotada y ser clase revolucionaria. Esta es la contradicción fundamental todavía irresuelta de la revuelta proletaria en la actualidad y, por lo tanto, la razón principal por la cual no se transforma en revolución social.
[...]
Sí, la revuelta no es revolución. La intermitente reemergencia del proletariado mundial, y sus acciones autónomas y violentas contra las fuerzas represivas (de lo que también se hace espectáculo e ilusión, ej. la romantización de “la primera línea”), no son revolución. Pero “el Estado socialista de transición” y “la autogestión obrera desde abajo” tampoco son revolución (nunca lo fueron). La clave de la revolución social es la autoabolición del proletariado, que va de la mano con la abolición del valor, porque estas son las raíces o los cimientos del capitalismo, entendido como la dictadura social del valor valorizándose a costa de la humanidad proletarizada y la naturaleza.
*2019 e inicios del 2020, antes del coronavirus.
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Segunda Parte: «Sobre activismo, teoría, individuo y organización revolucionaria. Un debate imaginario entre algunos compañeros»
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Contenido:
1. Bordiga (Activismo. Italia, 1952)
2. Camatte-Collu (Sobre la organización. Francia-Italia, 1972)
3. Santini (Apocalipsis y sobrevivencia. Dos puntos de vista opuestos sobre la organización. Italia, 1994)
4. Comunización (Introducción del traductor a Apocalipsis y sobrevivencia. Chile, 2010)
5. Dauvé (La militancia en el siglo XXI. Francia, 2014)
6. Un proletario revolucionario después de participar en una revuelta de masas y de volver a la normalidad capitalista, en tiempo de crisis económica y sanitaria (Ecuador, marzo-abril 2020)
Extracto:
El proceso histórico, social e impersonal de la revolución es el que produce individuos revolucionarios que se asocian libremente para actuar como tales, y viceversa. De eso se trata, entre otras cosas, «la producción comunista de comunismo» (Théorie Communiste, 2011) a través
de comunidades de lucha y de vida reales; es decir, a través de comunidades espontáneas, impuras, imperfectas, limitadas y contradictorias de proletarios/as que luchan por sus necesidades vitales
inmediatas al mismo tiempo que por su propia liberación y abolición como clase social (los proletarios comunistas luchamos por nuestra propia abolición, como bien decía Gorter), y por la abolición del Capital y el Estado. De eso se trata, también, romper y superar el aislamiento o la
atomización social capitalista y, al mismo tiempo, esforzarse por ser la crítica y superación práctica de los «rackets», grupúsculos, pandillas o mafias políticas de izquierda que compiten entre sí por cuotas de poder dentro de la sociedad burguesa y su Estado –razón por la cual, no son
revolucionarios sino contrarrevolucionarios.
¿Contradictorio? Sí: mejor dicho, dialéctico, porque el proletariado es la contradicción viviente y sólo es revolucionario cuando lucha por dejar de ser clase explotada y oprimida. Por eso es una clase-anticlase.
La revolución es la resolución positiva de esta contradicción en movimiento. Criticando y superando en dicho movimiento todas las separaciones que le ha impuesto el Capital; en este caso, la separación
entre individuo y comunidad, y entre teoría y práctica; y, por lo tanto, criticando y superando los falsos y típicos debates izquierdistas al respecto: activismo-teoricismo (o pragmatismo-intelectualismo), subjetivismo-objetivismo e individualismo-colectivismo. Aun así, sigue
siendo contradictorio o dialéctico, porque es una realidad viva, en constante movimiento y, por lo tanto, en constante autotransformación.
Lo mismo aplica, histórica y lógicamente, para la organización-antiorganización revolucionaria: sólo ha sido, es y será tal si cuestiona y transforma las relaciones sociales y las formas de vida y de pensamiento capitalistas que contiene y que la contienen (lo cual sin duda incluye a las formas de opresión machista, racista, nacionalista, etc., en su propio seno); si realiza la crítica radical
(teórica y práctica) de todos los aspectos del mundo capitalista; si subvierte el estado de cosas actual y produce de manera autónoma y consciente las condiciones y las armas (prácticas y teóricas) de su
propia liberación; si prefigura en actos la comunidad humana real de individuos libremente asociados y combate por la revolución comunista; si lucha por abolirse a sí misma en tanto que organización separada de la clase, aboliendo las condiciones capitalistas que la han producido como tal; en una palabra: si contribuye realmente a la autoliberación y la autoabolición reales del proletariado en tanto clase explotada, oprimida y alienada por el Capital y el Estado.
Todo esto –como ya se dijo y vale dejarlo claro– no al antojo sino en determinadas condiciones, principalmente en situaciones de crisis revolucionaria producidas o no por la misma lucha de clases, así como también en la vida cotidiana en la medida de lo posible. Y –como también ya se dijo y vale dejarlo claro– no de manera pura y sin contradicciones, porque cuando un movimiento es real es impuro y contradictorio, y lo que lo hace revolucionario, entonces, es asumir, sostener y tensionar esas contradicciones capitalistas para suprimirlas y superarlas todas de raíz.
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Decir finalmente que no es coincidencia pero sí gesto simbólico el envío de este correo proletario con fecha 1° de Mayo: como sabemos, hoy no es "el día del trabajo" ni "el día del trabajador" sino la fecha histórica y mundial de la lucha del proletariado contra el trabajo asalariado hasta su abolición revolucionaria. Porque la clase trabajadora sólo es revolucionaria cuando lucha por la abolición del trabajo y la sociedad de clases, que es lo mismo que decir que el proletariado sólo es revolucionario cuando lucha por su autoabolición. Sólo entonces el trabajo podrá ser sustituido por la creación libre y cooperativa, y el proletariado por la comunidad humana no perfecta pero sí real.
¡Salud y Revolución Social Mundial!
Pantera
Quito-Ecuador
1° de Mayo de 2020