Protestas de la Generación Z:
No será la "juventud" la que derrocará al capitalismo,
sino el proletariado unido tras su partido de clase.
Desde el otoño de 2025, el cliché mediático de la
"Revolución de la Generación Z" ha seguido ganando
terreno, impulsado por las múltiples revueltas que, de Nepal a
Marruecos, de Madagascar a Indonesia, de Perú a Kenia, están
sacudiendo los pilares podridos de las sociedades burguesas
"periféricas", relativamente jóvenes en su trayectoria
histórica, y cuyos medios de control democrático distan, en
consecuencia, de igualar el poder mistificador de sus predecesores.
Tanto es así que en Nepal y Madagascar, al igual que en Bangladesh
en el verano de 2024, estas revueltas han logrado derrocar a los
gobiernos en el poder, no sin contar con el apoyo del ejército, que
sigue siendo el verdadero amo del juego. La multiplicación de las
revueltas y la radicalidad de los medios de acción, con frecuentes
luchas insurreccionales contra las fuerzas policiales y la quema de
edificios que simbolizan el odiado poder, han llevado a ciertos
grupos de la llamada extrema izquierda (1), nunca los últimos en
términos del oportunismo burgués, a afirmar que estas revueltas
serían la última encarnación de la revolución socialista mundial.
Aunque afirman convocarla, en realidad están haciendo todo lo
posible por multiplicar los obstáculos en el largo camino que
permitirá al proletariado, guiado por su partido de clase,
reconectarse con su lucha histórica, cuya culminación es la toma
violenta del poder político y la destrucción, mediante medidas
despóticas, del Estado y la sociedad burgueses. Por ilusorias que
sean las perspectivas de una victoria inmediata de estas revueltas,
que, en el mejor de los casos, solo pueden conducir a un cambio de
liderazgo, su "viralidad" – para usar un término de moda
entre los "especialistas" digitales – y la facilidad con
la que los medios de acción, las consignas y los símbolos circulan
por todo el planeta exigen que los marxistas no permanezcan
indiferentes ante ellos, sino que los examinen con el arma de la
crítica.
Sri Lanka, Bangladesh, Indonesia, Nepal, Perú,
Marruecos, Madagascar:
Un panorama de las "revueltas juveniles"
Según el periódico Le Monde, las llamadas "revueltas
de la Generación Z" comenzaron en 2022 antes de experimentar
una notable intensificación en el otoño de 2025 (2). Su primera
victoria se logró en Sri Lanka, donde, ante la mala gestión
económica y la corrupción del gobierno de Rajapaksa, la crisis
económica y la inflación, los cortes de electricidad diarios y la
escasez de bienes esenciales, decenas de miles de manifestantes, tras
varios meses de protestas, obligaron al presidente Rajapaksa a
exiliarse, tras haber ocupado previamente el palacio presidencial.
Estas manifestaciones interclasistas, con una fuerte presencia
juvenil, y cuyas reivindicaciones, inicialmente generales y que
afectaban a las condiciones de vida y de trabajo, acabaron
centrándose en consignas democráticas, iniciaron un patrón clásico
que posteriormente se replicaría de forma casi idéntica en muchos
países.
Así, en el verano de 2024 en Bangladesh, decenas de
miles de estudiantes se embarcaron en una serie de manifestaciones
masivas tras la decisión de la primera ministra Sheikh Hasina de
aumentar las cuotas en la función pública para los miembros de
familias que habían participado en la lucha por la independencia de
la Liga Awami (3), minorías religiosas o étnicas, distritos
subrerrepresentados o grupos con discapacidad. Esta medida fue
denunciada por los estudiantes como una muestra del nepotismo y la
competencia que caracterizan al gobierno bangladesí; fue aún más
controvertida porque constituía un obstáculo para el acceso a la
función pública, la única oportunidad profesional ofrecida a estos
jóvenes de clase media, como en muchos países pobres donde los
Estados tradicionalmente tienen grandes dificultades para
proporcionar a los jóvenes graduados empleos acordes a su nivel de
calificación. Al igual que en Sri Lanka, las movilizaciones
derivaron en disturbios, obligando al ejército a intervenir para
evitar la intensificación del desorden y la anarquía, un temor
tradicional de cualquier régimen burgués cuya estabilidad depende
más del garrote de la represión que de la zanahoria de la
democracia. Los militares sacrificaron entonces acríticamente a la
primera ministra Hasina, personificación de esta clase política
despreciada por los jóvenes, y rescataron del retiro al icono de la
pequeña burguesía internacional, el economista y ex Premio Nobel de
la Paz Muhammad Yunus, satisfaciendo así a los manifestantes.
Desde
finales del verano de 2025, hemos asistido a una aceleración de esta
dinámica a escala global. En Indonesia, el aumento de los impuestos
sobre la tierra y la propiedad, junto con el retirado de las ayudas a
la vivienda para los parlamentarios desencadenó una serie de
protestas que congregaron hasta 100.000 manifestantes. La violenta
represión de las manifestaciones, que costó la vida a unas diez
personas, incluido un mototaxista, radicalizó el movimiento, hasta
el punto de que se incendiaron las viviendas de varios parlamentarios
y un parlamento regional, lo que obligó al gobierno a abandonar la
subida de impuestos.
Unas semanas más tarde, Nepal se
enfrentó a un movimiento similar tras la decisión del gobierno
"comunista" de prohibir las redes sociales, a pesar de que
el proletariado nepalí incluye a casi 2 millones de inmigrantes (de
una población de 30 millones), lo que rompió los vínculos entre
los que sustentaban a sus familias y sus seres queridos en su país.
Como en casos anteriores, el recrudecimiento de la represión
contribuyó al endurecimiento de las protestas, que derivaron en
disturbios hasta llegar al incendio del edificio del Parlamento. Una
vez más, el ejército tomó la iniciativa al organizar un cambio de
gobierno y confiar el poder ejecutivo al expresidente del Tribunal
Supremo, Sushila Karki.
A finales de septiembre, la llamada
"Generación Z" de Madagascar comenzó a movilizarse con
reivindicaciones tanto socioeconómicas como políticas: contra los
cortes de agua y electricidad; el fin del deterioro de los servicios
públicos debido a la falta de inversión; el fin de la corrupción y
el abuso de poder, etc. La decisión, ahora rutinaria, del gobierno
de Rajoelina de recurrir a la fuerza para reprimir el movimiento, con
el coste de una veintena de muertos y cientos de heridos, fue tan
ineficaz como en los ejemplos anteriores. Aunque consciente de la
necesidad de contar con el ejército, la única fuerza de estabilidad
del país, lo que explica su decisión de nombrar a un militar,
Ruphin Zafisambo, como nuevo primer ministro, Rajoelina se vio
obligado a huir, beneficiándose en estas circunstancias de la ayuda
del imperialismo francés. De hecho, se enfrentó a la decisión de
una parte del ejército de apoyar a los manifestantes y al motín del
CAPSAT, cuyo comandante, Michaël Randrianirina, se autoproclamó
presidente de transición, antes de ser investido oficialmente por el
Tribunal Constitucional. Una vez más, el ejemplo malgache demuestra
que las claves de la situación siguen en manos del ejército y, por
lo tanto, del orden burgués (4).
Actualmente, estos
movimientos continúan en Marruecos, donde los manifestantes, en su
mayoría jóvenes y a menudo pertenecientes a la clase trabajadora,
protestan contra las desastrosas condiciones económicas y sociales y
se enfrentan a una represión masiva por parte del gobierno y el
poder real, que recurre al encarcelamiento arbitrario de
manifestantes (5). Este también es el caso en Perú, donde los
jóvenes se movilizan contra la corrupción endémica de la clase
política y el aumento de la inseguridad, especialmente en los
barrios más populares de Lima. Tomando la iniciativa, la burguesía
peruana prefirió sacrificar a su títere actual destituyendo a la
impopular presidenta Dina Boluarte, elegida en una fórmula de
extrema izquierda junto al expresidente Pedro Castillo, a quien
posteriormente traicionó, para calmar a los manifestantes sin tener
que abordar las principales demandas.
A partir de esta breve
crónica, que también podría haber evocado movimientos similares
ocurridos en Kenia en mayo-junio de 2024 contra la Ley de Finanzas;
en Ecuador en septiembre-octubre de 2025, tras la eliminación de los
subsidios a los combustibles; o en Filipinas el pasado septiembre
contra la corrupción, en particular en torno a los proyectos de
control de inundaciones, es posible destacar una serie de
características comunes que permiten a los revolucionarios navegar
por situaciones aparentemente diversas y singulares, evitando así la
trampa de la inmediatez característica de los "análisis"
de la pseudo-extrema izquierda.
Un análisis marxista y clasista de la "juventud"
Mientras que los medios de comunicación y el pensamiento burgués ven individuos o masas indistintas, como la famosa "Generación Z", que se refiere a las personas nacidas entre 1997 y 2012 y familiarizadas desde su nacimiento con el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, los marxistas, por el contrario, ven fuerzas sociales con intereses antagónicos, a las que llamamos clases. La "juventud" no es una clase social; está dividida por límites de clase, al igual que los "adultos". Ciertamente, se distingue del resto de la población por una mayor propensión a la movilización y un mayor radicalismo aparente. Esto explica por qué, históricamente, las organizaciones juveniles de los partidos socialistas o comunistas a menudo entre sus miembros se contaban elementos particularmente avanzados, como Karl Liebknecht en Alemania, Amadeo Bordiga en Italia, y muchos de los futuros líderes de la Tercera Internacional. Esto se aplica aún más a los estudiantes, quienes suelen ser los primeros en sumarse a la lucha en tiempos de crisis e inestabilidad, hasta el punto de considerarse una verdadera vanguardia. Esto es precisamente lo que León Trotsky ya destacó durante la caída de la monarquía española, que estaba a punto de dar a luz a la Segunda República: «Cuando la burguesía renuncia consciente y obstinadamente a resolver los problemas que se derivan de la crisis de la sociedad burguesa, cuando el proletariado no está aún presto para asumir esta tarea, son los estudiantes los que ocupan el proscenio. En el desarrollo de la primera revolución rusa, hemos observado este fenómeno más de una vez; este fenómeno siempre ha tenido para nosotros una significación enorme y sistomática. Esta actividad revolucionaria o semirrevolucionaria, significa que la sociedad buruesa atraviesa una crisis profunda. La juventud pequeñoburguesa, sintiendo que una fuerza explosiva se acumula en las masas, tiende a encontrar a su manera la salida de ese atolladero y a impulsar más adelante el desarrollo político ». (6)
La ausencia del proletariado como clase, manifestada en particular
por la ausencia de su partido, abre así el camino a la juventud
pequeñoburguesa, que puede imponer sus métodos de acción y, sobre
todo, sus reivindicaciones. En casi todos los países que se
enfrentan a tales manifestaciones, pertenecientes a la periferia del
capitalismo global, son esencialmente los jóvenes de la pequeña
burguesía y la burguesía quienes tienen acceso a estudios
universitarios; se encuentran ante la brecha entre, por un lado, sus
aspiraciones profesionales vinculadas a sus cualificaciones y, por
otro, las limitadas oportunidades de estas sociedades burguesas para
ofrecerles empleos acordes a sus aspiraciones. En consecuencia, esta
juventud se enfrenta al peligro de la proletarización, que busca
evitar a toda costa; de ahí su insistencia en la lucha contra el
nepotismo y la corrupción de las élites políticas y económicas
que obstaculizan las ya de por sí estrechas vías para acceder a
puestos de responsabilidad en la sociedad burguesa. Por lo tanto, no
sorprende en absoluto encontrar, entre las figuras que emergen de
estas luchas como líderes o portavoces, a muchos jóvenes de origen
burgués.
Esto resulta particularmente evidente en Madagascar,
donde los principales líderes del movimiento pertenecen a la
burguesía ilustrada, e incluso se incluye en sus filas al hijo de un
ministro (!) (7).
Estos individuos, debido a su mejor comprensión
de los mecanismos políticos y a una mayor disposición para
organizarse y utilizar las redes sociales, se sitúan lógicamente al
frente de los manifestantes que, en su mayoría, están marginados y
condenados a empleos precarios, y que, por consiguiente, pertenecen
al proletariado. De este modo, logran englobar las demandas sociales
y económicas del proletariado o las masas empobrecidas dentro de
reivindicaciones de carácter democrático e interclasista, con la
única consecuencia de relegar a un segundo plano las causas
originales de la ira.
Demandas económicas y sociales que movilizan al
proletariado...
En la gran mayoría de los casos, con la excepción de
Bangladesh y, en menor medida, Nepal, estos movimientos se originan
en una auténtica ira social. Es a raíz de la crisis económica, las
precarias condiciones de vida y de trabajo, los servicios públicos
obsoletos y el creciente coste de la vida debido a las políticas
antisociales de los gobiernos, que los jóvenes marginados del
proletariado o de las clases medias proletarizadas se alzan en armas.
Si bien la chispa suele ser una decisión particularmente criticada
por las autoridades burguesas, estas luchas son con frecuencia la
expresión espontánea y brutal de un descontento social subyacente
que ha crecido a lo largo de los años, o incluso, en algunos casos,
de décadas.
Además, estas luchas simultáneas a escala
global no pueden comprenderse sin situarlas primero en la trayectoria
económica del capitalismo contemporáneo. Para salir del período de
crisis que comenzó en 2007-2008 con la Gran Recesión, todos los
estados burgueses se vieron obligados a intensificar los ataques
contra la clase trabajadora para que el aumento de la explotación
pudiera volver a hacer rentable la producción. Como ya indicamos en
nuestro texto sobre Marruecos, «'el
retorno a la normalidad'»
(normal e inevitable hasta la próxima crisis) recayó sobre los
hombros de los asalariados, pero también de los pequeños
agricultores y otros, aplastados por la implacable competencia
internacional que los redujo a una situación dramática. (8)
Hoy, presenciamos una vez más los inicios de una nueva crisis, tanto
más violenta por haberse retrasado debido a una serie de remedios
temporales e ineficaces a largo plazo, con nuevos ataques que se
avecinan contra el proletariado mundial. Los jóvenes proletarios se
enfrentan, pues, a un futuro donde las únicas perspectivas
concebibles son ataques contra los trabajadores, catástrofes
climáticas –particularmente violentas en un país como Bangladesh,
por ejemplo (9) – y una Tercera Guerra Mundial cuya ocurrencia se
vuelve cada día más segura. El principal problema es que estas
demandas, generosas pero confusas,
Pero que pueden fácilmente, en ausencia de organizaciones de clase,
confundirse con otras demandas explícitamente democráticas, es decir, burguesas...
Por lo tanto, no sorprende que en todos estos países las
manifestaciones se hayan orientado hacia consignas interclasistas: la
lucha contra la corrupción, el cambio de gobierno o más políticas
sociales para fortalecer los servicios públicos. Este predominio de
las demandas democráticas se explica por la conjunción de dos
factores que se retroalimentan simultáneamente: por un lado, los
proletarios que, debido a más de un siglo de contrarrevolución, no
se reconocen como tales y se consideran más bien ciudadanos; por
otro lado, la posición dominante que ocupan elementos de la pequeña
burguesía ilustrada en estos movimientos, para los que actúan como
portavoces. A pesar de todas sus generosas intenciones,
inevitablemente arrastran consigo los prejuicios e ilusiones de su
clase de origen. Atrapados entre la burguesía y el proletariado, se
creen superiores a las clases. Desde entonces, se convencieron de que
representaban los intereses de todo el pueblo contra una oligarquía
corrupta que debía ser derrocada, más o menos pacíficamente – el
grado de violencia es irrelevante aquí – para que pudieran volver
a funcionar procesos democráticos libres.
Karl Marx escribió
páginas magistrales sobre el papel igualmente perjudicial y
quijotesco de la pequeña burguesía en los movimientos populares, en
su obra sobre El Dieciocho Brumario de Luis Napoleón Bonaparte,
y aunque este texto tiene casi 175 años de antigüedad, tiene la
misma importancia para nosotros, dogmáticos empedernidos, que si se
hubiera escrito hoy. Así, criticando a los montañeses de 1848,
aquellos románticos “socialistas” que afirmaban representar los
intereses de todo el pueblo y que fracasaron estrepitosamente en su
lucha contra el príncipe-presidente Luis Napoleón, Marx escribió:
“Ningún partido exagera más sus medios que el partido
demócrata. Ninguno se engaña más sobre la realidad. [...] El
demócrata, al representar a la pequeña burguesía y, por
consiguiente, a una clase intermedia en la que
se diluyen los intereses de las dos clases opuestas, se cree por
encima de los antagonismos de clase. Los demócratas reconocen que se
enfrentan a una clase privilegiada, pero ellos, junto con el resto de
la nación, constituyen el pueblo. Lo que
representan es el derecho del pueblo; lo que les
interesa es el interés del pueblo”. Por lo
tanto, antes de iniciar una lucha, no necesitan examinar los
intereses y las posiciones de las diferentes clases. No necesitan
sopesar meticulosamente sus propios recursos. Solo necesitan dar la
señal al pueblo para que se lance con todos sus inagotables recursos
contra sus opresores. Pero si, en la práctica,
sus intereses resultan inútiles, y si su poder demuestra ser
impotente, la culpa recae o bien en los sofistas criminales que
dividen al pueblo indivisible en varios bandos enemigos, o bien en el
ejército, que es demasiado estúpido o demasiado ciego como para
considerar los objetivos de la democracia como su propio bien, o
quizás un detalle de la ejecución haya provocado el fracaso, o
finalmente, un acontecimiento imprevisto les haya hecho comprender la
situación esta vez. En cualquier caso, el demócrata emerge de la
derrota más vergonzosa tan puro como era inocente al entrar en la
lucha, con la nueva convicción de que debe vencer, no porque él y
su partido tengan que abandonar su antiguo punto de vista, sino
porque, al contrario, las condiciones tendrán que madurar. (10)
El pequeño burgués se presenta así como un eterno incauto,
engañándose a sí mismo con sus ilusiones, pero, aún más grave,
arrastrando consigo al proletariado. De este modo, sus exigencias de
buen gobierno dependen, en última instancia, no de su propia fuerza,
sino más bien de la más o menos buena voluntad del único actor que
tiene la llave de la situación en estos países periféricos con sus
fundamentos precarios: el ejército.
El papel central del ejército en los países
periféricos
En efecto, se observa que en en la mayoría de los países
que enfrentan las “revueltas de la Generación Z”, fue la
intervención del ejército la que puso fin a los movimientos de
protesta. Este es el caso de Bangladesh y Nepal, donde el ejército,
reconociendo la debilidad de la base sobre la que se erigía el poder
existente, tomó la iniciativa al elegir la composición del nuevo
gobierno antes de ceder oficialmente el poder al civil. En realidad,
tras la fachada de un gobierno civil de tecnócratas carentes de
auténtica legitimidad, es el ejército quien ostenta el poder real.
Esta dinámica resulta aún más evidente en Madagascar, donde el
apoyo de una facción del ejército al movimiento y al motín de
CAPSAT condujo a la salida de Rajoelina y al establecimiento de un
gobierno militar de transición.
Este papel político
fundamental del ejército distingue a los países periféricos de las
naciones imperialistas ricas, donde la tradición del opio
democrático se ha cimentado sobre siglos de experiencia. Por el
contrario, en los países periféricos, la mayoría de los cuales
obtuvieron su independencia formal tras la Segunda Guerra Mundial,
fue casi de inmediato el ejército quien tomó el poder para poner
fin a las luchas fratricidas entre clanes burgueses y encarnar el
interés general... burgués, por supuesto. Solo él tenía la fuerza
suficiente para disciplinar a las diversas facciones burguesas, al
mismo tiempo que a las masas pequeñoburguesas y proletarias que, en
algunos casos, habían librado una lucha insurgente para derrocar la
dominación colonial. En estos países donde las tradiciones
democráticas no están arraigadas, donde los golpes de Estado y las
elecciones manifiestamente amañadas son legionarias, deslegitimando
el mito democrático, solo la fuerza organizada, es decir, el
ejército, es capaz de garantizar la estabilidad del país y mantener
el orden burgués. Como Ferdinand Lassalle, por una vez con
precisión, explicó en "¿Qué es una Constitución?":
"El ejército [...] está organizado,
reunido en todo momento, perfectamente
disciplinado y listo para intervenir en cualquier instante; en
cambio, la fuerza dentro de la nación, aunque infinitamente mayor,
no está organizada; la voluntad de la nación, y especialmente el
grado de resolución que esta voluntad ha alcanzado, no siempre es
fácilmente evaluable por sus miembros; nadie sabe con exactitud
cuántos camaradas encontraría. Además, la nación carece de esos
instrumentos de fuerza organizada, esos fundamentos cruciales de una
Constitución que ya hemos analizado: los cañones."
(11) Esta lección, clarísima para un marxista, jamás será
comprendida por un pequeño burgués. Esto es lo que lo condena
eternamente a la impotencia, y al proletariado con él, hasta que
encuentre la fuerza para reconectar con su trayectoria histórica y
fijarse objetivos genuinos. Antes de lograr su emancipación, el
proletariado debe recorrer un largo camino para redescubrir sus
tradiciones, sus formas de organización; en resumen, su partido de
clase internacionalista e internacional, que, una vez reconstituido,
podrá guiarlo hacia la victoria final sobre la burguesía. Las
luchas actuales de la llamada «Generación Z» son expresiones de
ira social; sin embargo, aún están lejos de una verdadera lucha
revolucionaria. Si bien son un síntoma de la futura reanudación de
la lucha de clases proletaria, solo podrían contribuir
verdaderamente a ella si el proletariado, aprovechando el
debilitamiento del orden burgués, encontrara la fuerza para entrar
en lucha por sus propios intereses inmediatos. Esto constituiría un
paso importante hacia su reorganización de clase, acercándolo al
tiempo de la verdadera revolución que Bordiga, contra el oportunismo
que veía en el movimiento estudiantil un nuevo sujeto
revolucionario, definió como «plurinacional, de partido único y
de clase única, es decir, sobre todo, sin la peor podredumbre
interclasista: la de la llamada juventud estudiantil» (12).
Partido Comunista Internacional - www.pcint.org
Véase, por ejemplo, la Internacional Comunista Revolucionaria (sic), cuyo periódico británico, The Communist, publicó el titular “Únete a la revolución de la Generación Z” y afirmó: “Desde Bangladesh hasta Gran Bretaña, la Generación Z le está dando la espalda al capitalismo y abrazando la revolución y el comunismo”. https://communist.red/wp-content/uploads/2025/09/Digital-The-Communist-Issue-35.pdf https://communist.red/generation-
revolution-fight-for-your-future-join-the-communists/
(2) “La Generación Z de Asia se rebela contra las élites políticas arraigadas”, Le Monde, 29 de septiembre de 2025: https://www.lemonde.fr/en/international/article/2025/09/29/asia-s-gen-z-rises-up-against-entrenched-political-elites_6745909_4.html
(3) La Liga Awami es la organización que históricamente lideró la lucha por la independencia de Bangladesh de Pakistán, país que estaba gobernado por la Liga musulmana. En el poder de forma continua entre 2009 y 2024, bajo el liderazgo de Sheikh Hasina, hija del fundador de Bangladesh, Sheikh Mujibur Rahman, el partido se distingue por su alto grado de corrupción y su feroz represión de toda disidencia.
(4) Véase nuestra toma de posición «Explosión social en Madagascar», del 7 de octubre de 2025.
(5) Véase nuestro toma de posición «Revueltas en Marruecos. El descontento popular choca con la represión del régimen de Mohammed VI», del 2 de octubre de 2025.
(6) León Trotsky, «Las tareas de los comunistas en España. Carta a Contra la Corriente», 25 de mayo de 1930.(7) «En Madagascar, la Generación Z se niega a que les roben su victoria», Le Monde, 16 de octubre de 2025.
(8) «Revueltas en Marruecos», artículo citado.
(9) En 2022, Bangladesh sufrió una serie de inundaciones que afectaron la vida de millones de personas, causaron decenas de heridos y desplazaron a cientos de miles.
(10) Karl Marx, « El dieciocho Brumario de Luis Napoleón Bonaparte », 1851. Énfasis añadido por Marx.
(11) Ferdinand Lassalle, ¿Qué es una constitución?, 1862, disponible en línea en marxists.org: https://www.marxists.org/francais/general/lassalle/constitution.htm. Subrayado en el original. Antiguo miembro de la Liga Comunista, Lassalle fue un pionero en la organización del proletariado en Alemania en la década de 1860; pero también encarnó una serie de desviaciones contra las que los marxistas tuvieron que librar una larga y ardua lucha.
(12) Amadeo Bordiga, Carta a Umberto Terracini, 4 de marzo de 1969, disponible en línea en quinterna.org.
[Mauvais Sang] ¡La Generación Z al asalto de Marineford!
Nepal, Marruecos, Madagascar, Indonesia, Perú… En los últimos meses y semanas, se han producido manifestaciones multitudinarias, disturbios e incluso caídas de regímenes en diferentes países del mundo, lo que ha hecho soplar un viento que reaviva nuestras más fervientes esperanzas.
En Indonesia, la creciente indignación por los privilegios de las élites en un contexto de austeridad se desbordó cuando, el 28 de agosto, la policía mató a un joven durante una manifestación en Yakarta y, posteriormente, el 31 de agosto, se hicieron públicos unos vídeos en los que se veía a varios parlamentarios bailando tras recibir una indecente asignación para vivienda. En las semanas siguientes, los disturbios incendiaron el país, liderados por el lema “Indonesia Gelap, Revolusi Dimulai” (“Indonesia está oscura, comenzamos la revolución”). Se incendiaron parlamentos regionales y se saquearon residencias de ministros. La terrible represión, que movilizó a la policía y al ejército y provocó decenas de muertos y desaparecidos, logró su objetivo de intimidación… El movimiento también tenía la particularidad de tener como símbolo la bandera de One Piece, un manga sobre piratas y su sed de libertad, símbolo que luego fue adoptado desde Nepal hasta Madagascar, pasando por Perú.
En Nepal, el impulso del movimiento que denunciaba fundamentalmente el nepotismo y los privilegios de la casta dominante ha sido destructivo. El 9 de septiembre, tras semanas de enfrentamientos en Katmandú que se saldaron con más de 70 muertos, los manifestantes irrumpieron en el Parlamento y en las residencias de varios miembros del Gobierno, incluida la del primer ministro, ¡y las incendiaron por completo! Porque nunca se detienen cuando están en racha, las sedes del Partido Comunista Nepalí (marxista-leninista, el partido en el poder) y del PCN (de la oposición maoísta, que pedía a los manifestantes que fueran pacíficos), y del Congreso Nepalí, fueron vandalizadas por los alborotadores, y la prisión del distrito de Kailali fue atacada y luego incendiada, lo que permitió que todos los detenidos recuperaran la libertad.
En Marruecos, lo que encendió la mecha fue la muerte de ocho mujeres tras dar a luz por cesárea en Agadir, debido a la falta de medios del sector sanitario marroquí. Desde los primeros días de manifestaciones, el poder reprimió deteniendo o golpeando masivamente a todos los manifestantes, pero los revoltosos siguieron saliendo a las calles.
Recientemente, el colectivo GenZ 212, una de las facetas del movimiento, anunció que las manifestaciones no cuestionaban los fundamentos de la autoridad real, que debían seguir siendo pacíficas y que las convocatorias cesarían temporalmente tras las promesas de reformas del rey Mohammed VI (mientras que, al mismo tiempo, la justicia condenaba a numerosos manifestantes a penas de varios años de prisión).
¡No nos engañarán! Los jóvenes marroquíes que salieron a la calle, que incendiaron las calles, que destruyeron los comicos, los que fueron tiroteados al intentar asaltar comisarías para hacerse con armas y municiones, los que hirieron a más de 300 policías, no eran en absoluto pacíficos y seguro que no tenían en mente mejorar el servicio público.
En Madagascar, las manifestaciones y las convocatorias de huelga surgieron a raíz de la exasperación provocada por los cortes de agua y electricidad impuestos a la población y se extendieron hasta convertirse en un cuestionamiento generalizado del poder establecido, en un momento en que la isla sufre una pobreza masiva. El poder reaccionó como tan bien sabe hacerlo: gases lacrimógenos, palizas, disparos con munición real… En los días siguientes, a pesar de los muertos y el toque de queda, el movimiento se intensificó y se produjeron saqueos masivos: supermercados, comercios, bancos, hoteles… todo fue objeto de saqueos, a pesar de los llamamientos a la calma de los demócratas.
En Perú, también se denuncia, principalmente por parte de los estudiantes, un sistema generalizado de corrupción del poder y las nuevas reformas de las pensiones. En Lima, las manifestaciones, salpicadas de violentos enfrentamientos con las fuerzas del orden, cócteles molotov e intentos de invasión del Congreso, se repiten en las últimas semanas. El 10 de octubre, la presidenta Dina Boluarte fue destituida, lo que para muchos rebeldes no es más que “una etapa”.
Si bien las reivindicaciones explícitas de estos movimientos hablan de justicia social, de lucha contra la corrupción o contra la mala gestión de los servicios públicos, no podemos sino ver en todas estas protestas un cuestionamiento general de las condiciones de vida que se imponen a los explotados de este mundo. En todas partes, lo que se ataca es al Estado y su burocracia, es al personal político (incluso al que se proclama históricamente “revolucionario”, como los sustitutos estalinistas de los diferentes partidos comunistas, como en Nepal), es la burguesía que se enriquece a costa de los explotados, es la miseria por los salarios irrisorios o el desempleo forzoso, son las restricciones y la falta de recursos, son los policías que protegen a los explotadores a golpes de porra y de fusil, es la falta de perspectivas de futuro en este mundo de mierda.
También se puede detectar una fuerza antipolítica que subyace en parte a estas manifestaciones. En varios de estos movimientos, como en Nepal, fue el mundo de los políticos en general, de todas las tendencias, el que fue atacado durante un tiempo. Se cuestionó el enriquecimiento generalizado de toda la burguesía y los dirigentes, como lo demuestran los ataques al Parlamento o a las residencias de los parlamentarios. Sin embargo, podemos ver que las sirenas demócratas y sus eternas promesas de reformas, apaciguamiento y represión judicial de los antiguos dirigentes siguen funcionando, por desgracia, tan bien como siempre. En Nepal, se eligió a una nueva primera ministra en Discord (que había sido una herramienta decisiva en el movimiento) tras la caída del Gobierno; en Marruecos, las reformas prometidas por el rey han frenado el movimiento; en Indonesia, el movimiento ha terminado a la espera de los cambios prometidos; en Madagascar, se ha nombrado primer ministro a un tecnócrata; y en Perú, la oposición ha aprovechado para destituir a la presidenta, seguramente a la espera de ocupar su lugar y gobernar a su vez…
El capitalismo y el Estado, como serpientes que mudan la piel pero no mueren, saben reinventarse constantemente para recuperar las esperanzas más fervientes e integrarlas. A toda costa, debemos preguntarnos por qué la democracia recupera tan fácilmente revueltas tan agresivas materialmente y puede restablecer otra autoridad que no cambiará nada.
Por cierto, es sorprendente que en Francia haya más interés por los diputados que aparecen en los medios de comunicación en barcos por su carrera que por las personas que atacan a sus propios diputados.
Desde Indonesia y Nepal hasta cualquier otro lugar, ¡que viva la revuelta contra el viejo mundo!
Traducción al español: https://
Algunas reflexiones sobre el papel de las revueltas de nuestro tiempo
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Levantamientos que mantienen inquieta a la burguesía.
Lo que podría haber sido el título de una película de Luis Buñuel es una expresión recurrente, una realidad recurrente contra el mundo del dinero, contra el mundo del capitalismo, así como contra el orden escrito con sangre y la paz social de la clase dominante. Esta expresión es llevada a cabo, en su mayoría, por el proletariado joven. Desde Filipinas, pasando por Ecuador, Marruecos, Madagascar, Nepal hasta Perú, se producen violentos enfrentamientos entre los insurrectos y el monopolio de la violencia del Estado, último bastión de la clase dominante.
Sobre la revuelta en Marruecos, pero no solo eso, y por qué debemos seguir defendiendo las revueltas
Desde el 27 de septiembre, Marruecos se ve sacudido por una ola de manifestaciones y enfrentamientos en las calles que tienen un carácter y una dimensión insurreccionales.
La gota que colmó el vaso fue el pauperismo generalizado (35% de desempleo entre los jóvenes), el estado catastrófico del sistema sanitario (según la Organización Mundial de la Salud, en Marruecos solo hay 7,7 médicos por cada 10 000 habitantes, mientras que en la vecina Argelia hay 16,6 y en España son 46 y en Alemania 45), lo que también está relacionado con la revuelta, ya que en agosto murieron ocho mujeres embarazadas en el hospital tras una cesárea, y además los enormes gastos que el Estado marroquí está destinando a la Copa Mundial de Fútbol de 2030 […] y a la Copa Africana de Naciones que se celebra este año.
La pobreza, la falta de perspectivas, el analfabetismo, la represión, la corrupción y el gobierno del país según la voluntad y los intereses de la clase dominante (como en otros lugares) han dado lugar a un movimiento en las calles aún mayor que el que se produjo durante las protestas de 2011-2012. La vida de los jóvenes proletarios se hunde en la pobreza causada por el capitalismo y, al mismo tiempo, se gastan miles de millones en estadios de fútbol y turismo. El estadio de fútbol más grande del mundo también estará pronto en Casablanca, un recinto espectacular con capacidad para 115 000 personas.
No sería la primera ni la última vez que se gastan enormes sumas de dinero en relación con eventos deportivos, por lo que un Estado capitalista se endeuda enormemente y, como es habitual, ya se sabe quién pagará esas deudas. También en Italia, Grecia o España se pretendía ganar mucho dinero con los Juegos Olímpicos, los Mundiales de fútbol, etc., y modernizar el país, pero al final solo se trata de obtener grandes beneficios a costa del proletariado. Enormes estadios deportivos adornan las metrópolis, junto a barrios marginales, mientras que estos últimos son limpiados por la policía y el ejército para que los turistas no se sientan molestos por la pobreza generalizada.
Por eso, entre otras cosas, miles de proletarios llevan más de dos semanas saliendo a las calles en Marruecos. Ha habido enfrentamientos callejeros en casi todas las ciudades, se han saqueado tiendas, se han atacado y asaltado comisarías de policía, se han quemado retratos del rey, pero también se ha detenido y torturado a miles de proletarios insurrectos, la policía dispara con munición real contra la multitud, hay noticias de varios muertos, en un caso un joven fue atropellado por un coche patrulla de la policía…
Sin embargo, es importante volver a destacar que, una vez más, esto está ocurriendo simultáneamente en varios países de todo el mundo.
Sobre la llamada “generación Z” y las reivindicaciones reformistas
Al igual que en el caso de Indonesia, también en Nepal se habla de que se trata de la llamada “generación Z” la que se está rebelando. Nos importan un comino estas tipificaciones y categorizaciones de personas absolutamente insignificantes, o las llamadas características que se imponen a cada “generación”.
Aunque los proletarios rebeldes y revolucionarios se apropien precisamente de estos conceptos —lo que demuestra una vez más lo eficaz que es el adoctrinamiento y las ideologías de la clase dominante—, la mayoría de los explotados prefieren verse a sí mismos en términos de identidad nacional, subcultural, identitaria o de otro tipo, y por lo tanto piensan en términos de tales categorías/ideologías, pero rara vez como lo que siempre son: personas que, en el proceso de creación de plusvalía (es decir, ganancia/beneficio), son despojadas de su vida y de los productos que fabrican, para tener que realizar esta actividad (explotación) una y otra vez, porque de lo contrario morirían de hambre, ya que no poseen nada más que la fuerza de trabajo que vendemos, porque son proletarios. Rechazamos rotundamente este enfoque, porque solo sirve para distraer la atención de las consecuencias y las causas del capitalismo (única razón de la pobreza, la guerra, la destrucción del mundo y de todas las especies que lo habitan). Las identidades, las categorías identitarias, etc., pretenden explicar una sociedad que en realidad está dividida en clases de una forma completamente vacía y sin contenido, desviando la atención del antagonismo irreconciliable entre las clases hacia otros focos. El conflicto se explica como uno entre generaciones (que deben tener ciertas características) y no entre clases. Solo podemos entender la sociedad a través de las condiciones impuestas y forzadas por el capitalismo, y no si esta o aquella generación tiene o ha tenido más o menos acceso a las tecnologías, o cualquiera que sea la diferencia. Y estas circunstancias no solo son mundiales, sino que conectan a todas las personas del planeta y eliminan cualquier forma de identidad (por ejemplo, la nacional). La clase dominante (la burguesía) libra a diario una guerra de clases para proteger sus intereses, su posición de poder y sus propiedades (los centros de producción), ¿por qué no iban a librar también una guerra de clases aquellos que sufren por ello para poner fin de una vez por todas a todo esto?
Por lo tanto, ya sea apropiado o no, los rebeldes y insurrectos de Indonesia, Nepal, Marruecos —o cualquier otro lugar— no son miembros de esta o aquella generación. Esta categorización tiene como objetivo robarles su capacidad debido a las condiciones capitalistas que se les imponen e impedir que puedan tomar conciencia de sí mismos y que, precisamente, sean conscientes de su condición impuesta como explotados, como proletarios, y que, precisamente POR ESO, luchen contra las condiciones imperantes. Porque ya no quieren ser proletarios. Porque el objetivo NO es convertirse en burgueses, sino abolir de una vez por todas la causa de la pobreza y la riqueza (que solo pueden entenderse como condiciones materiales del capitalismo, ya que ambas existen únicamente porque son condiciones de la otra). Lo que vemos una vez más es que todas estas revueltas son expresiones de la tendencia a la negación de uno mismo. No definir claramente a todas estas personas como proletarias conduce inevitablemente a su caricaturización y al vaciamiento de su praxis.
Como podemos deducir de los textos que hemos traducido, las reivindicaciones que se conocen, y que nunca pueden ni podrán hablar en nombre de un movimiento, son de naturaleza reformista. Aquí nos enfrentamos de nuevo a varios problemas y acontecimientos. Como anarquistas, no tenemos ninguna exigencia al Estado-nación, al capitalismo y a todas sus instituciones, salvo su abolición inmediata, pero esto no es una exigencia en el sentido de una reforma, ni tampoco una petición. El Estado-nación, el capitalismo, etc., no se abolirán por sí mismos.
Una revuelta no es solo una ruptura de la paz social, sino que puede ser el detonante que ponga patas arriba todas las relaciones capitalistas dominantes, es decir, la revolución social. Esto no tiene por qué suceder necesariamente, pero en este momento se está produciendo un proceso de enorme importancia: el proletariado ya no es una clase en sí misma, sino una clase para sí misma, es decir, a través de la experiencia de su propia práctica puede tomar conciencia de su capacidad para abolir, y solo él, el capitalismo y todos los Estados-nación.
Sin embargo, las revueltas rara vez son erupciones monolíticas; siempre habrá fuerzas y elementos dentro de ellas que busquen guiarlas, dirigirlas y controlarlas. Presentar demandas en nombre del movimiento insurgente es un ejemplo clásico, al igual que los sindicatos utilizan tácticas similares para intentar posicionarse a la vanguardia del proletariado, ya que su función es representarlo y negociar en su nombre. Por muy radicales o incluso revolucionarias que parezcan las demandas, el movimiento se ve automáticamente paralizado, porque solo él, sin intermediarios ni mediación, puede articular sus propios intereses. Pero sigamos un poco más con los ejemplos de representación (ya sean sindicatos, vanguardias o partidos marxistas-leninistas, organizaciones anarquistas que se autoproclaman salvadoras del “pueblo”, partidos de todo tipo; en realidad, da igual la tendencia o corriente dentro de la izquierda (radical), porque todos cumplen la misma función: entienden el cambio social como la representación del proletariado, que, en su opinión, DEBE ser dirigido; no puede romper sus propias cadenas ni ser el artífice de su propia liberación). Lo mismo se aplica, por supuesto, a todos los grupos u organizaciones nacionalistas y fundamentalistas religiosos, aunque sus objetivos sean diferentes; ellos también solo pueden alcanzarlos mediante la representación. Plantear reivindicaciones en nombre del proletariado significa no solo que este no sea consciente de la necesidad de ser dirigido, sino también que, en última instancia, los intereses y las demandas de todas las organizaciones son los mismos que los del proletariado. Por eso compiten entre sí. Esto ocurre a diario, pero se intensifica en Levantamientos. La izquierda (radical) del capital forma parte del orden establecido; no busca la destrucción del capital, sino su gestión. Esto, en última instancia, siempre implica la domesticación, la integración, la psicologización, la patologización, la infantilización, la sociologización y el embotamiento de todo el proletariado.
La tarea de todos los anarquistas que se toman en serio el objetivo de una sociedad sin clases y la abolición del Estado en sí misma es denunciar a estos partidos del orden como lo que son: profetas del orden y fuerzas de la contrarrevolución. Cualquier intento de representación política (que es la tarea de todos los partidos, sindicatos, etc.) debe ser atacado directamente.
En situaciones de insurrección, hemos visto a menudo cómo, ante esta situación incontrolable, los partidos y las fuerzas del orden intentan una y otra vez, como bomberos, apagar el fuego de la revuelta. Porque esto deja claro sobre todo una cosa: ellos controlan el movimiento insurreccional, por lo que la clase dominante los considera automáticamente como interlocutores y pueden tener lugar las negociaciones (por ejemplo, para reformas). Lo mismo vemos también en las huelgas.
Un muy buen ejemplo fue la revuelta en Chile en 2019. Cuando una revuelta alcanza cierto límite, por ejemplo, tener que extenderse internacionalmente, esta contradicción se resuelve o el movimiento se ve sofocado por ella, y las fuerzas reformistas y contrarrevolucionarias sacan provecho de esta situación sin salida. Abogarán por la democracia (el gobierno debe hacer justicia a la democracia, sea lo que sea lo que eso signifique) y abogarán por la democracia (todas las injusticias de este mundo se resolverán con más democracia). En el caso de Chile, la revuelta se sofocó porque el movimiento ya no podía resolver ciertas contradicciones: la expansión de la revuelta, la toma de los medios de producción, la destrucción de la sociedad de consumo, es decir, iniciar una revolución social. Las fuerzas reformistas y contrarrevolucionarias (es decir, la izquierda (radical) del capital) desplazaron el foco de los contenidos de la revuelta al ámbito parlamentario, al peligro de un auge de la derecha (una vez más se invoca el fantasma del fascismo) y entonces no solo se trataba de acabar con la revuelta, sino de trasladarla obedientemente de las calles a las urnas para las próximas elecciones. Esto significó el fin definitivo de la revuelta.
Todas estas son cuestiones que debemos abordar con mucha seriedad, ya que defender la autonomía del proletariado (la liberación del proletariado solo puede ser obra del proletariado, ergo no de tal o cual partido de vanguardia o sindicato). Esto significa apoyar las propias herramientas de liberación […], así como recrear constantemente la autoorganización según las propias necesidades y no abandonar nunca la crítica a la falsa oposición del capital.
Comité para la Defensa de la Práctica Insurreccional del Proletariado (a veces conocido como Grupo de Solidaridad con los Presos)
Traducción al español: https://