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[Ecuador] breve balance y perspectiva de las jornadas de lucha proletaria en octubre del 2019, al calor de los últimos hechos y debates al respecto



«El proletariado es arrojado a la lucha de clases por su propia naturaleza de clase asalariada y explotada, sin necesidad que nadie le enseñe nada; lucha porque necesita sobrevivir. Cuando el proletariado se constituye en clase revolucionaria consciente, enfrentada al partido del capital, necesita asimilar las experiencias de la lucha de clases, apoyarse en las conquistas históricas, tanto teóricas como prácticas, y superar los inevitables errores, corregir críticamente los fallos cometidos, reforzar sus posiciones políticas por medio de la toma de conciencia de sus insuficiencias o lagunas y completar su programa; en fin, resolver los problemas no resueltos en su momento: aprender las lecciones que nos da la propia historia. Y ese aprendizaje sólo puede hacerse en la práctica de la lucha de clases de los distintos grupos de afinidad revolucionarios y de las diversas organizaciones del proletariado.» Agustín Guillamón. Proletariado y clases sociales, hoy (2013)


A pesar de las debilidades, contradicciones, lastres ideológicos y errores prácticos que estuvieron presentes en el movimiento social real que protagonizó las recientes jornadas de octubre de este año en Ecuador, a saber: falta de radicalidad y autonomía frente al Estado Capitalista, aceptar el diálogo y la negociación con el gobierno, pedir la intermediación de la ONU, división entre algunas dirigencias y algunas bases del movimiento indígena, pacifismo de algunos sectores de este movimiento, deponer las medidas de hecho, pensar en nuevas elecciones de gobierno, ausencia de algunos sectores de trabajadores, presencia de algunos políticos oportunistas que quisieron pescar a río revuelto, discursos y símbolos nacionalistas y populistas, falta de claridad, organización y ofensiva; a pesar de esto, en los hechos lo que ocurrió en Ecuador durante los 11 días de Paro Nacional fue una
verdadera revuelta proletaria con tintes insurreccionales que logró desafiar y hacer retroceder un paso al Estado burgués que controla este territorio. Se hizo lo que se pudo hacer, lo que las fuerzas realmente existentes permitieron hacer, ni más ni menos; concretamente, obligar a derogar parcialmente las últimas medidas de austeridad capitalista o el «paquetazo» impuesto por el gobierno de Moreno (el decreto ejecutivo 883), desde las calles ganadas mediante la lucha día tras día y noche tras noche. Pero, como dijo Marx, un paso adelante del movimiento real vale más que una docena de programas.

Esta victoria parcial del 13 de octubre (con cierto sabor a derrota por nuestros muertos y por la permanencia del actual gobierno de ladrones y asesinos y sus nefastas reformas laborales), fue el resultado de todas las acciones directas de masas realizadas desde el 3 de octubre: se tomaron instituciones gubernamentales, pozos  petroleros, carreteras, hicieron marchas y cacerolazos, piquetes y barricadas, saquearon algunos comercios, quemaron regimientos policiales y tanques de guerra, capturaron y retuvieron policías y militares, le hicieron huir al presidente a Guayaquil, instauraron la Comuna de Quito como epicentro del Paro Nacional… Con tales acciones, en 11 días hicieron lo que no hicieron en 11 años. 11 días de ruptura parcial, temporal y precaria
pero real de la normalidad capitalista, sobre todo al interior de las protestas mismas: ruptura del trabajo asalariado y la circulación de mercancías (por algo fue un paro), de la propiedad privada y el dinero,
sustituyéndolas por la solidaridad y la gratuidad (en los centros de acopio y las ollas comunitarias); a lo cual le acompañó a toda hora la discusión y toma colectiva de decisiones en las asambleas, y la valiente autodefensa desde las barricadas contra la brutal represión de los perros guardianes uniformados de los ricos y poderosos. En pocas palabras, en esos 11 días de Paro Nacional lxs explotadxs y oprimidxs en lucha de este país crearon y vivieron embriones de comunismo y anarquía; embriones espontáneos, caóticos, contradictorios, localizados, de corta duración, pero reales. Todo esto no fue poca cosa, fue un acontecimiento histórico con eco mundial, considerando que las masas proletarias del campo y la ciudad de esta «mitad del mundo» estuvieron dormidas o
inactivas durante tantos años, y ya no lo están más. Estallaron cual volcán y siguen calientes. Y lxs anticapitalistas autónomxs que participamos como una parte más de ellas, también. 

Los muertos y heridos en combate por parte del terrorismo de Estado tampoco son poca cosa. No fueron «muertes accidentales», fueron crímenes de Estado. ¡Ni perdón ni olvido! Por eso, negarlos o hacerlos de menos es una falta de respeto y hasta una muestra de cinismo para con ellos, sus seres queridos y sus compañeros. Una actitud pésima y rechazable, no sólo de algunos derechistas sino incluso de algunos izquierdistas locales. Muy por el contrario, lo mínimo que hay que hacer en estos momentos de «post-guerra» de clases (porque lo que hubo aquí fue una guerra de clases que aún no termina) es: solidarizarse con los
compañeros detenidos y con las familias de los compañeros caídos; denunciar y oponerse activamente al terrorismo de Estado/gobierno asesino, que en estos momentos está haciendo represión selectiva a modo
de venganza contra miembros de organizaciones sociales que participaron del paro, por lo cual toca cuidarnos; estar alertas e impedir nuevas medidas de austeridad maquilladas y «focalizadas» (nuevo decreto ejecutivo); estar atentxs también al inicio de las privatizaciones para oponerse a las mismas, y a las movilizaciones anunciadas para fines de este mes contra las reformas laborales flexiblizadoras/precarizadoras aún vigentes; y, mantener la movilización y organización social que se dio espontáneamente para poder «acumularla», radicalizarla y generalizarla a mediano y largo plazos con una perspectiva autónoma y revolucionaria. En ese sentido, esto acaba de empezar. La lucha sigue. Hasta el fin. Porque no se trata de sobrevivir menos mal, sino de vivir de verdad. Y no se trata de cambiar de amo, sino de dejar de tenerlo. 

Es la insatisfacción de necesidades concretas del día a día, y no una u otra ideología, lo que lleva a la clase trabajadora a enfrentarse a la clase patronal y su Estado. En el seno de esta lucha, surgen y se desarrollan minorías conscientes, organizadas y activas que se esfuerzan por mantener viva la memoria, las lecciones y la llama rojinegra de la revolución proletaria. Pero una cosa es ser revolucionario y «ensuciarse las manos» en la lucha de clases real y contradictoria, estar ahí «donde las papas queman», viviendo la solidaridad y la combatividad de nuestra clase proletaria en carne propia, aportando y aprendiendo lo más que se pueda (tanto en las barricadas como en los centros de acopio y las asambleas), siempre con autonomía y criticidad, al mismo tiempo que con humildad y sin prejuicios ideológicos ni huevadas personales o grupusculares; y otra cosa es decir ser revolucionario desde la comodidad de la cama, la pantalla, el escritorio o la vereda, además
desde una ideología eurocentrista/racista, obrerista, pacifista y purista que dice ser «comunista» e «internacionalista». O desde una ideología «marxista-leninista-maoísta» a «la vanguardia». O desde una
ideología «anarquista» nihilista o valeverguista. Da igual. La revolución social no es un hecho ideológico sino un hecho real o material y, por lo tanto, impuro y contradictorio, que hay que saber asumirlo como tal mientras se está luchando codo a codo junto a las masas y otras minorías, porque así toca hacerlo contra el enemigo de
clase común cuando estalla la guerra social como aquí estalló. 

Obviamente aquí y en todas partes falta mucho para la revolución comunista anárquica mundial propiamente dicha, aún no existen las condiciones y las fuerzas para ello, pero por algo se empieza después de tanto letargo histórico. La emergente y actual lucha proletaria en Ecuador (las masas indígenas son parte de las masas proletarias del campo, no «un sector no explotador», además que también salimos a luchar las masas proletarias de la ciudad) es parte de toda una oleada internacional de luchas proletarias (Haití, Hong Kong, Francia, Argelia,
Irak, etc.) que hoy por hoy está cerrando un ciclo histórico de contrarrevolución (con medidas de austeridad y represión estatal a la orden del día en todas partes) y abriendo un nuevo ciclo de ascenso e intensificación de la lucha de clases, en medio de la actual crisis capitalista mundial.

El papel de las minorías revolucionarias en todo esto, como siempre, es contribuir a desarrollar la autonomía y la ruptura proletaria en todo sentido, es decir contribuir a que lxs explotados y oprimidxs podamos liberarnos por completo y de raíz del Capital y del Estado con cabeza y mano propias; y, a que nos reapropiemos del programa invariante de la revolución social, forjado al calor de la lucha histórica del proletariado mundial, para hacerlo realidad de una vez por todas: abolición y superación de la propiedad privada, el trabajo asalariado (en todas sus formas), el valor, el dinero, las clases, el Estado, el mercado, las patrias, las razas, los géneros y toda otra forma de separación y opresión entre los seres humanos y sobre la naturaleza, para así poder vivir en comunidad y libertad reales. 

Pero eso sólo es posible participando en las luchas sociales reales, metiendo y «ensuciándose las manos», cometiendo errores y aciertos, pasos en falso y pasos en firme, avances y retrocesos, victorias y derrotas; siendo parte activa e incidente de las masas en revuelta, de la clase explotada y oprimida en pie de lucha por sus necesidades materiales, para desde ahí (y no desde la ideología, la comodidad ni el cinismo) poder sacar y aplicar las lecciones empíricas y teóricas aprendidas, para desde ahí poder criticar y superar en la práctica
nuestras debilidades y contradicciones con la perspectiva clara y firme de hacer la revolución hasta el fin, es decir hasta derrocar todo este sistema de explotación, miseria y muerte. Por ello, desde la resistencia
y la dignidad que sólo la lucha otorga, decimos: por nuestros muertos y nuestras vidas, ¡ni un minuto de silencio, toda una vida de combate! ¡La solidaridad es nuestra mejor arma y les hará temblar de nuevo!

 Un@s proletari@s cabread@s de la región ecuatoriana por la revolución comunista anárquica mundial
Kito, 17 de octubre del 2019


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